Toshi Seeger. El puntal del genio
La semana pasada, revolviendo en
internet en busca de artículos sobre la muerte de Pete Seeger, tropecé
casualmente con la noticia del fallecimiento, sólo seis meses antes, de su
esposa y compañera de toda la vida, Toshi
Aline Ohta Seeger (1 de julio de 1922 – 9 de julio de 2013). Me enteré de
la muerte de la esposa por el fallecimiento del marido, toda una metáfora de
una relación que duró 70 años, desde que se conocieron en 1939 en un baile
popular de Nueva York. La sombra de los genio, incluso de los no tan genios, es
alargada, y a veces oculta a quienes desde la mayor cercanía posible han hecho
posible que llegaran a ser tal y como han aparecido ante nosotros.
Es el caso de Toshi Seeger, que creo
merece la pena ser recordada en estos momentos, o, al menos, a mí me apetece
dejar aquí recuerdo de ella. Supe de su existencia e importancia desde el mismo
momento en que conocí a personas que a su vez conocían a la pareja. Raimon o
Fernando Santos Fontela (El “Ramón Padilla” que en 1968 editó “Canciones de
protesta del pueblo Norteamericano”) me dieron noticia de su existencia y del
importante papel que ocupaba al lado, el lado de la sombra, eso sí, del artista
que yo tanto admiraba. Fue su esposa y la madre de sus hijos, pero también su compañera de lucha, secretaria, mánager, consejera y productora, tanto de muchos discos como,
finalmente, del documental biográfico sobre Seeger “The power of the song”, que tanto ha debido verse durante estos
días. O eso espero, porque es excelente.
En cualquier caso, como mi conocimiento
de Toshi Seeger no pasa de las habladurías, he preferido acudir a una fuente
solvente que conoció en profundidad a la pareja, David King Dunaway, que ya en
1981 publicó la muy documentada biografía de Seeger “Una canción sin fin”, que
Jucar editó en España dos años después. He seleccionado algunos fragmentos que
hacen referencia a esa relación matrimonial y profesional entre ambos, en los que
quedan patenten no sólo su carácter y características, sino que desvelan rasgos
poco conocidos, y no siempre halagüeños, de la personalidad de Pete Seeger, que
merecen ser conocidos, al menos para hacer honor a una frase de Toshi que cita
el biógrafo: “Odio cuando la gente lo idealiza”.
Por otro lado, pienso que hay rasgos de
la relación de Pete y Toshi Seeger comunes con los de otras parejas artistas
que he conocido. Son, en general, mujeres inteligentes, cultas, valiosas, con
fuertes personalidades y sobradas capacidades, que, no obstante, por alguna
razón decidieron en algún momento aparcar sus propias carreras para poner su
empeño en las de sus compañeros. No suelen aparecer en las reseñas de discos,
exposiciones, películas o libros, pero constituyen sin duda los puntales en la
sombra del genio, sin las cuales los artistas no habrían hecho la obra que les
conocemos o la hubieran hecho de otra manera. Vaya también por ellas.
“He
trabajado muy difícil y lo hice con mi esposa;
Trabajando
mano a mano para hacer una buena vida.
El
maíz en el campo de trigo y en los recipientes, y luego...
Oh
Señor, yo era el padre de los gemelos”
(1)
Toshi (el nombre
significa «principio de una nueva era») tenía un hermoso pelo negro y una vena
osada que había heredado de su madre, la radical en una vieja familia de
Virginia que incluía a Jim Bowie, el del cuchillo del mismo nombre. Pete le
preguntó por ella tímidamente. Toshi le contó que, contra la voluntad de sus
abuelos, su madre se había casado con un exiliado japonés de noble cuna y que
se marchó a Europa, donde había nacido ella. A causa del Acta de Exclusión
Oriental (que impedía que los niños que tuvieran un cincuenta por ciento o más
de sangre oriental entraran en los Estados Unidos), no había podido entrar en
el país hasta que su madre la introdujo a hurtadillas, mintiendo a los
oficiales de aduana al decir que la vivaracha bebé era cien por cien
caucasiana.
Toshi creció en
las colonias artísticas de Provincetown y Woodstock y asistió a escuelas
«progresistas», incluyendo la Little Red School House de Greenwich Village.
