Amancio Prada en el Teatro Real (1984)
El 24 de septiembre de 1984 el Teatro Real de Madrid
se abrió por primera vez a la canción de autor de la mano de Amancio Prada, probablemente
la persona más adecuada para el caso. Fue un acontecimiento que venía a
conferir una cierta respetabilidad a la canción popular del que di cuenta en El
País con una entrevista previa y la correspondiente reseña posterior.
Como información anecdótica, pero significativa de
algunos prejuicios que todavía regían el funcionamiento del tempo madrileño de
la música clásica, diré que estaba previsto grabar el recital de Amancio para el
programa de TVE “La Buena Música/Más
o menos nuestro”, del que ya se ha colgado aquí alguna emisión, grabación que al final resultó imposible
ante las duras restricciones que el local, imponía para colocar las cámaras
donde el realizador las necesitaba, y no donde se colocaban habitualmente en la
retransmisión de conciertos de música clásica.
EL PAÍS. 22 SEPTIEMBRE 1984.
EI
próximo lunes, dentro del Festival de Otoño madrileño, se presenta por primera
vez en el teatro Real un cantante compositor de canciones populares. Es Amancio
Prada, quien va a hacer que este loca, de historia y tradición ligada a la
música clásica, se abra a una nueva forma artística, como antes lo hiciera al
flamenco o al jazz. Un dato apenas anecdótico, pero que viene a corroborar la
idea de que, cada vez más, la música no se divide en géneros o estilos, sino
tan sólo en buena o mala.
Nacido
hace algo más de 35 años en El Bierzo, esa zona fronteriza entre las culturas
castellana y gallega, Amancio Prada es un hombre que a través de sus canciones
y su presencia en escena, austera y reposada, ofrece una imagen que, no
obstante, deja presentir un fondo más apasionado y sensual de lo que podría
parecer a primera vista. "Cuando
salgo a cantar", confiesa, "siento
que mi vida adquiere pleno sentido, pero ai mismo tiempo mi personalidad se
desvanece, no soy yo, con mi biografía, mi familia, mis amigos, quien canta, es
simplemente una energía que se levanta y adquiere forma sonora. Esa despersonalización,
o esa especie de enajenación etérea, puede justificar cierta imagen mística que
se dice que yo tengo y que durante un tiempo rechacé de plano. Aunque, cuando
la gente habla de imagen mística, se refiere quizá más a mis musicalizaciones
de san Juan de la Cruz, pero, desde luego, lo místico no está en contradicción
con lo sensual. Nada más sensual y erótico que la poesía de ese santo".
De
familia campesina, vocalista en su juventud de una orquesta de baile, su
traslado a París y la convivencia con el ambiente cultural que allí se vivía le
abrió a la canción desde otra perspectiva. Hace ahora 10 años que publicó en
Francia su primer disco, Vida e morte. "En aquel tiempo, por 1974, yo andaba metido
en aquellas cavas tan misérrimas como gloriosas, y ahora aquí, entre tanto pan
de oro. Pero, en fin, lo esencial no varía: es un escenario, un hombre que
acude a cantar y un público que lo escucha. Todos los escenarios son
importantes, cada actuación es para mí la primera y tal vez la última, por lo
menos con ese estado de ánimo salgo a cantar".
De
obra artística inspirada y minuciosamente elaborada, detallista y varia, la
atención de Amando Prada se volcó desde el principio hacia la musicalización de
poemas, aunque de cuando en cuando escriba sus propias letras, que sólo graba
en escasas y contadas ocasiones: "Es
que las musas no me son propicias en este sentido", indica, sin darle
demasiadas vueltas al asunto, y añade: "Tampoco tengo mayor interés en afirmar mi identidad escribiendo letras.
Soy bastante irreverente con la autoría de los poemas. Creo que, en definitiva,
una canción es de quien la escucha, y más todavía de quien la canta".
Juan
de la Encina, Rosalía de Castro, Luis López Álvarez, Celso Emilio Ferreiro, san
Juan de la Cruz o Agustín García Calvo son algunos de los poetas a los que, con
mayor o menor asiduidad, ha musicalizado. "Es una suerte partir de unos textos con una gran calidad poética. Si
una canción está compuesta por música y letra, cuanta más altura tenga la letra
y más acorde esté con tu temperamento, tanto mejor. La poesía es un punto de
partida envidiable y comprometido, en la medida en que te obliga a componer una
música a la altura de ese poema, acompañado por una interpretación exigente".
