sábado, 23 de noviembre de 2013

TEBEOS CONTRA FRANCO. (4)






La pérdida de las colonias, la guerra de Marruecos y la creciente industrialización de España contribuyeron de manera decisiva a transformar radicalmente el panorama político español, al que accedieron con fuerza y pasión las capas populares de la población, obreros y campesinos, rompiendo el monopolio de la oposición política que hasta entonces había mantenido la burguesía ilustrada, liberal, republicana y progresista, y radicalizando los enfrentamientos con el régimen monárquico. La unión de los obreros en los primeros sindicatos anarquistas y socialistas y la aparición de los partidos de clase potenciaron el surgimiento de un nuevo tipo de prensa popular en la que la ilustración gráfica, el chiste y la caricatura, cargadas ya de fuertes significados satíricos e ideológicos, ocupo un lugar predominante, dada la facilidad con que la mezcla de dibujos y textos permitía comprender los mensajes emitidos a unas capas sociales, un proletariado incipiente y un campesinado sometido al dominio caciquil, en buena medida aún analfabetas.

Desde que El Eco de la Clase Obrera, primer periódico obrerista de España antes de que existieran sindicatos como tales, comenzó a publicarse en 1855 en Madrid, aunque tanto su fundador, el tipógrafo Ramon Simó i Badia, como su inspirador, Fransçesc Pi i Margall, exministro de la primera República de ideas federalistas, fueran catalanes, las publicaciones de clase se multiplicaron y diversificaron de manera vertiginosa.

Las primeras fueron las anarquistas, que aparecieron incluso antes de que la CNT se fundara en 1910. Así, La Federación se creó en 1869, La Emancipación en 1871, y Solidaridad Obrera, que sería el periódico anarquista más difundido, en 1907. Especial relevancia alcanzó en el campo teórico y cultural del anarquismo, no tanto en el gráfico, La Revista Blanca, dedicada, según indicaba en cada número su portada, a “Arte, Ciencias, Literatura y Sociología”, que dirigió el novelista y pensador libertario Federico Urales, padre de Federica Monseny, en dos etapas, de 1898 a 1905 y de 1923 a 1936.


Pablo Iglesias fundó El Socialista en 1886, siete años después de que 15 compañeros le hubieran acompañado en la creación del Partido Socialista Obrero Español en una tasca madrileña, y en 1896 hizo lo propio con Unión Obrera, órgano de la Unión General de Trabajadores.

Nacida en 1910 como órgano de las Juventudes Socialistas, Renovación pasaría 10 años después a convertirse en El Comunista, primera publicación regular que editaron en España los partidarios de la III Internacional leninista que acababan de fundar por esas fechas el PCE. Se adelantaron en 10 años a Mundo Obrero, órgano oficial del partido desde entonces, que salió a la calle el 13 de agosto de 1930 con el lema “Defensor de los trabajadores de la ciudad y el campo”.

A partir de estas publicaciones “madre”, el pensamiento de izquierdas (de las varias izquierdas, porque las izquierdas siempre han sido varias frente a una derecha que era sólo una) se ramifico en revistas y folletos editados por organismos centrales, provinciales y locales, secciones profesionales de los sindicatos y asociaciones culturales, recreativas o sociales de todo tipo. Fue tal la cantidad y la variedad que en la actual hemeroteca de la Fundación Pablo Iglesias se conservan más de 500 títulos editados entre 1886 y 1939. Fue tal la variedad, que incluso en 1932 llegó a editarse en Sabadell La Lucha, revista trimestral que se presentaba como “Publicación Cristiana Anticlerical de Cultura Progresista” (¿Alguna revista del catolicismo progresista posterior se ha atrevido a declarar algo parecido?).

Es cierto que en un principio todas estas publicaciones prestaron poca o nula atención al chiste o la caricatura como instrumento de lucha ideológica, y no fue hasta finalizados los años 20 cuando comenzaron a incorporar a los humoristas gráficos a sus redacciones, una tendencia que se aceleró con la llegada de la República.

