Julio Matito. Reivindicación de un
cantautor político
Julio
Matito se mueve ya en el terreno del mito. Fallecido en 1979 en un accidente
automovilístico cuando regresaba de Barcelona a Sevilla tras una actuación
televisiva, su nombre ha pasado a la historia de la música española como
miembro fundador del grupo sevillano Smash, pioneros y quizás máximos
exponentes de aquello que a finales de los años sesenta del siglo pasado se
llamaba rock underground o progresivo; y, aún más significativo, primeros cultores
de lo que todavía se llama rock andaluz (o extendido a toda España, rock con
raíces), mezcla de formas rockeras (de Hendrix a Dylan, de los Rolling a Big
Bill Broonzie, por citar sólo algunos referentes) con elementos extraídos del
flamenco (de Mairena a Agujetas, de Chacón a Fosforito, por no ponernos
detallistas). Es decir, Julio Matito forma por derecho propio parte de la
historia de la música popular española, pese a lo cual aún hay una faceta de cantautor, y además político, en su
trabajo artístico que permanece prácticamente desconocida, sepultada por la
contundencia de sus trabajos rockeros con Smash. A hablar de esa cara oculta de
la luna (que me disculpe el recuerdo de Julio la metáfora) van dedicadas estas
notas.
No
voy a alargarme sobre la historia y la significación de Smash, sobre los que existen documentadas historias fácilmente accesibles y sobre los que yo mismo
he escrito alguna cosilla que enlazo al final. Aunque si alguien quiere
entender mediante un escrito la esencia de lo que aquella revolución musical
sevillana significó situada en su momento y palpar el ambiente en el que todo
sucedió, no le queda más remedio que acudir a Javier García Pelayo, que
implicado en el asunto desde el principio ha dejado un vivido relato de todo
ello en este “Viaje madrileño” que
publicó en cuatro estupendos capítulos en el blog de Adrián Vogel “El Mundano”.
Tampoco
voy a insistir en la calidad del trabajo de Smash, que contaba en sus filas con
artistas tan destacados, aparte del propio Matito, como Gualberto, Antonio
(Antoñito) Rodríguez, o el danés Henrik Michael, a más de colaboradores más o
menos fijos como Silvio o Manuel Molina. Ahí
están para probarlo, repartidas por sus discos, temas tan excelentes como el
inicial “Scouting”, “Well, You Know”, “Behind the Stars”, “Tangos de Ketama”, “El garrotin”, “Ni recuerdo ni olvido” o estos “Blues de la Alameda”, sin ir más lejos.
Blues
de la Alameda
Quede
pues consignado todo ello, y vayamos al grano, a esa faceta netamente
cantautoral de Julio Matito, de la que se ha hablado mucho menos que de la
rockera pero que no deja de ser digna de consideración, no solo por lo que del
personaje nos dice y por su significación histórica, sino también por el propio
interés que tienen las canciones.
En
1972 acabó, de momento, la andadura de Smash y sus miembros se fueron cada uno
por su lado, dispuestos a iniciar antes o después, como hicieron, sus
respectivas carreras individuales. Al acabar el grupo, Matito no se da por
vencido y monta un nuevo grupo, “La
Cooperativa”, junto al guitarrista y amigo Pedro García Mauricio y otros
músicos. Es el primer paso en la evolución de su estilo. Recojo cómo lo contó
él mismo en una entrevista de 1974:
“Con Smash hacía fundamentalmente rock, rock
directo, temas poco estructurados, a excepción de bastantes que tenía yo, pero
que no hacía con Smash. Entonces con Pedro comencé a hacer canciones mucho más
estructuradas, con voces, con armonías que se salían un poco del rock, en una
línea más cercana a los Beatles, Neil Young y esa gente…”
El
nuevo grupo le dio a Julio Matito para grabar un single con dos canciones propias, ya de un claro formato de
cantautor folk-rock, “Al despertar” y
“Tú”, y para una precaria gira por
Alemania y Finlandia, tierras frías alejadas del Sur, donde al parecer se
convirtió en militante socialista, y de las que regresó un tanto desalentado.
Tanto como para abrir un chiringuito en la playa de Chipiona y prácticamente
retirarse.
Cuentan
que fue allí en la playa, quizás sirviéndole una cerveza en su chiringuito,
donde Julio Matito conoció a Felipe González, entonces aún reciente su elección
como secretario general del PSOE y futuro Presidente del Gobierno, con quien
amisto y que habría sido quien le escuchó las nuevas canciones que estaba
componiendo y le animó a grabarlas en un disco. Quizás sea cierto que intimaron
allí, pero las relaciones de Julio Matito con la izquierda sevillana, tanto
socialista como comunista, venían de antes, aunque tan sólo hubieran sido
tangenciales.
Muchos
de aquellos jóvenes militantes de finales de los ochenta, convertidos a
mediados de los setenta en dirigentes políticos, habían frecuentado los mismos
ambientes de Smash, mezclados en la progresía del momento. Uno de los
principales lugares de coincidencia era el club Sevillano Don Gonzalo, abierto
por Gonzalo García Pelayo en 1967 y que había supuesto la cuna de todo aquel
nuevo rock del que formaba parte Smash, que habían actuado allí con frecuencia
y del que eran asiduos.
Uno de aquellos clientes que bien podía haber escuchado
a Smash con una copa en la mano era Felipe González, un joven abogado
laboralista que, precisamente, fue quien defendió al Club y a su propietario
cuando la autoridad competente pretendió su cierre, finalmente conseguido en
1970. Por otro lado, Smash había colaborado musicalmente en 1969 con las
representaciones teatrales de la obra “Antígona”,
montada por el grupo independiente Esperpento bajo la dirección de Alfonso
Guerra, siempre tan aficionado al teatro.
Cuento
estas batallitas no sólo para dejar constancia de lo que se ha contado poco,
que también, sino para intentar explicar, mientas que me lo explicó a mí mismo,
que el paso de Julio Matito del rock más inconformistas a la canción de autor,
de estricto sentido político, además, no constituyó un salto en el vacío, sino
la evolución plausible de una forma de entender la canción y la sociedad.
