La pérdida de
las colonias, la guerra de Marruecos y la creciente industrialización de España
contribuyeron de manera decisiva a transformar radicalmente el panorama
político español, al que accedieron con fuerza y pasión las capas populares de
la población, obreros y campesinos, rompiendo el monopolio de la oposición
política que hasta entonces había mantenido la burguesía ilustrada, liberal, republicana
y progresista, y radicalizando los enfrentamientos con el régimen monárquico.
La unión de los obreros en los primeros sindicatos anarquistas y socialistas y
la aparición de los partidos de clase potenciaron el surgimiento de un nuevo
tipo de prensa popular en la que la ilustración gráfica, el chiste y la
caricatura, cargadas ya de fuertes significados satíricos e ideológicos, ocupo
un lugar predominante, dada la facilidad con que la mezcla de dibujos y textos
permitía comprender los mensajes emitidos a unas capas sociales, un
proletariado incipiente y un campesinado sometido al dominio caciquil, en buena
medida aún analfabetas.
Desde que El
Eco de la Clase Obrera, primer periódico obrerista de España antes de
que existieran sindicatos como tales, comenzó a publicarse en 1855 en Madrid,
aunque tanto su fundador, el tipógrafo Ramon
Simó i Badia, como su inspirador, Fransçesc
Pi i Margall, exministro de la primera República de ideas federalistas,
fueran catalanes, las publicaciones de clase se multiplicaron y diversificaron
de manera vertiginosa.
Las primeras
fueron las anarquistas, que aparecieron incluso antes de que la CNT se fundara
en 1910. Así, La Federación se creó
en 1869, La Emancipación en 1871, y Solidaridad Obrera, que sería el
periódico anarquista más difundido, en 1907. Especial relevancia alcanzó en el
campo teórico y cultural del anarquismo, no tanto en el gráfico, La
Revista Blanca, dedicada, según indicaba en cada número su portada, a “Arte, Ciencias, Literatura y Sociología”,
que dirigió el novelista y pensador libertario Federico Urales, padre de Federica Monseny, en dos etapas, de
1898 a 1905 y de 1923 a 1936.
Pablo Iglesias fundó El Socialista en 1886,
siete años después de que 15 compañeros le hubieran acompañado en la creación
del Partido Socialista Obrero Español en una tasca madrileña, y en 1896 hizo lo
propio con Unión Obrera, órgano de la Unión General de Trabajadores.
Nacida en 1910
como órgano de las Juventudes Socialistas, Renovación pasaría 10 años después a
convertirse en El Comunista, primera publicación regular que editaron en
España los partidarios de la III Internacional leninista que acababan de fundar
por esas fechas el PCE. Se adelantaron en 10 años a Mundo Obrero, órgano
oficial del partido desde entonces, que salió a la calle el 13 de agosto de
1930 con el lema “Defensor de los
trabajadores de la ciudad y el campo”.
A partir de
estas publicaciones “madre”, el pensamiento de izquierdas (de las varias
izquierdas, porque las izquierdas siempre han sido varias frente a una derecha
que era sólo una) se ramifico en revistas y folletos editados por organismos
centrales, provinciales y locales, secciones profesionales de los sindicatos y
asociaciones culturales, recreativas o sociales de todo tipo. Fue tal la
cantidad y la variedad que en la actual hemeroteca de la Fundación Pablo
Iglesias se conservan más de 500 títulos editados entre 1886 y 1939. Fue tal la
variedad, que incluso en 1932 llegó a editarse en Sabadell La Lucha, revista
trimestral que se presentaba como “Publicación
Cristiana Anticlerical de Cultura Progresista” (¿Alguna revista del
catolicismo progresista posterior se ha atrevido a declarar algo parecido?).
Es cierto que en
un principio todas estas publicaciones prestaron poca o nula atención al chiste
o la caricatura como instrumento de lucha ideológica, y no fue hasta
finalizados los años 20 cuando comenzaron a incorporar a los humoristas
gráficos a sus redacciones, una tendencia que se aceleró con la llegada de la
República.
