La fabulosa
historia de ROSITA DÍAZ GIMENO, estrella cinematográfica, nuera de don Juan
Negrín, exiliada y primera actriz anónima de la historia del cine
Rosita
Díaz Gimeno --quizás con Imperio Argentina la actriz de mayor popularidad del
cine español de preguerra-- se acababa de casar en 1939 con el neurocirujano (y
aviador durante la guerra) Juan Negrín Fidelman, hijo mayor del médico y
fisiólogo Juan Negrín López, Presidente del Gobierno de La República, con el que veía
manteniendo relaciones desde hacía algún tiempo, y que tras la boda adoptó y
dio su apellido al hijo natural que la actriz había tenido en 1926, tras un
matrimonio juvenil con el también actor, aunque de menor futuro, Paco Alagón,
que acabó en separación primero y luego en divorcio, al que no pudieron acceder
hasta la llegada de la República en 1931, que lo legalizó.
Sin
embargo, la enorme popularidad de que gozaba no la había ganado por influencias
políticas familiares ni por escándalos morales, sino por el intenso y valioso
trabajo que había realizado en el cine y el teatro. Rosita Díaz Gimeno se había
iniciado muy joven en los escenarios formando parte de la prestigiosa compañía
de Gregorio Martínez Sierra (el dramaturgo que jamás escribió un texto,
laboriosa tarea que dejaba a su esposa, la muy interesante María Lejárraga) y
Catalina Barcena (de renombre similar entonces al de Margarita Xirgu) y había
sido la primera actriz española en rodar para la Paramount en los parisinos
estudios de Joinville, donde se destetó artísticamente a los pechos de Imperio
Argentina.
Al
filo de la llegada de la República, Rosita era ya una estrella cinematográfica
en España, donde había trabajado con los directores más prestigiosos, tales como Benito Perojo o Florián Rey. En 1934 la reclamó Hollywood, y allí, en la FOX,
protagonizó sus propias películas, con argumentos originales, no simplemente versiones castellanas de films en inglés,
que obtuvieron un destacado éxito, al parecer, entre los públicos latinos, pues
estaban habladas en español y españoles eran los temas. Alli protagonizó, a petición propia, las adaptaciones de “Angelina o el honor de un brigadier”, de
Enrique Jardiel Poncela, y de “Rosa de
Francia”, con argumento de Luis Fernández Ardavín y Eduardo Marquina.
Ya de vuelta en España convertida en una estrella, el
estallido de la guerra civil la pilló en Córdoba, donde estaba rodando los
exteriores de la película que protagonizaba, “El genio alegre”, basada en la obra teatral de los hermanos Álvarez Quintero que dirigía Fernando Delgado.
El
inmediato triunfo de los sublevados en la ciudad y el descontrol provocado por el alzamiento
obligaron a la suspensión del rodaje. Aunque la actriz había mostrado en
numerosas entrevistas y apariciones públicas sus ideas progresistas y su
fidelidad a la República, tampoco tenía una personalidad política tan definida
como para ser víctima inmediata de la represión. Rosita era una mujer moderna,
deportista, lectora, cosmopolita y con un sentido liberal y abierto de la moral
y el sexo. De alguna forma venía a representar la nueva mujer de la República,
con la que evidentemente simpatizaba, pero su ideología no iba más allá. No
parece que diera el perfil de víctima propiciatoria de los
sublevados. Además, era famosa, lo que en principio la protegía pero que también podía volverse en su contra. Como sucedió. En los días en
que permaneció en el hotel pensando lo que podía hacer --y hablándolo con otros
miembros de la película, también republicanos, que igualmente serían detenidos
y alguno de ellos acabó en el exilio-- recibió una llamada telefónica que
despertó la voracidad represora de las nuevas autoridades.
Quien
la llamaba desde Madrid era su novio, Juan Negrín Fidelman, con la intención de
conocer la situación en que se encontraba, y, es de suponer, para intentar
ayudarla. Parece ser que la llamada fue interceptada o escuchada, y el simple
nombre del interlocutor debió despertar las sospechas suficientes como para
detener a la actriz, aunque su encierro duro breve tiempo. Días, cuentan unos, o meses, aseguran otros, que sobre esto no se ponen de acuerdo los que saben.
También hay fuentes que indican que quien delató la llamada recibida por Rosita
fue su coprotagonista, Fernando Fernández de Córdoba, falangista de primera
hora que pasaría a la historia por ser el locutor que tres años después le puso
voz al histórico parte de guerra del Caudillo que comenzaba con la famosa frase
“En el día de hoy, cautivo y desarmado el
Ejército rojo…”
Fuera
cual fuera la verdad de aquel momento confuso, que parece ser que Rosita era
dada a fantasear cuando hablaba de sí misma, el hecho es que la actriz consigue
abandonar la España sublevada en mayo de 1937, cuando ya se habían publicado,
en la otra zona, claro, noticias de su fusilamiento y, según algún estudioso
posterior, tal vez formando parte de un intercambio con presos facciosos,
negociaciones en las que hubiera participado quizás el mismísimo cuñado del
Caudillo, Ramón Serrano Suñer. Fueran como fueran estos sucedidos, que en esta etapa de la vida de la actriz hay mucha confusión, el hecho es que Rosita salió a Francia por Irún. Y otra vez retomamos las incertidumbres. Según cuentan algunos, sin mayor
apoyatura documental, todo sea dicho, al otro lado de la frontera la esperaba Benito Perojo
para ofrecerle ir con él a Alemania a rodar allí películas como las que luego él
dirigiría, pero con Estrellita Castro como protagonista. La actriz rechazó la
oferta, y muy por el contrario, tras un nuevo interludio hollywoodense para
protagonizar “La vida bohemia” (John
Alton-Josef Berne-Edgar G. Ulmer, 1937), regresa a la España republicana para
regularizar al fin su relación con Juan Negrín Fidelman, con quien se casó casi finalizada la guerra y con quien partió
definitivamente al exilio en el momento de la derrota. Periplo americano
Con Juan Negrín en Barcelona. 1980
Ya en el exilio, instalada
en Nueva York con el resto de la familia Negrín, desarrolló una intensa
actividad interpretativa y cultural, tanto en Estados Unidos como en México. En
el primer país, además de participar como actriz en numerosos montajes
teatrales en español y en inglés (“La
casa de té de la luna de agosto”, por ejemplo, que estrenó en nuestro idioma), compartió con frecuencia
conferencias y seminarios en diversas universidades y fue miembro de honor de
las de Hoffstra y Princeton y de la Asociación de Licenciados y Doctores de
Estados Unidos. Una larga marcha del mundo de los cómicos al de los académicos
que cuenta mucho sobre la personalidad de la actriz.
En
México protagonizó las que serían sus tres últimas películas: “Pepita Jiménez”, adaptación de la novela
de Juan Valera, que dirigió el que entonces era la estrella emergente entre los
nuevos realizadores mexicanos, Emilio “Indio”
Fernández, “El último amor de Goya”
(1946), del también exiliado español (y guionista habitual de Cantinflas) Jaime
Salvador, y “El canto de la sirena”
(1948), bajo la batuta del estadounidense Norman Foster, al que se deben
algunas joyas del cine más cutre como la serie de Charlie Chan. Fueron tres
películas, especialmente las dos primeras, de prestigio y que tuvieron buena
acogida, sin embargo Rosita Díaz Jimeno, que tenía 37 años (según ella, porque según
otros ya había llegado a los 40) decidió dejar la pantalla para siempre,
dedicándose en exclusiva a la labor teatral y docente hasta su fallecimiento en
Nueva York en 1986.
Con Luis Buñuel en USA. 1940
En
un país y otro mantuvo una intensa relación con Luis Buñuel, al que había
conocido en España y con quien, ya en el exilio planeó proyectos conjuntos que
no llegaron a realizarse. La historia entre ambos, que al parecer se inició en Nueva York,
donde él sobrevivía archivando películas en el Museo de Arte Moderno, debió tener su aquel, aunque sin salirse de los
límites del platonismo amoroso más estricto. Según le confesó Buñuel por carta a
su amigo Max Aub estaba “enamorado”
de ella, aunque la historia no hubiera cuajado en nada tangible porque para él
“la mujer de un amigo es sagrada”. Epílogo en el anonimato
Aún cabe un breve epílogo para esta historia
de Rosita Díaz Gimeno. Un epílogo que trata, más que nada, de la miseria moral de los vencedores. Nada más acabada guerra, necesitados como estaba el nuevo régimen de dar la impresión de que todo había entrado en la mayor
normalidad, se reanudó el rodaje interrumpido en Córdoba tres años antes, y finalmente “El genio alegre” se estrenó en diciembre
de aquel mismo 1939. Dado que tanto Rosita como otros intérpretes de la película se
habían exiliado, entre ellos la actriz Anita Sevilla y el actor Edmundo Barbero, que
acabaron su vida artística en México y El Salvador respectivamente, hubo que
utilizar dobles en los planos que faltaban por filmar, muy pocos, y doblar totalmente sus
voces en la copia final, de manera que los espectadores vieron a los actores la cara que ya conocían pero hablando de otra manera.
Pero
ese no fue el único estropicio. Es sabido que el franquismo utilizó como forma
de censurar los films estadounidenses la eliminación en toda la publicidad de
los nombres de los intérpretes que se habían
solidarizado con la República durante la guerra civil. Tal fue el caso, por
ejemplo, de Bette Davis, Douglas Fairbanks o John Garfield, quien en los carteles de “Los peligros de la gloria” era anunciado exclusivamente como “el formidable actor de ‘Contra el imperio del crimen’”.
Sin
embargo, para Rosita Díaz Gimeno y los otros intérpretes exiliados de “El genio alegre” aquello no era
bastante. Los censores, que siempre entendieron mucho de cine, dios los guíe mientras existan, decidieron cortar por lo sano, y, sencillamente, no sólo suprimir su nombre de los carteles, las informaciones y la publicidad de la
película, como hacían con los americanos, sino que los eliminaron incluso de los propios títulos de crédito del filme. En la pantalla estaba su rostro, su cuerpo, sus gestos, pero era la actuación de nadie. Un hecho que convierte a Rosita Díaz Gimeno en la primera,
y probablemente única, protagonista anónima de la historia del cine. Por supuesto que todos los espectadores de "El genio alegre" la debieron reconocer al instante, pues su fama era enorme, y debieron extrañarse, pero eso eran cosas que sólo se comentaban en confianza y en voz baja.
El
exilio de la actriz y el silencio sobre su nombre impuesto por el franquismo
impidieron que Rosita Díaz Gimeno ocupara en la historia del cine español, y probablemente también en la de la actividad intelectual, el
papel que sin duda le hubiera correspondido de ser otras las circunstancias
históricas que le tocó vivir. Tanto es así, que quien consulte Wikipedia
encontrará su vida reducida a 10 líneas contadas y tan solo se citan someramente en ellas cuatro de sus películas. Creo que en La Historia Grande hay historias pequeñas, como esta, que
merecen ser recordadas. Dado que de una actriz se trata, tal vez lo más
provechoso sea recopilar su filmografía íntegra (espero que lo sea), que en
internet no he encontrado reunida en una sola fuente, con las fichas técnica y artística correspondiente
que he logrado conseguir. La relación no es demasiado larga, tan sólo 16 títulos en 18
años de carrera cinematográfica, ni son de especial relevancia artística sus películas,
aparte de las circunstancias históricas y personales que las rodearon. Sin embargo, la lista resulta
representativa de lo que esta actriz, intelectual y persona relevante pudo haber sido en
España y no le dejaron ser.
FILMOGRAFIA DE ROSITA DÍAZ GIMENO
1930. Un hombre de suerte
Dirección: Benito Perojo
Producción: Paramount, rodada en Joinville (París)
Guión: Adaptación de una comedia de Yves Mirande y Gustave Quinson con guión de Pedro Muñoz Seca a cargo de Pedro Muñoz Seca y René Barberis.
Intérpretes: María Luz Callejo, Carlos San Martín, Helena D'Algy, Rosita Díaz Gimeno, Amelia Muñoz y Roberto Iglesias.
