martes, 4 de febrero de 2014

Toshi Seeger. El puntal del genio

Toshi Seeger. El puntal del genio






La semana pasada, revolviendo en internet en busca de artículos sobre la muerte de Pete Seeger, tropecé casualmente con la noticia del fallecimiento, sólo seis meses antes, de su esposa y compañera de toda la vida, Toshi Aline Ohta Seeger (1 de julio de 1922 – 9 de julio de 2013). Me enteré de la muerte de la esposa por el fallecimiento del marido, toda una metáfora de una relación que duró 70 años, desde que se conocieron en 1939 en un baile popular de Nueva York. La sombra de los genio, incluso de los no tan genios, es alargada, y a veces oculta a quienes desde la mayor cercanía posible han hecho posible que llegaran a ser tal y como han aparecido ante nosotros.

Es el caso de Toshi Seeger, que creo merece la pena ser recordada en estos momentos, o, al menos, a mí me apetece dejar aquí recuerdo de ella. Supe de su existencia e importancia desde el mismo momento en que conocí a personas que a su vez conocían a la pareja. Raimon o Fernando Santos Fontela (El “Ramón Padilla” que en 1968 editó “Canciones de protesta del pueblo Norteamericano”) me dieron noticia de su existencia y del importante papel que ocupaba al lado, el lado de la sombra, eso sí, del artista que yo tanto admiraba. Fue su esposa y la madre de sus hijos, pero también su compañera de lucha, secretaria, mánager, consejera y productora, tanto de muchos discos como, finalmente, del documental biográfico sobre Seeger “The power of the song”, que tanto ha debido verse durante estos días. O eso espero, porque es excelente.

En cualquier caso, como mi conocimiento de Toshi Seeger no pasa de las habladurías, he preferido acudir a una fuente solvente que conoció en profundidad a la pareja, David King Dunaway, que ya en 1981 publicó la muy documentada biografía de Seeger “Una canción sin fin”, que Jucar editó en España dos años después. He seleccionado algunos fragmentos que hacen referencia a esa relación matrimonial y profesional entre ambos, en los que quedan patenten no sólo su carácter y características, sino que desvelan rasgos poco conocidos, y no siempre halagüeños, de la personalidad de Pete Seeger, que merecen ser conocidos, al menos para hacer honor a una frase de Toshi que cita el biógrafo: “Odio cuando la gente lo idealiza”.

Por otro lado, pienso que hay rasgos de la relación de Pete y Toshi Seeger comunes con los de otras parejas artistas que he conocido. Son, en general, mujeres inteligentes, cultas, valiosas, con fuertes personalidades y sobradas capacidades, que, no obstante, por alguna razón decidieron en algún momento aparcar sus propias carreras para poner su empeño en las de sus compañeros. No suelen aparecer en las reseñas de discos, exposiciones, películas o libros, pero constituyen sin duda los puntales en la sombra del genio, sin las cuales los artistas no habrían hecho la obra que les conocemos o la hubieran hecho de otra manera. Vaya también por ellas.


“He trabajado muy difícil y lo hice con mi esposa;
Trabajando mano a mano para hacer una buena vida.
El maíz en el campo de trigo y en los recipientes, y luego...
Oh Señor, yo era el padre de los gemelos”



(1)
Toshi (el nombre significa «principio de una nueva era») tenía un hermoso pelo negro y una vena osada que había heredado de su madre, la radical en una vieja familia de Virginia que incluía a Jim Bowie, el del cuchillo del mismo nombre. Pete le preguntó por ella tímidamente. Toshi le contó que, contra la voluntad de sus abuelos, su madre se había casado con un exiliado japonés de noble cuna y que se marchó a Europa, donde había nacido ella. A causa del Acta de Exclusión Oriental (que impedía que los niños que tuvieran un cincuenta por ciento o más de sangre oriental entraran en los Estados Unidos), no había podido entrar en el país hasta que su madre la introdujo a hurtadillas, mintiendo a los oficiales de aduana al decir que la vivaracha bebé era cien por cien caucasiana.

