Historias de la tele de cuando la tele era una.
Epílogo en 2005 (21 y último)
Estas historias de la tele que he venido
colgando aquí desde hace 21 domingos terminaron de manera abrupta en 1985,
cuando quebró Ediciones del Prado, que las venía editando en una colección de
fascículos. Así la historia quedó trunca, pues estaba previsto continuar hasta
el nacimiento de las teles privadas en 1990.
Era un momento decisivo en la historia
de la tele en España, pues ese último año fue el de la desaparición de un
modelo televisivo y el del inicio de otro. De la tele una se pasó a las teles
muchas. Precisamente en 2006, cuando ese nuevo modelo daba paso a un tercero,
aún con más cadenas a raíz de la puesta en marcha de la Televisión Digital
Terrestre, la Academia de la Televisión (que sin ningún pudor y en clara
aspiración hollywoodiense se llama oficialmente Academia de las Ciencias y las
Artes Televisivas) me propuso que escribiera una especie de análisis del
anterior año televisivo para publicar en “Carta de Ajuste”, la revista mensual
que publicaban y que no sé si con los recortes seguirán publicando.
Lo cuelgo hoy aquí porque creo que bien
pudiera servir de epílogo a lo publicado, como elemento comparativo de cómo le
fue a la tele con la llegada de las privadas. No sé cómo les sentaría a los
señores académicos, especialmente a lo más directos representantes de la
industria, mi diatriba, que releída ahora me sigue pareciendo más diatriba que
entonces. En cualquier caso para entonces ya llevaba unos cuantos años escribiendo
sobre televisión y ya estaban acostumbrados a que repitiera los mismos
conceptos en cada rueda de prensa a la que asistí.
Una de las cosas
buenas de ser periodista televisivo, que no crítico, es que acudes a muchas
ruedas de prensa. No es que las ruedas de prensa constituyan en sí mismas un
hecho memorable, pero en ellas te cuentan los programas que van a estrenar el
día siguiente y uno sale sabiendo la mayoría de las veces qué es lo que ya no
tiene que ver. Tampoco quiero ser excesivamente negativo, así que he de
confesar que en algunas ocasiones, no suficientes, todo hay que decirlo, lo que
te presentan aparece como algo con la intensidad, la verdad o la inteligencia
suficientes como para hacerte desear no perderte por lo menos los primeros
minutos del estreno.
Podría hacer un
resumen televisivo de 2005 desde esa perspectiva. Contar lo que ocurrió en las
numerosas presentaciones a las que acudí, explicar la conclusión que saqué
sobre este o aquel programa --éxito o fracaso a los que yo seguramente vaticine
justo lo contrario en su momento-, o incluso hacer un ranking de la calidad de
los cócteles que sirve cada cadena y de los cohechos con los que de vez en
cuando nos socorren; porque una cosa he comprobado en mis largos años de
cronista televisivo: a mayor éxito de la cadena agasajadora, mayor dispendio a
la hora de pagar el ágape con el que te quitan el apetito, impidiéndote comer
luego normalmente: sentado en una mesa con mantel, como los humanos, con platos
y cubiertos.
Pero ese punto
de vista me parecería una frivolidad, a la que, no obstante, me entregaría con
gusto dada mi afición al cotilleo y la maledicencia, si no fuera porque 2005 ha
sido un año de esos que, con el transcurso del tiempo se dice que marcaron la
historia, aunque sea la pequeña historia de la televisión en España. Dos hechos
avalan esta afirmación tan categórica y rimbombante: parece que al fin se va a
abordar de raíz la angustiosa situación de RTVE e intentar curar algunos de sus
males endémicos, al margen de lo que se pueda opinar de los métodos que se
están utilizando o los fines que se quieren conseguir; por otro lado, la puesta
en marcha de la Televisión Digital Terrestre, la famosa TDT, que casi tiene
nombre de insecticida, esperemos que no lo sea, va a transformar radicalmente
el mundo de la televisión en los próximo años. De 2005 se podrá decir que fue
un año bisagra que dio pie a un antes y un después.
La reforma de la
televisión pública estatal, que alguna vez deberá alcanzar también a las
autonómicas, no es cuestión baladí. La televisión pública no debe ser una
televisión más, y no sólo porque su carácter la obligue a retransmitir
completas las bodas reales o la visita del último Papa, por ejemplo, sino
porque en una sociedad como la actual, donde lo que faltan no son precisamente
televisiones, ella debe mantener un punto de equilibrio social, cultural,
político y estético frente esa filosofía del “todo por la audiencia”, que es el
principal foco ideológico de las cadenas privadas. Una función que obliga mucho
y que RTVE no ha venido cumpliendo en los últimos años, enfangada como ha
estado en una deuda que en el 2005 alcanzó los 7.551 millones de euros (como sé
que a muchos académicos y a mí mismo contar en euros nos reduce el dinero, diré
que esa cifra se traduce en un billón 200.000 millones de pesetas
aproximadamente), lo que ha condicionado desde su programación a su política
publicitaria o laboral y constituye una losa prácticamente imposible de
levantar. Además, ahí ha seguido hasta ahora, acosada desde siempre por los
males de la utilización política, las deficiencias organizativas y las
administraciones no siempre claras.
