MATERIALES PARA
UNA HISTORIA
DE LA MÚSICA
POPULAR ESPAÑOLA
DEL SIGLO XX
En 1990, bajo el seudónimo de La
Bestia del Lago, Herminia Bevia, Antonio Resines y yo mismo, guionizamos y
dirigimos para La 2 de TVE la serie “España en Solfa”, un intento de
contar la historia de la música popular española del siglo XX mediante la
mezcla de documental y ligeras tramas de ficción. Ricardo Solfa protagonizó las
12 emisiones del programa. Se abordaron desde el folklore o la copla hasta el
pop y el rock, los cantautores o el underground patrio, pasando por la canción
durante la guerra civil o los intercambios musicales entre España y Sudamérica
y acabando en las primeras muestras de hip-hop nacional.
Para preparar los guiones
realizamos un cierto trabajo de documentación que quedó plasmado en un largo
rimero de folios que hacer unos meses encontré en una caja y que ahora pienso
que pueden tener una cierta utilidad. Al final se reunieron alrededor de, no
sé, entre 600 y 800 páginas llenas de datos, análisis, cronológicas,
bibliografías, biografías, discografías y más sobre cada uno de los temas que
se abordaron en la serie. Ni que decir tiene que hoy se puede encontrar en
internet, una auténtica hemeroteca virtual que entonces no existía, muchos más
detalles de los que nosotros recogimos, pero la verdad es que no he encontrado
todo este volumen de información junto, reunido e inter relacionado en un sólo
trabajo. Sirvan pues estos “cuelgues” como una aportación a la historia de la
música popular española del siglo XX, es decir de su proceso de transformación
del folklore a canción contemporánea, un tema aún por estudiar en su sentido
más amplio y completo.
Dada la fecha en que se realizó
el trabajo (insisto: 1990) y las condiciones en que se ha conservado, pienso
que se debe tomar cuanto en él se asegura con las prevenciones correspondientes
a no conservar las citas que justifican cada afirmación. Aunque no se concrete,
los datos que se ofrecen se extrajeron de las respectivas bibliografías de cada
capítulo. Se recomienda que, caso de utilizarse, se confirmen por otras vías,
que hoy en día son fácilmente accesibles. (Bajar documento en pdf)
2.- Cuplé,
copla, tonadilla, canción española y demás
CRONOLOGÍA
En
los años 20, 30, 40 e incluso 50 del siglo XX ser cupletista o tonadillera (o
torero, que era profesión aún más arriesgada), aparte de una forma de cumplir
una vocación artística, era también una manera de huir del hambre, como también
lo sería ser boxeador, ciclista o futbolista. En una España en plena
transformación sociológica, económica, política y cultural, la música popular
vivió momentos claves en su evolución del folklore a la canción industrial
contemporánea, siguiendo un camino que estuvo marcado, también, por los
avatares políticos de aquellos años, que si en todo el mundo fueron convulsos,
en España resultaron especialmente dramáticos.
Un
país recién salido de la pérdida de sus colonias cubana y filipina, últimos
restos de lo que otrora fuera un imperio en el que nunca se ponía el sol, se vio
sumergido sucesivamente en una monarquía corrupta e insensible que metió al
país en una nueva guerra en Marruecos, una dictadura que no fue nada comparada
con la que estaba por venir, una breve República que apenas tuvo tiempo de
respirar, violada por una sublevación militar y una cruel y sanguinaria guerra
civil que concluyó en una segunda dictadura, esta vez sí cargada con las peores
condiciones dictatoriales, que duró casi 40 años. En ese mismo periodo, la
sociedad española protagonizó un proceso migratorio que la hizo pasar del
ruralismo decimonónico a una industrialización que, aún raída y subdesarrollada,
la transformó, sustituyendo una cultura popular campesina de origen
tradicional, por otra urbana y novedosa, dando lugar al surgimiento de las
primeras organizaciones obreras, fuertemente reprimidas antes de consolidarse,
y estableciendo unas clases medias cada vez más presentes en la vida del país.
No
es moco de pavo esa historia con la que se vio obligada a convivir la
transformación de la canción popular, que quedó profundamente marcada por todo
ello. En ese contexto, cumplieron un papel esencial en la evolución musical del
país el surgimiento de un nuevo público masivo, avivado en el amor hacia sus
ídolos por la popularidad que otorgaban nuevos inventos como las grabaciones
discográficas, la radiodifusión o el cine sonoro. Todo ello supuso la
progresiva profesionalización de cantantes y músicos, que incluso llegaron a
sindicarse en los años republicanos, lo que estableció una relación entre el
artista y su público cuantitativa y cualitativamente diferente a la que habían
mantenido hasta el momento.
1900/1931
Monarquía
Al
comenzar el siglo XX el género musical de mayor éxito era la tonadilla escénica
o sainete lírico, que posteriormente evolucionaría en zarzuelas, revistas y
comedias musicales, que se representaban en los teatros, y el cuplé y las
variedades, propias de salas de menos aforo y categoría social. No obstante, también
el folklore popular, aún trivializado y descontextualizado, gozaba de
aceptación permanente y muchos locales alternaban distintos géneros. Así, en la
famosa Sala Romea, junto a las cupletistas Bella
Chelito o Fornarina, por
ejemplo, ocupaban el escenario figuras de la canción y el baile andaluces como Pepita Sevilla, Pastora Imperio o Amalia
Molina. En los años 20 abundaban cuplés y coplas, y el ritmo más popular
era la habanera. A mediados de la década los bailes de moda eran el charlestón
y el fox, ambos importados.
Muchas
fueron las cupletistas apadrinadas por hombres ilustres, literatos músicos,
políticos, nobles, que en ese acercamiento al segmento menos reconocido del
arte buscaban, quizás, una bajada a los infiernos o, por el contrario, un
ascenso a los cielos. Algunas artistas, como Isabelita Bru, alentada por los maestros Chapí y Quintero, unían
la competencia profesional a la recomendación, ya que al parecer, según las
crónicas, sabía cantar acompasadamente con la orquesta y representar un papel
sobre el escenario. Muchas de las vicetiples del llamado género ínfimo habían
comenzado en la zarzuela, como es el caso de La Criolla, La Bella Rosina,
Pilar Cohen o La Fornarina. Unas cuantas, tales como La Bella Chelito o Amalia
Molina, llegaron a destacar por su esbeltez, en un medio en el que la mayor
parte de sus compañeras eran decididamente obesas, incluso para los gustos de
la época. Desde principios de siglo las colecciones de postales inmortalizaron
a una buena parte de las cupletistas de mayor éxito: Pepita Sevilla, Candelaria
Medina, Pilar Monterde, Bella Belén, Eulalia Franco, Solea la
Morena, Herminia la Negrita, Pepita Martínez, Trini González, Luisa Rubí,
Paquita Vera, Concha Norro, Luzbelina,
Angelita Solsona, María Reina, Mariquita Reyes, Pura Martín,
Mirka, Carmen Díaz, Sagrario
Álvarez, Elisa Romero, Trinidad Picó, África Lázaro… Como se ve, el cuplé es un género estrictamente
femenino. Los hombres componían las canciones y se divertían con ellas, pero aún
no las cantaban, al menos en los escenarios.
No
eran pocas las que disimulaban su verdadera identidad haciéndose nombrar simplemente
La Guadita, La Gardenia, La Gaditana
o La Tarifeña. Otra moda en el
género eran las parejas: Las Trebolinas,
Las Hermanas Domedel, Las Giraldas, Isabelita y Julia Esmeralda. Hubo, incluso, más de una artista de
abolengo aristocrático. El caso más comentado era el de la Marquesa de Villareal del Tajo, que además de reunir belleza y
facultades ostentaba sin rubor su título en los escenarios, y que algo de
renombre debió tener porque llegó a actuar en sitio tan lejano, entonces que se
viajaba en barco, como el Teatro-Circo Cuyás, de Las Palmas de Gran Canaria,
donde también expusieron su arte Raquel
Meller, La Goya o Amalia Isaura.
Algunas
de aquellas cupletistas protagonizaron historias dignas del cinematógrafo que
estaba naciendo. Carolina Otero, por
ejemplo, sería la primera estrella del cine ruso mudo en 1898. Ese año estaba
en San Peteersburgo actuando en su sala más famosa, el Aquarium, al mismo
tiempo que acudía a la ciudad un colaborador de los hermanos Lumiere, Félix Mesguish, con el encargo de rodar
las primeras imágenes documentales en Rusia. La estrella española sugirió al
realizados la pequeña historia que se filmó (un encuentro entre ella misma, que
baila en el cabaret, y un oficial que la abraza). Llevó hasta tal punto su implicación en la peliculita que en
su primera proyección tocó las castañuelas y llevó el ritmo con los tacones
para poner música a su interpretación en mudo. Cleo de Merode sería noticia en los años 50, cuando tras la
publicación de “El segundo sexo” de Simone de Beauvoir, se querelló contra
la autora, demandando justicia desde la prensa internacional oponiéndose a que
se la encuadrara en el libro entre las cortesanas.
Desde
mediados de los años 20 aparecen nombres que se mantuvieron en el candelero
hasta los 60. La música popular española se va alejando cada vez más del cuplé,
que entra en decadencia dejando su papel hegemónico a la canción española y la
copla, géneros que dominarían prácticamente la escena musical española hasta
finales de los años 50. Concha Piquer
regresó a España desde Estados Unidos en 1926, reapareciendo en Madrid ese
mismo diciembre. Otras muchas cantantes hicieron las américas en aquellos años:
Carmen Flores, Tina de Jarque, Consuelo
Hidalgo o Amalia Molina, que
actuó con gran éxito en Estados Unidos en 1924. Otros nombres populares de la
segunda mitad de esa misma década fueron los de Conchita Prado, Custodia
Ramírez, Blanquita Suárez, Mercedes Serós, Margarita Beltrano, Encarnita
Marzal, Salud Ruiz y Paquita Garzón. El maestro Padilla viajó en 1926 a París, donde ya
era conocido por sus temas “La violetera”,
“El relicario”, “La flor del mal” o “La bien
amada”.
En
1922 se produce en Granada un hecho sustancialmente significativo para la evolución
de la canción popular española. Intelectuales, poeta y artistas como Manuel de
Falla, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Joaquín Turina, Ramón Pérez
de Ayala, Fernando de los Ríos, Andrés Segovia, Hermenegildo Giner, Oscar
Esplá, Adolfo Salazar y Enrique Díaz Canedo, entre otros, escriben un
manifiesto y convocan un Concurso de Cante Jondo, algo inédito hasta el momento
que supuso un gran impacto, no sólo en el mundo cultural español, sino también
entre los musicólogos extranjeros que acudieron al concurso y escribieron de
él. Allí se escuchó la voz ancestral de Manuel
Torre, de quien Lorca escribió que era “el
hombre con mayor cultura en la sangre que he conocido”, y jóvenes valores
como La Niña de los Peines, Tomás Pavón, José Cepero o un casi niño Manolo
Caracol.
Para
conmemorar el cincuentenario de aquel acontecimiento, el musicólogo Francisco
Almazán, maestro de críticos noveles en las muchas mesas de café sobre las que
desparramó sus múltiples sabidurías, realizó en la revista Triunfo el siguiente
balance:
“Si
para los organizadores de entonces, paternalistas bienintencionados y
necesarios, suponía una toma de contacto con el pueblo y lo popular, que
serviría para crea un teatro de inspiración autóctona, pasado por el tamiz
culto del isabelismo, surrealismo, Gongorismo y, lo que es mejor, la intuición
genial de García Lorca, y para poner en marcha la escuela musical nacionalista
a semejanza de las que en Rusia y otros países existían con base en las
creaciones populares tradicionales, para otros grupos disidentes o adversarios,
representaba la ‘españolada’ o el ‘jipìo’ tabernario y del ‘pingo’ en tablado
canalla. Si el cuplé viene simbolizando el medio popular nacional de expresión,
a nivel culto sería la música nacional aquella producción de inspiración
andaluza habían realizado los compositores extranjeros contribuyendo a la
formación y desarrollo de una parte esencialísima de la música moderna rusa y
francesa”.
Aparte
de lo que aquel concurso de cante jondo supuso de reencuentro con la raíz de su
inspiración nacionalista para los músicos cultos que se implicaron en él,
Falla, Esplá, Turina, Segovia o el propio Lorca, que en 1931 grabó von La
Argentinita sus adaptaciones de canciones populares, la cita de Granada también
tuvo una importante influencia en la otra música, la popular, que ya había
comenzado a dejar de ser folklore y era cada vez más industrial. La repercusión
del acto despertó el interés de los avispados empresarios músico-teatrales por
los nuevos valores que allí habían cantado, que se aprontaron en subirlos a los
escenarios, llegando a inventarse en 1927 la llamada Ópera Flamenca, en
realidad espectáculos de variedades con equilibristas, chistosos y malabares
trufando las canciones, que elevaron al estrellato a los cantaores que habían
actuado en Granada, a los que pronto se añadirían muchos otros, estableciendo
el modelo de espectáculo musical que dominaría las tres décadas siguientes y
abriendo el camino a los que pronto sería la copla o la canción andalucista
aflamencada. A partir de entonces, el cuplé era ya cosa del pasado.
1931/1936
República
El
14 de Abril de 1931 llegó la ansiada República, como consecuencias de la
derrota monárquica en las elecciones municipales previas, que forzaron la huída
del rey Alfonso XIII la noche del 13. El entusiasmo popular despertado por el
nuevo régimen tuvo su correlación en la canción popular profesional del
momento, dando lugar a la composición, interpretación y grabaciones que, no
obstante, el triunfo de la sublevación militar 1939 arrumbó al olvido.
Cupletistas como Goyita, Enriqueta Serrano o Carmelita Aubert, el humorista Paco Galleguito, los joteros José Oto y Felisa Galé, los cantaores flamencos Manuel Vallejo, José Cepero,
el Niño de la Huerta, Corruco de Algeciras o el Chato de las Ventas, y hasta orquestas
de del inicial jazz español, como la Demon’s
Jazz de Barcelona, bandas musicales e incluso el mexicano Guty Cardenas dejaron placas
fonográficas en las que saludaban al nuevo régimen, recordaban a sus héroes
Galán y García Hernandez y daban muestras de su fervor republicano.
Ya
en 1931 tanto Imperio Argentina como
Rosita Díaz Jimeno actuaron en París
en las primeras películas sonoras de la Paramount rodadas en Europa. Ese mismo
año, alguna pluma ilustre, como la de Margarita
Nelken, protestó desde la prensa contra la españolada en el arte,
reclamando un criterio de mayor calidad. En 1932 Estrellita Castro, Dora la
Cordobesita y La Argentinita
compartieron cartel. Esta última actuó por última vez en España en 1935, tras lo
que viajó a Estados Unidos, donde ya había actuado en 1931. Republicana de pro,
el estallido de la guerra civil la pilló en Nueva York, ciudad en la que
falleció ese mismo 1936, no sin que antes el gobierno republicano la
condecorara con la gran cruz de Isabel la Católica, máxima distinción española
que por primera vez se entregaba a una persona no nacida en España (era
originaria de Buenos Aires). En abril de 1935 también reaparece en España Raquel Meller, que volvía de una larga
temporada de actuaciones en El Cairo, Bruselas y Nueva York. Otra figura de la
época, más olvidada, es Rocío Moreno,
que también triunfaba en Francia e Inglaterra.
1936
Guerra
Aunque
la canción constituyó durante la guerra civil, al menos en el campo
republicano, un importante medio propagandístico y aglutinador popular, las
numerosas canciones que se compusieron y se cantaron quedaron no fueron
expresión de interpretes profesionales, sino que quedaron como parte del acervo
popular, hasta el extremo de que quizás se trate del último momento de la
historia de la música española en la que se dieron las condiciones
convencionales marcadas por el folklore y la tradición: composiciones que pasan
por anónimas, aunque muchas fueran escritas por conocidos poetas, y se
retransmiten por el sistema boca-oído, sin intervención industrial. Eso no
quiere decir que los cantantes profesionales no tuvieran, y a veces mostraran,
convicciones políticas, habiéndolos quienes como Miguel de Molina, Amalia de
Isaura o Angelillo expresaron su
solidaridad con la República y otros que, tales que la cupletista y actriz de
revista Celia Gámez, la tonadillera Imperio Argentina o el tenor Miguel Fleta, que en 1932 había grabado
el Himno de Riego, se volcaran por
los sublevados. No obstante, y al menos de las ideas más o menos difusas que
tuviera cada cual, su posición política quedó marcada sobre todo por qué el
territorio en el que estuvieran hubiera quedado a un lado u otro de la línea
del frente.