El 'Cántico'
Compositor
e intérprete de ocho álbumes discográficos, el último de los cuales aparece
estos mismos días en el mercado, Amancio Prada cantará en el teatro Real su
obra más extensa y compleja, el Cántico Espiritual, de san Juan de la Cruz. En
la segunda parte de su recital hará un recorrido por el resto de su obra,
acompañado por un grupo instrumental que incluye piano, violín, violonchelo,
guitarra, bajo y percusión. En su música se mezclan resonancias e influencias
populares y cultas. Del folklore, que en el siglo XX considera ya muerto, ha
extraído, como demostró en su álbum Caravel de caraveles, un sentido
estético de ancestral resonancia que se enriquece y hace más complejo con las aportaciones
de la música de este siglo, de las que toma elementos camerísticos instrumentales.
Ante
esta actuación del teatro Real, que en cualquier caso sería importante para
todo cantante, se siente seguro y tranquilo: "Todo depende de la importancia o de la consideración que uno le dé.
Actuar en el teatro más prestigioso, hoy por hoy, de la música considerada
seria infunde un cierto respeto y un cierto temor de Dios, que nunca viene mal.
Pero con una actuación como la mía también se está haciendo, de alguna forma,
que se fuercen esos moldes a veces demasiado estrechos a la hora de considerar
lo que es música seria y lo que no lo es”.
El
éxito obtenido por Amancio Prada en su recital del teatro Real de Madrid fue
evidente, tanto en lo que se refiere al número de asistentes, una buena parte
del cual se quedó en la calle sin poder entrar, como a la reacción calurosa del
que llenaba la sala. Los datos aparentemente anecdóticos que rodearon la
presentación por primera vez de un cantante popular en el teatro Real muestran,
no obstante, algunas realidades a tener en, cuenta: la discusión, tan
innecesaria como frecuente, sobre lo que es y no es música seria; la relación
que necesariamente existe entre el tipo de música que se hace y el escenario
desde el que se muestra; las diversas actitudes de los públicos que normalmente
acuden a distintos recitales y su reacción ante un local como el Real. Aun que
sólo sea citándolos, creo que es necesario prestar atención a estos puntos.
Amancio
Prada interpretó dos obras de distinta factura: su musicalización del Cántico Espiritual,
de san Juan de la Cruz, con el que abrió el recital, y un recorrido por sus
canciones en el que cantó poemas de Rosalía de Castro, Luis López Álvarez, Juan
del Encina, Agustín García Calvo y los trovadores galaico-portugueses. Más
nervioso e inseguro en la primera parte, en la segunda se fue reafirmando hasta
un final espléndido, demostrando una vez más que la suya es música simple y
llanamente buena, sin jerarquización de géneros.
Los
dos ejes claves de la obra de Amancio Prada se mostraron con claridad en este
recital. Por una parte, la musicalización de poemas, camino que muchos
cantantes han intentado, pero que pocos han tratado con tanto rigor. Musicalizar
poemas ha sido en muchos casos un socorrido recurso ante la incapacidad para
escribir canciones. Amancio Prada es de los pocos que han solucionado el
problema de la dispersión formal y temática y la difuminación de la propia
personalidad artística que esto suele originar, creando una obra coherente y
personal, en la que hay una íntima imbricación entre cantante, música y texto,
apropiándose, con pleno derecho, las palabras ajenas para desarrollar su
original discurso, lo que es su mayor virtud.
El
otro eje sería el que establece ese terreno fronterizo en el que se mueve entre
la música clásica, en su forma camerística, y la popular, con la asimilación de
cierto sonido y estructura de origen folklórico. Otro experimento de múltiples
intentos en la música popular y de irregulares y en general poco satisfactorios
resultados. Amancio Prada ha sabido encontrar una fórmula de absoluta validez
en su acercamiento a los modos y las formas de la canción trovadoresca, partícipe
de la corte y de la aldea, de corte contemporáneo.
Su
sensibilidad creativa, la seriedad con que se plantea su trabajo y los
excelentes músicos, en general, con que se acompaña fueron las bazas que le
permitieron triunfar en un escenario tan condicionado como el del Teatro Real.
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