En el 40 cumpleaños
de la Orquesta Platería.
Un artículo de
1981
Leo que la Orquesta Plateria cumple los 40 años y
que para celebrarlo y despedirse del público, obligados por la falta de
actuaciones en los últimos tiempos, han decidido pasearse por última vez por
los escenarios, empezando por la Plaça de Catalunya de Barcelona, escenario de
algunos de sus más sonados éxitos. Con el deseo de que la gira tenga
continuidad y lo del retiro sea solo un amago, reproduzco este artículo que publiqué
en EL ECO DE CANARIAS en 1981 en el que hablaba de su singularidad musical. Enlazo
al final parte del concierto con el que celebraron sus 20 años de actividad.
ECO DE CANARIAS.
17 mayo 1981
Acaba
de editarse el tercer álbum de la Orquesta
Platería, un fenómeno que, probablemente, no hubiera podido darse fuera de
Cataluña, pero que cuenta ya con admiradores y seguidores en cualquier latitud.
Definir la música que hace la Platería no resulta fácil, porque su trabajo no
se deja constreñir por clichés. A lo que más se asemeja es a la salsa, claro, pero
tampoco es eso. Simplemente se trata de música para bailar, divertirse y pasar
un buen rato; propósito más que suficiente si se lleva a cabo con la gracia, la
calidad y la seriedad (aunque resulte paradójico hablar de «seriedad» en este
caso) con que lo hace esta gente.
Cha-cha-chas,
boleros, rumbas, pasodobles, charlestones y hasta particularísimas versiones de
temas de Django Remhardt y Bill Evans, sin que falte el rock and roll, el twist
o el vals, constituyen el insólito repertorio de la Orquesta Platería, una numerosa
agrupación musical (17 miembros participan en la grabación del último disco)
que tiene su origen en los epígonos de la canco catalana y el rock barcelonés.
Con esta heterogénea mezcla consiguen uno de los productos musicales más
atractivos, y, sobre todo, más divertidos, de la actual música española.
Pero
a estas alturas de la explicación cabría preguntarse qué es lo que separa a la
Orquesta Platería de conjuntos como el de Rudy Ventura, por ejemplo.
Superficialmente muy poco, pero en cuanto te metes de llano en la audición de
sus discos comienzan las diferencias. La Orquesta Platería ofrece una lectura
del material que interpreta efectuada desde su particular sensibilidad de gente
que ha pasado por todos los caminos del rock y del folk. Es algo así como el
famoso distanciamiento brechtiano, que en este terreno de la música ya había sido puesto en práctica por el
propio Brecht en sus canciones en colaboración con Kurt Weil y Hans Eiler. Y no
es que la Platería intente «dignificar» lo que toca, ni lo intenta ni es
necesario. Es algo más sutil, más profundo, es simplemente la búsqueda de los
muchos elementos lúdicos, divertidos y valiosos que pueden encontrarse en formas
musicales que la última generación de músicos populares, trátese de rockeros o
cantautores, habían despreciado sin demasiada inteligencia.
Pero
¿qué es lo que ha conducido a músicos como los que integran la Orquesta
Platería (y otros grupos y artistas similares, como, por ejemplo, «Sardineta»,
«Salseta del Poblé Sec» o Gato Pérez, quizás el más señero de todo el
movimiento) a hacer este tipo de música? Probablemente el deseo de divertirse
en primer lugar. De divertirse ellos, los músicos, para hacernos divertir a
nosotros, los espectadores, pero también el agotamiento de unas fórmulas
musicales (el rock, el folk, el progresismo) que habían sido manoseados hasta
el abuso, y el descubrimiento de esos valores que decíamos antes, visibles en
el cha-cha-cha, el bolero o la salsa. Lo que comenzó siendo un juego y un divertimento
se ha convertido en sólo tres discos en una forma de entender la música popular
tan válida como cualquier otra. Bienvenida sea la Orquesta Platería.
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