Tres entrevistas de cine. Basilio Martín Patino, Vicente Aranda, Mariano
Ozores
De no haber sido saltimbanqui y
prestidigitador, lo que de verdad me hubiera gustado en esta vida es ser
director de cine. O escritor. O crítico musical. Lástima que en mi máxima
aspiración tuviera que conformarme con escribir de vez en cuando algunos
comentarios de películas, o, como es el caso, algunas entrevistas sobre el
tema, de las que aquí reproduzco tres con otros tantos directores que, por un
motivo u otro, me resultan especialmente interesantes o simpáticos. Fueron
publicadas en El Periódico de Catalunya, y se corresponden con trabajos periodísticos,
es decir, son breves y sin intención de profundidad, pese a lo cual creo que
alguna cosa interesante quedo dicha en ellas.
“Nueve
cartas a Berta”, el primer largometraje en 1966 de Basilio Martín Patino fue durante bastantes años la película que
más veces había visto. Creo que contabilicé siete casi seguidas. No diré que
fuera la primera película que me descubrió que podía existir un cine español
distinto al de los niños cantores, las glorias imperiales y las gestas
santificadoras, pues ya debía haber visto “El verdugo” (Berlanga/Azcona, 1963)
y “El cochecito”, (Ferreri/Azcona, 1960) que me habían impactado, pero el filme
de Patino retrataba a una juventud universitaria con la que, aunque de origen muy
distinto al mío, compartía inquietudes y preocupaciones, haciéndome también yo
muchas de las preguntas que se hacía Emilio Gutiérrez Caba en la película. También me
llamó la atención, aunque entonces, con 17 años, quizás no fuera capaz de
apreciarlo, el atrevimiento formal que suponía su estructuración alrededor de
los siete monólogos en off que le dan forma, entre otras características que la
distinguen del resto de producciones de lo que se llamó Nuevo Cine Español.
Desde aquel momento intenté seguir su filmografía,
cosa no siempre fácil, pues nunca ha alcanzado su trabajo la repercusión
pública del de otros compañeros de generación, tal vez por aquel atrevimiento
formal inicial, que se fue acentuando en producciones posteriores, y que queda
patente tanto en sus obras de montaje documental (“Canciones para después de
una guerra” (1971), “Queridísimos verdugos” (1973) y “Caudillo”(1974) como en
las de ficción-realidad que son “Madrid” (1987), “Octavia” (2002) y la propia “La
seducción del caos” (1991), cuya emisión en televisión, medio para el que
estaba pensada, motivó la entrevista. Su último trabajo, que demuestra su
talante moral y político, ha sido, cuando tenía 82 años de edad, el documental “Libre
te quiero”, sobre las movilizaciones sociales del mayo de 2011 llamadas del
15-M.
Como no he encontrado en internet “La
seducción del caos”, lo cual viene en demérito de TVE que no la ha incluido en
su archivo habiendo participado en su producción y exhibición, me permito dejar
aquí un hermoso fragmento de “Octavia”.
EL PERIÓDICO. 23 ENERO 1992
La seducción del caos, película
dirigida por Basilio Martín Patino para TVE, se estrenará en La 2 el 14 de
febrero, día de los enamorados. El filme, que se entregó a TVE antes del
verano, esperaba turno para su emisión, que parece haberse encontrado a partir
de su éxito internacional al haber recibido el máximo galardón en la categoría
de ficción en el reciente Festival Internacional de Programas Audiovisuales (FIPA)
de Cannes. En este certamen también fue premiada la serie El Quijote, asimismo de TVE.
Basilio Martín
Patino rodó en 1965 su primera película, Nueve
cartas a Berta, estandarte de lo que se llamó nuevo cine español. Desde
entonces, y con filmes como Canciones
para después de una guerra, Los
paraísos perdidos o Madrid, ha
ido alejándose de los formatos convencionales. En la actualidad, asegura no
encontrar claros los límites entre la realidad y la ficción: "Todo es ficción y todo es realidad. Ése es
el juego que me traigo entre manos: que el espectador asimile la realidad como
ficción y al contrarío, sin saber muy bien dónde están los límites".
"Porque en la vida real -continúa el
cineasta- y sobre todo en la información
que recibimos a través de la TV, una y otra se confunden. Hay noticias que no
se sabe si son ficción y dramáticos que te acercan a la realidad de una manera
incluso cruel La seducción del caos
es un juego sobre la realidad y la apariencia, un enmascaramiento consciente de
la realidad".
