domingo, 29 de septiembre de 2013






Los socialistas llegaron a Televisión Española con el propósito de hacer borrón y cuenta nueva. José María Calviño, un abogado pontevedrés de treinta y nueve años, que no militaba en el PSOE, pero que desde hacía dos años representaba a partido en el consejo de administración de RTVE, fue el elegido para llevar a cabo el cambio anunciado, que al final se produciría, aunque no sin grandes costes, políticos y económicos, y en un camino bien distinto del anunciado.

El mismísimo Alfonso Guerra, muñidor socialista de todos los temas de comunicación durante ahora años, y ahora ya flamante vicepresidente del Gobierno, quiso marcar la línea a seguir en la toma de posesión de Calviño, el 10 de diciembre de 1982, con una tajante declaración de intenciones: los socialistas llegaban a TVE para lograr la "desgubernamentalización informativa". Curiosamente, en los cinco mil días de mandato socialista sobre la televisión estatal, fuera cual fuera el director general de turno, cambiaron muchas cosas, pero el sectarismo, la manipulación y el control de los informativos siguió siendo un mal sin solución, ni entonces, con los socialistas, ni después, con los gobiernos populares. Además, la disputa alrededor del tema acabo convirtiendo RTVE en campo de batalla político a cara de perro entre gobierno y oposición, lo que, unido al déficit económico, contribuiría poderosamente al descrédito de la televisión pública en años posteriores.

La batalla por marcar el territorio comenzó ya de manera agria en 1983, recién llegado el prometido cambio. La primera medida fue lavarle la cara a la pantalla, sacando de ella a profesionales significativos de etapas anteriores. En la limpia, prácticamente desaparecieron rostros tan conocidos como los de Mariano Medina, histórico hombre del tiempo, Florencio Solchaga, que el 20 de noviembre de 1975 le había tocado en suerte dar la palabra a Arias Navarro para que anunciara la muerte del Caudillo, Paloma Gómez Borrero, la eterna corresponsal en El Vaticano, o Santiago Vázquez, Adela Cantalapiedra, Ramón Almendros y Santiago López Castillo, que pasaron al limbo de los pasillos de Prado del Rey, ese lugar mítico en el que se está pero no se es, se cobra, pero no se trabaja.

En el lugar de los defenestrados fueron apareciendo en las pantallas --jóvenes, entusiastas y sin nada que les identificara con el pasado-- los destinados a ser las estrellas informativas de la televisión del futuro: Luis Marinas, Clara Isabel Francia, Rosa María Mateo, Pepe Navarro, Manuel Campo Vidal, Ángeles Caso o Paco Lobatón, entre una larga galería de rostros juveniles que anunciaban la bonanza por venir. Sin embargo, cuando parecía que las piezas del nuevo diseño de TVE comenzaban a encajar, estalló el caso Balbín, un torpedo directo a la línea de flotación de la credibilidad de los deseos de cambio tan a bombo y platillo proclamados.

Uno de los primeros nombramientos de José María Calviño fue el de director de informativos, un cargo fundamental en el organigrama, básico para hacer visible esa "desgubernamentalización" anunciada. Escogió a José Luis Balbín, un periodista asturiano de cuarenta y dos años que desde 1976 había adquirido notoriedad y prestigio dirigiendo y presentando "La clave", un programa de debate político y cultural que marcó historia.

Para emitir el 14 de enero de 1983 Balbín había grabado un debate sobre los ayuntamientos de izquierda, en el que, entre otros, participaban desde el entonces alcalde comunista de Córdoba, Julio Anguita, hasta José María Álvarez del Manzano, para la fecha simple concejal, pero futuro alcalde del PP de Madrid. También estaba el ex concejal socialista Alonso Puerta, que se atrevió a denuncian con papeles encima de la mesa, una trama de corrupción en el consistorio de la capital, que dirigía Enrique Tierno Calvan.

El escándalo fue inmediato y la emisión se suspendió. Puerta acabó expulsado del PSOE, y Balbín capeó la situación como pudo, aunque quedó tocado del ala, y si bien consiguió seguir al frente de una renqueante "La clave" hasta 1985 (aunque volvería a Antena 3 TV en los noventa, ya sin apenas éxito), fue destituido de su puesto de director de informativos el 21 de septiembre del mismo 1983, justo al día siguiente de que Felipe González dijera en el Congreso que no estaba satisfecho con la programación de TVE. El cese de Balbín provocó la dimisión voluntaria de Antonio López, militante socialista y director de la cadena, y de otros quince directivos.


Los programas del cambio



Si la política informativa que en nombre del PSOE aplicó Calviño no fue sino más de lo mismo: manipulación e ingerencias gubernamentales --una tradición que sólo en los escasos meses de mando de Fernando Castedo se había intentado cambiar seriamente-- en el resto de la programación comenzaron ya a verse en 1983 frutos del nuevo estilo que se quería imponer; programas que dieran la imagen de modernidad, atrevimiento e irreverencia que los nuevos tiempos parecían exigir.