No obstante, en
el terreno de la ilustración gráfica, el chiste y la caricatura, surgieron
nuevas publicaciones, de una radicalidad más acusada que las revistas satíricas
del siglo anterior. Los últimos años de la monarquía, y especialmente los de la
dictadura de Primo de Rivera y la República fueron el marco histórico en el que
se consolidaron y radicalizaron las viñetas satíricas españolas, que ya sin
subterfugio alguno apuntaron sus lápices contra el militarismo, el caciquismo,
el clericalismo y la explotación social.
La huida del rey
Alfonso XIII la noche del 13 de abril de 1931, tras la derrota abrumadora
sufrida en las elecciones municipales, y la proclamación el día siguiente de la
II República, desató un aire de libertad y entusiasmo, pero también de enconados
enfrentamientos políticos, que radicalizó de manera inmediata los periódicos y,
con especial virulencia, las revistas satíricas y de humor.
Fue un fenómeno
que afectó de manera similar a las publicaciones de izquierdas y derechas, aunque
de manera similar a como ya se ha visto, unas y otras eran de muy distintos
carácter. Al igual que sucedería durante la guerra, las revistas republicanas y
antifascistas fueron más numerosas y variadas que las que se publicaron bajo la
advocación de la vieja reacción española, caciquil, militarista, clerical y
antiobrerista.
En ese terreno,
el humor satírico ilustrado tuvo cada vez mayor presencia en los periódicos de
derechas, como El Debate, La Nación, órgano oficioso del
dictador Primo de Rivera, o el que
quizás sea el más antiguo de ellos, el tradicionalista y carlista El
Siglo Futuro, que pese a haber nacido en 1875 no incorporó la
caricatura y el chiste político a sus páginas hasta octubre de 1932, ya en
pleno periodo republicano.
En el mismo
bando, en septiembre de 1931 apareció el primer número del semanario Gracia
y Justicia, que publicado por la Editorial Católica habría de
convertirse en uno de los principales fustigadores de la República mediante la
sátira dibujada. El lema que le definía era ya significativo: “Órgano extremista del humorismo nacional”
y a él hicieron gala aunque llegara a costarles sangre. Hasta tal punto se
pusieron a la labor, que la revista fue suspendida durante cuatro meses en
agosto de 1932, a raíz de su apoyo al intento de golpe militar protagonizado
por el general Sanjurjo, situación que solventaron los responsables de la
revista cambiándole el nombre y sacándola a la calle hasta enero del año
siguiente con el título de Bromas y veras, un paliativo que no
era novedoso, pues ya antes lo habían practicado otras revistas y volvería a
ser utilizado posteriormente, como veremos, en publicaciones básicamente de
izquierdas.
El triunfo del
Frente Popular en los comicios de febrero de 1936, que devolvió el gobierno a
los partidos progresistas y de izquierda tras el involucionista bienio negro
que había encabezado Gil Robles, condujo al cierre de Gracia y Justicia apenas
una semana después del cambio de gobierno. De sus páginas salió toda una
generación de humoristas de derechas, del maestro K-Hito --seudónimo de Ricardo
García López, al que más abajo encontraremos al frente de publicaciones
infantiles esenciales como Macaco y Gutiérrez, y al que ya
hemos visto con sus inteligentes y vanguardistas chistes en La
Ametralladora o La Codorniz-- a Orbegozo, Galindo, Maciá, Morán, Prieto y Soravilla, que tras la guerra formarían
parte de los humoristas del régimen.
También Gracia
y Justicia pagó el precio de su ideología, con varios de sus colaboradores
detenidos en Madrid al estallar la guerra civil. El director de la revista, Manuel Delgado Barreto --un veterano
periodista que había dirigido otras publicaciones de humor, como El
Mentidero, y el diario La Nación, y que ya en la República
había sido el responsable de El Fascio, órgano de expresión de
Falange desde el que José Antonio Primo
de Rivera había lanzado sus principales consignas políticas--, y el
dibujante Gerardo Fernández de la
Reguera y Aguilera --que con el nombre de Areuguer había firmado la
mayor parte de las excelentes portadas a dos colores de la revista, al margen
de su significado político-- fueron detenidos a los pocos días del golpe
militar del 18 de julio. En noviembre de 1937, mientras las tropas rebeldes
acosaban la capital y se encontraban ya a las puertas de la capital, formaron
parte de los aproximadamente 2.500 derechistas fusilados en Paracuellos del
Jarama, entre ellos el dramaturgo Pedro
Muñoz Seca.
