domingo, 20 de octubre de 2013

Historias de la tele de cuando la tele era una. Epílogo en 2005 (21 y último)







Estas historias de la tele que he venido colgando aquí desde hace 21 domingos terminaron de manera abrupta en 1985, cuando quebró Ediciones del Prado, que las venía editando en una colección de fascículos. Así la historia quedó trunca, pues estaba previsto continuar hasta el nacimiento de las teles privadas en 1990.

Era un momento decisivo en la historia de la tele en España, pues ese último año fue el de la desaparición de un modelo televisivo y el del inicio de otro. De la tele una se pasó a las teles muchas. Precisamente en 2006, cuando ese nuevo modelo daba paso a un tercero, aún con más cadenas a raíz de la puesta en marcha de la Televisión Digital Terrestre, la Academia de la Televisión (que sin ningún pudor y en clara aspiración hollywoodiense se llama oficialmente Academia de las Ciencias y las Artes Televisivas) me propuso que escribiera una especie de análisis del anterior año televisivo para publicar en “Carta de Ajuste”, la revista mensual que publicaban y que no sé si con los recortes seguirán publicando.

Lo cuelgo hoy aquí porque creo que bien pudiera servir de epílogo a lo publicado, como elemento comparativo de cómo le fue a la tele con la llegada de las privadas. No sé cómo les sentaría a los señores académicos, especialmente a lo más directos representantes de la industria, mi diatriba, que releída ahora me sigue pareciendo más diatriba que entonces. En cualquier caso para entonces ya llevaba unos cuantos años escribiendo sobre televisión y ya estaban acostumbrados a que repitiera los mismos conceptos en cada rueda de prensa a la que asistí.




Una de las cosas buenas de ser periodista televisivo, que no crítico, es que acudes a muchas ruedas de prensa. No es que las ruedas de prensa constituyan en sí mismas un hecho memorable, pero en ellas te cuentan los programas que van a estrenar el día siguiente y uno sale sabiendo la mayoría de las veces qué es lo que ya no tiene que ver. Tampoco quiero ser excesivamente negativo, así que he de confesar que en algunas ocasiones, no suficientes, todo hay que decirlo, lo que te presentan aparece como algo con la intensidad, la verdad o la inteligencia suficientes como para hacerte desear no perderte por lo menos los primeros minutos del estreno.

Podría hacer un resumen televisivo de 2005 desde esa perspectiva. Contar lo que ocurrió en las numerosas presentaciones a las que acudí, explicar la conclusión que saqué sobre este o aquel programa --éxito o fracaso a los que yo seguramente vaticine justo lo contrario en su momento-, o incluso hacer un ranking de la calidad de los cócteles que sirve cada cadena y de los cohechos con los que de vez en cuando nos socorren; porque una cosa he comprobado en mis largos años de cronista televisivo: a mayor éxito de la cadena agasajadora, mayor dispendio a la hora de pagar el ágape con el que te quitan el apetito, impidiéndote comer luego normalmente: sentado en una mesa con mantel, como los humanos, con platos y cubiertos.

Pero ese punto de vista me parecería una frivolidad, a la que, no obstante, me entregaría con gusto dada mi afición al cotilleo y la maledicencia, si no fuera porque 2005 ha sido un año de esos que, con el transcurso del tiempo se dice que marcaron la historia, aunque sea la pequeña historia de la televisión en España. Dos hechos avalan esta afirmación tan categórica y rimbombante: parece que al fin se va a abordar de raíz la angustiosa situación de RTVE e intentar curar algunos de sus males endémicos, al margen de lo que se pueda opinar de los métodos que se están utilizando o los fines que se quieren conseguir; por otro lado, la puesta en marcha de la Televisión Digital Terrestre, la famosa TDT, que casi tiene nombre de insecticida, esperemos que no lo sea, va a transformar radicalmente el mundo de la televisión en los próximo años. De 2005 se podrá decir que fue un año bisagra que dio pie a un antes y un después.

La reforma de la televisión pública estatal, que alguna vez deberá alcanzar también a las autonómicas, no es cuestión baladí. La televisión pública no debe ser una televisión más, y no sólo porque su carácter la obligue a retransmitir completas las bodas reales o la visita del último Papa, por ejemplo, sino porque en una sociedad como la actual, donde lo que faltan no son precisamente televisiones, ella debe mantener un punto de equilibrio social, cultural, político y estético frente esa filosofía del “todo por la audiencia”, que es el principal foco ideológico de las cadenas privadas. Una función que obliga mucho y que RTVE no ha venido cumpliendo en los últimos años, enfangada como ha estado en una deuda que en el 2005 alcanzó los 7.551 millones de euros (como sé que a muchos académicos y a mí mismo contar en euros nos reduce el dinero, diré que esa cifra se traduce en un billón 200.000 millones de pesetas aproximadamente), lo que ha condicionado desde su programación a su política publicitaria o laboral y constituye una losa prácticamente imposible de levantar. Además, ahí ha seguido hasta ahora, acosada desde siempre por los males de la utilización política, las deficiencias organizativas y las administraciones no siempre claras.