Toshi creció en las colonias artísticas de Provincetown y Woodstock y asistió a escuelas «progresistas», incluyendo la Little Red School House de Greenwich Village. Descubrieron que los dos habían hecho propaganda a favor de la España republicana. Pete se sintió atraído por ella, pero era tímido; salieron a tomar hamburguesas unas cuantas veces. La amistad se enfrió un poco cuando Alan Lomax (que estaba en Nueva York por asunto de negocios) presentó a Pete a un fascinante mundo de músicos. Lomax le llevó al apartamento que Aunt Molly Jackson (la esposa de un minero de los Apalaches) tenía en el Lower East Side. Peter conocía las canciones de Molly por su verano en Washington: «I Am a Union Woman (Join the CIO)» y «Pity the Coal Miner». Ella conocía al padre de Pete por el Colectivo de Compositores; los músicos la llamaban «anacronismo viviente», la organizadora de un sindicato minero que escribía canciones sin saber siquiera leer música. (...)

(2)
En aquella época Pete era bastante puritano. No aprobaba el licor, el tabaco, el café, incluso el sexo. A Woody (y a Lee) les encantaba todo eso —ríe Bess[1]—. Pete no insistía sobre el tema todo el tiempo, pero si se bebe, cuesta dinero. No podía aprobarlo sin más.

A veces, Pete regresaba a casa y encontraba vacía la despensa. Woody y Lee estaban sentados en un rincón con una pinta, con el aspecto de dos gatos que acaban de sacar un pollo del frigorífico. Seeger solía estallar.

—Maldición, Woody —gritaba—, no se puede comprar whisky cuando necesitamos cuerdas nuevas —luego daba grandes zancadas por la habitación, regañándole—. ¡No tenemos dinero suficiente para estas cosas! ¡No vuelvas a hacerlo! —A Pete no le importaba sacrificarse mientras los demás lo hicieran.

—Oh, vamos, Pete —se burlaban Woody y Lee—. No tienes ni un solo pelo en el pecho. No eres más que un niño pequeño. Cuando crezcas, verás cómo te gusta saborear un trago o dos.
Después de una conversación como ésta, Seeger salía corriendo al Jefferson Diner, donde Woody había convencido de algún modo al propietario que en su estado natal las hamburguesas se servían con toda la lechuga y el tomate gratis que uno podía comer. Pete Seeger se sentaba allí solo, devorando «Oklahomas» a crédito hasta que una delegación venía para calmarle.

Como los urgía a que limpiaran o redujeran sus bebidas, Seeger era el tipo de compañero de habitación cuyas vacaciones son ocasionalmente bienvenidas. En cuanto a su actitud, podría haberse sentido como en casa en el coro de una iglesia o en un Club 4-H. Aunque Pete aún compartía el dormitorio con Bess, al parecer no ocurría nada más fuerte que tocar el banjo en ropa interior. Por lo demás, Pete ya tenía una novia: la muchacha que había conocido nada más llegar a Nueva York. Había un problema: Toshi era medio japonesa en una época en que los americano-japoneses se habían convertido en el enemigo interior, una «horda amarilla» encerrada en campos en California. «Haremos que se traguen los dientes», decían los americanos después de Pearl Harbor según Times. Cuando el Departamento de Conservación de Tennessee recibió la petición de una licencia de caza para seis millones de «japos», un oficial devolvió la solicitud con la nota: «Temporada abierta para los japos, no hace falta licencia».

Incluso el Partido estaba de acuerdo en mantener en detención preventiva a los americano-japoneses. La situación de Toshi era aún más tensa porque su padre, Takashi Ohta, no era de los que ocultan su pasado. Aventurero exiliado de su respetada familia en Japón, Takashi había recorrido el mundo como soldado de fortuna, combatiendo a las órdenes de Sun Yat-sen, había atravesado el desierto de Gobi, y sirvió en la Marina Mercante Británica. Fascinaba a Peter; su vida era plenamente romántica. Si el padre de Toshi hubiera estado en la costa este, sin duda lo habrían metido en un campo; en Nueva York, el FBI le quitó sus prismáticos, su cámara y su navaja. Para Pete, la controversia solamente hizo a Toshi más deseable. La primera vez que la llevó a conocer a sus padres, su hermanastra Peggy entró en el cuarto de baño sin saber que Toshi estaba allí:

—Estaba allí, sin nada puesto, con el pelo suelto por la espalda. Nunca había visto nada así. Era realmente exótica, muy hermosa.