Descubrieron que los dos habían hecho propaganda a favor de la España
republicana. Pete se sintió atraído por ella, pero era tímido; salieron a tomar
hamburguesas unas cuantas veces. La amistad se enfrió un poco cuando Alan Lomax
(que estaba en Nueva York por asunto de negocios) presentó a Pete a un
fascinante mundo de músicos. Lomax le llevó al apartamento que Aunt Molly
Jackson (la esposa de un minero de los Apalaches) tenía en el Lower East Side.
Peter conocía las canciones de Molly por su verano en Washington: «I Am a Union
Woman (Join the CIO)» y «Pity the Coal Miner». Ella conocía al padre de Pete
por el Colectivo de Compositores; los músicos la llamaban «anacronismo
viviente», la organizadora de un sindicato minero que escribía canciones sin
saber siquiera leer música. (...)
(2)
En aquella época
Pete era bastante puritano. No aprobaba el licor, el tabaco, el café, incluso
el sexo. A Woody (y a Lee) les encantaba todo eso —ríe Bess[1]—.
Pete no insistía sobre el tema todo el tiempo, pero si se bebe, cuesta dinero.
No podía aprobarlo sin más.
A veces, Pete
regresaba a casa y encontraba vacía la despensa. Woody y Lee estaban sentados
en un rincón con una pinta, con el aspecto de dos gatos que acaban de sacar un
pollo del frigorífico. Seeger solía estallar.
—Maldición, Woody
—gritaba—, no se puede comprar whisky cuando necesitamos cuerdas nuevas —luego
daba grandes zancadas por la habitación, regañándole—. ¡No tenemos dinero
suficiente para estas cosas! ¡No vuelvas a hacerlo! —A Pete no le importaba
sacrificarse mientras los demás lo hicieran.
—Oh, vamos, Pete
—se burlaban Woody y Lee—. No tienes ni un solo pelo en el pecho. No eres más
que un niño pequeño. Cuando crezcas, verás cómo te gusta saborear un trago o
dos.
Después de una
conversación como ésta, Seeger salía corriendo al Jefferson Diner, donde Woody
había convencido de algún modo al propietario que en su estado natal las
hamburguesas se servían con toda la lechuga y el tomate gratis que uno podía
comer. Pete Seeger se sentaba allí solo, devorando «Oklahomas» a crédito hasta
que una delegación venía para calmarle.
Como los urgía a
que limpiaran o redujeran sus bebidas, Seeger era el tipo de compañero de
habitación cuyas vacaciones son ocasionalmente bienvenidas. En cuanto a su
actitud, podría haberse sentido como en casa en el coro de una iglesia o en un
Club 4-H. Aunque Pete aún compartía el dormitorio con Bess, al parecer no
ocurría nada más fuerte que tocar el banjo en ropa interior. Por lo demás, Pete
ya tenía una novia: la muchacha que había conocido nada más llegar a Nueva
York. Había un problema: Toshi era medio japonesa en una época en que los
americano-japoneses se habían convertido en el enemigo interior, una «horda
amarilla» encerrada en campos en California. «Haremos que se traguen los
dientes», decían los americanos después de Pearl Harbor según Times. Cuando el
Departamento de Conservación de Tennessee recibió la petición de una licencia
de caza para seis millones de «japos», un oficial devolvió la solicitud con la
nota: «Temporada abierta para los japos, no hace falta licencia».
Incluso el
Partido estaba de acuerdo en mantener en detención preventiva a los
americano-japoneses. La situación de Toshi era aún más tensa porque su padre,
Takashi Ohta, no era de los que ocultan su pasado. Aventurero exiliado de su
respetada familia en Japón, Takashi había recorrido el mundo como soldado de
fortuna, combatiendo a las órdenes de Sun Yat-sen, había atravesado el desierto
de Gobi, y sirvió en la Marina Mercante Británica. Fascinaba a Peter; su vida
era plenamente romántica. Si el padre de Toshi hubiera estado en la costa este,
sin duda lo habrían metido en un campo; en Nueva York, el FBI le quitó sus
prismáticos, su cámara y su navaja. Para Pete, la controversia solamente hizo a
Toshi más deseable. La primera vez que la llevó a conocer a sus padres, su
hermanastra Peggy entró en el cuarto de baño sin saber que Toshi estaba allí:
—Estaba allí,
sin nada puesto, con el pelo suelto por la espalda. Nunca había visto nada así.
