miércoles, 26 de febrero de 2014

Paco de Lucía. Nuestra música

Paco de Lucía. Nuestra música







Esta madrugada ha fallecido Paco de Lucia, probablemente el más universal de los músicos españoles contemporáneos, no tanto por el reconocimiento y la difusión que ha tenido en todo el mundo, sino, sobre todo, por la esencial universalidad de su trabajo, que recorre el universo estético de la música en un doble sentido: verticalmente, enlazando la más vieja traición con la esencialidad contemporánea, y horizontalmente, unificando lenguajes de tierras dispares.

Curiosamente, coincide su fallecimiento, no en el día, pero sí en el año, con el 40 aniversario de su descubrimiento como artista por parte de un público ajeno al estricto flamenco, terreno en el que ya gozaba de merecida fama desde que había acompañado a Camarón en sus primeros discos. En 1974 Paco de Lucía publicó “Entre dos aguas”, que habría de convertirse en su estandarte, y realizó una importante gira por toda España, operación de promoción que fue activamente apoyada, quiero recordarlo aquí, en “Para vosotros, jóvenes”, el programa diario que dirigía en Radio Nacional Carlos Tena y en el que colaboraba, junto a Adrián Vogel, Gonzalo García Pelayo, Jorge de Antón, Julio Palacios, Aurora de Andrés y tantos amigos.

Personalmente realicé para Disco Expres la crónica del recital que celebró en el Teatro Alcalá Palace de Madrid el 25 de junio. Me ha parecido pertinente recordar, aquí y hoy, aquel momento. Paco de Lucia ha fallecido a los 66 años. Tenía entonces 26.






DISCO EXPRES. 12 JULIO 1974

Decir que el recital de Paco de Lucia en el Cine Alcalá Palace de Madrid fue impresionante es decir poco. Pero de todas maneras hay que decirlo: Fue impresionante la actuación y fue impresionante ver a dos mil personas, jóvenes en su mayor parte, de pie, aplaudiendo hasta romperse las manos a un guitarrista joven, español y flamenco.

La actuación fue realmente como la esperábamos. Hace ya años que Paco de Lucia lleva actuando y grabando discos en nuestro país, y aunque uno no sea un flamencólogo, no era la primera vez que tenía ocasión de escucharle. Cuando se está ante un músico como Paco de Lucia no se sabe qué admirar más, si su increíble técnica, esa velocidad que puede llegar a ser aturdidora, o la facilidad con que controla ese virtuosismo, su capacidad de utilizarlo para encontrar una emoción absoluta, total. Paco de Lucia no es un guitarrista frío a pesar de ser un guitarrista perfecto, sus interpretaciones están llenas de calor, de sinceridad, lo cual es mucho más que simple técnica. Aún sin pronunciar sino breves palabras en el recital (no más de diez y de una sola tacada), puedo afirmar que pocas veces me han «dicho» más cosas desde un escenario. La música puede ser tierna, dulce, alegre, amarga, violenta y arrebatadora, sólo hace falta un músico como Paco de Lucia.

Pero siendo todo esto destacable, creo que lo más importante de este recital es el público. Allí había dos mil personas, y casi otras mil se habían quedado en la calle Alcalá sin entradas. Una pequeña parte eran aficionados al flamenco, público maduro, pero la gran mayoría era gente muy joven, el mismo público que podemos encontrar en los recitales de Mayall, de Rory Gallager o de los mediocres, aunque famosos, Emerson Lake and Palmer. O, en otro género, el mismo que hace poco acudió a escuchar a Daniel Viglietti. Para todo este público tan distinto la actuación de Paco de Lucia ha sido una total revelación. Era normal que estuviéramos ansiosos de escuchar a esas grandes figuras de la música pop, a esos seres casi mitológicos que nuestra condición de espectadores de segunda nos había impedido disfrutar hasta ahora, y es lógico que acudiéramos a los locales donde actuaban y los desbordáramos, pero lo que parece menos lógico es que fuéramos incapaces de apreciar algo que, por estar en casa, nos era mucho más desconocido. Paco de Lucia ha venido a demostrar que el público joven español no sólo está preparado para escuchar música española o en español, sino que es capaz de sentirla suya, de emocionarse con ella, en la misma medida en que lo hace con 1a música universal.