Para el objetivo
de estas páginas, que tratan, no se olvide, de los historietistas rojos y no de
los del bando contrario, resulta significativa la presencia entre los colaboradores
de Gracia
y Justicia de Joaquín de Alba,
que con seudónimo de Kin firmaría una buena parte de las
miles de caricaturas y chistes que haría en su vida.
Joaquín de Alba había nacido en Cádiz en 1912 y
ya en 1931, con 19 años de edad, se le podía encontrar como dibujante de la
recién nacida Gracia y Justicia y del veterano, y derechista, diario La
Nación. Al estallar la sublevación militar el 18 de julio de 1936 fue
detenido junto al director y a otros redactores de la revista, si bien fue
liberado poco después, según parece por influencia de Santiago Carrillo, responsable de la seguridad en el Madrid
resistente, al que habría recurrido el hermano del dibujante, militante
comunista y dirigente de la UGT, la organización sindical en la que por la
época convivían socialistas y comunistas.
Ya en la calle, Kin
se pasó a la zona “nacional”, llegando a través de la sierra madrileña hasta
Burgos, en donde dibujó para El Norte de Castilla y formó parte
del Servicio de Prensa y propaganda de los rebeldes que dirigía Dionisio Ridruejo. Esta relación no fue
circustancial, pues bien podría considerarse a Joaquín de Alba integrante de ese grupo de jóvenes intelectuales
franquistas, falangistas o católicos, que, encabezados por Ridruejo e integrado por nombres tan destacados después como los de
José Luis López Aranguren, Luis Rosales, Pedro Laín Entralgo, Antonio
Tovar o Joaquín Ruiz Jiménez, se
desengañaron pronto del régimen y pasaron a enfrentarse a él con mayor o menor
energía. Habrá que añadirle a la lista generacional, porque no conozco ningún
estudio sobre el tema en el que se le cite.
Joaquín de Alba fue de los que, como el propio Ridruejo, estuvieron entre los primeros
en incorporarse a la División Azul para librar del comunismo a Rusia, aunque
parece ser que fue la crueldad nazi aplicada a los ciudadanos soviéticos,
tantos los crímenes y barbaridades a las que asistió, que al regreso era otro
hombre. No obstante, al poco de regresar de la Unión Soviética entró como
principal caricaturista de Arriba, el diario oficial del
Movimiento.
La
interiorización de su disidencia con el franquismo se fue acentuando hasta que
en 1954 decidió exiliarse a Estados Unidos para no regresar a España hasta
1978. En el exilio se convirtió en uno de los grandes caricaturistas políticos
de América a través de sus colaboraciones regulares en The Washington Daily News,
siendo candidato al premio Pulitzer a la mejor caricatura del año en 1966, un
año después de que el National Right to Work Committee le otorgara su premio a
las dos mejores caricaturas anuales. Falleció en Palma del Río, Córdoba, en
1983.
En el otro lado
del espectro político, la ilustración satírica y política estuvo mucho más
dispersa y contó con un mayor número de autores, que desde muy distintos
enfoques ideológicos, defendieron a muerte las aspiraciones democráticas y republicanas
y se opusieron con firmeza a cualquier intento de desestabilizarla y acabar con
ella cuando al fin se consiguió en 1931. La utilización de el humor grafico como
vehículo ideológico se puede rastrear en todos los diarios de la época, tiene
especial relevancia el que Bagaría y
otros dibujantes publicaron en El Sol, el periódico fundado en 1917
por Nicolás María de Urgoiti
(promotor también de Unión Radio, predecesora de la actual cadena SER), que
bajo la dirección de José Ortega y
Gasset se convirtió en el principal diario pro-republicano y en cuyos
talleres se imprimió, tras la guerra civil, Arriba.
No obstante, lo
más del humorismo gráfico se publicó en la infinidad de revistas satíricas de
la época, en las que el chiste, la historieta y la caricatura política tuvieron
una presencia de singular importancia. El conjunto de la obra publicada en
ellas por una infinidad de autores especialmente destacados en la historia del
tebeo y la ilustración española constituye una documentación de primera línea
para conocer las ideas, los usos y costumbre y, en general, la historia de ese
periodo histórico.