1931. Un caballero de frac
Dirección: Roger Capellani y Carlos San Martín.
Producción: Paramount Paris
Guión: John McDermott , Yves Mirande, André Picard , Saint-Granier
Intérpretes: Roberto Rey, Gloria Guzmán, Rosita Díaz Gimeno , Gabriel Algara, Luis Llaneza.
1931.Su noche de bodas
Dirección, Louis Mercanton y Florián Rey
Producción: España-Francia-USA (Paramount París)
Guión: Luis Fernández Ardavín, adaptación de la comedia de Gábor Drégely "El marido de la señorita",
Intérpretes: Imperio Argentina, Miguel Ligero, Manuel Russell, Rosita Díaz Gimeno, Emilia Barrado, Olga Valéry, Antonio Monjardin, Antonia Arévalo, José Romeu, Alberto Cavalcanti, Beatriz da Conceição (Beatriz Costa), Clara Bow.
1931. Lo mejor es reír
Dirección: E.W. Emo y Florián Rey
Producción: Paramount París
Guión: Pedro Muñoz Seca y Benno Vigny sobre un argumento de Harry d'Abbadie d'Arrast y Douglas Z. Doty
Intérpretes: Imperio Argentina, Tony D'Algy, Rosita Díaz Gimeno, Manuel Russell, Carlos San Martín.
1932. El hombre que se reía del amor
Dirección: Benito Perojo
Producción: Star Films (España)
Guión: Benito Perojo
Intérpretes: Rafael Rivelles , María Fernanda Ladrón de Guevara , Ricardo Núñez , Rosita Díaz Gimeno, Gabriel Algara , Antoñita Colomé , Pilar Soler , Julio Roos , José Rivero
1933. Sierra de Ronda
Guión y dirección: Florián Rey
Intérpretes: Antonio Portago, Rosita Díaz Gimeno, Marina Torres, Fuensanta Lorente, Leo de Córdoba. Ficha técnica
1934. La Dolorosa
Dirección: Jean Grémillon
Producción: Ediciones PCE / Producciones España C.
Guión: Jean Grémillon sobre la Zarzuela del mismo título del maestro Serrano con libreto de Juan José Lorente.
Intérpretes: Rosita Díaz Gimeno , Mary Amparo Bosch, Pilar García, Eva López, María Anaya.
La Dolorosa. Completa
1934 Susana tiene un secreto
Dirección: Benito Perojo.
Producción: Orphea Films.
Guión: Honorio Maura y Gregorio Martínez Sierra sobre su propia comedia teatral.
Intérpretes: Rosita Díaz Gimeno, Ricardo Núñez, Miguel Ligero, María Fernanda Ladrón de Guevara, Rafael Rivelles, Antoñita Colomé.
1934 Se ha fugado un preso
Dirección: Benito Perojo.
Producción: Orphea Films
Guión: Benito Perojo sobre un argumento de Enrique Jardiel Poncela.
Intérpretes: Rosita Díaz Gimeno, Juan de Landa, Ricardo Núñez, Carmen Delgado, Pepita Carrera.
1935 Angelina o el Honor de un Brigadier
Dirección: Louis King y Miguel de Zárraga.
Producción: Fox Film Corporation
Guión: Enrique Jardiel Poncela y Elizabeth Reinhardt sobre la obra teatral del primero.
Intérpretes: Rosita Díaz Gimeno, José Crespo, Enrique de Rosas, Julio Peña, Rina De Liguoro, Juan Torena, Andrés de Segurola, Romualdo Tirado, Ligia de Golconda, Francisco Moreno, José Peña.
1935 Rosa de Francia
Dirección: José López Rubio y Gordon Wiles.
Guión: Helen Logan y José López Rubio sobre un argumento de Luis Fernández Ardavín y Eduardo Marquina.
Intérpretes: Rosita Díaz Gimeno, José Peña, Antonio Moreno, Consuelo Frank, Jinx Falkenburg, Chito Alonso, D'Arcy Corrigan.
1937 La vida bohemia
Dirección: John Alton, Josef Berne, Edgar G. Ulmer
Guión: José López Rubio. Adaptación de La Boheme de Giacomo Puccini
Producción: Cantabria Films. Rodada en USA y distribuida por Columbia Pictures
Intérpretes: Rosita Díaz Gimeno, Gilbert Roland, José Cresto, Miguel Ligero, Romualdo Tirado.
1936/1939 El genio alegre
Dirección: Fernando Delgado.
Guión: Fernando Delgado, sobre la obra de los hermanos Álvarez Quintero.
Producción: Córdoba Film Office.
Intérpretes: Rosita Díaz Gimeno (suprimido su nombre en el rodaje final), Leocadia Alba Lolita Astolfi, Edmundo Barbero, Fernando Fernández de Córdoba. Armando Calvo, Juan Calvo, Concha Catalá, Erasmo Pascual, Antonio Vico, Alberto Romea.
1946 Pepita Jiménez
Dirección: Emilio Indio Fernández
Producción: Producciones Cafisa y Águila Films. México.
Guión: Mauricio Magdaleno, Emilio Indio Fernández, sobre la novela de Juan Valera)
Intérpretes: Rosita Díaz Gimeno, Ricardo Montalbán, Fortunio Bonanova, Consuelo Guerrero de Luna, Carlos Orellana, Rafael Alcayde, Julio Villarreal, José Morcillo
Pepita Jiménez. Fragmento
1946 El último amor de Goya
Dirección: Jaime Salvador.
Producción: Concordia Films. México
Guión: Jaime Salvador, Carlos Martínez Baena y Enrique G. Alonso.
Intérpretes: Miguel Arenas, Rosita Díaz Gimeno, Paul Cambo,Juan M. Castillo, Julio Daneri, Celeste Grijo, Domingo Soler, Gustavo Rojo.
1948 El canto de la sirena
Dirección: Norman Foster.
Producción: Jesús Bracho.
Guión: Edmundo Báez, Álvaro Custodio y Norman Foster
Intérpretes: Rodolfo Acosta, Rosita Díaz Gimeno, Mario Caballero, Tito Junco, Jesús Maza, Virginia Serret, Julián Soler.
En 1990, bajo el seudónimo de La
Bestia del Lago, Herminia Bevia, Antonio Resines y yo mismo, guionizamos y
dirigimos para La 2 de TVE la serie “España en Solfa”, un intento de
contar la historia de la música popular española del siglo XX mediante la
mezcla de documental y ligeras tramas de ficción. Ricardo Solfa protagonizó las
12 emisiones del programa. Se abordaron desde el folklore o la copla hasta el
pop y el rock, los cantautores o el underground patrio, pasando por la canción
durante la guerra civil o los intercambios musicales entre España y Sudamérica
y acabando en las primeras muestras de hip-hop nacional.
Para preparar los guiones
realizamos un cierto trabajo de documentación que quedó plasmado en un largo
rimero de folios que hacer unos meses encontré en una caja y que ahora pienso
que pueden tener una cierta utilidad. Al final se reunieron alrededor de, no
sé, entre 600 y 800 páginas llenas de datos, análisis, cronológicas,
bibliografías, biografías, discografías y más sobre cada uno de los temas que
se abordaron en la serie. Ni que decir tiene que hoy se puede encontrar en
internet, una auténtica hemeroteca virtual que entonces no existía, muchos más detalles
de los que nosotros recogimos, pero la verdad es que no he encontrado todo este
volumen de información junto, reunido e inter relacionado en un sólo trabajo.
Sirvan pues estos “cuelgues” como una aportación a la historia de la música
popular española del siglo XX, es decir de su proceso de transformación del
folklore a canción contemporánea, un tema aún por estudiar en su sentido más
amplio y completo.
Dada la fecha en que se realizó
el trabajo (insisto: 1990) y las condiciones en que se ha conservado, pienso
que se debe tomar cuanto en él se asegura con las prevenciones correspondientes
a no conservar las citas que justifican cada afirmación. Aunque no se concrete,
los datos que se ofrecen se extrajeron de las respectivas bibliografías de cada
capítulo. Se recomienda que, caso de utilizarse, se confirmen por otras vías,
que hoy en día son fácilmente accesibles.
El folklore
tradicional y su marcha hacia la música de raíz
Aunque
se puede afirmar que la música popular precedió a la culta, las influencias entre
lo culto y lo popular son innegables en cualquier sociedad, por más primitiva
que sea. Se ha considerado como música popular aquella mantenida por
transmisión oral y que ha evolucionado debido a tres factores: la selección del
repertorio que cada pueblo decidía incorporar, la variación con que se
transmitía y la continuidad con que permanecía a través de esa necesaria
transmisión. Aunque la creación haya sido obligatoriamente individual, normalmente anónima, al adoptarla (y
adaptarla) un grupo determinado se convertía en obra colectiva "viva y
renovada" en la medida en que cada versión local o personal de una canción
determinada era nueva en cada momento.
El
elemento esencial de información ha radicado siempre en la tradición, ya fuese
oral o escrita, que puede permanecer intacta, gracias sobre todo al aislamiento
geográfico o lingüístico; o verse alterada por modificación de las relaciones
sociales o de la cultura, perdida de funcionalidad e incluso por la mediación
del mismo investigador. Ya Agapito
Marazuela señaló en su momento que el principal peligro para el folklore
era la "desautorización" de la cultura tradicional a la que conducía
la difusión de los nuevos valores de la industrialización:
“Sobradamente conocidas son las causas que
motivaron la decadencia y casi desaparición de las manifestaciones folklóricas
en Castilla desde comienzos del siglo... La invasión de la música mecánica y la
importación de música exótica a todo pasto, difundidas a todos los meridianos a
través de los modernos medios de propaganda, hicieron que la juventud
abandonase sus propios valores folklóricos estimándolos arcaicos y pasados de
moda...”
Las
canciones populares se han transmitido de muy diversas maneras v en diferentes
versiones, según el momento o lugar, pero hasta fechas recientes siempre en su
ambiente natural. Las ocasiones habituales para su interpretación han estado
ligadas a circunstancia importantes (tales como las bodas o el trabajo),
festivas (rondas, mayos, compromisos), fechas señaladas (villancicos,
aguinaldos). Los textos de la canción tradicional cubren todas las variantes
posibles, desde la sátira (personal, política, anticlerical, entre pueblos), a
las tareas de sustento (vendimia, siembra, recogida, matanza, cosecha,
molienda), la crónica de hechos históricos (batallas, victorias, venganzas),
los asuntos amorosos (noviazgos, bodas, compromisos), los religiosos (loas,
invocaciones, rogativas, santos ejemplos) o los truculentos (asesinato,
infanticidio, incesto, adulterio).
La
música popular era hasta el siglo pasado algo directamente relacionado con la
vida, los sentimientos y las actividades de los mismos que las creaban y
cantaban: Su vigor y representatividad se veía incrementado por las variaciones
que cada canción sufría, en los textos, las formas de interpretarlas o en su
significado y utilidad, muestras de los cambios sufridos en la comunidad en la
que había nacido y de las que eran expresión. Naturalmente, cuando más avanzaba
la sociedad, más cambiaban las canciones, y más lejos estaban de sus orígenes.
Era la opinión de César A. Cui (compositor
ruso que formó parte del llamado “grupo de los cinco” junto a Mili Balákirev,
Aleksandr Borodín, Músorgski y Rimski-Kórsakov, del que fue su principal
teórico en la creación de una música “nacional” rusa), quien sostenía ya a
principios de siglo que, salvo en España y otros pocos países europeos, ya
resultaba difícil escuchar una canción real y originalmente popular:
“...Es muy probable que de aquí a un siglo o dos la
canción folklórica haya desaparecido completamente de una Europa invadida por
la música llamada civilizada. Así pues, las colecciones del arte del pueblo
llegarán a ser preciosas, pues serán el último refugio del genio musical del
pueblo.”
Las
canciones populares comenzaron a recopilarse, no tanto a estudiarse, desde el
mismo momento en que apareció la escritura y fue posible fijarlas sobre papel.