Ruth y Charles la aceptaron, aunque Constance tenía sus dudas. Una vez, Pete le dijo a uno de sus hermanos que estaba pensando en casarse.

—¿Que te vas a casar? —preguntó su hermano—. Tiene que ser judía o negra... ¿qué es?
—Japonesa —respondió Pete.

Toshi visitaba regularmente la Casa Almanac, y sus regañinas a menudo hacían que Pete bajara a la tierra. El año anterior, había aparecido en un escenario frente a una vivaracha actriz joven, Carol Channing. Toshi se burlaba de él: «Eres demasiado tímido para mirarle a la cara... así que le mirabas el culo». En otra ocasión, cuando estada actuando con vaqueros y botas de caña alta, Toshi le dijo que no se diera ínfulas: «Mira, no eres un obrero, sólo lo estás fingiendo. Todo el mundo lo nota». También le reprendió en lo referente a sus guantes; con el clima más frío, Pete llevaba los guantes de algodón más baratos para darse aire proletario. (...)


(3)
En septiembre de 1946, después de un verano en el que Pete estuvo tan atareado con sus tareas organizativas que apenas vio a su esposa, la pareja apareció en las columnas de cotilleo de New Masses: «Los Seeger esperan a un joven cantante folk». Danny Seeger nació el Día del Trabajo.

Pete y Toshi Seeger se llevaban bien; Toshi celebraba sus propios mítines de People's Songs, en su sótano. Su estilo era escuchar con cuidado antes de decir una palabra, y luego saltar apasionadamente a la discusión. La pareja vivía de forma bastante tradicional; Toshi cuidaba del niño y llenaba un cuenco de ensalada digno de un caballo para los hambrientos invitados, mientras Pete entraba y salía «como un realquilado». En el ejército, Pete no podía esperar el momento de ser padre; ahora ponía el trabajo por delante de la vida familiar.

—Me sentía cargado de adrenalina y saltaba de reunión en reunión. ¡Había que hacer tantas cosas en tan poco tiempo!... Pobre Toshi. Se quedaba en casa cambiando pañales y yo llegaba a la una de la madrugada tras una reunión del comité, para marcharme a otra a las siete de la mañana siguiente. Era un verdadero caso del organizador masculino supremo que espera que su esposa lleve la casa mientras él está cambiando el mundo. (...)


(4)
Toshi, cerca ya de los treinta años, cuidaba de sus dos hijos, que tenían cuatro y dos años respectivamente. Edificó una casa mientras vivía en ella: arreglando las aberturas entre los troncos por donde entraba el viento, cortando madera para la leña, y haciendo recados para sus padres. Además, recogía los mensajes para Pete; el teléfono sonó desde el primer día en que fue instalado, incluso antes de que tuvieran un suelo adecuado en la cabaña.

Cuando Pete volvía a casa después de estar un mes seguido en la carretera, había momentos difíciles, cuando parecía prácticamente un extraño para su familia. La vuelta a casa tenía también sus momentos cálidos y tiernos, como el que  Pete esbozó en su cuaderno. Toshi se sentaba frente a Pete en una de sus pocas sillas, meciéndose y contemplando el suelo con su hija Mika, de dos años, en el regazo. La niña dormía, con los brazos alrededor del cuello de su madre. Al otro lado de la habitación, sus instrumentos puestos a un lado, Pete dibujaba con un lápiz de mina gruesa: la hija durmiendo, Toshi meciéndose amablemente en la semioscuridad, los troncos del patio trasero chisporroteando en el fuego. (...)