Si las
publicaciones de la derecha tomaron por dianas de sus envenenados dardos
humorísticos a los políticos republicanos, los sindicatos, la masonería y otras
instituciones y personajes progresistas, las de izquierda volcaron toda su
artillería dialéctica contra militares, curas, monjas, cabecillas
reaccionarios, capitalistas y terratenientes de toda laya y condición. Se
estaban afilando las plumas y los lápices ante la guerra civil que se avecinaba
y que, a su conclusión, acabaría premiando a los que habían apoyado a los
vencedores con honores y prebendas y condenando en muchos casos a los
defensores de la República con la cárcel, el exilio o la muerte.
El entusiasmo
desatado por la llegada de la República provocó, como hemos visto, las propias
publicaciones anti republicanas, aunque también promovió revistas a favor. En
septiembre de 1931 apareció Fray Lazo, cuyo subtítulo, “Diario anticlerical cortésmente
desvergonzado”, ya daba noticia de su envenenada ironía y no dejaba duda
sobre su contenido. Sería una tenaz denunciadora de los excesos del clero, al
que caricaturizó con feroz insistencia hasta que el triunfo militar y religioso
en la guerra civil, que la dejó fuera de circulación. Sin embargo, los medios
más fecundos en el terreno del humorismo gráfico se correspondieron con
revistas que venían de lejos y aguantarían hasta el último momento.
Intentaremos dedicarle alguna atención a las dos que se encentran entre las más
longevas y que sin duda fueron las más influyentes entre las clases populares:
la valenciana La Traca y la catalana L’Esquella de la Torratxa.
Desde su
nacimiento en 1984 de la mano de Manuel
Lluch i Soler, La Traca fue una revista tocapelotas que a la hora de la
crítica no se cortaba ni con el filo de un hacha. Ya en su primera etapa, que
duraría tres años, fue cerrada siete veces por orden de la autoridad gubernativa,
que la acusó desde por injurias al Rey hasta por denunciar que en Valencia se
organizaban juegos clandestinos. La última de ellas, que acabó con el director
entre rejas, conllevó el cierre definitivo, que aunque al final no fue tal,
implicó un silencio de 24 años.
Reapareció en
1911, bajo la dirección de Vicent Miquel
Carceller, que sería su responsable hasta el cierre definitivo a finales de
1938, ya con las tropas sublevadas cercando los últimos territorios aún en
poder de la República. Esta segunda etapa no fue menos acerada que la primera
desde la misma reaparición, y en 1912 una caricatura de Alfonso XIII llevó a
Carceller a la cárcel. En este tiempo se acentuó su carácter político,
obrerista y antiburgues, aunque no por ello dejó de abordar otros temas costumbristas
o incluso sicalíptico, esa palabra preciosa hoy en desuso que servía para
definir un incipiente erotismo picaresco que hoy sería autorizado a los menores
de la casa pero que entonces constituía un claro motivo de escándalo.
Las relaciones
entre el poder y La Traca siguieron siendo conflictivas, de tal manera que la
revista volvió a ser suspendida de nuevo en 1924, ni siquiera un año después
del golpe militar de Primo de Rivera
estableciera la dictadura, lo que abriría un nuevo periodo de silencio, aunque esta
vez sólo fuera de 15 años. En realidad, el silencio no fue completo ni real,
sólo simulado, pues Carceller
utilizó la trampa que ya hemos visto de inventar un nombre nuevo para seguir
haciendo lo mismo. Así se inventó La Sombra, “semanari festiu y lliterari”, que publicó 87 números hasta que en
1926 la rebautizaron como La Chala, recuperando un título que
había pertenecido anteriormente a una revista fallera, dando lugar a una
revista independiente que siguió publicándose, aún cuando reapareció la
original, hasta el final de la guerra civil.