No obstante, en el terreno de la ilustración gráfica, el chiste y la caricatura, surgieron nuevas publicaciones, de una radicalidad más acusada que las revistas satíricas del siglo anterior. Los últimos años de la monarquía, y especialmente los de la dictadura de Primo de Rivera y la República fueron el marco histórico en el que se consolidaron y radicalizaron las viñetas satíricas españolas, que ya sin subterfugio alguno apuntaron sus lápices contra el militarismo, el caciquismo, el clericalismo y la explotación social.

La huida del rey Alfonso XIII la noche del 13 de abril de 1931, tras la derrota abrumadora sufrida en las elecciones municipales, y la proclamación el día siguiente de la II República, desató un aire de libertad y entusiasmo, pero también de enconados enfrentamientos políticos, que radicalizó de manera inmediata los periódicos y, con especial virulencia, las revistas satíricas y de humor.

Fue un fenómeno que afectó de manera similar a las publicaciones de izquierdas y derechas, aunque de manera similar a como ya se ha visto, unas y otras eran de muy distintos carácter. Al igual que sucedería durante la guerra, las revistas republicanas y antifascistas fueron más numerosas y variadas que las que se publicaron bajo la advocación de la vieja reacción española, caciquil, militarista, clerical y antiobrerista.

En ese terreno, el humor satírico ilustrado tuvo cada vez mayor presencia en los periódicos de derechas, como El Debate, La Nación, órgano oficioso del dictador Primo de Rivera, o el que quizás sea el más antiguo de ellos, el tradicionalista y carlista El Siglo Futuro, que pese a haber nacido en 1875 no incorporó la caricatura y el chiste político a sus páginas hasta octubre de 1932, ya en pleno periodo republicano.

En el mismo bando, en septiembre de 1931 apareció el primer número del semanario Gracia y Justicia, que publicado por la Editorial Católica habría de convertirse en uno de los principales fustigadores de la República mediante la sátira dibujada. El lema que le definía era ya significativo: “Órgano extremista del humorismo nacional” y a él hicieron gala aunque llegara a costarles sangre. Hasta tal punto se pusieron a la labor, que la revista fue suspendida durante cuatro meses en agosto de 1932, a raíz de su apoyo al intento de golpe militar protagonizado por el general Sanjurjo, situación que solventaron los responsables de la revista cambiándole el nombre y sacándola a la calle hasta enero del año siguiente con el título de Bromas y veras, un paliativo que no era novedoso, pues ya antes lo habían practicado otras revistas y volvería a ser utilizado posteriormente, como veremos, en publicaciones básicamente de izquierdas.

El triunfo del Frente Popular en los comicios de febrero de 1936, que devolvió el gobierno a los partidos progresistas y de izquierda tras el involucionista bienio negro que había encabezado Gil Robles, condujo al cierre de Gracia y Justicia apenas una semana después del cambio de gobierno. De sus páginas salió toda una generación de humoristas de derechas, del maestro K-Hito --seudónimo de Ricardo García López, al que más abajo encontraremos al frente de publicaciones infantiles esenciales como Macaco y Gutiérrez, y al que ya hemos visto con sus inteligentes y vanguardistas chistes en La Ametralladora o La Codorniz-- a Orbegozo, Galindo, Maciá, Morán, Prieto y Soravilla, que tras la guerra formarían parte de los humoristas del régimen.

También Gracia y Justicia pagó el precio de su ideología, con varios de sus colaboradores detenidos en Madrid al estallar la guerra civil. El director de la revista, Manuel Delgado Barreto --un veterano periodista que había dirigido otras publicaciones de humor, como El Mentidero, y el diario La Nación, y que ya en la República había sido el responsable de El Fascio, órgano de expresión de Falange desde el que José Antonio Primo de Rivera había lanzado sus principales consignas políticas--, y el dibujante Gerardo Fernández de la Reguera y Aguilera --que con el nombre de Areuguer había firmado la mayor parte de las excelentes portadas a dos colores de la revista, al margen de su significado político-- fueron detenidos a los pocos días del golpe militar del 18 de julio. En noviembre de 1937, mientras las tropas rebeldes acosaban la capital y se encontraban ya a las puertas de la capital, formaron parte de los aproximadamente 2.500 derechistas fusilados en Paracuellos del Jarama, entre ellos el dramaturgo Pedro Muñoz Seca.