La película,
surgida como encargo de TVE a raíz del rechazo de una serie que él mismo había
ofrecido, ha sido producida por La Linterna Mágica, una productora
independiente fundada hace unos años por el propio Martín Patino y otros
cineastas (José Luis García Sánchez y Pablo Martín Pascual) con la que también
había rodado sus anteriores películas y otras producciones.
En La seducción del caos, Martin Patino ha
grabada en video, sistema en el que está interesado desde hace tiempo por las
posibilidades que ofrece de nuevas formas estéticas: "Si en Canciones para después de una guerra hubiera dispuesto de video, habría rodado en ese sistema, porque
siempre me ha gustado retocar la imagen, variarla y alteraría, y el video
permite hacer cosas que en el cine son imposibles".
Por otra parte, Martín
Patino asegura no haberse planteado de antemano las diferencias entre cine y
televisión, tema que apasiona a los comunicólogos y que él prefiere dejar en
sus manos. "No soy consciente
-afirma- de que cine y TV sean lenguajes
diferentes, al fin y al cabo se trata de establecer una relación de complicidad
con el espectador que permita la comunicación de lo que pretendes decir. En
este caso me he planteado hacer una película normal de hora y media de
duración, y el hecho de que sea para TV no ha variado mi planteamiento inicial".
Aunque precisa
que al ir haciendo el filme "sobre
todo en el montaje, sí surgen ciertos problemas que hay que resolver pensando
que se va a ver en casa y no en una sala de cine: cosas de la planificación o
del montaje. Quizás el lenguaje del cine es más retórico que el de televisión,
que permite muchas más libertades, acudir a elipsis más frecuentes que den por
supuestas cosas ya sabidas".
Frente a la evolución cada vez más
experimental del cine de Martín Patino, el de Vicente Aranda ha seguido el
camino contrario desde que formó parte de la muy experimentalista Escuela de
Barcelona con Esteva, Jordà, Grau, Portabella, Camino, Soler, Suárez y el a mi entender merecedor de un
recuerdo José María Nunes. Partiendo del vanguardismo ha acabado en el
convencionalismo de prestigio con toda naturalidad.
La entrevista se realizó
con motivo del estreno en 1993 de “Intruso”, la última de la trilogía que en la
entrevista se denomina algo así como “de pasión y muerte” y de la que también
formarían parte “Amantes” (1991) y “Fanny Pelopaja” (1984), que personalmente
es lo que más me ha interesado de su obra. Especialmente esta última, que en un
principio dudé en ir a ver, porque me había gustado mucho “Prótesis”, la novela
de Andreu Martín, en la que estaba basada, y desconfiaba de los cambios que leí
que había introducido, entre ellos cambiar el sexo de uno de los protagonistas,
haciendo mujer a quien hombre era. Cuando al fin la vi, salí convencido, convicción
que mantengo, de que “Fanny Pelopaja” era probablemente la mejor película
española de cine negro (un género, por cierto casi inexistente y despreciado en suelo
patrio que, sin embargo cuanta con obra notables entre aquellas producciones
catalanas de los cincuenta que firmaron Julio Busch, Rovira Beleta, Julio
Salvador, Nieves Conde o los paródicos precedentes de Neville).
Avisado por el cambio de sexo que ya
había realizado Hawks en “Luna Nueva” (1940) con tan excelentes resultados, no
debería haberme hecho desconfiar tanto en de Aranda, por mucho que este fuera
mucho más dramático que el del americano. La transformación del expresidario
Miguel que protagoniza la novela en la expresidiaria Fanny que con singular
sobriedad interpreta Fanny Cottençon en el filme, es lo que confiere al trabajo
de Vicente Aranda una dimensión de pasión sexual abocada a la muerte que
confiere su propia personalidad a la película y la singulariza del texto
literario. Vamos con una secuencia que he podido rescatar y que, creo, resulta
impactante.
EL PERIÓDICO. 15 AGOSTO 1993
La historia de Intruso, la última película de Vicente
Aranda, que se estrenará en toda España el 3 de septiembre, parte de un
encuentro fortuito: Luisa (Victoria Abril), casada felizmente con Ramiro
(Antonio Valero) y perteneciente a la burguesía de Santander, se encuentra en
un semáforo con Andrés (Imanol Arias), su primer marido, enfermo terminal, al
que hace diez años que no ve y al que lleva a su casa a vivir. Los tres han
sido amigos desde niños y habían prometido seguir juntos hasta el cielo. El
reencuentro inicia el intento de una imposible vuelta a la inocencia del pasado
y una relación pasional de amor y muerte que acabara de forma inesperada y
terrible.
