Carlos Gómez Carreras, fue fusilado
el 30 de junio de 1940 en el campo de tiro del pueblo valenciano de Paterna.
Aparte de a algunos estudiosos y aficionados al comic, hoy en día su nombre
dirá poco al común de los mortales, y su caso podría ser confundido con los de
cualquiera de las decenas de miles de fusilados en aquellos primeros años de la
postguerra. Sin embargo, hay un hecho que lo convierte en singular, único, y
hace su historia digna de ser contada con algún detenimiento. Carlos Gómez Carreras fue, que sepamos,
el primer dibujante de tiras cómicas del mundo, y a falta de comprobación el
único, juzgado, condenado y fusilado por una de sus historietas. No por haber
matado a nadie ni por haberse sublevado contra un gobierno legítimo. Por haber dibujado. Tenía 36 años.
Con la caída de
Madrid en manos de los sublevados el 28 de marzo de 1939 y la toma del puerto
de Alicante el primero de abril, finalizó la guerra civil y los vencedores
volcaron su victoria contra los vencidos. Era su venganza sobre aquellos
desarrapados que habían intentado ocupar el lugar de los dioses, y la
aplicación a conciencia. Se podría decir que aquella guerra, que había
comenzado con el fusilamiento de un caricaturista, el turolense Ramón Acín, del
que hablaremos en la próxima entrega, finalizó con el fusilamiento de un
historietista. Ambos hechos establecen un paréntesis simbólico de muerte que
con la victoria se desbordó y se convirtió en reguero.
Más conocido por
el seudónimo de Bluff, Gómez Carreras,
también periodista, se había hecho un nombre como dibujante y guionista en
publicaciones de la época, como “Gutiérrez”,
“Gente Menuda” (suplemento infantil
del semanario “Blanco y Negro”) o “Macaco”, y había creado un personaje de
gran popularidad, Don Canuto, ciudadano de peso, que durante la guerra convirtió
en miliciano.
También colaboró
en el semanario satírico, anticlerical y de izquierdas valenciano “La Traca”, en el que durante la guerra
hizo famosas sus irreverentes caricaturas de Franco, que, no obstante su
indudable gracia, con esos plátanos y frutas en la cabeza que tanto recordaban
los tocados de Carmen Miranda, no debieron ser muy del agrado de alguien con
tan poco sentido del humor como el Caudillo, y que quizás fueran una de las razones
de la sinrazón de su condena y ejecución.
Carlos Gómez Carreras había sido detenido en el puerto de Alicante el 29 de marzo de 1939, cuando junto a otros miles de soldados y civiles republicanos intentaba tomar el último barco hacia el exilio, huyendo de la represión franquista que se avecinaba. Fue internado en el infausto Reformatorio de Adultos de la ciudad (en el que quizás coincidió con mi padre, todo sea dicho), desde donde comenzó de nuevo a dibujar en “Redención”, el semanario oficial de las cárceles. En la dirección de prisiones sospecharon que estas inocentes y siempre controladas colaboraciones eran en realidad un medio que utilizaban los encarcelados para comunicarse entre ellos y transmitirse consignas, y no encontraron mejor prueba que una tira de Bluff en la que, en cuatro viñetas, se mostraba a dos pescadores en un río que acababan peleándose por el mismo pez.
De acuerdo a las
actas del juicio, el tribunal militar consideró que aquella cándida tira cómica
solo podía haberla dibujado una “inteligencia
satánica” y que constituía en sí misma “rebelión
militar”, por lo que su autor merecía la muerte. ¿Las razones? Que el pescado,
fuera trucha o salmón, que se disputaban los dos hombres era, en realidad, una
representación de Manuel Azaña, al que a menudo se había caricaturizado en la
prensa derechista con cara de pez, y que en la pelea final, alusión a la guerra
civil, entre las figuras que adornaban la discusión se podían distinguir un
puño cerrado y una estrella de cinco puntas, símbolos perversos de la
intencionalidad subversiva del autor.