Para el objetivo de estas páginas, que tratan, no se olvide, de los historietistas rojos y no de los del bando contrario, resulta significativa la presencia entre los colaboradores de Gracia y Justicia de Joaquín de Alba, que con seudónimo de Kin firmaría una buena parte de las miles de caricaturas y chistes que haría en su vida.

Joaquín de Alba había nacido en Cádiz en 1912 y ya en 1931, con 19 años de edad, se le podía encontrar como dibujante de la recién nacida Gracia y Justicia y del veterano, y derechista, diario La Nación. Al estallar la sublevación militar el 18 de julio de 1936 fue detenido junto al director y a otros redactores de la revista, si bien fue liberado poco después, según parece por influencia de Santiago Carrillo, responsable de la seguridad en el Madrid resistente, al que habría recurrido el hermano del dibujante, militante comunista y dirigente de la UGT, la organización sindical en la que por la época convivían socialistas y comunistas.

Ya en la calle, Kin se pasó a la zona “nacional”, llegando a través de la sierra madrileña hasta Burgos, en donde dibujó para El Norte de Castilla y formó parte del Servicio de Prensa y propaganda de los rebeldes que dirigía Dionisio Ridruejo. Esta relación no fue circustancial, pues bien podría considerarse a Joaquín de Alba integrante de ese grupo de jóvenes intelectuales franquistas, falangistas o católicos, que, encabezados por Ridruejo e integrado por nombres tan destacados después como los de José Luis López Aranguren, Luis Rosales, Pedro Laín Entralgo, Antonio Tovar o Joaquín Ruiz Jiménez, se desengañaron pronto del régimen y pasaron a enfrentarse a él con mayor o menor energía. Habrá que añadirle a la lista generacional, porque no conozco ningún estudio sobre el tema en el que se le cite.

Joaquín de Alba fue de los que, como el propio Ridruejo, estuvieron entre los primeros en incorporarse a la División Azul para librar del comunismo a Rusia, aunque parece ser que fue la crueldad nazi aplicada a los ciudadanos soviéticos, tantos los crímenes y barbaridades a las que asistió, que al regreso era otro hombre. No obstante, al poco de regresar de la Unión Soviética entró como principal caricaturista de Arriba, el diario oficial del Movimiento.

La interiorización de su disidencia con el franquismo se fue acentuando hasta que en 1954 decidió exiliarse a Estados Unidos para no regresar a España hasta 1978. En el exilio se convirtió en uno de los grandes caricaturistas políticos de América a través de sus colaboraciones regulares en The Washington Daily News, siendo candidato al premio Pulitzer a la mejor caricatura del año en 1966, un año después de que el National Right to Work Committee le otorgara su premio a las dos mejores caricaturas anuales. Falleció en Palma del Río, Córdoba, en 1983.



En el otro lado del espectro político, la ilustración satírica y política estuvo mucho más dispersa y contó con un mayor número de autores, que desde muy distintos enfoques ideológicos, defendieron a muerte las aspiraciones democráticas y republicanas y se opusieron con firmeza a cualquier intento de desestabilizarla y acabar con ella cuando al fin se consiguió en 1931. La utilización de el humor grafico como vehículo ideológico se puede rastrear en todos los diarios de la época, tiene especial relevancia el que Bagaría y otros dibujantes publicaron en El Sol, el periódico fundado en 1917 por Nicolás María de Urgoiti (promotor también de Unión Radio, predecesora de la actual cadena SER), que bajo la dirección de José Ortega y Gasset se convirtió en el principal diario pro-republicano y en cuyos talleres se imprimió, tras la guerra civil, Arriba.


No obstante, lo más del humorismo gráfico se publicó en la infinidad de revistas satíricas de la época, en las que el chiste, la historieta y la caricatura política tuvieron una presencia de singular importancia. El conjunto de la obra publicada en ellas por una infinidad de autores especialmente destacados en la historia del tebeo y la ilustración española constituye una documentación de primera línea para conocer las ideas, los usos y costumbre y, en general, la historia de ese periodo histórico.