-¿Tiene esta película
algo que ver con Fanny Pelopaja y Amantes, sus otras películas de pasión y
muerte?
-En primer lugar, las tres tienen en común el
mismo autor, que en parte soy yo, y es evidente que las tres tratan de combinar
una situación en la que inevitablemente reaparecen con excesiva similitud determinados
temas. Es un experimento que empezó con Fanny Pelopaja, sigue con Amantes y culmina
en Intruso.
-En las tres hay
un tema recurrente, que es una relación casi fatalista entre amor, pasión y
muerte, contemplada en un triángulo amoroso.
-Lo que sí intento con estas películas es
marcar que hay dos cosas que se potencian: el amor físico y el otro amor, al
que se le pueden aplicar adjetivos distintos, pero que adquiere dimensión en
cuanto se le pone pasión. Juntar amor físico y pasión es una bomba. El que lo
ha vivido lo lamenta, pero no renunciaría jamás a ello. Con frecuencia comunico
con gente, y es mi caso también, que, habiendo vivido una experiencia
apasionada, obtiene resultados catastróficos, pese a lo cual no siente la
necesidad de olvidar y, si pudiera borrar el pasado, no lo haría.
-Resultados tan
catastróficos que acaban en la autodestrucción, por lo menos en sus películas.
-Generalmente, así es. Esa mezcla es una
fuerza que, cuando no encuentra el canal por el que discurrir, que tiene que ser
común con otra persona, tiende a golpear al que camina por ahí.
-Otro tema
paralelo de la película es el de intentar recuperar el pasado y su
imposibilidad.
-He procurado no hacer demasiadas referencias
al pasado. Sólo hay un flashback, pero tenía que hacer constar de alguna forma
que el pasado, que en este caso es la infancia, era fundamental para estos
personajes, que habían vivido en un paraíso personal irrecuperable que les
marcó. La protagonista intenta recuperar la infancia en la que los tres juntos
habían sido felices, pero no se puede recuperar la inocencia de esa infancia.
-¿Hacer cine
ayuda a conocer mejor las propias obsesiones?
- Sí, en muchos sentidos. En el cine es
peligroso tratar de exponer la propia vida. Eso lo han intentado algunos con éxito,
como Fellini, pero en general no funciona. Ahora bien, hay otro aspecto que sí
tengo muy en cuenta, que afecta a mi comunicación con el público: una película
debería ser una sonda que le descubra cosas al público y, de paso, también se
las descubre al director.
-Con Victoria
Abril e Imanol Arias ha trabajado en numerosas ocasiones. ¿Ayuda rodar con
actores conocidos?
-A mí sí, porque cuando hablo con los
actores, no les explico lo que tienen que hacer, sino que les explico mi manera
de ver las cosas y escucho cuál es la de ellos. Al haber trabajado antes juntos
se establecen unos códigos que facilitan mucho las cosas.
-Intruso es una película de un gran pudor
en general y especialmente en las escenas de amor. ¿Por qué?
-Esto viene de Amantes, que fue una película con un alto contenido
erótico. Al ver cómo funcionaba y la repercusión que tenía pensé que me habían
puesto en la situación de rizar el rizo. Si yo hubiera hecho Intruso inmediatamente después de Amantes, el rizo me hubiera sido inevitable,
hubiera tenido que pensar en los aspectos eróticos de la película de otra
manera, con perjuicio para ella. Por eso hice en medio El amante bilingüe, donde ricé el rizo hasta llegar a la
parodia. A partir de Intruso, mis
incursiones eróticas, al menos en el cine, serán más matizadas, más cuidadosas,
sin necesidad de establecer ningún tipo de reto ni inventar en ese sentido
ninguna obsesión para los personajes.
-¿Va a hacer por
fin La pasión turca?
-Sí, de momento estoy haciendo el guión y
espero que la película esté lista para empezar a rodar en enero.
-Usted tiene
fama de variar sustancialmente las novelas que adapta. ¿Se reconocerá en esta
ocasión Antonio Gala en la película?
-Espero que sí. Me ha costado mes y medio
hacer el primer guión, que aún tengo que seguir modificando, y espero que
Antonio Gala reconozca su novela en él. Aunque ya le expliqué que, para hacer
una película de hora y media con un texto que tiene situaciones, argumento y
descripciones para hacer cinco o seis horas de cine, algo hay que quitar.