Hay público para todo, ya lo sabíamos, pero hasta ahora el público estaba muy encasillado. El clásico en una parte, el de jazz en otra, el flamenco en otra, los cantautores por su lado y el publico rock en ninguna porque no había recitales rock. Estas actuaciones están demostrando que no hay que estar tan encasillados, que de hecho no lo estamos, que los jóvenes no nos conformamos con el sitio que teníamos reservado y que hemos tomado al asalto el flamenco, el jazz y lo que nos pongan por medio.

Y todo ello sin mixtificaciones, sin mezclas fáciles y oportunistas. Hemos sido capaces de admirar y aplaudir a Paco de Lucía sin necesidad de que se disfrace de nada, sin que nos pongan melotrones para entenderlo. Hilario Camacho, a una pregunta sobre la pureza del flamenco de Paco de Lucia contestaba ese día: «A mí me importa un comino que sea puro o no, lo que me importa es que me llega, que es bueno, que me emociona». Y efectivamente resulta así.

Los puristas se pueden rasgar las vestiduras, pero Paco de Lucía no dejará de ser puro por ello. Paco de Lucia nos llega, demostrando que el flamenco puede ser un arte de hoy, de mil novecientos setenta y cuatro y que para ello no hace falta traicionar nada. Paco de Lucia es un clásico que viaja en avión, que tiene televisor, tocadiscos, que sabe lo que sucede en el mundo, y que lo expresa con su música. Su flamenco no está anquilosado como quisieran algunos arqueólogos del arte, es una música de hoy, y como también decía Hilario Camacho, su «Rumba, no tiene nada que envidiar a Saratana ni a nadie, en cuanto a modernidad».

Con este recital de Paco de Lucra, que no es sino uno más de los cuarenta que está dando en toda la península, el guitarrista ha venido a descubrirnos un tipo de música que no por ser nuestra es peor, sino al contrario. Sabemos que no se puede despreciar la buena música extranjera, sea en inglés, francés o en el idioma que se quiera, son aportaciones culturales distintas que debemos de recoger para incorporarlas a las propias, porque no vivimos solos y quienes nos influyen nos ayudan, pero desde el día 25 de junio sabemos también que lo nuestro es tan bueno, o mejor, que cualquier importación, y, yo apuraría más, ahora sabemos que para ser internacionales no hay que imitar a nadie, que si queremos que nuestra música cuaje fuera de nuestras fronteras va a ser precisamente a base de mostrar nuestras más genuinas y auténticas raíces musicales engarzadas en el tiempo actual. Cosas como esta de Paco de Lucia.

Porqué, y con esto acabo, la actuación de este músico de 26 años nacido en Algeciras es, ante todo, una invitación; una puerta abierta para que nos introduzcamos en nuestra propia música, que no acaba en él, sino que se prolonga, en Manolo Sanlucar, en Ramón dé Algeciras y en los dos guitarristas que también actuaron en el recital; en Menese, Morente, El Lebrijano, Camarón, Gerena, y muchos otros en otros terrenos musicales que no pertenezcan al flamenco también debemos descubrir. Lo que escuchamos la otra noche era la música de siempre de nuestro país, pero era también, y esto creo que es más importante, la música de la juventud española de 1974. NUESTRA MÚSICA.












lunes, 24 de febrero de 2014

El 23-F de Jordi Évole. Falsear la realidad para decir una verdad

El 23-F de Jordi Évole. Falsear la realidad para contar una verdad






Menuda la que ha montado Jordi Évole con su falso documental sobre el intento de golpe del 23 F. Ese chaval es más listo que las pesetas y tiene más peligro que un nublao, que diría mi madre. Anoche, cuando el falso documental acababa, y antes del coloquio, no pude evitar en un arrebato aceptar el guante del periodista y, dentro de juego de espejos que nos proponía, comenté en un breve mensaje de facebook lo ya visto, calificándolo de algo así como “excelente y clarificador reportaje de investigación”. Me reafirmo en ello una vez bien dormido e intentaré explicarlo.

