martes, 5 de noviembre de 2013

Max Aub, Buñuel, el cine y el olvido


Max Aub, Buñuel, el cine y el olvido




                                                                                                                                     



Carmen Peire ha dedicado parte de sus últimos años a publicar la obra más desconocida en España de Max Aub, aquel escritor que nació judío y francés, se hizo rojo y español y acabo exiliado en México añorando la única patria que siempre tuvo y deseó: la República Española. Véase a este respecto la primorosa edición del “Juego de cartas”, ese inteligente juego meta artístico en el que el escritor y su invención, Aub y Campalans, se juntaron para volver loco al lector en una insólita obra interactiva, cuando aún no se había inventado eso de la interactividad que ahora está tan de moda.

Le ha tocado en suerte estos días sacar a la luz una nueva y diferente edición de “Luis Buñuel, Novela”, la obra inacabada del novelista sobre su viejo amigo cineasta, a la que dedicó horas y horas y horas de charla y escritura. Ya se había publicado otra versión del mismo trabajo en 1985 por Aguilar, aunque parece ser que se trata de dos ediciones bien diferentes, según ha contado Agustín Sánchez Vidal recientemente en un artículo a cuya lectura os remito y así me ahorro palabrerío copiado. 

Considera el experto que la primera edición, que contiene básicamente las entrevistas preparatorias, gustará más a los seguidores de Buñuel, mientras que la de Carmen, centrada más en la reelaboración del texto inacabado, agradaría preferentemente a los lectores de Aub. No he leído todavía el libro, por lo que no puedo coincidir ni disentir con ese juicio, aunque así de sopetón considere que hay una posible tercera lectura que agrade a ambos sectores. Personalmente, lo que me parece más atractivo del libro es, precisamente, la muy particular fabulación que ese inagotable fabulador que era Max Aub, extraordinario mixtificador de realidades y ficciones, podía dar de su amigo Luis, que en esto de fabular y mixtificar no le iba a la zaga, y ahí están sus muy fabuladas memorias para quien quiera comprobarlo. Es ese juego literario de imaginador de la realidad lo que hace que tenga unas enormes ganas de coger por banda “Luis Buñuel, Novela” con la esperanza de que tenga muchas páginas llenas de letras y dé para muchas horas de lectura. 

Entre las muchas amargas reflexiones que Aub dejó plasmadas en su “Gallina ciega”, diario de la decepcionada visita a la España franquista de los sesenta, hay una que debió resultarle especialmente dolorosa; aquella en que se refiere al absoluto desconocimiento que los jóvenes españoles de la época tenían de su obra y de la del conjunto de los escritores del exilio. Una situación que, pese a algunos heroicos esfuerzos, no acabó de arreglarse satisfactoriamente en la España llamada democrática. Como prueba, baste un botón.

Con el objetivo de calentar meninges ante la llegada de la novela de Buñuel, he sacado de la estantería un libro que pensé que me iba a ilustrar y que me ha acabado decepcionando profundamente. Y no es ninguna fruslería. Se trata de “La imprenta dinámica. Literatura española en el cine español”, que la pomposa Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España publicó en 2002 bajo la coordinación de Carlos F. Heredero y con la participación de especialistas tan solventes y reconocidos en el tema como Romá Gubern, Santos Zunzunegui, Domenec Font, Esteve Rimbau o José Luis Borau, a más de al menos otra docena de colaboradores.

En tema como el estudiado, literatura y cine, pienso que quizás no haya otro escritor español, tal vez junto a Vicente Blasco Ibáñez y Edgar Neville, tan directamente implicado como Max Aub. Pues bien, pese a ello, en las casi 600 páginas de apretado texto, tan sólo se le cita en 12 ocasiones, mientras que a Blasco se le puede encontrar en 36 páginas y a Neville en nada menos que en 53. Y no se trata sólo de un problema de cantidad, sino esencialmente de calidad de esas citas. Todas ellas, todas, hacen exclusivamente referencia a la adaptación de “Las buenas intenciones”, novela de Max Aub que Alfonso Ungría llevó al cine en 1978 con el título de “Soldados”. Ni una referencia más.

No se habla de la temprana colaboración de Max Aub, como ayudante de dirección y dialoguista español, en “Sierra de Teruel”, la película de la guerra civil española que André Malraux rodó sobre el terreno en 1938 (en la que, además se ejemplificaba bien la relación entre el cine y la literatura, pues el director adaptó su propia novela). Tampoco se cita su labor como profesor de cine ya en Mexico, ni sus guiones, sólo o en colaboración, para más de una decena de películas mexicanas de los años 40 y 50, entre los que había argumentos propios y adaptaciones de novelas y obras de teatro ajenas. 

Ni siquiera se habla de su colaboración en “Los Olvidados”, la estremecedora película de Luis Buñuel en cuyo guión participó junto a los también españoles exiliados el cineasta Luis Alcoriza y el poeta Juan Larrea, además del mexicano Pedro de Urdimalas.

Sin embargo, el hueco más clamoroso del libro de la Academia --que no lo olvidemos trata de las imbricaciones españolas entre cine y literatura-- es que se olvide por completo un trabajo tan singular y representativo de esa fusión que se estudia como es “Campo francés”, el cuarto volumen de “El Laberinto mágico”, a mi entender la novela, o serie de novelas, más importante sobre la guerra civil española (“La forja de un rebelde”, de Barea, transcurre en su mayor parte en el periodo histórico anterior y acaba antes de la finalización de la contienda). 

El propio Aub, al que tanto le gustaba mezclar los géneros, definió “Campo francés” como una novela-guión, que era de lo que realmente se trataba, pues la escribió totalmente en forma de guión cinematográfico, con escenas incluso de un cierto tono documental, rememorando su paso, y la de tantos otros miles de compatriotas, por los campos de internamiento de Vernet y Djelfa, en los que el gobierno francés “acogió” a los soldados republicanos que intentaban escapar del ejercito vencedor.

Que en un libro así, solvente y documentado, escrito por contrastados especialistas y editado por una entidad oficial, u oficiosa, se ignore de esta forma la faceta cinematográfica de un escritor como fue Max Aub constituye, sin duda, un indicativo de la necesidad de leer su obra si queremos enterarnos de lo que pasó con España y los españoles en la primera mitad del siglo XX. De momento aquí nos llega para abrir boca (y cerrarla, pues es largo) este “Luis Buñuel. Novela”, que estoy seguro que será bastante más que una biografía inacabada.
                                                                             

Como Luis Buñuel y Max Aub, Luis Cernuda
falleció en México hace hoy 50 años.
En este poema, que Paco Ibáñez convirtió en canción
expresó toda la angustia del exilio.


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