Aquel 11 de septiembre de hace 40 años escuchando a
Víctor Jara
Hoy se cumplen
40 años el golpe militar en Chile que acabó con la democracia en aquel país tan
largo y que supuso el asesinato, entre otras casi 3000 víctimas, de Salvador
Allende y Víctor Jara. Enterarme de lo sucedido, que por aquello de las diferencias
horarias no fue aquel martes once, sino el miércoles doce, fue un mazazo en la
cara. Si las malas noticias estallaran en los ojos me hubiera quedado ciego.
Como todas las
mañanas había llegado pronto a Radio Popular FM, donde Tina Blanco, Álvaro
Feito y yo hacíamos a diario el programa “Canto
a mi América”, que bien podíamos haber grabado el día anterior. Quizás
alguno recuerde todavía el largo pasillo que había que recorrer para llegar al
locutorio desde el que emitíamos, el último de todos. No llegué a recorrerlo.
Nada más entrar, desde la mesa del conserje, en la que solían estar los
periódicos del día, a los que cada mañana echaba un vistazo --sólo uno, que mis
necesidades informativas se saciaban mejor en Triunfo, Cuadernos para el
Diálogo o Mundo Social--, una cara conocida, un titular y el breve e indigno
texto de la portada de ABC me hundieron el día.
No recuerdo mucho más de aquel momento, sólo que salí a Jorge Juan y baje como un zombi por el bulevar hasta Claudio
Coello, calle en la que unos años antes me
habían detenido, el gris corrió más que el rojo, y desde la que unos
meses después Carrero Blanco iniciaría su ascensión a los cielos.
Para los
antifranquistas de la época el golpe el golpe militar de Chile y la muerte de
Salvador Allende (única cuestión en la que acertó ABC al anunciarla como un
suicidio) supusieron una conmoción. La vía pacífica hacia el socialismo que
había puesto en marcha el gobierno de la Unidad Popular, en contraposición a la
insurreccional de la revolución cubana, que parecía inaplicable en España,
suponía una confirmación de las tácticas que muchos, incluido el PC en el que
yo militaba, venían proclamando desde hacía tiempo. Que esa alternativa aún no
probada pudiera hacerse realidad había llenado de ilusión y esperanza a quienes
pensábamos que la experiencia chilena estaba triunfando donde había fracasado
la experiencia de la República española de transformar el sistema desde las
formas democráticas, aunque fueran las burguesas. Las imágenes del palacio de
La Moneda ardiendo nos sacaron del sueño. Desde España, quienes vivíamos bajo
la asfixia opresiva del franquismo, no pudimos evitar estremecernos al pensar
en lo que podía significar para los chilenos una dictadura cruel como la que
habían sufrido nuestros mayores y la que, con menor intensidad, aún sufríamos
todos.
Además, en mi
caso estaba la canción, la admiración por la música popular chilena, que venía
ya de unos cuantos años de escucharla y seguirla. La que entonces se llamaba Nueva
Canción Chilena se estaba convirtiendo ya en aquellos momentos, junto a la
cubana, en una seña de identidad latinoamericana de singular importancia, y
para los españoles, para los españoles que la conocían, en un modelo a seguir.
En España todavía no se habían editado sus discos, que comenzarían a aparecer en
1975, algunos de los cuales, no obstante, había conseguido que me los fueran
trayendo los amigos que salían al extranjero, por lo que Tina, Álvaro y yo los programábamos
con frecuencia en la radio en una profunda identificación con su estética y sus
mensajes esperanzados. Violeta, la maestra, y Quilapayún, Inti-Illimani, Ángel
e Isabel Parra, Patricio Mans, Rolando Alarcón o Tito Fernández eran ya músicos
que personalmente sentía como propios. Y Víctor Jara, naturalmente.
Aquel 12 de
septiembre de 1973 todavía no sabíamos que Víctor Jara moriría un par de días
después en las peores circunstancias. Saberlo no hizo sino incrementar un dolor
que además de político tenía también algo de personal, íntimo y profundo sobre
lo que no quiero insistir para no incriminarme como llorón impenitente. Dejaré
que lo haga Labordeta con una canción que explicó mi propia tristeza y rabia.
He recuperado, y
a continuación lo reproduzco, el editorial, la portada y la contraportada del
número de diciembre de la revista AU (Apuntes Universitarios), que entonces
realizábamos el equipo de Radio Popular FM en colaboración con estudiantes que residían en el Colegio Mayor Chaminade. Su lectura muestra, aparte del
dolor, el profundo desconocimiento que teníamos de lo que realmente había
pasado. Además de Víctor Jara, en aquellos momentos también pensábamos que
habían matado a Ángel Parra, que había sido detenido, pero que consiguió salir
vivo para exiliarse posteriormente. Tendríamos que esperar un año para
enterarnos realmente de lo ocurrido en el Estadio Nacional en la estupenda y
verdaderamente estremecedora entrevista que Gonzalo García Pelayo le hizo a
Joan Jara a raíz de un encuentro casual en Londres. Se publicó en Triunfo el 21 deseptiembre de 1974 y recomiendo vivamente su lectura, porque creo
que es un pequeño documento histórico.