Por supuesto que no era la primera vez que se utilizaba la idea de falso documental como forma de creación artística o periodística. El trabajo sobre la luna del que ha hablado el propio Évole o la más clásica “Guerra de los Mundos” de aquel mixtificador que fue Orson Welles, que repitió la fórmula en el falso noticiero cinematográfico del inicio de Kane y profundizo en el tema en “F for Fake”, no son sino antecedentes ilustres, especialmente el primero, faltaría más. En este capítulo de antecedentes conviene recordar que a finales de los años 90, TVE emitió la serie de falsos documentales “Páginas ocultas de la historia” en la que los novelistas Fernando Marías y Juan Bas contaron más de una docena de apasionantes ficciones con apariencia de realidad, algunas tan delirantes y creíbles como la de una sociedad secreta a la que a lo largo de los siglos habrían pertenecido Miguel Ángel, Dostoievski o el mismísimo Welles, o la de cómo Lorca no habría muerto en el barranco de Viznar sino que habría sobrevivido amnésico y recogido por unas monjas. Pero dejo de divagar, aunque ganas no me falten.

En todos estos falsos documentales, y en el propio género, lo que subyace es --aparte de una indagación sobre los límites y la ambigüedad de aquella vieja relación fordiana entre la realidad y la leyenda-- el cuestionamiento de la supuesta objetividad de la realidad, de las posibles manipulaciones a que se presta lo real pasado por el visor de una cámara y de la credulidad colectiva, que lleva a creer con la fe del carbonero lo que se dice desde los medios o a seguir con los ojos cerrados a quienes consideran sus líderes, por más que lo que digan o anuncien carezca de cualquier viso de verosimilitud comprobable.

Todo eso estaba en “Operación Palace”, pero, además, pienso que en el trabajo de Jordi Évole había un aspecto, que me parece central para haberlo calificado de “documental de investigación”, que le confiere una destacable singularidad. Mi refiero a cómo una falsificación de los hechos reales puede conducir a la revelación de una verdad. Un juego del que también participa, por ejemplo, el “ya han terminado las noticias, ahora empieza la verdad”, o algo así, de Wyoming.

Con la complicidad de un grupo de protagonistas reales, y de total credibilidad, de los sucesos de aquel día, “Operación Palace” nos contó una falsa conspiración de todos los partidos políticos parlamentarios del momento para organizar una ocupación militar del Congreso de los Diputados de la que, paradójica e inteligentemente, el único que no sabe que es una farsa es Tejero, su ejecutor. El motivo de tan rocambolesca historia sería, nada más ni nada menos, que sacralizar la figura del Rey, estableciendo una relación directa causa-efecto que uniera indisolublemente la monarquía con la democracia. El Rey ha salvado la democracia, luego no puede haber democracia sin rey.

La falsificación está en la mentira de la anécdota, la verdad en la conclusión de la falsedad imaginada. Porque si hubo una consecuencia política evidente y directa de aquel intento de golpe fue el encumbramiento de la figura real a la altura de personaje intocable y reverenciado, sacralizado, “que salvó España y la democracia”. También es cierto que, aún sin la falsa conspiración, los partidos políticos parlamentarios del momento y sus líderes, de Suárez y Fraga a Roca, González o Carrillo, hacía tiempo que fomentaban --por convencimiento, miedo, prevención u oportunismo-- la estrategia de que la seguridad, la estabilidad y la modernización de España pasaba necesariamente por esa identificación de Juan Carlos de Borbón como adalid de la nueva España y garante de la democracia. No es cuestión baladí la reflexión cierta sobre ese cuento falso que ayer nos contó Jordi Évole, sobre todo cuando, precisamente, comienza a cuestionarse con firmeza el modelo político que entonces se consolidó y que ha venido dirigiendo el Estado desde entonces.

Tenemos muy reciente un ejemplo de cómo imágenes reales pueden servir para falsificar la realidad, engañar y mentir. Ahí está para quien quiera verlo el primer montaje de vídeo ofrecido por la Guardia Civil y el Gobierno sobre los terribles sucesos de la playa del Tarajal, en el que mediante la simple alteración del orden cronológico de los planos se intentaba demostrar que la violencia oficial había sido la respuesta al apedreamiento de los subsaharianos y no a la inversa. En estas circunstancias ¿no es de agradecer que alguien haga lo contrario, que extraiga de lo falso la verdad?













23F de 1981. Tejero y el carnaval

23 de febrero de 1981. Día de Tejero y Carnaval







Tal mañana como la de hoy de hace 33 años los españoles se despertaron, los que habían dormido, con resaca de pesadilla; y no precisamente soñada, sino bien real. La tarde anterior, un grupo de guardias civiles comandados por un tal Tejero habían ocupado a tiros el Congreso de los Diputados y la sombra alargada de los tricornios acharolados y los conmilitones golpistas había secuestrado durante una noche la democracia titubeante y dudosa que apenas comenzaba a andar. Una noche de miedos que nos retrotraía a los aún recientes terrores nocturnos de la dictadura.

