miércoles, 8 de febrero de 2017

En el cincuentenario del grupo Canción del Pueblo

A CANTAR HEMOS VENIDO
En el cincuentenario del grupo Canción del Pueblo




El domingo 22 de noviembre de 1967 hizo en Madrid un día frío y destemplado. Tal inclemencia meteorológica no impidió, no obstante, que aquella tarde un público joven y entusiasta abarrotara el auditorio del Instituto Ramiro de Maeztu para escuchar a un grupo de nuevos cantautores que hasta entonces apenas habían actuado en algunos, pocos, locales universitarios. Aquella tarde y en aquel recital nació Canción del Pueblo, el colectivo seminal de la canción de autor madrileña cuyo cincuentenario se celebra.
Allí dieron sus primeros pasos artísticos cantautores de obra tan destacada, personal y significativa en la historia de la canción de autor española como Adolfo Celdrán, Julia León y Elisa Serna, que actúan esta noche, o Hilario Camacho, ya fallecido. Pero no fueron los únicos, y en estos momentos de rememoración es de justicia histórica recordarlos a todos.
 Entre los integrantes de Canción del Pueblo los hubo de carrera breve que no llegaron a dejar sus canciones en disco, como Anselmo Cano o Carmina Álvarez, quien merece un hueco en la historia de la música española aunque sólo sea por su magistral adaptación del poema de León Felipe “Que pena”, que grabaría primero Adolfo Celdrán y años después el excelente dúo uruguayo Los Olimareños.
Otros dieron a la luz una obra discográfica limitada, pero significativa. Luis Leal y Manuel Toharia grabaron inspiradas adaptaciones de poemas. En su único disco, Ignacio Fernández Toca dejó para la historia una canción ya mítica, “No nos moverán”, aquel viejo tema popular estadounidense que él tradujo y popularizó hasta convertirlo en un auténtico himno aún vigente de lucha por la libertad. José Manuel Bravo, Cachas, acabaría marcando un hito en la música popular de vanguardia como impulsor del grupo Música Dispersa, cuyo único disco todavía ahora se disputan los coleccionistas.

De todos es conocido el importante papel antifranquista jugado por los cantautores, muchas de cuyas creaciones constituyeron piezas fundamentales de la identificación popular con las libertades en la batalla contra la dictadura, aún a costa de numerosas censuras, prohibiciones e incluso detenciones y prisión. A mi entender, sin embargo, valorar únicamente los esenciales elementos testimoniales y resistenciales de la canción de autor puede conducir injustamente a un reduccionismo de su más profundo significado, relegando injustamente a un segundo término la relevancia cultural y artística que alcanzó en sus mejores cultores y que aún hoy se mantiene intacta y viva.
La canción de autor española, como la de todo el mundo, no sólo tuvo relevancia cultural por la difusión de la mejor literatura a través de las numerosas adaptaciones de poemas que se realizaron, que ya hubiera sido importante por sí sólo; sino, sobre todo, por la creación de un nuevo lenguaje en el terreno de la música popular, acorde con los tiempos que corrían y con las exigencias de comunicación del público al que se dirigían. Un lenguaje basado en la clara voluntad artística de expresar al ser humano en toda su complejidad, desde las más profundas aspiraciones éticas o políticas hasta los más íntimos sentimientos personales. Un lenguaje que si en un principio podría parecer de una gran simplicidad forma, pronto empezó a hacerse más complejo en su asunción de influencias de otros géneros musicales. ¿Se puede negar que Elisa Serna fue una pionera de la música de fusión desde su primer LP “Este tiempo ha de acabar”? ¿Nadie recuerda el peso de John Cage en los lekeitios de Mikel Laboa? ¿Alguien puede pasar por alto la presencia de los sonidos y ritmos mediterráneos en la escueta y compleja sencillez de las “Cançons de la roda del temps” de Raimon?  ¿Se puede negar las buenas dosis de blues y de jazz en Pi de la Serra? ¿Y de Hilario Camacho, qué?
Fue aquel lenguaje original y novedoso, sus componentes éticos y la propia consideración de la canción como un arte adulto y maduro, lo que influyó en la música popular española de mayor calidad, desde el rock al flamenco o el neofolklore, y lo que posteriormente continuó alimentado la creatividad de las sucesivas generaciones de cantautores que se fueron llegando, hasta confluir hoy mismo en el trabajo de la legión de jóvenes cantautores que pueblan, con tesón, esfuerzo y no poco talento, el panorama musical español.
Lo menos que puede decirse hoy, de aquel recital de hace medio siglo, en lo que a Madrid atañe,  es que entonces y allí comenzó todo.







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