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lunes, 28 de noviembre de 2016

JULIO MATITO cantautor político

Julio Matito. Reivindicación de un cantautor político







Julio Matito se mueve ya en el terreno del mito. Fallecido en 1979 en un accidente automovilístico cuando regresaba de Barcelona a Sevilla tras una actuación televisiva, su nombre ha pasado a la historia de la música española como miembro fundador del grupo sevillano Smash, pioneros y quizás máximos exponentes de aquello que a finales de los años sesenta del siglo pasado se llamaba rock underground o progresivo; y, aún más significativo, primeros cultores de lo que todavía se llama rock andaluz (o extendido a toda España, rock con raíces), mezcla de formas rockeras (de Hendrix a Dylan, de los Rolling a Big Bill Broonzie, por citar sólo algunos referentes) con elementos extraídos del flamenco (de Mairena a Agujetas, de Chacón a Fosforito, por no ponernos detallistas). Es decir, Julio Matito forma por derecho propio parte de la historia de la música popular española, pese a lo cual aún hay una faceta de cantautor, y además político, en su trabajo artístico que permanece prácticamente desconocida, sepultada por la contundencia de sus trabajos rockeros con Smash. A hablar de esa cara oculta de la luna (que me disculpe el recuerdo de Julio la metáfora) van dedicadas estas notas.

No voy a alargarme sobre la historia y la significación de Smash, sobre los que existen documentadas historias fácilmente accesibles y sobre los que yo mismo he escrito alguna cosilla que enlazo al final. Aunque si alguien quiere entender mediante un escrito la esencia de lo que aquella revolución musical sevillana significó situada en su momento y palpar el ambiente en el que todo sucedió, no le queda más remedio que acudir a Javier García Pelayo, que implicado en el asunto desde el principio ha dejado un vivido relato de todo ello en este “Viaje madrileño” que publicó en cuatro estupendos capítulos en el blog de Adrián Vogel “El Mundano”.

Tampoco voy a insistir en la calidad del trabajo de Smash, que contaba en sus filas con artistas tan destacados, aparte del propio Matito, como Gualberto, Antonio (Antoñito) Rodríguez, o el danés Henrik Michael, a más de colaboradores más o menos fijos como Silvio o Manuel Molina. Ahí están para probarlo, repartidas por sus discos, temas tan excelentes como el inicial “Scouting”, “Well, You Know”, “Behind the Stars”, “Tangos de Ketama”, “El garrotin”, “Ni recuerdo ni olvido” o estos “Blues de la Alameda”, sin ir más lejos.

Blues de la Alameda

Quede pues consignado todo ello, y vayamos al grano, a esa faceta netamente cantautoral de Julio Matito, de la que se ha hablado mucho menos que de la rockera pero que no deja de ser digna de consideración, no solo por lo que del personaje nos dice y por su significación histórica, sino también por el propio interés que tienen las canciones.

En 1972 acabó, de momento, la andadura de Smash y sus miembros se fueron cada uno por su lado, dispuestos a iniciar antes o después, como hicieron, sus respectivas carreras individuales. Al acabar el grupo, Matito no se da por vencido y monta un nuevo grupo, “La Cooperativa”, junto al guitarrista y amigo Pedro García Mauricio y otros músicos. Es el primer paso en la evolución de su estilo. Recojo cómo lo contó él mismo en una entrevista de 1974:

“Con Smash hacía fundamentalmente rock, rock directo, temas poco estructurados, a excepción de bastantes que tenía yo, pero que no hacía con Smash. Entonces con Pedro comencé a hacer canciones mucho más estructuradas, con voces, con armonías que se salían un poco del rock, en una línea más cercana a los Beatles, Neil Young y esa gente…”

El nuevo grupo le dio a Julio Matito para grabar un single con dos canciones propias, ya de un claro formato de cantautor folk-rock, “Al despertar” y “”, y para una precaria gira por Alemania y Finlandia, tierras frías alejadas del Sur, donde al parecer se convirtió en militante socialista, y de las que regresó un tanto desalentado. Tanto como para abrir un chiringuito en la playa de Chipiona y prácticamente retirarse.

Cuentan que fue allí en la playa, quizás sirviéndole una cerveza en su chiringuito, donde Julio Matito conoció a Felipe González, entonces aún reciente su elección como secretario general del PSOE y futuro Presidente del Gobierno, con quien amisto y que habría sido quien le escuchó las nuevas canciones que estaba componiendo y le animó a grabarlas en un disco. Quizás sea cierto que intimaron allí, pero las relaciones de Julio Matito con la izquierda sevillana, tanto socialista como comunista, venían de antes, aunque tan sólo hubieran sido tangenciales.

Muchos de aquellos jóvenes militantes de finales de los ochenta, convertidos a mediados de los setenta en dirigentes políticos, habían frecuentado los mismos ambientes de Smash, mezclados en la progresía del momento. Uno de los principales lugares de coincidencia era el club Sevillano Don Gonzalo, abierto por Gonzalo García Pelayo en 1967 y que había supuesto la cuna de todo aquel nuevo rock del que formaba parte Smash, que habían actuado allí con frecuencia y del que eran asiduos. 

Uno de aquellos clientes que bien podía haber escuchado a Smash con una copa en la mano era Felipe González, un joven abogado laboralista que, precisamente, fue quien defendió al Club y a su propietario cuando la autoridad competente pretendió su cierre, finalmente conseguido en 1970. Por otro lado, Smash había colaborado musicalmente en 1969 con las representaciones teatrales de la obra “Antígona”, montada por el grupo independiente Esperpento bajo la dirección de Alfonso Guerra, siempre tan aficionado al teatro.

Cuento estas batallitas no sólo para dejar constancia de lo que se ha contado poco, que también, sino para intentar explicar, mientas que me lo explicó a mí mismo, que el paso de Julio Matito del rock más inconformistas a la canción de autor, de estricto sentido político, además, no constituyó un salto en el vacío, sino la evolución plausible de una forma de entender la canción y la sociedad.

