La voz de su amo
José Antonio
Sánchez regresa a RTVE
El
Gobierno sabe muy bien lo que hace al poner al frente de RTVE a José Antonio
Sánchez, que ya la dirigió entre 2000 y 2004, quizás el periodo en el que la televisión
estatal alcanzó sus más altas cotas de manipulación y servilismo político. Y
eso en una televisión acostumbrada a ser utilizada con descaro partidista por
unos y otros como instrumento propagandístico habitual desde que nació bajo el
franquismo en 1956; quizás con las únicas excepciones de los escasos meses que
Fernando Castedo fue director general en 1981 y los años, de 2004 a 2012, que
Fran Llorente dirigió sus informativos.
A
Sánchez, que ya en su etapa de reportero de ABC había estado a sueldo del PP,
según se deduce de las cuentas secretas de Luis Bárcenas, le tocó lidiar con
los múltiples problemas de la última legislatura de José María Aznar, entre los
que figuran en lugar destacado el escándalo del Prestige, la guerra de Irak, el
ce-ce-o-o de Alfredo Urdaci (ahora en la cadena de los obispos, válganos dios)
o los atentados del 11M, en todos los cuales RTVE se constituyó en el aparato
de propaganda partidista gubernamental más importante.
Cubriendo
en aquellos años la información televisiva para EL PERIÓDICO DE CATALUNYA, me
tocó coincidir con José Antonio Sánchez con cierta frecuencia, especialmente en
sus comparecencias ante la comisión de control parlamentario que, teóricamente,
controla las actividades de RTVE. Campechano y dicharachero como era (y supongo
que sigue siendo) el personaje, un tipo simpático, daba muestras en aquellas
comparecencias de un cinismo realmente sin igual, limitándose a ignorar las
preguntas de los diputados que no le gustaban y a salirse por los cerros de
Úbeda en las respuestas. Casi le envidiaba por su descaro.
Durante
la guerra de Irak, en medio de la ola de protestas generalizadas que recorría
España, me fijé un día concreto, no
recuerdo exactamente cuál, en que los
informativos de TVE habían ignorado por completo tres actos contra la guerra,
que los demás medios, televisivos, radiofónicos y escritos, habían destacado
como informativamente merecían. No conseguí hablar con él por teléfono para
escribir sobre el tema, así que le seguí en AVE hasta Sevilla, donde iba a
presentar algo relacionado con la programación de la cadena, y al final del
acto le pregunté sobre los criterios profesionales que había utilizado para explicar
su silencio. Sánchez, un maestro en el regate corto, me dio unas palmaditas en
la espalda y, encogiéndose de hombros, me dedico una frase que no recuerdo en
su literalidad pero que venía a decir algo así como “pero hombre, con lo mayor
que eres y el tiempo que llevas en esto, ¿aún no sabes cómo funcionan las
cosas?
Los
sabía. Lo sabía y lo sé, por eso pienso que el nombramiento de José Antonio
Sánchez es todo un gesto de coherencia política gubernamental. En los próximos
dos años, España ha de enfrentarse con elecciones locales, autonómicas y
generales que pueden ser fundamentales para el futuro del Estado y a las que el
partido gobernante se enfrenta en condiciones de franco deterioro, además de
con conflictos tan peliagudos como las exigencias catalanas de independencia, a
las que no sería extraño se sumara pronto Euzkadi, y Gobierno y PP necesitan de
manera imperiosa que TVE sirva a sus intereses a jornada completa. ¿Quién mejor,
pues, para dirigirla que alguien que ya ha probado ser la perfecta voz de su
amo?
Además,
Sánchez llega de una cadena, Tele Madrid, en la que ha dado pruebas fehacientes
y concluyentes de su fidelidad, consiguiendo reducir la tele autonómica, en
trabajadores y audiencia, a la mínima expresión, dejándola a punto de nieve
para su extinción o privatización. Nada de extraño resulta pensar que también
puede haber llegado a TVE para cumplir una misión similar.
Soy
un firme defensor de la televisión pública, que entiendo debe ser un medio
equilibrador y compensador de los desmanes, trivializaciones y mercantilismo de
las cadenas privadas. Un instrumento potente de estricta profesionalidad, que
debe ofrecer a los españoles información veraz y rigurosa, entretenimiento
digno y difusión de la cultura.
Es
evidente que TVE --con algunos, pocos, momentos mejores, y casi todos peores,
en su historia-- no ha cumplido esa función. Una traición a sus principios
éticos y profesionales que de ninguna manera es achacable a sus excelentes profesionales,
sino a las sucesivas vampirizaciones propagandísticas de los gobiernos que la
han dirigido y manipulado en su estricto beneficio político. Ahora ha llegado
Sánchez, y de eso sabe mucho. Esperemos que esta vez se llegue a tiempo de
impedir el crimen, que no será en Granada, sino en Torrespaña.
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