Ya en el siglo XIII existían recopilaciones de temas populares que guardan
analogías con otros cantados todavía hoy en varias regiones españolas. Muchas
de estas canciones reaparecen en las Cantigas
de Alfonso el Sabio. Desde el siglo XV se publican recopilaciones como el Cancioner Musical de Palaci, Cancionero Musical de Medinaceli, Cancionero de Upsala o el Cancionero de Claudio de la Sablonora.
El llamado Salinas, inmortalizado en
los versos de Fray Luis de León, constituye en el XVI un ejemplo de temprano
folklorista, en la medida en que se dedicó a transcribir cantos populares que
él consideraba próximos a la métrica clásica.
Estos
cancioneros, no obstante, no pueden considerarte en sentido estricto
“folklóricos”, y no sólo porque todavía no se hubieran inventado la palabra ni
el concepto que define. Recopiladas y fijadas en el papel en paralelo con la
propia creación de aquellas canciones, que no eran todavía cosa del pasado
remoto, sino del presente más actual, los cancioneros que las recogían,
manuscritos o impresos, funcionaban más bien a la manera en que después lo
hicieran las grabaciones discográficas, pues servían, ante todo, para la
conservación, la fijación y la difusión de las composiciones que contenían.
Habría de llegar el siglo XIX para que tomara cuerpo el “folklore” (palabra
que, como se sabe, fue inventada en 1846 por el arqueólogo británico William
John Thoms), definiendo no sólo una labor investigadora concreta sino también
una manera de entender el mundo. Colaboraron a ello sendas circunstancias
históricas socio-culturales. Por un lado, el romanticismo, con su aversión por
la sociedad moderna que estaba naciendo, su rechazo a los grandes imperios ya
en descomposición y, en paralelo, su añoranza por la pureza de las clases
populares y su admiración por los pequeños estados que estaban recomponiendo la
geopolítica mundial. Por otro, el surgimiento impetuoso de la industrialización,
con sus secuelas de urbanización, maquinismo, mecanicismo y alejamiento de los
comunes orígenes campesinos.
Desde
finales del XIX existen en España cancioneros recopilados por investigadores
nativos e hispanistas extranjeros. Coincidiendo con un interés generalizado
entre los intelectuales y estudiosos por el fenómeno popular, se asiste en esos
años a una prolífica tarea de recuperación. Estos estudiosos y recopiladores de
la música popular, como lo serán luego los intérpretes que han dado lugar posteriormente
a la música de raíz, procedían del mundo culto, ofreciendo pues una
consideración desde fuera del folklore tradicional, al que valoraban antes por
su interés cultural, musical o antropológico que por sus valores vivenciales,
rituales o utilitarios que hubieran en sus comunidades respectivas. Por otro
lado, aquellos recopiladores y estudiosos fueron los primeros en fijar y
establecer como modelo inmutable lo que hasta entonces había sido esencialmente
cambiante. Las versiones que ellos fijaron en sus partituras, correspondientes
a una interpretación particular en un momento y un lugar concreto, han quedado
en muchos casos como el canon definitivo, un modelo para posteriores revisiones
de la misma canción con el cual compararla. Aquellos cancioneros constituyen la
principal fuente de información de los numerosos grupos, cantantes y músicos de
renovación folklórica surgidos en España a partir de los años sesenta, al
margen de los trabajos de campo más o menos esporádicos realizados por algunos
de ellos.
El
autor del primer recopilatorio moderno de folklore publicado en 1826 fue el
poeta y bailarín vasco Juan Ignacio de
Iztueta (Guipuzcoa´ko dantza
gogoangarrien kondaira edo historia, recopilatorio de bailes y ritmos
gipuzcoanos), algo que no deja de ser indicativo de la importancia y la
profundidad de las características nacionales diferenciadoras en Euzkadi. En
este sentido, téngase en cuenta que fueron los cantautores vascos del grupo Ez dok Amairu (Lertxundi, Laboa, Lete, etc) los únicos que mostraron
desde el principio su interés por la música tradicional propia en medio de un
movimiento, el de la canción de autor, que en el resto del Estado nació como
rechazo, entre otras cosas, del folklore instrumentalizado del régimen a través
de los Coros y Danzas de la Sección Femenina y otros grupos oficialistas.
Otros
destacados folkloristas vascos de finales del XIX y comienzos de XX fueron los
padres Resurrección María de Azkue, Jorge de Riezu y el PadreDonostia. Este último, se mostraba en los primeros años del siglo
XX tan pesimista como Marazuela:
“Ciertamente la canción popular (léase folklórica)
va muriendo. Desaparece más rápidamente de lo que quizá creamos, arrollada por
esa ola negra de vulgaridad e insulsez que con el nombre de género chico
constantemente fluye de nuestras capitales y va a llegar hasta los más
recónditos caseríos de nuestras montañas.”
Un
gran folklorista vasco, el padre Guiza
de Brandarán, ya sostenía en su obra Danzas
de Euskal Erri que el dilema del folklore era renovarse o morir: "No es la fijeza ni la inmutabilidad la
cualidad más específica de la tradición, sino la adaptación". Una
afirmación singularmente acertada y de importancia central en el tema que
debería haber sido tomada en consideración cuando, años después, ya en el
nacimiento del la canción de renovación folklórica, surgió como fuente de dura
polémica el mito de la pureza inmaculada del folklore.
Otros
nombres de estudiosos de las tradiciones populares se sumarian a los de la
inmensa cantera vasca. El interés que el folklore como forma de arte popular
despertó en las generaciones del 98, el 27 y sucesivas, supondría la aparición
de numerosos trabajos, empezando por los de Manuel Machado Álvarez, padre de los poetas Antonio y Manuel, sobre
el folklore gallego y los cantes flamencos, verdaderos antecedentes del moderno
estudio del folklore en España. Por ellos se interesaría muy especialmente García Lorca. Otros investigadores
entusiastas como Menéndez Pidal, el
padre Francisco de Madina o Francisco Gascue se sumarian a la
cantera de folkloristas de la época.
Más
tarde surge una nueva generación nacida con la República, desde Antonio José Fernández Palacio,
fusilado por los sublevados en 1936 y autor de una fundamental Colección de Cantos Populares Burgaleses
que le valió el Premio Nacional de Música en 1932, hasta Agapito Marazuela, que consiguió el mismo premio al año siguiente
por su todavía insuperado Cancionero de Castilla la Vieja, que no
vería la luz hasta los años sesenta, debido a los recelos que su ideología
comunista produjo en los gobernantes de la dictadura, que habían tenido al
autor en la cárcel.
También
en los escenarios de los cafés cantantes podían escucharse en los primeros años
del siglo numerosas manifestaciones folklóricas. Además de la presencia de
intérpretes, instrumentistas y bailarines, eran numerosos los cuplés y
canciones que se basaban en melodías procedentes de temas populares, desde el
romance a la jota. En estas fechas era frecuente encontrar en la prensa,
especialmente en la de provincias, anuncios de cantores, dulzaineros o gaiteros
que se ofrecían para amenizar las fiestas locales, demostración de que aquellos
anónimos artistas populares luchaban ya por la profesionalización que aseguraba
su supervivencia, así como la relación que aún se mantenía entre el mundo
rural, origen del folklore, y el urbano, en el que ya empezaba a desarrollarse.
A esto se suma la aparición de artistas como La Argentinita que incorporaban a su arte temas e inspiraciones de
la música popular. Los intérpretes de tonadilla y canción española, y más tarde
las compañías artísticas acudían con frecuencia a las ferias de los pueblos
donde hasta fecha muy reciente fueron los sustitutos de los antiguos bardos,
juglares y ciegos.
El
fenómeno de la andalucización del
folklore nacional se inició poco antes de la República con la subida del cante
flamenco a los escenarios y su consiguiente popularización y también
trivialización. Se asentaría en los años republicanos y continuaría después en
la España autárquica de los cuarenta, en un camino que hizo coincidir su
momento de mayor auge popular con una progresiva vulgarización. El folklore de
otras zonas de España fue utilizado por la Sección Femenina y sus Coros y
Danzas a partir de una consideración del hecho folklórico como elemento
pintoresco y costumbrista, alejado de cualquier perspectiva histórica y
cultural, por no mentar ya su posible significado social o política. Frente a
esta actitud difusora, existía otra, propiciada incluso por elementos
"cultos", que tendía a la ridiculización de todo lo considerado
"paleto". El valor de uso del que siempre había hecho gala el
folklore se fue convirtiendo progresivamente en valor propagandístico, por
reforzamiento del concepto nacionalista en el que se insertó. La iglesia
también colaboró con la eliminación de rituales, desde las rogativas a los
ceremoniales galante/religiosos, en los que se veían elementos paganos a
rechazar.
Algunos
de los folkloristas españoles que habían empezado antes de la guerra como García Matos, el Padre Azkue o José María de
Iparraguirre, continuarían trabajando en esta etapa. Uno de los casos más
excepcionales es el de Agapito Marazuela,
en tanto que por primera vez un folklorista reunía la triple condición de
recopilador, intérprete, con grabaciones discográficas incluidas, y maestro de
nuevas generaciones, convirtiéndose así en un adelantado del trabajo que años
después realizarían los grupos e intérpretes de música de raíz. Ya antes de la
guerra era un guitarrista clásico reputado y un apreciado estudioso del
folklore, de clara filiación republicana, al que se confió la programación de
actividades folklóricas en el Pabellón Español de la Exposición de París de
1937. Tras la persecución política y la cárcel que sufrió al acabar la guerra,
vivió olvidado y marginado por los organismos oficiales, e ignorado por las
discográficas, abriendo una escuela musical en Segovia, con la persistió toda
su vida en el esfuerzo investigador y la labor docente hasta su muerte en 1983.
Así, dejó una escuela de dulzaineros, guitarristas, cantantes y estudiosos de
la que se nutrió toda la escuela castellana de renovación folklórica. Todavía
en 1977, ya en la naciente democracia, tuvo que ver Marazuela cómo se prohibía
un recital-homenaje que pretendían celebrar en Segovia músicos, amigos y
discípulos suyos.
La
creciente industrialización de los años 50 favoreció el surgimiento de grandes
zonas industriales y de amplios procesos migratorios a áreas urbanas, con el
consiguiente despoblamiento de los pueblos, propiciaron una gran transformación
social. El acceso a nuevos medios de comunicación, así como la incidencia de la
radio y la televisión desde sus inicios, trastocaron el secular aislamiento
rural. En ese contexto resulta evidente el poco interés que los medios de
comunicación dedicaron a la música folklórica no industrial, y, por otra parte,
el folklore español, salvo escasísimas tentativas, careció del beneplácito de
la industria discográfica.
En
los últimos años 60, partiendo de la admiración por el movimiento folkie en Estados Unidos, se produjo el
descubrimiento del propio folklore español por parte los primeros grupos folk
como Nuestro Pequeño Mundo o algunos
de los integrantes del Grup de Folk
de Barcelona, abriendo un camino de valorización y adaptación de la música
tradicional que incluso encontraron acomodo en el terreno de pop con trabajos
de Los Pekenikes o Los Relámpagos.
Junto a la heterodoxia de éstos grupos, que derivarían en lo que se llamaría
folk-rock, surgieron otros intérpretes más centrados en la tarea de
investigación y recopilación como Joaquín
Díaz, una tendencia etnográfica con gran presencia en la escuela castellana
o canaria, con ejemplos como los de Nuevo
Mester y Sabandeños en lugar
destacado.
También
existirán algunos intentos de recuperación del aspecto más lúdico, al margen de
tentativas de pureza y del criterio etnográfico, como la del Grup de Folk catalán en los 70, que,
inspirados sobre todo por el folk estadounidense, mostraron en principio un
cierto carácter mimético, que luego se desarrollaría por diversos caminos,
dando lugar a lo que luego se llamó música progresiva, en muchos casos un
acercamiento a las raíces del la perspectiva del rock o el jazz (Triana, Compañía Eléctrica Dharma, Ibio,
etc). Fue a partir de comienzos de los 80 cuando se produjo una explosión de la
canción de raíz, con certámenes, encuentros o festivales como las Trobadas de Música del Mediterrani, el Festival del Mundo Celta en Vigo o los Encuentros Agapito Marazuela en
Segovia, entre muchos otros.