Desde hace tiempo vengo con la matraquilla de que en aquellos oscuros tiempos de la dictadura, el único modelo de canción que se opuso al franquismo en un grito de libertad no fue el de los cantautores, sino también aquello que hemos definido como rock “underground” (no confundir con “progresivo”, que fue otra cosa[1]). Naturalmente se trataba de rechazos de distinto tipo, con motivaciones, objetivos y formas diferentes, aunque con un mismo origen: la opresiva dictadura franquista. Simplificando. Unos representaban una oposición consciente, colectiva, denunciadores de opresiones sociales o políticas y anunciadores de un futuro libre y feliz. Los otros, nacido su descontento de raíces más íntimas e individuales, clamaban contra las costumbres morales y sociales que les constreñían y también vislumbraban, a veces envueltos en nubes de humo, un horizonte en el que todos seríamos buenos y felices entre flores y besos. En cualquier caso, todos ellos necesitaban para el cumplimiento de sus respectivas utopías de la libertad, la justicia y la democracia que no existía. Quizás sus utopías fueran distintas, pero el opresor común con quien había que acabar primero era el mismo.

Que Julio Matito pasara de expresar musicalmente su rebeldía a través del rock ha hacerlo con las formas de la canción de autor debió tener que ver, probablemente, con el proceso de concienciación estrictamente política que le llevó a militar en el PSOE. No obstante, no es que esa conciencia le cayera del cielo como una revelación divina que te tira del caballo camino de Damasco. En realidad, esa percepción del mundo y su funcionamiento ya estaba en Smash desde sus comienzos. Para comprobarlo basta con acudir al “Manifiesto de lo borde", una verdadera declaración de principios estéticos y políticos, que publicó la revista Triunfo allá por 1970 y después reproducido en multitud de ocasiones, en el que ofrecen una idea definida sobre la sociedad y su estructuración social y política.

Según catalogaban en aquel escrito, tres categorías de humanos controlaban la estructura social. “Los hombres de las montañas”, entre los que citaban a Manson y Hitler (nómina que muy bien podían haber completado con Franco, de no ser por lo que era), definidos como los que “se enrollan por el palo del dogma y la marcha física”. “Los hombres de las cuevas lúgubres”, que se enrollaban “por el palo del dogma y te suelen dar la vara chunga”, a los que identificaban con los funcionarios, aunque no me extrañaría que subliminalmente no se pudiera aplicar también a los políticos de la izquierda ortodoxa y dogmática de aquellos años. Y “los hombres de las cuevas suntuosas”, caracterizados por su enrolle “por el palo del dinero y del roneo” y entre los que incluían a “presidentes de consejos de administración y grandes mercaderes”. Fuera de la oscuridad de las cuevas que habitaban tales especímenes nocivos, los únicos que se oponían a ellos a plena luz del día eran los “hombres de las praderas”, gentes como Dylan, Hendrix o Jagger, a los que citaban expresamente, y que eran “los únicos que están en el rollo y que han salido del huevo”. Todo un panorama del poder en el Mundo, tal vez expresado con metáforas inconcretas, pero desde luego bien orientadas y oportunas.

Más inquietantes resultaban, al menos para mí, las conclusiones a que llegaba el Manifiesto: “Las relaciones del hombre de las praderas-mercader de las cuevas suntuosas son siempre de sado-masoquismo” y “Sólo se puede vivir tortilleando”. Quedémonos con estas dos ideas porque volveremos sobre ellas.

Nada tiene de extraño que aquel manojo de ideas pre-políticas de Smash acabaran convirtiéndose en Julio Matito en una conciencia política más elaborada, estructurada alrededor de conceptos directamente políticos basados en la lucha de clases, la abolición de la injusticia y, en definitiva, la ideología socialista recién abrazada.

Fruto musical de todo ellos fueron las nueve canciones grabadas en 1976 en el álbum “¡Salud!” explícitamente dedicado al PSOE y publicado no en España, donde los socialistas seguían siendo ilegales, aunque les quedara poco, sino en Alemania. Esa lejanía condicionó, junto a otras circunstancias históricas, que apenas entraran copias en España, haciendo que el último trabajo musical de Julio Matito pasara prácticamente desapercibido, como si nunca hubiera existido. Buena prueba de ello es que el disco no aparece  citado en ninguna de las, por otro lado muy bien documentadas, historias de la canción de autor española que conozco. Ni de la canción política. Por fortuna, siempre nos quedará Internet.

No llegué a conocer el disco cuando se editó, aunque algo supe de las aventuras musicales de Julio por aquellos años. Por eso ha resultado una sorpresa tropezar en youtube con el álbum completo y, además, con cada una de sus canciones por separado. Una vez escuchadas, una cosa lleva a la otra y aquí estamos con la historia. Recuperar e intentar explicar estas canciones pienso que, aparte de para recordar a Julio Matito, puede aportar un dato poco conocido aunque quizás mínimo, a la historia de la música popular española, al rock y a la canción de autor, ya que por distintos motivos esta grabación resulta singular.


 
Burgués” (M, de Sardi/J. Matito)

Las circunstancias las hemos referido. Estamos en 1965/66. El Caudillo ha muerto en medio de esos dos años, pero España aún no se ha liberado de la dictadura, que muy al contrario de lo que podría pensarse da sus últimas coletadas agónicas con singular violencia. El Partido Socialista, todavía saliendo de la hibernación en que prácticamente había permanecido durante el franquismo, aún es ilegal y clandestino, como el resto de los partidos políticos, motivo principal de la edición del disco en Alemania, donde tanto el PSOE como el propio Matito personalmente tenían buenos contactos. Felipe intima en Chipiona con Julio, le escucha alguna de las canciones que seguramente ya había compuesto y le propone grabarlas. Las graba.