No obstante su
dramatismo, el fusilamiento de Bluff no fue el único asesinato de
un historietista satírico realizado por los sublevados, ni por supuesto el
único represaliado de una amplia nómina de dibujantes, guionistas,
caricaturistas y humoristas gráficos ampliamente populares durante la República
que hubieron de pagar con el exilio, la cárcel, el ostracismo o la muerte sus
ideas progresistas. Llama la atención que, considerando el escaso número de
profesionales de la caricatura y los tebeos que podía hacer en España en
aquellos años, pudiera haber una cantidad tal de represaliados. Una represión
que sólo es comprensible en la inquina que el bando sublevado sentía contra
ellos, que habían hecho de su trabajo, muy especialmente en el campo del
cartelismo, el primer arma de agitación republicana contra el fascismo. Ese tan
alto porcentaje de represaliados significo, como en otras profesiones
artísticas, intelectuales, técnicas o docentes, la práctica desaparición del
panorama cultural español de una buena parte, si no la mayor, de sus miembros
más destacados, rompiendo el cordón umbilical de comunicación entre maestros y
posibles discípulos que hubieron de desarrollar su trabajo en la más oscura
noche de una España mutilada. Además, impidió de un hachazo la comunicación
entre los artistas represaliados y los destinatarios naturales de su trabajo,
para su común empobrecimiento intelectual, moral y político. Sin insistir,
claro es, en el dolor personal y profundo que para los represaliados supuso la
represión.
La venganza de
los ganadores se volcó con especial saña en “La Traca”, quizás la publicación satírica de más éxito durante la
guerra, que había sido especialmente dura con los sublevados y de la que
hablaremos en extenso en algún otro capítulo. En el mismo campo valenciano de
Paterna en el que mataron a Carlos Gómez
Carreras, Bluff, que como hemos visto colaboró en ella, también fueron
fusilados el mismo día su director desde 1910, Vicent
Miquel Carceller,
aunque en este caso no fuera historietista ni caricaturista, sino periodista y
escritor, y el dibujante Modesto Méndez
Álvarez,
veterano dibujante colaborador de TBO desde su fundación en 1917, aunque
también había publicado en “La Esquella
de la Torratxa”, la revista catalana que se citará mucho en este capítulo y
de la que también se contará algo cuando llegue el momento restrospectivo.
Aunque vivía en
Barcelona, Méndez Álvarez intentó
huir del avance franquista que amenazaba con tomar la ciudad, y en lugar de
irse a Francia, como hicieron tantos de sus compañeros, buscó refugió en Valencia,
que pronto quedaría aislada, tal vez porque allí se publicaba “La Traca”, de la que había sido asiduo
colaborador y en la que si bien no había caricaturizado a Franco en una
llamativa portada, sí lo había hecho con
Queipo del Llano, que tampoco debía ser hombre fácil de agradar. Nada más llegar fue detenido,
y Carceller, su amigo personal
además de su director, se presentó en la prisión, en la que también estaba o
iba a estar pronto Bluff, solicitando su libertad con el argumento de que se
trataba sólo de un dibujante. En ese mismo momento le detuvieron también a él.
Los tres fueron llevados frente al paredón apenas año y medio más tarde.
Un final
similar, la muerte, aunque en este caso no fuera producida por las balas, sino
por una especial crueldad en su detención, le correspondió a Helios Gómez, pintor, muralista, ceramista y
cartelista nacido en Sevilla en mayo de 1905. De etnia gitana, colaboró en la
prensa, primero anarquista y luego comunista, ideologías en las que militó
sucesivamente. Durante la guerra fue nombrado Comisario Político y Cultural.
Peleó en Ibiza, Mallorca, Aragón, Madrid y Andalucía. Exiliado, fue internado en campos de concentración de
Francia y Argelia hasta mayo de 1942. Ese año volvió a España y fundó el grupo
Liberación Nacional Republicana. Fue detenido y estuvo preso de 1945 a 1946 y
de 1948 a 1954, sufriendo crueles torturas. Debía haber sido puesto en libertad
en 1950, pero le retuvieron cuatro años más, lo que minó totalmente su salud
hasta la muerte.