Desde
hace tiempo vengo con la matraquilla de que en aquellos oscuros tiempos de la
dictadura, el único modelo de canción que se opuso al franquismo en un grito de
libertad no fue el de los cantautores, sino también aquello que hemos definido
como rock “underground” (no confundir
con “progresivo”, que fue otra cosa[1]).
Naturalmente se trataba de rechazos de distinto tipo, con motivaciones,
objetivos y formas diferentes, aunque con un mismo origen: la opresiva
dictadura franquista. Simplificando. Unos representaban una oposición
consciente, colectiva, denunciadores de opresiones sociales o políticas y
anunciadores de un futuro libre y feliz. Los otros, nacido su descontento de
raíces más íntimas e individuales, clamaban contra las costumbres morales y
sociales que les constreñían y también vislumbraban, a veces envueltos en nubes
de humo, un horizonte en el que todos seríamos buenos y felices entre flores y
besos. En cualquier caso, todos ellos necesitaban para el cumplimiento de sus
respectivas utopías de la libertad, la justicia y la democracia que no existía.
Quizás sus utopías fueran distintas, pero el opresor común con quien había que
acabar primero era el mismo.
Que
Julio Matito pasara de expresar musicalmente su rebeldía a través del rock ha
hacerlo con las formas de la canción de autor debió tener que ver,
probablemente, con el proceso de concienciación estrictamente política que le
llevó a militar en el PSOE. No obstante, no es que esa conciencia le cayera del
cielo como una revelación divina que te tira del caballo camino de Damasco. En
realidad, esa percepción del mundo y su funcionamiento ya estaba en Smash desde
sus comienzos. Para comprobarlo basta con acudir al “Manifiesto de lo borde", una verdadera declaración de principios estéticos y
políticos, que publicó la revista Triunfo allá por 1970 y después reproducido
en multitud de ocasiones, en el que ofrecen una idea definida sobre la sociedad
y su estructuración social y política.
Según
catalogaban en aquel escrito, tres categorías de humanos controlaban la
estructura social. “Los hombres de las
montañas”, entre los que citaban a Manson y Hitler (nómina que muy bien
podían haber completado con Franco, de no ser por lo que era), definidos como
los que “se enrollan por el palo del
dogma y la marcha física”. “Los
hombres de las cuevas lúgubres”, que se enrollaban “por el palo del dogma y te suelen dar la vara chunga”, a los que
identificaban con los funcionarios, aunque no me extrañaría que subliminalmente
no se pudiera aplicar también a los políticos de la izquierda ortodoxa y
dogmática de aquellos años. Y “los
hombres de las cuevas suntuosas”, caracterizados por su enrolle “por el palo del dinero y del roneo” y
entre los que incluían a “presidentes de
consejos de administración y grandes mercaderes”. Fuera de la oscuridad de
las cuevas que habitaban tales especímenes nocivos, los únicos que se oponían a
ellos a plena luz del día eran los “hombres
de las praderas”, gentes como Dylan, Hendrix o Jagger, a los que citaban
expresamente, y que eran “los únicos que
están en el rollo y que han salido del huevo”. Todo un panorama del poder
en el Mundo, tal vez expresado con metáforas inconcretas, pero desde luego bien
orientadas y oportunas.
Más
inquietantes resultaban, al menos para mí, las conclusiones a que llegaba el
Manifiesto: “Las relaciones del hombre de
las praderas-mercader de las cuevas suntuosas son siempre de sado-masoquismo”
y “Sólo se puede vivir tortilleando”.
Quedémonos con estas dos ideas porque volveremos sobre ellas.
Nada
tiene de extraño que aquel manojo de ideas pre-políticas de Smash acabaran
convirtiéndose en Julio Matito en una conciencia política más elaborada,
estructurada alrededor de conceptos directamente políticos basados en la lucha
de clases, la abolición de la injusticia y, en definitiva, la ideología
socialista recién abrazada.
Fruto
musical de todo ellos fueron las nueve canciones grabadas en 1976 en el álbum “¡Salud!” explícitamente dedicado al PSOE
y publicado no en España, donde los socialistas seguían siendo ilegales, aunque
les quedara poco, sino en Alemania. Esa lejanía condicionó, junto a otras
circunstancias históricas, que apenas entraran copias en España, haciendo que
el último trabajo musical de Julio Matito pasara prácticamente desapercibido,
como si nunca hubiera existido. Buena prueba de ello es que el disco no
aparece citado en ninguna de las, por
otro lado muy bien documentadas, historias de la canción de autor española que
conozco. Ni de la canción política. Por fortuna, siempre nos quedará Internet.
No
llegué a conocer el disco cuando se editó, aunque algo supe de las aventuras
musicales de Julio por aquellos años. Por eso ha resultado una sorpresa
tropezar en youtube con el álbum completo y, además, con cada una de sus
canciones por separado. Una vez escuchadas, una cosa lleva a la otra y aquí
estamos con la historia. Recuperar e intentar explicar estas canciones pienso
que, aparte de para recordar a Julio Matito, puede aportar un dato poco
conocido aunque quizás mínimo, a la historia de la música popular española, al
rock y a la canción de autor, ya que por distintos motivos esta grabación
resulta singular.
“Burgués” (M, de Sardi/J.
Matito)
Las
circunstancias las hemos referido. Estamos en 1965/66. El Caudillo ha muerto en
medio de esos dos años, pero España aún no se ha liberado de la dictadura, que
muy al contrario de lo que podría pensarse da sus últimas coletadas agónicas
con singular violencia. El Partido Socialista, todavía saliendo de la
hibernación en que prácticamente había permanecido durante el franquismo, aún
es ilegal y clandestino, como el resto de los partidos políticos, motivo
principal de la edición del disco en Alemania, donde tanto el PSOE como el
propio Matito personalmente tenían buenos contactos. Felipe intima en Chipiona
con Julio, le escucha alguna de las canciones que seguramente ya había
compuesto y le propone grabarlas. Las graba.
