Matizaciones, innecesarias tal vez, sobre “Gallo rojo, gallo negro”
Gallo rojo, gallo negro
Cuando canta el gallo negro
es que ya se acaba el día.
Si cantara el gallo rojo
otro gallo cantaría.
Ay, si es que yo miento,
que el cantar que yo canto
lo borre el viento.
Ay, qué desencanto
si me borrara el viento
lo que yo canto.
Se encontraron en la arena
los dos gallos frente a frente.
El gallo negro era grande
pero el rojo era valiente.
Ay, si es que yo miento,
que el cantar que yo canto
lo borre el viento.
Ay, qué desencanto
si me borrara el viento
lo que yo canto.
Se miraron cara a cara
y atacó el negro primero.
El gallo rojo es valiente
pero el negro es traicionero.
Ay, si es que yo miento,
que el cantar que yo canto
lo borre el viento.
Ay, qué desencanto
si me borrara el viento
lo que yo canto.
Gallo negro, gallo negro,
gallo negro, te lo advierto:
no se rinde un gallo rojo
mas que cuando está ya muerto.
Ay, si es que yo miento,
que el cantar que yo canto
lo borre el viento.
Ay, qué desencanto
si me borrara el viento
lo que yo canto.
Me
sorprende la gran cantidad de veces que se ha colgado en youtube “Gallo negro, gallo rojo” (o “Los dos gallos”), la histórica canción
de Chicho Sánchez Ferlosio, y me llaman poderosamente la atención los errores y
la falta de información de la que hacen gala los bienintencionados internautas
que la cuelgan en las informaciones, cronológicas y políticas, que ofrecen
sobre ella. Como sea que, además, cada cuelgue tiene cientos de comentarios
(que hay mucho colgao por el mundo),
pienso que tienen sentido estas matizaciones, por mucho que pueda ser un
ejercicio innecesario, pues en nada cambiarán el rumbo de los rumores. Eso sí, espero que me sirva para contar una buena historia.
He
encontrado sitios en donde la canción se inscribe, simple y llanamente, entre
las nacidas en guerra civil española o inspiradas en ella. Más abundante, sin
embargo, es la consideración de “Gallo
rojo, gallo negro” como simple himno anarquista, confundiendo la posterior
biografía, militancia y obra del cantautor con lo escrito y cantado en sus inicios
musicales y políticos de signo diferente.
Cuando
en 1963 compuso la canción, que se publicaría en
Suecia de manera clandestina y anónima, Chicho Sánchez Ferlosio era un estudiante
de varias carreras sucesivas en la universidad madrileña, de 23 años de edad,
hijo de Rafael Sánchez Mazas, paradigmático ejemplo de intelectual del régimen,
y hermano de sendos antifranquistas declarados, el escritor Rafael Sánchez
Ferlosio y el médico y filósofo Miguel Sánchez Mazas. Por aquellos años, Chicho
--que en realidad había sido bautizado como José Antonio Julio Onésimo, toda
una declaración de principios políticos paternos-- era un fiel militante de la
célula universitaria del Partido Comunista de España, en el que había entrado
en 1961 y cuya línea política del momento queda aún patente en aquellas primeras
creaciones del cantautor.
1972. Los Olimareños. Uruguay
Aunque
en la, por desgracia, breve obra de Chicho Sánhez Ferlosio, pueden encontrarse
canciones que tratan de diversos temas, del amor adúltero a la existencia de
Dios, bien se puede encuadrar su trabajo en lo que llamaríamos directamente
arte político, sin que esa calificación afecte en absoluto a su excelente
capacidad poética y musical, mucho menos primaria siempre de lo aparente. Una
directa relación de sus canciones con las ideologías políticas de las que participó que se detecta
especialmente en los dos extremos de su vida: el de su juventud comunista y el
de su madurez anarquista. A la primera de ellas corresponden este “Gallo rojo,
gallo negro”, y si algún sello ideológico identificativo tiene, como el resto
de aquellas grabaciones suecas es el del comunismo. Así se puede comprobar
simplemente con escucharlas y situarlas en el momento en que fueron compuestas
y grabadas.
