Cinco de febrero de 1967. El último día de Violeta
Parra
Testimonios de amigos y familiares
El cinco de febrero de 1967 murió,
suicidada, Violeta Parra. En 1976, Bernardo Subercaseaus y Jaime Londoño la biografiaron
en su libro “Gracias a la vida. Violeta Parra, Testimonio” a partir de los
recuerdos de quienes habían convivido con ella.
Sobre lo que sucedió aquel
fatídico día reproduzco aquí los testimonios de sus hermanos Hilda, Nicanor y Lautaro, su
hija Carmen Luisa y su amigo y
compañero musical Alberto Zapican.
Se incluye al final el extraordinario poema de Nicanor Parra “Defensa de
Violeta Parra”, que se puede escuchar en la voz del autor pulsando el enlace
correspondiente.
Hilda (hermana de Violeta): recuerdo que ese
verano, un día viernes, yo hablé con ella y estaba muy contenta:
--“Vente pa’cá
el día miércoles tempranito --me dijo-- pa’ que nos demos unos baños turcos en
la carpa.
--Ya –le dije
yo, y seguimos conversando de otras cosas.
--Esto es lo
mejor que he hecho en mi vida… ¡escucha! –me dijo. Enchufó el tocadiscos y puso
“Gracias a la vida”.
--Yo creo que el
viaje a Punta Arenas empezó en mi corazón y mi sangre a vibrar, como un ser que
ha nacido de nuevo. Creo que las canciones más lindas, las más maduras
(perdónenme que les diga “canciones lindas” habiéndolas hecho yo, pero qué
quieren ustedes, soy huasa y digo las cosas sencillamente como las siento, las
canciones más enteras que he compuesto son “Gracias a la vida”, “Volver a los
17” y “Run run se fue pa’l norte”. Yo estoy contenta de considerarme en este
momento como compositora. Sólo quiero que la Violeta Parra tenga la suerte de
seguir cantando como hasta ahora para acabar el trabajo que se ha propuesto”.
Cuando terminó
le pregunté por qué le había puesto “Ultimas Composiciones” a ese disco.
--Porque son las
últimas –me dijo, riéndose, y claro yo no se lo tomé en serio.
Entonces le pedí
que me regalara el disco.
--Los discos hay
que comprarlos --me dijo, por embromarme-- fíjate que ahora han agarrado a
venderlos…
Cogió el disco y
me lo autografió, cosa que no hacía nunca. Luego descolgó un choapino grande
que tenía --“pa’ tu pieza”-- me dijo. Fue a su cuarto y trajo una maleta llena
de cosas:
--Hilda, llévate
esta maleta, llévate esta grabadora, esta máquina de escribir.
¡Un montón de
cosas que había traído de Europa!
--Ahora, cuando
vaya a Argentina me las compro de nuevo… llévatela tú nomás…
--¿Cómo me las
voy a llevar? ¿Cuándo te voy a poder pagar este montón de plata?... si ni
siquiera tengo trabajo seguro.
--Cuando puedas,
yo no te apuro ni necesito plata, así que llévatelas…
O sea que
Violeta, esos días estaba entregando sus cosas, pero nosotros, la verdad, es
que no sospechábamos lo que pensaba hacer.
Nicanor (hermano): Ese domingo yo la tenía
invitada a almorzar, pero el día anterior, el sábado al medio día, ella se
apareció con un amigo constructor. Almorzamos los tres, estuvo muy alegre, muy
lúcida, se veía feliz. Entonces ahí yo le propuse un trabajo, porque sospechaba
que estaba mal sicológicamente: aquí a la Violeta la voy a entusiasmar, pensé.
--Oye, Viola,
¿sabes lo que pasa en este país?... que no hay novelistas. Todos los países
tienen uno y aquí nadie ha escrito una novela. ¿Por qué no te escribís una
novela, Violeta?
No me tomó en
serio, se rió.
--No guachito…
escríbetela vos mejor, yo estoy muy cansada.
--Bueno –le dije
yo—entonces anda a descansar… todo el mundo va a la playa. ¿Por qué no haces
eso antes de ir a Argentina?
Se quedó
pensativa un rato.
--Sí –dijo como
evadida, con una voz muy rara en ella--- voy a descansar… voy a descansar.
Después se animó
un poco más.
--Te voy a
cantar una canción –me dijo—se llama “Un domingo en el cielo”.