Otro
enfoque lo aportaría la creación de canciones inspiradas en las formas
tradicionales por parte de algunos cantautores, vascos y catalanes
originalmente, que sentarían una relación de confluencia ideológica con las canciones
folklóricas, asimilándolas en su trabajo de composición e interpretación. La
lista es larga y va desde nombres como MikelLaboa, Benito Lertxundi o Lourdes
Iriondo a María del Mar Bonet, Labordeta, Benedicto, Manuel Luna, Emilio Cao, Elisa Serna o Julia León.
El
folklore es un auxilio inestimable en la reconstrucción de la historia de una
comunidad. Cumple también un papel ideológico esencial, al potenciar una
realidad común y afianzar los lazos históricos o culturales que permiten a un
pueblo identificarse como tal. Y al evolucionar la sociedad también se renovó
el folklore con influencias contemporáneas, dando lugar a mestizajes y nuevas
creaciones de raíz folklórica. Grupos e intérpretes como Oskorri, Milladoiro, el
primer Suburbano, All Tall, Nuevo Mester de Juglaría, Mestisay
o Mosaico. Estos últimos dedicaron
su primer trabajo discográfico a interpretar temas del cancionero de Agapito Marazuela debidamente
actualizados en la instrumentación.
Ya
en los años ochenta, organizados siempre por los Ayuntamientos, Diputaciones y
otras instituciones culturales, los congresos y festivales fueron uno de los
hechos fundamentales en la etapa más reciente de divulgación folklórica,
colaborando a una importante labor de difusión y estudio de la música tradicional
y popular. Algunas muestras destacadas las constituyen ejemplos como el Festival de Música Popular Agapito
Marazuela, celebrado por primera, vez en 1984 en Segovia o el Festival de Ortigueira. Los organismos
oficiales abrieron también escuelas de folklore, dando lugar a rondallas,
bandas y grupos folklóricos que desde Euskadi y Canarias a Valencia o Castilla,
mantuvieron, con mayor o menor fortuna, un rico acervo propio. La aparición de
centros de estudios tradicionales por todo el territorio español potenció hacia
la proliferación de encuentros, seminarios, debates, jomadas y coloquios
dedicados a la música popular, a más de realizar una importante labor de
archivo y conservación.
Los
nuevos folkloristas y difusores como Luis
Díaz Viana, Pedro Vaquero, Cristina Argenta, Ángel Carril, Carlos Tanarro,
José M. Martínez o Vicent Torrent, continuadores de la
labor pionera de Joaquín Díaz, se interesaron por temas tales como el
funcionamiento de los centros de cultura dependientes de la Administración, la
aplicación y estudio en las escuelas de la música popular, el rechazo por parte
de los medios de comunicación, la edición y producción discográfica de esta
música, la transformación de la misma, que unieron a las labores estrictamente
de investigación y recopilación.
El
pueblo siempre tendrá su música, aunque esta deje de ser tradicional para ser
simplemente popular. Una buena muestra la ofrece el trabajo de los numerosos
grupos de raíz folklórica de España, desde los más tradicionales a los más
renovadores: Nuevo Mester de Juglaría,
Hadith, Retahíla, Almenara, Candeal o Mosaico en Castilla; Oskorri,
Gambara o Azala en Euzkadi; Milladoiro,
Brath, Emilio Cao en Galicia; All
Tall, Carraixet en Valencia; La Murga o La Singular en Cataluña; Sabandeños
o Mestisay en Canarias; La Cuadrilla de Manuel Luna o La Banda Marveriche de Murcia; Hato de Foces y Cornamusa en Aragón; Cambrizal
en Cantabria; Trasgu y Beleño en Asturias; Almadraba en Andalucía; Música Nostra en Mallorca. Por citar
tan solo una parte de los muchos grupos que trabajaron el género en la década
final del siglo XX.
El folklore ha
muerto,
bienvenida la
música de raíz
El
folklore, como la propia raíz anglosajona del término describe, define el
mecanismo de acumulación y transmisión del "conocimiento popular' del que
se dotan las sociedades humanas cara a su funcionamiento en relación consigo
mismas y con su entorno especifico. La música folklórica desempeñaba el papel
festivo, informador e instructivo que otros mecanismos eran incapaces de asumir.
De algún modo, una de las características de la música folklórica es el
predominio de su valor de uso sobre su posible valor de cambio. Las canciones
eran el vehículo a través del cual se organizaban las fiestas o los ritos
religiosos, se transmitían noticias, crónicas de sucesos, claves nemotécnicas
para recordar y transmitir a la descendencia, información valiosa, acumulada
durante largos periodos de tiempo, sobre épocas de siembra, recogida y otras
actividades propias de los más variados oficios, etc. La utilidad, el servir
para algo, era su principal objetivo.
En
lo que a la transmisión de “conocimiento popular” se refiere, puede
argumentarse que las nuevas formas musicales, así como las variaciones y
evoluciones experimentadas por las nacidas del folklore tradicional desempeñan
el mismo papel que antaño, aunque su contenido se ajuste a un modelo social muy
alejado del vigente entonces. Sin entrar en una valoración caso por caso --ya
que en la abundante producción actual hay de todo--, conviene señalar que no es
ahí donde debe buscarse el rasgo diferencial entre la música popular del pasado
y la del presente, sino en la variación en cuanto al predominio del valor de
uso sobre el valor de cambio.
Con
la llegada de la industria discográfica se transformó el panorama, y el
producto musical se convirtió en una mercancía más, con lo que empezó a
prevalecer su valor de cambio sobre el valor de uso, fuera éste el que fuera,
como dictan los intereses de cualquier empresa comercial, A la instauración de
este nuevo modelo no es ajena tampoco la vertiginosa evolución de los medios de
comunicación, que pusieron al alcance de numerosas personas información y
músicas hasta entonces inasequibles por cualquier otro medio. Así pues, el
papel de vehículo de información --en el más amplio sentido de la palabra-- que
desempeñaba la canción, quedó relegado a un segundo plano. Fue, quizás, la
primera de las “utilidades” del folklore que quedó obsoleta. Posteriormente, la
creciente industrialización y mecanización de las labores campesinas y
artesanales acabarían poniendo fecha de caducidad a las que quedaban, incluso
la más elemental de motivo de esparcimiento del personal cuando los bailes
animados por la gaita y el tambor que tocaba el Severino el Sordo de Labordeta fueron
sustituidos por las verbenas con orquesta y las discotecas.
Circunscribiéndonos
exclusivamente a la música denominada "folklore" en nuestros días,
está claro que, aparte de los trabajos de recolección, conservación y
reproducción que llevan a cabo artistas e investigadores, existe también un
proceso evolutivo potenciado por los sucesivos cambios sociológicos, en el que
van desapareciendo características del folklore "puro" dando paso a
una música que, aún basada en la folklórica, va un paso más allá, y frente al
origen normalmente anónimo de los temas se ofrece música firmada con nombres y
apellidos, de autor, o adaptaciones de temas tradicionales para grupos de
instrumentos con los que jamás habrían podido tocar sus intérpretes originales,
no sólo porque aún no existían, sino, sobre todo, porque normalmente solían ser
no profesionales (no instruidos) en el sentido estricto del término, aunque en
muchos casos vivieran de ello y, al menos en las muestras grabadas que han
llegado hasta nosotros, fueron auténticos virtuosos.
Esta
evolución, si bien aporta al folklore toda la riqueza que la evolución de la
música en general ha sido capaz de generar en siglos, enriqueciéndolo, exige un
grado de profesionalización suficiente como para dominar medios de expresión e
instrumentos hasta entonces reservados a otras formas musicales, clásicas o
populares. Esta profesionalización es otro rasgo característico de la mutación
experimentada por la música folklórica.
Así
pues, al instaurarse en el "folklore evolucionado" la creación v
"actualización" de temas y el empleo de técnicas e instrumentos
musicales muy alejados en algunos casos de los tradicionalmente empleados en
cualquier lugar del país, surge una característica nueva en el género. Este se
convierte en un vehículo de expresión explícitamente artística. En pocas
palabras, el folklore se transforma y pasa a convertirse en fuente de un arte
esencialmente creativo y autoral.
¿En
qué medida éste folklore renovado y transmutado puede representar una
alternativa ante las músicas más característicamente industriales y ante la
influencia de formas musicales anglosajonas o de cualquier otro origen?
Está
claro que dentro de la muy deseable comunicación entre culturas hay espacio
para una fructífera hibridación de ideas y conocimientos, y que esto es
positivo. Desgraciadamente, el carácter de mercancía que ha adquirido la música
hace que la industria, que se ha convertido en controladora de la oferta
musical, sólo muestre interés por los géneros más vendidos o vendibles según
sus propios criterios, que tantas veces resultan insuficientes, miopes e
inadecuados. Esto, obviamente, dificulta la difusión e incluso el acceso a los
medios discográficos a muchos artistas y grupos folklóricos, cualquiera que sea
su naturaleza. A pesar de estas condiciones de desigualdad de difusión y trato,
muchos grupos y artistas relacionados con el folklore han logrado, amparados
especialmente por el fenómeno de las nacionalidades históricas, un mercado
sorprendentemente amplio.
Sin
duda un factor clave para entender por qué los fenómenos musicales de raíz
folklórica tienen cuantitativamente una mayor representación en aquellas
nacionalidades "históricas" con idioma propio, es el carácter de
identificación cultural que estos fenómenos representan. La música se ha
convertido en una de las formas más vigorosas y directas de transmisión y
reivindicación de la identidad de las nacionalidades y sus de relaciones,
reales o intuidas, con otras áreas culturales, como ejemplifica el caso de la
identificación del Mediterráneo como área cultural por parte de buen número de
artistas de Cataluña y Levante, o la hermandad cultural con el norte de África
que, al menos en el terreno de la música, asumen tanto artistas andaluces como
levantinos y catalanes.
Si
añadimos el contenido político deleznable que directa o indirectamente se llegó
a asociar con el folklore durante los tiempos del franquismo, como ocurrió
también en el caso de la copla -llamada en su degeneración "canción
española"-, no es de extrañar que existiera un reflejo de rechazo de lo
tradicional en beneficio de lo moderno. La imagen hierática, conservadora e
inmovilista que se había venido dando del folklore (la de los Coros y Danzas de
la Sección Femenina, por poner un ejemplo que algunos recordarán) pocos
atractivos podía ofrecer a las generaciones más jóvenes, que parecieron, en
multitud de ocasiones, considerar el folklore un caso perdido.
Por
razones de ser la capital del Estado y la ciudad más poblada de España, donde
se concentra el poder político y económico del país, es en Madrid donde se
encuentra el mayor de los mercados discográficos, tanto en sus aspectos de
producción como de difusión. Paradójicamente, es en la capital del reino donde
menor proyección alcanzan las músicas de raíz folklórica, quedando ahogadas por
la avasalladora oferta comercial de la industria que les da escasa o nula
cabida en sus esquemas de difusión. En los últimos años ha sido en las
distintas regiones y naciones del estado español donde, en consonancia con la búsqueda
de unas señas de identidad propia, más y mejor se ha desarrollado la música de
raíz, que así ha podido contar con sellos discográficos locales, numerosos pero
malamente difundidos fuera de su propio ámbito geográfico, para sus
grabaciones. En ellas se han centrado también la mayor parte de encuentros,
jornadas, festivales o certámenes que a esta música se han dedicado. En este
terreno se podría decir que la periferia ha triunfado sobre el centro.
Se
pueden explicitar dos conclusiones que se deducen directamente del contenido de
estas líneas. Cabe decir que en la España actual la música folklórica es un
fenómeno que sólo se puede estudiar ya con las herramientas de la arqueología o
la sociología, ya que ha dejado de generarse como tal forma de arte popular
vivo, al menos según los parámetros empleados para definirla. Aún más
claramente: en el actual contexto, cualquier forma de interpretación de música
folklórica no puede considerarse ya folklore, sino expresiones individualizadas
de creatividad musical de origen o raíz, eso sí, folklóricas.