A
comienzos de 1936, antes de la sublevación militar, triunfaban artistas como el
popular imitador de estrellas Currito
Sevilla. Los dos espectáculos de canción más exitosos eran “La novia del cante”, que triunfaba en el
teatro Apolo con Estrellita Castro y
el Niño
de Utrera, y “Al pie de la Giralda”,
que presentaba en el Teatro Circo Price el entonces muy famoso Niño de Marchena, acompañado de un
nutrido elenco de bailaores, cantaores, guitarristas y palmeros. Otra figura
muy admirada era Ofelia de Aragón,
reputada como la mejor intérprete de folklore español, desde jotas a canciones
populares castellanas, extremeñas, montañesas o andaluzas, sin olvidar el
cuplé. En agosto de ese año, nada más estallada la guerra, vuelven a actuar en
Madrid dos nombres muy populares: María
Antinea y Amalia de Isaura.
En
el Heraldo de Madrid se denuncia a los artistas “fugados”. En su mayoría se
encuentran en Sudamérica, por donde andaban de gira y en donde decidieron
quedarse a la espera de cómo transcurrían los acontecimientos. Carmen Amaya monta allí el espectáculo
“Un jirón de España”, con Paquita Reixach, Pastora Romero y la Niña de
Córdoba. Otros que alcanzarían notoriedad fuera de España durante esos años
bélicos serían Niño Sabicas, que
fuera de España quedaría, convirtiéndose en el principal guitarrista flamenco
de su época, José Pena, José y Paco Amaya, Pepe Duarte
y El Pelao, entre otros.
En
julio de 1938 siguen actuando en Madrid, además de vicetiples de Revista como Laura Pinillos o La Yanquee, numerosos cantantes y bailaores, interpretes en su
mayor parte de canción española y cuplé. Algunos de los nombres que se
mantienen casi permanentemente en las carteleras madrileñas son los de Carmen Flores, Pastora Imperio, Mercedes
Sevilla, Caracol (padre e hijo),
Canasteros de Triana, Pastora Pavón (Niña de los Peines), Carmelita Sevilla, Consuelo Zamora, Fina Odeón,
Celia Ripoll, Rosario la Cartujana, Lolita
Granados, Pepe Medina, La Jerezana, Elvira Copelia, Pepe Lucena,
Miguel de Marchena o Lolilla de Triana.
En
Zaragoza y en toda la zona ocupada por los sublevados actuaban bailaoras como Lolita Benavente, canzonetistas como Dorita Sánchez o la folklórica Paulina Castro. Otros nombres en el espectáculo
musical de la España Nacional fueron Pastora
Soler, Encarnita Iglesias, Pepita Ruiz, Elisa de Landa, Niña de
Linares, Lola Cabello o Carmen Cuenca.
En
realidad, ningún artista pudo elegir el bando para el que cantaba, dependiendo
su permanencia en una zona u otra de dónde le hubiera pillado el 18 de julio.
En algunos casos, la popularidad de los artistas pareció diluir las sangrientas
diferencias entre ideologías, y así los hubo que actuaron en ambas zonas. Tal
les sucedió a Miguel de Molina o Pastora Imperio, La Yankee o Laura Pinillos
entre los que se declararon republicanos, o Celia Gámez y Selica Pérez
Carpio entre quienes eligieron lealtades distintas. Las canciones eran las
mismas en una zona u otra, la diferencia la ponía el himno que se tocaba al
final de los espectáculos, el de Riego en un lado, el monárquico en otro.
1939
Dictadura
Al
finalizar la guerra civil, con sus secuelas de muertos en combate, fusilados,
encarcelados, exiliados, represaliados y silenciados, la copla y la canción
andaluza se convirtieron no ya en la principal expresión musical del país, sino
prácticamente la única, ya con el cuplé en plena decadencia, aunque en los años
60 tendría un repunte de popularidad con figuras como Sara Montiel o Lilián de
Celis. La autarquía decretada por el caudillo no era sólo económica, sino
también cultural y especialmente musical. Prácticamente desaparecieron de los
escenarios, la industria discográfica, que comenzaba su primer desarrollo, y
las emisoras de radio todo rastro de músicas extranjeras, en un intento de
reafirmar los valores nacionales que definiría un panorama en el que la copla
ocupaba el puesto más alto del escalafón.
A
pesar de que hubo en la profesión algunos encarcelados y exiliados, con las
figuras de Miguel de Molina o Angelillo entre los más destacados, la
mayor parte de los profesionales hubieron de sobrevivir en el nuevo régimen,
que se volcó en la difusión de su arte coplero como la más alta y directa
representación de las esencias patrias. Curiosamente, la operación facilitó una
edad de oro para la copla andaluza, al menos en cuanto a popularización y éxito
de sus intérpretes se refiere, aun a costa de la esclerotización y
trivialización del género, que perdió en la operación algunas de sus aristas
morales y sociales más afiladas. Esta situación de hegemonía de la copla y sus
derivados cubriría al menos dos décadas de la música popular española, hasta que
desde finales de los años cincuenta y, sobre todo en la década siguiente fueran
llegando a España canciones de otros países, Italia o Francia, que culminarían
con la entrada del rock y el pop anglosajones, que tuvieron un reflejo nacional
fulgurante y exitoso entre la juventud española, y posteriormente los
cantautores o la renovación folklórica, basada en sus orígenes, paradójicamente,
en la reivindicación de la música tradicional más pura frente a las
adulteraciones comerciales de los años anteriores.
A
partir de los años sesenta, aunque todavía triunfaran en los escenarios copleras
y copleros de esencias seudoflamencas y andalucistas, sus canciones dejaron de
ser las únicas que se escuchaban, y sus intérpretes pasaron a ser la imagen
estereotipada de una España que iba desapareciendo. Los artistas que surgieron
a partir de entonces, de Manolo Escobar
a Rocío Jurado o Isabel Pantoja, al margen de los éxitos
o las cualidades canoras de cada uno de ellos, o de los otros varios que les
acompañaron en la aventura, no dejaron de ser islas musicales en un panorama
general que navegaba por otros derroteros. Sólo en los 90, con la reconversión
del cantautor Carlos Cano en reivindicador de lo mejor de la copla y autor él
mismo de nuevas composiciones, o la aparición de Martirio aportando una visión
irónica y desmitificadora del género, se vislumbraría la posibilidad de que la
copla volviera a ser una música de significados contemporáneos.
Una
de las primeras figuras de renombre que regresó a los escenarios madrileños
tras la derrota popular fue Raquel
Meller, que actuó en noviembre de aquel año en Madrid y en Diciembre en
Zaragoza. A petición de Millán Astray, Preciosilla
actuó en Madrid para celebrar la entrada de Franco en la capital. La primera
noticia de actuaciones de Concha Piquer
en Madrid tras la guerra se registra en mayo de 1940. Otros nombres del
espectáculo de este año son los de Carmen
Flores, Mirco, Rosicart, Conchita Páez y Conchita de
Triana. Pese al éxito que obtienen, los estrenos de espectáculos musicales
comienzan a reducirse a partir de estas fechas, al tiempo que hay un incremento
de los deportivos, especialmente el fútbol, los toros y el cine. Quizás se
trate de una simple percepción, al dedicárseles en la prensa mayor espacio a
estos últimos. Especialmente a las películas, cuya producción va aumentando de
forma vertiginosa.
Algunos
artistas se resistieron a esta decadencia, protestando en la radio y la prensa
por la poca atención que prestaban a la canción y al arte popular. En 1945
Julio Trenas entrevistaba en Radio Nacional a Pastora Imperio y a Antonio Cruz, el Niño de Marchena, y ambos se quejaron del poco cante español que se
escuchaba en la radio y de cómo la poca música española que se programaba era a
petición de los radioyentes. Otros, como Vicente
Escudero, figura mayor del baile español, pareja de Argentinita en sus giras por Europa y América, expresaba su opinión
de que tanto el público como los medios eran “imbéciles” y no apreciaban sino
lo comercial, siendo eso lo que acaban por darles los artistas, pues que lo
quieren.
1942
Dos
grandes figuras se presentan de nuevo en Madrid: Raquel Meller con su espectáculo “La violetera” y Conchita
Piquer, que actua en el Reina Victoria. En marzo actuará Imperio Argentina. Otros populares esa
temporada, entre los que empiezan a aparecer nombre nuevos, son Marujita Díaz, Carmen Vivó, Pepita Molina,
Ana María de los Reyes, Paquita Díaz y Marienma.
1945
Algunos
artistas en las salas madrileñas son Consuelo
de Nieva, Niño de Marchena, Lina Santamaría. Recuperando el formato
de la ópera flamenca, los espectáculos musicales constituyen generalmente
grandes montajes con gran número de artistas aparte de las cabezas de cartel,
incluyendo desde un cantaor flamenco a un cuadro de baile, un chistoso o un
intérprete de canción melódica, que ya empiezan a triunfar.
1946
Se
producen gran cantidad de espectáculo musicales en la capital. Los más
importantes son los de Sara Montiel,
Gracia de Triana, Gitanillo de Bronce y Juanito Valderrama. Raquel Meller se incorpora al reparto
de la opereta vienesa “Melodías del
Danubio”, en la que interpreta dos temas.
1948
Este
año y el siguiente Concha Piquer
pasea por toda España los espectáculos “Tonadilla”
y “El cuento de María Millones”, con
los que saldrá de gira por Sudamérica en 1950.
1949
Juanita Reina presenta “Solera de España”, que llevará de gira
por el país durante dos años.
1950
Pepe Blanco y Carmen Morell están en Barcelona con un
espectáculo de título bien patriótico, “En
el corazón banderas”. Vicente Soler
se presenta con “Flores naturales”.
En San Sebastián actúa Juanito
Valderrama con “Caravana de coplas”.
En la misma ciudad está también Antonio
Machín, el cubano que había llegado a España de vacaciones en 1939 y había
decidido quedarse, con el espectáculo “Melodías
de color”. “Rueda de coplas” también
está de gira por España con Pastora
Quintero, Roberto Font, Patrocinio Rico, Agustín de la Serna y otros. Y los más grandes, Manolo Caracol y Lola Flores,
tienen en cartel “La maravilla errante”
de Quintero, León y Quiroga. Se trata
de un sainete musical que cuenta también con la presencia de Nati Mistal y Tony Leblanc. Tras terminar sus actuaciones en Andalucía, salen de
gira para América. Allí, precisamente en México, está también Sara Montiel, para quien Agustín Lara, el célebre autor de “Madrid”, “Granada”, “Solamente una vez”,
“Mujer” o “Farolito”, escribe un pasodoble. Concha Piquer está actuando en Buenos Aires.
En
general los montajes musicales de la época son de escasa calidad, excepto, quizás,
los de las grandes estrellas, aunque sólo sea porque su simple presencia se la
da. Incluso los mejores autores han abusado de su capacidad de trabajo. El
maestro Quiroga, por ejemplo,
declara este año que lleva escritas más de dos mil canciones, además de
diecisiete zarzuelas, treinta y tres espectáculos folklóricos, un buen número
de sainetes y otras obras variadas. Demasiado repertorio para un solo artista,
por mucho que contara con valiosos colaboradores.
1951
El
mundo de la canción vive varios acontecimientos tristes este año. Muere el
maestro Guerrero y se retira Pastora Imperio, para la que Falla había escrito su “Amor brujo”. Desde Niza llegan noticias
de que Carolina Otero, una de las
reinas del cuplé de anteguerra, se ha arruinado con el juego. También en
Francia está retirada Raquel Meller.
Se separan Manolo Caracol y Lola Flores. Ella se marcha en
solitario, por primera vez, para actuar en América. Imperio Argentina está trabajando en México y Estados Unidos, y Estrellita Castro realiza una gira
triunfal por el otro lado del charco. Pepe
Marchena tira para el sur más inmediato, y regresa ese año de una gira por
Marruecos.
En
Madrid triunfan Antoñita Moreno con
“Sortija de oro” y Amalia Molina y Tomás de Antequera con “Pandereta española”. Gracias al mucho cine
que hacen, son sumamente populares los rostros, las sonrisas y los cantares de Paquita Rico, Sara Montiel, Marujita Díaz
y Carmen Sevilla.
1952
El
año en que se firman los acuerdos con Estados Unidos para poner bases militares
americanas en España, Imperio Argentina
se ha marchado a Caracas y doña Concha
está actuando en Nueva York. Lola Flores, que anda otra vez haciendo
las Américas, anuncia su boda en México con el galán de moda, Rafael Romero Marchent, aunque por
fortuna el enlace no llegó a realizarse. Otros que actúan este año en América
son Carmen Olías y el popular
intérprete de coplas Agustín de la Serna.
La prensa recoge el triunfo en Nueva York de Los Chavales de España y sus éxitos “Canción del olé”, “Capote”
y “Lisboa antigua”. De una gira
americana con parada final en Cuba regresan Carmen Morell y Pepe Blanco.
Según cuenta los gacetilleros del momento, su souvenir más preciado es una
bandera cubana firmada por el dictador Fulgencio Batista, que siete años
después huirá de la isla obligado por los barbudos de la Sierra. Unos meses más
tarde llevan, ya en España, un nuevo montaje a los escenarios: “Aventuras del querer”.
En
los escenarios madrileños están Carmen
Amaya, Fina de Granada, las
tonadilleras Pastora Quintero y Ana Mª Parra, además de Antoñita Moreno, que gusta de definirse
como “cantatriz”, aceptando la categoría que le había concedido el maestro Ochaita. Junto a ellos, y en las
habituales giras por provincias, actúan algunas de las parejas que tan de moda
se han puesto: Emilia Escudero y Manolo Corrales con su espectáculo “Embrujo”; los popularísimos Juanito Valderrama y Adelfa Soto con “Alegrías de Juan Vélez”, de Quintero,
León y Quiroga; y Manolo Caracol,
Luisa Ortega y Enrique Ortega con “La copla
nueva”, de los mismos autores, que no paran. Luisa Ortega, la hija de
Caracol, se convierte en primera figura con sus interpretaciones de “No puedo vivir contigo”, “Con tus propios ojos” y “Pena, penita, pena”.
Pepe Marchena actúa en
Zaragoza. Juanita Reina prepara un
nuevo espectáculo: “El puente de mis
amores”. También estrenan Antonio
Molina, “Así es mi cante”, y El Príncipe Gitano, “Su alteza el pirata”, de Ochaita, Valerio y Solano. Los
intérpretes más populares del género declaran que sus autores favoritos son Quintero, León, Quiroga y Ochaita.
Hasta
Jorge Sepúlveda, que había hecho del
bolero su principal arma artística, monta con Mercedes Borrull un espectáculo musical, “La Gitana blanca”, con el que recorren Cataluña, Levante, Andalucía
y Madrid. Sepúlveda es el artista de mayo éxito de la compañía discográfica
Odeón. Borrull, su compañera en el escenario, había actuado durante largo
tiempo en las mejores salas de París y ese año grabaría “Abrázame así” y “La mare mía”.
Antonio Machín comparte con Sepulveda
la fama en la llamada canción moderna y melódica. Muere Preciosilla, que no actuaba desde 1939.
1954
Nati Mistral, más cupletista
que coplera, realiza no obstante una gira por Europa interpretando folklore,
aunque también ella se vaya inclinando cada vez más por un repertorio de temas
actuales de variada procedencia. Antoñita
Moreno, que acaba de regresar de Cuba, estrena “Dolores la Macarena”, del trío de autores habitual. Antes de
finalizar el año marchará a Venezuela nuevamente. Tras siete años fuera de
España, en una interminable gira, según se dice, regresa Gracia de Triana.
Carmen Morell y Pepe Blanco estrenan “Me debes un beso”, obra esta vez de Perelló, Llabrés y Codoñer. Moreno Torroba trabaja en la música de
otro montaje folklórico, “Guitarra”,
para Gloria Romero. Antonio Molina presenta en Madrid “Hechizo”, con canciones de Perelló, Montero y Gómez, y El Príncipe
Gitano recorre los teatro de España con “Cariño de legionario”; le acompañan en el escenario su hermana Dolores Vargas, la famosa bailaora.
Otros dos espectáculos populares esta temporada son “Su Majestad el Folklore”, con Manolo
Castellano, Lola Pastor y Antoñita Andalucía, Y “Luces de feria”, del maestro Quiroga, que estrenan en Madrid Rafael Farina y Emilia Escudero. Carmen
Amaya se presenta con un espectáculo de cante y baile grande, como
corresponde, de título claro: “Seguiriya”.