Fernando García Tola, un vallisoletano que había llegado a Madrid con diecinueve años para convertirse en gloria literaria y que ya había lanzado al estrellato en distintos programas de TVE a nuevas presentadoras como Mercedes Milá, Isabel Tenaille y, sobre todo, a la actriz Carmen Maura, decidió dar la cara él mismo, e inventó "Si yo fuera presidente", en el que no sólo dirigía y escribía los guiones sino que también presentaba y entrevistaba. Su acidez e ironía al tratar la realidad, su desparpajo ante la cámara y su arrojo al abordar temas polémicos consiguieron un éxito inmediato para el programa, que también sirvió para lanzar a la popularidad a los cantantes Joaquín Sabina, Javier Krahe y Alberto Pérez, que actuaban en cada emisión.

Durante los años de la transición había ido surgiendo en España, y muy especialmente en Madrid, una generación de jóvenes artistas, a los que la prensa reunió alrededor de lo que llamaron la movida, que en 1983 estaban ya preparados para tener su propio programa de televisión. Como responsable de "La edad de oro", que fue el modesto nombre elegido para el espacio, se eligió a Paloma Chamorro, que en su currículo tenía haber entrevistado a Salvador Dalí y Joan Miró, que abrió el escaparate televisivo a las nuevas tendencias artísticas, no sólo la música, aunque ése fuera el contenido predominante, sino también otras formas artísticas, del cine a las artes plásticas o el videoarte.

"La edad de oro" cumplió hasta 1985 su papel de difusor de unos artistas que cumplían perfectamente las condiciones de modernidad y ruptura con el pasado que exigían los tiempos. También de olvido. Pese al éxito, el carácter transgresor que a veces le dio Paloma Chamorro al programa no dejó de acarrearle problemas y escándalos, como la acusación ante los tribunales, que acabó en absolución, por profanación de la religión, como consecuencia de un vídeo del grupo Psychic TV en el que aparecían imágenes provocadoras a costa del imaginario católico.


La censura había dejado de ser directamente política (excepto en lo que se refiere a la manipulación de los informativos, que no es poco), pero las fuerzas del antiguo régimen aún tenían poder para imponer sus criterios morales. En 1983, también Carlos Tena debió sufrir las consecuencias de la intolerancia. La emisión en su programa "La caja de ritmos" de la canción "Me gusta ser una zorra", que cantaban el grupo punk femenino Las Vulpes, aparte de un juicio, en el que tanto él como la autora de la canción fueron considerados inocentes, le costó el programa, que fue suspendido.

Sin embargo, el programa nacido en 1983 que alcanzó mayor longevidad fue "Con las manos en la masa", que estuvo diez años en antena dirigido y presentado por Elena Santonja, antes actriz y pintora, que con ese programa se convirtió en la pionera de los espacios de cocina en la televisión española, abriendo el camino para tantos cocineros mediáticos como luego han sido. Todavía permanece en la memoria su extraordinaria sintonía, compuesta y cantada por el grupo Vainica Doble --una de cuyas componentes, Carmen, era hermana de la presentadora del programa-- y Joaquín Sabina.




EL FIN DEL MONOPOLIO

El 31 de diciembre de 1982 comenzó a emitir Euskal Telebista, la televisión autonómica vasca, y la catalana TV-3 lo hizo el 10 de septiembre de 1983. Con el nacimiento de ambas cadenas se inició un acelerado proceso de ruptura del monopolio televisivo que hasta entonces había detentado TVE con sus dos cadenas. Un proceso que se cerraría en 1990 con la aparición de las tres primeras televisiones privadas: Tele 5, Antena 3 TV y Canal+. Esa ampliación del número de emisoras iba a cambiar por completo el modelo televisivo existente hasta entonces, estableciendo la competencia como base de la relación entre las teles y la lucha por la audiencia, y por consiguiente la publicidad, en su ideología principal

Los únicos que al parecer no previeron los cambios, sobre todo económicos, que se iban a producir en los años siguientes en el panorama televisivo español fueron los gobernantes socialistas y su primer director general en RTVE José María Calviño. Satisfecho de los enormes ingresos publicitarios que obtenía la entonces imbatible televisión estatal, su máximo responsable decidió, con gran regocijo por parte del correspondiente ministro de Economía, rechazar la subvención pública directa que hasta entonces recibía, A cambio, se acordó financiar RTVE por un sistema de endeudamiento bancario con el aval del Estado, cargando las cuentas del ente público con una deuda cada vez mayor que llego a superar en 2004 el billón de pesetas.


NOTA 2013. A título de comparativo histórico pongo aquí uno de los programas de “La clave”, emitido en 1979. Verlo ahora sirve para documental una época en la que en España aún tenían valor y prestigio la palabra y los argumentos y en la que los debates aún no habían caído en el griterío y el espectáculo, por mucho que en esta confrontación de ideas sobre “El marxismo” se diera una buena bronca entre Santiago Carrillo y Bernard Henri Levy. También participaron Roger Garaudy, José María Obiols. Enrique Tierno Galván y Alfonso Osorio.

















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