CRONOLOGÍA
FOLKLORISTAS E
INTÉRPRETES
(1805-1987)
Canto
de arada:
1846.- La palabra
folklore aparece por vez primera dentro del campo de la arqueología, como
recurso para designar elementos antiguos que permanecían vivos. Como se sabe,
la palabra fue utilizada por primera vez por William John Thoms relacionando dos términos británicos, folk
(pueblo) y lore (acervo, saber). Aunque quizás su principal aplicación ha sido
sobre la música, la canción o los bailes, también se incluyen en los estudios
folklóricos la artesanía, los chistes, las costumbres, los ritos, las leyendas,
los relatos orales, los proverbios o las supersticiones populares.
1865.- VenturaRuíz de Aguilera publica su Armonías y Cantares, en cuya segunda parte está la primera recopilación realizada
durante el XIX.
1870.- En España el
primer intelectual que incorpora el término “folklore” en sus artículos es el
gallego, afincado en Sevilla, Antonio
Machado y Álvarez. No obstante, no es el primer estudioso interesado por el
fenómeno de la música popular. A lo largo del siglo XIX Emilio Lafuente Alcántara, Fernán
Caballero, NicolásZamácola o Tomás Segarra, entre otros, habían recopilado coplas, cantares y
poesías populares.
1881.- Antonio Machado y Álvarez, Demófilo,
padre de los
poetas Antonio y Manuel, publica su recopilación y estudio del cante flamenco Colección de cantes flamencos básicos. Aunque trabajó también sobre el folklore
gallego, esta sería su obra más importante. Ese mismo año se edita el estudio
del lingüista alemán Hugo Ernst Mario
Schuchardt, Los cantos flamencos,
resultado del viaje que había realizado por España en 1875. Además de su
interés por Andalucía, Schuchardt se convirtió en toda una autoridad sobre la
lengua vasca, a la que en 1923 dedicó el volumen Primitiae Lingvae Vasconum.
Atzo Tun Tun. Navarra
1882.- Uno de los
discípulos de Demófilo, el futuro
director de la Academia de la Lengua Francisco
Rodríguez Marín, publica la mayor recopilación realizada hasta entonces, Cantos populares españoles. En ella incluye también la primera
clasificación de las canciones por funciones. Desde estas fechas y hasta la
segunda década del siglo XX surge una gran corriente de acercamiento al
folklore, encabezada por músicos cultos como Falla, Turina, Albéniz o Granados que parten del folklore ibérico.
1898.- El folklore,
mediante cientos de poemas, coplas y canciones (valerianas, quisicosas,
cantares, odas, guajiras, etc…) que originan un fecundo cancionero, recoge la
historia de las últimas batallas ultramarinas en Cuba. Puerto Rico y Filipinas.
1910.- Francisco Rodríguez Marín edita su
trabajo La Copla en la Revista de
Archivos.
1913.- El ingeniero
de minas, tema sobre el que escribió numerosos libros y artículos, Francisco Gascue publica en París su Origen de la música popular vascongada, al que
denomina “boceto de estudio” y al que seguirían otros trabajos fundamentales
sobre el mismo tema.
1915.- Ve la luz la
obra de Nemesio OtañoEl canto popular montañés.
1918.- José A. de Donostia publica una de sus
obras más importantes, De Música popular
vasca. Resurrección María de Azkue edita
en Bilbao su Música popular vasca.
Jota a lo ligero de Reinosa
1920.- El folklore
se ha ido incorporando al mundo del espectáculo en los cafés de la época y en
muchas de las composiciones de moda, desde el cuplé a la copla. Gascue edita en S. Sebastián sus Materiales para el estudio del folk-lore
popular vasco.
1922.- Santiago Rusiñol, Manuel de Falla, Andrés
Segovia, Zuloaga y García Lorca se incorporan con el
Festival de Cante Jondo de Granada a la tarea de recuperación y difusión del
folklore andaluz y, más en concreto, de flamenco. Desde Valencia, Felipe Pedrell estudia acerca de las
formas musicales españolas, y este año publica su fundamental Cancionero popular español.
1924.- Un ilustre
musicólogo e hispanista británico John
Brande Trend, edita en Londres su Mussic
in Spahish Galicia.
1930.- Numerosos
estudiosos extranjeros como Cecil Sharp,
Ellis Havelock, Rodney Gallop, Gilbert Chase,
Raúl Lapaira... comienzan a
interesarse por el rico cancionero español.
La Argentinita y Federico García Lorca Nana de Sevilla
1931.- El 14 de abril
triunfa la República. La Argentinita
graba su “Colección de Canciones
Populares Españolas”, cuatro discos de pizarra, de los que se tiraron 50
ejemplares, conteniendo ocho canciones tradicionales, armonizadas por Federico García Lorca, que también la
acompañaba al piano, función que ejerció igualmente en directo tocando para la
bailarina y cantante en un concierto en Nueva York ese mismo año. Conocida es
la afición del poeta a cantar y tocar en reuniones de amigos, así como sus
conferencias con canciones (“Cómo una
ciudad canta de noviembre a noviembre”) o las numerosas composiciones
propias distribuidas por sus textos gramáticos, de “Yerma” a “Doña Rosita la
soltera” o ”Así que pasen cinco años”.
Todo ello, unido a la colaboración discográfica y escénica con La Argentinita
lleva a la posibilidad de considerar a Lorca un claro antecedente de los
cantautores contemporáneos. Cabe preguntarse lo que hubiera podido ser la
canción de autor en España si Lorca hubiera podido ejercer una influencia
directa en las generaciones de músicos y cantantes que le siguieron.
La Argentinita y Federico García Lorca. Los cuatro muleros
1932.- El compositor y
folklorista burgalés Antonio José
Martínez Palacio publica su “Colección
de cantos populares burgaleses” galardonada con el Premio Nacional de
Música.
1933.- El Padre Donostía edita sus Notas acerca del txistu y las danzas
vascas.
1935.- Eduardo Martínez Torner publica su obra
básica Temas folklóricos, música y poesía,
un titulo significativo en la amplia producción investigadora de este
musicólogo y compositor que se exilió a Inglaterra al terminar la guerra civil,
donde trabajo en las emisiones españoles de la BBC y donde falleció en 1955.
1936.- Con el inicio
de la guerra civil, el folklore adquiere nueva actualidad, al conocer algunos
de sus temas más populares (entre ellos alguno de los armonizados por Lorca
cantados por La Argentinita) múltiples adaptaciones al momento histórico
correspondiente. Versiones que, siguiendo el modelo de las tradicionales, se
consideraban anónimas y se transmitían boca a boca (una de las últimas veces
que se producía en España este sistema de difusión de las canciones, esencial
en el folklore) en un ejemplo de contemporaneidad de la música popular.
Los cuatro
generales
1940.- Eduardo López Chavarri edita su Música
popular española.
1954.- El Congreso
Internacional de Música Folklórica ofrece una definición del fenómeno y unos
patrones para su enjuiciamiento (selección, variación, continuidad). Continúa
el proceso de utilización de ritmos folklóricos por parte de la canción
española que se venía desarrollando desde hace tres décadas.
1963.- El disco “Nuevas canciones de la resistencia española”,
publicado por Chicho Sánchez Ferlosio
en Suecia pasan a engrosar el acervo popular, aún no teniendo nada que ver en
ello acercamiento alguno al folklore, sino razones políticas y censoras,
dándose así –Ahora si por última vez en España desde la guerra civil-- que
canciones de autor sean conocidas como anónimos y difundidas a través del
boca-oído. Algo parecido estaba sucediendo con las canciones de temática
antifranquista incluidas en el llamado Cancionero de Einaudi, editado el año anterior
en Italia y luego en Uruguay Canti della Nuova Resistenza Spagnola 1939-1961
(Einaudi 1962).
1965.- José Menese inicia su revolucionaria
aportación al flamenco con Cantes de José
Menese.
1966.-
Con Los Sabandeños se inicia una
fructífera, etapa en la recuperación y divulgación del folklore canario. También
son los responsables de las primeras incursiones españolas en la música
sudamericana de raíz.
1967.- Nuestro Pequeño Mundo graba su primer
Lp con temas como Sinner Man y Me casó mi madre, lo que cambiará la
concepción imperante de folklore. A partir de esta, fecha, surgirán un buen
número de intérpretes vinculados de una u otra forma al folklore, desde los
más comerciales como Juan Pardo o
Andrés do Barro hasta los muy
distintos Gerena o Pablo Guerrero. Serrat edita en catalán sus Cançons
Tradicionals.
1968.- Aparece en el
panorama musical Miró Casabella, que
edita ese año con Edigsa, Benito
Lertxundi publica su primer LP con Herri Gogoa.
1969.- Surge El Nuevo Mester de Juglaría uno de los
primeros grupos que acometen la recuperación y la renovación del folklore en
España. Pablo Guerrero gana en
Benidorm el premio a la mejor letra con un tema de inspiración folk y, en
cualquier caso, ruralista, Amapolas y
Espigas.
1970.- Entre este
año y 1980 Aguaviva publica una
docena de singles y 7 Lps. Los
Sabandeños, tras numerosos singles editan su primer disco de larga duración
y ese mismo año graban también la primera parte de su Antología del Folklore Canario. Víctor Manuel edita en Belter su primer Lp con claros homenajes a
la música asturiana. Empieza a publicar el grupo Mocedades, vagamente folk, aunque hasta el 77 no grabarán su primer
Lp.
1971.-María del Mar Bonet publica su primer
disco, inspirado, como la mayoría de los suyos en el folklore mallorquín y
mediterráneo. Primera incursión en el folklore gallego del Juan Pardo con Soledades.
El Nuevo Mester de Juglaría inaugura
su discografía con Romances y canciones
populares, abriendo un proceso de recuperación y reinterpretación del
folklore castellano.
María del Mar Bonet "Jota Marinera"
1972.- Emilio Cao comienza su relación con la
música folk en Holanda. Poco después se incorporará por breve tiempo al
movimiento de canción gallega Voces Ceibes. Imanol publica su primer álbum en Le Chant du Monde.
1973.- Los Sabandeños publican su segunda
entrega de la Antología de la música
canaria. Estos discos se convertirían en la principal fuente de
conocimiento de la música de las islas y de inspiración para los grupos que
siguieron. Tercer Lp conjunto de Camarón
y Paco de Lucia, que empezaron a
colaborar en 1970.
1974.- Se crea
Manifiesto Canción del Sur en Granada, un colectivo en favor de la cultura
popular andaluza, bajo la inspiración del poeta Juan de Loxa. Formaron parte de él, entre otros, Carlos Cano, Antonio Mara y Enrique
Moratalla. Jarcha con edita su primer trabajo discográfico con Nuestra Andalucía. Este año edita su
primer LP Mikel Laboa. También en
Aragón publica su primer LP José Antonio
Labordeta. Se inicia en la discografía Amancio
Prada con Vida e Morte y al año
siguiente seguiría su álbum dedicado a Rosalía de Castro. Aunque todos son
cantautores estrictos, la mayor parte de ellos arrastra influencias
folklóricas. El sello Belter publica algunos álbumes de música tradicional Mosaico de Canciones, Joyas del Cancionero y Antología del Cancionero.
Mikel Laboa "Txori, txori"
1975.- Empieza su
carrera All Tall que unirá en sus
trabajos instrumentos autóctonos valencianos, bajo eléctrico y otros de origen
mediterráneo como el buzuki. Bibiano
publica su primer trabajo, Estamos
chegando o mar. Tras algunos singles para Artesi y Movieplay, publica su
primer Lp en vascuence Gorka Knorr. Julia León edita su primer Lp, Con viento fresco. Benito Moreno graba sus Romances
del Lute. Nuestro Pequeño Mundo
graba Cantares de la tierra mía, en
el que llevan al terreno folk una interesante colección de canciones de
cantautores españoles. Nuevo Mester
publica Romances del Pernales, su
primer disco monográfico. Emi-Odeon publica Cancionero
Flamenco y Belter Cancionero Español.
Se publica el libro Folksong. Historia de
la música popular americana del francés Jacques Vassal. Los Sabandeños
publican su fundamental “Cantata del
Mencey loco”.
Los Sabandeños Cantata del Mencey loco.