No cabe duda de la adscripción partidista de “¡Salud!”, título que parece una fe de vida que certificaba que el socialismo seguía en pie, y que quedaba claramente explicitada en la portada, en la que figuraba un retrato de Pablo Iglesias y, por dos veces, las siglas del PSOE. Por si no fuera suficiente, la parte interior de la carpeta incluía un texto firmado por el propio Felipe González que reforzaba esa sensación de presentación del partido a los españoles, de reafirmación de su propia existencia. Se acabaron las vacaciones, hay que volver a trabajar duro, parecía venir a decir el nuevo Secretario General, elegido para el cargo en 1974, quien no cabe duda de que siguió al pie de la letra su propia recomendación. Como se puede ver, no había en ella la menor mención al cantautor ni a las canciones. Merece la pena dejarla aquí:

“El socialismo ha luchado siempre por liberar al hombre de sus cadenas socioeconómicas. De esta ruptura surgirá necesariamente un hombre nuevo: individuos que parten de sí mismos dentro de unas relaciones y condiciones históricas socialistas.
En la certeza de que ese momento no está lejos, los actuales socialistas queremos evitar la tentación idealista de quien olvida la actualidad de los medios para el cambio de la estructura socioeconómica y también la tentación cientifista de quien se niega a imaginar el hombre futuro.
Por el contrario, creemos que el nuevo hombre socialista y la nueva cultura que produzca, está ocurriendo ya dentro de la militancia de la lucha política y cultural.
Y con esta lucha, pretendemos que nos sea devuelta la producción de los objetos externos necesarios para nuestros impulsos; y ello mediante el cambio de las relaciones en que dicha producción se alinea dentro de una sociedad capitalista.
Queremos responder históricamente a lo que somos por naturaleza y cultura.”

Sin necesidad aún de colocar el vinilo en el tocadiscos, sólo mirando la portada, aparece ya un dato históricamente significativo de “¡Salud!”. Se trata del último trabajo musical estrictamente político y partidista, además de ilegal, del franquismo. Ni que decir tiene que en los años posteriores habría una directa participación en apoyo de este o aquel partido por parte de muchos cantautores y otros músicos, que colaboraron en sus mítines y escribieron canciones directamente referidas a tal o cual organización, pero todo ello sucedería ya en libertad y dentro de España[2].

Por otro lado, es bien sabida la significación política de la canción de autor española durante la última década de la dictadura. El trabajo de los cantautores constituyó una de las principales señas de identificación popular contra el franquismo, y su lucha por la libertad y la democracia les costo censuras, prohibiciones, detenciones, e incluso en algún caso, como el de Elisa Serna, cárcel. No obstante, ni en los casos más politizados tuvieron sus canciones o sus actuación un signo estrictamente partidista, aún cuando bastantes de ellos militaran en algún grupo concreto (mayoritariamente el PCE y el PSUC) y por mucho que pudieran haber colaborado en grabaciones colectivas de apoyo, reivindicación o solidaridad con causas concretas.

En ese terreno fronterizo y ambiguo entre el antes y el después de la dictadura se encuentra el disco de Julio Matito y las canciones que incluye. Con el se cerraba --incluso formalmente, como veremos-- el ciclo de la canción política española que había abierto en 1963 Chicho Sánchez Ferlosio con la publicación en Suecia de sus “Canciones de la Nueva Resistencia Española". Resulta toda una tentación comparar un disco y otro, pues se podrían encontrar muchas similitudes y alguna diferencia, pero paso de ello y dejo a cada cual que haga el ejercicio por su cuenta si es que le encuentra interés.

Ya escuchadas las canciones de “¡Salud!”, un elemento altamente llamativo es la radicalidad con que Julio Matito adoptó los modelos formales más clásicos y elementales de la canción de autor: Voz, guitarra y, en un exceso, leves toques de armónica, tocada por el propio autor con inspiración del Dylan más primigenio, flauta y algo de percusión elemental. También en esto es “¡Salud!” un epígono. El último superviviente de una manera de entender la canción, desnuda y sin aditamentos, de manera que la atención del oyente quede centrada fundamental en el contenido de los textos, de los que, por otro lado, varios eran poemas ajenos antes de convertirlos el cantautor en creaciones propias. La verdad es que a esas alturas prácticamente nadie, excepto quizás el siempre excepcional Paco Ibáñez, utilizaba un acompañamiento instrumental tan austero, sobre todo en sus discos. Resulta paradójico que quien comenzó siendo un adelantado del rock se convirtiera, en este momento de su carrera, que por desgracia fue el último, en un epígono de la canción de autor.

En esa radicalidad en la adopción del lenguaje cantautoral más clásico y primigenio, lo más cercano al rock que aparece en el disco es toque dylaniano de la harmónica de “Razones”, pero del Dylan más primitivo de “Song to Woody” o “Don't Think Twice It's All Right”, una influencia que, por otro lado, ya era patente en una buena cantidad de los cantautores españoles del momento, de Sisa a Hilario Camacho o Benito Lertxundi sin ir más lejos. Sin embargo, si tuviera que olfatear en aquel trabajo un aroma definido, la nariz se me iría, aunque puede parecer un exceso olfativo, hacia maestros tan originarios como Labordeta y Violeta Parra[3]. Cualquier puede ponerse a la tarea.

En el caso del aragonés, que en 1975, mientras Julio componía sus canciones, había editado ya dos LP´s con gran resonancia, se puede escuchar “Poema a José Miranda”, un conmovedor recuerdo al poeta libertario de ese nombre, del que en el disco hay musicados cuatro textos, fusilado en 1936 por los franquistas, y luego darle un repaso a “La vieja", esa obra maestra que Labordeta grabó en su primer LP.


“Poema a José Miranda” (Matito)

Por otro lado, al escuchar “Maldición”, letra y música de Julio, no puedo dejar de pensar en Violeta, en ninguna canción concreta, pero que bien podría ser su estremecedora “Maldigo del alto cielo", Si algo de cierto tienen estas especulaciones, no se puede sino convenir que al meterse en estos berenjenales de la canción de autor, Julio Matito no dejó por menos de elegir, como ya había hecho antes en el rock, los mejores maestros.