Sé que nadie va
a pedir en el Parlamento responsabilidades políticas por esta situación, pero
haberlas, haylas, y deberían dilucidarse, conocerlas la gente, y, si hubiera
caso, depurarse. Ellos, los responsables político, decidieron, ya en el primer
gobierno socialista de 1982, aceptar la sugerencia de Calviño de suprimir la
subvención de que gozaba hasta entonces, con el argumento de que RTVE obtenía
beneficios, y sin darse cuenta (gran perspicacia la suya) de que las privadas
estaban a la vuelta de la esquina. Ellos decidieron dejarla caer en brazos de
los bancos cuando en 1991 apareció el primer déficit; y ellos han sido quienes
durante los 15 años siguientes han mantenido el sistema perverso del endeudamiento,
pese a reconocer una vez tras otra que la situación era insostenible. Además,
han sido los Gobiernos respectivos los que han mantenido la manipulación que
criticaban en la oposición, y los partidos, unos y otros, pero especialmente
los que han ocupado el poder, han convertido RTVE en un campo de batalla
política, acudiendo al improperio, el insulto o la acusación exagerada en lugar
de al razonamiento o el debate ponderado, lo que sólo ha servido para
deteriorar cada vez más la imagen de la televisión estatal. Nadie se
responsabilizará de todo ello, pero, al menos, alguien debería decir "lo
siento".
En 2005
comenzaron a ponerse en práctica los planes de regeneración de RTVE que había
prometido Zapatero. Muchos podíamos pensar que sus promesas se quedarían, como
todas las que habían hecho anteriormente González y Aznar, en fuego de pajas,
pero esta vez parece que iba en serio.
La aparición en
febrero del informe de los llamados sabios y el comienzo en mayo del debate de
la nueva ley, dos hechos íntimamente unidos, aunque sería interesante estudiar
en detalle la distancia que hay entre la teoría y la práctica, la utopía y la
realidad, pueden significar un cambio radical en la radiotelevisión estatal. La
aparición en escena del ministro de Economía exigiendo un plan de saneamiento
como condición para subvencionar en 2006 el déficit presupuestario ensombreció
el paisaje esperanzador. Dada esa increíble deuda, el plan, que se presentó
finalmente este mismo año, no podía hacerse sino desde el punto de vista economicista
de sanear las cuentas y reducir drásticamente los gastos, como se ha hecho,
aunque todo esto pertenezca ya, polémica incluida, a lo sucedido en el año en
curso y se sale del margen de estas notas.
Si todo el proceso
acaba en una RTVE fuerte, bien dotada, competitiva, con una programación de
calidad aceptable, cuidadosa de su estética y sus contenidos, libre de manipulación
y preparada para el futuro que se acerca a pasos agigantados, todas las
polémicas serán por bien dadas. Si se cae finalmente en un ente minoritario o
todavía viciado por los males anteriores, habremos hecho un pan como unas
hostias.
Para los que
pensamos que con las cadenas en abierto tenemos más que suficiente para llenar
el tiempo que le dedicamos a la televisión, el futuro que se avecina amenaza
con una auténtica sobredosis televisiva.
Noviembre de
2005 fue el disparadero de la avalancha de cadenas, El día 7 comenzaron las
emisiones de Cuatro cogiendo el testigo de Canal+, el 25 se aprobó la concesión
de La Sexta y el 30 comenzaron oficialmente las emisiones de la TDT, Los dos
nuevos canales generalistas en abierto, a las que todavía se siguen sumando, y
aún se sumarán, canales autonómicos en Baleares, Canarias, Castilla León o
Extremadura, por ejemplo, competirán durante unos años por una tarta de
audiencia que crece a menor velocidad que las televisiones que se crean, lo que
obligará a un reparto de la audiencia cada vez mayor, del que 2005 ha sido un
adelanto, como veremos. Pero la consolidación de la TDT y el apagón analógico,
que el gobierno adelantó el año pasado al 2010, supondrá el surgimiento de una
cantidad tal de nuevas emisoras que cualquiera poco prevenido podrá perderse en
el bosque audiovisual y no encontrar el camino de salida.
