martes, 1 de abril de 2014

ELOGIO DE LA VAGANCIA. Manual de instrucciones.

Elogio de la vagancia. Manual de instrucciones.




 Chicho Sánchez Ferlosio[i]. “Hoy no me levanto yo





Palop[ii]. “Bartolo, as de los vagos”


Una extraña locura se ha apoderado de las clases obreras de las naciones donde domina la civilización capitalista. Esta locura trae como resultado las miserias individuales y sociales que, desde hace siglos, torturan a la triste humanidad. Esta locura es el amor al trabajo, la pasión moribunda por el trabajo, llevada hasta el agotamiento de las fuerzas vitales del individuo y de sus hijos. En vez de reaccionar contra esta aberración mental, los curas, los economistas y los moralistas han sacralizado el trabajo. Hombres ciegos y de escaso talento, quisieron ser más sabios que su dios; hombres débiles y despreciables, quisieron rehabilitar lo que su dios había maldecido. Yo, que no me declaro cristiano, economista ni moralista, planteo frente a su juicio, el de su Dios, frente a las predicaciones de su moral económica y libre pensadora, las espantosas consecuencias del trabajo en la sociedad capitalista”.

Paul Lafargue. “El derecho a la pereza[iii]


 “Seamos perezosos en todas las cosas, excepto al amar y al beber, excepto al ser perezosos
Gotthold Ephraim Lessing[iv] (Poeta y filósofo alemán, 1729/1781)



En estos tiempos que corren, que el que tiene un trabajo tiene un tesoro --bien es verdad que cada vez más mermado de monedas--, parecería que elogiar la vagancia fuera un sarcasmo extravagante. Sin embargo, a veces es necesario tumbar el cerebro en una hamaca y hacerle descansar de tantos agobios cotidianos, dejándole volar tras la utopía inalcanzable.

La vagancia es un arte vocacional, como la pintura, la literatura o la pesca de la trucha con caña. Eso quiere decir que suele ser difícil vivir de ella, aparte de la contradicción que significa que si ganáramos dinero practicándola, no sería vagancia, sino profesión, conceptos que se excluyen y que sólo gentes privilegiadas, como los monarcas o los frailes contemplativos pueden compaginar. Igual que el arte, que si no se hace por el mismo arte ya no es arte, sino mercadeo, la inanidad, si es obligatoria, no es vagancia, es una cabronada.

La vagancia es un arte vocacional
Personalmente he vagueado mucho a lo largo de mi vida, todo lo que he podido, como se puede comprobar en el reportaje fotográfico que ilustra estas divagaciones. Pero siempre ha sido de manera intermitente y, por consiguiente, incompleta, insatisfactoria. Vagancias no obstante necesarias para mi equilibrio mental, para las que he aprovechado esos momentos vacacionales, siempre amenazados por el calendario, o le he hurtado tiempo a obligaciones perentorias. A nadie recomiendo esta última alternativa, pues siempre acaba con sentimientos de culpa que arruinan cualquier placer que se haya podido obtener en el vagueo.

No es de extrañar, pues, que haya recibido la bicoca de la jubilación como si se tratara de un autentico nirvana, en el que la vida horizontal no es sólo una posibilidad, sino una llamada de la selva, mientras se dejan correr las horas y se descubre el turbio atractivo de la molicie. Circunstancia propicia para la relajación de los esfínteres mentales, que ha generado la idea de recuperar este ELOGIO DE LA VAGANCIA (que, variado, recoge el inicialmente publicado en 2008 en el blog EL MUNDANO), y que ahora, ya liberado del esclavismo laboral, os entrego para recapacitación general sobre el sentido de la vida y el provecho que finalmente saca cada cual a sus afanes.