Lola Flores regresa de
América, a la que viajó tras su separación de Manolo Caracol, quien sabe si para olvidarle. La ha recorrido de
arriba abajo y el éxito ha sido extraordinario, llegando a protagonizar hasta
11 películas en México. El viaje ha llegado hasta Nueva York, donde cuentan los
periódicos que ha actuado en la televisión por el increíble caché de 10.000
pesetas de la época, que eran muchas pesetas. En esa visita el crítico del New
York Times deja escrita una definición que la retrata entera, a ella y a su
arte: “Lola Flores una artista española.
No canta ni baila, pero no se la pierdan”. Recién llegada a España monta un
nuevo espectáculo de Quintero, León y Quiroga, “Copla y bandera”,
en el que, además de con su hermana Carmen
Flores, cuenta por primera vez con un joven e inspirado guitarrista que
desde entonces tendrá un lugar en su vida: Antonio
González, El Pescailla.
Sin
embargo, el autentico bombazo son los dos espectáculos que ese año presentan Manolo Caracol y su hija Luisa Ortega, la pareja artística más
cotizada del momento: “Torres de España”
y “Color moreno”, en el que se
encuentra un tema que se hará popular, “Limosna
de Amores”.
El
cuplé está en decadencia, aunque en su transformación en Revista Musical sigue
triunfando en los escenarios. Bella
Dorita, Amalia Molina y Antonio Amaya se juntan en un
espectáculo que hace que la crítica se cebe en ellos calificándolos de
“vulgares”.
La
vuelta a España más sonada del año es la de Angelillo, tras 18 años residiendo en Buenos Aires, donde estaba de
gira en 1936 y donde se quedó. El recorrido emocionado que hace por su barrio
de Vallecas es titular de la prensa, que soslaya la conflictiva pregunta de
rigor sobre los motivos de tan larga ausencia.
La
necrológica musical de 1954 lleva el nombre de Modesto Romero, autor de cuplés tan sonados como “Mi caballo murió”, “Besos fritos” o “La
peliculera”, que habían sido popularizados por Raquel Meller, La Goya, Adelita Lulú o Paquita Escribano. Su composición más conocida e interpretada en
esos momentos era, no obstante, el “Himno
de la Legión”.
1955
Como
se verá son estos años mediados de los cincuenta los de una extraordinaria
repercusión de la copla española en el extranjero, especialmente en Latinoamérica,
en donde, no por nada, entienden lo que se les canta. Todos los que vuelven de
alguna gira allá así lo certifican en las entrevistas con que se les recibe,
asegurando que en el mundo hay verdadera fiebre por lo español. Exhiben como
prueba, desde la proliferación de academias en las que se enseña baile andaluz
que han encontrado en Estados Unidos. O la procedencia casi española, por
hispana, de algunos grandes mitos que triunfan en Hollywood, de Rita Hayworth a Dolores del Río o María Montez.
Nadie dice que la gran cantidad de exiliados y emigrados españoles en
Latinoamérica también puede influir en ello.
El
maestro Quiroga, por no ser menos
que otros autores, declara que lleva escritas en 12 años más de 3.000 canciones
(descansando los fines de semana, prácticamente una diaria) y 63 espectáculos
del género (cinco al año y le sobraban tres).
Tienen
interés las declaraciones del conocido tenor Luis Sagi Vela, que en la cumbre de su arte con 40 años de edad,
anuncia la muerte de la zarzuela, sosteniendo que la mayor parte de ellas son,
en realidad, comedias liricas o sainetes. Personalmente, él ha decidido
dedicarse a la comedia musical. Por otro lado, la también insigne soprano Pilar Lorengar confiesa en una
entrevista en la prensa lo mucho que sufrió al tener que cantar hacía años
boleros y otros bailables en las salas de fiesta bajo el nombre de Loren Gar.
Años 60
Desde
finales de los años cincuenta se han ido incorporando a los espectáculos de
teatro musical aflamencado intérpretes de canción lírica y moderna, que están
comenzado a triunfar entre el público. Será una suplantación paulatina, o,
mejor aún, una ruptura del práctico monopolio estilístico que la copla había
mantenido durante casi 30 años en la música popular española. Primeros fueron
los cantantes melódicos, pero les seguiría el pop, el rock, los cantautores y
un largo etcétera de modelos que disolverían las características formales del
género, que, evolucionaría en años posteriores en la obra de cantantes como Rocío Jurado o Isabel Pantoja. También en Carlos
Cano o Martirio, pero esa es
otra historia.
No
obstante, durante los años sesenta los de siempre siguen triunfando. En 1961 Juanito Valderrama forma pareja con Dolores Abril, que han constituido
feliz y definitivo matrimonio, y arrasan. También lo hacen Pepe Mairena y Pepe Marchena,
Caracolillo, Pastora de Córdoba, Paquera
y Montoya. Se les une Juanita Reina, ya en sus últimos
estertores artísticos, con “Coplas de
Rosa Pinzón”. Dos temas populares de ese año son “El beso”, de Morcillo, y
“España cañí”, de Marquina. Lolita Sevilla triunfa con un espectáculo, que o era un esperpento
o se adelantaba a su tiempo, titulado “Andalucía
en Rock”. Caracol y su hija
están trabajando en Madrid. Farina
presenta un nuevo espectáculo: “Solera
del cante”. Triunfan en los escenarios Imperio
de Triana, Lola Flores, que ya
comienza a interpretar un repertorio modenizado, El Príncipe Gitano y la Niña
de Antequera.
En
esos años, José Guardiola, paradigma
de la canción melódica española, triunfa en España y América. Uno de sus temas
de mayor éxito, símbolo de su modernización, es “Rock entre nubes”, versión de “Rockin'
Little Angel” de Jimmy Rodgers.
Guardiola había empezado tocando el violín y más tarde el saxo en una orquesta
de baile, pero unos compañeros le animan a cantar. Se convirtió en un auténtico
ídolo de jovencitas.
Se
conocen en España, gracias sobre todo al festival de San Remo y sus premios, a
muchos interpretes italianos, como Jimmy Fontana, Milva, Gino Paoli, Adriano
Celentano, Tony Dalara, Mina. Y Doménico Modugno, un maestro. En los festivales
de canción, que comienzan a proliferar, se mezclan los temas denominados rock,
aunque no lo sean, con los boleros, el fox, la canción española o el melodismo
italiano. En España empiezan a destacar las dos Conchitas más modernas, Velasco y Bautista.
En
1961 Raquel Meller cantó por última
vez ante el público, aunque fuera con pantalla interpuesta. Fue en un programa
de TVE e interpretó dos temas, “La violetera”, de Padilla, y “Zapatitos viejos”,
de Kaps y Algueró. Con su fallecimiento un año después se puede decir que
desapareció virtualmente una larga etapa de la historia de la música española.
Martirio, “Tatuaje”
BIOGRAFIAS
AUTORES
Francisco ALONSO (1887/1948). Autor
de Revistas, chotis, habaneras,
también hizo cuplés ("El
monago Andrés" para Salud Ruiz).
Luis BARTA. (1887/1967). Provisto
de enormes bigotes, ya a los seis años tacaba el violín. También dirigió y compuso
Zarzuelas. Con letra de
los hermanos Quintero
compuso "La confesión picaresca". También
escribió "Rosa de Madrid", chotis con
letra de Soriano que estrenó Mercedes Serós,
"La gitana Caireles", "La peinadora", "Duquesa
frívola", "Vengo de Hungría", "La borlita de polvos", "Soy muy castiza"...
BOLAÑOS, JOFRE Y
VILLAJOS. Citados
así, en trío, como corresponde, fueron los creadores de canciones pegadizas,
como "Canta, guitarra".
Importaran a España el charlestón, creando títulos que se hicieron
tremendamente famosos y que aún hoy se recuerdad, como “Al Uruguay” o "Cómprame
un negro", para La Yankee.
José Juan
CADENAS. Granadino. Fue
funcionario y periodista, así como bigotudo y moreno caballero. Adaptador de operetas, traductor,
comediógrafo, periodista, organizador de espectáculos, empresario, y algo más:
amigo íntimo de La Fornarina
(Cadenas fue el exclusivo proveedor de los cuplés que aquella extraordinaria
artista difundo por España y el mundo). Su
momento álgido fueron los años previos a la primera guerra mundial, encontrando
inspiración en los espectáculos franceses de la época. Entre sus composiciones más celebradas se encuentra la
colaboración con Retana para la letra de "Polichinela", a la que puso música el maestro Quinito Valverde.
También compuso “Clavelitos”, que
tanto juego daría a las tunas a partir de entonces, o “Machicha de don Procopio”, que popularizó La Fornarina, entre
muchas otras.
Manuel FONT de
ANTA. (1899/1936) de familia
musical. A los dieciseis años dirigía ya una orquesta. Colaboró especialmente
con Montesinos, con el que compuso "Su
majestad el chotis", "La
nieta de Carmen", "La cruz
de mayo" y otras muchas que sumaron alrededor de 4.000 canciones. Hombre
de derechas, fue fusilado en Paracuellos del Jarama el 20 de Noviembre de 1936,
el mismo día que morían Primo de Rivera y Buenaventura Durruti, y 39 años antes
de que lo hiciera el Caudillo. Había compuesto para, entre otras de menor
renombre, Raquel Meller, La Argentinita, La Goya y Pastora Imperio.
También fue autor de obras clásicas, como la “Suite Andalucía” para piano o el oratorio “Jesús del Gran Poder”, con texto de los hermanos Álvarez Quintero.
Esmeralda. “Su majestad el chotis”
Enrique GARCIA
ALVAREZ. (1873/1931) Comediógrafo y dramaturgo, también
escribió cuplés para artistas del género, como "La siesta", para La
Bella Chelito, o "La rosenda"
para Amalia de Isaura.
Rafael de LEÓN (1908/1982).
Autor de los textos de obras maestras de la canción española, se trata sin duda
del letrista más importante del género, en el que marcó un canon que fue
imitado hasta el cansancio, no siempre con su talento. Poeta de estirpe
lorquiana, lo mejor de su obra, no obstante, no quedó en los libros de poemas
que publicó, sino en sus canciones, que interpretaron la plana mayor de la
copla, de Concha Piquer y Juanita Reina a Isabel Pantoja o Rocío
Jurado. Jamás ejerció la carrera que había estudiado, Derecho. Al estallar
la guerra civil, fue detenido en Barcelona, donde se encontraba temporalmente,
acusado de derechista y monárquico, pero fue puesto en libertad tras alegar en
su defensa la amistad que le unía con hombres de acrisolada fidelidad
republicana como García Lorca, Alberti y Machado.
Aunque
sus colaboradores más frecuentes fueron Antonio Quintero y Manuel Quiroga, con
los que escribió una extraordinaria colección de coplas maestras (“Ojos verdes”, “Lola la Piconera”, “La niña
de Puerta Oscura”, “Y sin embargo te
quiero”, “La Zarzamora”, “No me quieras tanto”, “Reja de mi soledad”, “Ay, Malvaloca”, “Maldito sea el querer”, “Una
cantaora”, “Romance de la otra”, “Ay pena penita pena”, “Romance de valentía”, “La Salvaora”, “Limosna de amores” y más), tampoco fue manca la cosecha cuando el
maestro Valverde sustituyó a Quintero en el terceto (“Ay, Maricruz”, “Rocío”, “Ojos verdes”; “Te he de querer mientras viva” (solo con Quiroga), “María de la O” (solo con Valverde) o
formó pareja con Juan Solano (“A tu vera”,
“Tengo miedo”). A veces le perjudicó
el exceso de obra, que superó las 1000 canciones.
Miguel Poveda. “Ojos verdes”
Juan MARTÍNEZ
ABADES.
(1862/1920) Pintor laureado (sus cuadros pueden encontrarse en el Museo de Arte
Contemporáneo de Madrid), también compuso cuplés y canciones, algunas de ellas
extremadamente conocidas y de exito: "Agua
que no has de beber", "Agua
que va rio abajo", "Mimosa,
"Flor de te", "¡Ay Cipriano!”, "Amor de muñecos",
"Mala entraña".
Genaro MONREAL. (1894/1974)
Nacido en Tarazona, fue un niño prodigio, propietario de una excelente voz que
le convirtió en niño cantor. Sus facultades le valieron una condecoración que le
impuso Alfonso XIII. Tocaba como
flautista en el Salón Madrid cuando decidió dedicarse a componer canciones,
entre ellas algunas tan conocidas como “Las
tardes del Ritz”, que estrenó el transformista Edmond de Bries, “Pasodoble,
te quiero, “Clavelitos”, “Campanera” o “Me pedías un beso”, “Ni se
compra ni se vende” que cantaron numerosas artistas, entre ellas Mercedes Serós, Preciosilla, Adelita Lulú y
Ofelia de Aragón, llegando hasta Marisol o Lola Flores, para quien escribió el famoso “Lerele”, que la lanzó al estrellato. También compuso Zarzuelas.
Tiene más de 1.000 obras inscritas en la SGAE.
Eduardo
MONTESINOS.
(1868/1929) Andaluz, de Granada. Fue empleado del Ayuntamiento madrileño. Traductor
en un principia de couplets creados
más allá de los Pirineos,
también compuso numerosas canciones propias, sobre todo los textos. Fue
redactor de "La Cotorra", apelativo que se daba al diaria conservador "La Época", propiedad del Marqués de Valdeiglesias. Escribió
letras para unos mil cantables, entre ellos, la versión española de "La Pulga", "La
Violetera", con música de José Padilla, "La nieta de Carmen", “Sus
picaros ojos", "Colón",
"La Balbina" y muchas
otras.
José Antonio
OCHAITA
(1905/1973) Estudió Filosofía y Letras, siendo alumno de Miguel de Unamuno en
la Universidad de Salamanca, y aunque fue poeta laureado, periodista y
dramaturgo, a más de maestro, sus mayores glorias las consiguió como letrista
de canciones. Formó equipo durante breve tiempo con Rafael de León y el maestro
Quintero, de cuya colaboración nacieron coplas clásicas, como “Eugenia de Montijo” o “La Lirio”, para pasar a trabajar
posteriormente y durante largo tiempo con Xandro Valerio y Juan Solano en
canciones que les situaron en el panorama de la canción española más exitosa. A
ellos se deben composiciones como “Cinco
Farolas”, que estrenó Concha Piquer
y años después le dio uno de sus éxitos más sonados a la primera Rocío Jurado, “Tientos del remordimiento”, “Tu
ropita con la mía”, “Sortija de oro”,
“Cuchillito de agonía”, “La isla se queda sola” o “Si me engañas me muero”.
Ángel ORTIZ de VILLAJOS. (1899/1952)
Tocaba el pianos y el violín, instrumentos con el que ofreció su primer
concierto a los 7 años de edad, aunque estudió ingeniaría de caminos. En el
Olimpia de Lavapiés, Preciosilla estrenó su primera canción: "La mansión de los dioses". Murió en
1952 tras haber creada más de mil canciones, que no fueron suficientes para
garantizarle la vida, pues ejerció de oficial de telégrafos durante buena parte
de su vida y hasta su muerte en el pueblo madrileño de Guadarrama. Escribió
para Luisita Esteso, La Yankee, Tina de Jarque o Conchita
Leonardo, para las que creó músicas como las de "Canta guitarra", "El
niño de las monjas", "Amores
lagarteranos", "Cómprame un
negro" "Al Uruguay",
"Yo quiero ver Chicago"...
En los años 40 abrió una academia de canto en la que estudiaron Pepe Blanco, Lilian de Celis, Antoñita
Moreno y una jovencísima Lola Flores.
José PADILLA. (1889/1960) Escribió
"La violetera" con la colaboración
de Montesinos en la letra) y "El
relicario", ambas para Raquel Meller,
con la que tuvo problemas por el intento de la artista de ignorar al autor. Igualmente
fue coautor de "Valencia", "Flor de mal” o “C’est París”, que llegó a interpretar Maurice Chevalier. En 1926 visito París, donde era bien conocido
por sus temas interpretados par Raquel Meller y otras artistas. También compuso
títulos como “La manicura moderna”,
(al alimón con Montesinos) para Blanquita
Suárez, "Golondrina de mi alero",
para Raquel Meller, o "La de los ojos azules", con letra
de Fernández Palomero. Desde que Chaplin utilizó, con malas artes y queriendo
usurparle la autoría, “La violetera”
en “Luces de la ciudad”, su música, que ha sido declarada por la UNESCO
patrimonio cultural de la Humanidad, se puede escuchar en más de trescientas
películas, entre cuyos directores se encuentran Federico Fellini, Ernst
Lubisch, Woody Allen, Ridley Scorr o Yasujiro Ozu.
Charlie Chaplin. “La violetera”
Ramón PERELLÓ (1903/1978). Nacido
en Cartagena. Fue el autor
de "Herencia gitana", que
Imperio Argentina interpretaba en "Morena
Clara". Con Alberto Mostaza compuso para Miguel de Molina
“La bien paga", que inmortalizo Miguel
de Molina. También “Mi jaca”, para
Estrellita Castro, “Falsa monea”, “Échale guindas al pavo” o “Los piconeros”.