Era realmente exótica, muy hermosa.
Ruth y Charles
la aceptaron, aunque Constance tenía sus dudas. Una vez, Pete le dijo a uno de
sus hermanos que estaba pensando en casarse.
—¿Que te vas a
casar? —preguntó su hermano—. Tiene que ser judía o negra... ¿qué es?
—Japonesa
—respondió Pete.
Toshi visitaba regularmente
la Casa Almanac, y sus regañinas a menudo hacían que Pete bajara a la tierra.
El año anterior, había aparecido en un escenario frente a una vivaracha actriz
joven, Carol Channing. Toshi se burlaba de él: «Eres demasiado tímido para
mirarle a la cara... así que le mirabas el culo». En otra ocasión, cuando
estada actuando con vaqueros y botas de caña alta, Toshi le dijo que no se
diera ínfulas: «Mira, no eres un obrero, sólo lo estás fingiendo. Todo el mundo
lo nota». También le reprendió en lo referente a sus guantes; con el clima más
frío, Pete llevaba los guantes de algodón más baratos para darse aire
proletario. (...)
(3)
En septiembre de
1946, después de un verano en el que Pete estuvo tan atareado con sus tareas
organizativas que apenas vio a su esposa, la pareja apareció en las columnas de
cotilleo de New Masses: «Los Seeger esperan a un joven cantante folk». Danny
Seeger nació el Día del Trabajo.
Pete y Toshi
Seeger se llevaban bien; Toshi celebraba sus propios mítines de People's Songs,
en su sótano. Su estilo era escuchar con cuidado antes de decir una palabra, y
luego saltar apasionadamente a la discusión. La pareja vivía de forma bastante
tradicional; Toshi cuidaba del niño y llenaba un cuenco de ensalada digno de un
caballo para los hambrientos invitados, mientras Pete entraba y salía «como un
realquilado». En el ejército, Pete no podía esperar el momento de ser padre;
ahora ponía el trabajo por delante de la vida familiar.
—Me sentía
cargado de adrenalina y saltaba de reunión en reunión. ¡Había que hacer tantas
cosas en tan poco tiempo!... Pobre Toshi. Se quedaba en casa cambiando pañales
y yo llegaba a la una de la madrugada tras una reunión del comité, para
marcharme a otra a las siete de la mañana siguiente. Era un verdadero caso del
organizador masculino supremo que espera que su esposa lleve la casa mientras
él está cambiando el mundo. (...)
(4)
Toshi, cerca ya
de los treinta años, cuidaba de sus dos hijos, que tenían cuatro y dos años
respectivamente. Edificó una casa mientras vivía en ella: arreglando las
aberturas entre los troncos por donde entraba el viento, cortando madera para
la leña, y haciendo recados para sus padres. Además, recogía los mensajes para
Pete; el teléfono sonó desde el primer día en que fue instalado, incluso antes
de que tuvieran un suelo adecuado en la cabaña.
Cuando Pete
volvía a casa después de estar un mes seguido en la carretera, había momentos
difíciles, cuando parecía prácticamente un extraño para su familia. La vuelta a
casa tenía también sus momentos cálidos y tiernos, como el que Pete esbozó en su cuaderno. Toshi se sentaba
frente a Pete en una de sus pocas sillas, meciéndose y contemplando el suelo
con su hija Mika, de dos años, en el regazo. La niña dormía, con los brazos
alrededor del cuello de su madre. Al otro lado de la habitación, sus
instrumentos puestos a un lado, Pete dibujaba con un lápiz de mina gruesa: la
hija durmiendo, Toshi meciéndose amablemente en la semioscuridad, los troncos
del patio trasero chisporroteando en el fuego. (...)