Guacimara
1976.- Oskorri graba su primer LP sobre poemas
de Gabriel Aresti. Será el disco menos folklórico de toda su trayectoria,
aunque ya han incorporado guitarra eléctrica, violín y saxo, que unen a los
tradicionales txistu, xirula y gaita. María
del Mar Bonet graba sus Cançons de
festa, al que seguirán en años sucesivos Alenar y Saba e terrer. La Bullonera edita por primera vez con
Movieplay. Fuxan os Ventos comienzan
su vida discográfica inspirados en el folklore gallego. Nuevo Mester de Juglaría publica su segunda obra monográfica, la
cantata Los Comuneros sobre poemas de
Luis López Álvarez.
Nuevo Mester de Juglaría "Los comuneros"
1977.- El nuevo
trabajo de Oskorri va dedicado a
otro poeta, Mosen Bernat Etxepare, autor del libro en euskera más antiguo que
se conoce. En él actualizan melodías tradicionales añadiéndoles el tipo de
instrumentación que ya había utilizado en su primer trabajo. Comienza su éxito
y sus giras, especialmente fuera de España, que les llevan a Francia, Alemania
y Bélgica. Hasta la SER les nombra conjunto del año, a lo que quizá
contribuyera grabar en la multinacional CBS. Surge Almadraba, un grupo empeñado en el rescate del romancero, la lírica
tradicional y la tradición oral andaluza. Emilio
Cao saca su primer y excelente trabajo, Fonte
do Araño, que supone una importante novedad para la canción gallega. Miro Casabella publica Ti Galiza y Juan Pardo reincide en el gallego con Nina nai dos dous mares.
Emilio Cao "Fonte do araño"
1978.- Nace Hato de Foces dedicado a la divulgación
de temas vocales e instamentales del folklore aragonés. Como otros grupos de
esos años se interesan por los cancioneros tradicionales, la recopilación oral
y la recuperación de instrumentos tradicionales. Milladoiro se forma como tal, combinando la composición propia,
siempre en línea con la tradición, con temas de cancioneros folklóricos
gallegos. Empezarán sus giras por España, Europa y América. También este año
comienza su andadura Mestisay, que
llevará a cabo una importante labor de síntesis en la música canaria. De un
grupo callejero, La Banda de Rory
McGregor, surge en el metro de Madrid Labanda
con su música de inspiración celta buscan la fusión del rock y el folk, colaborando
también con cantautores como Hilario
Camacho, Luis Pastor, Carlos Cano, Olga y Manuel Picón o Pablo Guerrero. Nace como grupo Suburbano con un intento de síntesis entre la música folk y el momento
actual, Tercer álbum de Fuxan os ventos,
Galicia canta o neno.
Milladoiro "A bruxa"
1979.- Trasgu se crea en Avilés en un momento
en que la inexistencia de renovación del folklore en Asturias es prácticamente
total. Oskorri abandona CBS, a pesar
del éxito, para grabar con la recién creada discográfica vasca Xoxoa. Sólo
permanecen tres miembros de la formación original, pero el resultado es menos
ampuloso y más reposado que el de obras anteriores. Actuación de Labanda en un concierto de Eric Clapton
y más tarde con Gwendal. Nueva etapa en Nuestro
Pequeño Mundo, precursores en el nuevo planteamiento del folk. Emilio Cao
publica Lenda da Pedra do Destiño.
Oskorri "Aita semeak"
1980.- Se crea en
Valencia Ball a Banda, integrado por
7 músicos de entre 19 y 22 años. Incorporan una sección de banda con tuba,
bombardino, trombón, saxos, clarinetes, trompeta, flautas y percusiones,
Interpretan desde polcas, murgas o jotas a aires mediterráneos como habaneras o
tarantelas. En Cantabria surge el mismo año Cambrizal que se suma a grupos ya establecidos como Ibio. Oskorri, quizás el grupo que mejor ha conseguido en el Estao
Español la modernización del folklore, empieza a recorrer un nuevo camino con Plazarik Plaza, más rico tímbrica y
armónicamente que los anteriores. Se aprecia una gran evolución en el grupo y
se incorporan tenias más experimentales. Nace Rio Oja uno de los máximos exponentes de la música popular riojana.
Su segundo trabajo, Bailache, es el
más destacable hasta ahora, Labanda
graba su primer Lp con Guimbarda, Rockemería.
Giras de Suburbano con Gwendal y Malicorne; grabación de su álbum Marismas con la colaboración del cantautor portugués Fausto. Incorporación al grupo de Pedro
Peralta, procedente del grupo aragonés Chicoten y colaboran con cantautores
como Luis Pastor o Aute. Los Sabandeños editan este mismo año sus Cantos Canarios y los Romances
Canarios de San Borondón.
Chicoten "Albada de Beceite"
1981.- Entre este año y el 83 Milladoiro realiza varios viajes a Escocia de los que surgirán 3
discos que marcarán la evolución del grupo. Dedicados a la investigación de la
música mallorquina surge Música Nostra.
Nace Brath, organizadores desde el
85 de la Xuntanza de Folk de Lugo, uno de los muchos festivales de folk que
aparecen en esos años. Aparece Babia,
una formación inclasificable que se apoya en vías musicales variadas, desde el
folklore hindú, griego o
arábigo-andaluz a la música renacentista, barroca o al jazz y el rock.
Aunque grabarán un solo disco, dos de sus integrantes, Luis Delgado y Luis Paniagua
continuarán una interesante carrera en la que de una forma u otra está presente
la música tradicional. Emilio Cao publica
su tercer trabajo discográfico, No mano
da auga.
1982.- Con
incorporación de bajo y guitarra eléctricos, guitarras acústicas de 6 y 12
cuerdas, violín, mandolina, flauta, saxo y clarinete, que mezclan con
instrumentos tradicionales como bombardino, trikitrixa, xirula, alboka,
acordeón, tabla y darbuka indias, Adío Kattalina costituye la renovación
definitiva en el folk vasco de la mano de Oskorri.
También en Euskadi nace Gambara que
busca nuevas armonías para la música popular de su tierra. Suburbano graba Danza Rota,
su cuarto trabajo, con espacio para el bolero, la soleá y la seguidilla, el
folklore murciano o gallego, la rumba, las danzas de siglo XVI, baladas del
folklore leridano y el zorziko.
Suburbano "Danza rota"
1983.- Amadruga es la primera grabación de Hato de Foces. Se celebra en Valencia
la primera Trobada de Música del
Mediterrani que, organizada por el grupo Al Tall, contará en sucesivas
ediciones con la presencia de músicos de Egipto, Túnez, Turquía, Provenza,
Occitania, Grecia, Italia, Cerdeña, Yugoslavia. Marruecos…, además de
españoles. Se funda Beleño,
destacados representantes de la música tradicional de Asturias, que realizarán
frecuentes incursiones en el folk europeo de los países celtas y unen a la
instrumentación acústica el sintetizados. Nuevo trabajo de Nuestro Pequeño Mundo, con la incorporación a los instrumentos
tradicionales como el violín, acordeón, mandolina o guitarra de batería, bajo
eléctrico, guitarra eléctrica. . . Candeal,
Ronda Segoviana y Nuevo Mester de Juglaría actúan en el
Homenaje a Agapito Marazuela en el Palacio de los Deportes de Madrid. Manolo Luna y su renovada visión del
folklore murciano están presentes en el Centro Cultural de la Villa de Madrid.
1984.- En Segovia, el
grupo Nuevo Mester de Jugaría organiza el Festival de Música Popular Agapito Marazuela, que hasta hoy
mismo ha reunido anualmente a los más importantes grupos extranjeros y
nacionales de música de Raíz. El
Instituto Canario de Etnografía y Folklore pone en marcha el Encuentro
de Música Popular San Juan, bajo la dirección de Manuel González Ortega, director de Mestisay.
Mestisay "Mazurca"
1985.- Gambara es el grupo
ganador de la primera Muestra Nacional de Música Folk y Canción Popular
organizada por el Instituto de la Juventud y celebrada en Toledo. Mosaico, instalados en Madrid, graban
su álbum de homenaje a Agapito Marazuela
con la colaboración de grandes nombres de la canción popular como Pablo Guerrero, Elisa Serna, Julia León,
Manuel Luna o Claudina y Alberto
Gambino. Se celebra en Lugo el II Encuentro de Música Popular en donde los
asistentes (Manuel Luna, Brath,
Almadraba, Emilio Cao y Música
Nostra) definen su tarea en un manifiesto común como la de "creación de nuestra propia, música moderna
respetando las raíces". Cuarto Lp de Emilio Cao en colaboración con el guitarrista británico, ex
Pentangle, John Renbourn.
1987.- Organizado
por el Ministerio de Cultura se celebra el I Certamen Estatal de Folk en
Oviedo. Junto a grupos locales como Llan
de Cubel, Lliberdón, Ubiña y Beleño actuarán Brath, Oskorri, All Tall y el guipo piamontés La
Ciapa Rusa.
Mosaico "Homenje a Agapito Marazuela"
BIBLIOTECA FOLK
BÁSICA
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GEOGRAFIA DEL
FOLKLORE
Instrumentos y
ritmos
Castilla y León. Instrumentos: guitarra, laúd,
nautas, dulzaina, bandurria, tambor, tamboril, pandero, triángulo,
yerrillos, sonajas (panderetas sin parche), cántaros soplados, botellas labradas,
almirez, llaves, castañuelas, zambomba, rabel, pandero leonés (cuadrado con
cuerdas entre ambos parches), vihuela (Burgos), gaita (Zamora). En Madrid gaita
pastoril (similar a la alboka vasca) y arrabel (como los ossets catalanes
hechos con huesos de cordero). Ritmos: Jota, seguidillas,
pasacalles, mayos, romances, rondas, torras, meloneras, jeringonzas, coplas de
ciego, fandangos, ruedas, boleros, paloteado, o pachacorra (en Zamora), mayos,
planas, rondón, corros, redondillas,
baile montañés, danzas de cascabel y giraldilla (León), charrada (similar al aurresku
vasco).
Extremadura.Instrumentos: guitarra, bandurria,
arrañuelas, panderetas, botellas, yerrillos,
acordeón, flauta de pico, tamboril, palos. Ritmos: romances,
pregones, perantón, corridiño oliventino, son brincao, son llano, pindongo,
zajarrona, malandrín, baile del candil, viradoble, fandangos, rondas, jotas,
rama, paloteo, alboradas, pasacalles, tocatas.
País VascoInstrumentos: txistu (relacionado
con el pito cántabro), alboka (flauta doble con cuernos), tamboril, tambor,
acordeón. Ritmos: zortzico, biribilketa,
espatadantza, ariñ-arin, bertsolaris (cantos improvisados de desafío),
fandangos (derivados de las jotas aragonesas).
Navarra Instrumentos: los vascos y alguno
aragonés. Ritmos: jota, apirila, mutildanza, olentzero.
Aragón Instrumentos:
Tambor, flauta jacetana, gaita o bot (de Huesca, similar a la cabrette
francesa), chicotén (similitudes con la espineta de los Vosges franceses),
pulgaretas (castañuelas broncas). Ritmos: jota (la del Alto Aragón más
viva y la del Bajo Aragón más reposada), somerondón (canto y baile de corro),
boleros, polinarios, tintan (norteño y de influencia francesa), albadas,
rondallas, auroras, danza y contradanza, paloteao. romances, seguidillas.
Galicia Intrumentos: gaitas (grilleira.
redonda, tumbal), pandeiro con y sin arxóuxeles, tamboril, arpa celta, zanfoña,
castañuelas, ferreiras (panderetas sin parches). Ritmos: muñeira,
gallegada, ribeirana (Orense), carballesa, alalá, ruada y foliada, pandeirada,
alboradas, cantos de arriero, de canteros, de vendimia, cantigas marineras,
cantares de pandeiro, mayos, espadeladas y otros cantos de faena, cantos de
ciego, coplas soldadescas, arrolos o berces (de cuna), tragalladas, enchoyadas,
regueifas.