Si las publicaciones de la derecha tomaron por dianas de sus envenenados dardos humorísticos a los políticos republicanos, los sindicatos, la masonería y otras instituciones y personajes progresistas, las de izquierda volcaron toda su artillería dialéctica contra militares, curas, monjas, cabecillas reaccionarios, capitalistas y terratenientes de toda laya y condición. Se estaban afilando las plumas y los lápices ante la guerra civil que se avecinaba y que, a su conclusión, acabaría premiando a los que habían apoyado a los vencedores con honores y prebendas y condenando en muchos casos a los defensores de la República con la cárcel, el exilio o la muerte.

El entusiasmo desatado por la llegada de la República provocó, como hemos visto, las propias publicaciones anti republicanas, aunque también promovió revistas a favor. En septiembre de 1931 apareció Fray Lazo, cuyo subtítulo, “Diario anticlerical cortésmente desvergonzado”, ya daba noticia de su envenenada ironía y no dejaba duda sobre su contenido. Sería una tenaz denunciadora de los excesos del clero, al que caricaturizó con feroz insistencia hasta que el triunfo militar y religioso en la guerra civil, que la dejó fuera de circulación. Sin embargo, los medios más fecundos en el terreno del humorismo gráfico se correspondieron con revistas que venían de lejos y aguantarían hasta el último momento. Intentaremos dedicarle alguna atención a las dos que se encentran entre las más longevas y que sin duda fueron las más influyentes entre las clases populares: la valenciana La Traca y la catalana L’Esquella de la Torratxa.

Desde su nacimiento en 1984 de la mano de Manuel Lluch i Soler, La Traca fue una revista tocapelotas que a la hora de la crítica no se cortaba ni con el filo de un hacha. Ya en su primera etapa, que duraría tres años, fue cerrada siete veces por orden de la autoridad gubernativa, que la acusó desde por injurias al Rey hasta por denunciar que en Valencia se organizaban juegos clandestinos. La última de ellas, que acabó con el director entre rejas, conllevó el cierre definitivo, que aunque al final no fue tal, implicó un silencio de 24 años.

Reapareció en 1911, bajo la dirección de Vicent Miquel Carceller, que sería su responsable hasta el cierre definitivo a finales de 1938, ya con las tropas sublevadas cercando los últimos territorios aún en poder de la República. Esta segunda etapa no fue menos acerada que la primera desde la misma reaparición, y en 1912 una caricatura de Alfonso XIII llevó a Carceller a la cárcel. En este tiempo se acentuó su carácter político, obrerista y antiburgues, aunque no por ello dejó de abordar otros temas costumbristas o incluso sicalíptico, esa palabra preciosa hoy en desuso que servía para definir un incipiente erotismo picaresco que hoy sería autorizado a los menores de la casa pero que entonces constituía un claro motivo de escándalo.

Las relaciones entre el poder y La Traca siguieron siendo conflictivas, de tal manera que la revista volvió a ser suspendida de nuevo en 1924, ni siquiera un año después del golpe militar de Primo de Rivera estableciera la dictadura, lo que abriría un nuevo periodo de silencio, aunque esta vez sólo fuera de 15 años. En realidad, el silencio no fue completo ni real, sólo simulado, pues Carceller utilizó la trampa que ya hemos visto de inventar un nombre nuevo para seguir haciendo lo mismo. Así se inventó La Sombra, “semanari festiu y lliterari”, que publicó 87 números hasta que en 1926 la rebautizaron como La Chala, recuperando un título que había pertenecido anteriormente a una revista fallera, dando lugar a una revista independiente que siguió publicándose, aún cuando reapareció la original, hasta el final de la guerra civil.


El 21 de abril de 1931, justo la semana siguiente a la derrota de la monarquía y la proclamación de la deseada República, La Traca volvió a estar en la calle, ahora en castellano y no en catalán, para iniciar una nueva y última etapa. Su apoyo a los principios republicanos y sus críticas a la tibieza a la hora de aplicarlos, fue constante, lo que le costó de nuevo la suspensión durante el llamado bienio negro (1934-1936), únicamente dos simples años, en el que la derecha accedió al poder bajo la jefatura de Gil Robles e intentó desmantelar lo conseguido durante el trienio anterior. Cuando regresó de nuevo tras el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936 ya estaba gestándose la sublevación militar que desembocaría en la guerra civil, en la que la revista valenciana desempeñó un importante papel propagandístico, lo que condujo al paredón a su director y a dos de sus colaboradores, como hemos visto en el capítulo anterior de esta historia en flash back.