El 21 de abril
de 1931, justo la semana siguiente a la derrota de la monarquía y la
proclamación de la deseada República, La Traca volvió a estar en la calle,
ahora en castellano y no en catalán, para iniciar una nueva y última etapa. Su
apoyo a los principios republicanos y sus críticas a la tibieza a la hora de
aplicarlos, fue constante, lo que le costó de nuevo la suspensión durante el
llamado bienio negro (1934-1936), únicamente dos simples años, en el que la
derecha accedió al poder bajo la jefatura de Gil Robles e intentó desmantelar lo conseguido durante el trienio
anterior. Cuando regresó de nuevo tras el triunfo del Frente Popular en febrero
de 1936 ya estaba gestándose la sublevación militar que desembocaría en la
guerra civil, en la que la revista valenciana desempeñó un importante papel
propagandístico, lo que condujo al paredón a su director y a dos de sus
colaboradores, como hemos visto en el capítulo anterior de esta historia en
flash back.
No menos
accidentada que la de La Traca fue la existencia de L’Esquella
de la Torratxa, la segunda publicación en catalán más longeva de la
historia, de la que llama la atención que fuera creada y mantenida, por alguien
que se llamaba Inocencio López Barnagossi
y que regentaba la Librería Española en Barcelona. También había fundado La
Campana de Gracia, otra revista emblemática del catalanismo, a la que
sustituyó L’Esquella en sus dos primeras e interrumpidas apariciones, en
1872 y 1874 con motivo de sendas suspensiones de la revista madre, para
comenzar a publicarse de manera definitiva e ininterrumpida, excepto por las
consabidos cierres temporales, desde 1879 hasta el 6 de enero de 1939, la misma
semana de la caída de Barcelona en mano franquistas.
Hay que
reconocer que las revistas de la época no engañaban a nadie desde el mismo lema
que las encabezaba. El que definía lo que era L’Esquella de la Torratxa
no podía ser más evidente y sincero: “Periòdich
satíric, humorístich, ilustrat i literari. Donarà al menys uns esquellots cada
setmana (Periódico satírico y humorístico, ilustrado y literario. Dará como
mínimo una polémica cada semana)”. Y bien que cumplió su promesa.
L’Esquella de la
Torratxa
publicó un total de 3097 números, que la convertieron en la principal
publicación satírica ilustrada, no sólo de Catalunya, sino, con La
Traca, de toda España, tanto en los largos años que fue propiedad de la
familia López, pues los hijos de don Inocencio habían continuado la labor
editorial del padre, como cuando, a raíz del estallido de la guerra, se hizo
cargo de ella el Sindicato de Dibujantes Profesionales de Barcelona. En ella
colaboraron los más importantes intelectuales y escritores catalanes, siendo
cuna de varias generaciones de ilustradores y caricaturistas que marcarían la
historia que aquí se está abordando con letras de oro.
Aunque desde
1907 estuvo dirigida siempre por Josep
Roca i Roca, la responsabilidad editorial recayó en diversas etapas en intelectuales
tan significados en la cultura catalana fueron Màrius Aguilar, Prudenci Bertrana, Francesc Madrid, Lluís Capdevila, Ramon
Vinyes y Pere Carlders, entre
otros, contándose en su larga lista de redactores con Santiago Rusiñol, Gabriel Alomar o Ramón Reventós. La nómina de dibujantes fue realmente deslumbrante:
Apeles Mestres, Bagaría, Manuel Moliné,
Marià Foix, Xavier Nogués, Isidro Nonell, Josep Costa (Picarol), Feliu Elias (Apa),
Goñi, Jaume Passarell, Escobar, Ricardo Opisso, Tisner…
Llegados a este punto, se
debería prestar una cierta atención particularizada al humorismo gráfico satírico
catalán y a sus publicaciones, pues fue, sin duda el más importante de toda
España en aquellos primeros 39 años del pasado siglo, y aún del anterior. El
entusiasmo liberal y republicano a que dio lugar el sexenio democrático,
iniciado con la destitución de Isabel II
en 1868 y concluido tras los apenas dos años de la Primera República Española,
de febrero de 1873 a diciembre de 1874, fomentaron el género en el conjunto del
Estado, aunque en Catalunya tendría características especiales. A aquella
inicial explosión de libertad de expresión generalizada, se juntaron en
Catalunya el esplendor cultural que supuso la Renaixença, la explosión de los
sentimientos nacionales y el auge de las organizaciones obreras, especialmente
anarquistas, que supuso la fuerte implantación industrial. Todo un conjunto de
circunstancias que cuajó en publicaciones en catalán de fuerte contenido
político y satírico hasta sumar una cifra que ronda las 200, según se puede
consultar en las que están escaneadas en el Archiu de Revistes Catalanes Antigues,
un trabajo de recuperación bibliográfica que prácticamente no tiene parangón en
España, a no ser por el que se puede encontrar en la hemeroteca digitalizada de la Biblioteca Nacional, más amplio, pero quizás menos minucioso, dado el territorio estatal que abarca.
