miércoles, 11 de septiembre de 2013

Aquel 11 de septiembre de hace 40 años escuchando a Víctor Jara






Hoy se cumplen 40 años el golpe militar en Chile que acabó con la democracia en aquel país tan largo y que supuso el asesinato, entre otras casi 3000 víctimas, de Salvador Allende y Víctor Jara. Enterarme de lo sucedido, que por aquello de las diferencias horarias no fue aquel martes once, sino el miércoles doce, fue un mazazo en la cara. Si las malas noticias estallaran en los ojos me hubiera quedado ciego.

Como todas las mañanas había llegado pronto a Radio Popular FM, donde Tina Blanco, Álvaro Feito y yo hacíamos a diario el programa “Canto a mi América”, que bien podíamos haber grabado el día anterior. Quizás alguno recuerde todavía el largo pasillo que había que recorrer para llegar al locutorio desde el que emitíamos, el último de todos. No llegué a recorrerlo. Nada más entrar, desde la mesa del conserje, en la que solían estar los periódicos del día, a los que cada mañana echaba un vistazo --sólo uno, que mis necesidades informativas se saciaban mejor en Triunfo, Cuadernos para el Diálogo o Mundo Social--, una cara conocida, un titular y el breve e indigno texto de la portada de ABC me hundieron el día.



No recuerdo mucho más de aquel momento, sólo que salí a Jorge Juan y baje como un zombi por el bulevar hasta Claudio Coello, calle en la que unos años antes me  habían detenido, el gris corrió más que el rojo, y desde la que unos meses después Carrero Blanco iniciaría su ascensión a los cielos.

Para los antifranquistas de la época el golpe el golpe militar de Chile y la muerte de Salvador Allende (única cuestión en la que acertó ABC al anunciarla como un suicidio) supusieron una conmoción. La vía pacífica hacia el socialismo que había puesto en marcha el gobierno de la Unidad Popular, en contraposición a la insurreccional de la revolución cubana, que parecía inaplicable en España, suponía una confirmación de las tácticas que muchos, incluido el PC en el que yo militaba, venían proclamando desde hacía tiempo. Que esa alternativa aún no probada pudiera hacerse realidad había llenado de ilusión y esperanza a quienes pensábamos que la experiencia chilena estaba triunfando donde había fracasado la experiencia de la República española de transformar el sistema desde las formas democráticas, aunque fueran las burguesas. Las imágenes del palacio de La Moneda ardiendo nos sacaron del sueño. Desde España, quienes vivíamos bajo la asfixia opresiva del franquismo, no pudimos evitar estremecernos al pensar en lo que podía significar para los chilenos una dictadura cruel como la que habían sufrido nuestros mayores y la que, con menor intensidad, aún sufríamos todos.


Además, en mi caso estaba la canción, la admiración por la música popular chilena, que venía ya de unos cuantos años de escucharla y seguirla. La que entonces se llamaba Nueva Canción Chilena se estaba convirtiendo ya en aquellos momentos, junto a la cubana, en una seña de identidad latinoamericana de singular importancia, y para los españoles, para los españoles que la conocían, en un modelo a seguir. En España todavía no se habían editado sus discos, que comenzarían a aparecer en 1975, algunos de los cuales, no obstante, había conseguido que me los fueran trayendo los amigos que salían al extranjero, por lo que Tina, Álvaro y yo los programábamos con frecuencia en la radio en una profunda identificación con su estética y sus mensajes esperanzados. Violeta, la maestra, y Quilapayún, Inti-Illimani, Ángel e Isabel Parra, Patricio Mans, Rolando Alarcón o Tito Fernández eran ya músicos que personalmente sentía como propios. Y Víctor Jara, naturalmente.

Aquel 12 de septiembre de 1973 todavía no sabíamos que Víctor Jara moriría un par de días después en las peores circunstancias. Saberlo no hizo sino incrementar un dolor que además de político tenía también algo de personal, íntimo y profundo sobre lo que no quiero insistir para no incriminarme como llorón impenitente. Dejaré que lo haga Labordeta con una canción que explicó mi propia tristeza y rabia.



He recuperado, y a continuación lo reproduzco, el editorial, la portada y la contraportada del número de diciembre de la revista AU (Apuntes Universitarios), que entonces realizábamos el equipo de Radio Popular FM  en colaboración con estudiantes que residían en el Colegio Mayor Chaminade. Su lectura muestra, aparte del dolor, el profundo desconocimiento que teníamos de lo que realmente había pasado. Además de Víctor Jara, en aquellos momentos también pensábamos que habían matado a Ángel Parra, que había sido detenido, pero que consiguió salir vivo para exiliarse posteriormente. Tendríamos que esperar un año para enterarnos realmente de lo ocurrido en el Estadio Nacional en la estupenda y verdaderamente estremecedora entrevista que Gonzalo García Pelayo le hizo a Joan Jara a raíz de un encuentro casual en Londres. Se publicó en Triunfo el 21 deseptiembre de 1974 y recomiendo vivamente su lectura, porque creo que es un pequeño documento histórico.