Igualmente fue
condenado a muerte, aunque luego le conmutaran la pena por largos años de
prisión, José Robledano Torres, del que
seguiremos hablando, porque se trata nada menos que el primer historietista
español en sentido estricto.
Detenido a los pocos días de entrar las tropas
sublevadas en Madrid, fue encerrado en la cárcel de Porlier y un consejo de
guerra le juzgó cinco meses después al considerar, según la sentencia, que “con anterioridad al Movimiento Nacional se
había destacado ya por sus caricaturas publicadas en periódicos disolventes en
las que se atacaba a todas las instituciones fundamentales de la auténtica
España”. Además consideraban que durante la guerra había seguido haciendo
otras “en las que injuriaba a las
personas representativas del Movimiento Nacional a quienes atraía todo género
de barbaridades”. El delito de caricaturizar a los generales sublevados fue
considerado “adhesión a la rebelión
militar” y la condena de muerte.
Conmutada la
pena por la de 20 años de prisión, salió en libertad en agosto de 1943 gracias
a los sucesivos indultos que se dieron en aquellos años. En las cárceles de
Porlier (Madrid) y Valdenoceda (Burgos), donde pasó sus más de cuatro años de
encierro realizó una serie de dibujos que mostraban la dureza de la prisión.
El
dirigente comunista Miguel Núñez, del
que ya sabemos de sus posteriores andanzas clandestinas con Víctor Mora y que conoció a Robledado en la cárcel madrileña de
Atocha, dejó escrito en sus memorias (“La
revolución y el deseo”. Península, 2002): “Quizás los mejores testimonios, los más realistas, los que pueden dar
una idea más acabada de lo que fue aquello, son los impresionantes dibujos de José Robledano, que, afortunadamente,
se han conservado. Este pintor y dibujante nació en Madrid en 1884. Aventajado
alumno de la Escuela de Bellas Artes, compartió los estudios con pintores
famosos. Colaboró en la revista Arte y Sport, con artistas como Pablo Ruiz
Picasso y Juan Gris. Dejó también su huella en Nuevo Mundo, La Esfera, Mundo
Gráfico, Blanco y Negro, El Imparcial, El Sol, La Voz, El Socialista, Crisol o
Claridad. De 1927 a 1936 se afirma con su arte como un demócrata de pura cepa.
En El Socialista dio vida al entrañable personaje de «el señor Cayetano», un
madrileño castizo, bonachón y republicano. Al producirse la sublevación
franquista, se lanza a una actividad intensa y combate con su arte en la
defensa de la República.
La dictadura le hizo pagar cara su entrega a las
ideas de libertad y democracia. Fue condenado a muerte, pena conmutada por treinta
años de prisión. Recorrió el calvario de las cárceles de Atocha, donde yo le
conocí, Porlier, Valnoceda y Vigo, entre otras. Durante su cautiverio, con los
medios más rudimentarios, creó más de un centenar de dibujos, que consiguió
sacar a la calle y que hoy constituyen un reflejo insuperable de aquella
realidad. Son documentos valiosos que merece la pena que abran estas páginas
sobre las prisiones franquistas. Sin sus dibujos, ¿cómo imaginar esas galerías,
con su increíble alfombra de cuerpos humanos hacinados?, ¿cómo hacerse idea de
las colas para recoger la bazofia del rancho?, ¿cómo representarse los patios
atestados de presos, los innumerables objetos diversos colgados de las paredes,
las posturas, los rostros de los presos? Cuando estaba prohibido tomar
fotografías del interior de las cárceles, los dibujos de Robledano nos permiten
recrear, al menos en parte, aquella trágica situación”.
Robledano salió en libertad, pero su trabajo como
autor de tebeos quedó totalmente arruinado, Nacido en 1884 murió en 1994. En la
actualidad, la práctica totalidad de su obra se encuentra depositada en la
Biblioteca Nacional. En 2006, el guionista Felipe
Hernández Cava contó su historia en el cómic “Nuestra guerra civil” con dibujos de Laura y Ángel de la Calle.