Fidel PRADO. Nació en 1891.
Fue colaborador literario de diversas publicaciones literarias, en 1914 fue
ganado por el cuplé y termino después de la guerra escribiendo son seudónimo novelas
del oeste o policiacas. Puso letra española a éxitos internacionales como
"Chiquita", "Ramona" o "El Danubio azul". Entre su extensa
y dispar obra musical se encuentran "La
cruz de guerra", "Todo
comprendido" (con Ramuncho colaborando en la letra y Beltrán Reyna en
la música), "El novio de la muerte"
con Manolo Dercas, o "En Aragón son
así".
Antonio QUINTERO (1895/1977).
Comediógrafo sobre todo, fue el responsable de la parte dramática de los muchos
espectáculos que creó con Rafael de León como letrista y Manuel Quiroga
encargado de la parte musical (Se pueden ver los títulos de algunas de las
canciones que hicieron juntos en la entrada de Rafael de León). Pero antes de
todo eso fue, curiosa profesión para un artista, contable. En 1928 les ofreció
a Angelillo y Pepe Marchena su primer gran éxito con el espectáculo “La copla andaluza”, y a partir de ahí
siguió trabajando con los más grandes del género, desde Lola Flores y Manolo Caracol,
para los que el trío de autores hicieron “Zambra”,
a Concha Piquer (“Puente de coplas” o “Tonadilla”), Antoñita Moreno (“Dolores la
Macarena”) o Juanita Reina (“Soleras de España”), entre otras muchas.
Manuel QUIROGA (Manuel López Quiroga).
Nació en Sevilla el 30 de enero de 1.899, su padre tenía un taller de grabardor
y ese fue el primer oficio Pdel maestro. Al mismo tiempo ejercía como organista
de la iglesia de los Jesuitas de la calle de Jesús del Gran Poder y estudió
para maestro. En 1.955 declaraba haber escrito más de 3000 canciones en 12 años
y 63 espectáculos de género. Según la prensa de la época, Quiroga cobraba de
tres a cinco mil pesetas diarias por derechos de autor. En 1929 se trasladó a
Madrid donde comenzó a concebir el nuevo estilo de "canción española"
del que llegaría a ser máximo representante.
Pese
a ello, también frecuentó otros géneros, incluso algo tan parisino como "Bajo los puentes del Sena" para Raquel Meller. En colaboración con Rafael
de León escribió para todos los grandes del género: Concha Piquer, Imperio
Argentina, Miguel de Molina, Angelillo, Manolo Caracol, Tomás de Antequera,
Juanito Valderrama, Lola Flores, Juanita Reina, Marifé de
Triana, etc... Sus canciones siguen siendo interpretadas hasta hoy en día
por artistas como Rocío Jurado, Martirio o Carlos Cano.
Entre
sus composiciones más famosas están; "Tatuaje"(con
León y Valerio), "Ojos verdes" (con letra de Valverde), "Coplas de Luis Candelas" (con León),
"María de la O" (con letra
de Valverde), “No me quieras tanto”,
"Maruja Limón", "La zarzamora", "Francisco Alegre", “Y sin
embargo te quiero”, "A la lima y
al limón" (con León), "Romance
de la otra” (con Quintero y León), "No te mires en el río" (con León), “La Salvaora” (con Quintero y León), "La niña de fuego" (con Quintero y León), "la
parrala" ( con León y Valerio),
"Pena mora" (con
Quintero y León), "Antonio Vargas
Heredia" (con quintero y León).
“Capote de grana y oro”, (con
Quintero y León), “Romance de Valentía"
(con Quintero y León), "Romance de
la Reina Mercedes" (con
Quintero y León), "La lirio"
(con León y Ochaita), etc...
La
última aparición pública del maestro Quiroga tuvo lugar en enero de 1986, fecha
en la que la sociedad General de Autores le tributó un homenaje en el que La
Orquesta Nacional de España interpretó 22 temas suyos con arreglos y dirección
a cargo de Carmelo Bernaola, Fernando García Morcillo, Tomás Marco, Luis Cobos,
José Nieto y Teddy Bautista. Falleció a los 88 años en Madrid.
Olga Román y Joaquín Sabina. “Y sin
embargo te quiero”
Vicente QUIRÓS. (1893/1969)
Casado con la cupletista Rosita Fontana,
fue autor de números populares como "Sus
picaros ojos", con letra de Montesinos, "Bartola si vas al cine", “La
Zamorana”, “La maja del Romero”,
“Capote torero” o “Peleles”. También escribió canciones en
catalán: “Els focs artificials” o “Focs de l’ombrel·la”.
Álvaro RETANA. (1989/1967) Pintoresco
personaje pintoresco de la bohemia literaria madrileña sobre el que corrieron
numerosos bulos y leyendas. El mismo aseguraba que había nacido en un barco frente a 1as costas de
Ceylan durante un viaje de placer de sus padres en 1988; la realidad es que lo
hizo un año después en el poblado filipino de Batangas. Murió en Torrejón de
Ardoz. Desde muy joven se dedicó a la pintura, el periodismo y la novela de
tinte erótico, además de otras ocupaciones entre las que llama la atención la
de diseñador de vestuario escénico. Hombre de vida disoluta y desordenada, fue
detenido por ello durante la dictadura de Primo de Rivera, y posteriormente, en
1933, por la República.
Sin
embargo, quizás el terreno en que su obra ha pervivido mejor es en el de la
composición de numerosos cuplés, habiendo escrito las letras o músicas, a veces
ambas cosas a la vez, para canciones tan significativas como: "Las delicias de Brasil", para Carmen Caballero, "Amor japonés" y "Brindis Trágico" , para Raquel Meller, "Ven y ven" y "La Tirana de Tripili", para La Goya, "Un paseo en coche", "El
ricito de pelo", "La noche
de novios", para La Chelito,
"La modista militar", para Mercedes Serós, "La hora del te", para Adelita Lulu, "La maja goyesca" y "La duquesa torera" , para Carmen Flores, "El bibelote", para Nita Solbes, "Fado blanquita", para Blanquita
Suarez, "Las tardes del Ritz"
y "Un capricho de Cleopatra"
para Edmon de Bries. Una envidiable
lista de canciones y canzonetistas. Entre sus novelas figuran algunas de
títulos tan sugerentes como “Al borde del
pecado”, “El Encanto de la Cama
Redonda”, o “Historia de una vedette
contada por su perro”. También publicó varias obras sobre el cuplé: “Historia de la canción española” (1967),
“Historia del Arte Frívolo” (1964) o
“Estrellas del cuplé” (1963), que han
resultado muy útiles a la hora de elaborar estas notas.
Pink Milk
“Las Tardes del Ritz”
Modesto ROMERO (1883/1954). Pianista, compositor y espíritu selecto, al principio
aporreaba el piano del Romea para artistas que, como La Fornarina, empezaban a despuntar. Más tarde compuso cuplés y tonadillas
para La Bella Chelito, Amalia de Isaura, La Goya y Raquel Meller.
Tras su etapa del cuplé volvió la vista hacia las formas y ritmos folklóricos,
creando innumerables composiciones para Antonia
Mercé, Laura de Santelmo o La Argentinita, entre otras. También
para ellas creo inspiradas coreografías. Entre sus creaciones figuran: "Mi caballo murió", “Chucherías”, "Besos fríos" a "La
peliculera".
Juan SOLANO (1922/1992) Hijo
de un librero cacereño, estudió música en el Conservatorio de Sevilla y muy
pronto se instaló en Madrid para intentar triunfar como compositor. Lo
consiguió al formar equipo con Xandro Valerio y Jose Antonio Ochaita y,
posteriomente, con Rafael de León. Con ellos escribió una buena parte de las
mejores coplas de postguerra (“A tu vera”,
“Cinco farolas”, “Tengo miedo”, “El clavel”, “La niña de
Puerta Umbría” o “Esclava de tu amor”.
También creo la música de películas como “Bienvenido
Mr. Marshall”, “El último cuplé”
o “Carmen la de Ronda”. Autor de
largo recorrido, comenzó su carrera en los años 40 componiendo para Miguel de Molina y Concha Piquer y la mantuvo hasta bien entrados los setenta
aportando muchas de las canciones de los primeros repertorios de Rocío Jurado e Isabel Pantoja. En 1960 escribió para Manolo Escobar nada menos que “El
porompompero”.
Xandro VALERIO (Alejandro
Rodríguez Gómez. 1896/1966). Poeta ultraísta, fue coautor con León y Quiroga de
"Tatuaje" y escribió letras
para muchas otras canciones. Entre ellas alcanzó especial resonancia “La Parrala”, de la que primero salió una
comedia teatral y luego una película, pero también puso texto a temas tan
conocidos como “La casa de papel”, “Dolores la Petenera”, “Cuchillito de Agonía” o “Cinco Farolas”, que interpretaron todos
los grandes de la copla.
Quinito VALVERDE (Joaquín
Valverde Sanjuán, 1875/1918). Hijo del también compositor Joaquín Valverde,
autor de "La Gran Vía", fue
hombre bohemio y sin un duro. Barbudo y desaliñado, según se cuenta, era asiduo
perseguidor de cupletistas y féminas en general. Fue compositor predilecto de Preciosilla, para la que compuso
numerosos cuplés. También para La
Fornarina: "Clavelitos”, con
Cadenas, su obra maestra, "El
polichinela", "Juan Español",
"¡Sarasa!", "La canción del Rhin", "La corrida", para Antoñita Mercé, o "Te has caído, chaquetón”.
Salvador
VALVERDE
(1895/1975). Aunque de procedencia andaluza, nació en Buenos Aires, donde vivió
la infancia y donde murió, tras haberse exiliado allí al acabar la guerra
civil. Antes y después compuso más de mil canciones, muchas de las con el
maestro Quiroga de quien fue uno de sus letristas preferidos (casi como Rafael
de León, con quien también colaboró en algunas letras). Con ambos escribió en
la década de los 30, en la que fueron el trío compositivo de moda, "Ojos verdes", "María de la O", "María Magdalena", "Maricruz", "Triniá", que estrenó Concha Piquer, y "Llora la guitarra", entre otras. Con
otros autores se pueden recordar, entre casi mil canciones, "La cruz de mayo" y "Sol de España" con Font de Anta, o
"Si vas a Calatayud" y
"Castillo de arena" con
Ramón Zarzoso. Fue coautor con Rafael de León de las comedías "Magdalena"(1937) y "María de la O", llevada al cine en
1939 interpretada por Carmen Amaya y
Pastora Imperio.
Manolo VILLACAÑAS. Compositor de
formación académica, en 1921 era quizás el más conocido de los compositores de
cuplés. Acabó su vida en Madrid dirigiendo una tienda de pianos. Durante la
guerra civil permaneció en Madrid componiendo y dando clases en su academia en
la calle Jardines. Compuso para todas 1as grandes del género. Para Pastora Imperio hizo "Canasteros de Triana" (en
colaboración con el profesor García Matos, luego eximio folklorista). Para Amalia de Isaura escribió, junto a Amadeo
Vives, las "Canciones epigramáticas".
También compuso "Marisol",
"La calle 22", con letra de
Raffles, y "Varietés”.
Ricardo YUST (1891/1967).
Creador de composiciones como “Tápame,
Tápame”, con letra de Lorenzo Monis y Francisco Yust, “La hora del te”, “Agua que no
has de beber”, “La magia goyesca”,
”Balancé”, “Una duquesa torera” y “Un
paseo en Auto”. Virtuoso del piano, también interpretó música “seria”, y se
cuenta que en más de una ocasión acudió a Palacio para ofrecer conciertos a la
Infanta Isabel de Borbón, conocida por el alias cupletero de La Chata.
Tia Anica la Piriñaca. “Tápame, tápame” por bulerías
https://www.youtube.com/watch?v=lIcQwTr6Hrk
INTERPRETES
ANGELILLO (Ángel Sampedro
Montero. 1908/1973). Probablemente el primero de los cantores masculinos de la
luego llamada Canción Española. A los 14 años ganó un concurso de cante en su
barrio madrileño de Vallecas, por lo que se llevó a casa nada menos que diez
duros. Antes de hacer la mili ya era un cantante popular, un éxito que
refrendaría posteriormente hasta convertirse en una de las figuras
fundamentales de la llamada Ópera Flamenca, obteniendo una fama que se
incrementó con las películas que interpretó durante los años republicanos. En 1935,
dirigido por José Luis Sáenz de Heredia y producido por Luis Buñuel rodó “La hija de Juan Simón”, con Carmen Amaya, la más destacada de su
filmografía.
De
ideología republicana, durante la guerra civil se exilio, vía Orán, a
Argentina, y aunque regresó a España en un par de ocasiones para canta, la
primera de ellas en 1954, siempre regresó a su residencia en Buenos Aires,
donde murió cuando le estaban operando de úlcera de estómago. Dejó en herencia
una buena colección de canciones, entre las que merece la pena recordar algunas
tan célebres como “La hija de Juan Simón”,
“Tengo una hermanita chica”, “Pobre
presidiario”, “Dos cruces” y “Camino verde”.
Angelillo. “La
hija de Juan Simón”
Tomás de
ANTEQUERA
(1920). Soldado de cupo del ejército republicano durante la guerra civil, para
el que organizó veladas artísticas, al acabar giró por España en varias compañías.
Ayudado por el exilio de Angelillo,
y, sobre todo, de Miguel de Molina,
al que imitaba hasta en diseñar su propio vestuario, triunfó con canciones como
El romance de la Reina Mercedes”, “Doce cascabeles”, “La Macarena” o “Zambra de mi
soledad”, que otros muchos cantaron, pero que él lo hizo primero.
Prácticamente olvidado a mediados de los años 70, en los que llegó a cantar en
algún local semi-porno, fue reivindicado por una parte de la juventud más
moderna en los últimos años 80.
Imperio
ARGENTINA (Magdalena Nile
del Río, 1910). Hija de una malagueña y un gibraltareño emigrados en Buenos
Aires, comenzó su oficio, como toda esta generación de artistas, muy joven en
América, para establecerse en España a partir de 1924. Cuando en 1931 inició su
carrera interpretando la versión muda de “La
hermana San Sulpicio” bajo la dirección de Florián Rey, nació un doble
idilio, con el director, con el que haría sus mejores trabajos y con el que
acabó casándose en boda civil, y con el cine. Las muchas películas que realizó,
como las que hizo en Argentina con Carlos
Gardel o algunas españolas tan exitosas como “Nobleza Baturra” o “Morena
Clara” fueron el medio por el que se popularizaron hasta lo indecible sus
interpretaciones de “Rocío”, “El día que nací yo”, “Falsa monea”, “Échale guindas al pavo”, “Antonio
Vargas Heredia”, “Carceleras del
Puerto” y otras muchas canciones.
LA ARGENTINITA (Encarnación
López, 1898/1945). Nacida en Buenos Aires, hija de emigrantes, y fallecida en
el exilio de Nueva York, Encarnación López, La Argentinita, es un nombre
fundamental en la historia del cante y el baile español. Pisó España por
primera vez con seis años y a los ocho ya debutó sobre un escenario, comenzado
a partir de ese momento una fulgurante carrera, que se inició en el terreno del
cuplé con “Niña, ¿de qué te las das?”,
de Susillo y Font de Anta, y que fue uno de sus éxitos.
Sus
inquietudes artísticas y culturales la condujeron, a través de sus amores con
el torero Ignacio Sánchez Mejías, a mantener una íntima relación con los poetas
de la generación del 27, dándole acceso a un repertorio que de otra manera
quizás no habría encontrado. En 1931 grabó, con García Lorca al piano, las
canciones populares armonizadas por el poeta, entre las que se hayan joyas
musicales como “Nana de Sevilla”, “El café de chinitas”, “Canción antigua de las morillas”, “Romance de los mozos de Monleón”, “Anda jaleo”…
Un
año después, el 6 de mayo, cantó en el Teatro Español ilustrando la conferencia
de Rafael Alberti “La poesía popular en
la lírica española”. También en esa ocasión la acompañó Lorca al piano,
delante de un decorado que habíann realizado Santigo Ontañón y Salvador
Bartolozzi. Semanas después volvió a actuar con Lorca en una charla sobre
Granada que el poeta ofreció en la Residencia de Estudiantes. Reestrenó en
Cádiz “El amor brujo”, de Falla,
que luego lleva al Teatro Español de
Madrid, para montar poco tiempo después una representación en la Residencia de
Estudiantes. En el reparto estaban también Vicente
Escudero, Pastora Imperio y Miguel de Molina.