No menos accidentada que la de La Traca fue la existencia de L’Esquella de la Torratxa, la segunda publicación en catalán más longeva de la historia, de la que llama la atención que fuera creada y mantenida, por alguien que se llamaba Inocencio López Barnagossi y que regentaba la Librería Española en Barcelona. También había fundado La Campana de Gracia, otra revista emblemática del catalanismo, a la que sustituyó L’Esquella en sus dos primeras e interrumpidas apariciones, en 1872 y 1874 con motivo de sendas suspensiones de la revista madre, para comenzar a publicarse de manera definitiva e ininterrumpida, excepto por las consabidos cierres temporales, desde 1879 hasta el 6 de enero de 1939, la misma semana de la caída de Barcelona en mano franquistas.

Hay que reconocer que las revistas de la época no engañaban a nadie desde el mismo lema que las encabezaba. El que definía lo que era L’Esquella de la Torratxa no podía ser más evidente y sincero: “Periòdich satíric, humorístich, ilustrat i literari. Donarà al menys uns esquellots cada setmana (Periódico satírico y humorístico, ilustrado y literario. Dará como mínimo una polémica cada semana)”. Y bien que cumplió su promesa.

L’Esquella de la Torratxa publicó un total de 3097 números, que la convertieron en la principal publicación satírica ilustrada, no sólo de Catalunya, sino, con La Traca, de toda España, tanto en los largos años que fue propiedad de la familia López, pues los hijos de don Inocencio habían continuado la labor editorial del padre, como cuando, a raíz del estallido de la guerra, se hizo cargo de ella el Sindicato de Dibujantes Profesionales de Barcelona. En ella colaboraron los más importantes intelectuales y escritores catalanes, siendo cuna de varias generaciones de ilustradores y caricaturistas que marcarían la historia que aquí se está abordando con letras de oro.

Aunque desde 1907 estuvo dirigida siempre por Josep Roca i Roca, la responsabilidad editorial recayó en diversas etapas en intelectuales tan significados en la cultura catalana fueron Màrius Aguilar, Prudenci Bertrana, Francesc Madrid, Lluís Capdevila, Ramon Vinyes y Pere Carlders, entre otros, contándose en su larga lista de redactores con Santiago Rusiñol, Gabriel Alomar o Ramón Reventós. La nómina de dibujantes fue realmente deslumbrante: Apeles Mestres, Bagaría, Manuel Moliné, Marià Foix, Xavier Nogués, Isidro Nonell, Josep Costa (Picarol), Feliu Elias (Apa), Goñi, Jaume Passarell, Escobar, Ricardo Opisso, Tisner 


Llegados a este punto, se debería prestar una cierta atención particularizada al humorismo gráfico satírico catalán y a sus publicaciones, pues fue, sin duda el más importante de toda España en aquellos primeros 39 años del pasado siglo, y aún del anterior. El entusiasmo liberal y republicano a que dio lugar el sexenio democrático, iniciado  con la destitución de Isabel II en 1868 y concluido tras los apenas dos años de la Primera República Española, de febrero de 1873 a diciembre de 1874, fomentaron el género en el conjunto del Estado, aunque en Catalunya tendría características especiales. A aquella inicial explosión de libertad de expresión generalizada, se juntaron en Catalunya el esplendor cultural que supuso la Renaixença, la explosión de los sentimientos nacionales y el auge de las organizaciones obreras, especialmente anarquistas, que supuso la fuerte implantación industrial. Todo un conjunto de circunstancias que cuajó en publicaciones en catalán de fuerte contenido político y satírico hasta sumar una cifra que ronda las 200, según se puede consultar en las que están escaneadas en el Archiu de Revistes Catalanes Antigues, un trabajo de recuperación bibliográfica que prácticamente no tiene parangón en España, a no ser por el que se puede encontrar en la hemeroteca digitalizada de la Biblioteca Nacional,  más amplio, pero quizás menos minucioso, dado el territorio estatal que abarca.