No
cabe duda de la adscripción partidista de “¡Salud!”,
título que parece una fe de vida que certificaba que el socialismo seguía en
pie, y que quedaba claramente explicitada en la portada, en la que figuraba un
retrato de Pablo Iglesias y, por dos veces, las siglas del PSOE. Por si no
fuera suficiente, la parte interior de la carpeta incluía un texto firmado por
el propio Felipe González que reforzaba esa sensación de presentación del
partido a los españoles, de reafirmación de su propia existencia. Se acabaron
las vacaciones, hay que volver a trabajar duro, parecía venir a decir el nuevo
Secretario General, elegido para el cargo en 1974, quien no cabe duda de que
siguió al pie de la letra su propia recomendación. Como se puede ver, no había
en ella la menor mención al cantautor ni a las canciones. Merece la pena
dejarla aquí:
“El socialismo ha luchado siempre
por liberar al hombre de sus cadenas socioeconómicas. De esta ruptura surgirá
necesariamente un hombre nuevo: individuos que parten de sí mismos dentro de
unas relaciones y condiciones históricas socialistas.
En la certeza de que ese momento
no está lejos, los actuales socialistas queremos evitar la tentación idealista
de quien olvida la actualidad de los medios para el cambio de la estructura
socioeconómica y también la tentación cientifista de quien se niega a imaginar
el hombre futuro.
Por el contrario, creemos que el
nuevo hombre socialista y la nueva cultura que produzca, está ocurriendo ya
dentro de la militancia de la lucha política y cultural.
Y con esta lucha, pretendemos que
nos sea devuelta la producción de los objetos externos necesarios para nuestros
impulsos; y ello mediante el cambio de las relaciones en que dicha producción
se alinea dentro de una sociedad capitalista.
Queremos responder históricamente
a lo que somos por naturaleza y cultura.”
Sin
necesidad aún de colocar el vinilo en el tocadiscos, sólo mirando la portada,
aparece ya un dato históricamente significativo de “¡Salud!”. Se trata del último trabajo musical estrictamente
político y partidista, además de ilegal, del franquismo. Ni que decir tiene que
en los años posteriores habría una directa participación en apoyo de este o
aquel partido por parte de muchos cantautores y otros músicos, que colaboraron
en sus mítines y escribieron canciones directamente referidas a tal o cual organización,
pero todo ello sucedería ya en libertad y dentro de España[2].
Por
otro lado, es bien sabida la significación política de la canción de autor
española durante la última década de la dictadura. El trabajo de los
cantautores constituyó una de las principales señas de identificación popular
contra el franquismo, y su lucha por la libertad y la democracia les costo
censuras, prohibiciones, detenciones, e incluso en algún caso, como el de Elisa
Serna, cárcel. No obstante, ni en los casos más politizados tuvieron sus
canciones o sus actuación un signo estrictamente partidista, aún cuando
bastantes de ellos militaran en algún grupo concreto (mayoritariamente el PCE y
el PSUC) y por mucho que pudieran haber colaborado en grabaciones colectivas de
apoyo, reivindicación o solidaridad con causas concretas.
En
ese terreno fronterizo y ambiguo entre el antes y el después de la dictadura se
encuentra el disco de Julio Matito y las canciones que incluye. Con el se
cerraba --incluso formalmente, como veremos-- el ciclo de la canción política
española que había abierto en 1963 Chicho Sánchez Ferlosio con la publicación en Suecia de sus “Canciones de la Nueva Resistencia Española". Resulta toda una tentación comparar un disco y
otro, pues se podrían encontrar muchas similitudes y alguna diferencia, pero
paso de ello y dejo a cada cual que haga el ejercicio por su cuenta si es que
le encuentra interés.
Ya
escuchadas las canciones de “¡Salud!”,
un elemento altamente llamativo es la radicalidad con que Julio Matito adoptó
los modelos formales más clásicos y elementales de la canción de autor: Voz,
guitarra y, en un exceso, leves toques de armónica, tocada por el propio autor
con inspiración del Dylan más primigenio, flauta y algo de percusión elemental.
También en esto es “¡Salud!” un
epígono. El último superviviente de una manera de entender la canción, desnuda
y sin aditamentos, de manera que la atención del oyente quede centrada
fundamental en el contenido de los textos, de los que, por otro lado, varios
eran poemas ajenos antes de convertirlos el cantautor en creaciones propias. La
verdad es que a esas alturas prácticamente nadie, excepto quizás el siempre
excepcional Paco Ibáñez, utilizaba un acompañamiento instrumental tan austero,
sobre todo en sus discos. Resulta paradójico que quien comenzó siendo un
adelantado del rock se convirtiera, en este momento de su carrera, que por
desgracia fue el último, en un epígono de la canción de autor.
En
esa radicalidad en la adopción del lenguaje cantautoral más clásico y
primigenio, lo más cercano al rock que aparece en el disco es toque dylaniano
de la harmónica de “Razones”, pero
del Dylan más primitivo de “Song to Woody”
o “Don't Think Twice It's All Right”,
una influencia que, por otro lado, ya era patente en una buena cantidad de los
cantautores españoles del momento, de Sisa a Hilario Camacho o Benito Lertxundi
sin ir más lejos. Sin embargo, si tuviera que olfatear en aquel trabajo un
aroma definido, la nariz se me iría, aunque puede parecer un exceso olfativo,
hacia maestros tan originarios como Labordeta y Violeta Parra[3].
Cualquier puede ponerse a la tarea.
En
el caso del aragonés, que en 1975, mientras Julio componía sus canciones, había
editado ya dos LP´s con gran resonancia, se puede escuchar “Poema a José Miranda”, un conmovedor
recuerdo al poeta libertario de ese nombre, del que en el disco hay musicados
cuatro textos, fusilado en 1936 por los franquistas, y luego darle un repaso a
“La vieja", esa obra maestra que Labordeta grabó en su primer
LP.
“Poema a José Miranda” (Matito)
Por
otro lado, al escuchar “Maldición”,
letra y música de Julio, no puedo dejar de pensar en Violeta, en ninguna
canción concreta, pero que bien podría ser su estremecedora “Maldigo del alto cielo", Si algo de cierto tienen estas especulaciones, no se
puede sino convenir que al meterse en estos berenjenales de la canción de
autor, Julio Matito no dejó por menos de elegir, como ya había hecho antes en
el rock, los mejores maestros.