Mantuvo
una tórrida relación amorosa con el torero y poeta Sánchez Mejía, un hombre
casado. A su muerte en los ruedos en 1934, a las cinco en punto de la tarde,
Encarnación acudió a la capilla ardiente, pero la familia oficial no la dejó
pasar. Se murmuraba entonces que habían sido sus dispendios económicos los que
habían llevado al torero a volver a torear, y, por consiguiente, a la muerte.
Agobiada por problemas personales y por la situación de guerra, actuó por
última vez en España en 1935.
Cuando
falleció en Nueva York el 24 de septiembre de 1945, la propia prensa franquista
destacó que unos días antes la habían visitado el Doctor Castroviejo e
Indalecio Prieto, eximios republicanos exiliados, junto a los que cuentan que
estuvo escuchando música española a través del canal exterior de Radio Nacional
de España. También aquel día, ante tan ilustres huéspedes, parece ser que La
Argentinita bailó por última vez.
“Nana de Sevilla”. La Argentinita con Lorca al piano
LA BELLA CHELITO (Consuelo
Portela, 1985/1969). Otra “Bella” que también era hija de guardia civil, aunque
en este caso naciera en Cuba. Cuentan que era amante del lujo en el escenario y
del color blanco, por lo que salía siempre a cantar las enormidades
sicalípticas que cantaba adornada por un collar de brillantes y vestida de
tules y oro. Hizo famosas canciones como “Un
paseo en auto”, que le escribieron Retana y Yust, “La noche de novios”, o “Las
pantorrillas”, de Montesinos y Badía, pero su mayor éxito consistió en
buscarse “La pulga” mientras picareaba
en el escenario.
“Vino tito con sifón”. La Bella Chelito
LA BELLA OTERO (1868/1965)
(conocida también como Carolina Otero, su verdadero hombre era Agustino Otero
Iglesias). Víctima de una agresión sexual en la infancia, cambió de nombre y se
fugo de su pueblo, Valga, en Pontevedra, al que no volvió nunca. Su vida estuvo
llena de casualidades y aventuras que la situaron en el vértice de la Belle
Epoque parisina. En 1909 se convirtió, por pura casualidad, en la primera
estrella del cine mudo ruso. Estando actuando en el cabaret Acuarium, de San
Petesburgo, apareció por allí un colaborador de los hermanos Lumiere, de nombre
Félix Mesquish, con la intención de rodar las primeras imágenes documentales de
Rusia. Cuando la Otero le conoció le sugirió incluir una pequeña historia, que
se filmó. Era tan sólo un encuentro entre ella, bailarina en un cabaret, y un
oficial, que la abrazaba. Apenas nada, pero ella estaba allí, y se implicó
tanto en la película que llegó a tocar las castañuelas en el estreno como
acompañamiento musical junto a su zapateado.
Bailarina
ante todo, actuó en el Folie Bergere, llevó al escenario “Carmen” de Bizet y diversas piezas teatrales. También su vida
amorosa fue agitada y exitosa, siendo considerada una cortesana de lujo. Entre
sus amantes figuraron Guillermo II de Alemania, Nicolás II de Rusia, Leopoldo
II de Bélgica, Alfonso XIII de España y Eduardo VII del Reino Unido. Una ristra
de cabezas coronadas que no le sirvieron de mucho cuando a mediados de los años
50 cayó en plena decadencia, arruinada en los casinos, para morir totalmente
olvidada y sin un duro.
Pepe BLANCO y
Carmen MORELL. Pareja histórica
de la canción española, en la que tuvieron gran éxito en los años en que las
parejas estaban de moda. 1949: “Una
canción y un clavel”. 1950: Presentan “En
el corazón banderas”, de Quintero, León y Quiroga. En Octubre visitan Cuba.
1952: Vueltos de Cuba, presentan “Aventuras
del querer”. 1954: representan “Me
debes un beso”. 1955: estrenan “Dos
amores vienen cantando”, que se anuncia como “espectáculo folklórico vestido de smoking”.
Edmon de BRIES (Asensio Marsal,
). Transformista a imitador de estrellas, entre sus imitadas estuvieron La
Goya, Chelito o Fornarina. También estreno algunos cuplés propios, como “Tardes del Ritz”, un clásico que le
escribieron Álvaro Retana y H. Lorenzo. Llegó a ganar un concurso de belleza
femenina en Berlín. Ni que decir tiene que su carrera terminó con el final de
la guerra civil.
“La japonesita”. Edmon de Bries
Estrellita CASTRO (1.915/1983)
Sevillana que a los doce años ganó un concurso de canción, llevó con
orgullo el caracolillo capilar más
famoso de España. Debutó en su ciudad natal en una gala organizada por Sánchez
Mejías y tras una gira por provincias llegó a Madrid, desde donde extendió su
éxito a toda España y a América. Protagonizó un total de 21 películas, entre
ellas dos históricas: “Rosario la
cortijera” y “Mariquilla terremoto”,
que interpretó en Berlín durante la guerra bajo las órdenes de Benito Perojo.
Entre las muchas canciones que popularizó figuran "María de la O", "La
morena de mi copla", "Mari
Cruz", “Mi jaca”, "Los tientos del reloj", “Suspiros de España” o "María Magdalena".
Manolo CARACOL (1909/1973). De
estirpe gitana noble, era biznieto de Curro el Dulce, tataranieto (según dicen)
de Antonio Monge el Planeta y sobrino de Enrique el Mellizo. Figura fundamental
del cante andaluz, tanto en su faceta de canción aflamencada como en la del más
puro cante hondo. Cantaor de portentosas facultades, con 12 años ganó el
histórico Concurso del Cante Jondo celebrado en Granada en 1922. En el jurado
figuraban Lorca, Zuloaga, Falla, Andrés Segovia y Antonio Chacón.
En
1942 emparejó, artística e íntimamente, con Lola Flores, a la que lanzó a la fama con espectáculos como “Cabalgata”, el primero, “Zambra”, o “La maravilla errante”. Uno de los sketches cómicos de este último
lo interpretaban Nati Mistral y Tony
Leblanc. Se separaron en 1952 y al año siguiente ya montó “La copla nueva”, con su hija, Luisa Ortega. Se lo habían escrito
Quintero, León y Quiroga. También compartió escenarios y espectáculos con Pastora Imperio, La Argentinita, Custodia
Romero y Concha Piquer. En 1957,
en un acto en Sevilla en el que, entre otros, participaron La Niña de los Peines y Pepe
el de la Matrona, se le entregó un disco de oro conseguido por suscripción
popular al cumplir los 36 años de profesión. Grabó una infinidad de discos que
hoy son joyas de la cultura.
Manolo Caracol y Lola Flores. “La niña de
Fuego”
Manolo ESCOBAR (1931/2013). Se
trata, probablemente, del cantante fronterizo entre la copla pura de los años
30, 40 y 50 y las nuevas corrientes musicales que, también en la canción
andalucista, caracterizaron la música popular española de la década de los
sesenta en adelante. Bien se podría decir que si Concha Piquer, Antonio
Molina o Marifé de Triana
expresan en sus canciones, cada quien con sus talentos propios, la España de la
autarquía y el aislamiento internacional, cuyo declive sociológico y político
se podría fechar en la firma en 1952 de los acuerdos con EEUU de 1952 para la
instalación de bases americanas en territorio español, las canciones de Manolo
Escobar conforman la quintaesencia de una cierta visión de la España del
desarrollismo, que sería una realidad a partir de 1962, con el nombramiento de
Manuel Fraga Iribarne como Ministro de Información y Turismo y su promoción del
“España es diferente”, que llenó las playas españolas de vikingos rubicundos y
exuberantes vikingas en bikini.
Las
canciones más representativas y exitosas del repertorio de Manolo Escobar
apuntan en esa dirección. Desde el inicial “Porompompero”
(debido, no se olvide a la inspiración de Ochaita, Valerio y Solano), con el
que triunfó definitivamente en 1960, hasta “Mi
carro”, “La minifalda”, “Yo soy un hombre del campo” o “Y viva España”, su canto es la voz de
una España aún ruralista y tradicional, enfrentada a la modernidad y convertida
en propagandista de unas esencias patrias en trance de desaparición.
En
ese momento de profundo cambio social, también cambiaron los destinatarios de
esta nueva canción españolista de Escobar. Las mejores coplas de las décadas
anteriores tenían como primeros y principales oyentes a los propios españoles
(con la extensión sudamericana incluida) y surgían de un medio social, moral y
cultural que era el mismo que retrataban, unas veces con hondura y pasión,
otras, demasiadas, trivializado y convertido en tópico. El arte de Manolo
Escobar, sea el que sea, retomaba, en primer lugar, ese mismo público de origen
rural de la copla, pero ahora asentado en los barrios-colmena que habían
surgido alrededor de las grandes ciudades, consecuencia de la masiva emigración
interior, al que inducía a añorar las supuestas bondades del mundo del que
procedía. Por otro lado, esos mismos valores expresados en las canciones (y su
manera más “moderna” de interpretarlas), las convirtieron en valiosas
propagandistas de aquella España diferente que se querían vender a los cada vez
más numerosos turistas: sol, playa, jamón, toros, y sobre todo, alegría a
chorros.
Esa
dualidad pasado-presente del cantante queda explicitada, más aún que en sus
canciones, en las películas que protagonizó, especialmente en las cinco que
hizo, entre 1967 y 1971 con Concha
Velasco, icono entonces de la canción moderna, ligeramente pop, del país.
Sus simples títulos constituyen ya toda una declaración de principios: “Pero… ¿en qué país vivimos?”, “Relaciones casi públicas”, “Juicio de faldas”, “En un lugar de La Manga” y “Me
debes un muerto”.
Manolo
Escobar había comenzado a cantar en concursos de verbenas veraniegas, donde
cuentan que le escuchó Raquel Meller,
quien le auguró un prometedor futuro. En 1957 grabó su primer disco, un EP de
cuatro canciones, y en 1961 debutó en Madrid con gran éxito. Entremedias, en
1960 había grabado “El porompompero”,
una canción destinada al Príncipe Gitano
que éste no llego a grabar por problemas con su sello discográfico. Ahí estalló
el principio de la inmensa fama de que gozaría en los años siguientes, que en
1973 le llevarían a vender seis millones de ejemplares de su “Y viva España”.
Tal
vez fuera su íntima identificación con la España más profunda y su carácter de
pregonero de los más superficiales valores patrios lo que hizo que cuando, ya
en la democracia, intentó variar su imagen y su mensaje, interpretando, por
ejemplo, “Qué bonito es Badalona”, de
Joan Manuel Serrat, o más aún “Andaluces de Jaén”, de Paco Ibáñez sobre un poema de Miguel
Hernández, no fueran comprendidos por su público y no le aportaran tampoco
público nuevo.
Una
faceta de Manolo Escobar que también muestra esa contradicción, esta vez de
manera más personal e íntima, es la de coleccionista de obra plástica
contemporánea, terreno en el que, según los entendidos, mostró un ajustado
sentido crítico y un clara intuición, además de una dedicación constante,
apostando siempre por las obras estéticamente más avanzadas y rompedoras.
Manolo Escobar. “Andaluces de Jaén”
Rafael FARINA (Rafael Antonio
Salazar Motos, 1923/1995). Comenzó a cantar desde muy niño por los bares de su
Salamanca natal. En 1948 pasó a integrarse en la compañía de Concha Piquer, con la que recorrió
España y América a lo largo de seis años. Posteriormente también acompañó a Lola Flores. Entre sus compañeras femeninas
de escenario también figura una jovencísima Esperanza Roy, que en 1956 formó parte del cuerpo de baile de su
espectáculo “El cante ya tiene rey”,
que le escribieron Ochaita y Valerio.
LA FORNARINA (Consuelo Vello
Cano, 1884/1915). Madrileña hija de guardia civil y lavandera, se inició en la
zarzuela como chica de coro y llegó a ser una de las grandes del género ínfimo.
En un principio utilizó su propio nombre, hasta que actuando en el Salón
Japonés, uno de los templos del género, el periodista Javier Betegón la comparó
con Margarita Lutti, musa del pintor italiano del Renacimiento Rafael, a la que
llamaban La Fornarina, cuyo sobrenombre adoptó. Era mujer culta, lo que
resultaba poco habitual en su época y en su medio, por lo que huyó de toreros y
señoritos y frecuentó a los hombres de letras, poetas e intelectuales, entre
los que seleccionó sus múltiples amantes.
En
1907 estrenó la canción “Clavelitos”
en el Apollo Theatre de París, y en el Kursal Central dio a conocer “Aventuras de don Procopio en París”, que
le habían escrito Retana y Cárdenas, dos
creaciones que han atravesado el tiempo. También fue la primera intérprete de
una canción con tanta historia posterior como “El Polichinela”. Falleció el 17 de julio de 1915, con sólo 31 años
y poco después de haber estrenado su última creación, “El último cuplé”.
La Fornarina. “La Machicha”
LA GOYA (Aurora
Purificación Mañanos, 1891/1950) Bilbaína. Cupletista que aportó decencia al
género ínfimo, que con ella empezó a ser conocido como “variedades”. Debutó en
1911con el en el Trianón Palace, famoso
coliseo madrileño que se inauguró ese año. Casada con el escritor y periodista
Tomças Borras, frecuento los ambientes intelectuales, muchos de cuyos
integrantes escribieron laudatoriamente sobre ella, desde Pedro de Répide,
Martinez Sierra o Linares Rivas hasta Cansino Aséns y Valle Inclán, aficionado
como este era al cuplé y las cupletistas. Se hizo famosa, ante todo, por haber
popularizado números tan famosos como “Ven
y ven”, “Tápame”, adaptación de
una canción popular portuguesa, o “La
cruz de mayo”. Se retiró definitivamente en 1927.
Lola FLORES (1923/1995) Se
trata, quizás, de una de las más talentosas y personales de las intérpretes de
canción flamenca, y desde luego la de más prolongada carrera, siempre
acompañada del éxito. Era acertada aquella valoración del crítico
estadounidense que en los cincuenta aseguró que Lola no sabía cantar ni bailar,
pero que había que verla; porque en Lola Flores (como dicen que sucedía con Raquel Meller, por ejemplo, el arte más
auténtico esta en ella misma. Ella es, con sus imperfecciones o sus
heterodoxias a la hora de cantar y bailar, o precisamente a causa de ellas, su
propia obra de arte, que así se convierte en único.
Desde
niña tenía claro que quería ser artista, y se preparó para ello, primero en su
Jerez natal con Nicolás Sánchez, y luego, ya en Sevilla, con el maestro Realito,
aparte de contar desde muy pronto con el consejo y la ayuda del Maestro
Quintero. Todo ello mientras se iba haciendo un nombre en los medios flamencos
jerezanos, en los que empezó a despuntar con 13 años. Cuando llega a los 16 al
terminar la guerra civil, el director y productor cinematográfico Fernando
Mignoni para interpretar el papel de una joven gitanilla en su película “Martingala”, con la que Lola inicia una
larga y triunfal carrera cinematográfica que la llevaría a rodar cerca de 40
películas, muchas de éxito y algunas incluso importante, como “Embrujo” (1947), un acercamiento apasionado
a la pasión del flamenco y a la pareja que ya formaba la cantante con Manolo Caracol, coprotagonista de la
historia, que dirigió Carlos Serrano de Osma.
Existe
controversia sobre el momento en el que Lola Flores conoció a Manolo Caracol,
con el que formaría la pareja sentimental y profesional de mayor éxito y
calidad durante los ocho años que estuvieron juntos. La versión más oficial
dice que fue en 1939 en el Teatro Villamarta, de Jerez, donde el ya famoso
cantaor estaba actuando y donde se presentó Lola, que le admiraba, con su madre
para cantarle “Bautizada con manzanilla”,
que había popularizado Pastora Imperio,
su modelo en aquellos inicios. Para otros el encuentro fue cuatro años después
en el bar Pinto de Sevilla. Lo que sí se sabe es que en 1943 el empresario de
Lola, que estaba teniendo un buen éxito con el espectáculo de Quintero, León y
Quiroga “Cabalgata”, llamó a Caracol
para contratarle, por lo que él pidió 6.000 pesetas diarias, que se le
concedieron. El espectáculo se estrenó en 1944 y constituye un punto de
referencia del género. Se tituló “Zambra”.
El flechazo entre ellos y de ellos con el público fue inmediato. Ella tenía 20
años y el 35, y esa unión entre la mujer joven, pero poderosa, tentadora, y el
hombre maduro y experimentado, que en escena se cargaba de oscuros reflejos
eróticos, rompió la pana. Juntos grabaron discos y protagonizaron espectáculos
y películas que forman parte de la historia de la música española.