Justo será empezar por la más veterana y la más longeva, La Campana de Gracia, hermana de L’Esquella de la Torratxa, con la que compartió plantilla de colaboradores y con la que bien pudiera intercambiar sitio en esta reseña. Creado por el mismo Inocencio López en 1870 se publicó, insisto que con los paréntesis obligados por las repetidas suspensiones, durante 64 años y publicó un total de 3.403 números. Seguidora del republicanismo moderado de Pi y Margall durante la primera República, defendió a Castelar en la restauración monárquica, más interesada como estaba en un principio en la política estatal que en la catalana. Esta ideología inicial se fue radicalizando con el tiempo, hasta acabar en 1932 siendo propiedad de Esquerra Republicana de Catalunya.
El dibujante y humorista Feliu Elias, Apa, fundó Papitu en 1908 con la intención de dar una visión de la cultura y de la política desde la izquierda y el catalanismo, sin pelos en la lengua y sin complejos. Elias fue procesado durante la dictadura de Primo de Rivera, por lo que tuvo que exiliarse en Francia y dejar la revista en manos de Francesc Pujols, que introdujo más humor y, sobre todo, dio cabida a las insinuaciones, el erotismo y el doble sentido sexual que caracterizan al arte sicalíptico. Tanto debió ser el escándalo que estuvo prohibida por razones morales entre 1923 y 1926, periodo en el que fue reemplazada sin ningún complejo por un clon al que titularon, por si no se notaba en la maquetación idéntica y en los mismos colaboradores, Pakitu. Aunque siempre se editó en catalán, entre junio de 1909 y mayo de 1910, se publicó una edición en esperanto (algo que también hizo por aquellas fechas Cu Cut, de la que hablamos a continuación), aquel intento utópico y hermoso de crear un idioma de comprensión universal, que no supusiera el dominio o la extinción de ninguna lengua propia de cualquier comunidad nacional. Por favor, comprobar cómo sigue siendo el esperanto en este enlace http://enesperantujo.blogspot.com.es/2012/07/jen-la-lauroj.html, que además detalla lo que estamos comentando.
Cu-cut se fundó en
1902 bajo la advocación de Françesc
Cambo y su Lliga Regionalista. Dirigida por Manuel Foch y Torres, en sus páginas publicaron muchos de sus
primeros chistes y caricaturas Llaverias,
Junceda, Opisso, Apa, Bagaria, Smith o Lola
Anglada. Más moderada que la Campana de Gracia o L’Esquella
de la Torrataxa, se fue escorando progresivamente a la izquierda, hasta
el punto de que un chiste de Junceras
publicado en 1905, considerado ofensivo para el honor militar, provocó su
suspensión por cinco meses. Tal fue su radicalización, que los dirigentes de la
Lliga decidieron cerrarla en 1912. Había publicado 518 números y vendía 60.000
ejemplares semanales.
Ya en la
República, el mismo 1931, se fundó El Be Negre, que una vez más
intercambió colaboradores con otras publicaciones semejantes. Prosa, ripios,
viñetas y caricaturas les sirvieron para ofrecer una imagen descarnada de la
cultura, la sociedad y la política catalanas, la milicia o el clero, sin dejar
títere sin cabeza, figurando entre sus víctimas casi en igual proporción
españolistas y dirigentes de Esquerra Republicana. Con el estallido de la
guerra civil dejó de publicarse, y en la confusión y las luchas intestinas de
la Barcelona de aquellos años, milicianos de la FAI asesinaron a su director, Josep María Planes.