(5)
Uno de los factores que cimentaron la relación de Harold[2] y Pete fue su filosofía política común; el representante era, según Joe Klein, autor de Woody Guthrie, «comunista, lo que significaba que se podía confiar en él». Sirvió como confidente informal para los músicos progresistas, convirtiéndose en uno de los únicos representantes encargados de manejar tanto los problemas mercantiles cómo filosóficos de un músico orientado políticamente. Leventhal comprendía por qué a Seeger le gustaba asistir a festivales benéficos, y Pete usaba a Harold como una tabla de salvación para sus excéntricas ideas; si de repente se le ocurría escribir un baile basándose en un estudio de Chopin (cosa que hizo una vez), Harold tenía carta en el asunto (aunque no la última palabra) sobre si publicarla o no. Harold seguía la pista a los amigos de Pete y a sus preocupaciones... y aprendió a llamar a Toshi si necesitaba que Pete firmara algo. Después de años de práctica, Toshi se había convertido en la organizadora que Seeger siempre esperó en ella. Mientras su marido practicaba el banjo en el granero, Toshi cogía un cuaderno, y preparaba su calendario de trabajo, «y que Dios ayude a Pete Seeger si pierde ese libro», rió un amigo de la familia. Cuando Pete se marchaba a actuar, Toshi le metía unos cuantos dólares en el bolsillo.

—Cuando a ella se le olvidaba (y no sucedía a menudo), Seeger terminaba pidiendo dinero para el café. (...)


(6)
En el otoño de 1961, Seeger obtuvo permiso del tribunal[3] para hacer una gira por Inglaterra. En los dos años pasados desde su viaje con Jack Elliot, había desarrollado un amplio seguimiento: cuatro mil personas se congregaron en el Royal Albert Hall de Londres. Inglaterra tenía su propio «Comité Pete Seeger», con Paul Robeson como presidente, el gran cantante de baladas Ewan McColl (ahora esposo de Peggy) como secretario, y Benjamín Britten, Doris Lessing y Sean O'Casey como patrocinadores.

Las cinco semanas en Inglaterra fueron momentos tiernos y preciosos, las vacaciones que Pete y Toshi tanto necesitaban. Ningún Comité de Actividades Anti-inglesas les perseguía; ningún FBI vigiló sus actuaciones. En un coche alquilado, la pareja y su hija de seis años, Tinya, visitaron las 310 acogedoras tabernas que salpican el paisaje inglés. Siguiendo su capricho, se paraban en un pub sin avisar, luego descansaban en un albergue de cama y desayuno, despertándose con el olor del jamón curado en casa y los tomates a la parrilla.

El gélido invierno inglés no había comenzado todavía. Recorrieron el saludable condado de Yorkshire de camino al norte, saboreando el final de un verano indio. Algunos días, las nubes se interrumpían y las carreteras comarcales se inundaban de luz solar. Los enormes campos dorados y antiguas vallas de piedra atraían al folklorista dentro de Pete. Aquí, en los páramos cubiertos de bruma de la frontera escocesa, grandes crímenes y guerras habían producido un centenar de baladas. Al conducir por las desiertas carreteras, Seeger casi podía oír las canciones de falsos caballeros y castillos. A veces, siguiendo una indicación en un pub local, visitaban a un cantante tradicional y oían canciones tal como se cantaban siglos atrás. La música, no las guías turísticas, los condujo a través de lo que Seeger describió como las «abarrotadas llanuras, los valles brumosos de Gales, a través de los páramos barridos por el viento hasta las costas rocosas de Escocia». (...)


(7)
Cuando Pete la conoció en el otoño de  1962, Bernice[4], con diecinueve años, tenía ya fama como cantante por los derechos civiles. Hija de un ministro, Bernice tenía un aire engañosamente tranquilo y grandes ojos amables. Sin embargo, su temperamento podía ser explosivo, y la habían expulsado del Albany State College por manifestarse. Pete la animó a iniciar una asamblea de cantantes del SNCC, quienes podrían extender las canciones de la misma forma que los Almanacs lo habían hecho con el CIO. Bernice tomó el consejo de Seeger al pie de la letra; el día después de que Pete volara a Nueva York, se dio de baja en Spelman College, hizo las maletas y dejó el sur. Llamó a Toshi Seeger a larga Rancia y le pidió que preparara una gira de los Freedom (Cantantes por la Libertad), como los llamó. Toshi se convirtió en la representante no pagada del grupo, y Bernice en miembro de la familia Seeger.

