miércoles, 5 de febrero de 2014

Violeta Parra. Su ultimo dia

Cinco de febrero de 1967. El último día de Violeta Parra
Testimonios de amigos y familiares






El cinco de febrero de 1967 murió, suicidada, Violeta Parra. En 1976, Bernardo Subercaseaus y Jaime Londoño la biografiaron en su libro “Gracias a la vida. Violeta Parra, Testimonio” a partir de los recuerdos de quienes habían convivido con ella. 

Sobre lo que sucedió aquel fatídico día reproduzco aquí los testimonios de sus hermanos Hilda, Nicanor y Lautaro, su hija Carmen Luisa y su amigo y compañero musical Alberto Zapican. Se incluye al final el extraordinario poema de Nicanor Parra “Defensa de Violeta Parra”, que se puede escuchar en la voz del autor pulsando el enlace correspondiente.






Hilda (hermana de Violeta): recuerdo que ese verano, un día viernes, yo hablé con ella y estaba muy contenta:

--“Vente pa’cá el día miércoles tempranito --me dijo-- pa’ que nos demos unos baños turcos en la carpa.

--Ya –le dije yo, y seguimos conversando de otras cosas.

--Esto es lo mejor que he hecho en mi vida… ¡escucha! –me dijo. Enchufó el tocadiscos y puso “Gracias a la vida”.

--Yo creo que el viaje a Punta Arenas empezó en mi corazón y mi sangre a vibrar, como un ser que ha nacido de nuevo. Creo que las canciones más lindas, las más maduras (perdónenme que les diga “canciones lindas” habiéndolas hecho yo, pero qué quieren ustedes, soy huasa y digo las cosas sencillamente como las siento, las canciones más enteras que he compuesto son “Gracias a la vida”, “Volver a los 17” y “Run run se fue pa’l norte”. Yo estoy contenta de considerarme en este momento como compositora. Sólo quiero que la Violeta Parra tenga la suerte de seguir cantando como hasta ahora para acabar el trabajo que se ha propuesto”.

Cuando terminó le pregunté por qué le había puesto “Ultimas Composiciones” a ese disco.
--Porque son las últimas –me dijo, riéndose, y claro yo no se lo tomé en serio.
Entonces le pedí que me regalara el disco.

--Los discos hay que comprarlos --me dijo, por embromarme-- fíjate que ahora han agarrado a venderlos…

Cogió el disco y me lo autografió, cosa que no hacía nunca. Luego descolgó un choapino grande que tenía --“pa’ tu pieza”-- me dijo. Fue a su cuarto y trajo una maleta llena de cosas:

--Hilda, llévate esta maleta, llévate esta grabadora, esta máquina de escribir.

¡Un montón de cosas que había traído de Europa!

--Ahora, cuando vaya a Argentina me las compro de nuevo… llévatela tú nomás…

--¿Cómo me las voy a llevar? ¿Cuándo te voy a poder pagar este montón de plata?... si ni siquiera tengo trabajo seguro.

--Cuando puedas, yo no te apuro ni necesito plata, así que llévatelas…

O sea que Violeta, esos días estaba entregando sus cosas, pero nosotros, la verdad, es que no sospechábamos lo que pensaba hacer.

Nicanor (hermano): Ese domingo yo la tenía invitada a almorzar, pero el día anterior, el sábado al medio día, ella se apareció con un amigo constructor. Almorzamos los tres, estuvo muy alegre, muy lúcida, se veía feliz. Entonces ahí yo le propuse un trabajo, porque sospechaba que estaba mal sicológicamente: aquí a la Violeta la voy a entusiasmar, pensé.

--Oye, Viola, ¿sabes lo que pasa en este país?... que no hay novelistas. Todos los países tienen uno y aquí nadie ha escrito una novela. ¿Por qué no te escribís una novela, Violeta?

No me tomó en serio, se rió.

--No guachito… escríbetela vos mejor, yo estoy muy cansada.

--Bueno –le dije yo—entonces anda a descansar… todo el mundo va a la playa. ¿Por qué no haces eso antes de ir a Argentina?

Se quedó pensativa un rato.

--Sí –dijo como evadida, con una voz muy rara en ella--- voy a descansar… voy a descansar.

Después se animó un poco más.

--Te voy a cantar una canción –me dijo—se llama “Un domingo en el cielo”.

