A CANTAR
HEMOS VENIDO
En el cincuentenario del grupo Canción del
Pueblo
El domingo
22 de noviembre de 1967 hizo en Madrid un día frío y destemplado. Tal
inclemencia meteorológica no impidió, no obstante, que aquella tarde un público
joven y entusiasta abarrotara el auditorio del Instituto Ramiro de Maeztu para
escuchar a un grupo de nuevos cantautores que hasta entonces apenas habían
actuado en algunos, pocos, locales universitarios. Aquella tarde y en aquel
recital nació Canción del Pueblo, el
colectivo seminal de la canción de autor madrileña cuyo cincuentenario se
celebra.
Allí dieron sus primeros pasos artísticos cantautores de obra tan
destacada, personal y significativa en la historia de la canción de autor
española como Adolfo Celdrán, Julia León y Elisa Serna, que actúan esta noche, o Hilario Camacho, ya fallecido. Pero no fueron los únicos, y en
estos momentos de rememoración es de justicia histórica recordarlos a todos.
Entre los integrantes de Canción del Pueblo los hubo de carrera
breve que no llegaron a dejar sus canciones en disco, como Anselmo Cano o Carmina
Álvarez, quien merece un hueco en la historia de la música española aunque
sólo sea por su magistral adaptación del poema de León Felipe “Que
pena”, que grabaría primero Adolfo
Celdrán y años después el excelente dúo uruguayo Los Olimareños.
Otros dieron a la luz una obra discográfica limitada, pero
significativa. Luis Leal y Manuel Toharia grabaron inspiradas
adaptaciones de poemas. En su único disco, Ignacio
Fernández Toca dejó para la historia una canción ya mítica, “No
nos moverán”, aquel viejo tema popular estadounidense que él tradujo y
popularizó hasta convertirlo en un auténtico himno aún vigente de lucha por la
libertad. José Manuel Bravo, Cachas,
acabaría marcando un hito en la música popular de vanguardia como impulsor del
grupo Música Dispersa, cuyo único
disco todavía ahora se disputan los coleccionistas.
De todos es conocido el importante papel antifranquista jugado por
los cantautores, muchas de cuyas creaciones constituyeron piezas fundamentales
de la identificación popular con las libertades en la batalla contra la
dictadura, aún a costa de numerosas censuras, prohibiciones e incluso
detenciones y prisión. A mi entender, sin embargo, valorar únicamente los
esenciales elementos testimoniales y resistenciales de la canción de autor
puede conducir injustamente a un reduccionismo de su más profundo significado,
relegando injustamente a un segundo término la relevancia cultural y artística
que alcanzó en sus mejores cultores y que aún hoy se mantiene intacta y viva.
La canción de autor española, como la de todo el mundo, no sólo
tuvo relevancia cultural por la difusión de la mejor literatura a través de las
numerosas adaptaciones de poemas que se realizaron, que ya hubiera sido
importante por sí sólo; sino, sobre todo, por la creación de un nuevo lenguaje
en el terreno de la música popular, acorde con los tiempos que corrían y con
las exigencias de comunicación del público al que se dirigían. Un lenguaje
basado en la clara voluntad artística de expresar al ser humano en toda su
complejidad, desde las más profundas aspiraciones éticas o políticas hasta los
más íntimos sentimientos personales. Un lenguaje que si en un principio podría
parecer de una gran simplicidad forma, pronto empezó a hacerse más complejo en
su asunción de influencias de otros géneros musicales. ¿Se puede negar que Elisa Serna fue una pionera de la música
de fusión desde su primer LP “Este tiempo ha de acabar”? ¿Nadie
recuerda el peso de John Cage en los lekeitios de Mikel Laboa? ¿Alguien puede pasar por alto la presencia de los
sonidos y ritmos mediterráneos en la escueta y compleja sencillez de las “Cançons
de la roda del temps” de Raimon?
¿Se puede negar las buenas dosis de
blues y de jazz en Pi de la Serra? ¿Y
de Hilario Camacho, qué?
Fue aquel lenguaje original y novedoso, sus componentes éticos y
la propia consideración de la canción como un arte adulto y maduro, lo que influyó
en la música popular española de mayor calidad, desde el rock al flamenco o el
neofolklore, y lo que posteriormente continuó alimentado la creatividad de las
sucesivas generaciones de cantautores que se fueron llegando, hasta confluir
hoy mismo en el trabajo de la legión de jóvenes cantautores que pueblan, con
tesón, esfuerzo y no poco talento, el panorama musical español.
Lo menos que puede decirse hoy, de aquel recital de hace medio
siglo, en lo que a Madrid atañe, es que entonces y allí comenzó todo.
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