En
cualquier caso, y para darle la vuelta a las casualidades, cuando en 1977
Carlos Cano publicó “La murga de loscurrelantes", que tanta resonancia alcanzó con su utilización de
la música carnavalera para denunciar las injusticias sociales, hacía un año que
Julio Matito había grabado “Pistolas”.
Pistolas (M. de Sardi -J. Matito)
De
las nueve canciones de “¡Salud!”, en
cinco escribió Julio Matito letra y música y en cuatro musicalizó poemas de
José Miranda de Sardi, nombre en el que conviene detenerse para entender mejor
esta aventura cantautora y política de Julio.
Todavía
hoy sus restos permanecen mal enterrados en alguna cuneta desconocida. José
Miranda de Sardi era chipionero y le habían fusilado cuando tenía tan solo 37
años, nada más estallar la sublevación militar, breve tiempo que sin embargo le
permitió vivir muchas cosas. De formación autodidacta, fundó tres periódicos y
escribió innumerables poemas, a menudo verdaderas invectivas políticas,
impregnados de resonancias modernistas, que publicó en sus propios periódicos y
en otros de la época y la provincia. Políticamente, había pasado con los años
de sus iniciales simpatías socialistas a la militancia en el Partido
Sindicalista, la rama más moderada del anarquismo ibérico que lideraba Ángel
Pestaña, por el que nuestro poeta era en 1936 Teniente de Alcalde de Chipiona.
La terrible paradoja, es que el franquismo no dejó en paz a de Sardi incluso
después de haberle asesinado. De tal manera que en 1947 le juzgó por su
pertenencia a la masonería, causa que fue sobreseída un año después. Es de
suponer que por incomparecencia del reo.
No
cabe duda que un personaje y poeta tan peculiar tuvo que despertar el interés
del músico en cuanto supo de él. Reunía todas las características para haber
sido un héroe del rock and roll: se había hecho a sí mismo, vivió rápido y
murió joven y trágicamente. Matito debió tener noticia de él tras instalarse en
Chipiona, de mano seguramente de algún amigo que recordara de antaño al poeta,
pues su obra había quedado dispersa en periódicos inencontrables y no llegó a
recogerse en libro hasta el año 2000[4].
Además, debió descubrir Julio, eran poemas que se podían cantar, y que
expresaban con contundencia las propias ideas del cantautor en aquel momento
fronterizo de su vida creativa, personal y política. No sé yo si no serían
precisamente aquellos viejos poemas de Miranda de Sardi los que dieran el
pistoletazo de salida a Julio Matito, cantautor rojo.
Se
da una gran similitud entre los poemas de Miranda de Sardi musicalizados por
Julio y los textos que el mismo escribió, hasta el punto de que hay canciones
en las que parece que el cantautor metió cuchara en lo escrito por el
chipionero y añadió algún verso y estrofa a los originales del poeta[5]. La
constatación de la lucha de clases, la explotación del rico sobre el pobre, la
injusticia social, la liberación de la opresión y la dictadura son algunos de
los temas que se abordan directamente en el disco, que incluso contiene una
hermosa balada amorosa sobre la ausencia del ser querido, “Amada mía”, que, por
acercarla al contenido político del resto ede los temas, podría suponerse
protagonizada por un exiliado o un emigrante que escribe a su amada lejana.
Todo ello afrontado desde una radicalidad política y de lenguaje que si aquel
año de 1966 estaba de acuerdo con la imagen de izquierdas que quería dar el
PSOE en aquel momento y que pronto
quedaría demodé por la acelerada derechización del partido. Repasemos algún
ejemplo tomado a vuela pluma:
“En memoria de un dictador” (Matito)
debió ser escrita, a tenor de su contenido, antes de la muerte de Franco el 20
de noviembre de 1975, y reflejaba aquel antiguo deseo de todo antifranquista,
irrealizado permanentemente, de que el dictador no muriera en su cama, sino
derrotado por el pueblo. Una aspiración que a aquellas alturas, ya con Franco
en pleno proceso de descomposición física, era también la constatación de una
frustración histórica colectiva que, a mi entender, todavía pesa sobre la
izquierda española:
“(…)
Despierta España que el tiempo
mata sin piedras ni palos,
vamos a ser juntos libres
nntes de que muera el amo
de muerte sorda y en la cama.
Que no se muera mandando,
tenemos que ser nosotros
quien lo expulse derrotado. (…)”
Ese
final del dictador y la dictadura debía suponer en paralelo la eliminación de
la explotación del rico sobre el pobre, del poderoso sobre el desprotegido,
aunque para ello hubiera que recurrir a métodos drásticos. “Pistolas” (Matito/ de Sardi):
“(…) No hay divisiones de ideas,
de sectas ni de colores.
Deben los trabajadores,
si tienen sana la chola,
al empuje de una idea sola
alzarse sobre el burgués.
Y para este caso es
Necesaria la pistola. (…)”
El
alzamiento de las clases explotadas conscientes debería imponer justicia a los
antiguos explotadores, aplicándoles, en un especie de venganza histórica, la
misma medicina que estos les habían obligado a tomar secularmente. “Razones” (Matito/ de Sardi):
“(…) Precisa la explotación
cruel, dura y despiadada,
dejando a un lado olvidada
Justicia, paz y razón,
que con la ley del talión,
reformada previamente,
se tomará el indigente,
en la explosión de su enojo,
dos cabezas por un ojo
y un corazón por un diente. (…)
Hay
una idea destacable en aquellas canciones, especialmente en las compuestas
sobre poemas de José Miranda de Sardi, según la cual la injusticia social no
sólo es culpa del explotador que la ejerce, sino también del explotado que lo
consiente y la soporta. Una idea antigua y actual a un tiempo que ya estaba
presente en aquel viejo manifiesto de Smash cuando aseguraban que la relación
entre los hombres libres de las praderas y los mercaderes de las cuevas
suntuosas eran siempre sadomasoquistas.
“Maldición para el tirano
que cual monstruo sin entrañas
supo despojar con mañas
a todo el género humano.(…)
Cantaba
Julio al iniciar “Maldición” (de
Sardi/Matito), en una imprecación
directa y nada metafórica. Luego ampliaba el campo de sus malditos:
“(…) Maldición para el que ufano,
sin sentir sus propias penas,
ante los pies de las hienas
se inclina con gesto insano,
besando humilde la mano
Que le cargó de cadenas.