Vaya por delante que cuando hablo de vagancia, de no hacer nada, de dejar que el tiempo pase sin nuestra ayuda, no me refiero, ¡por favor! a esa vulgaridad del “lo dejo para mañana”, que está al alcance de cualquier enfermo de horas extraordinarias. Eso es como la socialdemocracia de la vagancia, que pone parches al sistema pero no lo cambia. No, lo mío es más profundo, más serio. Es una condición mental que cuestiona el elemento fundamental de la civilización cristiano-socialista: la ética del esfuerzo, la moral del sufrimiento. Una memez: todo esfuerzo cansa, el cansancio agota y el agotamiento nos hacer ver Gran hermano como un experimento sociológico. Una rueda de despropósitos que se reinicia cada mañana en la oficina o el tajo.

En estado de vagancia
el tiempo pasa muy deprisa
Enumerar las múltiples bondades de la vagancia es un trabajo extravagante por inútil, pues en el fondo de todos nosotros hay un poso de racionalidad última que nos hace comprenderlas a poco que estemos 10 minutos mirando al techo, buscando plácidamente los elefantes, jirafas y payasos de circo que dibujan en el yeso las sombras que proyecta la lámpara de la mesilla.

En ese limbo del no hacer se evaporan en el aire los malos pensamientos (y los buenos, pero estos son tan pocos que no merece la pena contarlos). La sangre, estancada en la horizontalidad del cuerpo, deja de preocuparse por si un trompo obstruye la arteria femoral. Los niños, aburridos de tu inmovilidad, acaban por marcharse a jugar con la pelota. Los monstruos externos que arañan los cristales de las ventanas se evaporan con los últimos efluvios del cerebro inactivo. Y, por último, pero no por ello menos insensato, la auténtica holganza conduce a una insensibilidad física y mental que impide escuchar las llamadas al timbre del Cobrador del Frac.

La vagancia, eso sí, como todo avance del género humano, no se regala, se conquista, y la lucha por ella puede ser ardua y prolongada. Antes de enfrentarse con esta batalla vital hay que cargarse de paciencia y saber que no hacer nada lleva mucho tiempo. Se trata, prácticamente, de una ocupación a jornada completa, que no admite despistes ni renuncias, porque una vez que haces algo, cualquier cosa que requiera un esfuerzo, tienes que empezar de nuevo desde cero.

Como contrapartida, en el estado de vagancia el tiempo pasa muy deprisa. Te tiras 10 horas haraganeando y cuando quieres darte cuenta ya es de noche. Entonces te preguntas “¿Qué he hecho yo hoy durante todo el día?”. “Nada” contesta malhumorada tu conciencia. Y uno ya sabe que puede darse la vuelta en la cama, con el culo vuelto hacia el ventilador o la calefacción, según recomiende la siempre variable climatología, y dormir a pierna suelta con la tranquilidad espiritual que dan la conciencia satisfecha y el deber cumplido.





MANUAL DE INSTRUCCIONES

Hay varias etapas que se deben atravesar para llegar a un estado mental que permita disfrutar en toda su extensión del placer del no hacer nada. Como el dolce far niente de los italianos, pero con menos poesía. Me permito enumerarlas sucintamente para que quien decida tomar este camino de perfección sepa dónde se adentra:

1.- Conflicto: Es el momento más duro. El aspirante deberá enfrentarte en él a una dura batalla interna con todo aquello de “ganarás el pan con el sudor de tu frente”, que además de una maldición bíblica es una mamonada. Es entonces cuando tienes que romper los prejuicios establecidos del miedo a “perder el tiempo”, del temor a que “con la holganza se echa panza”, del respeto a la malévola sabiduría popular del “a quien madruga dios le ayuda” o del acatamiento del lema “el trabajo libera”, leyenda que, como se sabe, daba la bienvenida a los condenados desde los frontispicios de los campos nazis.

"Ganaras el pan con el sudor de tu frente", además de
unamaldición bíblica, es una cabronada
Pero borrar de la mente las consignas acuñadas con hierro candente en nuestros cerebros por los pregoneros de la filosofía de la infelicidad es tarea complicada. Aunque parezca contradictorio, que lo es, aquí habría que aplicar aquella máxima que a menudo citaba mi padre de “el que algo quiere, algo le cuesta”, porque el completo disfrute de la vagancia conlleva también un esfuerzo inicial, que sólo acaba justificado por la felicidad consecuente a la fase final del proceso iniciático.

