miércoles, 26 de junio de 2013

“Como todos los días”. Una canción con Hilario Camacho (1968)




1968. De izquierda a derecha: Adolfo Celdrán, Mari Laly Salas, Hilario,
pareja desconocida y  Antonio  Gómez.
(Observese como Hilalio coge a Mari Laly, y como Mari Laly mira a Adolfo)



Tal vez porque con los años la memoria remota se va acercando cada vez más, como si de cerrar un círculo se tratase, o quizás porque fueron tiempos tan intensos que resultan difíciles de olvidar, el caso es que recuerdo perfectamente cómo Hilario y yo compusimos “Como todos los días”. Era la primera vez que yo, compulsivo emborronador de cuartillas desde la infancia, me metía en la aventura de escribir la letra de una canción y también la primera que Hilario componía un tema con una letra que no hubiera escrito el mismo, práctica que abandonó pronto, o que no fuera un poema previo.

Me doy cuenta según voy escribiendo que “Como todos los días” marcó de alguna manera un punto de inflexión en el trabajo de Hilario, cerrando una primera etapa de aprendizaje, que quedaría marcada por la edición, ese mismo 1968, de su primer single con los poemas de NicolásGuillén, y abriendo el camino que estallaría públicamente cinco años después con la publicación del primer álbum “A pesar de todo”, del que era, con “Los cuatro luceros”, el tema más antiguo. Para entonces, su anterior repertorio había pasado al olvido (excepto por “El agua en tus cabellos”, el poema de Machado que había musicalizado en 1967 y que no grabó hasta 1975 en “De paso”), y a partir de ese momento su música adoptaría un lenguaje expresivo propio y definitivo que seguiría puliendo hasta el final. También a partir de entonces abandonaría la musicalización de poemas, aunque aún adaptaría alguno, cada vez de forma más libérrima, para pasar a colaborar con letristas con los que trabajaba estrechamente: Moncho Alpuente, Francisco Escalada, Jaime Compaire, Pablo Guerrero, Joaquín Sabina y otros. Ni que decir tiene que esto no le confiere a la canción otro valor que no sea el cronológico, pero como se me ocurre, lo cuento.

Decía que 1968 Hilario compuso pues los dos temas más antiguos que aparecen en A Pesar de Todo, su primer disco LP cinco años después: “Como todos los días“ y “Los Cuatro Luceros”. Por la parte que me tocó en ello lo puedo contar con un cierto detalle, aunque tampoco abusaré.

1968. Mari Laly, Hilario y Elisa Serna.
Igual que a Adolfo Celdrán, a Elisa Serna o a Cachas, conocí a Hilario en noviembre de 1967 con motivo del recital de presentación del grupo Canción del Pueblo que me tocó presentar y en el que ellos debutaban de manera más o menos oficial tras haberse estrenado en pequeños recitales universitarios. Con todos ellos establecí pronto una relación de amistad que con Hilario fue íntima desde el primer momento, pues teníamos muchas cosas en común, desde la edad, yo acababa de cumplir 19 y él me llevaba cinco meses, hasta vivir relativamente cerca, él al final de Fuencarral y yo en General Sanjurjo (Abascal ahora, después de recuperar el nombre que la calle había tenido antes de que la dictadura rebautizara las calles con los nombres de sus santos y sus militares).

Las canciones (incluyo Los Cuatro Luceros en el lote) se escribieron en la habitación que había a la entrada de su casa familiar de Hilario, a la izquierda, creo recordar, al inicio de un largo pasillo. Allí nos sentamos unos cuantos días y allí fueron saliendo los dos temas, que fueron de creación bastante rápida.

Como todos los días nació de la coincidencia de que los dos habíamos trabajado brevemente en empleos similares. Él creo que en una gestoría o algo así, y yo en un banco, en el que he de decir que tuve el honor de entrar como auxiliar administrativo y salir un año después tras haberme degradado a botones. Pensamos que en aquellas oficinas siniestras se reflejaba el mundo gris, triste y conformista en el que vivíamos, y nos planteamos reflejarlo utilizando la forma del talking-blues o blues hablado, una base rítmica de blues sobre la que va el recitativo de la letra, a la manera en que habíamos oído que lo hacían en EEUU Woody Guthrie, Julius Lester o el propio Dylan del principio.

El método de trabajo era que yo escribía unos versos, los discutíamos, cambiábamos lo que era necesario y sobre la marcha Hilario los iba encajando en la música. Recuerdo que fue bastante rápido todo y la canción estuvo pronto preparada. El tema, que está divido en dos partes bien diferenciadas, tenía inicialmente una tercera parte más, que fue eliminada en la grabación y sustituida por ese ritmo que simula las palmas de una manifestación con que acaba la grabación. Fue una supresión acertada, pues era una especie de infantil llamada a la rebelión demasiado explícita, que no le añadía nada a lo anterior y que podría haber tenido problemas con la censura. Alain Milhaud, que produjo el disco y de quien debió ser la idea, hizo un estupendo uso de las tijeras.