No es ocioso recordarlo ahora, cuando todo parece tan diferente y ningún rumor de fusiles llega de los cuarteles. Hace unos días, en un concurso televisivo, una persona que debía rondar los treinta años fue incapaz de identificar aquellos hechos; “esas cosas no las enseñan en el colegio”, vino a decir el concursante; y un servidor, perplejo espectador, no pudo evitar que se le cayeran los palos del sombrajo. ¿Qué tipo de sociedad estamos creando, que no enseña a sus jóvenes no ya la Historia, sino especialmente aquellos hechos que han contribuido de manera decisiva a que la España de hoy sea lo que es? También resulta deprimente que existan esos niveles de ignorancia social sobre el tema, cuanto tantos artículos, libros, informes, documentales e incluso series televisivas se han dedicado a paliarlos. ¿De tan poco sirven esas gotas de conocimiento en un mar de desinformación?

Han transcurrido 33 años, y si el fracaso de aquella asonada vino a certificar el final de una etapa histórica, marcada por la permanente vigilancia sobre la sociedad civil de los poderes militares, autonombrados garantes de la paz y el orden, ahora nos encontramos ante nuevas formas de secuestrar la voluntad popular. A la luz de la situación actual deberíamos comprender que los caballos de Pavía son ya una antigualla innecesaria que ha cedido su lugar a ese entramado simbiótico que representa la connivencia de los poderes políticos y económicos, en cuyo beneficio e intereses se eliminan o reducen derechos, se agudiza la explotación, se fomenta la inseguridad y, en definitiva, se fuerza un salto atrás que nos devuelva a lo más negro de la historia de España.

El 23 de febrero de 1981 había amanecido soleado en toda España. También en Canarias, donde yo vivía entonces, quizás como un buen augur de los carnavales que debían empezar en fecha próxima. Las comparsas habían ensayado ya todos sus bailes, las mascaritas llevaban semanas con el disfraz acabado y los más rezagados aún daban las últimas pintadas a su traje de dama del siglo XVI.

Desde hacía unos meses yo estaba al frente de “El Puntal. Revista de Canarias”, un semanario de información general que suponía el último intento de crear una publicación netamente de izquierdas, unitaria y apartidista, de distribución regular en los circuitos comerciales de prensa. Era lunes y habíamos cerrado el número que al día siguiente debíamos mandar a la imprenta, totalmente satisfechos, incluso exultantes, con la portada que habíamos encontrado. En ella, un cuarentón gordo, gordísimo, se levantaba sin ninguna inhibición sobre las puntas de los pies con las manos en alto, pillado en el grácil giro coreográfico que exigía su traje de bailarina con tutú. Lástima que se perdiera.

Ya lo teníamos todo cerrado cuando a través de una amiga nos enteramos a media tarde de que unos guardias civiles habían tomado a tiros el Congreso de los Diputados. Las numerosas llamadas telefónicas a amigos, conocidos y familiares de Madrid no acaraban nada, así que con el miedo metido en el cuerpo (no podíamos dejar de pensar que, como ya había sucedido antes, la salida de la isla era prácticamente imposible) nos pusimos a levantar lo que habíamos hecho, preparar una nueva portada, escribir un editorial (en el que la protocolaria hora menos canaria nos permitió adelantar el fracaso de la intentona), y guardar un par de páginas para añadir información cuando la tuviéramos.

Al día siguiente metimos los primeros comunicados que recibimos en las dos páginas que habíamos reservado y mandamos los fotolitos a Tenerife, donde se imprimía. Dos días después pudimos venderla en la manifestación contra el golpe que, como en toda España, también se organizó en Las Palmas. Nos quedaba la alegría de haber sido los primeros en poner a Tejero entre rejas.