(…)
Maldición para el esclavo
que sintiendo dulce el yugo
hace ante su vil verdugo
Genuflexiones de idiotas.(…)”
Incluso
en “Burgués” (Matito/ de Sardi) lleva
esta idea al extremo de implicarse a sí mismo en esa complicidad malsana:
“(…)Yo te odio burgués, ruin y bajo,
Y he
llegado a odiarte de tal suerte
que hasta me odio yo porque trabajo
y ayudo con mi sudor a enriquecerte.(…)”
Pero
si hay una canción que explique detalladamente cual era la valoración personal
y política que Julio tenía del mundo en el que vivía en aquellos momentos de
cambios históricos tan importantes, es “Explosión”,
con letra y música propias. No es de extrañar que fuera la que cerraba el
disco, ni que lleve ese título, porque se trata de una especie de himno vital
del cantautor en el que se autodefine y da los motivos y circunstancias que
le habían conducido a la toma de partido.
Una toma de partido a la que incita a los oyentes. Tampoco creo que fuera
casual que se tratara de la única composición del disco (junto a la amorosa “Amada mía”), que estaba escrita en
primera persona, haciéndola más íntima y
personal. La copio entera, porque creo que tiene una coherencia en su conjunto
que no debe trocearse:
“Explosión” (J. Matito)
“Quisiera
derramarme
como
aceite sobre el mármol
Lento
agónico e indomable.
Y
quiero romper de un empujón
La
barrera del silencio.
Estás conmigo tú o estás con ellos
No quiero explicaciones ni razones de peso
Salgamos a la calle juntos a su encuentro
Nos
han robado el día
y
el control de la noche
pesa
sobre nuestros cuerpos.
¿Hasta
cuando esta desgracia?
¿Hasta
cuando seremos cucarachas
de
una historia sin trabajo ni sexo?
Estás conmigo tú o estás con ellos
No quiero explicaciones ni razones de peso
Salgamos a la calle juntos a su encuentro
Acaso
no nos sorprende
tanto
imbécil suelto.
Desayunamos
locuras
y
comemos créditos,
mendigando
promesas
para
soportar el juego.
Nos
están tomando el pelo
y
lo aceptamos tranquilos
como
los tontos del pueblo.
Estás conmigo tú o estás con ellos
No quiero explicaciones ni razones de peso
Salgamos a la calle juntos a su encuentro.
Quiero
perder el control
de
tanta moral vacía
que
me inculcaron los clérigos.
No
me interesa la patria
que
me apesta a cementerio,
a
esclavitud de vencidos
y
a vencedores contentos.
Odio
la paz del fusil
y
los besos por dinero.
Y
los besos por dinero.
Estás conmigo tú o estás con ellos
No quiero explicaciones ni razones de peso
Salgamos a la calle juntos a su encuentro.
Me
repugna la honradez
del
hombre recto,
que
oprime en nombre de Dios
y
tiene un puesto en el cielo.
Estoy
harto de los jueces
que
juzgan de cachondeo
y
que condenan a muerte
por
orden y sin criterio,
Y
me revuelve la sangre
tanto
chulo y tanto inepto.
Si
lo que digo es mentira
que
le pregunten al pueblo.
Estás conmigo tú o estás con ellos
No quiero explicaciones ni razones de peso
Salgamos a la calle juntos a su encuentro.”
Aquellas
canciones tan radicales, directas y sin circunloquios tuvieron que entusiasmar a Felipe González cuando se las
escuchó cantar a Julio en aquellas reuniones de 1975 en el chiringuito de la
playa de Chipiona y que las considerara ideales para un álbum promocional del
PSOE. Lo que ya no es tan seguro es que le siguieran pareciendo convenientes un
par de años después. Una cosa eran las consignas --y las canciones-- a difundir
cuando el partido estaba todavía en la ilegalidad, intentando situarse en el
entramado de unas fuerzas políticas de la oposición entre las que los
comunistas eran claramente mayoritarios, y otra muy diferente la imagen que
había que dar cuando, tras su legalización en 1977 y los excelentes resultados
obtenidos en las primeras elecciones de ese mismo año, se convirtió en el
partido hegemónico de la izquierda, a enorme distancia del PCE, y comenzó un
proceso progresivo de derechización que culminó en 1979 con el abandono del marxismo
y que les dio el Gobierno en 1982. De los descamisados y los trajes de pana se
pasó a Armani y los empresarios internacionales, y ese salto no tuvo que sentar
demasiado bien a un disco tan radical como el que había grabado Julio Matito,
que acabó quedándose en las estanterías alemanas.
También
debieron contar en esa mínima difusión los líos y confusionismos de la edición
misma. Las canciones se habían grabado en España, pero los discos se prensaron,
como venimos diciendo, en Alemania. En la portada no figura que formara parte
de ningún sello comercial determinado, ni alemán ni español, lo que, al
parecer, imposibilitó su posible exportación a España para una distribución
normal en el país al que iba destinado. Resulta curioso que en interior de la
carpeta hubiera embuchado un folleto con las letras de las canciones, pero no
en castellano o bilingües, como hubiera sido natural, sino exclusivamente en
alemán. Finalmente, “¡Salud!” pudo
adquirirse exclusivamente en las Casas del Pueblo que UGT y el PSOE habían
abierto por aquellas fechas, muchas menos y con menos militancia en ellas que
las que se abrirían cuando llegaron a la cresta de la ola. El resultado es que
la única obra de Julio Matito como estricto cantautor sigue siendo hoy en día
una obra prácticamente inédita.