"Pobre del cantor de nuestros días,
que no arriesga la cuerda
por no arriesgar la vida".

De todas las noticias que estamos recibiendo estos últimos días sobre la tragedia chilena no sabemos cuál nos duele más, si las dolorosas noticias de encarcelamientos, muertes, torturas, que se van publicando en la prensa nacional, o si la tristeza y la frustración por lo que tan poco se puede hacer. Lentamente, como con cuentagotas, van apareciendo los nombres de los desaparecidos y de los muertos. Muchos son desconocidos, de algunos no sabremos nunca cómo se llaman y cómo murieron, de otros conocemos sus nombres y apellidos. Unos nos resultan extraños y otros dolorosamente familiares. De entre estos últimos hemos de destacar la muerte de dos cantantes a los que tantas veces habíamos escuchado: Víctor Jara y Ángel Parra.

Sobre la muerte de Víctor Jara hemos recibido diferentes noticias, primero que había muerto en la Universidad Técnica del Estado, después llego la noticia que parece verdadera de que había sido fusilado en el Estadio Nacional, después de torturas y palizas. Aún en sus últimos momentos tuvo fuerza para escribir una canción que él no pudo grabar, pero que otras voces están ya cantando por el mundo.

De Ángel Parra supimos primero que había desaparecido, pero después se han ido confirmando las noticias sobre su muerte, y en estos momentos podemos asegurar con casi total firmeza que su muerte es cierta. Ojalá sean falsas las noticias que estamos recibiendo, pero en estos casos sólo las malas noticias suelen ser las ciertas.

La trágica muerte de Víctor Jara y de Ángel Parra vienen una vez más a desmontar las falacias de los pusilánimes y los falsos comerciantes de la mentira. Tantas veces nos habían dicho que los cantantes que decían en sus canciones temas llamados "de protesta" se comercializaba a la hora de la verdad que casi habíamos llegado a creérnoslo, es lamentable que esto haya que desmentirlo con los cadáveres de los mismos cantantes. La lucha por la verdad, por la justicia, por la libertad, no acaba en las canciones, pero pasa por ellas, y de alguna manera tiene un importante aliado en ellas, tal vez por eso han muerto Víctor Jara y Ángel Parra, porque su fuerza era real, porque el canto lanzado al viento puede ser himno y los himnos sirven para unir al pueblo, y porque se quería romper al pueblo y se han roto sus canciones. Horacio Guarany, otro cantor que daría su vida ha escrito: "Si se calla el cantor, calla la vida"; la vida ahora está en silencio en Chile, basta leer los periódicos, pero también nosotros sabemos con Berthold Brecht que "también se cantará en los tiempos sombríos", y entonces, cuando los himnos y las voces vuelvan a levantarse de entre las sombras, todos sabremos que la muerte de Víctor Jara y la de Ángel Parra no han sido en vano.
"Que somos la semilla
que mañana será vida"

COLECTIVO DE REDACCIÓN



Para terminar, aquí va un documento sonoro realmente histórico que encontré hacer unos días en internet y quees lo que me movió a escribir este recordatorio. Se trata de la grabación íntegra de uno de los últimos conciertos de Víctor Jara que tuvo lugar en Perú el 17 de julio de 1973 y que fue emitida tras su muerte, como se comprueba al final. No sé si existe alguna grabación de otro de sus conciertos completos, desde luego en internet no se encuentra, por lo que representa un testimonio de singular importancia a la hora de comprender el talante artístico del cantautor asesinado. Para mí, que desde hacia tiempo no escuchaba con atención sus canciones, tan oídas en disco durante años y con las que tanto me identificaba, por mucho que no todas me parecieran de igual categoría creativa, ha significado no solo un descubrimiento musical sino también un imparto emocional. Ver sus maneras de cantante, su forma de presentar las canciones, de dirigirse a la gente, de contestar las respuestas a las preguntas que le hace el presentador, ha sido como si el mito mantenido por los discos durante estos 40 años se hubiera puesto en pie de repente, encarnado en una persona de carne, hueso, además y voz. Suspendido en el tiempo apenas a dos meses de su fusilamiento.




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