La
separación de la pareja, que condujo a Lola Flores a su primera gira y larga
gira por América en 1952, no supuso, sin embargo, ninguna merma de su
popularidad en España, que muy al contrario se vio incrementada cuando dos años
después reapareció con el espectáculo “Copla
y Bandera”. A las seis de la mañana del 27 de octubre de 1957 Lola se casó
con el guitarrista Antonio González, El Pescailla, en el Monasterio de El
Escorial, dando lugar a una pareja que si en lo personal duro toda la vida, en
lo profesional no tuvo la continuidad que los buenos trabajos que hicieron
juntos merecía. En cualquier caso, la arrolladora artista se convirtió en la principal
estrella femenina de España, una fama que continúo inalterable hasta hoy en
día, en base a su capacidad de adaptación a las modas de cada momento sin
perder el pellizco de su arte.
Ya
en la madurez empezó a añadir galardones y premios a su popularidad, como el
premio al mejor artista extranjero que le otorgó la crítica neoyorkina en 1979,
cuando tenía 56 años. También en esos años realizó sus mejores labores
interpretativas dando vida a sendas matriarcas gitanas, llenas de humanidad y
de vida, en la película de Miguel Hermoso “Truhanes”
(1983) y la serie televisiva “Juncal”,
dirigida por Jaime de Armiñan y protagonizada por Francisco Rabal.
Lola Flores. “Ay, pena, penita, pena”
Pastora IMPERIO (Pastora Rojas
Monje, 1887/1979). Una grande del arte español, que como Tórtola Valencia o La
Argentinita, fue ante todo una bailarina que también le dio al cante.
Nacida en el barrio sevillano de La Alfalfa, era hija de La Mejorana, cantante y bailaora, y de un sastre de toreros, a los
once años se trasladó con su familia a Madrid, donde muy pronto se integró en
los ambientes artísticos con un repertorio muy variado, que incluía muestras de
folklore de toda España y cuplés. En 1914 triunfó en París y muy pronto cruzó
el océano para hacerse popular en toda América. Una prueba indudable del prestigio
de que gozó desde el principio es que ya en 1915 Manuel de Falla compuso para
ella “El amor brujo”, que
posteriormente también interpretaría La Argentinita. Se retiró definitivamente
en 1962.
Mujer
de vida agitada, en 1911 se casó con el afamado torero Rafael Gómez, el Gallo, en un matrimonio que pese al
amor que se tenían los conyugues apenas duró un año. Pese a ello, el diestro
demostró su categoría humana al reconocer años después como propia a su hija
Rosario, pese a ser hija, como más tarde se supo, de Fernando de Borbón, Duque
de Dúrcan, primo de Alfonso XIII.
Amalia de ISAURA (1894/1971)
Madrileña, actriz y cantante. Para ella escribió Amadeo Vives en 1915 sus “Canciones epigramáticas”, de largo
recorrido. Fue la compañera escénica prefería de Miguel de Molina, y juntos permanecieron fieles a la República
durante la guerra civil, durante la que actuaron en la retaguardia de Madrid o
Valencia y en los mismos frentes de combate. En 1937, como homenaje a García
Lorca, protagonizó “Mariana Pineda”
en el teatro de las Juventudes Socialistas Unificadas. Tras la derrota
republicana siguió en España y se integró en la compañía de Concha Piquer. Popularizó las canciones
“Cotilleos”, de Retana y Vidal
Iragán, “Cabeza de cholito”, de
Sánchez Carrere y Juan Rica, “El último
figurín”·, “Kiss-me”, “La chalequera” y otras muchas. Ya casi al
final de sus días apareció en televisión interpretando la obra teatral de
Antonio Gala “El sombrero”.
Raquel MELLER (Francisca
Marqués López, 1888/1962). Dijo de sí misma: “No soy cupletista, tampoco soy cancionista; soy Raquel”. Una
valoración que aún cuando pueda considerarse vanidosa no fue ella la única que
se consideró así. Con motivo de su serie de 30 actuaciones en Madrid en 1921,
cuyas entradas para todo el mes se agotaron, pese a que tenían el entonces
enorme precio de entre 10 y 13 pesetas, Manuel Machado escribió: “juro que es la más grande actriz que ha
visto el mundo”, una opinión que según parece compartía con la gran actriz
Sara Bernhardt, que calificó a nuestra Raquel de “la mejor”. El famoso crítico del New York Times J. Brooks Atkinsons
escribió de ella cuando visitó Estados Unidos en 1926: “En vez del brillo asociado comúnmente a los artistas de Music-Hall,
Raquel Meller se mantiene constantemente alejada de todo lo que significa
halago al público o coquetería: triunfa por la realidad y la fuerza que da a
sus distintas creaciones”. ¿Sería demasiado señalar que la crítica
londinense la califico como “un alma que
canta”?
Nacida
en el pueblo aragonés de Tarazona, hija de un herrero y de una empleada de
ultramarinos, Raquel Meller encontró en Barcelona el sitio desde donde extendió
por el mundo su arte personalísimo, no sólo de cupletista ni actriz. Por
influencia de la cantante Marta Oliver,
quien la tomó como pupila, allí debutó en el salón La Gran Peña en 1908, y fue
allí donde obtuvo su primer gran éxito en su debut en 1911 en el teatro Arnau,
en el que interpretó ya dos de las piezas a las que daría fama internacional y
que posteriormente serían interpretadas por toda cupletista que se preciase: “El Relicario” y “La Violetera”, ambas del maestro Padilla. Luego los éxitos se
sucedieron por todo el mundo a velocidad vertiginosa. En Madrid ya había
triunfado en su presentación en 1911, en Paris lo haría en 1919 y año siguiente
en Londres. Aunque hubo de esperar siete años, cuando llegó a Nueva York en
1926 se reprodujo el fervor popular que había ido despertando hasta entonces
allá por donde pasaba.
Su
estancia en Estados Unidos dio lugar a una de las anécdotas más jugosas de las
muchas que se podrían contar de Raquel Meller. Charlie Chaplin se sintió
fascinado por la artista española, y según parece la propuso interpretar alguna
de sus películas. En los periódicos españoles se publicó que el genio
anglo-americano le había propuesto a Raquel participar en una cinta sobre
Napoleón, que nunca llegó a filmarse. Otros aseguran que el papel ofrecido a
nuestra cupletista era el de “Luces de la
ciudad”, que aunque no se estrenó hasta 1931 ya estaba comenzando a
preparar en 1926. Al final el personaje fue para Virginia Cherrill (con la que,
por cierto, Chaplin se llevó fatal), pero en la película quedó un reflejo del
amor del cineasta por la cantante en la utilización como leiv motiv musical del
film de “La violetera”. Eso sí, al
director se le olvido poner en los títulos de crédito que el autor era José
Padilla, lo que le valió una demanda por plagio y la correspondiente condena.
Raquel
Meller se casó muy joven con el escritor Enrique Gómez Carrillo, en una boda en
la que hizo de padrino el mismísimo Conde de Romanones. La felicidad duró poco
y se separaron al año. Tras su divorcio la cupletista se volvió a enmaridad con
un rico industrial. Parece ser que la artista era de carácter fuerte y tenía
malas pulgas, lo que la llevó a un fuerte enfrentamiento con La Argentinita, también hembra de armas
tomar, de la que se ganó una bofetada y con la que no volvió a hablarse. Tras
la guerra volvió a recuperar el éxito de los años 20 y 30, aunque ya nunca fue
lo mismo. Se retiró en 1946 pero sólo pudo aguantar 10 años, reapareciendo tras
ese tiempo en Barcelona y agotando entradas todos los días. En el mismo año de
su muerte actuó en el Paralelo barcelonés y en TVE. La República Francesa le
había entregado su Legión de Honor y el Gobierno Español la Gran Cruz de la
Orden de Alfonso XII.
Raquel Meller. “La violetera”
Antonio MOLINA (1928/1992). En
1949 ganó en Radio España un concurso para noveles que le permitió grabar un
primer disco y hacerse un hueco en la canción española, que se amplió a partir
de su debut en 1952 en el Teatro Fuencarral de Madrid formando parte del
espectáculo “El agua del avellano”,
al que siguieron otros, ya con él encabezando el cartel, que, junto a la enorme
difusión radiofónica de sus discos y las varias películas que protagonizó, le
hicieron disfrutar de una enorme popularidad. “Soy minero”, “Adiós a España”,
“Cocinero, cocinero”, “Yo quiero ser mataor”, “Soy un pobre presidiario” y “Maria de los Remedios” son algunas de
las muchas canciones que popularizó.
Miguel DE MOLINA (Miguel Frías
de Molina, 1908/1993). Con Angelillo
es, y no sólo cronológicamente, el primer cantante masculino de copla, un
género hasta entonces reservado a las mujeres; como el cuplé, por otra parte,
que hasta los hombres que se atrevieron a cantarlo debieron hacerlo
travestidos. Ambos compartieron, también, ideas republicanas, que les valieron
el exilio.
El
lanzamiento como cantante de Miguel de Molina, que antes se había dedicado a
organizar espectáculos musicales, tuvo lugar, además, en un año tan destacado
como el de 1931, por lo que bien se puede decir que si no el hombre, el artista
y la República son coetáneos. Su éxito fue fulgurante, triunfando con temas
como “El día que nací yo”, “Triniá”, “Te lo juro yo”, y, sobre todo esas dos joyas de la música mundial
que son “La bien pagá”, de Juan
Mostazo y Ramón Perelló y “Ojos verdes”,
de Quintero, León y Quiroga.
Durante
la guerra civil permaneció en zona republicana, formando pareja con Amalia de Isaura, con la que visitó con
frecuencia los frentes de batalla actuando para los soldados. A partir de 1939
hubo de enfrentarse a los censores franquistas, no sólo por sus ideas, sino
también y sobre todo por su homosexualidad, que no ocultaba más allá de lo
estrictamente obligatorio, llegando a presentarse en una procesión adornado con
mantilla y peineta. Esa actitud provocó el odio que le profesaban algunos
próceres del régimen.
En
1942, al salir de una de sus actuaciones fue secuestrado por tres falangistas,
que le llevaron a un descampado y le propinaron una fuerte paliza. Ese mismo
año se exilio en Argentina, viviendo en Buenos Aires hasta su muerte, con un
paréntesis que pasó en México, y recorriendo toda América con sus canciones y
sus llamativos trajes, que diseñaba y cosía él mismo. Regresó a España en
alguna ocasión, pero siempre por motivos laborales, como en 1944 para rodar los
mediometrajes “Luna de sangre”, “Chuflillas” y “Manolo Reyes”, con música y canciones de León, Padilla y Quiroga, o
para realizar una gira en 1957. Consciente de la decrepitud que provoca el
tiempo, se retiró de los escenarios en 1960, a los 52 años; “no hay que exhibir la vejez de lo que antaño
fue hermoso”, declaró posteriormente.
Miguel de Molina. “La bien pagá”
Sara MONTIEL (María Antonia
Alejandra Vicenta Elpidia Marina Rosalía Esther Judith Isidora Abad Fernández,
1928/2013). Hasta en la pila bautismal fue excesiva Sara Montiel, actriz y
cantante que tampoco sabía actuar ni cantar demasiado pero poseedora de una
fuerte personalidad, aunque no alcanzará la brillantez de otras artistas
similares, ella sí únicas, como Raquel Meller o Lola Flores.
Aún
no había cumplido los 15 años cuanto uno de los dueños de la empresa
cinematográfica CIFESA se fijó en su belleza y su talento al escucharle cantar
una saeta en la Semana Santa de Orihuela, donde se había trasladado su familia
a vivir desde Campo de Criptana, donde nació la artista. Tras algunas
apariciones mínimas en varias películas interpretó su primer papel de cierta
importancia en uno de los clásicos del cine histórico español, “Locura de amor”, que fue el inicio de
una carrera fulgurante que incluyó películas como “La mies es mucha” (1948), “Pequeñeces”
(1949) y “El capitán veneno” (1950).
No obstante, la joven actriz buscó espacios más amplios para su arte, y en 1950
ya estaba en México, donde aparte de trabar amistad con algunos ilustres
exiliados, como el poeta León Felipe, que le mostró su admiración en verso,
participó en 14 producciones cinematográficas en cuatro años.
Pero México
también se le quedó pequeño y acabó por dar el salto a Hollywood en 1954. Su
entrada en el cine estadounidense no pudo ser mejor, al interpretar un papel
episódico, pero destacado, en “Veracruz”,
un western fronterizo de Robert Aldrich en el que dio la réplica nada menos que
a Gary Cooper y Burt Lancaster. En la siguiente producción, “Serenata”, un musical protagonizado por
Mario Lanza y Joan Fontaine, se enamoró del director, Anthony Mann, con quien
se casó, viviendo enmaridada con él seis años.
De
regreso en España para disfrutar de unas merecidas vacaciones, Sara aprovechó
para protagonizar una pequeña película dirigida por Juan de Orduña. “El último cuplé” fue un bombazo
absoluto, del que la artista se enteró cuando había vuelto a Hollywood para
rodar con Samuel Fuller “Yuma”.
Además, se trataba de una película musical, en la que interpretaba una buena
cantidad de viejos cuplés que Raquel
Meller, que fueron grabados en disco con gran éxito. Sara Montiel no se lo
dudo y abandonó su prometedora carrera americana para ascender al cielo de las
estrellas de la canción española. Hay que decir que Raquel Meller, en quien
estaba inspirado ligeramente el film, no quedó muy contenta, asegurando que
Sara, “además de imitarme y cantar mis
canciones, tiene voz de sereno”. La verdad es que la nueva estrella, que no
disponía de un gran registro vocal, puso de moda una forma de susurrar las
canciones que rompía con los modelos anteriores y que posteriormente sería
imitada hasta la saciedad. Declinante su carrera desde los años 70, su
popularidad, no obstante, se mantuvo hasta convertirla en un mito.
Sara Montiel. “Ven y ven”
Emilio el MORO (Emilio Jiménez
Gallego, 1924/1987). Nacido en Melilla, se inició en el flamenco hasta que un
día le dio un falso toque árabe a su cante y, ante el éxito obtenido, decidió
dedicarse al humor cantado y adoptar el sobrenombre por el que se hizo muy
famoso en una España deseosa de reír. Aunque creo un estilo propio, que ponía en
solfa autocrítica el propio género, no ha dejado ninguna canción memorable, aunque
los títulos de algunas de ellas den claras pistas sobre por dónde iba su arte de
la autoparodia: “Sevillanas rociadas”,
“Seguirillas del mocoso”, “Limones podríos” o “Colombianas de Colon” son algunos de ellos. Practicamente inventó
un género propio, la canción-parodia, remedando desde el humor canciones de
gran fama, como “El emigrante”, “El relicario”, “Si vas a Calatayud”, “Romance
de valentía” o “Mi suegra me la
robaron”. Carlos Cano, que vivió
de niño su época, le dedicó en 1984 “Las
murgas de Emilio El Moro”.
Emilio el Moro. “El emigrante”
Concha PIQUER (1906/1990). Si
Raquel Meller fue la reina del cuplé
y Lola Flores de la canción andalucista,
sin duda Concha Piquer ocupó el trono correspondiente a la copla. Su
interpretación de “Tatuaje”, ese tema
escrito en estado de gracia por León, Valerio y Quiroga es una obra maestra,
aunque no le vayan a la zaga sus versiones de “Ojos verdes”, “La bien pagá”,
“Romance de la Reina Mercedes”, “La otra”, “La niña de la estación”, “Y
sin embargo te quiero” o tantas otras de su repertorio. Se peodría decir
que la Piquer comenzó su carrera como Conchita y la terminó, prematuramente,
siendo ya Doña Concha.
Su
padre era albañil y su madre modista, y como tan ejercían en Valencia cuando
nació la cantante, que fue niña prodigio y empezó de niña en el oficio, como
tantas otras hijas e hijos de clase menesterosas, que debían empezar a
contribuir al mantenimiento familiar desde que tenían posibilidad de hacerlo,
explotando para ello sus facultades, fueran estas las de cantar o las de
conducir mulas. Debutó a los 11 años en teatro Sogueros de su ciudad natal,
extendiendo su gracia juvenil por los escenarios de la zona en los siguientes cuatro
años.
En
1920, tenía ya 15 años, conoció al maestro Penella, que se encaprichó de ella y
ni corto ni perezoso se la llevó de Valencia a Nueva York sin aplicarle
anestesia alguna. Allí la hizo participar en las representaciones de “El gato montés”, la opereta en tres
actos que ya el músico había estrenado en Valencia en 1917, y que dejó para el
futuro el popular pasodoble que le daba título. Las representaciones se
prolongaron durante tres meses en el teatro Park Theatre y en ellas participó
también Pastora Imperio, ya toda una
figura. Su estancia americana la sirvió para entrar en contacto con Hollywood,
que entonces estaba en los primeros balbuceos del cine sonoro y sus
protagonistas. En el Winter Garden de Brodway compartió escenario nada menos
que con Al Jolson y Eddie Cantor en la revista musical “The dancing girl”.