Pero el tema de aquel número de “El Puntal” eran los carnavales, no se olvide, que la Historia con mayúscula no nos impida atender a las historias con minúscula. La foto del insólito bailarín también fue secuestrada por Tejero, pero quedó el artículo sobre los carnavales que, con cierta premura, como el mismo indica, le habíamos encargado a Elfidio Alonso, en aquellos tiempos subdirector del diario tinerfeño “El Día”, fiel carnavalero y director de los Sabandeños, colaborador fijo de la revista, en la que publicada una página semanal de opinión. Ahí va.




miércoles, 5 de febrero de 2014

Violeta Parra. Su ultimo dia

Cinco de febrero de 1967. El último día de Violeta Parra
Testimonios de amigos y familiares






El cinco de febrero de 1967 murió, suicidada, Violeta Parra. En 1976, Bernardo Subercaseaus y Jaime Londoño la biografiaron en su libro “Gracias a la vida. Violeta Parra, Testimonio” a partir de los recuerdos de quienes habían convivido con ella. 

Sobre lo que sucedió aquel fatídico día reproduzco aquí los testimonios de sus hermanos Hilda, Nicanor y Lautaro, su hija Carmen Luisa y su amigo y compañero musical Alberto Zapican. Se incluye al final el extraordinario poema de Nicanor Parra “Defensa de Violeta Parra”, que se puede escuchar en la voz del autor pulsando el enlace correspondiente.






Hilda (hermana de Violeta): recuerdo que ese verano, un día viernes, yo hablé con ella y estaba muy contenta:

--“Vente pa’cá el día miércoles tempranito --me dijo-- pa’ que nos demos unos baños turcos en la carpa.

--Ya –le dije yo, y seguimos conversando de otras cosas.

--Esto es lo mejor que he hecho en mi vida… ¡escucha! –me dijo. Enchufó el tocadiscos y puso “Gracias a la vida”.

--Yo creo que el viaje a Punta Arenas empezó en mi corazón y mi sangre a vibrar, como un ser que ha nacido de nuevo. Creo que las canciones más lindas, las más maduras (perdónenme que les diga “canciones lindas” habiéndolas hecho yo, pero qué quieren ustedes, soy huasa y digo las cosas sencillamente como las siento, las canciones más enteras que he compuesto son “Gracias a la vida”, “Volver a los 17” y “Run run se fue pa’l norte”. Yo estoy contenta de considerarme en este momento como compositora. Sólo quiero que la Violeta Parra tenga la suerte de seguir cantando como hasta ahora para acabar el trabajo que se ha propuesto”.

Cuando terminó le pregunté por qué le había puesto “Ultimas Composiciones” a ese disco.
--Porque son las últimas –me dijo, riéndose, y claro yo no se lo tomé en serio.
Entonces le pedí que me regalara el disco.

--Los discos hay que comprarlos --me dijo, por embromarme-- fíjate que ahora han agarrado a venderlos…

Cogió el disco y me lo autografió, cosa que no hacía nunca. Luego descolgó un choapino grande que tenía --“pa’ tu pieza”-- me dijo. Fue a su cuarto y trajo una maleta llena de cosas:

--Hilda, llévate esta maleta, llévate esta grabadora, esta máquina de escribir.

¡Un montón de cosas que había traído de Europa!

--Ahora, cuando vaya a Argentina me las compro de nuevo… llévatela tú nomás…

--¿Cómo me las voy a llevar? ¿Cuándo te voy a poder pagar este montón de plata?... si ni siquiera tengo trabajo seguro.

--Cuando puedas, yo no te apuro ni necesito plata, así que llévatelas…

O sea que Violeta, esos días estaba entregando sus cosas, pero nosotros, la verdad, es que no sospechábamos lo que pensaba hacer.

Nicanor (hermano): Ese domingo yo la tenía invitada a almorzar, pero el día anterior, el sábado al medio día, ella se apareció con un amigo constructor. Almorzamos los tres, estuvo muy alegre, muy lúcida, se veía feliz. Entonces ahí yo le propuse un trabajo, porque sospechaba que estaba mal sicológicamente: aquí a la Violeta la voy a entusiasmar, pensé.

--Oye, Viola, ¿sabes lo que pasa en este país?... que no hay novelistas. Todos los países tienen uno y aquí nadie ha escrito una novela. ¿Por qué no te escribís una novela, Violeta?

No me tomó en serio, se rió.

--No guachito… escríbetela vos mejor, yo estoy muy cansada.

--Bueno –le dije yo—entonces anda a descansar… todo el mundo va a la playa. ¿Por qué no haces eso antes de ir a Argentina?

Se quedó pensativa un rato.

--Sí –dijo como evadida, con una voz muy rara en ella--- voy a descansar… voy a descansar.