En cualquier caso, y para darle la vuelta a las casualidades, cuando en 1977 Carlos Cano publicó “La murga de loscurrelantes", que tanta resonancia alcanzó con su utilización de la música carnavalera para denunciar las injusticias sociales, hacía un año que Julio Matito había grabado “Pistolas”.


Pistolas (M. de Sardi -J. Matito)

De las nueve canciones de “¡Salud!”, en cinco escribió Julio Matito letra y música y en cuatro musicalizó poemas de José Miranda de Sardi, nombre en el que conviene detenerse para entender mejor esta aventura cantautora y política de Julio.

Todavía hoy sus restos permanecen mal enterrados en alguna cuneta desconocida. José Miranda de Sardi era chipionero y le habían fusilado cuando tenía tan solo 37 años, nada más estallar la sublevación militar, breve tiempo que sin embargo le permitió vivir muchas cosas. De formación autodidacta, fundó tres periódicos y escribió innumerables poemas, a menudo verdaderas invectivas políticas, impregnados de resonancias modernistas, que publicó en sus propios periódicos y en otros de la época y la provincia. Políticamente, había pasado con los años de sus iniciales simpatías socialistas a la militancia en el Partido Sindicalista, la rama más moderada del anarquismo ibérico que lideraba Ángel Pestaña, por el que nuestro poeta era en 1936 Teniente de Alcalde de Chipiona. La terrible paradoja, es que el franquismo no dejó en paz a de Sardi incluso después de haberle asesinado. De tal manera que en 1947 le juzgó por su pertenencia a la masonería, causa que fue sobreseída un año después. Es de suponer que por incomparecencia del reo.

No cabe duda que un personaje y poeta tan peculiar tuvo que despertar el interés del músico en cuanto supo de él. Reunía todas las características para haber sido un héroe del rock and roll: se había hecho a sí mismo, vivió rápido y murió joven y trágicamente. Matito debió tener noticia de él tras instalarse en Chipiona, de mano seguramente de algún amigo que recordara de antaño al poeta, pues su obra había quedado dispersa en periódicos inencontrables y no llegó a recogerse en libro hasta el año 2000[4]. Además, debió descubrir Julio, eran poemas que se podían cantar, y que expresaban con contundencia las propias ideas del cantautor en aquel momento fronterizo de su vida creativa, personal y política. No sé yo si no serían precisamente aquellos viejos poemas de Miranda de Sardi los que dieran el pistoletazo de salida a Julio Matito, cantautor rojo.

Se da una gran similitud entre los poemas de Miranda de Sardi musicalizados por Julio y los textos que el mismo escribió, hasta el punto de que hay canciones en las que parece que el cantautor metió cuchara en lo escrito por el chipionero y añadió algún verso y estrofa a los originales del poeta[5]. La constatación de la lucha de clases, la explotación del rico sobre el pobre, la injusticia social, la liberación de la opresión y la dictadura son algunos de los temas que se abordan directamente en el disco, que incluso contiene una hermosa balada amorosa sobre la ausencia del ser querido, “Amada mía”,  que, por acercarla al contenido político del resto ede los temas, podría suponerse protagonizada por un exiliado o un emigrante que escribe a su amada lejana. Todo ello afrontado desde una radicalidad política y de lenguaje que si aquel año de 1966 estaba de acuerdo con la imagen de izquierdas que quería dar el PSOE en aquel momento  y que pronto quedaría demodé por la acelerada derechización del partido. Repasemos algún ejemplo tomado a vuela pluma:

En memoria de un dictador” (Matito) debió ser escrita, a tenor de su contenido, antes de la muerte de Franco el 20 de noviembre de 1975, y reflejaba aquel antiguo deseo de todo antifranquista, irrealizado permanentemente, de que el dictador no muriera en su cama, sino derrotado por el pueblo. Una aspiración que a aquellas alturas, ya con Franco en pleno proceso de descomposición física, era también la constatación de una frustración histórica colectiva que, a mi entender, todavía pesa sobre la izquierda española:

 “(…) Despierta España que el tiempo
mata sin piedras ni palos,
vamos a ser juntos libres
nntes de que muera el amo
de muerte sorda y en la cama.
Que no se muera mandando,
tenemos que ser nosotros
quien lo expulse derrotado. (…)”

Ese final del dictador y la dictadura debía suponer en paralelo la eliminación de la explotación del rico sobre el pobre, del poderoso sobre el desprotegido, aunque para ello hubiera que recurrir a métodos drásticos. “Pistolas” (Matito/ de Sardi):

“(…) No hay divisiones de ideas,
de sectas ni de colores.
Deben los trabajadores,
si tienen sana la chola,
al empuje de una idea sola
alzarse sobre el burgués.
Y para este caso es
Necesaria la pistola. (…)”

El alzamiento de las clases explotadas conscientes debería imponer justicia a los antiguos explotadores, aplicándoles, en un especie de venganza histórica, la misma medicina que estos les habían obligado a tomar secularmente. “Razones” (Matito/ de Sardi):

“(…) Precisa la explotación
cruel, dura y despiadada,
dejando a un lado olvidada
Justicia, paz y razón,
que con la ley del talión,
reformada previamente,
se tomará el indigente,
en la explosión de su enojo,
dos cabezas por un ojo
y un corazón por un diente. (…)

Hay una idea destacable en aquellas canciones, especialmente en las compuestas sobre poemas de José Miranda de Sardi, según la cual la injusticia social no sólo es culpa del explotador que la ejerce, sino también del explotado que lo consiente y la soporta. Una idea antigua y actual a un tiempo que ya estaba presente en aquel viejo manifiesto de Smash cuando aseguraban que la relación entre los hombres libres de las praderas y los mercaderes de las cuevas suntuosas eran siempre sadomasoquistas.