Tras su salida de la cárcel abandonó prácticamente la historieta, si bien todavía realizó tiras de tema deportivo en diversos periódicos regionales y colaboró de manera más regular en Don José, suplemento dominical de historietas infantiles del diario España, de Tánger, que coordinaba Antonio Mingote y en el que coincidió con Tono, Gila, Escobar, Peñarroya, Ballesta, Chumy Chumez o Cesc, entre otros maestros del humor gráfico, una buena parte de ellos presentes en el anterior capítulo. Dicho periódico, en el que también trabajaba Eduardo Haro Tecglen, fue uno de las primeras publicaciones españolas en adoptar, tras la guerra, posturas más liberales que las consentidas en la época.
José María Carnicero (Madrid, 1911-Badalona, 1950). Dibujó entre otras publicaciones en el diario La Mañana y realizó carteles de propaganda hasta el final de la guerra. Aunque intento exiliarse, no lo consiguió. Fue detenido y pasó tres años en la cárcel, teniendo que presentarse luego mensualmente hasta 1949. Pese a ello, trabajó en los dibujos animados del largometraje pionero de la animación española “Garbancito de la Mancha” (1942-1945). Falleció con 38 años.
Lola Anglada. Empezó en Cu-Cut, un clásico, y colaboró en otras revistas no menos decisivas
para la evolución del humorismo infantil, como En Patufet o Virolet.
Llegó a publicar su propia revista La
Nuri, enfocada al público infantil femenino. Durante la guerra se afilió a
UGT y colaboró en el Comisariado de Propaganda, publicando el relato ilustrado
para niños El mes petit de tots, de
clara ideología antifranquista, y otros trabajos similares. Aunque no pasó por
la cárcel, tras la guerra civil se vio obligada a abandonar su profesión.
Falleció en 1984.
Quizás el caso
más curioso y contradictorio sea el de Fernando
Perdiguero,
Menda, uno de los
pioneros de los dibujos animados españoles en los años 20, que se había hecho
famoso por sus caricaturas políticas en el semanario La Calle (1930) y en otras publicaciones antes de La República, con
la que colaboró activamente. Condenado a muerte e indultado, en 1942 se
incorporó a La Codorniz, de la que
fue redactor jefe, siendo como era la revista una publicación creada y regida
por humoristas de derechas, hija directa de la belicosa La Ametralladora, en la que firmó con los seudónimos de Cero, Tiner, Hache y alguno
más.
Son sólo algunos nombres, pero no los únicos. La lista de los historietista y viñetistas que, aunque no fueran encarcelados, debieron sufrir el ostracismo profesional, cambiar de oficio, inventar seudónimos y malvivir en mil oscuras labores mal pagadas es larga. Unos cuantos son Jaume Passarell (Badalona, 1890-1975); Melchor Niubó, Niu (La Fuliola, Lleida 1912) que se cambiaría el nombre por el de Óscar Daniel; Romà Bonet i Sintes, Bon(Barcelona, 1886-1967) famoso caricaturista al que dieron de baja en el Real Círculo Artístico y le cerraron las vías de trabajo; o Josep Altimira Oxymel (Barcelona, 1880-1942), que sobrevivió malamente con un empleo en los estudios “Dibujos Animados Chamartín” de Barcelona.
Son sólo algunos nombres, pero no los únicos. La lista de los historietista y viñetistas que, aunque no fueran encarcelados, debieron sufrir el ostracismo profesional, cambiar de oficio, inventar seudónimos y malvivir en mil oscuras labores mal pagadas es larga. Unos cuantos son Jaume Passarell (Badalona, 1890-1975); Melchor Niubó, Niu (La Fuliola, Lleida 1912) que se cambiaría el nombre por el de Óscar Daniel; Romà Bonet i Sintes, Bon(Barcelona, 1886-1967) famoso caricaturista al que dieron de baja en el Real Círculo Artístico y le cerraron las vías de trabajo; o Josep Altimira Oxymel (Barcelona, 1880-1942), que sobrevivió malamente con un empleo en los estudios “Dibujos Animados Chamartín” de Barcelona.