En
los grandes momentos del gobierno socialista fueron muchos los que se acercaron
al ascua que más calienta en busca de sillones, prebendas o, simplemente,
contratos. Desde luego no fue ese el caso de Julio Matito, que comenzó a
militar todavía en la clandestinidad y que se fue, precisamente, cuando
comenzaba el irresistible asalto al poder del PSOE. He visto algunas opiniones
en Internet que indican que el motivo del apartamiento de Matito del partido se
debió al mal trato que se le había dado al disco, prácticamente ignorándolo. Es
probable que fuera un motivo de desánimo. Sin duda Julio había hecho aquel
disco no sólo con pasión de artista, sino, además, con el entusiasmo militante
recién descubierto, y comprobar que no tenía apenas repercusión no debió
resultar muy alentador. Pero, no obstante, el reciente cantautor aún mantuvo
por un tiempo su militancia fiel en el PSOE. Incluso ya en la legalidad, parece
ser que se traslado a vivir a Madrid para trabajar en la Comisión de Cultura del
partido, junto, por cierto, con Carmen Romero, entonces casada con Felipe
González. Algunos atribuyen a la colaboración entre los dos la letra del himno
utilizado por el PSOE en las elecciones de 1977, aunque también hay quien lo
niega. No he encontrado constancia de ello, así que dejémoslo en la duda de lo
que quizás no fue pero bien podría haber sido.
Donde
sí quedó huella de la militancia cantautora y política de Julio Matito es en
una grabación de UGT publicada en 1977 bajo el título de “La voz de nuestras manos”, disco colectivo en el que participó con dos temas. El primero parece escrito especialmente para la
ocasión. Llevaba el título inequívoco de “Canto
a la UGT”[6] y Julio había escrito la
letra, que recitaba un tal J. A. Matesanz, y es de suponer que el fondo
musical. La segunda, “Estación de Atocha”,
escrita en letra y música por el propio Julio, que también la canta, la verdad
es que tiene difícil acomodo en el utilitarismo militante del disco. Como había
sucedido ya con “Amada mía”, insistía
en “Estación de Atocha” en el tema
amoroso y en la lejanía de la persona amada.
Fuera
como fuera el proceso de alejamiento del PSOE que se dio en Julio Matito, y al
margen de las circunstancias y los motivos concretos que le movieron a ello,
que sólo quienes convivieron con él en aquellos años podrían relatar, el hecho
es que la ruptura fue clara y tajante, si nos atenemos a la canción que más
abajo se puede escuchar.
En
1979 se reunieron Julio, Gualberto y Antoñito y decidieron resucitar Smash en
formato de trío. Se presentaron en Murcia y en julio viajaron a Barcelona para
tocar en Zeleste, la mítica sala de la música progresiva, catalana
esencialmente, pero también del resto de España. Aprovechando la estancia en
Barcelona, el 12 de julio acudieron al programa televisivo Musical Express, que
dirigía el periodista Ángel Casas y se realizaba en el centro catalán de TVE en
San Cugat. Sí, en aquellos tiempos tan lejanos aún se hacían en televisión, y
eso que sólo había una, programas dedicados a la música popular de calidad,
fuera del género que fuera, del rock progresivo a los cantautores, del jazz al
neofolk, del flamenco a la Movida. Hoy todo es recuerdo.
El
caso es que Smash en aquella actuación en Musical Express interpretaron cuatro
canciones, de las cuales sólo tres llegaron a emitirse, seguramente por razones
de duración de la pieza, pues nada había en la suprimida que justificara su
supresión. Revelador sí, pero no censurable. Curiosamente, aquella canción
eliminada en 1979 ha
sido recuperada recientemente por TVE, que la ha colgado en su archivo, desde
donde ha pasado a Youtube, lo que permite su escucha generalizada y, en lo que
a este trabajo respecta, viene como anillo al dedo para ponerle el broche final
a la aventura de Julio Matito cantautor y socialista.
En
la misma página del archivo de TVE en la que se recuperó la canción se incluyen
unas declaraciones de Gualberto rememorando las circunstancias del tema
inédito y en ellas realiza alguna observación sobre la canción que aquí viene
al pelo:
“`Fuera de la ley´. Es una gran tema, no sé si un poco biográfica de esos ocho años sin
tocar pero sin ceder un ápice en su rebeldía rockera.”
Efectivamente,
aunque a tenor del ritmo country-rock con que está compuesta e interpretada, el
fuera de la ley que le da título bien pudiera referirse a alguno de aquellos outlaw de las praderas americanas que
cantaron la Nittty Gritty Dirt Band o los Flying Burrito Brothers, en realidad
el protagonista de la canción estaba mucho más cerca. En “Fuera de la ley” Julio Matito hablaba claramente de sí mismo,
haciendo un balance de sus últimas aventuras militantes y vitales en lo que por
desgracia acabaría siendo una declaración testamentaria de sus principios
éticos y artísticos. El hombre libre de las praderas que era Julio Matito, o
que aspiraba ser, había entrado en las cuevas lúgubres de los funcionarios (los
que se “enrollan por el palo del dogma y
te suelen dar la vara chunga”) y había salido escaldado de la experiencia.
“Fuera de la Ley” (Julio
Matito). Smash
Es un corte que la
gente
Tenga que capitular
Por la culpa de
cuatro chulos
Que no saben ni
mandar.
Si tuviera yo muchos
duros
Me podría vacilar.
Dirán que sí dirán que no,
pero al final tendrán razón,
Tú eres un fuera de la ley,
No tienes nada que hacer.
Busca novia y
compromiso
Que te tienes que
casar
Es el precio que te
ha exigido
Por vivir la
sociedad.
Siendo siempre muy
formalito
Esa es la necesidad.
Dirán que sí dirán que no,
pero al final tendrán razón,
Tú eres un fuera de la ley,
No tienes nada que hacer.
Es un corte que la
gente
Tenga que capitular
Por la culpa de
cuatro chulos
Que no saben ni
mandar.
Si tuviera yo muchos
duros
Me podría vacilar.
Dirán que sí dirán que no,
pero al final tendrán razón,
Tú eres un fuera de la ley,
No tienes nada que hacer.
No tienes nada que hacer.
No tienes nada que hacer.
Al
día siguiente de la grabación televisiva, 13 de julio de 1979, mientras sus compañeros
se quedaban unos días para disfrutar de Barcelona, Julio alegó que tenía prisa
y se puso al volante de su coche para regresar inmediatamente a Sevilla. Un
accidente de carretera le mató. Tenía 33 años.