Los Cuatro Luceros partió de un poema de José Batlló, poeta catalán que escribe en castellano y que dirigía la colección de poesía más importante del momento: El Bardo. A Hilario le gustaba el poema, que es en el fondo es una alegoría sobre la guerra y la postguerra civiles, pero no acababa de cuadrarle para ponerle música, porque estaba escrito en verso bastante libre, así que, como hizo con otros textos ajenos, lo cambió a su gusto, tarea en la que le ayudé y cuya responsabilidad comparto ahora, especialmente frente a Batlló, que parece ser que no quedó muy satisfecho, dado que él imaginaba música clásica mientras lo escribía. También fue una composición rápida.

Cuando regresé en 1983 de Canarias, uno de los primeros recitales a los que acudí a uno de Hilario que daba cerca del Viaducto con ocasión de alguna fiesta popular, o San Isidro o La Paloma. Él no sabía que estaba en Madrid y no le avisé, quería darle una sorpresa, pero quién me la lleve fui yo. Una sorpresa alegre y envanecedora, porque comprobé que Hilario todavía seguía interpretando en directo Como todos los días.




Un par de años antes del fallecimiento de Hilario pensamos que podíamos escribir una especie de “Como todos los días-2” situando al personaje en aquel momento de comienzos del nuevo milenio. Nos pusimos a la tarea, nos reunimos varias veces, pero no salió nada, excepto unos versos deslavazados y unos cuantos rasgueos de guitarra. Años después me di cuenta que en realidad Hilario ya había escrito esa segunda parte en “Taxi”, que hizo en colaboración con Joaquín Sabina y que se editó en 1986 en el álbum “Subir, subir”. Ambas retratan las reacciones interiores y los sentimientos de un individuo personalizado en un momento histórico concreto, y, aunque las letras sean ajenas, reflejan los pensamientos y las ideas del propio Hilario, lo que añadido a que las dos están en primera persona les confiere un cierto carácter de autorretrato íntimo ante la sociedad (carácter que también las relaciona con la magistral “Volar es para pájaros”, que compuso con Pablo Guerrero y que igualmente tiene esas características).

Ambas canciones tratan del mismo tema y tienen un formato narrativo equivalente: una persona (el propio Hilario) se levanta por la mañana y encuentra pocos alicientes para levantarse. El mundo al que se enfrenta no le gusta, le aburre, y ante ello se subleva, aunque sea de distinta manera. Las cosas que le molestaban en esos dos momentos respectivos eran distintas, pero similares. En el 68, en pleno franquismo, era la mentira política, claro, pero también la rutina de la oficina, el levantarse a una hora temprana para nada, los prejuicios morales, la frustración sexual, etc… En el 86, ya en plena época de aquello que se llamó el desencanto, lo que le ofendía era la inanidad de la vida en general, la repetición de gestos vacíos de contenido, la vacuidad de la tele, el aburrimiento…; en suma, la misma grisura moral de la sociedad.

También tienen una cierta similitud en la manera en que Hilario interpreta ambas canciones, como si fueran una letanía repetitiva que canta con frialdad, casi sin emoción, sin levantar la voz ni tensar el tono. Hasta que llega el grito que estalla al final de “Como todos los días” o en los estribillos de “Taxi”. Y es en ese grito donde yo encuentro la mayor diferencia entre el Hilario de 1968 y el de 1986.

En ambas fechas despreciaba y odiaba el mundo en el que vivía, pero si en 1968, todavía un joven de 20 años, en pleno momento de conciencia crítica con la dictadura que le aplastaba, el grito de Hilario apuntaba a la rebelión (aún planteado como una posibilidad de toma de conciencia): “y salgas a gritarlo por las calles” (en alusión, claro, a las manifestaciones), en 1986, cuando ya se ha visto que la llegada de la democracia no ha sido lo que se esperaba, Hilario ya no creía en cambios (“Comprendes por qué/ no hay nada que hacer”), y en lugar de optar por una posible salida colectiva, gritarlo por la calle en unión de otros, lo que buscaba era algo (o alguien) que le ayudura a huir (“¡Sácame de aquí!/ ¡No puedo,/ no, no, seguir así!/ ¡Lléveme por la ruta de la paz/ dirección prohibida sin parar hasta el mar”). En 1968 se planteaba el enfrentamiento con el sistema; en 1986 lo que quería era simplemente escapar de él, una tentación que uno mismo ha sentido en más de una ocasión y que Hilario practicó en diversos momentos de su vida. Yo también.



Dibujo de Poni Micharvegas
PD.- A raíz de la muerte de Hilario participé muy activamente durante tiempo en un foro de internet que se creó, y en él escribí numerosos textos biográficos y sobre su obra. Al sacarlos ahora del archivo en el que los conservaba, aunque veo que falta alguno, y ordenarlos, compruebo que suman algo así como unos 120 folios. Si soy capaz de trabajar un poco sobre ellos, igual los voy colgando aquí, en la confianza que puedan servir como documentación para una posible futura biografía de Hilario, que no existe como tal y que se merecería.  



No hay comentarios:

Publicar un comentario