Cantabria Instrumentos: pitos de caña,
chiflas, tamboril, rabel, pandereta, castañuelas, cucharas, pandero sin
sonajas, zanfona, zambomba, gaita
serrana, tambor, caracola marina, (Ibío). Ritmos: danza de Ibio, picayos,
canto montañés, rondas (pasacalles), marzas, poleos. Influencias leonesas v
asturianas.
Asturias. Instrumentos: gaita, castañuelas
grandes y pequeñas, llaves y saarten, birimbao, pandero, pandereta. Ritmos:
asturianada, jota baqueira, corrí corrí, pericote, vaqueiradas, danza prima,
cantos de arriero, perindango o perlindango, careado, saltón, rebudixu,
giraldilla, careado, saltón.
Baleares. Instrumentos: gaita, ximbomba
(Mallorca), xeremíes (Ibiza), grandes castañuelas o crótalos. Ritmos:
bolero mallorquín, cuantres (de porfía), sa curta y sa llarga (nupciales),
parado, mateixa, jotas, cociés, moxiganga, copeo, cantos de cullir y espolsar
(agrícolas), tonadas de laboreo, codoladas, glosats (similar al versolari
vasco), fandanguera (Menorca).
Valencia.Instrumentos: donsaina, tabalet,
(agrupaciones de metal), guitarra, bandurria y laúd (agrupaciones de pulso y
púa), castañetas, ferréts (hierrillos), postisses (castañuelas), guitarrones y tiples
(pequeñas cuerdas). Ritmos: u, dotze, albáes, despertá, jota per la valencia,
folies, baile de carxofa o magrana (como el de gitanas en Cataluña y el de
cintas y cordón en otras zonas, pero con frutos), seguidillas, paloteo,
fandango y bolero, xaquera vella (danza, de bodas).
CanariasInstrumentos: guitarra, timple,
tajaraste, chácaras, tambor, flauta, bandurria, acordeón. Ritmos: jotas,
malagueñas, seguidillas, saltona, tanganillo, isa, santo domingo, tajaraste,
folia, tango herreño, guaracha, sirinoque, ranchos, aires de lima, saranda,
polka, mazurca, berlina, baile corrido, puntos cubanos, habaneras, vivo,
canario, baile de las cintas, arrorró (de cuna).
EN EL PRINCIPIO
FUE LA MÚSICA
Guión final
Todo el material reproducido más arriba dio lugar,
finalmente, al guión del primer capítulo de “España en solfa”, que con el
título de “En el principio fue la música” intentaba contar la evolución del
folklore español a lo largo del siglo XX, en su transformación a lo que con el
tiempo se denominaría mayoritariamente música de raíz. He encontrado el guión
de aquel capítulo y creo que alguien puede sentir la curiosidad de cómo
intentamos convertir los datos y la documentación en una historia televisiva.
También he recuperado el episodio grabado, y cuando consiga copiarlo de manera
técnicamente aceptable, de momento hay problemas, lo colgaré en el blog.
Para entender mejor el texto quizás convendría
aclarar que en cada capítulo de “España
en solfa” el documental se contaba a través de una leve historia dramatizada.
Una ficción que, en la intención de quienes lo ideamos, debía funcionar no sólo
para dar entrada a los fragmentos documentales o para ilustrar y representar lo
que en ellos se contaba, sino como una especie de metáfora o similar sobre
alguno de los aspectos que pudieran ser significativos del género musical
referido en cada capítulo. Pienso ahora que era una idea ambiciosa (incluso
pretenciosa, mal mayor) a la que sólo conseguirnos aproximarnos en alguno de
los episodios. Y eso gracias, sobre todo, a la cantidad de medios que la
televisión pública del momento dedicó a la serie y a la extremada
profesionalidad de todos sus trabajadores.
Fuera como fuera, la historia de ficción de “En el
principio fue la música” estaba situada en un futuro post-nuclear en el que la
humanidad, o al menos una parte de la humanidad, se ha retrotraído a formas de
vida primitivas, pese a que se conserve intacta la memoria de lo que fue. Una
comunidad aislada formada por un anciano (“Maestro”, interpretado por Ricardo
Solfa con barbas de chamán y gafas de caña) y cuatro jóvenes entre la infancia
y la post-adolescencia (“Dulce”, “Tenaz”, “Gozo” y “Galán”) decide partir en
busca de otros grupos que hayan podido sobrevivir a la catástrofe. El viaje es
la historia. Rodado en los parajes espectaculares que rodean el río Eo,
frontera entre Asturias y Galicia, el capítulo cuenta, al menos, con una
excelente factura visual, precisamente el aspecto más difícil de detectar en
las deficientes capturas de imágenes que utilizo como ilustración.
En los descansos del recorrido, en el que hay de
todo, bosques y playas, enamoramiento y muerte, el anciano va contando a los
niños viejas historias del pasado, que aderezadas de imágenes y canciones, se
convierten en documentales. Se conoce que el viejo no tenía otra cosa que
recordar sino los avatares de un folklore ya desaparecido de no ser por la
viveza de su memoria.
MAESTRO.- Llegó un
momento en la historia de nuestros antepasados, al que llamaron siglo XIX de su
era, casi cien años antes de la catástrofe, en que el mundo comenzó a cambiar
de manera sorprendente. Fueron años de grandes inventos y adelantos. Se crearon
los motores a vapor y el hombre descubrió que la fuerza que podía desplegar con
las máquinas era tan grande que podía hacer lo que antes no había soñado:
coches, trenes y barcos de vapor con los que las distancias y el tiempo se
acortaban; o grandes máquinas para manufacturar los tejidos, los metales y la
madera. Y se inventó la luz eléctrica, que permitía ver en la oscuridad. Y el
telégrafo y el teléfono con los que comunicarse en la distancia. Y la
fotografía. Y el cine, con el que podían retratar la realidad tal como era o
tal y como ellos querían que fuera. Y las grabaciones sonoras, capaces de dejar
constancia de los sonidos y las canciones. En el desconocimiento de sí mismos
que siempre han tenido los humanos, en la ignorancia de sus miserias y la sobrevaloración
de sus virtudes, creyeron haber descubierto un nuevo y desconocido horizonte de
felicidad y progreso.
La vida de las
personas comenzó a transformarse. Los que vivían en el campo, alimentándose con
los frutos que con sus manos recogían de la tierra, como nosotros hacemos
ahora, empezaron a marcharse a las ciudades, donde, aparentemente se vivía más
cómodo y mejor. Así se formaron grandes urbes modernas y masificadas, llenas de
industrias en las que se trabajaba de la mañana a la noche. Aunque los hombres
y mujeres que llegaban a ellas desde el campo traían sus costumbres y canciones
propias, pronto descubrieron que éstas no servían de nada en su nueva vida. No
había trigo que recoger ni maíz que sembrar, ni fiestas en las que cantar y
bailar, ni lluvias por las que rogar. Allí no se celebraban las bodas vestidos
todos con el traje tradicional y cantándoles mayos a las novias, ni los
domingos tras la misa, se bailaban ya jotas o espatadantzas, muñeiras o isas.
En la nueva ciudad aprendieron que todo era distinto, su vida y sus
diversiones, y las costumbres y
cantos que traían con ellos fueron variando.
De las canciones
antiguas que habían aprendido de sus antepasados unas fueron olvidadas y otras
comenzaron a sonar distintas de como las recordaban, interpretadas, no por el
coplero en la plaza o por ellos mismos, sino por artistas encima de los
escenarios o en la radio; o más tarde en los discos.
Era, a lo mejor,
la misma canción que ellos habían cantado hacia años en la fiesta de la patrona
de pueblo, pero ahora era otro el que la cantaba, ellos sólo escuchaban y
además tenían que pagar para divertirse así, olvidando por un momento sus duras
condiciones de vida.
TENAZ.- ¿Cómo es
posible Maestro que todavía recuerdes esas canciones que dejaron de
cantarse hace tanto tiempo?
MAESTRO.- Porque hubo
gente que se encargó de recogerlas y ordenarlas para que las pudieran conocer
las generaciones posteriores. Se les llamó folkloristas y surgieron en todo el
mundo en el siglo XIX de la era anterior. Ellos recorrían los pueblos, hablaban
con la gente y tomaban nota de las costumbres, los cuentos, los bailes, las
vestimentas y las Canciones que encontraban. Luego las publicaban en libros, y
más tarde en discos, para que las gentes pudieran recordarlas tal como eran.
GOZO.- Y aquí en
España ¿hubo mucha gente que se dedicó a ello?
MAESTRO.- Por supuesto.
Ciertos escritores, intelectuales, profesores o científicos se encargaron de
recoger y catalogar el cancionero popular. Quizás el primero fuera Ruiz de
Aguilera, que en el año 1805 editó su Armonía y cantares, pero no fue el único.
Otros como Fernán Caballero, Emilio Lafuente, Nicolás Segura o Tomas Segarra
también recopilaron coplas y poesías populares. Aunque, según lo que yo sé, uno
de los padres del folklore español fue Antonio Machado y Álvarez un gallego que
no sólo recogió los cantos de su lugar de origen sino también los de su tierra
adoptiva, Andalucía. En 1880 publicó su Colección de cantes flamencos, que se
constituiría en modelo de cuantos trabajos aparecieron posteriormente.
DULCE.- ¿Y recorrían
toda España andando? Pues tardarían un montón.
MAESTRO.- Más grande es
el mundo y el hombre llegó a recorrerlo en un suspiro. Pero algo de razón
tienes, que en la época que os cuento todavía se andaban despacio los caminos.
La mayoría de los trabajos se reducían a territorios más pequeños que el mundo,
locales, regionales o provinciales. En aquellos años, quizá debido al fuerte
choque cultural que supuso 1a industrialización, reaparecían con fuerza en
España los sentimientos nacionales en Cataluña, Euskadi o Galicia, y surgían
otros nuevos como el andaluz o el canario. El indagar en las raíces musicales
de los pueblos respectivos fue una manera de asentar esas identidades
nacionales. Los canciones del País Vasco que recopilaron Francisco Gascue
Murga, el padre Donostia o el padre Azkue (comprobar); el de valencia, sobre el
que trabajó Felipe Pedrell; el de Burgos, al que dedicó su atención Federico
Olmeda; o el de Salamanca de Dámaso Ledesma, permitieron a las generaciones
posteriores conocer las viejas canciones de su tierra para difundirlas o para
crear otras nuevas a partir de ellas.
TENAZ.- Y cuando
morían los folkloristas ¿Quiénes conservaban las canciones?
MAESTRO.- Otros
folkloristas, naturalmente. Aquel siglo XX fue un tiempo de cambios
vertiginosos, de acontecimientos tumultuosos. A la luz de las libertades
políticas y de la intensa actividad cultural que promovió la República española
floreció una ejemplar generación de estudiosos del folklore. De ese ambiente
surgió Eduardo Martínez Torner, que en 1935 publicó su obra Temas folklóricos,
y Julio Caro Baroja y Manuel García Matos, cuyo trabajo sería importantísimo
años después, cuando una pertinaz sequía cultural se apoderara del país. Y no
nos olvidemos de Agapito Marazuela, reputado guitarrista clásico que ganó un
premio nacional por su Cancionero de Segovia, y que sería encarcelado y
represaliado tras la guerra civil que asoló España de 1936 a 1939, pese a lo
cual no dejó de ejercer su magisterio, fundamental para los jóvenes que
empezaron a aparecer por toda Castilla reinterpretando el folklore a partir de
los años 70 de aquel siglo. O Antonio José Martínez Palacios, uno de los
músicos más prometedores de su tiempo, que recopiló el cancionero burgalés y
fue fusilado por las tropas sublevadas en 1936.
MAESTRO.- ¿Qué movería
a los folkloristas a recorrer los caminos y los pueblos para recoger y
catalogar canciones? En buena medida el hastío que les provocaba la sociedad
industrial que comenzaba a construirse, una sociedad que les parecía inhumana y
vacía, aunque en aquel tiempo sólo fuera una tímida muestra de lo inhumana y
vacía que llegaría a ser. Y el temor a que desaparecieran definitivamente las
tradiciones que el pueblo llano, fundamentalmente rural atesoraba. Era una
búsqueda de la bondad, la pureza y la verdad que pensaban encontrar en las
clases populares. Una Búsqueda ineficaz tal vez, pero hermosa.