--No, cántame primero esta otra, una chilota –le digo yo. La cantó, pero insistió siempre en “Un domingo en el cielo”. Terminó de cantar, tomo la guitarra y se puso de pie.
--Quédate, Viola… ¡quédate más!
Dijo que no, que tenía que ir a la Peña y partió. Así que ésa fue la última canción que yo le escuché.




Alberto Zapican (amigo, músico uruguayo que acompañó a Violeta en su último disco): El sábado en la noche habíamos actuado hasta bien tarde en la peña de Ángel, ahí en la calle Carmen. Esa noche la Violeta tuvo una pelea muy fea con Roberto (su hermano), porque estaba tomando mucho. Incluso tuvimos que sostenerlo para que cantara. Esto fue lo que colmó un poco el vaso.

Llegamos a la carpa como a las tres de la mañana. Sin embargo ella madrugó mucho ese domingo. A las cinco y media o seis ya andaba gritando pidiendo un té. Pidiendo que alguien se levantara a calentar agua.

Ella se sentó en la cama y empezó a escribir, escribió y escribió toda la mañana. Tuve una rabia con ella, así que me fui a botar al lado de un pino que había cerca de la carpa. Estaba fumando y leyendo, desde ahí veía que pasaba a alguna parte y después volvía a entrar a su pieza para seguir escribiendo. No tocaba la guitarra. Se la pasó escuchando “Río Manzanares”, una canción venezolana que cantaba Isabel y que a ella le gustaba mucho. Escribía desenfrenadamente, terminaba la canción y volvía a poner el mismo disco, así durante toda la mañana. Almorzamos cerca de la una, ella paró de escribir para venir a comer un sancocho, un revoltijo así dentro del sartén. No habló ni una palabra. Después de tomar té se fue otra vez a su cuarto y se encerró.

Nicanor: Ese domingo 5 de febrero, tipo una, salí de la casa, tenía unos invitados a almorzar, pero no había vino. Entonces dije: la Viola debe tener vino en la carpa, voy a pedirle. La Violeta tenía una casita de madera por ahí cerca, pero no vivía en ella. Ahí estaba mi mamá establecida por esos días.

--A lo mejor puede estar en la casa –pensé. Hice sonar la bocina del auto, la Carmen Luisa estaba en el jardín, le pregunté si acaso tenía vino.

--No, aquí no hay vino.

Puse el motor en marcha. Voy a ir a la carpa –le dije—ahí la Viola debe tener.

--No tío, mi mama no tiene vino… no vaya a la carpa, vaya al negocio a la orilla del canal, seguro que tienen.

Fui y encontré. Así que no la vi… no la vi… yo si la veo en ese estado me la llevo para arriba. Así por lo mejor hubiera evitado que fuera ese día: porque esa decisión ya ella la tenía tomada, la tenía trabando desde mucho tiempo atrás.



Lautaro (hermano de Violeta): Después del almuerzo, como a esa hora de las cuatro, la Violeta quedó sola, mando a un empleado que tenía a comprar choclos porque quería hacer un pastel y humitas. Ese momento lo aprovechó para buscar lo que le interesaba, hasta que lo encontró.

Carmen Luisa (hija de Violeta): Yo estaba ordenando algo en la carpa, serían como las seis de la tarde, de repente sentí un balazo… entré corriendo a la pieza y encontré a mi mamá ahí tirada, encima de la guitarra, con el revólver en la mano. Me acerqué a ella y la moví, le hablé… y no me contestó. Ahí me di cuenta que por la boca le corría un hilillo de sangre. Quedé como paralizada, no sé por qué, pero lo más instintivo fue quitarle el revólver. Salí fuera de la carpa y le avisé a gritos a las personas que andaban por ahí. De repente se llenó la carpa de gente… llegaron los detectives, y después vino una ambulancia a buscarla.





Dulce vecina de la verde selva
Huésped eterno del abril florido
Grande enemiga de la zarzamora
Violeta Parra.

Jardinera

locera

costurera

Bailarina del agua transparente
Árbol lleno de pájaros cantores
Violeta Parra.

Has recorrido toda la comarca
Desenterrando cántaros de greda
Y liberando pájaros cautivos
Entre las ramas.

Preocupada siempre de los otros
Cuando no del sobrino

de la tía

Cuándo vas a acordarte de ti misma
Viola piadosa.