Como para tantos
otros españoles, la derrota supuso el exilio de buena parte de los
historietistas y humoristas gráficos que habían puesto su pluma al servicio de
La República en los años anteriores. No es de extrañar que la mayoría fueran
catalanes, o que hubieran pasado la guerra en Barcelona, pues el resto, bien se
hubieran mantenido en el Madrid asediado y aislado o hubieran intentado la
huída por Alicante, pronto ocupado por las tropas fascistas italianas, no
tuvieron ocasión de escapar, y su destino fueron las cárceles o el paredón.
Entre los que se fueron figuraban algunos de los más importantes nombres de la
ilustración española.
El artista, pues
de un verdadero artista se trata, aunque utilizara para transmitirnos su
particular retrato del mundo la plumilla y el ingenio, había nacido en
Barcelona en 1882, y en Catalunya veló sus primeras armas caricaturescas en revista
como ¡Cu-Cut! y la fundamental Esquella de la Torratxa, consiguiendo
tal éxito que ya en 1912 estaba en Madrid, ilustrando en el muy reciente La Tribuna la entrevista semanal que
realizaba Tomás Borras. De ahí a que
sus cada vez más populares viñetas saltaran a las páginas de la revista España o el diario El Sol apenas hubo un trecho, el que iba de unas redacciones a las
otras.
Los dibujos de Bagaría nunca fueron banales, dedicando
cientos de ellos, ya desde la dictadura de Primo de Rivera, a combatir el
clericalismo, la censura, la dictadura, la opresión de clase, la guerra o el
colonialismo, entre una infinidad de temas que incluyen también estampas
costumbrista, reflexiones morales y caricaturas, cientos de caricaturas. Esas
caricaturas que Eugenio D’Ors
consideraba lo mejor de su obra y de las que escribió: “Este caricaturista traza vuestra caricatura; os convertirá tal vez en
un monstruo. ¿Qué más da? Su croquis os contenta y halaga. La razón está en que
él ha sabido hacer creer en vuestra imagen la energía espiritual, la
significación”.
Tampoco era de
última hora el republicanismo del dibujante, que lo asumió como ideología desde
temprana edad y que se reflejó siempre en su trabajo. Un republicanismo teñido
de ideas progresistas, que le llevaron a militar en el Partido Socialista en
fecha tan temprana como 1920, por lo que no es de extrañar que se convirtiera
en la voz gráfica de la Alianza Republicana Socialista, cuyo cartel electoral
para los históricos comicios de 1931 diseñó; lo mismo que haría con el del
Frente Popular para las no menos históricas elecciones de febrero de 1936.
Con la guerra
regresó a Barcelona, donde, simultaneándola con otros medios, inició una
fecunda colaboración con La Vanguardia,
en la que publicó numerosas diatribas contra la guerra y ataques no sólo a
Franco, sino también a Mussolini y Hitler. A este último le dedicó en 1937 una
carta manuscrita llena de sorna, mala leche y lucidez política a raíz de que en
Alemania se hubiera prohibido la difusión del periódico, a causa, precisamente
de sus caricaturas:
Enfermo y débil,
a causa en buena medida del estilo de vida bohemio y desordenado que había
practicado, ya con 56 años a cuestas, Bagaría
se exilió en París en la primavera de 1938, amargado, además, por el mal rumbo
que había tomando la guerra ya para entonces. No obstante su estado de salud,
compartía páginas con Antonio Machado,
Victoria Kent, José Bergamín, Luis Lacasa
o Ramón J. Sender en el semanario La voz de Madrid, que pese a su título
editaban en París los exiliados españoles.
A finales de
mayo de 1940, con las tropas alemanas ya en suelo francés y a punto de entrar
en París, lo que sucedería menos de mes después, Bagaría partió para América,
cuyos periódicos habían publicado sus dibujos con regularidad y en donde gozaba
de gran popularidad. Escribió: “Todas las
comodidades que me brindan, todo el porvenir que me ponen por delante no
lograrán quitarme la tristeza que llevo encima y que ha de acabar muy pronto
conmigo”. Falleció en La Habana el 26 de ese mismo año.
