Pete Seeger. La canción como militancia
"...Sabes que está más oscuro antes de amanecer.
Esta idea me mantiene en movimiento.
Si pudiéramos hacer caso a esas advertencias,
el momento es ahora,
bien temprano por la mañana...
Y por eso continuamos mientras vivimos,
hasta que no tengamos nada, nada más que dar.
Y cuando estos dedos no puedan ya tocar,
pasaré la vieja guitarra a otros dedos más jóvenes..."
Con Pete Seeger
desaparece una cierta manera de entender la música popular. Dejando su ejemplo
como herencia que alguien recogerá, con su fallecimiento muere también toda una
etapa de la canción popular entendida como militancia. Y con esta palabra no
quiero referirme sólo a la conciencia política ni a la lucha por construir un
mundo mejor que caracterizaron su vida y que caracterizan (y caracterizarán,
espero que aún por muchos años) su obra, sino a una militancia en la propia
canción como forma de expresión y de comunicación. Para él, más importante que
el cantante era la canción, y más que la canción, la gente. Por eso, sin duda,
la parte más importante de su carrera, la que, al menos a él más le importaba,
era la de hacerles cantar. No escuchar, cantar ellos mismos. En el recital y
fuera de él.
Para Pete
Seeger, las canciones formaban parte indisoluble de la identidad de los pueblos
y las personas que los integran. Las canciones han acompañado al ser humano
desde los albores de su existencia. Le han servido para expresar el amor y la
tristeza, para celebrar los nacimientos y condenar las guerras, para llorar en
soledad y para bailar las fiestas, dormir a los niños, recoger la cosecha,
reivindicar salarios, brindar en las borracheras, rezar en las iglesias,
avanzar en las manifestaciones, fabular milagros, narrar aventuras con finales
felices o terribles, reír, soñar, cortejar, despedir a los muertos queridos.
Y para todo ello
no son necesarias radios, ni discos, ni siquiera youtube. Tan solo una
guitarra, o una ocarina, o un timple. O la sola voz. Porque las canciones de
verdad, las que nos conmueven, nos alegran el día o nos cargan de mala leche
están en nosotros mismos, en cada una de las personas que alguna vez nos hemos
emocionado escuchando una canción que nos ha retratado a nosotros mismos. A
partir de ese momento la canción es nuestra, y sólo hay que cantarla para
resucitar los sentimientos que produjo en la primera audición.
Recordemos que
quienes hoy todavía cantamos “No nos moverán” en concentraciones que aún suelen
acabar con demasiada frecuencia en carreras, se lo debemos a Pete Seeger. Todos
hemos aprendido la canción de alguien que se la había escuchado a otro que la
había recibido de uno que la había aprendido de Seeger, a quien a su vez se la
habían enseñado los sindicalistas que la habían adaptado de un viejo himno
negro de liberación. Si Pete Seeger ha conseguido esto, o ha contribuido a
ello, sin duda se va como un triunfador. No hay otro éxito comparable.
Personalmente
creo que está es la enseñanza más importante que yo he sacado de años y años de
escuchar sus canciones y leer sobre él. En estos tiempos en que la canción es,
más que nunca, una especie industrial en vías de extinción, considero que no es
una mala lección, de la que pienso que deben tomar nota los nuevos músicos populares
y cantautores. Es bueno cantar sobre un escenario las canciones propias o
ajenas. Pero lo sustancial sigue siendo que los de abajo, los sin foco, hagan
suyas las canciones y las canten cuando las necesiten. Para eso existe la
canción.
"...Soy un tipo corriente, he trabajado toda la vida.
Alguna vez me asentaré con mis hijos y mi esposa.
Me gusta ver una película, tomar un trago,
y me gusta ser libre para decir lo que pienso.
Debe ser cosa de la familia...
mi abuelo cruzó el océano por esa misma razón...
Nunca he sido de los que se quedan atrás
y dejan que los demás hagan todo el trabajo,
así que cuando llegue el momento, estaré dispuesto.
Y puedo hacer buen uso de mis dos manos.
Dejaré de tocar este banjo con los muchachos,
y lo cambiaré por algo que haga más ruido..."
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