(5)
Uno de los
factores que cimentaron la relación de Harold[2] y
Pete fue su filosofía política común; el representante era, según Joe Klein,
autor de Woody Guthrie, «comunista, lo que significaba que se podía confiar en
él». Sirvió como confidente informal para los músicos progresistas,
convirtiéndose en uno de los únicos representantes encargados de manejar tanto
los problemas mercantiles cómo filosóficos de un músico orientado
políticamente. Leventhal comprendía por qué a Seeger le gustaba asistir a
festivales benéficos, y Pete usaba a Harold como una tabla de salvación para
sus excéntricas ideas; si de repente se le ocurría escribir un baile basándose
en un estudio de Chopin (cosa que hizo una vez), Harold tenía carta en el
asunto (aunque no la última palabra) sobre si publicarla o no. Harold seguía la
pista a los amigos de Pete y a sus preocupaciones... y aprendió a llamar a
Toshi si necesitaba que Pete firmara algo. Después de años de práctica, Toshi
se había convertido en la organizadora que Seeger siempre esperó en ella.
Mientras su marido practicaba el banjo en el granero, Toshi cogía un cuaderno,
y preparaba su calendario de trabajo, «y que Dios ayude a Pete Seeger si pierde
ese libro», rió un amigo de la familia. Cuando Pete se marchaba a actuar, Toshi
le metía unos cuantos dólares en el bolsillo.
—Cuando a ella
se le olvidaba (y no sucedía a menudo), Seeger terminaba pidiendo dinero para
el café. (...)
(6)
En el otoño de
1961, Seeger obtuvo permiso del tribunal[3]
para hacer una gira por Inglaterra. En los dos años pasados desde su viaje con
Jack Elliot, había desarrollado un amplio seguimiento: cuatro mil personas se
congregaron en el Royal Albert Hall de Londres. Inglaterra tenía su propio
«Comité Pete Seeger», con Paul Robeson como presidente, el gran cantante de
baladas Ewan McColl (ahora esposo de Peggy) como secretario, y Benjamín
Britten, Doris Lessing y Sean O'Casey como patrocinadores.
Las cinco
semanas en Inglaterra fueron momentos tiernos y preciosos, las vacaciones que
Pete y Toshi tanto necesitaban. Ningún Comité de Actividades Anti-inglesas les
perseguía; ningún FBI vigiló sus actuaciones. En un coche alquilado, la pareja
y su hija de seis años, Tinya, visitaron las 310 acogedoras tabernas que salpican
el paisaje inglés. Siguiendo su capricho, se paraban en un pub sin avisar,
luego descansaban en un albergue de cama y desayuno, despertándose con el olor
del jamón curado en casa y los tomates a la parrilla.
El gélido
invierno inglés no había comenzado todavía. Recorrieron el saludable condado de
Yorkshire de camino al norte, saboreando el final de un verano indio. Algunos
días, las nubes se interrumpían y las carreteras comarcales se inundaban de luz
solar. Los enormes campos dorados y antiguas vallas de piedra atraían al
folklorista dentro de Pete. Aquí, en los páramos cubiertos de bruma de la
frontera escocesa, grandes crímenes y guerras habían producido un centenar de
baladas. Al conducir por las desiertas carreteras, Seeger casi podía oír las canciones
de falsos caballeros y castillos. A veces, siguiendo una indicación en un pub
local, visitaban a un cantante tradicional y oían canciones tal como se
cantaban siglos atrás. La música, no las guías turísticas, los condujo a través
de lo que Seeger describió como las «abarrotadas llanuras, los valles brumosos
de Gales, a través de los páramos barridos por el viento hasta las costas
rocosas de Escocia». (...)
(7)
Cuando Pete la
conoció en el otoño de 1962, Bernice[4],
con diecinueve años, tenía ya fama como cantante por los derechos civiles. Hija
de un ministro, Bernice tenía un aire engañosamente tranquilo y grandes ojos
amables. Sin embargo, su temperamento podía ser explosivo, y la habían
expulsado del Albany State College por manifestarse. Pete la animó a iniciar
una asamblea de cantantes del SNCC, quienes podrían extender las canciones de
la misma forma que los Almanacs lo habían hecho con el CIO. Bernice tomó el
consejo de Seeger al pie de la letra; el día después de que Pete volara a Nueva
York, se dio de baja en Spelman College, hizo las maletas y dejó el sur. Llamó
a Toshi Seeger a larga Rancia y le pidió que preparara una gira de los Freedom
(Cantantes por la Libertad), como los llamó. Toshi se convirtió en la representante
no pagada del grupo, y Bernice en miembro de la familia Seeger.