--No, cántame
primero esta otra, una chilota –le digo yo. La cantó, pero insistió siempre en
“Un domingo en el cielo”. Terminó de cantar, tomo la guitarra y se puso de pie.
--Quédate,
Viola… ¡quédate más!
Dijo que no, que
tenía que ir a la Peña y partió. Así que ésa fue la última canción que yo le
escuché.
Alberto Zapican (amigo, músico uruguayo que
acompañó a Violeta en su último disco): El sábado en la noche habíamos actuado hasta
bien tarde en la peña de Ángel, ahí en la calle Carmen. Esa noche la Violeta
tuvo una pelea muy fea con Roberto (su hermano), porque estaba tomando mucho.
Incluso tuvimos que sostenerlo para que cantara. Esto fue lo que colmó un poco
el vaso.
Llegamos a la
carpa como a las tres de la mañana. Sin embargo ella madrugó mucho ese domingo.
A las cinco y media o seis ya andaba gritando pidiendo un té. Pidiendo que
alguien se levantara a calentar agua.
Ella se sentó en
la cama y empezó a escribir, escribió y escribió toda la mañana. Tuve una rabia
con ella, así que me fui a botar al lado de un pino que había cerca de la
carpa. Estaba fumando y leyendo, desde ahí veía que pasaba a alguna parte y
después volvía a entrar a su pieza para seguir escribiendo. No tocaba la
guitarra. Se la pasó escuchando “Río Manzanares”, una canción venezolana que
cantaba Isabel y que a ella le gustaba mucho. Escribía desenfrenadamente,
terminaba la canción y volvía a poner el mismo disco, así durante toda la
mañana. Almorzamos cerca de la una, ella paró de escribir para venir a comer un
sancocho, un revoltijo así dentro del sartén. No habló ni una palabra. Después
de tomar té se fue otra vez a su cuarto y se encerró.
Nicanor: Ese domingo 5 de febrero, tipo una,
salí de la casa, tenía unos invitados a almorzar, pero no había vino. Entonces
dije: la Viola debe tener vino en la carpa, voy a pedirle. La Violeta tenía una
casita de madera por ahí cerca, pero no vivía en ella. Ahí estaba mi mamá
establecida por esos días.
--A lo mejor
puede estar en la casa –pensé. Hice sonar la bocina del auto, la Carmen Luisa
estaba en el jardín, le pregunté si acaso tenía vino.
--No, aquí no
hay vino.
Puse el motor en
marcha. Voy a ir a la carpa –le dije—ahí la Viola debe tener.
--No tío, mi
mama no tiene vino… no vaya a la carpa, vaya al negocio a la orilla del canal,
seguro que tienen.
Fui y encontré.
Así que no la vi… no la vi… yo si la veo en ese estado me la llevo para arriba.
Así por lo mejor hubiera evitado que fuera ese día: porque esa decisión ya ella
la tenía tomada, la tenía trabando desde mucho tiempo atrás.
Lautaro (hermano de Violeta): Después del
almuerzo, como a esa hora de las cuatro, la Violeta quedó sola, mando a un
empleado que tenía a comprar choclos porque quería hacer un pastel y humitas.
Ese momento lo aprovechó para buscar lo que le interesaba, hasta que lo
encontró.
Carmen Luisa (hija de Violeta): Yo estaba ordenando
algo en la carpa, serían como las seis de la tarde, de repente sentí un balazo…
entré corriendo a la pieza y encontré a mi mamá ahí tirada, encima de la
guitarra, con el revólver en la mano. Me acerqué a ella y la moví, le hablé… y
no me contestó. Ahí me di cuenta que por la boca le corría un hilillo de
sangre. Quedé como paralizada, no sé por qué, pero lo más instintivo fue
quitarle el revólver. Salí fuera de la carpa y le avisé a gritos a las personas
que andaban por ahí. De repente se llenó la carpa de gente… llegaron los
detectives, y después vino una ambulancia a buscarla.
Dulce vecina de
la verde selva
Huésped eterno
del abril florido
Grande enemiga
de la zarzamora
Violeta Parra.
Jardinera
locera
costurera
Bailarina del
agua transparente
Árbol lleno de
pájaros cantores
Violeta Parra.
Has recorrido
toda la comarca
Desenterrando
cántaros de greda
Y liberando
pájaros cautivos
Entre las ramas.
Preocupada
siempre de los otros
Cuando no del
sobrino
de la tía
Cuándo vas a
acordarte de ti misma
Viola piadosa.