Después se animó un poco más.

--Te voy a cantar una canción –me dijo—se llama “Un domingo en el cielo”.

--No, cántame primero esta otra, una chilota –le digo yo. La cantó, pero insistió siempre en “Un domingo en el cielo”. Terminó de cantar, tomo la guitarra y se puso de pie.
--Quédate, Viola… ¡quédate más!
Dijo que no, que tenía que ir a la Peña y partió. Así que ésa fue la última canción que yo le escuché.




Alberto Zapican (amigo, músico uruguayo que acompañó a Violeta en su último disco): El sábado en la noche habíamos actuado hasta bien tarde en la peña de Ángel, ahí en la calle Carmen. Esa noche la Violeta tuvo una pelea muy fea con Roberto (su hermano), porque estaba tomando mucho. Incluso tuvimos que sostenerlo para que cantara. Esto fue lo que colmó un poco el vaso.

Llegamos a la carpa como a las tres de la mañana. Sin embargo ella madrugó mucho ese domingo. A las cinco y media o seis ya andaba gritando pidiendo un té. Pidiendo que alguien se levantara a calentar agua.

Ella se sentó en la cama y empezó a escribir, escribió y escribió toda la mañana. Tuve una rabia con ella, así que me fui a botar al lado de un pino que había cerca de la carpa. Estaba fumando y leyendo, desde ahí veía que pasaba a alguna parte y después volvía a entrar a su pieza para seguir escribiendo. No tocaba la guitarra. Se la pasó escuchando “Río Manzanares”, una canción venezolana que cantaba Isabel y que a ella le gustaba mucho. Escribía desenfrenadamente, terminaba la canción y volvía a poner el mismo disco, así durante toda la mañana. Almorzamos cerca de la una, ella paró de escribir para venir a comer un sancocho, un revoltijo así dentro del sartén. No habló ni una palabra. Después de tomar té se fue otra vez a su cuarto y se encerró.

Nicanor: Ese domingo 5 de febrero, tipo una, salí de la casa, tenía unos invitados a almorzar, pero no había vino. Entonces dije: la Viola debe tener vino en la carpa, voy a pedirle. La Violeta tenía una casita de madera por ahí cerca, pero no vivía en ella. Ahí estaba mi mamá establecida por esos días.

--A lo mejor puede estar en la casa –pensé. Hice sonar la bocina del auto, la Carmen Luisa estaba en el jardín, le pregunté si acaso tenía vino.

--No, aquí no hay vino.

Puse el motor en marcha. Voy a ir a la carpa –le dije—ahí la Viola debe tener.

--No tío, mi mama no tiene vino… no vaya a la carpa, vaya al negocio a la orilla del canal, seguro que tienen.

Fui y encontré. Así que no la vi… no la vi… yo si la veo en ese estado me la llevo para arriba. Así por lo mejor hubiera evitado que fuera ese día: porque esa decisión ya ella la tenía tomada, la tenía trabando desde mucho tiempo atrás.



Lautaro (hermano de Violeta): Después del almuerzo, como a esa hora de las cuatro, la Violeta quedó sola, mando a un empleado que tenía a comprar choclos porque quería hacer un pastel y humitas. Ese momento lo aprovechó para buscar lo que le interesaba, hasta que lo encontró.

Carmen Luisa (hija de Violeta): Yo estaba ordenando algo en la carpa, serían como las seis de la tarde, de repente sentí un balazo… entré corriendo a la pieza y encontré a mi mamá ahí tirada, encima de la guitarra, con el revólver en la mano. Me acerqué a ella y la moví, le hablé… y no me contestó. Ahí me di cuenta que por la boca le corría un hilillo de sangre. Quedé como paralizada, no sé por qué, pero lo más instintivo fue quitarle el revólver. Salí fuera de la carpa y le avisé a gritos a las personas que andaban por ahí. De repente se llenó la carpa de gente… llegaron los detectives, y después vino una ambulancia a buscarla.





Dulce vecina de la verde selva
Huésped eterno del abril florido
Grande enemiga de la zarzamora
Violeta Parra.

Jardinera

locera

costurera

Bailarina del agua transparente
Árbol lleno de pájaros cantores
Violeta Parra.

Has recorrido toda la comarca
Desenterrando cántaros de greda
Y liberando pájaros cautivos
Entre las ramas.