“Maldición para el tirano
que cual monstruo sin entrañas
supo despojar con mañas
a todo el género humano.(…)

Cantaba Julio al iniciar “Maldición” (de Sardi/Matito), en una imprecación  directa y nada metafórica. Luego ampliaba el campo de sus malditos:

“(…) Maldición para el que ufano,
sin sentir sus propias penas,
ante los pies de las hienas
se inclina con gesto insano,
besando humilde la mano
Que le cargó de cadenas.
(…)
Maldición para el esclavo
que sintiendo dulce el yugo
hace ante su vil verdugo
Genuflexiones de idiotas.(…)”

Incluso en “Burgués” (Matito/ de Sardi) lleva esta idea al extremo de implicarse a sí mismo en esa complicidad malsana:

“(…)Yo te odio burgués, ruin  y bajo,
 Y he llegado a odiarte de tal suerte
que hasta me odio yo porque trabajo
y ayudo con mi sudor a enriquecerte.(…)”

Pero si hay una canción que explique detalladamente cual era la valoración personal y política que Julio tenía del mundo en el que vivía en aquellos momentos de cambios históricos tan importantes, es “Explosión”, con letra y música propias. No es de extrañar que fuera la que cerraba el disco, ni que lleve ese título, porque se trata de una especie de himno vital del cantautor en el que se autodefine y da los motivos y circunstancias que le  habían conducido a la toma de partido. Una toma de partido a la que incita a los oyentes. Tampoco creo que fuera casual que se tratara de la única composición del disco (junto a la amorosa “Amada mía”), que estaba escrita en primera persona, haciéndola  más íntima y personal. La copio entera, porque creo que tiene una coherencia en su conjunto que no debe trocearse:


“Explosión” (J. Matito)

“Quisiera derramarme
como aceite sobre el mármol
Lento agónico e indomable.
Y quiero romper de un empujón
La barrera del silencio.

Estás conmigo tú o estás con ellos
No quiero explicaciones ni razones de peso
Salgamos a la calle juntos a su encuentro

Nos han robado el día
y el control de la noche
pesa sobre nuestros cuerpos.
¿Hasta cuando esta desgracia?
¿Hasta cuando seremos cucarachas
de una historia sin trabajo ni sexo?

Estás conmigo tú o estás con ellos
No quiero explicaciones ni razones de peso
Salgamos a la calle juntos a su encuentro

Acaso no nos sorprende
tanto imbécil suelto.
Desayunamos locuras
y comemos créditos,
mendigando promesas
para soportar el juego.
Nos están tomando el pelo
y lo aceptamos tranquilos
como los tontos del pueblo.

Estás conmigo tú o estás con ellos
No quiero explicaciones ni razones de peso
Salgamos a la calle juntos a su encuentro.

Quiero perder el control
de tanta moral vacía
que me inculcaron los clérigos.
No me interesa la patria
que me apesta a cementerio,
a esclavitud de vencidos
y a vencedores contentos.
Odio la paz del fusil
y los besos por dinero.
Y los besos por dinero.

Estás conmigo tú o estás con ellos
No quiero explicaciones ni razones de peso
Salgamos a la calle juntos a su encuentro.

Me repugna la honradez
del hombre recto,
que oprime en nombre de Dios
y tiene un puesto en el cielo.
Estoy harto de los jueces
que juzgan de cachondeo
y que condenan a muerte
por orden y sin criterio,
Y me revuelve la sangre
tanto chulo y tanto inepto.
Si lo que digo es mentira
que le pregunten al pueblo.

Estás conmigo tú o estás con ellos
No quiero explicaciones ni razones de peso
Salgamos a la calle juntos a su encuentro.”


Aquellas canciones tan radicales, directas y sin circunloquios tuvieron que  entusiasmar a Felipe González cuando se las escuchó cantar a Julio en aquellas reuniones de 1975 en el chiringuito de la playa de Chipiona y que las considerara ideales para un álbum promocional del PSOE. Lo que ya no es tan seguro es que le siguieran pareciendo convenientes un par de años después. Una cosa eran las consignas --y las canciones-- a difundir cuando el partido estaba todavía en la ilegalidad, intentando situarse en el entramado de unas fuerzas políticas de la oposición entre las que los comunistas eran claramente mayoritarios, y otra muy diferente la imagen que había que dar cuando, tras su legalización en 1977 y los excelentes resultados obtenidos en las primeras elecciones de ese mismo año, se convirtió en el partido hegemónico de la izquierda, a enorme distancia del PCE, y comenzó un proceso progresivo de derechización que culminó en 1979 con el abandono del marxismo y que les dio el Gobierno en 1982. De los descamisados y los trajes de pana se pasó a Armani y los empresarios internacionales, y ese salto no tuvo que sentar demasiado bien a un disco tan radical como el que había grabado Julio Matito, que acabó quedándose en las estanterías alemanas.

También debieron contar en esa mínima difusión los líos y confusionismos de la edición misma. Las canciones se habían grabado en España, pero los discos se prensaron, como venimos diciendo, en Alemania. En la portada no figura que formara parte de ningún sello comercial determinado, ni alemán ni español, lo que, al parecer, imposibilitó su posible exportación a España para una distribución normal en el país al que iba destinado. Resulta curioso que en interior de la carpeta hubiera embuchado un folleto con las letras de las canciones, pero no en castellano o bilingües, como hubiera sido natural, sino exclusivamente en alemán. Finalmente, “¡Salud!” pudo adquirirse exclusivamente en las Casas del Pueblo que UGT y el PSOE habían abierto por aquellas fechas, muchas menos y con menos militancia en ellas que las que se abrirían cuando llegaron a la cresta de la ola. El resultado es que la única obra de Julio Matito como estricto cantautor sigue siendo hoy en día una obra prácticamente inédita.