2.- Asunción: Superado el conflicto moral entre el hacer y el no hacer, llega a la mente la exacta magnitud del objetivo que nos hemos planteado: la vagancia. Para mantenerse satisfactoriamente en este estado deben conectarse las alarmas de todos los peligros y tentaciones. Resulta que uno cumple fielmente las normas y se tiende a la sombra para disfrutar del no hacer nada, cuando, de repente, tiene hambre y se levanta a la cocina para coger unas almendras y hacerse un tinto de verano, o se aburre y debe acudir a la biblioteca a por la última novedad de Barbara Cartlan, o le pica la pierna derecha y tiene que incorporarse en la hamaca para rascarse. Son momentos críticos en los que el aspirante a vago debe resistir heroicamente. Si lo consigue ya está preparado para atravesar las puertas del paraíso.

3.- Nirvana: Llamase al estado de felicidad ensimismada que conduce a grados de inocencia espiritual tan extremos como que al contemplar en el cielo el plácido vuelo de las avecillas que dios alimenta ni siquiera se sientan ganas de levantarse para buscar la escopeta de perdigones.

No obstante, alcanzar con éxito el objetivo último de la vagancia absoluta obliga a seleccionar con esmero las acciones, obligatorias o gozosas, que podemos y no podemos realizar durante el proceso. Quien quiera iniciar el camino, que tome nota:

ACCIONES DESACONSEJADAS

A.- En vacaciones, periodo propicio para la iniciación, huir de la incansable actividad física vacacional que suelen desarrollar esposas y maridos, padres, hijos, sobrinos, primos, nueras, abuelitas, amigos de urbanización, plastas de taberna y operadoras de Vodafone. Para lograrlo, se puede alegar (excepto en el último caso, que con desconectar es suficiente) el padecimiento de lepra pegajosa y la recomendación médica de aislamiento.

B.- Evitar el sexo. Nos obliga a promesas gratuitas, como “mañana te preparo el desayuno y luego subimos al Teide”, que no se pueden cumplir sin retroceder al anterior estado de conflicto. En caso de imposible resistencia, utilizar modo pasivo-desconectado o practicar un sucedáneo retributivo.

 Desde la foto de la pared
me vigila mi padre, siempre tan hacendoso
C.- Esconder los libros que obliguen a pensar (Javier Marías, Iker Jiménez o la guía telefónica), los discos excitantes (La Oreja de Van Gogh, Julio Iglesias o la música para aeropuertos de Brian Ferry) y las películas de guerra o del oeste, pues los disparos distorsionan el placer de las dormidas en el sofá. Entre las varias escuelas de pensamiento que se aglutinan alrededor de la Vagancia Universal Compensatoria (VUC) existen diversas opiniones sobre la actividad mental en el proceso de nirvanización. Los Radicales Indispensables la condenan radicalmente. Los Inconsecuentes Reformados de los Siete Días, entre los que me inscribo, defendemos, en cambio, que dado que el pensamiento forma parte de la naturaleza del ser humano, y que la práctica nos enseña que no se puede ir contra la naturaleza, de vez en cuando hay que soltar gas por la espita del intelecto. Recomendamos, eso sí, que no se traspasen los límites conceptuales que quedan establecidos en El Libro Gordo de Petete.



ACCIONES RECOMENDADAS

A.- Tirar al sumidero las llaves del coche y convencer a la familia de que la mejor forma de ir al Safari Park es andando. Imprescindible disloque de tobillo para escaquearse de la caminata.

B.- Abundante uso del Lexatín en batidos, tortillas y ensaladas.