En alguna de aquellas composiciones iniciales, en muchas, ese sello ideológico es evidente, como la “Canción de Grimau”, dedicada al
dirigente comunista Julián Grimau, uno de los máximos responsables clandestinos
de PCE en Madrid, detenido en noviembre de 1962 y fusilado, tras una parodia de proceso,
el 20 de abril de 1963. Su asesinato, aparte de provocar una fuerte campaña
internacional por la amnistía del condenado y de repulsa al franquismo, también
inspiró a otros cantantes internacionales, como a la chilena Violeta Parra, que le dedicó su
estremecedor “Que dirá el santo padre”
o el italiano Sergio Liberovici, que convirtió en canción su escueta declaración ante la policía.
En
otras de aquellas canciones (“A la huelga”,
“Canción de soldados” o “La paloma”, por ejemplo) se puede
apreciar el paralelismo entre los temas abordados y las luchas políticas
impulsadas por el PCE en aquella primera mitad de los sesenta: las movilizaciones
mineras de Asturias, el ejército o las campañas internacionales por la paz --simbolizadas,
por cierto, por aquella paloma de Picasso, igualmente comunista--, tan
fundamentales en la política de los PC mundiales en aquellos años de plena
guerra fría.
2008. Killa-Antay. Grupo chileno “andiurbano”
Curiosamente
es en una alusión aparentemente anecdótica en donde Chicho más directamente se
acercó a la política del PCE en aquellos años. En “Coplas del tiempo”, de la que sólo se editó en aquel disco la
primera parte, la dedicada a las huelgas asturianas de 1962/63, aquella que
empezaba con versos memorables “Hay una
lumbre en Asturias/ que calienta España entera”, casi al final, antes de
las letanías santas con las que acaba, incluyó una estrofa llamativa:
“Hay algunos sacerdotes
francamente progresistas;
apoyan las peticiones
de los mineros huelguistas.
Algunos curas
hoy están a las duras
y a las maduras.”
Por
una parte, estos versos no hacían sino reflejar la realidad de que los párrocos
de los pueblos de la cuenca minera asturiana habían cumplido un papel
importante, y ejemplar, en el apoyo a la huelga y los huelguistas y contribuido
a su difusión desde los propios púlpitos, aparte de organizar a los jóvenes de
la JOC que tan activamente participaron en ellas. Chicho lo reconocía, pero
también contribuía con ello a la política de reconciliación nacional promovida
con el PCE, que intentaba un acercamiento a esa otra iglesia más o menos
antifranquista que estaba surgiendo. Queda más claro todavía en la segunda
parte de esta misma canción, titulada “Critica
general”, que no se llegó a editar en disco, pero que quien quiera puede escuchar en este enlace.
Aparte de poner a parir con ironía, dando nombres y apellidos, a los más altos
gerifaltes del régimen (por ejemplo, esta dedicada al general que vicepresidía
el Gobierno: “Es evidente/ que nunca
Muñoz Grandes/ fue inteligente”), incluía no una, sino dos estrofas, que
hacían algo más que sugerir las coincidencias entre comunistas y cristianos
progresistas y la posibilidad de colaborar conjuntamente en la común lucha
contra la Dixtadura:
“Las enciclicas de ahora
son enciclicas curiosas
vienen dando al comunismo
la razón en muchas cosas.
Con el marxismo
va coincidiendo ahora
el Papa mismo.
Puede que Dios nos ayude
a volver nuestra tortilla.
Haciendo a Montini Papa[1]
a Franco le ha hecho papilla.
El Padre Eterno
no parece que apruebe
nuestro gobierno
El Vaticano
ha tenido un criterio
bastante sano.”