En los grandes momentos del gobierno socialista fueron muchos los que se acercaron al ascua que más calienta en busca de sillones, prebendas o, simplemente, contratos. Desde luego no fue ese el caso de Julio Matito, que comenzó a militar todavía en la clandestinidad y que se fue, precisamente, cuando comenzaba el irresistible asalto al poder del PSOE. He visto algunas opiniones en Internet que indican que el motivo del apartamiento de Matito del partido se debió al mal trato que se le había dado al disco, prácticamente ignorándolo. Es probable que fuera un motivo de desánimo. Sin duda Julio había hecho aquel disco no sólo con pasión de artista, sino, además, con el entusiasmo militante recién descubierto, y comprobar que no tenía apenas repercusión no debió resultar muy alentador. Pero, no obstante, el reciente cantautor aún mantuvo por un tiempo su militancia fiel en el PSOE. Incluso ya en la legalidad, parece ser que se traslado a vivir a Madrid para trabajar en la Comisión de Cultura del partido, junto, por cierto, con Carmen Romero, entonces casada con Felipe González. Algunos atribuyen a la colaboración entre los dos la letra del himno utilizado por el PSOE en las elecciones de 1977, aunque también hay quien lo niega. No he encontrado constancia de ello, así que dejémoslo en la duda de lo que quizás no fue pero bien podría haber sido.

Donde sí quedó huella de la militancia cantautora y política de Julio Matito es en una grabación de UGT publicada en 1977 bajo el título de “La voz de nuestras manos”, disco colectivo en el que participó con dos temas. El primero parece escrito especialmente para la ocasión. Llevaba el título inequívoco de “Canto a la UGT[6] y Julio había escrito la letra, que recitaba un tal J. A. Matesanz, y es de suponer que el fondo musical. La segunda, “Estación de Atocha”, escrita en letra y música por el propio Julio, que también la canta, la verdad es que tiene difícil acomodo en el utilitarismo militante del disco. Como había sucedido ya con “Amada mía”, insistía en “Estación de Atocha” en el tema amoroso y en la lejanía de la persona amada.

Fuera como fuera el proceso de alejamiento del PSOE que se dio en Julio Matito, y al margen de las circunstancias y los motivos concretos que le movieron a ello, que sólo quienes convivieron con él en aquellos años podrían relatar, el hecho es que la ruptura fue clara y tajante, si nos atenemos a la canción que más abajo se puede escuchar.

En 1979 se reunieron Julio, Gualberto y Antoñito y decidieron resucitar Smash en formato de trío. Se presentaron en Murcia y en julio viajaron a Barcelona para tocar en Zeleste, la mítica sala de la música progresiva, catalana esencialmente, pero también del resto de España. Aprovechando la estancia en Barcelona, el 12 de julio acudieron al programa televisivo Musical Express, que dirigía el periodista Ángel Casas y se realizaba en el centro catalán de TVE en San Cugat. Sí, en aquellos tiempos tan lejanos aún se hacían en televisión, y eso que sólo había una, programas dedicados a la música popular de calidad, fuera del género que fuera, del rock progresivo a los cantautores, del jazz al neofolk, del flamenco a la Movida. Hoy todo es recuerdo.

El caso es que Smash en aquella actuación en Musical Express interpretaron cuatro canciones, de las cuales sólo tres llegaron a emitirse, seguramente por razones de duración de la pieza, pues nada había en la suprimida que justificara su supresión. Revelador sí, pero no censurable. Curiosamente, aquella canción eliminada en 1979 ha sido recuperada recientemente por TVE, que la ha colgado en su archivo, desde donde ha pasado a Youtube, lo que permite su escucha generalizada y, en lo que a este trabajo respecta, viene como anillo al dedo para ponerle el broche final a la aventura de Julio Matito cantautor y socialista.

En la misma página del archivo de TVE en la que se recuperó la canción se incluyen unas declaraciones de Gualberto rememorando las circunstancias del tema inédito y en ellas realiza alguna observación sobre la canción que aquí viene al pelo:

“`Fuera de la ley´. Es una gran tema, no sé si un poco biográfica de esos ocho años sin tocar pero sin ceder un ápice en su rebeldía rockera.” 

Efectivamente, aunque a tenor del ritmo country-rock con que está compuesta e interpretada, el fuera de la ley que le da título bien pudiera referirse a alguno de aquellos outlaw de las praderas americanas que cantaron la Nittty Gritty Dirt Band o los Flying Burrito Brothers, en realidad el protagonista de la canción estaba mucho más cerca. En “Fuera de la ley” Julio Matito hablaba claramente de sí mismo, haciendo un balance de sus últimas aventuras militantes y vitales en lo que por desgracia acabaría siendo una declaración testamentaria de sus principios éticos y artísticos. El hombre libre de las praderas que era Julio Matito, o que aspiraba ser, había entrado en las cuevas lúgubres de los funcionarios (los que se “enrollan por el palo del dogma y te suelen dar la vara chunga”) y había salido escaldado de la experiencia.

Fuera de la Ley” (Julio Matito). Smash


Es un corte que la gente
Tenga que capitular
Por la culpa de cuatro chulos
Que no saben ni mandar.
Si tuviera yo muchos duros
Me podría vacilar.

Dirán que sí dirán que no,
pero al final tendrán razón,
Tú eres un fuera de la ley,
No tienes nada que hacer.

Busca novia y compromiso
Que te tienes que casar
Es el precio que te ha exigido
Por vivir la sociedad.
Siendo siempre muy formalito
Esa es la necesidad.

Dirán que sí dirán que no,
pero al final tendrán razón,
Tú eres un fuera de la ley,
No tienes nada que hacer.

Es un corte que la gente
Tenga que capitular
Por la culpa de cuatro chulos
Que no saben ni mandar.
Si tuviera yo muchos duros
Me podría vacilar.

Dirán que sí dirán que no,
pero al final tendrán razón,
Tú eres un fuera de la ley,
No tienes nada que hacer.
No tienes nada que hacer.
No tienes nada que hacer.