Tu dolor es un
círculo infinito
Que no comienza
ni termina nunca
Pero tú te
sobrepones a todo
Viola admirable
Cuando se trata
de bailar la cueca
De tu guitarra
no se libra nadie
Hasta los
muertos salen a bailar
Cueca valseada.
Cueca de la
Batalla de Maipú
Cueca del
Hundimiento del Angamos
Cueca del
Terremoto de Chillán
Todas las cosas.
Ni bandurria
ni tenca
ni zorzal
Ni codorniza
libre ni cautiva
Tú
solamente tú
tres veces tú
Ave del paraíso
terrenal.
Charagüilla
gaviota de agua
dulce
Todos los
adjetivos se hacen pocos
Todos los
sustantivos se hacen pocos
Para nombrarte.
Poesía
pintura
agricultura
Todo lo haces a
las mil maravillas
Sin el menor
esfuerzo
Como quien se
bebe una copa de vino.
Pero los
secretarios no te quieren
Y te cierran la
puerta de tu casa
Y te declaran la
guerra a muerte
Viola doliente.
Porque tú no te
vistes de payaso
Porque tú no te
compras ni te vendes
Porque hablas la
lengua de la tierra
Viola chilensis
¡Porque tú los
aclaras en el acto!
Cómo van a
quererte
me pregunto
Cuando unos
tristes funcionarios
Grises como las
piedras del desierto
¿No te parece?
En cambio tú
Violeta de los
Andes
Flor de la
cordillera de la costa
Eres un
manantial inagotable
De vida humana.
Tu corazón se
abre cuando quiere
Tu voluntad se
cierra cuando quiere
Y tu salud
navega cuando quiere
Aguas arriba
Basta que tú los
llames por sus nombres
Para que los
colores y las formas
Se levanten y
anden como Lázaro
En cuerpo y
alma.
¡Nadie puede
quejarse cuando tú
Cantas a media
voz o cuando gritas
Como si te
estuvieran degollando
Viola volcánica!
Lo que tiene que
hacer el auditor
Es guardar un
silencio religioso
Porque tu canto
sabe adónde va
Perfectamente.
Rayos son los
que salen de tu voz
Hacia los cuatro
puntos cardinales
Vendimiadora
ardiente de ojos negros
Violeta Parra.
Se te acusa de
esto y de lo otro
Yo te conozco y
digo quién eres
¡Oh corderillo
disfrazado de lobo!
Violeta Parra.
Yo te conozco
bien
hermana vieja
Norte y sur del
país atormentado
Valparaíso
hundido para arriba
¡Isla de Pascua!
Sacristana
cuyaca de Andacollo
Tejedora a
palillo y a bolillo
Arregladora
vieja de angelitos
Violeta Parra.
Los veteranos
del Setentainueve
lloran cuando te
oyen sollozar
En el abismo de
la noche oscura
¡Lámpara a
sangre!
Cocinera
niñera
lavandera
Niña de mano
todos los
oficios
Todos los
arreboles de los crepúsculos
Viola funebris.
Yo no sé qué
decir en esta hora
La cabeza me da
vueltas y vueltas
Como si hubiera
bebido cicuta
Hermana mía.
Dónde voy a
encontrar otra Violeta
Aunque recorra
campos y ciudades
O me quede
sentado en el jardín
Como un inválido
Para verte mejor
cierro los ojos
Y retrocedo a
los días felices
¿Sabes lo que
estoy viendo?
Tu delantal
estampado de maqui.
Tu delantal
estampado de maqui.
¡Río Cautín!
¡Lautaro!
¡Villa Alegre!
¡Año mil
novecientos veintisiete
Violeta Parra!
Pero yo no
confío en las palabras
¿Por qué no te
levantas de la tumba
A cantar
a bailar
a navegar
En tu guitarra?
Cántame una
canción inolvidable
Una canción que
no termine nunca
Una canción no
más
una canción
Es lo que pido.
Qué te cuesta
mujer árbol florido
Álzate en cuerpo
y alma del sepulcro
Y haz estallar
las piedras con tu voz
Violeta Parra.
Esto es lo que
quería decirte
Continúa
tejiendo tus alambres
Tus ponchos
araucanos
Tus cantaritos
de Quinchamalí
Continúa
puliendo noche y día
Tus tolomiros de
madera sagrada
Sin aflicción
sin lágrimas
inútiles
O si quieres con
lágrimas ardientes
Y recuerda que
eres
Un corderillo
disfrazado de lobo.
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