Espero que La pasión turca sea suya,
pero también haré todo lo posible para que sea mía.
Y como todas las despedidas, ahora
llegamos a la parte más difícil de este cuelgue. ¿A ver cómo explicó yo por qué
me resulta interesante y me caen profundamente simpático Mariano Ozores, paradigma de la españolada más zafia y grosera,
cineasta descuidado y chapucero, tosco y pesetero? Quizás porque siendo verdad
la mayor parte de los reproches que se le hacen y se le han hecho, veo en él y
en parte de su trabajo (quizás pequeña, piénsese que dirigió, tres arriba, tres
abajo, unas 100 películas) unos rasgos que me parecen que le distinguen y
destacan entre los realizadores de su sexo y condición.
Ante todo, y este es el motivo
primigenio de mi simparía por Mariano
Ozores, está eso de que de raza le viene al galgo, y no por nada pertenece
a una saga de cómicos tan ilustres como sus hermanos, José Luis, un actor que algún día será reconocido como uno de los
grandes de la profesión, y Antonio,
genio del nonsense patrio, su propio padre, el eximio don Mariano, que tantos personajes de justo sentido dejó en el cine
español de los cincuenta, y su madre, Luisa
Puchol, o sus sobrinas, la siempre ajustada Adriana, hija de José Luis, y Enma,
cómica de raza, merecida hija de Antonio. ¿Qué queréis? Siempre me han gustado los
profesionales que se transmiten el amor al oficio de padres a hijos, y estos
siempre me cayeron fenomenal. Cuando tuve ocasión de entrevistar a alguno de
ellos me confirmaron, como en el caso de Mariano, en esa simpatía.
Por otro lado, y dentro de las
limitaciones que probablemente todos compartimos, encuentro en el cine de
Mariano Ozores unas ciertas características de “autoría”, que van más allá de
su condición de guionista-director. Por muy pobre que sea la veta de oro, en
sus películas se pueden detectar unas constantes temáticas que de alguna manera
componen una manera personal y propia de ver el mundo, que en el terreno
ideológico circulan por el territorio de un cierto cristianismo social, bastante
reaccionario en ocasiones, es cierto, pero en el que no faltan principios como
la justicia, la equidad, y la rebelión del débil contra el poderoso, por mucho
que el enfrentamiento acabe resolviéndose con un fraternal abrazo. Vamos, como
un Frank Capra con Landa de macho celtibérico.
Sin embargo, en la terreno en que el
cine de Ozores me parece más interesante, es sin duda en el sociológico, en la
medida en que sus películas retratan una España que en momentos de sectarismo
ideológico consideramos que no existía, pero que en verdad constituía una
realidad. Por mucho que nos negáramos a verla, en el convencimiento de que “toda”
España estaba contra Franco y de que “toda” España quería un país democrático,
igualitario, culto e incluso socialista. La España zafia, inculta, gritona,
moralista pero obsesionada con el sexo que prometían aquellos primeros biquines
de las suecas y otras categorías femeninas foráneas existía, claro que existía.
Y una prueba de ello son los abundantes
restos que aún ahora podemos detectar a nuestro alrededor cada día.
Por último, para que negarlo, lo que de
verdad me arrebata del cine Made in Ozores en cualquiera de sus variaciones
familiares es la absoluta falta de sentido del ridículo y del pudor, la desvergüenza
absoluta y por derecho de algunas de las escenas que rodaron en su carrera. Ved
una muestra:
EL PERIÓDICO. 7 AGOSTO 1993
Guionista y
director de 99 películas que alcanzan éxito espectacular cuando se programan en
televisión (los pasados jueves y viernes pudieron verse tres de ellas), Mariano
Ozores marca una época de la historia del cine español que ahora se prolonga en
sus series televisivas.
Su nuevo tele-invento
es una alocada comedia titulada La tapa
de los sexos, que constará de trece capítulos y cuyo rodaje se iniciará a
finales de septiembre.
-¿Es la
televisión una alternativa profesional a la crisis del cine?
-Sí, sirve para todos, no hay más que ver la
cantidad de actores que presentan programas y además haciéndolo bien y con
éxito. No se hacen la cantidad de películas necesarias y tampoco se hace
teatro, por lo que la gente de la profesión se tiene que agarrar a la televisión,
lo que tampoco es ningún desdoro.
