Algunas palabras sobre el rock andaluz (1980)
A la vista y oído del actual panorama del
rock español, al menos en lo que se muestra en los medios de comunicación, que
es poco por no decir nada, cabría preguntarse si aquel sueño ochentero del rock
con raíces (y dentro de él, el andaluz, sin duda su expresión más depurada) no
fue sino una utopía hermosa, pero vana, de la que con el paso del tiempo no
queda sino el valor del recuerdo y la añoranza de lo que pudo haber sido y no
fue. Quien conozca mejor la actualidad del tema podrá contestarla. Yo no.
El 11 de abril de 1980, cuando el
fenómenos estaba en pleno auge, escribí en el Diario de Las Palmas este artículo a cuenta de la aparición de tres
discos de otros tantos nuevos grupos del género. Leyéndolo ahora me sigo
planteando las mismas cuestiones que entonces me planteaba.
La cosa viene de
lejos: Sevilla había sido de siempre un centro de elevada cultura rock, y ello
posibilito la salida en 1970 de Smash,
un conjunto que se debatía a medio camino entre Jimi Hendrix y Fosforito,
cantando en un principio en inglés --como hacían también Green Piano o Nuevos Tiempos,
otros conjuntos andaluces de la época-- hasta que en 1971, de la mano de su
nuevo productor, Alain Milhaud, y con la colaboración de un cantaor flamenco, Manuel Molina (actualmente en Lole y Manuel), grabaron una versión
rock de «El garrotín», aunque
anteriormente hubieran hecho ya alguna aproximación al tema con composiciones
como «Los tangos de ketama» o «Blues de la Alameda». La desintegración
de Smash, la falta de arraigo de
otros intentos, dio al traste con el invento, pero la semilla básica de
enraizar la música rock con el sentimiento y las formas del flamenco había
quedado sembrada.
En 1975 apareció
el sello Gong, y en él, producidos por Gonzalo
García Pelayo (que había sido primer productor de Smash), grabaron algunos músicos y grupos del sur: Gualberto, Goma y, sobre todo, Triana,
que sería quien marcaría el punto más alto del éxito. Desde entonces ya se sabe
la historia: grupos y grupos que han llegado a configurar eso que se llama rock
andaluz, rock del Sur o rock con raíces: Imán,
Azahar, Alameda, Vega, Guadalquivir, y los últimos que nos
llegan: Medina Azahara, Cai y Storm (un grupo antiguo que renace de las cenizas).
Dejando a
un lado a Storm,
cuyo álbum «El día de la tormenta»
(Alba/Edigsa, 1980) acaba de editarse después de varios años de silencio, y que
siendo andaluces hacen un tipo de rock más duro y menos aflamencado, los otros
dos grupos, Medina Azahara,
cordobeses que han publicado su primer LP en la firma CBS hace sólo unos meses,
y Cai, un quinteto gaditano que
acaba de editar su primer álbum, «Noche
abierta», con el mismo sello, siguen la estela dejada por el éxito
multitudinario de Triana;
compartiendo con ellos unos esquemas musicales similares, elaborados a partir
de unas ciertas reminiscencias del ritmo de la bulería y otros cantes, la
utilización de las guitarras y los teclados dentro de una concepción
ligeramente «sinfónica», y la inclusión de unos textos, cantados con un acento
aflamencado y desgarrado, en los que abundan las noches oscuras, claros
amaneceres, patios, jardines, aire fresco y fuentes con agua,
Y aquí está el
mayor peligro del rock andaluz: en su manierismo que hace que todos los grupos
se parezcan, dando la impresión de que lo que se intenta es repetir la fórmula “Triana” en busca del éxito, una fórmula
que ya figuraba completa en el primer LP de este grupo («El patio», Movieplay/Gong,
1975), y que desde entonces en poco se ha renovado.
Por supuesto que
es positivo ese intento de romper con la burda imitación que del modelo anglosajón hacía el rock
español hasta hace poco, pero no se trata de caer en otro mimetismo estéril, y
el rock andaluz parece demasiado pendiente de la fórmula impuesta por Triana, abandonando otros caminos que podría
resultar igual de atractivos, como los que pudieran marcar la sutil sensibilidad de Gualberto, el experimentalismo difícil pero estimulante de Goma (que se perdió en el peor de los
silencios) o el acercamiento al jazz de Vega.
La música
popular española puede tener en el rock una fuente de inspiración que le sirva
para tratar con nueva imaginación y sensibilidad nuestra propia música. El caso
andaluz es un ejemplo de ello, pero hay que huir de todo amaneramiento fácil
que nos encierre en formas prefabricadas. El rock que se hace hoy en Andalucía
se encuentra ante este desafío, debe superarlo.
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