martes, 8 de julio de 2014

ALGUNAS PALABRAS SOBRE ROCK ANDALUZ (1980)

Algunas palabras sobre el rock andaluz (1980)






A la vista y oído del actual panorama del rock español, al menos en lo que se muestra en los medios de comunicación, que es poco por no decir nada, cabría preguntarse si aquel sueño ochentero del rock con raíces (y dentro de él, el andaluz, sin duda su expresión más depurada) no fue sino una utopía hermosa, pero vana, de la que con el paso del tiempo no queda sino el valor del recuerdo y la añoranza de lo que pudo haber sido y no fue. Quien conozca mejor la actualidad del tema podrá contestarla. Yo no.

El 11 de abril de 1980, cuando el fenómenos estaba en pleno auge, escribí en el Diario de Las Palmas este artículo a cuenta de la aparición de tres discos de otros tantos nuevos grupos del género. Leyéndolo ahora me sigo planteando las mismas cuestiones que entonces me planteaba.





La cosa viene de lejos: Sevilla había sido de siempre un centro de elevada cultura rock, y ello posibilito la salida en 1970 de Smash, un conjunto que se debatía a medio camino entre Jimi Hendrix y Fosforito, cantando en un principio en inglés --como hacían también Green Piano o Nuevos Tiempos, otros conjuntos andaluces de la época-- hasta que en 1971, de la mano de su nuevo productor, Alain Milhaud, y con la colaboración de un cantaor flamenco, Manuel Molina (actualmente en Lole y Manuel), grabaron una versión rock de «El garrotín», aunque anteriormente hubieran hecho ya alguna aproximación al tema con composiciones como «Los tangos de ketama» o «Blues de la Alameda». La desintegración de Smash, la falta de arraigo de otros intentos, dio al traste con el invento, pero la semilla básica de enraizar la música rock con el sentimiento y las formas del flamenco había quedado sembrada.

En 1975 apareció el sello Gong, y en él, producidos por Gonzalo García Pelayo (que había sido primer productor de Smash), grabaron algunos músicos y grupos del sur: Gualberto, Goma y, sobre todo, Triana, que sería quien marcaría el punto más alto del éxito. Desde entonces ya se sabe la historia: grupos y grupos que han llegado a configurar eso que se llama rock andaluz, rock del Sur o rock con raíces: Imán, Azahar, Alameda, Vega, Guadalquivir, y los últimos que nos llegan: Medina Azahara, Cai y Storm (un grupo antiguo que renace de las cenizas).

Dejando   a  un  lado  a Storm, cuyo álbum «El día de la tormenta» (Alba/Edigsa, 1980) acaba de editarse después de varios años de silencio, y que siendo andaluces hacen un tipo de rock más duro y menos aflamencado, los otros dos grupos, Medina Azahara, cordobeses que han publicado su primer LP en la firma CBS hace sólo unos meses, y Cai, un quinteto gaditano que acaba de editar su primer álbum, «Noche abierta», con el mismo sello, siguen la estela dejada por el éxito multitudinario de Triana; compartiendo con ellos unos esquemas musicales similares, elaborados a partir de unas ciertas reminiscencias del ritmo de la bulería y otros cantes, la utilización de las guitarras y los teclados dentro de una concepción ligeramente «sinfónica», y la inclusión de unos textos, cantados con un acento aflamencado y desgarrado, en los que abundan las noches oscuras, claros amaneceres, patios, jardines, aire fresco y fuentes con agua,
Y aquí está el mayor peligro del rock andaluz: en su manierismo que hace que todos los grupos se parezcan, dando la impresión de que lo que se intenta es repetir la fórmula “Triana” en busca del éxito, una fórmula que ya figuraba completa en el primer LP de este grupo («El patio»,   Movieplay/Gong, 1975), y que desde entonces en poco se ha renovado.

Por supuesto que es positivo ese intento de romper con la burda imitación   que del modelo anglosajón hacía el rock español hasta hace poco, pero no se trata de caer en otro mimetismo estéril, y el rock andaluz parece demasiado pendiente de la fórmula impuesta por Triana, abandonando otros caminos que podría resultar igual de atractivos, como los que pudieran marcar la sutil sensibilidad   de   Gualberto,  el experimentalismo  difícil pero estimulante de Goma (que se perdió en el peor de los silencios) o el acercamiento al jazz de Vega.

La música popular española puede tener en el rock una fuente de inspiración que le sirva para tratar con nueva imaginación y sensibilidad nuestra propia música. El caso andaluz es un ejemplo de ello, pero hay que huir de todo amaneramiento fácil que nos encierre en formas prefabricadas. El rock que se hace hoy en Andalucía se encuentra ante este desafío, debe superarlo.








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