Hacer un pan como unas hostias
El PP, el País Vasco y la manifestación de Bilbao
La manifestación
de ayer en Bilbao es la demostración patente de que al PP le está saliendo por
la culata cada tiro (metafórico, claro) que tira últimamente en el País Vasco.
Obsesionados por contentar a la fracción más guerracivilista de su electorado, que no concibe el fin de una
guerra sin la venganza del vencedor y la humillación del vencido, han
conseguido hacer confluir en una acción común prácticamente sin precedentes al
independentismo de derechas y al de izquierdas, a más de otras fuerzas
aledañas. Una unión significativa que jugará sin duda un papel determinante en
el futuro inmediato de Euskadi, cuando a no mucho tardar se ponga sobre el
tapete, esta vez sin terrorismo, el tema decisivo del derecho de autodeterminación
y la independencia.
Parecería que
los populares y su gobierno no han extraído ninguna enseñanza de las
consecuencias que han acarreado para Catalunya las limitaciones impuestas por
el Tribunal Constitucional en 2010 al Estatuto previamente aprobado por el
Parlament y decidido en referéndum por los catalanes; limitaciones que abrieron
de par en par las puertas a las reivindicaciones independentistas actuales. En
consonancia para esa incapacidad de aprender de la experiencia, la lista de
errores políticos del gobierno en esta etapa del fin del terrorismo en Euzkadi resulta
de una evidencia insultante para todos los españoles, no sólo los vascos.
Se opusieron de
manera frontal a la celebración de la reunión de ex presos en la que,
precisamente, iban a escenificar su acatamiento de las leyes penitenciarias del
Estado, lo que no es paso pequeño en el proceso de fin de la violencia y
derrota del terrorismo que estamos al fin estamos viviendo. No sólo no les
sirvió de nada, pues la reunión se celebró de todas maneras, sino que con ello
se forzó que pudieran contar con la aquiescencia judicial a su acción, que
acabó demostrando, además, de cara a todos, que no estaba entre los objetivos
de los ex presos ninguna exaltación del terrorismo, sino que su reunión
constituyó todo lo contrario: una llamada para su finalización. Por si fuera
poco, la jugada les costó la reprimenda del juez, obligado a explicar en twiter
el significado de la ley que el gobierno debería conocer mejor que nadie y que
habían preferido ignorar. Echar leña al fuego es como se denomina a este tipo
de cosas.
Considerando tal
vez que aún no habían avivado suficientemente la candela, forzaron de nuevo la
máquina judicial para la prohibición de la manifestación de ayer, que sin su
intervención hubiera sido una más de las muchas acciones realizadas hasta ahora
en exclusiva por el independentismo de izquierdas a favor de los presos y su
acercamiento a Euzkadi, reivindicación que, por otra parte, no parece sea
descabellada en este momento del proceso. A la vista de los resultados resulta
patético lo conseguido. No sólo ha tenido lugar la manifestación sin asomo de
violencia, sino que a ella ha acudido una cantidad insólita de ciudadanos y la
convocatoria ha contado con la firma conjunta de PNV y Bildu, con la
participación de otras fuerzas políticas y sindicales, tanto participes de la
reivindicación independentista como simplemente partidarias del derecho de los
pueblos a elegir la forma de pertenencia o no a un Estado.
Por si fuera
poco, en medio de tal cúmulo de errores se ha producido la controvertida
detención de los abogados que, si hemos de creer los motivos del Gobierno,
transmitían las ordenes de ETA a sus presos; es decir, de los encargados de
tramitar la aceptación de los encarcelados de las leyes penitenciarias
actuales. Una operación que, en el colmo del dislate, llegó acompañada del
estrambote ridículo de vender la piel del oso cuándo aún no lo habían cazado.
A no ser que el
único objetivo político del Partido Popular sea el electoralista, para el que
no se pueden permitir prescindir ni de uno solo de sus votos, y no les
preocupen en absoluto las consecuencias de sus actos fuera de ese tacticismo
oportunista, esto es lo que mi madre llamaría hacer un pan como unas hostias.
Si le hubiera cortado las alas
habría sido mío,
no habria escapado.
Pero así,
habría dejado de ser pájaro.
Y yo...
yo lo que amaba era un pájaro.
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