Preocupada siempre de los otros
Cuando no del sobrino

de la tía

Cuándo vas a acordarte de ti misma
Viola piadosa.

Tu dolor es un círculo infinito
Que no comienza ni termina nunca
Pero tú te sobrepones a todo
Viola admirable

Cuando se trata de bailar la cueca
De tu guitarra no se libra nadie
Hasta los muertos salen a bailar
Cueca valseada.

Cueca de la Batalla de Maipú
Cueca del Hundimiento del Angamos
Cueca del Terremoto de Chillán
Todas las cosas.

Ni bandurria

ni tenca

ni zorzal

Ni codorniza libre ni cautiva


solamente tú

tres veces tú

Ave del paraíso terrenal.

Charagüilla

gaviota de agua dulce

Todos los adjetivos se hacen pocos
Todos los sustantivos se hacen pocos
Para nombrarte.

Poesía

pintura

agricultura

Todo lo haces a las mil maravillas
Sin el menor esfuerzo
Como quien se bebe una copa de vino.

Pero los secretarios no te quieren
Y te cierran la puerta de tu casa
Y te declaran la guerra a muerte
Viola doliente.

Porque tú no te vistes de payaso
Porque tú no te compras ni te vendes
Porque hablas la lengua de la tierra
Viola chilensis

¡Porque tú los aclaras en el acto!

Cómo van a quererte

me pregunto

Cuando unos tristes funcionarios
Grises como las piedras del desierto
¿No te parece?

En cambio tú

Violeta de los Andes

Flor de la cordillera de la costa
Eres un manantial inagotable
De vida humana.

Tu corazón se abre cuando quiere
Tu voluntad se cierra cuando quiere
Y tu salud navega cuando quiere
Aguas arriba

Basta que tú los llames por sus nombres
Para que los colores y las formas
Se levanten y anden como Lázaro
En cuerpo y alma.

¡Nadie puede quejarse cuando tú
Cantas a media voz o cuando gritas
Como si te estuvieran degollando
Viola volcánica!

Lo que tiene que hacer el auditor
Es guardar un silencio religioso
Porque tu canto sabe adónde va
Perfectamente.

Rayos son los que salen de tu voz
Hacia los cuatro puntos cardinales
Vendimiadora ardiente de ojos negros
Violeta Parra.

Se te acusa de esto y de lo otro
Yo te conozco y digo quién eres
¡Oh corderillo disfrazado de lobo!
Violeta Parra.

Yo te conozco bien

hermana vieja

Norte y sur del país atormentado
Valparaíso hundido para arriba
¡Isla de Pascua!

Sacristana cuyaca de Andacollo
Tejedora a palillo y a bolillo
Arregladora vieja de angelitos
Violeta Parra.

Los veteranos del Setentainueve
lloran cuando te oyen sollozar
En el abismo de la noche oscura
¡Lámpara a sangre!

Cocinera

niñera

lavandera

Niña de mano

todos los oficios

Todos los arreboles de los crepúsculos
Viola funebris.

Yo no sé qué decir en esta hora
La cabeza me da vueltas y vueltas
Como si hubiera bebido cicuta
Hermana mía.

Dónde voy a encontrar otra Violeta
Aunque recorra campos y ciudades
O me quede sentado en el jardín
Como un inválido

Para verte mejor cierro los ojos
Y retrocedo a los días felices
¿Sabes lo que estoy viendo?
Tu delantal estampado de maqui.

Tu delantal estampado de maqui.

¡Río Cautín!

¡Lautaro!

¡Villa Alegre!

¡Año mil novecientos veintisiete
Violeta Parra!

Pero yo no confío en las palabras
¿Por qué no te levantas de la tumba

A cantar

a bailar

a navegar

En tu guitarra?

Cántame una canción inolvidable
Una canción que no termine nunca
Una canción no más

una canción

Es lo que pido.

Qué te cuesta mujer árbol florido
Álzate en cuerpo y alma del sepulcro
Y haz estallar las piedras con tu voz
Violeta Parra.

Esto es lo que quería decirte
Continúa tejiendo tus alambres
Tus ponchos araucanos
Tus cantaritos de Quinchamalí

Continúa puliendo noche y día
Tus tolomiros de madera sagrada
Sin aflicción

sin lágrimas inútiles

O si quieres con lágrimas ardientes
Y recuerda que eres
Un corderillo disfrazado de lobo.






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