viernes, 28 de junio de 2013

En elogio y defensa de Yoko Ono (1981)







No es que sea una estrella del rock ni que su obra haya servido de simiente artística para las nuevas generaciones, pero sin duda Yoko Ono tiene una personalidad fascinante y su trabajo ha estado siempre en ese terreno indefinido de la obra de arte que hurga en el fondo de los seres humanos.

Si alguien encuentra que en los artículos parece que me alegro de que The Beatles se rompieran, sea cual sea la causa que provocó la ruptura, tiene razón. La verdad es que no me hubiera gustado ver a los chicos de Liverpool convertidos en unos ancianitos retozones, sombra patética de sí mismos, solo movidos por la necesidad de llenar la caja. Adivinanza ¿De quienes hablo?

En las ilustraciones musicales incluyo enlaces con las letras en castellano. Las traducciones son tan que así (vamos, totalmente así), pero para la ocasión valen. ¿Qué más se le puede pedir a una maquina?





EL ECO DE CANARIAS. 12 JULIO 1981

El firmante de estas líneas nunca consideró que Yoko Ono terminara con los Beatles, como afirman conocidos fans del conjunto de Liverpool; antes al contrario, su presencia en el cuarteto británico contribuyó, desde mi punto de vista, a acelerar un proceso de descomposición y de cambio que ya estaba apuntando en el grupo y que conducía, inevitablemente, a la superación de los esquemas en los que habían basado su éxito o al aniquilamiento artístico. Sin embargo se insiste en esa tesis, que muestra, a mi entender el desconcierto y los prejuicios ante una mujer como Yoko Ono, de una presencia física poco común, tan alejada de los cánones de lo que debe ser una mujer guapa, capaz de enloquecer a un ídolo del rock con una personalidad humana y artística fuerte, que da la sensación a cada momento de ser igual o superior al hombre que se encuentra junto a ella. La crítica musical, tan dependiente de los prejuicios de la sociedad en la que viven y de la industria discográfica a la que sirven, se sintió agredida por la arrivista, y reaccionó echándole la culpa del fallecimiento por muerte natural del conjunto musical más importante de la historia del rock.

Indudablemente sin Yoko Ono los Beatles se hubieran roto también; lo que es de dudar es que la ruptura hubiera sucedido de la manera en que la llevó a cabo John Lennon: aceptando de forma autocrítica su significación artística, social y política, superando sus propias contradicciones y planteando una alternativa tan radical como la que se apunta en sus primeros discos en colaboración con Yoko («Two Virgins» (1968) y «Amsterdam» (1969) o en la cara B del espléndido y esclarecedor «The Plástic Ono Band-Live peace in Toronto» (1969). Ante la desaparición de los Beatles se plantearon dos posturas, una reformista, representada por Paul McCartney, y la segunda rupturista, llevada a cabo por Lennon. Este segundo camino era más difícil, significaba el escándalo, el compromiso, la incomprensión, resultaba más descarado y definitivo. Yoko Ono tuvo mucho que ver con él. Por ello comencé a admirarla.

Luego vinieron sus trabajos musicales, tanto en solitario como en compañía de Lennon. Primero aquel admirable doble álbum «Sometime in New York City» (1972), con el que además de continuar su camino de rupturas artísticas, se internaba por los caminos del compromiso radical, escribiendo y cantando algunas de las canciones más rabiosamente políticas de aquellos años, precisamente cuando los cantantes tradicionalmente comprometidos aflojaban la marcha. Temas como «Sisters o sisters». «Born in a Prison», y, sobre todo, «Woman is the nigger of the world» rebelaban ya el talento de una cantante que no se quedaba en los simples caminos del escándalo. También en este álbum comenzaba la colaboración de la pareja como tal con Phil Spector, dato a tener en cuenta para más adelante.

En 1973 Yoko publicó el que era hasta ahora su único álbum en solitario. Acompañada por la Plástic Ono Band y la gente de Elephans Memory, sacó a la luz este «Feeling in the space», un disco con el que daba en las narices a cuantos «listos» habían escrito, jurado y firmado que sólo sabía dar gritos de gato inaguantable. En este álbum hay canciones, muy buenas canciones, temas que plantean crudamente la situación de las mujeres el mundo, que hablan de amor sin sensiblería, que son rock sin concesiones y que no sienten vergüenza en convertirse en baladas cuando hace falta. Lástima que ese álbum no fuera editado en España por unos mercaderes que lo debieron considerar poco comercial, así el público español se ha perdido una de las experiencias más ricas, interesantes y hermosas que ha visto el rock.