Aparte de los
canales de Televisión Digital Terrestre que ya han puesto en marcha las cadenas
generalistas, no menos de 1.064 nuevas televisiones se crearán a través de las
concesiones autonómicas, que vendrán a sumarse a las estatales, autonómicas y
locales actualmente existentes. ¿Habrá al menos un espectador para cada una de
ellas? Complicado será que el número de habitantes de España alcance para
cubrir tantos canales, pero con la buena voluntad que anima a los pueblos
peninsulares, seguro que hacemos un esfuerzo y lo conseguimos.
En cualquier
caso, es previsible que una buena parte de estas emisoras vayan a parar a manos
de grupos de comunicación y familiares, como actualmente sucede con muchas
teles locales. Y si no, ahí están para probarlo, las 142 emisoras que Local
Media TV tenía en 2005, las 95 que tenía Localia TV, las 67 de Popular TV o las
64 de Grupo Canal 47 TV. Sea como sea, las consecuencias económicas, de
producción y programación o de audiencias provocadas por el desarrollo de la
TDT será algo a lo que tendremos que irnos acostumbrando en los próximos años.
Quienes no deben
tener queja de lo que la diosa Cuenta Corriente les deparó en 2005 son los
accionistas de las televisiones privadas, que encontraron en los 12 meses que
lo conformaron la bendición de la audiencia y la multiplicación de los
dividendos, que no son panes y peces, pero ayudan a vivir, sobre todo cuando
llenar cajas fuertes es la principal aspiración de la existencia.
Tele 5 cerró su
año contable batiendo dos récord. El de ingresos publicitarios, que ascendieron
a 870,95 millones de euros, un 18% más que el año anterior, y, sobre todo, el
de beneficios, que es lo que se reparte, que crecieron un 35,5% con respecto a
2004 alcanzando los 290,33 millones de euros. Como contraste, el aumento de los
costes operativos se quedó a la altura de la inflación, el 3,9%.
El beneficio de
Antena 3 TV fue 207,5 millones de euros, lo que supone un incremento con
respecto al 2004 del 101,7%. Los ingresos netos de la cadena fueron de 864.000
millones de euros, superando en un 24% a lo que habían obtenido en los 12 meses
anteriores.
Los buenos resultados
de las privadas en 2005 no sólo fueron económicos, sino también de audiencia,
aunque, como todos sabemos, la acumulación de espectadores sirve principalmente
para el incremento de los ingresos.
Si bien ya en el
2004 TVE-1 había perdido el liderazgo de audiencia, que quedó en manos de Tele
5, que en el acumulado del año le sacó siete décimas de cuota de pantalla, el
2005 fue también Antena 3 TV quien adelantó a la primera cadena estatal, que
alcanzó su mínimo histórico y bajó por primera vez del 20%. Esta situación se
produjo seguramente tanto por aciertos de las privadas en conectar con su público,
cultivado durante años, como del desacierto de la nueva dirección de RTVE
encabezada por Carmen Caffarel en encontrar programas capaces de unir la
calidad (o al menos la falta de indignidad) con el interés para los
espectadores. La cadena estatal ha tenido aciertos cuando se ha propuesto
eliminar la manipulación informativa, aunque todavía haya que garantizarlo
mediante los organismos y textos correspondientes, o en la creación de
programas, especialmente en La 2, de carácter cultural, documental o creativos,
pero su política de ficha-jes para TVE-1 se quedó en el 2005, limitado por un
presupuesto asfixiante, en un quiero y no puedo que no obtuvo los resultados
apetecibles.
Sea como sea,
esos posicionamientos de audiencia no dejan de ser el resultado lógico de la
evolución de la televisión en España en los últimos 15 anos, desde la aparición
de las privadas. El descenso de audiencia de TVE-1 ha sido permanente desde
1991, pasando del 43% de cuota de pantalla al 19,6% de 2005, mientras que el
conjunto de las privadas, incluida Canal+ subió, lenta pero inexorablemente,
del 26,9 al 45,5%. Las autonómicas pasaron del 15,5 al 17,6. Era de suponer
que, dada esta evolución, llegaría un momento que las audiencias de los
distintos canales confluyeran en un apretado segmento de "share" en
el que unas pocos puntos separarían la primera de la última, Eso llegó por fin
en el 2005, en el que tan sólo 4'7 puntos distanciaron a Tele 5 de la FORTA.
El 3 de marzo del
2005, apúntenlo en el calendario de su memoria, la cadena británica Channel 4
eligió Los Simpson como la mejor
serie de dibujos animados de la historia. Por si fuera poco, el impresentable
padre de familia de la serie fue votado el 22 de octubre por los lectores de la
revista Men's Health, como uno de los 10 hombres más importantes y atractivos
de la década. Ya quisiera yo disponer por un rato de su gancho sexual.