El mundo estaba
cambiando de base, y no sólo porque un canto internacional así lo dijera. Los
intelectuales se acercaron al pueblo, a su cultura para ayudarla a sobrevivir o
para integrarla en su propio arte. En la obra de Alberti, o Lorca, de Oscar
Esplá o Manuel de Falla, de Santiago Rusiñol, Alberto Sánchez o Zuloaga, lo
popular constituyó algo más que un sustrato formal. Fue un acercamiento al
pueblo y su cultura, tanto estético cómo ideológico, que conformó, en un
momento de revueltas sociales y luchas políticas una opción artística que
revelaba una definición humana y vital.
MAESTRO.- Hubo un
tiempo en que el folklore, que había sido patrimonio del pueblo, subió a los
escenarios y se convirtió en canción. Corrían los primeros años del siglo XX y
entre mazurcas, polka y valses apareció el cuplé, un estilo que junto a las
influencias de ritmos extranjeros, americanos o europeos, también encontró en
el folklore una fuente de creatividad. Se alteraron ritmos y melodías, se
hicieron arreglos orquestales de las viejas canciones y se escribieron nuevas
letras y músicas, muchas veces inspiradas en formas tradicionales, que llegaron
al público desde escenarios hasta entonces insospechados. Aquello no era
folklore, naturalmente, era ya otra cosa.
La utilización del
folklore por la música comercial del momento alcanzo su auge con lo que se
acabó definiéndose como “canción española”, un género que nació en la década de
los 20, continuó hasta la guerra civil y vivió su momento de mayor éxito, y
también de mayor decadencia artística, en los años 40 y 50.
Intérpretes como
Argentinita, Angelillo, Miguel de Molina, Imperio Argentina, Concha Piquer y
muchos otros de menor fuste interpretaron a su manera, a veces excesivamente
convencional y edulcorada, zambas, jotas y otras composiciones originales
inspiradas en el folklore.
MAESTRO.- Entretanto,
el régimen dictatorial que había surgido de la guerra civil, siguiendo el
ejemplo del nazismo alemán o el fascismo italiano, rebajo el folklore a la
categoría de propaganda política, vaciándolo de su contenido y sentido último a
través de la labor artificiosa, aunque esforzada, de la Sección Femenina.
Algo que todavía
estaba vivo en aquellos momentos pasaba así a las vitrinas de los museos de
trajes típicos como resto fósil de lo que aún era; y como valor supremo servía
en las demostraciones sindicales el 1º de mayor, fiesta de San José Obrero,
para solaz y apaciguamiento de las masas trabajadoras. Pan y circo, una fórmula
ya experimentada desde la noche de los tiempos.
A mediados de
los años 50, las condiciones de vida en el país habían conducido al folklore a
un camino sin salida. La ya definitiva urbanización de la sociedad, la
extensión de los medios de comunicación, especialmente la radio y el cine, y la
actitud propagandística que la oficialidad tenía para con los restos de la
cultura popular, habían vaciado por completo a la canción tradicional de sus
utilidades y sentido. Aún así se hicieron trabajos de recopilación de gran
valor, como la Magna antología del folklore, realizada y grabada por el
profesor García Martos. No obstante, la imagen que de de su canción folklórica
recibía el país a través de los intérpretes de “canción española”, era
degradada, vulgarizadora y falsa. El rechazo consiguiente se generalizó entre
las jóvenes generaciones, que terminaron por preferir el rock y otras músicas
importadas. El folklore estaba condenado a muerte. Todos lo sabían y, desde
luego, en aquella época todavía no se había encontrado una fórmula que
permitiera su continuidad en los nuevos tiempos, que no llegaría hasta años más
tarde con los grupos y cantantes de raíz folklórica.
MAESTRO.- Hablábamos de
la decadencia y deformación el folklore durante el franquismo, ahora nos toca
hablar de su renacimiento, que por fortuna comenzaría a despuntar ya en la
década de los 60. En esos años surgirían por todo el mundo artistas que se interesaron
de nuevo por el folklore, lo revalorizaron, lo difundieron y lo integraron en
su propio trabajo. En España sucedió algo similar, Algunos cantantes, como
Joaquín Díaz, unieron sus condiciones de intérpretes de canciones tradicionales
con la de investigadores, rescatando y dando a conocer músicas antiguas y
olvidadas, conservadas en los cancioneros, junto a otras que sólo permanecían
en la memoria de los ancianos a los que él visitó y cuyos cantos recogió. Fue
el inicio de una nueva escuela de investigadores e intérpretes que continuó en
los veinte años siguientes al menos.
También hubo
grupos, ahí está Nuestro Pequeño Mundo, que llevados por su admiración inicial
por el movimiento folk en Estados Unidos acabarían por descubrir la belleza del
folklore propio, difundiéndolo con éxito entre el público. Ahí comenzó una
polémica que duraría largos años entre lo que, para simplificar, llamaríamos
“puristas” e “innovadores”.
TENAZ.- ¿Y eso qué
significa?
MAESTRO.- Ambos
coincidían en la defensa y recuperación de la música tradicional, que había
dejado de interesar a la gente al primar los nuevos valores de la vida urbana
frente al medio rural, pero diferían en la forma de hacerlo. Mientras que unos,
a los que hemos llamado “puristas”, optaron por conservar las canciones tal y
cómo les habían sido transmitidas, los otros, los “innovadores”, bucarfon
nuevos caminos en su interpretación, sirviéndose de los instrumentos y medios
que la técnica ponía a su alcance para hacerlo.
En Barcelona, en
pleno auge de la canço catalana, surgió un grupo de jóvenes cantantes que se
dieron a sí mismos el nombre de Grup de Folk. Admiradores de Pete Seeger y
Dylan, de Atahualpa Yupanqui y las canciones tradicionales catalanas, se
plantearon una interpretación lúdica y contemporánea del folklore, ajena a
cualquier tentación etnográfica. Este intento acabaría dando fruto en las obras
tan conseguidas de cantautores como Pau Riba, Jaume Sisa o María del Mar Bonet.
En los mismos
años setenta, como contraste al trabajo heterodoxo de Nuestro Pequeño Mundo o
los miembros del Grup de Folk, y en la misma línea de trabajo de Joaquín Díaz,
surgió una escuela de recuperación folklórica que pretendió unir al rigor
investigador y la pureza interpretativa con una expresión festiva y
espectacular sobre el escenario. Una escuela que, encabezada por grupos como El
Nuevo Mester de Juglaría en Segovia o Los Sabandeños en Canarias, encontraría
también eco en los gallegos Fuxan os Ventos, el grupo Hadit en Castilla o
Almadraba en Andalucía, entre muchos otros.
GOZO.- O sea, que a
partir de ese momento los que estudiaban la música eran los mismos que la
interpretaban.
MAESTRO.- De todo hubo,
pues durante los años setenta el folklore interesó de manera particular. Unos,
como los etnólogos Luis Díaz de Viana, Manolo Garrido o Lhotar Siemens se
dedicaron con exclusividad al trabajo de investigación erudita del folklore;
otros, como Joaquín Díaz, Manuel Luna o Ángel Carril, simultanearon la
investigación con la interpretación pública y la reelaboración folklórica.
MAESTRO.- La música
popular es normalmente sencilla, pero puede ser también muy rica y variada.
Hasta tal punto que no sólo influyó en los artistas que basaban su trabajo en
las raíces folklóricas, sino que afectó también a otros creadores de canciones
que nacían en aquellos años sesenta y setenta del siglo XX. Según la región o
nacionalidad a la que pertenecieran y las circunstancias de cada uno, y, por
supuesto, según sus propias preocupaciones estéticas, los diversos creadores de
la nueva canción de autor española bebieron de muy variadas fuentes, entre
ellas los folklores respectivos.
Entre los miembros del grupo pionero de la
canción de autor vasca Ez ok Amairu, hubo quienes como Xavier Lete, Benito
Lertxundi o Lourdes Iriondo partieron del folklore para muchas de sus
creaciones. En el caso de Mikel Laboa la reelaboración de canciones populares
conviviría con composiciones altamente rompedoras y vanguardistas.
Tanto en
Cataluña como en Galicia, junto a creadores que en un principio tomaron como
modelo inmediato la música francesa, italiana o anglosajona, también hubo
quienes se inspiraron en su propio folklore, como muestran los casos de Marina
Rosell, María del Mar Bonet, Amancio Prada, Benedicto o Emilio Cao, por
recordar tan sólo algunos de los nombres que merecen ser recordados.
En otros
lugares, como Aragón, Castilla, Andalucía o Extremadura apareció
esporádicamente en autores como Labordeta, La Bullonera, Elisa Serna, Pablo
Guerrero o Carlos Cano. Hubo también
cantautores de éxito, como Víctor Manuel o Joan Manuel Serrat, que
aunque no empleasen las canciones folklóricas en sus composiciones dedicaron
algunos de sus trabajos a interpretarlas.
MAESTRO.- Hubo un
tiempo en la era anterior a la catástrofe, allá por los años sesenta del siglo
XX, en que- los hombres que amaban las canciones tradiciones y los valores y
formas que encerraban creyesen que el folklore se moría y no habría forma, de
remediarlo. Y tenían razón, pero no debían sufrir por ello.
El folklore,
como toda cosa viva, había llegado a ese punto en que acababa su ciclo vital.
Aquello para lo que había sido necesario dejaba de existir, otros sistemas
distintos sustituían y anulaban sus valores tradicionales. Había llegado el
momento de su muerte y era inútil intentar prolongar su vida con medios
artificiales, reproduciendo en los escenarios lo que el folklore había sido en
las plazas de los pueblos, los tajos de trabajo o las reuniones alrededor de la
lumbre.
Lo que había que
considerar entonces era si ese folklore que moría había dado sus frutos. Había
nacido, se había desarrollado y, al final de su vida, estaba en trance de
morir. Pero ¿se había multiplicado? ¿Se había perpetuado en algo que fuera su
descendencia? Así había sido. En España, y en todo el mundo, surgieron músicos,
cantantes y grupos que en ese folklore agonizante encontraron las raíces para
desarrollar su trabajo creativo, nuevo e imaginativo, enraizado en el pasado
pero pensando en el futuro. Ya no era folklore "clásico" lo que
hacían. Eran los hijos del folklore, y en ellos, en sus nuevas músicas salidas
de las viejas esencias, se perpetuó el sentir último y definitivo del folklore:
sus valores estéticos, su enraizamiento popular, su forma de mostrar el arte y
la vida de acuerdo a como el pueblo los veía.
MAESTRO.- A partir de
los lejanos años setenta de aquella era, muchos creadores de canción popular, desde Oskorrí a
Milladoiro, desde All Tall a Mestisay revolucionaron el folklore. Ellos
buscaron con su obra la continuidad de los valores esenciales de la canción
popular, adaptándolos al momento que vivieron y utilizando todo aquello que les
permitía actualizarlos y acercarlos a la sensibilidad contemporánea.
La ampliación de
los conocimientos musicales y los avances en el terreno de la comunicación
otorgaron, junto a las nuevas tecnologías, medios hasta entonces vedados a los
intérpretes tradicionales. Muchos, como Mosaico o Brath, aplicaron estas
tecnologías a la recuperación de formas musicales propias, que en otro caso se
habrían perdido en el olvido o se habrían visto sometidas a la indiferencia por
parte de la cultura dominante. Estas tecnologías se convirtieron en un arma
doblemente valiosa, al facilitar, por un lado, el acercamiento e identificación
con la sociedad de cada momento y por otro, lucha contra la uniformidad que
siempre han impuesto las culturas de los imperios.
Para, muchos fue
un vehículo estético. Para otros un camino de expresión ideológica o política
enfrentada a la impuesta por las clases o naciones dominantes en el mundo. Para
la mayor parte, ambas cosas a la vez. En todo caso, fue una de las más variadas
y fascinantes aventuras musicales que se hayan dado en el correr del tiempo,
que se abre de nuevo ante nosotros con todas sus promesas y desencantos.
La canción popular ni se crea ni se destruye,
simplemente se transforma