miércoles, 17 de febrero de 2016

PACO IBAÑEZ. Una entrevista inventada (1969)

Paco Ibáñez
Una entrevista inventada (1969)







En 1969 Paco Ibáñez visitó Madrid por segunda vez. Ya había estado el año anterior, en el que también había cambiado su residencia en París por Barcelona, pero en ese tiempo las cosas habían cambiado mucho. Si la primera vez fue recibido por la España oficial con cierta deferencia, que le permitió actuar en televisión y en la radio, una años después el Régimen y su implacable aparato censor ya estaban sobre aviso y las prohibiciones a sus actuaciones se multiplicaron. Ya he contado en este blog aquella primera visita, así que me voy a ahorrar repetirlo.

Ya explicaba en aquel texto que me había inventado una entrevista con él que se publicó en el diario El Alcázar, entonces pasando un sarpullido de liberalismo, al que me había llevado a colaborar la generosidad y la amistad de José Ramón Pardo, encargado de su página semanal de canción. No la reproducía entonces porque la había dado por perdida, pero ahora aparece entre unos papeles viejos y me apetece colgarla, no sin antes dar una ligera explicación sobre su carácter de “inventada”, que en realidad no lo fue tanto. Resultaría más correcto quizás calificarla de “memorizada”, pero, qué le vamos a hacer, lo del invento es más llamativo para un titular.

Por razones del sitio donde se cae en un momento determinado, en aquellas dos visitas de Paco Ibáñez charlamos muchos, solos o en compañía de otros. Largas tertulias sobre mil temas, pues a Paco le gustaba conversar, supongo que le seguirá gustando, hasta que las pestañas se caían cansadas de sostener abiertos los ojos. Ni que decir tiene que él, u otros, solían ser los que hablaban y yo escuchaba, supongo que con la boca abierta, con el respeto y la admiración que le merecía a un aprendiz de plumilla de apenas 20 años un artista ya consagrado que, además, era 14 años mayor que yo.

Sea cual sea el caso, la cosa es que cuándo le propuse entrevistarle me contestó que en vez de tener que someterse en ese momento al rito de preguntas y respuestas, aprovechara todo lo que habíamos conversado anteriormente y lo colocara en forma de entrevista. Así lo hice, y he decir que cuando la leyó se sintió identificado. Una aprobación que me llevó a un estado directo de levitación, como si fuera la reina de los mares del periodismo musical español. Ahora la releo y me sorprendo de mi atrevimiento y mi bisoñez, cosas ambas que me hacer sonreír.






El Alcázar. Madrid, 4 de julio de 1969

--Uno está convencido de que tiene algo que decir. No que va a arreglar el mundo, no, pero que al menos puede expresar una serie de cosas cantando, que puede ayudar de alguna manera, y, sobre todo, que hay un público ansioso de escucharte, que te va a recibir con los brazos abiertos. Pero resulta que no, que tal vez síu te recibiría con alegría, que uno nunca llega a saberlo porque hay una serie de inconvenientes con los que tropiezas indefectiblemente y que te impiden dar recitales, grabar los disco que querrías; en fin, cantar.

Paco Ibáñez habla despacio, con muchos puntos suspensivos entre cada frase. Parece que las palabras quedan en suspenso y que ya ha terminado de hablar. Pero no, cada vez reanuda de nuevo la conversación añadiendo nuevas facetas, nuevos argumentos.

--Hay veces que uno piensa dejarlo todo ¿sabes? Dan ganas de echarlo todo por la borda y no acordarse más de que cantabas, pero se piensa bien y no puede ser. Hay que seguir aquí, cantando, componiendo, dando la lata mientras sea posible. Lo único que no se puede hacer es abandonar. ¿Sabes lo que estoy pensando últimamente?, marcharme a vivir al campo, a un sitio tranquilo en donde se pueda trabajar, aquí es imposible. Sea por unas u otras cosas, por las preocupaciones, por lo que sea, el caso es que paso semanas sin componer nada, y no me muevo de mi casa, salgo a pasear de vez en cuando, pero no puedo trabajar en absoluto.

Paco Ibáñez acaba de volver de un largo viaje por el extranjero. Primero a Cuba, invitado por el Centro Internacional de Canción Protesta y el Ministerio de Cultura. Dio varios recitales en diferentes ciudades de la isla y actuó en la radio y la televisión. Paco nos enseña los muchos artículos y entrevistas que aparecieron en los periódicos cubanos y nos damos cuenta de que ha sido un éxito, aunque él se esfuerce en disimularlo.

--Evidentemente los locales se llenaban y la gente aplaudía mucho, pero no es lo mismo. Las canciones no les llenaban, yo les hablaba de problemas que ellos ya no tienen y en unos ritmos que no son suyos, que no son a los que están acostumbrados.

Después de Cuba pasó por París. Una actuación en la Sorbona ha puesto su nombre nuevamente de actualidad.

--Eso sí fue un verdadero éxito. Teníamos que hacerlo en una sala relativamente pequeña, pero antes de empezar ya estaba totalmente llena y con mucha gente en la calle. Tuvimos que transportar todos los equipos de voces y los micrófonos al patio y allí pude cantar. Había más de cinco mil personas, fue impresionante. La gente cantaba y gritaba, parecía mayo otra vez. También he grabado un LP nuevo.

Estamos hablando cuando llega Rogelio, Rogelio Ibáñez, actor, su hermano. Trae una noticia ya cotidiana: dificultades, nuevas dificultades que impiden que se celebre el recital que tenía preparado en el Romea, tres días de actuación. Cartel completo: Paco Ibáñez, Luis Cilia y José Menese.

--Te das cuenta de lo que te decía antes. Así es imposible hacer nada, y no es la primera vez que pasa. Así resulta que cuando quiero ganar algún dinero me tengo que marchar a Francia, dar un par de recitales, hacer una televisión y volver a Barcelona, pero así no se puede seguir.

El cronista recuerda la primera vez que vio a Paco Ibáñez. Acababa de llegar de Francia, venía dispuesto a luchar y lleno de esperanzas, el pueblo español tenía que escuchar lo que decía porque estaba hecho para él, porque Francia no podía ser su destinataria. Mucha gente le abrazó al llegar, le dejaron todo a su disposición, creían que Paco alegraría sus oídos con canciones “importantes”. Pero poco a poco se fueron alejando de él, sus canciones eran simplemente eso: canciones que les dejaban al descubierto, y el vacío, cuando no el más Abierto boicot, se fue haciendo a su alrededor. Ahora está ahí, en Barcelona, en un barrio normal, en una casa normal, intentando luchar codo con codo junto a los que quieren lo mismo que él. No ha perdido la esperanza, pero hay que reconocer que ya no le llena del todo.




Y aquí queda, por si alguien quiere deleitarse con su escucha, el disco completo de la grabación del concierto de Paco Ibáñez en el Olimpia parisino que se grabó aquel mismo año de 1969. Aún hoy resulta una actuación conmovedora y una auténtica joya de la música popular española. .




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