Aunque
el primer film sonoro se atribuye a Jolson y su “El cantor de jazz”, por ser la primera que se estrenó comercialmente
en 1923, ya antes se habían realizado diversos intentos de ponerle voz a las
imágenes mudas en movimiento, y Concha
Piquer protagonizó una de ellas. El cortometraje de once minutos, en el que
la española interpretaba una jota, un cuplé y un fado dando muestras de
singular desenvoltura ante la cámara, tuvo la mala suerte de que se utilizara
un sistema de sonorización, el Phonofilm, que fracasó rotundamente, y que el
director fuera un tal Lee de Forest, su inventor, antes un ingeniero que un
cineasta, lo que hizo que la peliculita se perdiera, hasta que fue rescatada
hace unos años y pasó a formar parte del archivo de la Biblioteca de
Washington.
http://www.rtve.es/alacarta/videos/imprescindibles/imprescindibles-rescata-primera-pelicula-sonora-castellano-concha-piquer/920639/
Regresó
a la patria en 1926, ya convertida en una figura en la distancia, categoría que
certificó en sus actuaciones españolas, lo que le valió que en junio de 1927 el
diario ABC la galardonara con su premio de belleza por una foto que había sido
portada de periódico. Pero el gusanillo internacional había anidado en el interior
de la artista y un año después puso rumbo a París, donde también triunfó,
incursionando de nuevo en el cine con la versión muda de “El negro que tenía el alma blanca”, la novela de Alberto Insua
adaptada por Benito Perojo, que volvió a contar con ella cuando realizó en 1935
la versión sonora, en la que la acompañaron Angelillo y Antoñita Colomé.
Desde
entonces su nombre quedó estampado en el firmamento de la canción española,
triunfando repetidamente en España y América convertida ya en una autentica
estrella. En 1933 se casó con el torero Antonio Márquez, del que tuvo una hija,
Conchita Márquez Piquer, también cantante, aunque de menor fuste. El estallido
de la guerra civil la pilló en Madrid con su marido, aunque en cuento pudieron
viajaron a París, para instalarse luego en la Sevilla tomada por Queipo de
Llano, desde donde recorrió la geografía tomada por los sublevados, cada vez
más amplia.
Acabada
la guerra, en 1940 se presentó por todo lo alto en Madrid en una actuación
organizada por la Asociación de la Prensa en la que también intervinieron La Niña de los Peines, La Macarrona, Pericón de Cádiz y Melchor
de Marchena. Fundamental en su trabajo fue el encuentro en estos años
guerreros con Rafael de León, del que ella mismo contó en 1981 una anécdota en
El País que no tiene desperdicio: “Yo
trabajaba en el teatro de la Exposición, en Sevilla; me estaba una tarde
maquillando; de repente llaman a la puerta del camarín y oigo una vocecita
dulce: «¿Se puede?». Pase. Y entra Rafael vestidito de soldado. Se quita la
gorrita y me dice con el cuello torcidito: «¿Usted es Conchita Piquer?». Y yo
le contestó: «Y usted es maricón?» «¡Huy! ¿En qué lo ha notado usted?». «En la
gorra». Y allí mismo nos hicimos amigos, y luego hemos pasado la vida juntos,
como dos hermanas. Y, claro, yo a veces le contaba cosas de mi vida, cosas que
me pasaban, ya digo, como una hermana, y él sacaba de eso tema para sus
canciones. Así que todas las que ha hecho Rafael tienen algo mío”.
Tan
enemiga de hacer bises, porque decía que las canciones repetidas perdían su
gracia, como amiga de viajar con numerosos baúles, lo que pasó a ser motivo del
famoso dicho popular, Concha Piquer también fue expeditiva a la hora de
retirarse. Lo hizo en 1958, sin previo aviso. Estaba actuando en el pueblo de
Reina Cristina cuando sintió que le fallaba la voz, al acabar bajó del
escenario con la decisión tomada, que cumplió, de no volver a subir a él,
aunque sí grabó posteriormente algunos discos.
Cocha Piquer. “Ojos verdes”
PRECIOSILLA (Manuela
Tejedor Clemente, 1893/1952). De Calatayud, como la famosa Dolores, a los 15
años debutó en el Petit Palace, luego Teatro Infanta Isabel, un amigo suizo le
puso el sobrenombre artístico por su belleza, que comparó con la del personaje
de Cervantes. De la mano de su descubridor, el maestro Quinito Valverde, marchó
a Paris, en donde combinó la actividad artística con los devaneos eróticos, de
los que parece ser que supo sacar buenos beneficios económicos. Al estallar la
Gran Guerra actuaba en el Paralelo Barcelonés por la friolera de 150 pesetas
diarias, que entonces daban para mucho.
Alcanzó
su mayor popularidad en los años 20 y 30, y fue un paradigma de lo que se llamó
Belle Epoque, llegando a grabar decenas de discos de pizarra. Hay en su vida
una circunstancia que tal vez mereciera la pena investigarse, pues tiene un
punto de contradicción que le confiere emotividad. Mujer de derechas y de
fuertes creencias religiosas, pese a su vida disipada, la guerra civil la pilló
en Madrid, donde permaneció durante toda la guerra actuando en teatros y para
los soldados, es de suponer que haciendo de tripas corazón. Tras la ocupación
por las tropas franquistas, y aunque contaba ya con 46 años a sus espaldas,
bien hubiera podido aprovecharse de las circunstancias, especialmente teniendo
en cuenta que durante la contienda había tenido que afrontar denuncias y
acusaciones. No lo hizo. Muy al contrario, se retiró totalmente de los escenarios
y dedicó lo que le quedaba de vida hasta su fallecimiento en 1952 a los
negocios, que según parece no se le dieron mal, y a las obras caritativas.
Los
títulos de algunas de las canciones con las que triunfó dan una idea de la
orientación de su arte: “El diábolo
francés”, “¡Ay! ¿qué me haces?”, “Una noche feliz”, “La danza del oso”, “Preciosilla”,
“El muñeco mecánico”, “El amor y el vitriolo”, “Lock-out”, “El pijama”, “La maja, el rey
y el torero”, “La manicura ideal”, “La rana del placer”, “Los pecados de Juanita”, “Su Alteza La Rumba”, “Ya s’ha constipao”...
EL PRINCIPE
GITANO
(Enrique Castellón Vargas, 1928/…) Gitano era, de familia chamarilera
valenciana, para más señas, y el apelativo de príncipe se lo gano por su
apostura y un desparpajo sin igual, que le condujo a interpretar sin el mayor
pudor canciones tan alejadas del gitanismo como el “Obladi, Oblada” beatleliano, o el “In the guetto” de Presley, que cantó en inglés y español. Quiso ser
torero, pero los cuernos le impresionaban demasiado. Debutó en 1946 y se
mantuvo en primera línea hasta comienzos de los 70, con números populares como
“La Tani”, “El reloj”, “Rosita de
Alejandría”, “Cariño de legionario”
o “Mimbrales”. Su éxito fue inmenso,
aunque quede poca memoria de él, llegando a montar cerca de 60 espectáculos y
grabando unas 1.800 canciones. Él fue el primero en cantar el luego famosísimo
“Porompompero”, aunque no pudo
grabarlo por problemas entre sellos discográficos y derechos. Manolo Escobar, entonces un joven
aspirante a estrella que actuaba en su compañía, se lo pidió prestado, el
Príncipe, que por algo lo era, se lo cedió, y ahí quedan los millones que se
llevaron el nuevo intérprete, los autores (Solano, Ochaíta y Valerio) y la casa
discográfica. Fue hermano de la gran bailaora Dolores Vargas, La Terremoto.
El
Príncipe Gitano. “In the ghetto”
Juanita REINA (1925/1999).
Sevillana del barrio de la Macarena, aprendió a bailar en la famosa academia de
Enrique el Cojo y a mediados de los
años cincuenta ya se destacaba en la prensa que cobraba medio millón de pesetas
por cada película que protagonizaba, entre las que figuran “La blanca paloma”,
con la que había debutado en 1941, “La
lola se va a los puertos” (1947) o “Lola
la piconera” (1951). Su primer espectáculo lo pagó con un préstamo su
padre, que se convertiría en su representante y empresario. Tuvo fama por no
interpretar canciones que estuvieran en el repertorio de otras cantantes,
aunque muchos de sus temas tuvieran luego numerosas versiones, como “Francisco Alegre”, “Capote de Grana y Oro” o “Y
sin embargo te quiero”. Ni que decir tiene que colaboró con el trío de oro,
Quintero, León y Quiroga y que viajó por toda América.
Enriqueta SERRANO
(190?/1958)
Catalogada como triple cómica, interpretó desde muy joven numerosas zarzuelas y
operetas, aunque no le hizo ascos al simple cuplé, género en el que marcó un
hito, al cantar en 1931 el muy significativo “Viva la República”, con el que daba la bienvenida al nuevo régimen.
Anduvo por América, en donde formó parte de la más importante compañía de
revistas de Buenos Aires y entró en contacto con la Paramount, que a su regreso
a Europa la contrató para participar en las versiones españolas de los filmes
estadounidenses que se rodaban en París.
Estando
trabajando en 1932 en el estreno de la opereta “Katiuska” en el teatro-cine Rialto de Madrid, conoció a Pablo
Sorozabal, ya entonces famoso músico, compositor de la obra, con quien se casó
en 1933 y quien le impuso, siguiendo la tradición de los maridos artistas y
pese a su ideología progresista, a retirarse de las tablas, aunque la permitió
seguir grabando discos. Tuvieron un hijo, el también compositor, y progresista,
Pablo Sorozabal Serrano, autor muy posteriormente, con Agustín García Calvo de
letristas, del Himno de la Comunidad Autónoma de Madrid. Al él se debe este
admirativo y cariñoso retrato de la artista: “Sus capacidades profesionales eran notables. Muy miope, en el escenario
no podía ver al director de orquesta, pero jamás, al cantar, cometió fallo
alguno de ritmo. Su voz era corta pero bien timbrada, con una impostación
natural. No era bailarina, pero bailaba con gracia y estilo adecuados a los
requerimientos de cada pieza.”
En
el Teatro Lope de Vega de Madrid se despidió definitivamente de la profesión en
1955 protagonizando “Brindis”, la única revista compuesta por su marido.
Enrique Serrano. “Manuel Azaña”
Carmen SEVILLA (María del
Carmen García Galisteo, 1930). Triunfó en todas las ramas del espectáculo,
aunque la variante en la que más destacó, sin olvidar la canción, fue la de
actriz, llegando a conseguir, especialmente en su mediana edad, algunas
actuaciones notables. En otra cinematografía bien podría haber sido una
Lollobrigida o una Pampanini (una Loren no, sería demasiado), para lo que ofrecía
una belleza de nuevo tipo, menos racial, mucho desparpajo y talento suficiente,
pero tuvo que conformarse con ser una folklórica más, aunque con especial
capacidad de supervivencia.
Subió
por primera vez a un escenario, con 12 años, en un espectáculo de Estrellita Castro, y desde ese momento
no lo dejo. En 1947 debutó en el cine de la mano de Juan de Orduña para pasar a
convertirse en la década siguiente en la más popular de las actrices españolas.
Protagonizó algunas de las películas más representativas de un cine que, sin
dejar de lado la tarjeta postal del andalucismo más rancio, intentaba una
cierta modernidad, que a veces se conoció con alguna de las muchas
coproducciones en las que participó.
Protagonizó
filmes tales como “Cuentos de La Alhambra”
(1950), de Florián Rey sobre el libro de Washington Irvin, “Violetas imperiales” (1952), de Richard
Pottier con Luis Mariano, con quien
coprotagonizó varias películas, “La
Pícara molinera” (1954), de León Klimovsky, “La fierecilla domada” (1955), de Antonio Román, “El Amor De Don Juan” (1956). De John
Berry, con el frances Fernandel, “Pan, amor y Andalucía” (1958), de Javier
Setó con Vittorio de Sica. En 1957 protagonizó con Jorge Mistral y Raff Vallone
“La venganza”, dirigida por Juan
Antonio Bardem, la primera película española que optó al Oscar a la mejor
película de habla no inglesa, aunque no se lo llevó porque ese año también se
presentaba “Mi tío”, de Jacques Tati,
que se alzó con la estautilla. A partir de cumplir los cuarenta intentó ampliar
sus registro, colaborando con Eloy de la Iglesia (“El techo de cristal”, 1971), José María Forqué (“La cera virgen”, 1971), Pedro Olea (“No es bueno que el hombre esté solo”, 1972) o Gonzalo Suárez (“La loba y la paloma”, 1973, y “Beatriz”, 1976).
Su
faceta musical resulta hoy más intrascendente, lo que no le impidió grabar una
buena cantidad de discos llenos de canciones del más variado jaez que, en
general, ya había popularizado otras artistas: “El relicario”, “Violeta
Imperiales”, “Con el catapún…”, “La luna y el toro”, “Romance de la otra”, “El morrondongo” o “Coplas de Luis Candelas”.
Lolita SEVILLA (Ángeles Moreno
Gómez, 1935/2013). Aunque con el tiempo se ha convertido en una mera comparsa
de la canción andalucista, merece pasar a la historia de la música española
aunque sólo sea por haber adornado con su presencia y su voz musical “Bienvenido Mister Marshall”, la película
de Luis García Berlanga que en 1952 le valió al nuevo cine español el
certificado de nacimiento.
Aunque
ya había cantado desde niña en su Sevilla natal, Lolita Sevilla debutó en
Madrid con 13 años, y a los 17 pudo disfrutar de su momento de gloria
interpretando el personaje de Carmen Vargas, “la gran estrella de la canción andaluza” según su representante, el
orondo Manolo Morán, en la película de Berlanga. La verdad es que el papel de
la estrella, que había sido impuesta por el productor como única condición para
pagar la película, no tenía mucho texto, apenas algún “ozú”, “ele” o “digo”,
pero en cambio Lolita Sevilla interpretaba cuatro canciones que pasarían a la
historia, especialmente “Coplillas de las
divisas”, más conocida por “Americanos”,
quizás la primera muestra de canción de sátira política de la España
franquista.
Circula
una extraña confusión sobre la autoría de estas canciones, cuya parte literaria
a menudo se atribuye a Miguel Mihura, que sí fue coguionista, junto al propio
Berlanga y a Juan Antonio Bardem, pero nada tuvo que ver con las susodichas
composiciones, cuyas letras se deben a José Luis Ochaita y Xandro Valerio y las
músicas al maestro Solano.
Lolita
Sevilla protagonizó otras películas, como “La
Chica del Barrio” (1956) o “Tremolina”
(1956, con Angelillo), e incluso
obtuvo un buen éxito acompañando a Antonio
Molina en “Malagueña” (1955),
pero ninguna fue como la de su debut. En cualquier caso siguió cantando y
grabando largo tiempo. En su último trabajo de 1996, cuando contaba ya 61 años,
incluyó los que se dice son las tres últimas canciones compuestas por Rafael de
León y Juan Solano, que hasta ese momento permanecían inéditas.
Lolita Sevilla. “Americanos”
GRACIA DE TRIANA (Gracia Jiménez
Zaya, 1918/1988). Sevillana de Triana, de ella escribió Álvaro Retana en 1954
que era “la estrella folklórica más enterada de lo que es el cante jondo”. En
su infancia también era conocida como “La Calentito”, un apelativo que le vino
de la falsa creencia de que su padre tenía una churrería, es decir, una
“calentería”, cuando en realidad era tejedor. Cosas de aquellos tiempos y de
gente de clase baja. Se hizo inmensamente popular con “Ovejitas blancas”, la canción de Perelló, Palma y Monreal que
interpretaba en la película “Castañuela”,
dirigida por Ramón Torrado en 1945, con la que obtuvo una gran popularidad que
ya no la abandonó. Intervino en siete películas más, entre las que son
reseñables “Escuadrilla” en la que
había debutado, “Malvaloca” o “La cruz de mayo”. Algunas de sus coplas
más reconocidas fueron “Qué buena soy”,
que incluyó en su primer disco de 1941, “Cantillanera”,
“La hija de don Juan Alba” o “Los aceituneros”. Cuando falleció
regentaba una pensión en la madrileña calle de la Luna. Está enterrada en el
cementerio de La Almudena.