Luego el silencio, el replanteamiento de toda una vida, el amor, John, Yoko y la familia. De repente un álbum conjunto, «Double Fantasy», en el que las canciones de ella son tan buenas como las de él. Luego la muerte brutal y criminal en una calle de Nueva York, y después aún, la soledad.

Y de soledad trata el recién editado álbum de Yoko Ono «Season of glass»; desde la portada y la contraportada, estremecedoras, hasta las hermosas canciones cuyas letras se incluyen en el interior. Con la muerte de John los cazadores de corazones, los que comencian con la vida de las personas desde publicaciones más o menos amarillistas, han vuelto a intentar desenterrar los viejos fantasmas anti-Yoko y han hablado ni se sabe de cuántas tonterías sin sentido. Esta es la contestación de Yoko: un álbum que es el resumen y la cima de su historia de amor, un amor irresistiblemente condenado al dolor y a la belleza, un fatalista amor sin otra salida que la muerte o la felicidad. La suerte deparó lo peor, y en este disco se vierte la soledad tras el asesinato pero también la necesidad de sobrevivir, de luchar por la vida.

Además hay otras muchas cosas que valorar en álbum: catorce canciones, cosa siempre de agradecer en unos momentos en que los discos apenas si duran lo que se tarda en tomar un café, que esté producido por la propia cantante, otra vez junto a Phil Spector, que han sabido crear un ambiente distendido y perfecto. Temas de amor, baladas tranquilas y canciones en las que de repente surge, como siempre, la ruptura, la sorpresa. No sabemos si Yoko Ono va a seguir cantando, si este disco será un éxito o no. Tampoco importa mucho, es hermoso y eso basta, escuchándolo se siente la idea de tener un trozo de amor entre las manos. Es más que suficiente.





MUNDO OBRERO. 10 FEBRERO 1984

La publicación de las últimas canciones de John Lennon, que nos llegan como maquetas, grabaciones inacabadas, en un disco en el que también se publican seis temas de su compañera y colaboradora Yoko Ono, ha vuelto a plantear de manera indirecta la voracidad insaciable de las compañías discográficas y de la parafernalia consumista que las acompaña.

Se hicieron intentos para que las últimas canciones de Lennon fueran retocadas y completadas con sus antiguos compañeros de los Beatles, y eso había recibido los parabienes de "disc-jockeys", empresarios y comentaristas al uso. Estaban más pendientes del indudable éxito económico que tal aventura "revival" hubiera supuesto que del propio interés artístico y, sobre todo, ideológico que había presidido los últimos diez años, años largos, de vida y abra del cantante, y de paso, han aprovechado para reiterar sus invectivas contra Yoko, a la que han acusado desde oportunista y manipuladora hasta gritona.

“Rock” por derecho

Nada más lejos de la realidad. Ante la audición de este "Milk and Honey" ("Leche y miel") se comprueba que Yoko Ono no solo no es gritona, sino una compositora y cantante de indudable talento e inteligencia y, sobre todo, una fiel conservadora de la obra le su compañero. Le ha dado la edición que sin duda él mismo hubiera elegido de seguir con vida. John y Yoko llevaban colaborando suficientes años para darse cuenta de que su unión era algo más que un accidente casual.

Las seis canciones de Lennon le muestran en un momento de especial madurez expresiva, en el que, una vez pasados los agobios tanto de su etapa comprometida (no hay que olvidar que juntos escribieron algunas de las más contundentes canciones que se han escrito en la música popular anglosajona contra el sistema) como la anterior vanguardista, se replanteaba la expresión de una cotidianeidad tranquila, reflexiva, en la que el amor ocupaba un primer plano. Canciones como "Nobody told me" o "Borrowed times" son un ejemplo de "rock" contemporáneo, simple, directo, sin sofísticaciones, pero también sin subterfugios ni trucos; "rock" por derecho que confiere a este estilo musical su auténtico sentido de "popular".