El movimiento pro-derechos civiles se convirtió rápidamente en una prioridad principal en la vida de Pete y Toshi. El trabajo de Pete se había duplicado súbitamente, pues y Harold le habían llenado de actuaciones, ya que pensó que pronto podría acabar en la cárcel y necesitaría el dinero extra. Cuando su encarcelamiento fue anulado, quedó obligado a aparecer. Seeger convirtió estas citas en un fórum musical pro-derechos civiles, llevando las canciones por la libertad como un jardinero trae semillas de verdura. Promovió el interés, pero el maratoniano calendario casi acabó con él.

Judy Collins visitó la oficina del Festival de Newport en Nueva York y encontró a Pete dormido en el suelo, demasiado cansado para regresar conduciendo a Beacon. Finalmente, Toshi advirtió a su marido:

—Mira, tienes que reducir el ritmo... vas a caerte muerto si no lo haces.

Pete hizo todos estos viajes sin equipo de carretera o representante por compañía; a menudo, Seeger marchaba solo del café de un aeropuerto a otro, con el banjo colgado al hombro. No había entusiasmado a su público en Albany, pero estos viajes de penitencia produjeron conversos por todo el país.

Naturalmente, Pete no era el único atareado... buscar actuaciones para los Freedom Singers resultó ser un trabajo completo. En una ocasión, Toshi les dijo: «Será mejor que vayáis al baño ahora, porque el calendario del mes que viene está tan abarrotado que puede que no tengáis otra oportunidad». Toshi sabía lo que estaba haciendo; durante quince años, había hecho el mismo trabajo para Pete. Aquella factura que él había enviado a casa desde el ejército se había visto unida por miles de otras y archivadores llenos de correspondencia. Toshi sabía qué auditorios sonaban mejor, quién aceptaría un precio bajo por una sala, incluso con qué periodistas contactar. Por una vez, se arrojó a una causa independiente de la carrera de su marido. Un amigo organizador llamó a su trabajo «una perfecta unión de la vieja y la nueva izquierda. Nadie se marchaba sin instrucciones, llamadas, comida después del espectáculo, y billetes de avión para la actuación siguiente. Todas aquellas habilidades organizativas de la vieja izquierda y los sindicatos empezaron a fluir a través del SNCC». (...)


(8)
A finales de los años sesenta, Toshi Ohta Seeger se había encontrado dirigiendo a la vez la vida de su marido y quejándose sobre ella. La consciencia doméstica de Pete había progresado ahora hasta el punto que escribió, con ese humor incómodo que los hombres adoptan al responder a los desafíos feministas: «La mayoría de los hombres sólo encadenan a sus esposas a un fregadero. Yo además he encadenado la mía a un despacho». Como Toshi era una mujer, y no le gustaba la publicidad, nunca recibió su reconocimiento. Como productora de Pete, se aseguraba de que estuviera en el lugar adecuado en el momento adecuado con el talante adecuado, y que supiera dónde iría a continuación. Cuando se producían problemas, ella cargaba con las culpas. A la hora de pagar los impuestos, cuando su tímido cantante no podía aceptar cuánto dinero había ganado (o peor, cuánto le daba al gobierno para la guerra), Toshi colocaba una página en blanco en el impreso cuando Pete lo firmaba. Darse cuenta de esta dependencia le lastimaba. Pete sabía lo que Toshi hacía por él y la deuda que tenía con ella.

—¿Es realmente necesario tener un Mánager Personal, un Agente de Publicidad, un Mánager de Carretera, y un Contable (Toshi cumplió ocasionalmente todas las funciones). ¿Dónde va a terminar todo esto? Tal vez debería hacer siete copias en papel carbón de mí mismo...  y así permitirme la enorme organización, el Imperio que gira a mi alrededor.