2016. Pascual Kantero “Muerdo”.
España
En
el verano de 1963 dos jóvenes suecos, Svergöran Dahl y Sköl Peter Matthis,
redactor jefe y colaborador respectivamente de la revista cultural de línea
socialdemocrata “Clarté”, viajaron a España con la intención de recopilar obra
gráfica del grupo Estampa Popular para una exposición que pensaban realizar, y
que realizaron. En aquellos momentos, con las grandes huelgas asturianas aún en
marcha y el fusilamiento de Julián Grimau reciente, la izquierda europea estaba
pendiente y preocupada por la situación en España, dando lugar a amplios
movimientos de apoyo a la lucha antifranquista que estaba teniendo lugar en el
interior del país, lo que explica bien el interés y la visita de los dos
suecos, que a la vuelta montaron en Estocolmo un Comité de Solidaridad con
España.
Existen
dos versiones distintas de cómo Dahl y Matthis entraron en contacto con Chicho.
Según unos, fue en el transcurso de una reunión en la Embajada de Cuba, en la
que los suecos le habrían escuchado cantar en petit comité algún tema y habrían
mostrado su interés en grabarle. También corrió el rumor de que las cintas las
habían llevado personalmente a Suecia o el novelista Alfonso Grosso o el pintor
Eduardo Arroyo, ambos comunistas por aquel entonces. Otros cuentan que los dos
suecos traían ya varios contactos en España que les habría facilitado el
traductor, profesor y escritor Francisco Uriz, al que conocían de Estocolmo,
donde se había exiliado no hacía mucho y en donde acababa de ingresar en el PCE
tras haber entrado en contacto con los brigadistas internacionales suecos. No
es que importe demasiado cómo fue aquel encuentro, pero en cualquier caso es
una buena historia, de entre cuyas versiones parece más verosímil la última
opción. Más que nada por un detalle casi anecdótico.
1975. Óscar Chávez. México.
Al
entrar en España, los suecos, sin duda acojonaditos de miedo ante la sola
presencia de los cancerberos franquistas, llevaban escondido debajo del coche
en el que viajaban (así lo declaró luego uno de ellos, aunque me cuesta
imaginar cómo lo pudieron fijar en ese lugar) un pesado y profesional
magnetofón prestado por Radio Suecia. Causa extrañeza que viajaran con aquel
exceso de equipaje tan peligroso si sólo venían a España a recoger los grabados
de Estampa Popular. Alguna intención de grabar con calidad semiprofesional ya
traían aquellos dos, y no eran entrevistas con este, aquel o aquellos, porque
no se sabe que hicieran ninguna.
Fuera
como fuera, y según ha recordado luego Ana Guardione, entonces esposa y
camarada del cantautor, la grabación de las seis canciones a las que nos
estamos refiriendo se realizó finalmente en el cuarto de baño de la vivienda
que la pareja tenía en la madrileña Colonia del Viso. Era el lugar más
silencioso y con mejor acústica de la casa.
2014. Leonardo Sbaraglia.
Argentina.
El
disco se publicó finalmente en Estocolmo a comienzos de 1964 con el título, en
español, de “Canciones de la Resistencia
española. Año 1963” , y la portada llevaba una ilustración del pintor
José Ortega, fundador, exiliado y comunista, de Estampa Popular[2]. En
el texto de contraportada firmado por Matthis se explicaba que se silenciaba el
nombre del autor y cantante por evidentes razones de seguridad. Pese a las
dificultades para su difusión, lógicas en un sello no comercial de un país tan
lejano, las canciones, que fueron emitidas con insistencia a través de Radio
Suecia, Radio Moscú, La Pirenaica y otras emisoras europeas que se escuchaban a escondidas en aquella negra España, alcanzaron pronto
una gran repercusión internacional, siendo reeditadas o grabadas en su propio idioma por
artistas locales en Suecia, Italia, Alemania, Dinamarca o Francia. Repercusión
que pronto atravesó los mares con versiones chilenas, argentinas, uruguayas o
mexicanas.