El movimiento
pro-derechos civiles se convirtió rápidamente en una prioridad principal en la
vida de Pete y Toshi. El trabajo de Pete se había duplicado súbitamente, pues y
Harold le habían llenado de actuaciones, ya que pensó que pronto podría acabar
en la cárcel y necesitaría el dinero extra. Cuando su encarcelamiento fue
anulado, quedó obligado a aparecer. Seeger convirtió estas citas en un fórum
musical pro-derechos civiles, llevando las canciones por la libertad como un
jardinero trae semillas de verdura. Promovió el interés, pero el maratoniano
calendario casi acabó con él.
Judy Collins
visitó la oficina del Festival de Newport en Nueva York y encontró a Pete
dormido en el suelo, demasiado cansado para regresar conduciendo a Beacon.
Finalmente, Toshi advirtió a su marido:
—Mira, tienes
que reducir el ritmo... vas a caerte muerto si no lo haces.
Pete hizo todos
estos viajes sin equipo de carretera o representante por compañía; a menudo,
Seeger marchaba solo del café de un aeropuerto a otro, con el banjo colgado al
hombro. No había entusiasmado a su público en Albany, pero estos viajes de
penitencia produjeron conversos por todo el país.
Naturalmente,
Pete no era el único atareado... buscar actuaciones para los Freedom Singers
resultó ser un trabajo completo. En una ocasión, Toshi les dijo: «Será mejor
que vayáis al baño ahora, porque el calendario del mes que viene está tan
abarrotado que puede que no tengáis otra oportunidad». Toshi sabía lo que
estaba haciendo; durante quince años, había hecho el mismo trabajo para Pete.
Aquella factura que él había enviado a casa desde el ejército se había visto
unida por miles de otras y archivadores llenos de correspondencia. Toshi sabía
qué auditorios sonaban mejor, quién aceptaría un precio bajo por una sala,
incluso con qué periodistas contactar. Por una vez, se arrojó a una causa
independiente de la carrera de su marido. Un amigo organizador llamó a su
trabajo «una perfecta unión de la vieja y la nueva izquierda. Nadie se marchaba
sin instrucciones, llamadas, comida después del espectáculo, y billetes de
avión para la actuación siguiente. Todas aquellas habilidades organizativas de
la vieja izquierda y los sindicatos empezaron a fluir a través del SNCC». (...)
(8)
A finales de los
años sesenta, Toshi Ohta Seeger se había encontrado dirigiendo a la vez la vida
de su marido y quejándose sobre ella. La consciencia doméstica de Pete había
progresado ahora hasta el punto que escribió, con ese humor incómodo que los
hombres adoptan al responder a los desafíos feministas: «La mayoría de los
hombres sólo encadenan a sus esposas a un fregadero. Yo además he encadenado la
mía a un despacho». Como Toshi era una mujer, y no le gustaba la publicidad,
nunca recibió su reconocimiento. Como productora de Pete, se aseguraba de que
estuviera en el lugar adecuado en el momento adecuado con el talante adecuado,
y que supiera dónde iría a continuación. Cuando se producían problemas, ella
cargaba con las culpas. A la hora de pagar los impuestos, cuando su tímido
cantante no podía aceptar cuánto dinero había ganado (o peor, cuánto le daba al
gobierno para la guerra), Toshi colocaba una página en blanco en el impreso
cuando Pete lo firmaba. Darse cuenta de esta dependencia le lastimaba. Pete
sabía lo que Toshi hacía por él y la deuda que tenía con ella.
—¿Es realmente
necesario tener un Mánager Personal, un Agente de Publicidad, un Mánager de
Carretera, y un Contable (Toshi cumplió ocasionalmente todas las funciones).
¿Dónde va a terminar todo esto? Tal vez debería hacer siete copias en papel
carbón de mí mismo... y así permitirme
la enorme organización, el Imperio que gira a mi alrededor.
Sus palabras
tenían un tono amargo; había estado oyendo quejas sobre su «inaccesibilidad».