En 2005, Antena
3 TV había emitido ya 11 veces cada una de las 15 temporadas de la acida e
incorrecta telecomedia, y la audiencia no había variado prácticamente de la
primera a la última. Todo un récord. ¿Cuál es la razón de esta pervivencia?
Desde luego unos guiones de una precisión casi milimétrica, de un ingenio
destacable y de una mala leche digna de aplauso. Pero siendo esto importante,
la lección más inmediata del éxito de la producción estadounidense, que igual
disfrutan, aunque por distintas causas, niños que adultos, es que otra
televisión es posible. Una televisión que, efectivamente, llegue a toda la
familia, pero no por el sistema tan utilizado por telecomedias y programas de
rebajar sus inquietudes morales, culturales, estéticas e intelectuales al nivel
más bajo posible, sino por el más inteligente de ofrecer lecturas distintas
según el publicó diferente que la ve. El niño se identificará por las
barbaridades de Bart o el contra-padre que es Homer, pero el adulto descubrirá
detrás de las carcajadas de las impecables réplicas el retrato crítico y descarado
de una sociedad inútil, alienada, egoísta y embrutecida.
Y si podemos
hablar de buenos programas ¿por qué vamos a hablar de los malos? No hay mayor
desprecio que no hacer aprecio, me enseñaba mi madre cuando yo era niño, y creo
que era una táctica acertada, igual que la de que el silencio no promociona lo
que no merece ser visto.
La 2 de TVE ha
seguido en el 2005 dominando, más incluso que en años interiores, la televisión
documental y cultural. Ahí están, para probarlo, la continuación de la emisión
de La Noche Temática y Documentos TV, o, más recientemente, Crónicas o En Portada. Ahí está también ese magnífico informativo cultural que
es Miradas 2, un prodigio de
realización directa, de reportajes breves y enjundiosos, que cada día muestra
una concepción amplia y sin exclusiones, sin esnobismos ni elitismos, del mundo
cultural y artístico. O Estravagario,
o los siempre interesantes reportajes de investigación de Línea 900 o la inacabable aventura Al filo de lo Imposible.
Se me dirá que
tengo pasión por lo minoritario, y es verdad, a qué negarlo, pero es que en
este mundo masificado y alienado en el que vivimos, especialmente en la
televisión, menos de tres millones de personas parece una cifra despreciable de
ciudadanos. Y eso es una barbaridad. Los 500.000 espectadores, o 700.000 o un
millón y medio que pueden ver algunos de estos programas, o los algo menos que
siguen las emisiones de las autonómicas, son de verdad mucha humanidad junta,
que merece respeto y una televisión según sus gustos.
Dejando el humor
aparte, Tele 5 emitió el 31 de mayo de 2005 un emocionado recuerdo de las
víctimas del accidente del Yak 42 en Turquía que se reveló como uno de los
mejores trabajos documentales para televisión elaborados en España en mucho
tiempo. Tania Estevez, debutante en la dirección con 26 años y su guionista, el
también jovencísimo Antonio Pinedo, dieron ese día una lección de cómo se puede
hacer un trabajo sensible, riguroso y re ¡vindicativo al mismo tiempo,
esclarecedor de la realidad, y no enmascarador de la vida, ni creador de una
falsa realidad paralela en la que viven los ídolos televisivos y en la que
parece que nos quieren hacer vivir a todos.
Llegado a este
punto final, debería referirme a algún programa de las televisiones autonómicas,
pero el antiguamente llamado centralismo, incluso en este estado de las
autonomías, hace que lo que emiten estas cadenas no esté al alcance del
espectador madrileño. Podría, qué duda cabe, apuntarme al satélite, donde se
pueden ver las autonómicas junto a otros mil canales de las más variedades
temáticas y especialidades, algunas de ellas interesantes, pero me temo que el
día tiene 24 horas y entre trabajar y vivir no me queda tiempo libre para
navegar por ese proceloso y adictivo mar de las mil y unas televisiones. Me
excuso por ello, pero como de bien nacidos es ser agradecido, y siempre se debe
mostrar respeto y admiración por los pioneros, quede aquí constancia de mi
particular homenaje al 25 aniversario de la televisión local de Cardedeu, que
el 8 de junio de 1980 rompió, antes que Euskal Telebísta o TV-3, el monopolio
televisivo en el que TVE había vivido sus 24 primeros años de existencia,
abriendo una era de multiplicación de la oferta que en 2005 llegó a un punto
crucial.
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