-¿Cómo será su
próxima serie de televisión?
-Se titula La tapa de los sexos y serán 13 capítulos de una hora que
empezaremos a rodar a finales de septiembre. Trata de un sexólogo, que
interpretará mi hermano Antonio. Trata de los avatares de ese sexólogo y su
familia, más los de los pacientes que acuden a la consulta.
-Aparte de su
hermano, ¿qué otros actores participarán?
-Espero contar con Florinda Chico y con mi sobrina
Emma, que será la hija del sexólogo. Los demás aún no están decididos.
-Sus películas
se reponen casi a diario en televisión y Taller
mecánico se está programando por tercera vez. ¿A qué atribuye ese éxito?
-Siempre pienso en el público. Todo lo que yo he
hecho lo he hecho pensando en que la gente lo viera; es lo que me ha motivado.
Y las vieron mucho. En general, fueron películas que hicieron grandes
taquillas. Después de eso pasan a TV y es natural, porque aquel público que iba
a verlas en cine ahora está en sus casas viendo la tele, por eso tienen esa
audiencia tan tremenda.
-¿No vive este
éxito como una cierta venganza, aunque sea incruenta?
-Sé por dónde va, pero no, no hay ninguna
venganza. Cuando los críticos me pegaban aquellos palos tan tremendos, las
películas ya hacían grandes recaudaciones. Ya en aquellos tiempos yo estaba
perfectamente compensado con el favor del público y ahora se repite ese
fenómeno. Tenga en cuenta que Taller mecánico tuvo una audiencia media de 7.860.000 espectadores por capítulo.
-Vistas ahora,
¿no se puede hacer una lectura sociológica de sus películas que explicaría
parte del éxito?
-El cine, no sólo el español sino todo, casi
siempre es un reflejo de la sociedad en lasqué vive. Quizás por eso las películas
adquieren con el tiempo el atractivo de la nostalgia por un tiempo pasado en
los que las vieron en su momento y para los jóvenes tienen el atractivo de
mostrarles cómo era la España que no conocieron, para saber qué es lo que se
hacía y adivinar lo que no se podía hacer en aquel cine.
-¿También sus
películas sufrieron la censura?
-Siempre. Todos teníamos problemas con la
censura. Comprendo que Bardem, que es una excelente persona, muy valiente, que
hacía cine comprometido y se jugaba el tipo cada vez que rodaba, tuviera
problemas en aquella España, pero es que también lo teníamos quienes hacíamos
cosas más ligeras, nada comprometidas. Mis problemas eran ridículos, pero
existían, cortes absurdos que vistos ahora muestran cómo era aquello.
-Usted tiene
fama de un trato exquisito con los actores. ¿Le viene de familia? ¿Qué es para
usted un actor?
-Es probable que me venga de familia el respeto al
actor, porque todos ellos lo eran, desde tiempo inmemorial. Los actores son
para mí bichos, fenómenos de la naturaleza. Alguien que hoy se cree que es Otelo
y mañana Hamlet no puede ser normal, de modo que hay que tratarlos como seres
especiales. El 90% de ellos son muy buena gente, porque han llegado a la
posición que ocupan pasándolas canutas. Es una profesión especial y rarísima
que hace que quienes trabajan en ella sean gente muy abordable, muy sensible y
disciplinada.
-¿Y su hermano
Antonio?
-Antonio es un fenómeno especial, un hombre de una
inventiva desbordante, que siempre está inventando, cuando trabaja y en su vida
privada. En el rodaje no para, pero tiene la ventaja de que si le dices que
algo no vale no se molesta en absoluto, aunque suelen valer muchas de sus
invenciones. Es un actor con una personalidad totalmente distinta a la de los
demás.
-¿Hay
diferencias a la hora de hacer cine o televisión?
-Sí, porque en el cine el espectador no se mueve y
en televisión se puede marchar a otra cadena o a la cama, a poco que le
aburras. Hay que tener mucho cuidado a la hora de escribir guiones de
televisión para que el público no se fatigue, por eso los americanos hacen
series de media hora que es lo ideal para soportarlo sin cansarse.
-¿Existe una
fórmula Mariano Ozores para televisión?
-En mis series
utilizó un sistema que no es el americano, que es tener una historia general,
que se desarrolla del primer al último capítulo, la de la familia protagonista
y las personas que les rodean, y luego historias particulares en cada episodio
que comienzan y finalizan en el episodio.
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