Marifé de TRIANA (María Felisa
Martínez López, 1936/2013). Huérfana desde los nueve años, tuvo que buscarse
las habichuelas desde niña. Andaba por los doce o trece años cuándo la
introdujo en la profesión, ofreciéndola cantar en un programa de Radio Nacional,
el periodista David Cubedo, que también la bautizó artísticamente. A los trece
se sacó el carné de artista profesional, aunque oficialmente hubiera que haber
cumplido los 16 para poder acceder a él. En sus inicios actuó en varias
compañías de variedades, como el mítico Teatro Chino de Manolita Chen. Con el
aval de profesionales destacados, como Álvaro Retana y La Niña de los Peines, el gran éxito de sus trabajos iniciales en
los teatros la llevaron a grabar su primer disco en 1956 con una canción de
Lladrés, Gordillo y Sarmiento que llegaría a ser extremadamente famosa, “Torre de arena”, una auténtica joya de
la copla. Con la pasión y el ansia de popularidad de los recién llegados
declaró “Lola Flores no tiene voz para
sacar adelante cantes tan difíciles como las alegrías y las serranas”. A lo
mejor tenía razón, aunque no supiera valorar la enorme personalidad artística
de la ya famosa cantaora.
Su
popularidad fue inmensa y sus espectáculos de éxito se sucedieron año tras año.
Viajó por América y, naturalmente, hizo sus pinitos en el cine, medio que le
hubiera gustado frecuentar más pero que no le fue propicio, pese a que se la
llego a llamar “la actriz de la copla”, por el dramatismo que imprimía a sus
canciones. Aunque estrenó más de 500 canciones, buena parte de ellas compuestas
por el trío mágico de Quintero, León y Quiroga, quizás la más conocida de su
repertorio sea “María de la O”, que
ya había sido popularizada por Estrellita
Castro antes de la guerra civil. Otras composiciones que le dieron fama son
"La loba", "13 de mayo", “Te he de querer mientras viva”, “Esclava de tu amor”, "Romance
de Zamarrilla" o "Quién
dijo pena".
Marifé de Triana. “Torre de arena”
Juanito
VALDERRAMA
(1916/2004). Él mismo se tenía por el primer cantautor español, en cuanto a la
cronología se refiere, lo que no está lejos de ser verdad, considerando que fue
autor de buena parte de su repertorio. Especialmente destacada es su canción “El emigrante”, que escribió en 1949,
según su propia explicación posterior, en homenaje a los cientos de miles que
españoles que habían tenido que salir de su patria a raíz de la derrota
republicana. No es extraño. Valderrama, que ya había comenzado a cantar antes
de la guerra civil, se unió voluntario al estallar la guerra a un batallón
anarquista, con el que combatió en el frente. Se cuenta de “El emigrante”, y es anécdota famosa, que
habiéndola cantado ante Franco en una de aquellas actuaciones, obligatorias y
colectivas, de La Granja, se emocionó tanto el dictador al escucharla que le
pidió un bis, algo sumamente raro en aquellas veladas artístico-musicales.
A
pesar de no contar con un físico de galán, protagonizó siete películas, de las
que fueron sumamente famosas “El
emigrante” (1959) y “El padre
coplillas” (1968), compartiendo cartel en varias de ellas con la también
cantante Dolores Abril (1939), con
la que formó pareja artística y sentimental hasta el fin de sus días. Si la
parte artística dio lugar a un montón de grabaciones y espectáculos conjuntos,
entre los que destacan sus singulares “Peleas
en broma”, que adelantaban con mucho más humor las que décadas después
protagonizarían el dúo Pimpinela, la relación personal tiene su miga.
Oficialmente
la pareja se casó por lo civil en 1981, pese a que convivían maritalmente desde
1954, para acabar pasando por la iglesia para certificar la santidad de su
unión, o para cumplir con un acto social establecido, en 1989, cuando ya tenían
dos hijos. Valderrama, que contaba en su haber con un primer matrimonio y tres hijos
anteriores, no consiguió la nulidad hasta la llegada de la democracia, en 1979.
El hijo de la pareja, Juan Valderrana,
también se ha dedicado a la copla, intentando darle al género una perspectiva
contemporánea.
Juanito Valderrama. “El emigrante”
FILMOGRAFIA
1.914
La danza fatal. Película muda. Dirección: José
de Togores. Con Pastora Imperio.
1.916
Flor de Otoño. Película muda. Dirección: Mario
Caserini. Con Encarnación López “La Argentinita”.
1.917
Gitana Cañí. Película muda. Dirección: Armando
Pou. Con Pastora Imperio.
1.923
Rosario, la cortijera. Película muda.
Dirección: José Buchs. Con Elisa Ruiz Romero “la Romerito” y Encarnación López
“La Argentiniza”. Drama folklórico basado en la zarzuela de Manuel Paso y
Joaquín Dicenta, con música de Ruperto Chapí. Hay una versión de 1935 protagonizada
por Juanita Reina
Cortometraje de prueba cine sonoro. Concha
Piquer, Rodada en Estados Unidos, sin
distribución comercial.
1.927
El negro que tenía el alma blanca. Primera
versión muda. Director: Benito Perojo. Con Concha Piquer. Rodada en París.
1.928
La venenosa. Muda. Realizada en Paris por Roger Lion con Raquel
Meller, inspirada en una novela de El Caballero Audaz.
1.929
La bodega, rodada en París por Benito Perojo
sobre una novela de Vicente Blasco Ibañez, con Concha Piquer. Sonora.
1.932
La hermana San Sulpicio. Dirección
Florián Rey. Sonora. Con Imperio Argentina, que ya había protagonizado la
versión muda de 1927.
1.934
El novio de mamá. Dirección
Florián Rey. Con Imperio Argentina.
El negro que
tenía el alma
blanca. Segunda versión, sonora. Direccion: Benito
Perojo, con Antoñita Colomé y
Angelillo.
La verbena de la Paloma. Dirigida por
Benito Perojo con Raquel Rodrigo. Segunda adaptación, primera sonora, de la
zarzuela de Tomás Bretón. En 1921 se había rodado una versión muda y en 1963
Sáenz de Heredia dirigiría la tercera, con Concha Velasco.
1.935
Rosario la Cortijera. Dirección:
León Artola. Debut cinematográfico de Estrellita Castro. Con Niño de Utrera y
Niño Sabicas.
La hija de Juan Simón. Dirección:
José Luis Sáenz de Heredia. Productor ejecutivo: Luis Buñuel. Con Angelillo.
Hay versión de 1957 protagonizada por Antonio Molina.
Nobleza Baturra. Dirección
Florián Rey. Con Imperio Argentina.
Rataplán. Dirección Francisco Elías. Con
Antoñita Colomé.
Yo canto para ti. Dirección:
Fernando Roldán. Con Concha Piquer.
Currito de la Cruz. Dirección:
Fernando Delgado. Con Angellillo. Adaptación de la novela taurina de Alejandro
Pérez Lugin.
1.936
Morena Clara. Dirección: Florian Rey. Con
Imperio Argentina. Fue la película más taquillera de la República. Se siguió
proyectando en ambos bandos, hasta que en el republicano se retiró en 1937. Hay
versión de 1954 protagonizada por Antonio Molina.
María de la O, de Francisco Elias, con Pastora
Imperio y Carmen Amaya.
El bailarín y el trabajador. Dirigida por
Luis Marquina. Con Antoñita Colomé.
1.937
Centinela Alerta. Dirección:
Jean Gremillón, supervisada por Luis Buñuel. Con Angelillo.
1.938
El barbero de Sevilla. Dirigida
Benito Perojo, con Estrellita Castro. Rodada en Alemania.
Mariquilla terremoto. Dirigida por
Benito Perojo. Con Estrellita Castro. Rodada en Alemania.
Carmen la de Triana. Dirección
Florián Rey. Con Imperio Argentina. Rodada en Alemania.
1.939
La canción de Aixa. Dirección:
Florián Rey. Con imperio Argentina.
Suspiros de España. Dirección:
Benito Perojo. Con Estrellita Castro. Rodada en Alemania.
La marquesona, de Eugenio Fernández Ardavín. Con Pastora
Imperio.
Martingala, de Fernando Mignoni. Debut
cinematográfico de Lola Flores.
1.940
Los hijos de la noche, de Benito
Perojo con Estrellita Castro.
La gitanilla, de Fernando Delgado, con
Estrellita Castro.
La Dolores, de Florian Rey, con Conchita
Piquer.
1.941
Torbellino. Dirección Luis Marquina. Con
Estrellita Castro.
A la lima y el limón. Mediometraje
sobre la canción de Quintero León y Quiroga. Dirigida por el dramaturgo José
López Rubio, que hizo lo propio con otras canciones populares como La
Petenera o Rosa de África, con Maruja Tomás.
1.942
Goyescas. Dirección: Benito Perojo. Con Imperio
Argentina.
La blanca Paloma. Claudio de la
Torre. Con Juanita Reina.
1.943
Canelita en rama. Dirección: Eduardo
García Maroto. Con Juanita Reina y Pastora Imperio.
1.945
Bambú. Director: José Luis Sáenz de Heredia.
Con Imperio Argentina y Sara Montiel.
Castañuela. Dirección Ramón Torrado. Con
Gracia de Triana.
Se le fue el novio, Dirección:
Julio Salvador, con Sara Montiel.
1.947
Serenata Española. Dirección:
Juan de Orduña. Con Juanita Reina.
Embrujo. Dirección: Carlos Serrano de Osma. Con
Lola Flores y Manolo Caracol.
La Lola se va a los Puertos. Dirección: Con
Juanita Reina.
1.949
Jalisco canta en Sevilla. Dirección
Fernando de Fuentes, con Carmen Sevilla y Jorge Negrete.
1.950
Sucedió en la Alhambra, de Florian
Rey, con Carmen Sevilla
Debla, la virgen gitana. Dirección: Ramón
Torrado. Con Paquita Rico.
1.951
Lola la piconera. Dirección:
Luis Lucía. Con Juanita Reina.
La niña de la venta, de Ramón
Torrado. Con Lola Flores y Manolo Caracol.
Sueño de Andalucía. Dirección Luis
Lucía. Con Carmen Sevilla y Luis Mariano.
María Morena. Dirección: José María Forqué y
Pedro Lazaga. Con Paquita Rico.
1.952
La hermana San Sulpicio (Tercera
versión), de Luis Lucia con Carmen Sevilla.
Violetas Imperiales. Dirección:
Luis Lucía. Con Carmen Sevilla y Luis Mariano.
Gloria, Dirección: Luis Lucia, con Juanita
Reina.
La estrella de Sierra Morena. Dirección:
Ramón Torrado. Con Lola Flores.
Duende y misterio del flamenco. Documental
netamente flamenco de Edgar Neville, con María Luz Galicia, Antonio y Pilar
López, Fernanda y Bernarda de Utrera y Aurelio Sellé.
Gloria Mairena. Dirección: Luis Lucía. España, Con
Juanita Reina.
1.953
Bienvenido Mister Marshall. Dirección:
Luis García Berlanga. Con Lolita Sevilla.
La alegre caravana. Dirección de
Ramón Torrado y Pedro Lazaga. Con Paquita Rico.
Pena, penita, pena. Dirección
Miguel Morayta. Con Lola Flores. Rodada en México.
El duende de Jerez. Director
Daniel Mangrane. Con Paquita Rico.
Gitana tenías que ser. Dirección
Rafael Baledón. Con Carmen Sevilla y Pedro Infante.
1.954
Morena Clara, Dirección: Luis Lucia. Con Lola
Flores.
La danza de los deseos. Dirección: Florián
Rey. Con Lola Flores.
Amor sobre ruedas. Dirección
Ramón Torrado. Con Carmen Morell y Pepe Blanco.
El pescador de coplas, Dirección:
Antonio del Amo, can Antonio Molina y Marujita Díaz.
Malvaloca, Dirección: Ramón Torrado. Con Paquita
Rico.
La bella de Cádiz (segunda parte
de Sueño de Andalucía). Dirección
Raymond Bernard. Con Luis Mariano y Carmen Sevilla.
Aventuras del barbero de Sevilla. Dirección:
Ladislao Vajda. Con Luis Mariano y
Lolita Sevilla.
La hermana alegría. Dirección:
Luis Lucia, con Lola Flores.
La bella Otero. Dirección de Richard
Pottier. Con María Félix (En 1983 se
hizo un versión televisiva protagonizada por Ángela Molina y dirigida por José
María Sánchez..
Un caballero Andaluz. Dirección:
Luis Lucia. Con Carmen Sevilla.
Sucedió en Sevilla. Dirección:
José G. Maesso. Con Juanita Reina.
1.955
Suspiros de Triana. Dirección:
Ramón Torrado. Con Angelillo y Paquita Rico.
Amor sobre ruedas. Dirección: Ramón Torrado.
Con Pepe Blanco y Carmen Morell.
Polvorilla. Dirección Florián Rey. Con
Marujita Díaz.
Esta voz es una mina. Dirección: Luis
Lucía. Con Antonio Molina.
1.956
Malagueña. Dirección: Ricardo Núñez. Con Antonio
Molina y Lolita Sevilla.
La faraona. Dirección Rene Cardona. Con
Lola Flores.
1.957
El último cuplé. Dirección Juan
de Orduña. Con Sara Montiel
La hija de Juan Simón. Dirección:
Gonzalo Delgrás. Con Antonio Molina.
1.958
La violetera. De Luis César Amadori. Con Sara
Montiel
Canto para ti. Dirección: Sebastián Almeida. Con
Marifé deTriana
Pan, amor y Andalucía. Dirección:
Javier Setó. Con Carmen Sevilla.
El Cristo de los faroles. Dirección:
Gonzalo Delgrás. Con Antonio Molina.
1.959
Carmen de Ronda, de Tulio
Demicheli. Con Sara Montiel.
Y después del cuplé. Dirección
Ernesto Arencibia, con Marujira Díaz.
La copla andaluza. Dirección:
Jerónimo Mihura. Con La Paquera de Jerez, Porrina de Badajoz, Rafael Farina,
Calderas de Salamanca y Beni de Cádiz.
Bajo el cielo andaluz. Dirección: Arturo
Ruiz Castillo. Con Marifé deTriana
La novia de Juan Lucero. Dirección: Santos
Alcocer. Con Juanita Reina.
Venta de Vargas. Dirección: Enrique
Cahen Salaberry. Con Lola Flores.
1.960
Café de Chinitas. Dirección:
Gonzalo Delgrás. Con Antonio Molina y Rafael Farina.
La Corista. Dirección José María Elorrieta.
Con Marujita Díaz.
El emigrante. Dirección: Sebastián Almeida.
Con Juanito Valderrama.
1.961
Puente de Coplas. Dirección
Santos Alcocer. Con Antonio Molina y Rafael Farina.
La cumparsita. De Enrique Carreras. Con Marujita
Díaz.
1.962
La reina del Chantecler. Dirección:
Rafael Gil. Con Sara Montiel.
1.963
Los Tarantos. Dirección: Francisco Rovira
Veleta. Con Carmen Amaya, Antonio Gades, Sara Lezana. Excelente versión
flamenca de “Romeo y Julieta”
Los guerrilleros. Dirección:
Pero Luis Ramírez. Debut cinematográfico de Manolo Escobar y Rocío Jurado.
La viudita naviera. Dirigida por
Luis Marquina. Con Paquita Rico.
La casta Susana. Dirección:
Luis Marquina. Con Marujita Díaz.
1.964
La gitana y el charro. Dirección Gilberto
Martínez Solares. Con Lola Flores.
1.965
Puente de coplas. Dirección: Santos
Alcocer. Con Antonio Molina y Rafael Farina.
Mi canción es para ti. Dirección:
Ramón Torrado. Con Manolo Escobar.
1.966
Camino del Rocío, de Rafael Gil,
con Carmen Sevilla.
De barro y oro, de Joaquín Bollo Muro, con
Juanito Valderrama.
El padre Manolo, de Ramón Torrado,
con Manolo Escobar.
Un beso en el puerto. Dirección:
Ramón Torrado. Con Manolo Escobar.
1.967
El
milagro del cante, Dirección: José María Zabalza, con
el Príncipe Gitano y Rafael
Fariña.
El amor brujo. Dirección: Francisco Rovira
Veleta. Con Antonio Gades, La Polaca, Rafael de Córdova. (En 1986 Carlos Saura
realizó una nueva versión del ballet de Manuel de Falla con el mismo Antonio
Gades de protagonista, acompañado en este caso por Cristina Hoyos y Rocío
Jurado, que se mostraba como jonda cantaora de flamenco).
Pero… ¿en qué país vivimos? Dirección: José
Luis Sáenz de Heredia. Con Manolo Escobar.
1.968
El Padre Coplillas. Dirección: Ramón
Comas. Con Juanito Valderrama y Dolores Abril
Materiales para una historia de la música popular española