Si las
publicaciones de la derecha tomaron por dianas de sus envenenados dardos
humorísticos a los políticos republicanos, los sindicatos, la masonería y otras
instituciones y personajes progresistas, las de izquierda volcaron toda su
artillería dialéctica contra militares, curas, monjas, cabecillas
reaccionarios, militares, capitalistas y terratenientes de toda laya y
condición. Se estaban afilando las plumas y los lápices ante la guerra civil
que se avecinaba y que, a su conclusión, acabaría premiando a los que habían
apoyado a los vencedores con honores y prebendas y condenando en muchos casos a
los defensores de la República con la cárcel, el exilio o la muerte.
Para el nene
y la nena
Cuentan quienes
saben que en 1910 el dibujante y guionista José
Robledano Torres, al que ya hemos encontrado en presidio y condenado a
muerte en los capítulos anteriorres, publicó en la revista Infancia, que dirigía, la
serie “El suero maravilloso”. En
ella, por primera vez en España los diálogos de la historieta se situaban no al
pie del dibujo, como era habitual en las aleluyas, sino dentro de globos en el
interior de la propia viñeta, introduciendo así en nuestro país el modelo
narrativo de origen anglosajón que iba a ser habitual a partir de entonces en
la historieta dibujada.
Aunque las
revistas infantiles ya existían en España prácticamente desde que los avances
técnicos de la imprenta habían permitido las publicaciones periódicas de gran
tirada, habiéndose datado en 1798 el nacimiento de la primera ellas, Gaceta
de los niños, no sería hasta la innovación de Robledano cuando este tipo de publicaciones alcanzarían una
importante difusión entre los niños a los que iban dedicadas.
En un principio,
las revistas de historietas ilustradas infantiles aparecieron como suplemento
semanal de ciertos periódicos diarios. Tal fue el caso de Gente menuda, que
acompañó la edición dominical de ABC desde 1906 y en la que
colaboraron buena parte de los dibujantes y guionistas que luego iban a
repartirse entre las diversas revistas que siguieron: Atiza, Robledano, Xaudaró o Cilla.
Con periodos de silencio, exclusivamente por razones editoriales, bien como
suplemento del diario monárquico y del semanario Blanco y Negro o bien
como publicación independiente, Gente Menuda prolongó su andadura
hasta prácticamente llegado el siglo XXI.
En 1917 se creó TBO, que tal vez por la sencillez y sonoridad de su título y el inteligente juego verbal que planteaba se convirtió pronto en el nombre genérico con el que se denominarían desde entonces las revistas de historietas infantiles.
Anterior era, sin embargo, la catalana En Patufet, que se editó de 1904 a 1938 (aunque volvió a editarse, todavía en pleno franquismo, entre 1968 y1973) y que también sirvió para denominar el género en catalán.
Las dos primeras
décadas del siglo vieron también el nacimiento de otras publicaciones tan
importantes como Dominguín (1915), Charlot (1916) o, posteriormente, Pulgarcito (1921), Buen Humor (1921) o Pocholo
(1931).
Especial interés
ofrecen Gutiérrez (1927) y Macaco (1928), más infantil la
segunda y tendiendo hacia el humor estilizado y abstracto la primera, tanto por
la originalidad de su planteamiento como por la relevancia de sus principales
colaboradores. Aunque entre ellos los hubo de todo tipo, como los republicanos Antoniorobles, Escobar o Bluff, el
cuerpo central estuvo compuesto por humoristas como K-Hito, que las dirigió, Miguel
Mihura, López Rubio y Tono, que luego formarían parte de lo
más granado del teatro y el humor franquistas de la postguerra, siendo los
responsables de crear en plena contienda La Ametralladora, la revista de
humor adulto que tendrían continuación en La Codorniz.
La importancia
de los humoristas que colaboraron en estas publicaciones de las dos primeras
décadas del siglo radica tanto en que crearon una formas de lenguaje
específicas, que en las décadas posteriores alcanzarían gran predicamento entre
el público infantil, como en la distinta evolución política que siguieron
cuando la República vino a extremar las ideologías, lo que contribuyó a los muy
enfrentados destinos que tuvieron que afrontar al finalizar la guerra
civil.
Excelente trabajo. Muy documentado y perfectamente expuesto. Mi enhorabuena por el tiempo dedicado a conseguir imágenes y a exponerlas de forma tan clara y nítida. Un post a guardar, como todo lo que escribe Antonio Gómez.
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