Al día siguiente de la grabación televisiva, 13 de julio de 1979, mientras sus compañeros se quedaban unos días para disfrutar de Barcelona, Julio alegó que tenía prisa y se puso al volante de su coche para regresar inmediatamente a Sevilla. Un accidente de carretera le mató. Tenía 33 años.








[1] Si alguien es tan curioso como para querer comprobar las diferencias, que le baste con escuchar los fragmentos de canciones de este breve vídeo y comparar a los cuatro primeros grupos (Los Buenos, Henry y los Seven, Evolution y Los Green) conlos dos últimos (Smash y Pau Riba). Casi no hace falta ni siquiera escuchar las canciones, basta con ver las pintas y las actitudes de unos y otros para distinguir.   
[2] Poe ejemplo, en 1977, ya legalizado el PCE y antes de las elecciones de ese año, el partido publicó en el sello comercial DIAL un doble LP, en el que además de discursos de algunos de sus dirigentes, incluyo canciones de algunos de los músicos y cantantes que militaban por aquel entonces en el partido: Víctor Manuel y Ana Belén, José Menese, el grupo rockero Coz y el folkie Camaretá, Teddy Bautista y el dúo clásico Kotliarkaia-Comesaña.
[3] En una entrevista de 1974 encuentro, contestando a la pregunta de qué músicos son los que le interesan, esta afirmación de admiración y respeto absoluto por el cantautor aragonés: “También está José Antonio Labordeta, que es algo impresionante, con una garra y una raíz popular entroncada en su tierra, que es Aragón”. No conozco que dijera nada sobre Violeta, pero canciones como “Gracias a la vida”, “Volver a los 17 o “Maldigo del alto cielo” estaban hechas para corromperlo por completo.
[4] Recopilación de la obra literaria de José Miranda de Sardi”, de Juan Luis Naval Molero y Manolo Jurado. Diputación Provincial de Cádiz, 2.000.
[5] Tal parece el caso, por ejemplo, de “Pistolas”, en la que el término “verticalismo” que aparece en la canción, en alusión al Sindicato Vertical franquista no puede sino indicar que la estrofa correspondiente no pudo ser escrita por el poeta fusilado en 1936.
[6] El disco contenía, además de las de Julio Matito, canciones de Paco Ortega, entonces un joven cantautor que acababa de publicar su primer disco y que luego sería prolífico y galardonado compositor, cantante y productor discográfico, Javier Vara, del que no tengo recuerdo ni he encontrado referencias, y Gabriel González, que sólo debió grabar en esta ocasión y cuyo mayor momento de reconocimiento estuvo en su participación en el famoso Festival de los Pueblos Ibéricos celebrado en la Universidad Autónoma de Madrid en mayo de 1976. Ya fallecido, sirva esta cita para recordarle, pues fue excelentísima persona e incansable musicador de poemas inasequible al desaliento.






LAS CANCIONES DE “¡SALUD!”


Dado que no he encontrado en ningún sitio la transcripción de las letras de las canciones de “¡Salud!”, las copio aquí, pidiendo disculpas adelantadas por los errores que haya podido cometer al transcribirlas de oídas. Falta “Explosión”, ya incluida anteriormente. Aquellas grabaciones que no se han enlazado en el texto las enlazo aquí.


Burgués. (M. de Sardi - J. Matito)  
  
Descendiente de viles mercaderes,
vives completamente satisfecho
creyendo que por ti solo se han hecho
en la vida los goces y los placeres

No hace falta decir de donde vienes,
bien claro nos los dice tu presencia.
Idiotas han de ser aquellos seres
Que ignoren tu bajuna procedencia.

Eres la encarnación del desparpajo,
papel que llevaras hasta tu muerte.
Yo te odio burgués, ruin  y bajo,
He llegado a odiarte de tal suerte
que hasta me odio yo porque trabajo
y ayudo con mi sudor a enriquecerte.

Oh, bellísima región
de la explotación sin diques,
haces virrey al cacique
y semidios al ladrón.



Andaluces (J. Matito)
  

Cuántas veces, andaluces,
se nos tachó de ignorantes,
de simpáticos y calientes,
de amantes de lo inseguro,
en definitiva, amigos,
de malos trabajadores,
en definitiva, amigos,
de malos trabajadores

Cuántas veces, andaluces,
hemos sido los del postre,
y si sobró algo fue entonces
cundo se nos alivió el hambre?
¿Acaso es un privilegio
el nacer en Cataluña,
en Vizcaya o en Madrid,
o es que no somos iguales
los que nacimos aquí?

Cierto, es nuestro carácter
alegre e individualista,
y no sólo extremistas
porque nos gusta la paz.
Más si por tanto aguantar
hemos de ser explotados,
más vale que nos arrasen
antes de de seguir esclavos,

Ha de saber el gobierno
que aunque duerme Andalucía
puede despertar un día
verde y blanca, triste y harta,
y saldremos a la calle
a luchar por nuestra causa
con odio en el corazón
y en los ojos la esperanza.

Tengan cuidado, señores,
con la región de la luz;
tengan cuidado, señores,
los de la camisa azul.
No todos somos toreros,
que hay también muchos obreros
que esperan formar partido
y luchar juntos, unidos
al socialismo andaluz,
y esperan unidos
al socialismo andaluz.
  

Maldición (M. de Sardi /J. Matito)


Maldición para el tirano
que cual monstruo sin entrañas
supo despojar con mañas
a todo el género humano.
Maldición para el que ufano,
sin sentir sus propias penas,
ante los pies de las hienas
se inclina con gesto insano,
besando humilde la mano
que le cargó de cadenas.

¿Dónde está el ladrón que ha hecho
de la gran familia humana
una humilde caravana
de famélicos y hambrientos
y unos cuantos opulentos
que se mueren de galvana?

Maldición para el esclavo
que sintiendo dulce el yugo
hacen ante su vil verdugo
genuflexiones de idiotas.
Fruto las cosas no son
del trabajo que relaja,
no es su dueño quien trabaja,
si no grita la razón.
De la estúpida inversión
la lógica hizo cambiar
Y nos vino a demostrar
de modo claro y patente
que es dueño de lo existente
quien come sin trabajar.

