Historias de la tele cuando la tele era una. 9 (1974)
Todavía no se
sabía lo que iba a suceder en noviembre del año siguiente, pero en la España de
1974 las campanas tocaban a vísperas, todos permanecían expectantes y todo
anunciaba lo que iba a suceder en el país en los próximos años. Francisco Franco era ya un anciano de
81 años que no podía disimular los síntomas del párkinson, y lo peor fue que el
9 de julio ingresaría en el hospital que llevaba su nombre con un primer ataque
de flebitis, que le obligó a dejar la presidencia de Consejo de Ministros por primera
vez desde 1936 y ceder la Jefatura del Estado de manera interina al entonces príncipe Juan Carlos. La fijeza la
alcanzaría en apenas un par de años.
Cercados por la
inseguridad sobre el futuro inmediato del dictador, y con el suyo, él de la
dictadura que había gobernado con mano férrea durante 35 años (38 si se empieza
a contar el 18 de julio de 1936), los prohombres del régimen comenzaron a
buscar diferentes puertas de salida, divididos en “ultras” y “aperturistas”, de
los que formaba parte el presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro. Dos familias no siempre bien avenidas.
En los pasillos
de los ministerios había un murmullo continuo de rumores y la calle andaba
alborotada con huelgas, manifestaciones y protestas, que de vez en cuando acababan en muertes,
como la de Miguel Roldán Navarro en
agosto por disparos de la Guardia Civil. Hubo atentados de ETA y FRAP. El 2 de
marzo se ejecutó a Salvador Puig Antich y en julio se presentó en Madrid la
Junta Democrática.
Esa ambigua y
contradictoria situación de inseguridad no tenía más remedio que reflejarse en
TVE, cuyo control político por una u otra familia del régimen adquiría cada vez
mayor importancia en cuanto la televisión comenzaba a ser el medio más
influyente del país. Tal era la cosa, que en apenas año y medio estuvieron al
frente de la casa tres directores generales distintos, cada uno con su librillo
y ninguno con tiempo suficiente para llevar a cabo cualquier plan que llevaran
pensado, si es que lo llevaban.
Juan José Rosón |
Rafaél Orbe Cano, un abogado de origen falangista
y posterior evolución opusdeista que logró el récord de ser el director general
de RTVE que menos tiempo ha estado en el cargo, tan sólo siete meses, había
sido nombrado el 28 de junio de 1973, pero sería relevado de su cargo cuando Arias
Navarro inventó en un discurso lo que se llamó “el espíritu del 12 de febrero”,
que daría el disparo de salida a un periodo de supuesto aperturismo. Pío Cabanillas, aperturista por
antonomasia dentro de lo posible, fue nombrado Ministro de Información y Turismo
y de su mano llevó a la dirección general de RTVE a Juan José Rosón Pérez, luego de gran importancia durante la
transición desde su cargo de Gobernador Civil de Madrid. La apertura, no
obstante, duró poco, y en noviembre Cabanillas fue cesado y sustituido por León Herrera y Esteban, que descabalgó
a Rosón y sentó en su despacho a Jesús
Sancho Rof, que conduciría el carro hasta la muerte del dictador.
Tanto vaivén no
podía dejar de afectar a los mandos intermedios, lo que convirtió por breve
tiempo a Chicho Ibáñez Serrador en
director de programas y a Juan Luis
Cebrián en director de informativos hasta la crisis del aperturismo en
noviembre.
El espectáculo sigue
Con alguna
excepción llamativa, como la aparición y desaparición el mismo año del informativo
“Noticias de la segunda”, la
programación de TVE es lo que menos se resintió, al menos de cara al
espectador, de la agitación e inseguridad de 1974.
El 4 de marzo
volvió a la pantalla Félix Rodríguez de
la Fuente con el que había de ser su último y más reconocido programa
televisivo: “El hombre y la tierra”.
Era una producción ambiciosa, que intentaba retratar la fauna de todo el mundo,
aunque finalmente se redujera a las de España, Venezuela y Canadá, a las que se
les dedicaron nada menos que 130 episodios de una hora, que finalizaron en 1980
con la muerte del naturalista.
Fernando Fernán Gómez, que además de
numerosas interpretaciones ya había dado dos años antes a TVE su telefilme “Juan Soldado”, regresó en 1974 con la
que había de ser su obra maestra televisiva. Fruto de su amor por la literatura
picaresca de los siglos XVI y XVII, el actor, escritor y director utilizó y
mezcló en los seis capítulos de “El
pícaro” textos de Miguel de
Cervantes, Francisco de Quevedo,
Vicente Espinel, Salas Barbadillo y otros autores del
género. Con ellos, su propia inventiva y la de su coguionista, Pedro Beltrán, pergeñó las aventuras de
Lucas Trapaza, un auténtico maestro de la picaresca, al que él mismo dio vida.
Le acompañaban en el reparto, entre otros, Pilar
Bardem, Enma Cohen, Mary Santpere, José María Pou, Charo López
y Juan Diego.
Considerado un
hombre de televisión por excelencia, aunque al final de su vida haya preferido
el cine, el género que estudió y en el que empezó su carrera, Antonio Mercero le dio en 1974 a TVE su
premio del año. Sucedió en el festival de Montreaux, y la obra galardonada fue
el mediometraje de 30 minutos “Don Juan”,
una versión humorística y con canciones del viejo mito del Tenorio. “Yo siempre he sido un gran admirador de la
comedia musical americana, y siempre he dicho que, para mí, la película de mi
vida es ‘Cantando bajo la lluvia’. La he visto casi un centenar de veces a lo
largo del tiempo, y he bailado claqué delante del espejo de mi habitación,
imitando a Gene Kelly. Y de pronto, un día TVE me llama invitándome a realizar
un musical para el Festival de Montreaux. Naturalmente lo acepté, fui el hombre
más feliz del mundo durante el tiempo que duró el rodaje. Era un parodia sobre
nuestro Don Juan Tenorio, desmitificándole y riéndonos hasta de sus rimas”,
ha explicado el autor de su obra, a la que aún le faltaban alguno de sus éxitos
más importantes, que llegarían en 1981 (“Verano
Azul”) y 1991 (“Farmacia de guardia”).
Creada en 1973
en Suecia, “Pipi Calzaslargas” no fue
estrenada en español hasta el año siguiente, pero se convirtió enseguida en un
fenómeno televisivo. Las extraordinarias, fantásticas y transgresoras aventuras
de una niña sueca de nueve años, con vestidos inenarrables y unas trenzas
irreductibles a ambos lados de la cabeza, se convirtieron en lo más divertido y
rebelde que podían ver los niños, y no sólo ellos, de la época. El personaje lo
había creado en 1944 la escritora Astrid
Lidgren, quien seguro que nunca pudo imaginar que su invención se
convertiría en modelo de los más pequeños de cada familia española 30 años
después.
No hay comentarios:
Publicar un comentario