La vida de Josep Bartolí (1910-1995) merecería una novela o una
película. Se exilió a Francia formando parte de las últimas oleadas de
refugiados en febrero de 1939, y tras su inicial paso por los campos franceses
fue detenido e internado en campos nazis. Pasó por siete de ellos, consiguiendo
evadirse, una hazaña poco normal, del último, el de Bram, aunque volvieron a
cogerle y le enviaron a Dachau en un tren de carga, del que se escapó de nuevo,
esta vez con buena suerte. Tras mil peripecias, que le hicieron pasar por
Marsella y Casablanca, consiguió llegar a México, donde retomó su carrera en el
entorno del pintor Diego Rivera y
fue amante de Frida Kahlo.
Bartolí se había hecho ya un nombre en el
dibujo gráfico catalán, el más creativo de España, publicando sus dibujos,
chistes y caricaturas en diarios y revistas como La Veu de Catalunya, Papitu,
l'Esquella de la Torratxa o La Ciutat i L'Opinió, y durante la
guerra había colaborado con medios anarquistas y comunistas, tanto en sus
publicaciones como en la realización de carteles llamando a la lucha y la
resistencia.
De México se
trasladó a Estados Unidos, donde fue primer dibujante de la revista Hollyday, publico libros ilustrados y
diseñó decorados para películas históricas en Hollywood. Da cuenta de la
popularidad y del prestigio que alcanzó Bartolí
en los medios artísticos estadounidenses el que formara parte del grupo
10th Street junto a cuatro nombres fundamentales del arte contemporáneo
estadounidense, como son los de Willem
de Kooning, Kline, Pollock y Rothko. En 1973 recibió el premio de artes plásticas que lleva el
nombre de este último.
Entre sus libros
ilustrados se encuentran Calibán
(1971), The black man in America (1975) y, sobre todo, Campos de concentración (México, 1943;
Madrid, España, 2006), en el que reflejaba con dibujos, historietas, poemas y
recuerdos su paso por los campos Nazis, dejando así el testimonio que la novela
o el cine le negaron y creando un trabajo que se adelantaba en años al formato
de las novelas gráficas. Falleció en Nueva York con 85 años.
Si no fuera porque Alfonso Daniel Rodríguez Castelao es uno de los intelectuales y políticos de la
historia de Galicia, articulista, narrador y autor teatral de gran prestigio,
y, sobre todo figura clave del gallegismo, podríamos convenir en que fue uno de
los más importantes humoristas gráficos de la República, la guerra y el exilio.
En cualquier caso lo es, porque su obra grafica está compuesta por una buena
cantidad de viñetas, que realizó a lo largo de toda su vida y que constituyen
una obra coherente y completa en la que se conjugan ternura, critica social, retranca
y terror, depende del tema y de la época.
Castelao, que luego
declararía que había despertado su afición por la caricatura la lectura de niño
de la revista Caras y Caretas durante
la estancia de niño en Argentina, había nacido en 1886 en Rianjo, municipio de
La Coruña, ciudad en la que estudió medicina. Ya en 1910, mientras hacía el
doctorado en Madrid, participó en la III Exposición Nacional de Humoristas y
comenzó a publicar en El Cuento Semanal,
añadiendo esta colaboración a la que ya mantenía desde dos años antes con Vida Gallega.
En 1911 se adhirió al
movimiento Acción Gallega, y publicó en múltiples publicaciones y periódicos,
desde El Liberal a La Voz de Galicia de Buenos Aires, de El Gran Bufón a La Ilustración Gallega y Asturiana, de El Sol a Mi Tierra, lo
que dio una gran popularidad a sus viñetas. En 1920 creó con Vicente Risco, Otero Pedrayo y otros la revista Nos, origen del moderno galleguismo político y cultural.
En 1931, recién
llegada la República, en cuya política participó muy activamente desde el campo
del galleguismo, publicó el libro también titulado Nos, en el que se recogían una buena cantidad de sus viñetas. Pese
a su actividad política y literaria siguió dibujando y publicando tras su
obligado exilio.