Ya en 1865, en plena Renaixença, Albert Llanas fundó la primera de ellas, Un tros de paper, a la que siguieron publicaciones como Lo Noy de la Mare, La Xanfania, L’Embustero o La Rambla, iniciando un reguero de palabras y dibujos impresos que incluiría revistas fundamentales para el tema que estamos intentado tratar. Reseñaremos brevemente algunas de las más importantes, a beneficio de inventarío y sin ánimo de exhaustividad.









Justo será empezar por la más veterana y la más longeva, La Campana de Gracia, hermana de L’Esquella de la Torratxa, con la que compartió plantilla de colaboradores y con la que bien pudiera intercambiar sitio en esta reseña. Creado por el mismo Inocencio López en 1870 se publicó, insisto que con los paréntesis obligados por las repetidas suspensiones, durante 64 años y publicó un total de 3.403 números. Seguidora del republicanismo moderado de Pi y Margall durante la primera República, defendió a Castelar en la restauración monárquica, más interesada como estaba en un principio en la política estatal que en la catalana. Esta ideología inicial se fue radicalizando con el tiempo, hasta acabar en 1932 siendo propiedad de Esquerra Republicana de Catalunya.





El dibujante y humorista Feliu Elias, Apa, fundó Papitu en 1908 con la intención de dar una visión de la cultura y de la política desde la izquierda y el catalanismo, sin pelos en la lengua y sin complejos. Elias fue procesado durante la dictadura de Primo de Rivera, por lo que tuvo que exiliarse en Francia y dejar la revista en manos de Francesc Pujols, que introdujo más humor y, sobre todo, dio cabida a las insinuaciones, el erotismo y el doble sentido sexual que caracterizan al arte sicalíptico. Tanto debió ser el escándalo que estuvo prohibida por razones morales entre 1923 y 1926, periodo en el que fue reemplazada sin ningún complejo por un clon al que titularon, por si no se notaba en la maquetación idéntica y en los mismos colaboradores, Pakitu. Aunque siempre se editó en catalán, entre junio de 1909 y mayo de 1910, se publicó una edición en esperanto (algo que también hizo por aquellas fechas Cu Cut, de la que hablamos a continuación), aquel intento utópico y hermoso de crear un idioma de comprensión universal, que no supusiera el dominio o la extinción de ninguna lengua propia de cualquier comunidad nacional. Por favor, comprobar cómo sigue siendo el esperanto en este enlace http://enesperantujo.blogspot.com.es/2012/07/jen-la-lauroj.html, que además detalla lo que estamos comentando.




Cu-cut se fundó en 1902 bajo la advocación de Françesc Cambo y su Lliga Regionalista. Dirigida por Manuel Foch y Torres, en sus páginas publicaron muchos de sus primeros chistes y caricaturas Llaverias, Junceda, Opisso, Apa, Bagaria, Smith o Lola Anglada. Más moderada que la Campana de Gracia o L’Esquella de la Torrataxa, se fue escorando progresivamente a la izquierda, hasta el punto de que un chiste de Junceras publicado en 1905, considerado ofensivo para el honor militar, provocó su suspensión por cinco meses. Tal fue su radicalización, que los dirigentes de la Lliga decidieron cerrarla en 1912. Había publicado 518 números y vendía 60.000 ejemplares semanales.

Ya en la República, el mismo 1931, se fundó El Be Negre, que una vez más intercambió colaboradores con otras publicaciones semejantes. Prosa, ripios, viñetas y caricaturas les sirvieron para ofrecer una imagen descarnada de la cultura, la sociedad y la política catalanas, la milicia o el clero, sin dejar títere sin cabeza, figurando entre sus víctimas casi en igual proporción españolistas y dirigentes de Esquerra Republicana. Con el estallido de la guerra civil dejó de publicarse, y en la confusión y las luchas intestinas de la Barcelona de aquellos años, milicianos de la FAI asesinaron a su director, Josep María Planes.