C.- Aliviar los picores de la espalda con un rascador acabado en mano semicerrada. Aunque excepcionalmente es posible hacerlo uno mismo, es preferible encontrar un primo que realice la acción en nuestro lugar, lo que añade al menor esfuerzo propio la satisfacción de explotar al prójimo, que siempre contribuye a la tranquilidad de conciencia.

...y eso que de jovencito parecía tan despierto

Sin embargo, como no conviene engañarse y el mundo no es perfecto, para acceder al tercer grado de vagancia, el estado de nirvana que garantiza la inanidad absoluta y la felicidad insuperable de los vegetales, hay que tener condiciones de mentiroso y total falta de escrúpulos. Tanta como para ser capaz de engañarse a uno mismo.

Porque la vagancia absoluta, como la revolución, la existencia de dios y los programas culturales de televisión, es un imposible en sí misma. Una utopía, a la que es posible acercarse, pero a la que nunca se puede llegar por mucho que la divisemos en el horizonte. Por desgracia, para aproximarse a ella hay que pactar con la realidad de lo posible, y no quedará más remedio que levantarse a por el libro de Javier Marías (si eres adicto a las drogas duras), hacerse un tinto de verano (si el sudor ha formado ya a tus pies un charco que amenaza con ahogarte) o acudir a las prácticas auto satisfactorias si te encuentras en soledad (situación que, por otro lado, es la única forma de lograr el disfrute total de la vagancia gratificadora).

Recapacito ahora, vaya por dios, que tal vez la utopía última del vago sea la nada, el vacio, la muerte. No me había dado cuenta. Lo pensaré, aunque canse.


“Quien sabe si algún día tal vez recuperemos
el placer de vivir sin miedo a perder tiempo,
y olvidemos insomnios de luces de escalera,
de ventanas abiertas que invitan al suicio”

Antonio Gómez[v]. “Virginidades”



NOTAS PARA CURIOSOS



[i] José Antonio Julio Onésimo Sánchez Ferlosio (1940 - 2003). Cantautor español, pese a la aparente ligereza de la canción, que escribió a finales de los 60 o comienzos de la década siguiente, la canción marca un punto de inflexión en la ideología del autor, que con ella expreso su alejamiento del comunismo, en el que se inscriben canciones anteriores como “La huelga”, “Julián Grimau” o “Gayo rojo, gayo negro”, para iniciar su acercamiento a las ideas libertarias, que inspirarían buena parte de su obra posterior.


[ii] Josep María Palop Gómez (Valencia, 1922 – 1993). Figura destacada de la escuela valenciana del tebeo español de postguerra. En 1950 creó para Jaimito su personaje más destacado, Bartolo, as de los vagos, que mantuvo de manera intermitente a lo largo de prácticamente toda su carrera. En 1992 lo recuperó, en valenciano, con el título de Bertomeu, l’as dels ganduls.

[iii] En 1880, Paul Lafargue (1842-1911) publicó “El derecho a la pereza”, obra fundamental del pensamiento antisitema de todos los tiempos, amén de lectura amena y sorprendente, que recomiendo vivamente, sin ironía alguna, y que se puede bajar íntegra de internet.
La vida de Paul Lafargue daría para una novela (o dos). Cubano de nacimiento y francés de adopción, fue uno de los pioneros del marxismo en la segunda mitad del siglo XIX, llegando a viajar a España para difundirlo, aunque debió rendirse a la evidencia  acabar reconociendo que en ese momento los que cortaban la pana del proletariado hispano eran los anarquistas. Fue yerno de Carlos Marx, con cuya segunda  hija, Laura, se casó. No es banal que marido y mujer decidieran suicidarse juntos al cumplir los 69 años, edad en la que consideraron que comenzaba su decrepitud.


[iv] Para decir algo más de este tal Gotthold debería buscar de nuevo el lugar en el que encontré la cita, y tanto trabajo va contra mis principios.

[v] Perdón por la inmodestia de la autocita, pero a estas alturas resulta lo más cómodo, que me reclama la cama.


Arístides Moreno. Posición Horizontal.

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