La Dirección General
de Prensa del Gobierno de España despachó instrucciones a los medios acerca de
cómo tratar la noticia: “Habiendo
fallecido en Buenos Aires el político republicano y separatista gallego Alfonso
Rodríguez Castelao se advierte lo siguiente: La noticia de su muerte se dará en
páginas interiores y a una columna. Caso de insertar fotografía, esta no deberá
ser de ningún acto político. Se elogiarán únicamente del fallecido sus
características de humorista, literato y caricaturista. Se podrá destacar su
personalidad política, siempre y cuando se mencione que aquella fue errada y
que se espera de la misericordia de Dios el perdón de sus pecados. De su
actividad literaria y artística no se hará mención alguna del libro
"Sempre en Galiza" ni de los álbumes de dibujos de la guerra civil.
Cualquier omisión de estas instrucciones dará lugar al correspondiente
expediente”.
Luis García Gallo, Coq
(1907/2001). Nacido en Toro (Zamora) se trasladó con su familia a Bilbao, donde
aprendió dibujo en la Escuela de Artes y Oficios de Achurri, para terminar en
Barcelona, ya en 1938. Creó durante la guerra un personaje que parodiaba a
Franco por el que llegó a gozar de gran popularidad. Colaboró sobre todo en la
prensa libertaria como en Tierra y
Libertad, Solidaridad Obrera, Fragua Social o la revista Diana, órgano del 10º Cuerpo de Ejército
del Este. En 1939 se exilió a Francia, donde nada más llegar fue internado en
los campos de Mont-Luis y Argelés-sur-Mer. Al salir y acabar la guerra mundial
comenzó a colaborar en la prensa francesa, en la que el seudónimo de Coq
se hizo famoso en France-Soir, Jours de France, Point de Vue, Ici-París o
Constellation.
Celedonio Melitón Otaño (1912/2003).
Encarcelado al finalizar la guerra, fue puesto en libertad, según se cuenta,
como gracia por haber pintado un magnífico mural en el penal en que estaba
recluido. La experiencia carcelaria no le reformó, pues nada más salir empezó a
colaborar con grupos clandestinos, aplicando su habilidad con la plumilla para
falsificar pasaportes a mano. Al ser descubierto el grupo consiguió escapar, y
buscó asilo en Venezuela, en donde siguió su carrera profesional y de dónde no
regresó a España hasta ya bien muerto Franco en 1980.
Eduardo Robles Piquer, Ras
(1910/1993). Caricaturista ya en España, durante su largo exilio triunfó por
donde pasó. Vivió en México, Venezuela y Nicaragua, dedicándose también a la
arquitectura y la decoración sin dejar de colaborar como articulista y
dibujante en distintos periódicos.
Juan Bautista Archer. Utilizó los
seudónimos de Alfonso Villa y Ssum y fue condenado a muerte en Barcelona,
aunque su pena fue conmutada, saliendo en libertad y exiliándose a México.
Gregorio Muñoz, Gori, en el periodo republicano diseñó
fallas en Valencia, donde había nacido, y se especializó en el terreno de la caricatura
personal, en la que destacó. Fue muy conocido, llegando a colaborar incluso con
el mismísimo Josep Renau, militante
del PCE, maestro del fotomontaje, el cartelismo y el collage español, que
también se exilió y que durante la guerra fue Director General de Bellas Artes,
puesto desde el que encargó el Guernica a Picasso.
Alfred Pascual y Benigani (1902/1995). Al volver del servicio militar en África
comenzó a dibujar en Papitu, un
clásico de la ilustración infantil catalana y española, para seguir luego
colaborando en revistas y diarios como Las
Noticias, Treball, Xut!, L'Opinió y Mirador.
También decoró cabarets, en los que además actúo en un dúo cómico con el famoso
Alady. Fue presidente del importante
e izquierdista Sindicado de Dibujantes Profesionales. Al finalizar la guerra se
exilió en Inglaterra, donde fue ilustrador de la revista Liliput y realizó numerosos diseños publicitarios, entre otros para
la cerveza Guinness y los ferrocarriles británicos.
Fancisco Rivero Gil (1899/1972).