2010. Sven Wollter. Suecia
¿Y
en España? Pues en España había una dictadura férrea y cruel y no se podía ni
pensar siquiera en editar el disco o incluso en distribuirlo legalmente. Se podía,
eso sí, escucharlas a través de Radio España Independiente, pero pese a la
importancia de la radio comunista desde el exilio, esa vía resultaba
insuficiente. Para introducir clandestinamente la grabación y permitir el
conocimiento de aquellas canciones en España se cambió la cubierta por una que
incluía el título “Svenska Folksånger
från 1900-talet” (“Canciones
populares suecas del siglo XX”) que suspuestamente interpretaba un tal Mats Antonsson, músico sueco realmente existente y cómplice de la operación. La estrategia funcionó, porque gracias a ella bastantes ejemplares del disco, tampoco demasiados, consiguieron
llegar a España sin despertar las sospechas de los controles de la policía
fronteriza. A partir de aquellas pocas grabaciones, las canciones fueron
pasando de boca en boca hasta convertirse en verdaderos himnos antifranquistas,
alguna de las cuales, como “gallo rojo,
gallo negro”, sobrepasarían con mucho los límites del tiempo.
Con ese personal en el proyecto, no debe extrañar que el primer núcleo irradiador, como ahora tanto se dice, de la inicial popularidad
española de aquellas canciones estuvo sin duda en los jóvenes pertenecientes a
las juventudes comunistas. Lo sé porque yo estuve allí desde poco después y fueron
docenas las veces que las destrocé, a voz en grito o susurrando, en tantas
excursiones, reuniones y actividades, siempre clandestinas o realizadas a
escondidas, de aquellas viejas Juventudes Comunistas de España.
1997. 37 Hostias. España
Tras
su paso por la cárcel aquel mismo año, Chicho Sánchez Ferlosio abandonó
el Partido Comunista de España para integrase, tras algunos coqueteos con otros
grupos de izquierda, en su fracción pro-China, de la que también salió pitando
poco después. Siempre fue in culo políticamente inquiero. Diversas desgracias familiares y decepciones políticas le
llevaron a un periodo de escepticismo militante, dentro del cual compuso
canciones tan excelentes como “Hoy no me levanto yo”, “Canción adultera” o
la insuperable “El Ser”, que se
incluyeron en 1978 en el primer, y único, disco español “oficial” de Chicho, “A contratiempo”, en el que, por cierto,
solo figuraban dos de aquellas viejas canciones de tiempos comunistas: “La paloma” y estos “Dos gallos” de los que hablamos.
Las
canciones de aquel disco, tanto las de letra propia como las musicaciones de
poemas de Agustín García Calvo, Carmen Martín Gaite, su propio padre, Rafael Sánchez
Mazas, o el mismísimo Dante, delatan una mirada irónica y descreía sobre la militancia política
y la vida misma. Hay una excepción, la estupenda “Balada de las cárceles”, que los autores, García Calvo y Chicho,
habían dedicado en 1968 a
los amigos encarcelados por la dictadura. Aunque, que yo sepa, por aquellos años aún
no se había producido el acercamiento militante del cantautor al anarquismo, parece
evidente que ya latían en ellas ideas de clara raíz libertaria.
La
clara identificación de Chicho Sánchez Ferlosió le inspiraría, ya en la madurez
de su vida, algunas de sus composiciones a mi entender más inspiradas y de alta
precisión poética y lingüística. Tal es el caso de el excelente “Romancero de Durruti”, conjunto de
canciones en las que, recuperando los viejos modos de los copleros
tradicionales, narraba con precisión versificadora los comienzos de anarquismo
ibérico a través de la historia de tres de sus pioneros: Buenaventura Durruti, Francisco Ascaso y Juan García Oliver. Aunque no quedó registro discográfico de esta obra, que formó parte de
un documental sobre Buenaventura Durruti del grupo teatral Els Joglars en 1999,
por fortuna puede recuperarse en la famosa red.