Sus palabras tenían un tono amargo; había estado oyendo quejas sobre su «inaccesibilidad». Como guardián de Seeger, Toshi y Harold se habían convertido en una combinación que un asociado enfadado llamó «el puño y el guante de hierro». No obstante, si Toshi y Harold aceptaban este papel, era porque Pete abdicaba. Los necesitaba, pero su de pendencia tenía dos efectos, como dejó claro un comentario de Irwin Silber: «Supongo que todos los que hemos tratado contigo a lo largo de los años como editores, directores, productores y mánagers somos partícipes de una misma clase de decepción... Estoy seguro de que eres consciente de cómo la mayoría de la gente en tu vida tratan constantemente de manipularte, igual que tú haces con ellos, estoy seguro, en tu caso quizás por un propósito 'más grande', en el de ellos por causas más mundanas y privadas».

Mientras Pete digería comentarios como éste, Toshi continuaba dividida entre absorber y rechazar la carrera de su marido. Rara vez hablaba con periodistas, pero cuando lo hacía,  sus observaciones eran ciertamente originales.

—Odio cuando la gente lo idealiza —le dijo a un sorprendido periodista del Chicago Tribune. Es como cualquier persona en su oficio, como un buen operario en su bulldozer.

En otra ocasión, cuando le preguntaron por qué Seeger había conservado su popularidad a lo largo de los años, respondió que sus fans estaban «chalados». ¿Ha dado alguna vez Pete un mal concierto?

—Cuando habla demasiado, cuando no canta —dijo ella. Discutiendo en torno al machismo, reprendió a su marido:

—Debería escribir «cerdo» en la espalda de tu camisa.

El periodista, obviamente, había tocado un punto sensible.

Dejando a un lado sus raras puyas, su relación funcionaba bien; si Toshi hubiera recibido reconocimiento (que evitaba), el acuerdo podría haber sido perfecto.

—Toshi ha sido una compañera, no una compañera para andar por casa, sino una compañera real —dice Judy Collins—. El hecho de que él esté en el escenario y ella no, no significa nada.

En ocasiones, Toshi se convertía en el superintendente de Pete; sin embargo, en ciertos asuntos él era indomablemente testarudo. Cuando se trataba del deber, no había forma de discutir con Pete. Y no era un hombre fácil con el que vivir; no bebía café o licor, no fumaba, y no le gustaba escuchar discos o ir al cine. Asistir a conciertos con él podía ser ofensivo; Pete sonreía con desdén cuando los músicos no calculaban bien el tiempo, o cuando interpretaban mal a su público. A pesar de todas sus esperanzas en la televisión, no podía estar sentado en silencio ante el aparato más de media hora; al rato se levantaba a apagarlo. Por otro lado, si te gustaba estar sentado ante la chimenea y tocar el banjo a todas horas de la noche, era el compañero ideal.






[1] Bess Lomax Hawes (1921 – 2009). Cantante y folklorista. Miembro de Peoples songs. Hermana de Alan Lomax.
[2] Harold Leventhal (1919 – 2005) Productor y mánager de Pete Seeger y de otros muchos músicos y cantantes de jazz y folk.
[3] El Comité de Actividades Antiamericanas había condenado a Pete Seeger a un año de cárcel, pena que se había recurrido y que posteriormente sería sobreseída.
[4] Bernice Reagon (1942). Activista por los derechos civiles y cantante. Miembro en aquel momento de The Freedom Singers y posteriorme del grupo negro femenino Sweet Honey in the Rock.

1 comentario:

  1. ¡Felicidades Antonio! Y no lo digo porque haya acertado con el día de tu cumple o similar, pero no puedo por menos que felicitarte por tan magnífico artículo y reportaje fotográfico. Confieso que no conocía el blog y ha sido un amigo el que, acordándose de mí adicción a Pete Seeger, me mandó diversas direcciones en internet con comentarios sobre su fallecimiento.
    ¡Sigue así! Pues no hay nadie mejor para transmitir el significado de las canciones de los Seeger, Guthrie, Paxton, Phil Ochs, etc. que los jóvenes jubilatas tocapelotas, esos a los que el mentiroso gobierno eliminó de las estadísticas del paro para seguir engañando al pueblo, ignorando la guerra que todavía les vamos a dar.
    Un abrazo.

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