Tu dolor es un círculo infinito
Que no comienza ni termina nunca
Pero tú te sobrepones a todo
Viola admirable

Cuando se trata de bailar la cueca
De tu guitarra no se libra nadie
Hasta los muertos salen a bailar
Cueca valseada.

Cueca de la Batalla de Maipú
Cueca del Hundimiento del Angamos
Cueca del Terremoto de Chillán
Todas las cosas.

Ni bandurria

ni tenca

ni zorzal

Ni codorniza libre ni cautiva


solamente tú

tres veces tú

Ave del paraíso terrenal.

Charagüilla

gaviota de agua dulce

Todos los adjetivos se hacen pocos
Todos los sustantivos se hacen pocos
Para nombrarte.

Poesía

pintura

agricultura

Todo lo haces a las mil maravillas
Sin el menor esfuerzo
Como quien se bebe una copa de vino.

Pero los secretarios no te quieren
Y te cierran la puerta de tu casa
Y te declaran la guerra a muerte
Viola doliente.

Porque tú no te vistes de payaso
Porque tú no te compras ni te vendes
Porque hablas la lengua de la tierra
Viola chilensis

¡Porque tú los aclaras en el acto!

Cómo van a quererte

me pregunto

Cuando unos tristes funcionarios
Grises como las piedras del desierto
¿No te parece?

En cambio tú

Violeta de los Andes

Flor de la cordillera de la costa
Eres un manantial inagotable
De vida humana.

Tu corazón se abre cuando quiere
Tu voluntad se cierra cuando quiere
Y tu salud navega cuando quiere
Aguas arriba

Basta que tú los llames por sus nombres
Para que los colores y las formas
Se levanten y anden como Lázaro
En cuerpo y alma.

¡Nadie puede quejarse cuando tú
Cantas a media voz o cuando gritas
Como si te estuvieran degollando
Viola volcánica!

Lo que tiene que hacer el auditor
Es guardar un silencio religioso
Porque tu canto sabe adónde va
Perfectamente.

Rayos son los que salen de tu voz
Hacia los cuatro puntos cardinales
Vendimiadora ardiente de ojos negros
Violeta Parra.

Se te acusa de esto y de lo otro
Yo te conozco y digo quién eres
¡Oh corderillo disfrazado de lobo!
Violeta Parra.

Yo te conozco bien

hermana vieja

Norte y sur del país atormentado
Valparaíso hundido para arriba
¡Isla de Pascua!

Sacristana cuyaca de Andacollo
Tejedora a palillo y a bolillo
Arregladora vieja de angelitos
Violeta Parra.

Los veteranos del Setentainueve
lloran cuando te oyen sollozar
En el abismo de la noche oscura
¡Lámpara a sangre!

Cocinera

niñera

lavandera

Niña de mano

todos los oficios

Todos los arreboles de los crepúsculos
Viola funebris.

Yo no sé qué decir en esta hora
La cabeza me da vueltas y vueltas
Como si hubiera bebido cicuta
Hermana mía.

Dónde voy a encontrar otra Violeta
Aunque recorra campos y ciudades
O me quede sentado en el jardín
Como un inválido

Para verte mejor cierro los ojos
Y retrocedo a los días felices
¿Sabes lo que estoy viendo?
Tu delantal estampado de maqui.

Tu delantal estampado de maqui.

¡Río Cautín!

¡Lautaro!

¡Villa Alegre!

¡Año mil novecientos veintisiete
Violeta Parra!

Pero yo no confío en las palabras
¿Por qué no te levantas de la tumba

A cantar

a bailar

a navegar

En tu guitarra?

Cántame una canción inolvidable
Una canción que no termine nunca
Una canción no más

una canción

Es lo que pido.

Qué te cuesta mujer árbol florido
Álzate en cuerpo y alma del sepulcro
Y haz estallar las piedras con tu voz
Violeta Parra.

Esto es lo que quería decirte
Continúa tejiendo tus alambres
Tus ponchos araucanos
Tus cantaritos de Quinchamalí

Continúa puliendo noche y día
Tus tolomiros de madera sagrada
Sin aflicción

sin lágrimas inútiles

O si quieres con lágrimas ardientes
Y recuerda que eres
Un corderillo disfrazado de lobo.






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