1969. Rolando Alarcón. Chile
También
en los foros de Internet que he podido ver estos días se puede detectar con
frecuencia una a veces agria polémica sobre el significado de aquellos versos
de Chicho dedicados a la pelea en la arena de los dos gallos de colores
contrapuestos. Aunque hay muchas interpretaciones a mi entender correctas en la
interpretación, abundan las que piensan que alude al histórico enfrentamiento
entre comunistas y anarquistas, ateniéndose al color de los bichos,
identificados con las banderas respectivas, y no al momento en que se escribió,
a las ideas del cantautor entonces y, sobre todo, ignorando el contenido de la
propia letra.
Leo
en uno de esos comentarios: “gallo rojo:
comunismo. Gallo negro: anarquismo. No sé como hay gente que no entiende que en
realidad no habla de animales”. Si el comentarista, que se declara anarquista,
hubiera escuchado la canción se habría dado cuenta que es precisamente a su supuesto gallo, el negro, al que Chicho atribuía las cualidades más negativas (agresivo,
grande, luchador con ventaja, y traicionero,) dejando las positivas
(valiente, tesonero) para su oponente, el rojo.
Aclarado esto, en ningún caso creo que hoy en día pueda considerarse “gallo rojo, gallo negro”,
una canción estrictamente comunista (mucho menos anarquista, claro está) sólo
en razón de su origen o la variable ideología de su autor. Por fortuna, la significación de la canción va más allá de tontas consideraciones partidistas. Hay algo que diferencia sustancialmente a este tema del resto de aquellas grabaciones suecas que creo que puede contribuir a
explicar su supervivencia a lo largo del tiempo y a comprender que siga siendo interpretada por jóvenes que nada tuvieron que ver con aquellos orígenes políticos, que seguramente ni conocen, pero que les lleva, más de 50 años después a idenficarse con ella y sentirla propia. Frente al resto de aquellos temas primeros,
que eran directos y concretos en versos cargados de ironías y sarcasmos, ésta
de los dos gallos era la única que Chicho escribió desde la metáfora y la simbología y en un tono reflexivo, en absoluto agitador como el resto, una reflexion que se mueve entre la ilusión, la duda y la
desesperanza. Unas características que permiten abrir la canción a diferentes
interpretaciones, que bien pueden variar de acuerdo a cada oyente y al tiempo y
las circunstancias históricas en que se escucha, pero que se mueven siempre en
el mismo territorio ético y político, el de la disidencia con el sistema. No es
casual, es virtud de la canción.
2014. Ylva & Maja Karlsson.
Suecia
En
realidad, el texto no es otra cosa que una gran metáfora, expresada en unos
pocos símbolos, sobre la España del franquismo en concreto, y profundizando, en la eterna lucha entre los conceptos antagónicos del bien y del mal, con la convicción de jamás rendirse. El gallo negro canta al llegar
la noche, si lo hiciera el rojo amanecería. El negro, además de ser el primero
en atacar, es grande y traicionero, el rojo, en cambio, que se defiende, es
valiente y no se rinde nunca. En el hermoso estribillo queda en el aire la
dolorosa duda de quién acabara ganando la pelea. La indefinición sobre los
contendientes, el escenario del enfrentamiento y sus motivos, junto a su
inspirada melodía, cargan la canción de un grado de ambigüedad y generalización
que a mi entender constituye, insisto, una de las causas principales de su
capacidad de adaptación a los tiempos y a las circunstancias, motivo importante
de su pervivencia.