Como guardián de Seeger, Toshi y Harold se habían convertido en una combinación
que un asociado enfadado llamó «el puño y el guante de hierro». No obstante, si
Toshi y Harold aceptaban este papel, era porque Pete abdicaba. Los necesitaba,
pero su de pendencia tenía dos efectos, como dejó claro un comentario de Irwin Silber:
«Supongo que todos los que hemos tratado contigo a lo largo de los años como
editores, directores, productores y mánagers somos partícipes de una misma
clase de decepción... Estoy seguro de que eres consciente de cómo la mayoría de
la gente en tu vida tratan constantemente de manipularte, igual que tú haces
con ellos, estoy seguro, en tu caso quizás por un propósito 'más grande', en el
de ellos por causas más mundanas y privadas».
Mientras Pete
digería comentarios como éste, Toshi continuaba dividida entre absorber y
rechazar la carrera de su marido. Rara vez hablaba con periodistas, pero cuando
lo hacía, sus observaciones eran
ciertamente originales.
—Odio cuando la
gente lo idealiza —le dijo a un sorprendido periodista del Chicago Tribune. Es
como cualquier persona en su oficio, como un buen operario en su bulldozer.
En otra ocasión,
cuando le preguntaron por qué Seeger había conservado su popularidad a lo largo
de los años, respondió que sus fans estaban «chalados». ¿Ha dado alguna vez
Pete un mal concierto?
—Cuando habla
demasiado, cuando no canta —dijo ella. Discutiendo en torno al machismo,
reprendió a su marido:
—Debería
escribir «cerdo» en la espalda de tu camisa.
El periodista,
obviamente, había tocado un punto sensible.
Dejando a un
lado sus raras puyas, su relación funcionaba bien; si Toshi hubiera recibido
reconocimiento (que evitaba), el acuerdo podría haber sido perfecto.
—Toshi ha sido
una compañera, no una compañera para andar por casa, sino una compañera real
—dice Judy Collins—. El hecho de que él esté en el escenario y ella no, no
significa nada.
En ocasiones,
Toshi se convertía en el superintendente de Pete; sin embargo, en ciertos
asuntos él era indomablemente testarudo. Cuando se trataba del deber, no había
forma de discutir con Pete. Y no era un hombre fácil con el que vivir; no bebía
café o licor, no fumaba, y no le gustaba escuchar discos o ir al cine. Asistir
a conciertos con él podía ser ofensivo; Pete sonreía con desdén cuando los
músicos no calculaban bien el tiempo, o cuando interpretaban mal a su público.
A pesar de todas sus esperanzas en la televisión, no podía estar sentado en silencio
ante el aparato más de media hora; al rato se levantaba a apagarlo. Por otro lado,
si te gustaba estar sentado ante la chimenea y tocar el banjo a todas horas de
la noche, era el compañero ideal.
[1]
Bess
Lomax Hawes (1921 –
2009). Cantante y folklorista. Miembro de Peoples songs. Hermana de Alan Lomax.
[2]
Harold
Leventhal (1919 –
2005) Productor y mánager de Pete Seeger y de otros muchos músicos y cantantes
de jazz y folk.
[3] El
Comité de Actividades Antiamericanas había condenado a Pete Seeger a un año de
cárcel, pena que se había recurrido y que posteriormente sería sobreseída.
[4] Bernice Reagon (1942). Activista por
los derechos civiles y cantante. Miembro en aquel momento de The Freedom Singers
y posteriorme del grupo negro femenino Sweet Honey in the Rock.
¡Felicidades Antonio! Y no lo digo porque haya acertado con el día de tu cumple o similar, pero no puedo por menos que felicitarte por tan magnífico artículo y reportaje fotográfico. Confieso que no conocía el blog y ha sido un amigo el que, acordándose de mí adicción a Pete Seeger, me mandó diversas direcciones en internet con comentarios sobre su fallecimiento.
ResponderEliminar¡Sigue así! Pues no hay nadie mejor para transmitir el significado de las canciones de los Seeger, Guthrie, Paxton, Phil Ochs, etc. que los jóvenes jubilatas tocapelotas, esos a los que el mentiroso gobierno eliminó de las estadísticas del paro para seguir engañando al pueblo, ignorando la guerra que todavía les vamos a dar.
Un abrazo.