Si las publicaciones de la derecha tomaron por dianas de sus envenenados dardos humorísticos a los políticos republicanos, los sindicatos, la masonería y otras instituciones y personajes progresistas, las de izquierda volcaron toda su artillería dialéctica contra militares, curas, monjas, cabecillas reaccionarios, militares, capitalistas y terratenientes de toda laya y condición. Se estaban afilando las plumas y los lápices ante la guerra civil que se avecinaba y que, a su conclusión, acabaría premiando a los que habían apoyado a los vencedores con honores y prebendas y condenando en muchos casos a los defensores de la República con la cárcel, el exilio o la muerte.


Para el nene y la nena

Cuentan quienes saben que en 1910 el dibujante y guionista José Robledano Torres, al que ya hemos encontrado en presidio y condenado a muerte en los capítulos anteriorres, publicó en la revista Infancia, que dirigía, la serie “El suero maravilloso”. En ella, por primera vez en España los diálogos de la historieta se situaban no al pie del dibujo, como era habitual en las aleluyas, sino dentro de globos en el interior de la propia viñeta, introduciendo así en nuestro país el modelo narrativo de origen anglosajón que iba a ser habitual a partir de entonces en la historieta dibujada.

Aunque las revistas infantiles ya existían en España prácticamente desde que los avances técnicos de la imprenta habían permitido las publicaciones periódicas de gran tirada, habiéndose datado en 1798 el nacimiento de la primera ellas, Gaceta de los niños, no sería hasta la innovación de Robledano cuando este tipo de publicaciones alcanzarían una importante difusión entre los niños a los que iban dedicadas.

En un principio, las revistas de historietas ilustradas infantiles aparecieron como suplemento semanal de ciertos periódicos diarios. Tal fue el caso de Gente menuda, que acompañó la edición dominical de ABC desde 1906 y en la que colaboraron buena parte de los dibujantes y guionistas que luego iban a repartirse entre las diversas revistas que siguieron: Atiza, Robledano, Xaudaró o Cilla. Con periodos de silencio, exclusivamente por razones editoriales, bien como suplemento del diario monárquico y del semanario Blanco y Negro o bien como publicación independiente, Gente Menuda prolongó su andadura hasta prácticamente llegado el siglo XXI.






En 1917 se creó TBO, que tal vez por la sencillez y sonoridad de su título y el inteligente juego verbal que planteaba se convirtió pronto en el nombre genérico con el que se denominarían desde entonces las revistas de historietas infantiles.





Anterior era, sin embargo, la catalana En Patufet, que se editó de 1904 a 1938 (aunque volvió a editarse, todavía en pleno franquismo, entre 1968 y1973) y que también sirvió para denominar el género en catalán.




Las dos primeras décadas del siglo vieron también el nacimiento de otras publicaciones tan importantes como Dominguín (1915), Charlot (1916) o, posteriormente, Pulgarcito (1921), Buen Humor (1921) o Pocholo (1931).












Especial interés ofrecen Gutiérrez (1927) y Macaco (1928), más infantil la segunda y tendiendo hacia el humor estilizado y abstracto la primera, tanto por la originalidad de su planteamiento como por la relevancia de sus principales colaboradores. Aunque entre ellos los hubo de todo tipo, como los republicanos Antoniorobles, Escobar o Bluff, el cuerpo central estuvo compuesto por humoristas como K-Hito, que las dirigió, Miguel Mihura, López Rubio y Tono, que luego formarían parte de lo más granado del teatro y el humor franquistas de la postguerra, siendo los responsables de crear en plena contienda La Ametralladora, la revista de humor adulto que tendrían continuación en La Codorniz.




La importancia de los humoristas que colaboraron en estas publicaciones de las dos primeras décadas del siglo radica tanto en que crearon una formas de lenguaje específicas, que en las décadas posteriores alcanzarían gran predicamento entre el público infantil, como en la distinta evolución política que siguieron cuando la República vino a extremar las ideologías, lo que contribuyó a los muy enfrentados destinos que tuvieron que afrontar al finalizar la guerra civil. 


1 comentario:

  1. Excelente trabajo. Muy documentado y perfectamente expuesto. Mi enhorabuena por el tiempo dedicado a conseguir imágenes y a exponerlas de forma tan clara y nítida. Un post a guardar, como todo lo que escribe Antonio Gómez.

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