[1] Si
alguien es tan curioso como para querer comprobar las diferencias, que le baste
con escuchar los fragmentos de canciones de este breve vídeo y comparar a los
cuatro primeros grupos (Los Buenos, Henry y los Seven, Evolution y Los Green)
conlos dos últimos (Smash y Pau Riba). Casi no hace falta ni siquiera escuchar
las canciones, basta con ver las pintas y las actitudes de unos y otros para
distinguir.
[2] Poe ejemplo, en 1977, ya
legalizado el PCE y antes de las elecciones de ese año, el partido publicó en
el sello comercial DIAL un doble LP, en el que además de discursos de algunos
de sus dirigentes, incluyo canciones de algunos de los músicos y cantantes que
militaban por aquel entonces en el partido: Víctor Manuel y Ana Belén, José
Menese, el grupo rockero Coz y el folkie Camaretá, Teddy Bautista y el dúo
clásico Kotliarkaia-Comesaña.
[3] En una entrevista de 1974
encuentro, contestando a la pregunta de qué músicos son los que le interesan,
esta afirmación de admiración y respeto absoluto por el cantautor aragonés: “También está José Antonio Labordeta, que es
algo impresionante, con una garra y una raíz popular entroncada en su tierra,
que es Aragón”. No conozco que dijera nada sobre Violeta, pero canciones
como “Gracias a la vida”, “Volver a los 17” o “Maldigo del alto cielo” estaban hechas
para corromperlo por completo.
[4] “Recopilación
de la obra literaria de José Miranda de Sardi”, de Juan Luis Naval Molero y
Manolo Jurado. Diputación Provincial de Cádiz, 2.000.
[5] Tal
parece el caso, por ejemplo, de “Pistolas”,
en la que el término “verticalismo”
que aparece en la canción, en alusión al Sindicato Vertical franquista no puede
sino indicar que la estrofa correspondiente no pudo ser escrita por el poeta
fusilado en 1936.
[6] El
disco contenía, además de las de Julio Matito, canciones de Paco Ortega,
entonces un joven cantautor que acababa de publicar su primer disco y que luego
sería prolífico y galardonado compositor, cantante y productor discográfico,
Javier Vara, del que no tengo recuerdo ni he encontrado referencias, y Gabriel
González, que sólo debió grabar en esta ocasión y cuyo mayor momento de
reconocimiento estuvo en su participación en el famoso Festival de los Pueblos
Ibéricos celebrado en la Universidad Autónoma de Madrid en mayo de 1976. Ya
fallecido, sirva esta cita para recordarle, pues fue excelentísima persona e
incansable musicador de poemas inasequible al desaliento.
LAS CANCIONES DE “¡SALUD!”
Dado
que no he encontrado en ningún sitio la transcripción de las letras de las
canciones de “¡Salud!”, las copio
aquí, pidiendo disculpas adelantadas por los errores que haya podido cometer al
transcribirlas de oídas. Falta “Explosión”,
ya incluida anteriormente. Aquellas grabaciones que no se han enlazado en el
texto las enlazo aquí.
Burgués. (M. de Sardi - J. Matito)
Descendiente
de viles mercaderes,
vives
completamente satisfecho
creyendo
que por ti solo se han hecho
en
la vida los goces y los placeres
No
hace falta decir de donde vienes,
bien
claro nos los dice tu presencia.
Idiotas
han de ser aquellos seres
Que
ignoren tu bajuna procedencia.
Eres
la encarnación del desparpajo,
papel
que llevaras hasta tu muerte.
Yo
te odio burgués, ruin y bajo,
He
llegado a odiarte de tal suerte
que
hasta me odio yo porque trabajo
y
ayudo con mi sudor a enriquecerte.
Oh,
bellísima región
de
la explotación sin diques,
haces
virrey al cacique
y
semidios al ladrón.
Andaluces (J. Matito)
Cuántas
veces, andaluces,
se
nos tachó de ignorantes,
de
simpáticos y calientes,
de
amantes de lo inseguro,
en
definitiva, amigos,
de
malos trabajadores,
en
definitiva, amigos,
de
malos trabajadores
Cuántas
veces, andaluces,
hemos
sido los del postre,
y
si sobró algo fue entonces
cundo
se nos alivió el hambre?
¿Acaso
es un privilegio
el
nacer en Cataluña,
en
Vizcaya o en Madrid,
o
es que no somos iguales
los
que nacimos aquí?
Cierto,
es nuestro carácter
alegre
e individualista,
y
no sólo extremistas
porque
nos gusta la paz.
Más
si por tanto aguantar
hemos
de ser explotados,
más
vale que nos arrasen
antes
de de seguir esclavos,
Ha
de saber el gobierno
que
aunque duerme Andalucía
puede
despertar un día
verde
y blanca, triste y harta,
y
saldremos a la calle
a
luchar por nuestra causa
con
odio en el corazón
y
en los ojos la esperanza.
Tengan
cuidado, señores,
con
la región de la luz;
tengan
cuidado, señores,
los
de la camisa azul.
No
todos somos toreros,
que
hay también muchos obreros
que
esperan formar partido
y
luchar juntos, unidos
al
socialismo andaluz,
y esperan unidos
al socialismo andaluz.
Maldición (M. de Sardi /J. Matito)
Maldición
para el tirano
que
cual monstruo sin entrañas
supo
despojar con mañas
a
todo el género humano.
Maldición
para el que ufano,
sin
sentir sus propias penas,
ante
los pies de las hienas
se
inclina con gesto insano,
besando
humilde la mano
que
le cargó de cadenas.
¿Dónde está el ladrón que ha hecho
de la gran familia humana
una humilde caravana
de famélicos y hambrientos
y unos cuantos opulentos
que se mueren de galvana?
Maldición
para el esclavo
que
sintiendo dulce el yugo
hacen
ante su vil verdugo
genuflexiones
de idiotas.
Fruto
las cosas no son
del
trabajo que relaja,
no
es su dueño quien trabaja,
si
no grita la razón.
De
la estúpida inversión
la
lógica hizo cambiar
Y
nos vino a demostrar
de
modo claro y patente
que
es dueño de lo existente
quien
come sin trabajar.