Pintor y caricaturista, comenzó su actividad en El Pueblo Cántabro (era de Santander), para pasar luego a lo más
selecto de la prensa republicana, tales como La Libertad, El Sol o El Socialista. Durante la guerra fue un
fecundo creador de carteles propagandísticos, y al finalizar se exilio a
Francia primero y luego a México, donde colaboró en los importantes diarios El Excelsior y El Nacional.
Josep Allosa Villagrasa (1905/1990). Fue figura clave del Sindicato de Dibujantes y director de L’Esquella de la Torratxa, que abandonó para incorporarse voluntario al ejército republicano, luchando en la batalla del Ebro. Se exilió, y tras una breve estancia se estableció en la República Dominicana del dictador Leónidas Trujillo, en la que como tantos otros españoles sufrió grandes calamidades. En 1944 se instaló en Caracas, donde falleció después de una brillante carrera profesional.
Si Castelao fue un dibujante que se convirtió en figura indiscutible del renacer literario en lengua gallega, Pere Calders fue un literato básico de la lengua catalana que empezó su carrera como dibujante satírico con el seudónimo poco enigmático de Kalders. Cuando tenía 20 años comenzó sus colaboraciones gráficas en el Diari Mercantil alentado por su amigo y futuro cuñado Avel-lí Artis Gener, Tisner, que también le llevó a L’esquella de la Torratxa, de la que fue habitual dibujante y articulistas hasta el final de la guerra civil. Tras haber sido internado en Francia en los campos de Prats de Molló y Roissy-en-Brie se exilió en México, donde publicó lo más importante de su obra literaria, siempre en catalán, Falleció en 1994.
Avel.li Artís i
Gener, Tisner (1912/2000). Si su cuñado fue fundamentalmente un escritor que
también dibujó, Tisner fue un viñetista que acabó de escritor, no velista y
memorialista. Con 16 años empezó a dibujar caricaturas, que pasaba por debajo
de la puerta de Papitu, que acabó por publicarlas, y a los 18 encontró su
primer trabajo periodístico. A partir de ahí no paró de publicar caricaturas y
viñetas en todo tipo de publicaciones, hasta acabar dirigiendo en 1936 L’Esquella de la Torratxa, junto a Pere Calders, para marchar luego al
frente formando parte de la 60 División del ejército republicano. Tras la
derrota se exilió a México, donde permaneció 25 años. En 1945 hizo su primera
incursión en la literatura con 556 Brigada
Mixta, recuerdo de guerra, aunque no insistió en el género hasta 1966,
fecha en la que publicó su primera novela. Hasta 1998 publicó una decena de
libros, entre los que destacan los cuatro volúmenes de sus memorias, Viure y Veure.
Pero no se acaba
el listado de historietistas exiliados y represaliados: Lluís Perotes y Roig (Pont de Suert, Lleida, 1917), que participó
en la guerra civil en el frente de Aragón, activista del Sindicato de
Dibujantes. Juan García Iranzo
(1918- ¿), el creador de la historieta “El
Cachorro”, que fue condenado a trabajos forzados en el Marruecos francés. Enrique Ferran de los Reyes, Dibán
(1911 - 1986), medico, funcionario de la
Generalitat republicano e ilustrador de películas de animación, se exilió a
Francia y estuvo internado en el campo de Argelés. Federico Sevillano Doblanc (Barcelona, 1902 - ¿), también magnífico
ilustrador y animador en los estudios “Chamartín”, solado republicano en
diversos frentes que pasó por Argelés.
Y para acabar
este repaso, espero que no se considere una boutade o una exageración que
utilice para cerrar esta galería de historietistas y viñetistas represaliados
por la dictadura, en este caso con el exilio, a Pablo Diego José Francisco de Paula Juan Nepomuceno María de los
Remedios Cipriano de la Santísima Trinidad Ruiz y Picasso. El caso es que
exiliado fue y de su mano salieron en 1937 los grabados de Sueño y mentira de Franco, estructurados en forma de viñeta y en los que, no yo, sino tantos expertos, se ha visto la directa influencia de los
tebeos. El genio, que lo probó todo y en todo fue un maestro, no podía ignorar
la más humilde de las artes gráficas.
TEBEOS CONTRA FRANCO
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