¿Dónde está el ladrón que ha hecho
de la gran familia humana
una humilde caravana
de famélicos y hambrientos
y unos cuantos opulentos
que se mueren de galvana?

Donde está el ladrón, repito,
Que en mi bella Andalucía
Exclamó ¡esta parte es mía!
Con su infernal apetito.



En memoria de un Dictador (J. Matito)
   
Que pena mi buen amigo
que nos estén estafando
y que no queremos ver
todo lo que está pasando.
Ay que pena amigo mío
que aguantemos tantos palos
sabiendo que unidos todos
seguro que les ganamos.

Si quisiéramos ser libres,
al paso de nuestra lucha
Daríamos puerta (¿muerte?) al tirano
y tendríamos también
trabajo, paz y descanso.
Trabajo paz y descanso.

Hay que pena compañero
tener que vivir capados,
decir que lo blanco es negro
y no cobrar el trabajo.
Sintiendo en tu cuerpo el peso
de una opresión sin descanso
y perdidos tus derechos
elementalmente humanos.

Si quisiéramos ser libres
Al paso de nuestra lucha
Daríamos puerta (¿muerte?) al tirano
Y tendríamos también
Trabajo, paz y descanso.
Trabajo paz y descanso.

Despierta España que el tiempo
mata sin piedras ni palos.
Vamos a ser juntos libres
antes de que muera el amo
de muerte sorda y en la cama.
Que no se muera mandando,
tenemos que ser nosotros
quien lo expulse derrotado.

Si quisiéramos ser libres
Al paso de nuestra lucha
Daríamos puerta (¿muerte?) al tirano
Y tendríamos también
Trabajo, paz y descanso.
Trabajo paz y descanso.



Poema a José Miranda (J. Matito)

José te mataron como a un perro
Y te llevaban atado y te tenían miedo
Temían más tu sonrisa,
tu voz y tu andar de pueblo
que a todos los milicianos.
temían más a tus versos

Algunas veces me siento,
a veces me siento y pienso:
Han matao a José Miranda,
lo han matao como a un perro,
como quien quiere parar
las manos frías del tiempo.
Como quien quiere callar
la voz que grita del pueblo.

Que incrédulos, que cobardes,
que pandilla de embusteros.
José Miranda de Salvis
vivirá por mucho tiempo,
en la sala que se hunde,
en cada terrón de invierno.
Yen aquel martillo triste
Y en cada hombre con miedo
Y en cada revolución
Y también en cada entierro.



Pistolas (M. de Sardi - J. Matito)

No hay divisiones de ideas
de sectas ni de colores,
deben los trabajadores
si tienen sana la chola
al empuje de una idea sola
lanzarse sobre el burgués.
Y para este caso es
necesaria la pistola.

Contra el burgués insensato
que quiere sin producir
a costa nuestra vivir
tocaremos a rebato.
Después como asalta el gato
y a tapar la cacerola,
de la multitud la ola
tomará todos los puertos.
Y es preciso para esto
disponer de la pistola.

Ni somos verticalistas
ni somos unos enanos,
Ni católicos ni paganos,
pero somos socialistas.
Contra los capitalistas
Les formamos la batahola
Después que ruede la bola.
Pero antes de comenzar
es preciso confesar
que hacen falta las pistolas.

Basta ya de divisiones
que son contraproducentes,
que en los momentos presentes
solo hacen falta piñones,
no platónicos sermones
sino ruda batahola.
Que nadie quede a la cola
en el momento oportuno
y a decir sin miedo alguno
que se imponen las pistolas.


  
Razones (M. de Sardi - J. Matito)


Siempre las mismas razones
Para callar al hambriento,
siempre el fatal argumento
del fusil y los cañones
Rojos siempre los terrones
por la sangre libertaria,
y en la selva más agreste,
porque en el campo ameno
no hay un palmo de terreno
sin la tumba de un paria

Precisa la explotación,
cruel, dura y despìadada,
dejando a un lado olvidada
Justicia, Paz y Razón,
que con la ley del talión
reformada previamente
se tomará el indigente
en la explosión de su enojo
dos cabezas por un ojo
y un corazón por un diente.

Sigan, sigan los mandones
ametrallando a mansalva,
atruene el aire las salvas
de los bélicos cañones,
Que las bárbaras legiones
de famelicos ilotas
de su marasmo de idiotas
despiertan con energía,
soñando con ver un día
todas las cadenas rotas.

A mí los rojos soldados
de la popular cruzada.
A mi la inculta mesnada
de los parias explotados.
A mí los descamisados
de faz torba y ceño duro.
Que ante el mágico conjuro
del socialismo podría
ser España libre un día.
Por mi deshonor lo juro.



Amada Mía (J. Matito)


Que lejos estás amada mía
Cuanta tierra de por medio entre nosotros
Que duro me resulta caminar
Cuando tan largo y penoso es el camino.

Fui durante un tiempo tu juguete
Tus caricias fueron mi razón
Y me comportaba como un niño
Pero me creía un semi-dios.

Que lejos estás amada mía.
Cuanta tierra de por medio entre nosotros.
Que duro me resulta caminar
Cuando tan largo y penoso es el camino.

Fabricamos juntos nuestros besos
Que quedaron presos del ayer
Y jugamos juntos a los sueños,
Tú tenías miedo, yo también.

Que lejos estás amada mía.
Cuanta tierra de por medio entre nosotros.
Que duro me resulta caminar
Cuando tan largo y penoso es el camino.

Algo me sorprende y me recuerda
Tu olor entre sombras sobre el mar
Tambor de mi piel me falta el fuego
Vestida de olvido esperarás.

Que lejos estás amada mía.
Cuanta tierra de por medio entre nosotros.
Que duro me resulta caminar
Cuando tan largo y penoso es el camino.






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