Dios salve a Yoko

Párrafo aparte y reflexión final merece el trabajo de la denostada Yoko Ono. Artista y mujer inteligente, su talento como compositora y cantante no alcanza las cotas de "genialidad" de John, indudablemente, pero a pesar de ello, o quizá precisamente por ello, su obra resulta más apreciable, pues muestra un claro proceso de consolidación de un lenguaje propio. Sus canciones se aproximan más a los esquemas del "rock" con influencias caribeñas de buen cuño que algunos de sus trabajos primerizos. Aun teniendo en contra a todos los beatlemaniacos de pro, esta japonesa tozuda y rebelde está demostrando que se puede hacer buena música sin caer en las trampas de la industria, sin dejarse abrazar por los brazos de la comercialidad, simplemente porque tiene algo que decir y lo dice.






EL PAÍS. 31 enero 1984

Algo más de dos años después de la muerte de John Lennon se acaba de editar en todo el mundo el nuevo disco del ex beatle asesinado, en el que colabora también, como sucedió en ocasiones anteriores, Yoko Ono. Un álbum largamente esperado por los aficionados, que viene precedido de una extraña historia que incluía la posibilidad del reagrupamiento de George, Paul y Ringo para completar las canciones que había dejado inacabadas John, en un póstumo homenaje a su memoria y a su obra. Solución que, al final, no ha sido la que se ha adoptado.

La historia de la edición de este álbum póstumo del cantante, a pesar de ser anecdótica no deja de ser significativa. Frente a la posibilidad de resucitar el mito musical de los sesenta, Yoko Ono, heredera de John Lennon, compañera en su vida privada y colaboradora musical en numerosos proyectos, ha preferido hacer las cosas de la manera más cercana a como lo hubiera hecho posiblemente el propio John de estar vivo, y ha producido un disco en el que se reúnen seis canciones de cada uno, respetando escrupulosamente las grabaciones originales de Lennon tal como quedaron en el momento de su muerte.

Se podría argumentar, y así se ha hecho, que la artista japonesa utiliza en beneficio propio el mito de su compañero y la leyenda de su muerte. Sin embargo, las cosas no son tan simples. Reproducir el éxito de los Beatles con un nuevo álbum, que se aprovecharía además de los avalares de la muerte de John, sería no sólo especular sobre una reunión bastante improbable, que no se había dado en vida y que tenía pocas posibilidades de darse, sino también resucitar un mito cuya continuidad había roto el propio Lennon al separarse del grupo e iniciar una carrera en solitario que cuestionaba fundamentalmente la imagen y utilización del éxito que habían tenido.

Y ese no es un elemento secundario en la carrera en solitario del ex beatle, sino una constante conscientemente asumida y radicalmente desarrollada. Tanto en su etapa de experimentación sonora como en la de claro compromiso político, o en esta última de placidez hogareña y madurez vital, John Lennon había intentado --y, en buena medida, conseguido-- romper la imagen de ídolo mesiánico y carismático, realizarse como artista creativo en su relación adulta con el público. Yoko Ono lo sabía y por eso ha elegido, al margen de otras consideraciones, la salida más coherente.

Canciones de amor

En Milk and honey reproduce la fórmula adoptada en el anterior disco de la pareja, incluyendo la portada, en la que repite una imagen similar a la de Double fantasy, una foto de ambos besándose.

Los temas de Lennon son apenas maquetas, realizadas sumariamente con pocos instrumentos: guitarras, bajo, batería y, alguna vez, piano. En ellas aparece su capacidad creativa en plena gestación, canciones construidas con todo rigor, a las que sólo superficialmente afecta lo incompleto de los arreglos y la grabación. El sonido es correcto, y aunque no se puedan buscar sofisticaciones auditivas, el rock directo, vivencial, de John Lennon llega en toda su pureza y vigor. Canciones como Nobody told me, que se ha extraído en single, o sus incursiones por ritmos caribeños, como en Borrowed time, con su ligero aire de calipso, demuestran el inmejorable momento artístico en que se encontraba.

La participación de Yoko Ono es apreciable, aunque desde luego su genio creativo no esté a la altura del de su compañero. Sin embargo, no es desechable en absoluto el talento de una cantante y compositora que, contra tirios y troyanos, ha creado un estilo que, cuando menos, debe ser calificado de inteligente y arriesgado.




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