¿Dónde está el ladrón que ha hecho
de la gran familia humana
una humilde caravana
de famélicos y hambrientos
y unos cuantos opulentos
que se mueren de galvana?
Donde
está el ladrón, repito,
Que
en mi bella Andalucía
Exclamó
¡esta parte es mía!
Con
su infernal apetito.
En memoria de un Dictador (J. Matito)
Que
pena mi buen amigo
que
nos estén estafando
y
que no queremos ver
todo
lo que está pasando.
Ay
que pena amigo mío
que
aguantemos tantos palos
sabiendo
que unidos todos
seguro
que les ganamos.
Si quisiéramos ser libres,
al paso de nuestra lucha
Daríamos puerta (¿muerte?) al tirano
y tendríamos también
trabajo, paz y descanso.
Trabajo paz y descanso.
Hay
que pena compañero
tener
que vivir capados,
decir
que lo blanco es negro
y
no cobrar el trabajo.
Sintiendo
en tu cuerpo el peso
de
una opresión sin descanso
y
perdidos tus derechos
elementalmente
humanos.
Si quisiéramos ser libres
Al paso de nuestra lucha
Daríamos puerta (¿muerte?) al tirano
Y tendríamos también
Trabajo, paz y descanso.
Trabajo paz y descanso.
Despierta
España que el tiempo
mata
sin piedras ni palos.
Vamos
a ser juntos libres
antes
de que muera el amo
de
muerte sorda y en la cama.
Que
no se muera mandando,
tenemos
que ser nosotros
quien
lo expulse derrotado.
Si quisiéramos ser libres
Al paso de nuestra lucha
Daríamos puerta (¿muerte?) al tirano
Y tendríamos también
Trabajo, paz y descanso.
Trabajo paz y descanso.
Poema a José Miranda (J. Matito)
José
te mataron como a un perro
Y
te llevaban atado y te tenían miedo
Temían
más tu sonrisa,
tu
voz y tu andar de pueblo
que
a todos los milicianos.
temían
más a tus versos
Algunas
veces me siento,
a
veces me siento y pienso:
Han
matao a José Miranda,
lo
han matao como a un perro,
como
quien quiere parar
las
manos frías del tiempo.
Como
quien quiere callar
la
voz que grita del pueblo.
Que
incrédulos, que cobardes,
que
pandilla de embusteros.
José
Miranda de Salvis
vivirá
por mucho tiempo,
en
la sala que se hunde,
en
cada terrón de invierno.
Yen
aquel martillo triste
Y
en cada hombre con miedo
Y
en cada revolución
Y
también en cada entierro.
Pistolas (M. de Sardi - J. Matito)
No
hay divisiones de ideas
de
sectas ni de colores,
deben
los trabajadores
si
tienen sana la chola
al
empuje de una idea sola
lanzarse
sobre el burgués.
Y
para este caso es
necesaria
la pistola.
Contra
el burgués insensato
que
quiere sin producir
a
costa nuestra vivir
tocaremos
a rebato.
Después
como asalta el gato
y
a tapar la cacerola,
de
la multitud la ola
tomará
todos los puertos.
Y
es preciso para esto
disponer
de la pistola.
Ni
somos verticalistas
ni
somos unos enanos,
Ni
católicos ni paganos,
pero
somos socialistas.
Contra
los capitalistas
Les
formamos la batahola
Después
que ruede la bola.
Pero
antes de comenzar
es
preciso confesar
que
hacen falta las pistolas.
Basta
ya de divisiones
que
son contraproducentes,
que
en los momentos presentes
solo
hacen falta piñones,
no
platónicos sermones
sino
ruda batahola.
Que
nadie quede a la cola
en
el momento oportuno
y
a decir sin miedo alguno
que
se imponen las pistolas.
Razones (M. de Sardi - J. Matito)
Siempre
las mismas razones
Para
callar al hambriento,
siempre
el fatal argumento
del
fusil y los cañones
Rojos
siempre los terrones
por
la sangre libertaria,
y
en la selva más agreste,
porque
en el campo ameno
no
hay un palmo de terreno
sin
la tumba de un paria
Precisa
la explotación,
cruel,
dura y despìadada,
dejando
a un lado olvidada
Justicia,
Paz y Razón,
que
con la ley del talión
reformada
previamente
se
tomará el indigente
en
la explosión de su enojo
dos
cabezas por un ojo
y
un corazón por un diente.
Sigan,
sigan los mandones
ametrallando
a mansalva,
atruene
el aire las salvas
de
los bélicos cañones,
Que
las bárbaras legiones
de
famelicos ilotas
de
su marasmo de idiotas
despiertan
con energía,
soñando
con ver un día
todas
las cadenas rotas.
A
mí los rojos soldados
de
la popular cruzada.
A
mi la inculta mesnada
de
los parias explotados.
A
mí los descamisados
de
faz torba y ceño duro.
Que
ante el mágico conjuro
del
socialismo podría
ser
España libre un día.
Por
mi deshonor lo juro.
Amada Mía (J. Matito)
Que lejos estás amada mía
Cuanta tierra de por medio entre
nosotros
Que duro me resulta caminar
Cuando tan largo y penoso es el camino.
Fui
durante un tiempo tu juguete
Tus
caricias fueron mi razón
Y
me comportaba como un niño
Pero
me creía un semi-dios.
Que lejos estás amada mía.
Cuanta tierra de por medio entre
nosotros.
Que duro me resulta caminar
Cuando tan largo y penoso es el camino.
Fabricamos
juntos nuestros besos
Que
quedaron presos del ayer
Y
jugamos juntos a los sueños,
Tú
tenías miedo, yo también.
Que lejos estás amada mía.
Cuanta tierra de por medio entre
nosotros.
Que duro me resulta caminar
Cuando tan largo y penoso es el camino.
Algo
me sorprende y me recuerda
Tu
olor entre sombras sobre el mar
Tambor
de mi piel me falta el fuego
Vestida
de olvido esperarás.
Que lejos estás amada mía.
Cuanta tierra de por medio entre
nosotros.
Que duro me resulta caminar
Cuando tan largo y penoso es el camino.
OTROS TEXTOS SOBRE EL TEMA