Atendiendo
simplemente a lo que dicen los versos, “Gallo
rojo, gallo negro” puede significar, efectivamente, el enfrentamiento entre
rojos y franquistas a que dio lugar la sublevación militar del 36, pero, sobre
todo, a la lucha entre la negra dictadura franquista y la roja resistencia que
la combatía. Desde luego, no a ningún tipo de ajuste de cuentas interno entre
distintas izquierdas. Desde mi personal punto de vista ambas interpretaciones resultan
hoy insuficientes. Con el paso del tiempo, y superadas hace ya mucho tiempo las
circunstancias concretas en que se escribió, la vieja canción de Chicho Sánchez
Ferlosio bien puede asimilarse hoy a la
eterna lucha entre el poderoso (grande y traicionero y agresor) y el sometido
(valiente y tenaz), entre el explotador y el explotado, entre el agresor y el
agredido, el fuerte y el débil. En definitiva, en el fondo de la canción
subyace la vieja lucha humana entre el bien y el mal, condición que la ha hecho
eterna y que permite que cualquier persona de cualquier lugar que aspire a un
mundo más justo y libre pueda sentirse identificado con ella nada más
escucharla.
Aparte
de la de su autor, se hicieron numerosas grabaciones de “Gallo rojo, Gallo negro”, realizadas en las más distintas latitudes
y los más diversos idiomas, pero también en los momentos más diversos y en los
géneros musicales más dispares. Desde Suecia a Uruguay, desde aquellos años 60
del siglo pasado hasta ahora mismo, desde la música andina al rock. Algunas de
ellas son recuperables, y por ahí han ido unas cuentas enlazadas entremedias del
texto. Finalizo con la muy destacable versión de Silvia Pérez Cruz en la que me
parece detectar un muy contemporáneo aroma del tiempo pasado en vano y de la desesperanza y rabia por las ilusiones no cumplidas.
2016. Silvia Pérez Cruz. España
[1] Se refería a Pablo VI, que
acababa de acceder al papado en junio de 1963 sucediendo a Juan XIII, y que también
dio al Caudillo buenos quebraderos de cabeza.
[2] Insisto
en destacar la ideología y militancia de los personajes implicados, no por ningún
tipo de intento de “apropiación” política de la canción, sino por poner de
relieve el contexto ideológico en que se desarrolló la historia.
Enhorabuena Antonio por tan brillante explicación y el notable esfuerdo documental. Con tu permiso me gustaria enviarselo a los amigos Quilapayun ya que recientmente estuve comentando con ellos sobre la familia de Sanchez Ferlosio sobre todo de su hermano y padre y sobre el libro de Javier Cercas Soldados de Salamina. El motivo era con motivo de sus arreglos de la cancion Circulos Viciosos que volvieron a presentar en Barcelona. Un fuerte abrazo José Luis Vergara
ResponderEliminarPor supuesto, mándaselo. No colgé la canción de Chicho que cantaron ellos, "Dicen que la patria es" titularon la "Canción de soldados", porque me centré en "gallo rojo, gallo negro".
Eliminar¡Impresionante! ¿Cómo que matizaciones, innecesarias tal vez?
ResponderEliminarNo seas modesto. Es un brillante trabajo y documento para guardar, como lo son todos tus acercamientos a la canción popular en sus distintas facetas, pues sugieres, en una especie de juego de pistas que vas lúcidamente engarzando, lo que es la cabal historia del origen y difusión de este tema, que es mucho más que una canción, y que los no iniciados ni podrían sospechar ni conocer sin tu aportación.
Mi enhorabuena.
Antonio, una vez nos das muestras de tu sabbiduría y conocimiento...interesantisimo el estudio de los dos gallos, así como las aclaraciones sobre los distintos "pasos" de Chicho en búsqueda dela vrdad romántica que anidaba en su alma, y el rechazo absoluto a la dictadura..Gracias, una vez más...se te quiere , aurora a.de andrés
ResponderEliminarPrecioso tu estudio, sí,... y preciosa la interpretación de Silvia Perez Cruz... ¡Qué fuerza, qué sensibilidad, qué forma de transmitir el mensaje de lucha perpetua, desgarrada, conmovedora, primaria y casi primigenia, total...! ¡Y la puesta en escena!... hace tiempo que no me llegaba algo tan directa, tierna, delicada y brutalmente al corazón. Gracias a los dos.
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