miércoles, 8 de octubre de 2014

La voz de su amo. José Antonio Sánchez regresa a RTVE

La voz de su amo
José Antonio Sánchez regresa a RTVE









El Gobierno sabe muy bien lo que hace al poner al frente de RTVE a José Antonio Sánchez, que ya la dirigió entre 2000 y 2004, quizás el periodo en el que la televisión estatal alcanzó sus más altas cotas de manipulación y servilismo político. Y eso en una televisión acostumbrada a ser utilizada con descaro partidista por unos y otros como instrumento propagandístico habitual desde que nació bajo el franquismo en 1956; quizás con las únicas excepciones de los escasos meses que Fernando Castedo fue director general en 1981 y los años, de 2004 a 2012, que Fran Llorente dirigió sus informativos.

A Sánchez, que ya en su etapa de reportero de ABC había estado a sueldo del PP, según se deduce de las cuentas secretas de Luis Bárcenas, le tocó lidiar con los múltiples problemas de la última legislatura de José María Aznar, entre los que figuran en lugar destacado el escándalo del Prestige, la guerra de Irak, el ce-ce-o-o de Alfredo Urdaci (ahora en la cadena de los obispos, válganos dios) o los atentados del 11M, en todos los cuales RTVE se constituyó en el aparato de propaganda partidista gubernamental más importante.

Cubriendo en aquellos años la información televisiva para EL PERIÓDICO DE CATALUNYA, me tocó coincidir con José Antonio Sánchez con cierta frecuencia, especialmente en sus comparecencias ante la comisión de control parlamentario que, teóricamente, controla las actividades de RTVE. Campechano y dicharachero como era (y supongo que sigue siendo) el personaje, un tipo simpático, daba muestras en aquellas comparecencias de un cinismo realmente sin igual, limitándose a ignorar las preguntas de los diputados que no le gustaban y a salirse por los cerros de Úbeda en las respuestas. Casi le envidiaba por su descaro.

Durante la guerra de Irak, en medio de la ola de protestas generalizadas que recorría España, me fijé un día concreto,  no recuerdo exactamente cuál,  en que los informativos de TVE habían ignorado por completo tres actos contra la guerra, que los demás medios, televisivos, radiofónicos y escritos, habían destacado como informativamente merecían. No conseguí hablar con él por teléfono para escribir sobre el tema, así que le seguí en AVE hasta Sevilla, donde iba a presentar algo relacionado con la programación de la cadena, y al final del acto le pregunté sobre los criterios profesionales que había utilizado para explicar su silencio. Sánchez, un maestro en el regate corto, me dio unas palmaditas en la espalda y, encogiéndose de hombros, me dedico una frase que no recuerdo en su literalidad pero que venía a decir algo así como “pero hombre, con lo mayor que eres y el tiempo que llevas en esto, ¿aún no sabes cómo funcionan las cosas?

Los sabía. Lo sabía y lo sé, por eso pienso que el nombramiento de José Antonio Sánchez es todo un gesto de coherencia política gubernamental. En los próximos dos años, España ha de enfrentarse con elecciones locales, autonómicas y generales que pueden ser fundamentales para el futuro del Estado y a las que el partido gobernante se enfrenta en condiciones de franco deterioro, además de con conflictos tan peliagudos como las exigencias catalanas de independencia, a las que no sería extraño se sumara pronto Euzkadi, y Gobierno y PP necesitan de manera imperiosa que TVE sirva a sus intereses a jornada completa. ¿Quién mejor, pues, para dirigirla que alguien que ya ha probado ser la perfecta voz de su amo?

Además, Sánchez llega de una cadena, Tele Madrid, en la que ha dado pruebas fehacientes y concluyentes de su fidelidad, consiguiendo reducir la tele autonómica, en trabajadores y audiencia, a la mínima expresión, dejándola a punto de nieve para su extinción o privatización. Nada de extraño resulta pensar que también puede haber llegado a TVE para cumplir una misión similar.

Soy un firme defensor de la televisión pública, que entiendo debe ser un medio equilibrador y compensador de los desmanes, trivializaciones y mercantilismo de las cadenas privadas. Un instrumento potente de estricta profesionalidad, que debe ofrecer a los españoles información veraz y rigurosa, entretenimiento digno y difusión de la cultura.

Es evidente que TVE --con algunos, pocos, momentos mejores, y casi todos peores, en su historia-- no ha cumplido esa función. Una traición a sus principios éticos y profesionales que de ninguna manera es achacable a sus excelentes profesionales, sino a las sucesivas vampirizaciones propagandísticas de los gobiernos que la han dirigido y manipulado en su estricto beneficio político. Ahora ha llegado Sánchez, y de eso sabe mucho. Esperemos que esta vez se llegue a tiempo de impedir el crimen, que no será en Granada, sino en Torrespaña.










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