"Pobre
del cantor de nuestros días,
que no arriesga
la cuerda
por no arriesgar
la vida".
De todas las
noticias que estamos recibiendo estos últimos días sobre la tragedia chilena no
sabemos cuál nos duele más, si las dolorosas noticias de encarcelamientos,
muertes, torturas, que se van publicando en la prensa nacional, o si la
tristeza y la frustración por lo que tan poco se puede hacer. Lentamente, como
con cuentagotas, van apareciendo los nombres de los desaparecidos y de los
muertos. Muchos son desconocidos, de algunos no sabremos nunca cómo se llaman y
cómo murieron, de otros conocemos sus nombres y apellidos. Unos nos resultan
extraños y otros dolorosamente familiares. De entre estos últimos hemos de
destacar la muerte de dos cantantes a los que tantas veces habíamos escuchado:
Víctor Jara y Ángel Parra.
Sobre la muerte
de Víctor Jara hemos recibido diferentes noticias, primero que había muerto en
la Universidad Técnica del Estado, después llego la noticia que parece
verdadera de que había sido fusilado en el Estadio Nacional, después de
torturas y palizas. Aún en sus últimos momentos tuvo fuerza para escribir una
canción que él no pudo grabar, pero que otras voces están ya cantando por el
mundo.
De Ángel Parra
supimos primero que había desaparecido, pero después se han ido confirmando las
noticias sobre su muerte, y en estos momentos podemos asegurar con casi total
firmeza que su muerte es cierta. Ojalá sean falsas las noticias que estamos
recibiendo, pero en estos casos sólo las malas noticias suelen ser las ciertas.
La trágica
muerte de Víctor Jara y de Ángel Parra vienen una vez más a desmontar las
falacias de los pusilánimes y los falsos comerciantes de la mentira. Tantas
veces nos habían dicho que los cantantes que decían en sus canciones temas
llamados "de protesta" se comercializaba a la hora de la verdad que
casi habíamos llegado a creérnoslo, es lamentable que esto haya que desmentirlo
con los cadáveres de los mismos cantantes. La lucha por la verdad, por la
justicia, por la libertad, no acaba en las canciones, pero pasa por ellas, y de
alguna manera tiene un importante aliado en ellas, tal vez por eso han muerto
Víctor Jara y Ángel Parra, porque su fuerza era real, porque el canto lanzado
al viento puede ser himno y los himnos sirven para unir al pueblo, y porque se
quería romper al pueblo y se han roto sus canciones. Horacio Guarany, otro
cantor que daría su vida ha escrito: "Si
se calla el cantor, calla la vida"; la vida ahora está en silencio en
Chile, basta leer los periódicos, pero también nosotros sabemos con Berthold
Brecht que "también se cantará en
los tiempos sombríos", y entonces, cuando los himnos y las voces
vuelvan a levantarse de entre las sombras, todos sabremos que la muerte de
Víctor Jara y la de Ángel Parra no han sido en vano.
"Que
somos la semilla
que mañana será
vida"
COLECTIVO DE REDACCIÓN
Para terminar,
aquí va un documento sonoro realmente histórico que encontré hacer unos días en
internet y quees lo que me movió a escribir este recordatorio. Se trata de la
grabación íntegra de uno de los últimos conciertos de Víctor Jara que tuvo
lugar en Perú el 17 de julio de 1973 y que fue emitida tras su muerte, como se
comprueba al final. No sé si existe alguna grabación de otro de sus conciertos
completos, desde luego en internet no se encuentra, por lo que representa un
testimonio de singular importancia a la hora de comprender el talante artístico
del cantautor asesinado. Para mí, que desde hacia tiempo no escuchaba con
atención sus canciones, tan oídas en disco durante años y con las que tanto me
identificaba, por mucho que no todas me parecieran de igual categoría creativa,
ha significado no solo un descubrimiento musical sino también un imparto
emocional. Ver sus maneras de cantante, su forma de presentar las canciones, de
dirigirse a la gente, de contestar las respuestas a las preguntas que le hace
el presentador, ha sido como si el mito mantenido por los discos durante estos
40 años se hubiera puesto en pie de repente, encarnado en una persona de carne,
hueso, además y voz. Suspendido en el tiempo apenas a dos meses de su
fusilamiento.
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