Sé que nadie va a pedir en el Parlamento responsabilidades políticas por esta situación, pero haberlas, haylas, y deberían dilucidarse, conocerlas la gente, y, si hubiera caso, depurarse. Ellos, los responsables político, decidieron, ya en el primer gobierno socialista de 1982, aceptar la sugerencia de Calviño de suprimir la subvención de que gozaba hasta entonces, con el argumento de que RTVE obtenía beneficios, y sin darse cuenta (gran perspicacia la suya) de que las privadas estaban a la vuelta de la esquina. Ellos decidieron dejarla caer en brazos de los bancos cuando en 1991 apareció el primer déficit; y ellos han sido quienes durante los 15 años siguientes han mantenido el sistema perverso del endeudamiento, pese a reconocer una vez tras otra que la situación era insostenible. Además, han sido los Gobiernos respectivos los que han mantenido la manipulación que criticaban en la oposición, y los partidos, unos y otros, pero especialmente los que han ocupado el poder, han convertido RTVE en un campo de batalla política, acudiendo al improperio, el insulto o la acusación exagerada en lugar de al razonamiento o el debate ponderado, lo que sólo ha servido para deteriorar cada vez más la imagen de la televisión estatal. Nadie se responsabilizará de todo ello, pero, al menos, alguien debería decir "lo siento".

En 2005 comenzaron a ponerse en práctica los planes de regeneración de RTVE que había prometido Zapatero. Muchos podíamos pensar que sus promesas se quedarían, como todas las que habían hecho anteriormente González y Aznar, en fuego de pajas, pero esta vez parece que iba en serio.

La aparición en febrero del informe de los llamados sabios y el comienzo en mayo del debate de la nueva ley, dos hechos íntimamente unidos, aunque sería interesante estudiar en detalle la distancia que hay entre la teoría y la práctica, la utopía y la realidad, pueden significar un cambio radical en la radiotelevisión estatal. La aparición en escena del ministro de Economía exigiendo un plan de saneamiento como condición para subvencionar en 2006 el déficit presupuestario ensombreció el paisaje esperanzador. Dada esa increíble deuda, el plan, que se presentó finalmente este mismo año, no podía hacerse sino desde el punto de vista economicista de sanear las cuentas y reducir drásticamente los gastos, como se ha hecho, aunque todo esto pertenezca ya, polémica incluida, a lo sucedido en el año en curso y se sale del margen de estas notas.

Si todo el proceso acaba en una RTVE fuerte, bien dotada, competitiva, con una programación de calidad aceptable, cuidadosa de su estética y sus contenidos, libre de manipulación y preparada para el futuro que se acerca a pasos agigantados, todas las polémicas serán por bien dadas. Si se cae finalmente en un ente minoritario o todavía viciado por los males anteriores, habremos hecho un pan como unas hostias.

Para los que pensamos que con las cadenas en abierto tenemos más que suficiente para llenar el tiempo que le dedicamos a la televisión, el futuro que se avecina amenaza con una auténtica sobredosis televisiva.

Noviembre de 2005 fue el disparadero de la avalancha de cadenas, El día 7 comenzaron las emisiones de Cuatro cogiendo el testigo de Canal+, el 25 se aprobó la concesión de La Sexta y el 30 comenzaron oficialmente las emisiones de la TDT, Los dos nuevos canales generalistas en abierto, a las que todavía se siguen sumando, y aún se sumarán, canales autonómicos en Baleares, Canarias, Castilla León o Extremadura, por ejemplo, competirán durante unos años por una tarta de audiencia que crece a menor velocidad que las televisiones que se crean, lo que obligará a un reparto de la audiencia cada vez mayor, del que 2005 ha sido un adelanto, como veremos. Pero la consolidación de la TDT y el apagón analógico, que el gobierno adelantó el año pasado al 2010, supondrá el surgimiento de una cantidad tal de nuevas emisoras que cualquiera poco prevenido podrá perderse en el bosque audiovisual y no encontrar el camino de salida.

Aparte de los canales de Televisión Digital Terrestre que ya han puesto en marcha las cadenas generalistas, no menos de 1.064 nuevas televisiones se crearán a través de las concesiones autonómicas, que vendrán a sumarse a las estatales, autonómicas y locales actualmente existentes. ¿Habrá al menos un espectador para cada una de ellas? Complicado será que el número de habitantes de España alcance para cubrir tantos canales, pero con la buena voluntad que anima a los pueblos peninsulares, seguro que hacemos un esfuerzo y lo conseguimos.

En cualquier caso, es previsible que una buena parte de estas emisoras vayan a parar a manos de grupos de comunicación y familiares, como actualmente sucede con muchas teles locales. Y si no, ahí están para probarlo, las 142 emisoras que Local Media TV tenía en 2005, las 95 que tenía Localia TV, las 67 de Popular TV o las 64 de Grupo Canal 47 TV. Sea como sea, las consecuencias económicas, de producción y programación o de audiencias provocadas por el desarrollo de la TDT será algo a lo que tendremos que irnos acostumbrando en los próximos años.

Quienes no deben tener queja de lo que la diosa Cuenta Corriente les deparó en 2005 son los accionistas de las televisiones privadas, que encontraron en los 12 meses que lo conformaron la bendición de la audiencia y la multiplicación de los dividendos, que no son panes y peces, pero ayudan a vivir, sobre todo cuando llenar cajas fuertes es la principal aspiración de la existencia.

Tele 5 cerró su año contable batiendo dos récord. El de ingresos publicitarios, que ascendieron a 870,95 millones de euros, un 18% más que el año anterior, y, sobre todo, el de beneficios, que es lo que se reparte, que crecieron un 35,5% con respecto a 2004 alcanzando los 290,33 millones de euros. Como contraste, el aumento de los costes operativos se quedó a la altura de la inflación, el 3,9%.

El beneficio de Antena 3 TV fue 207,5 millones de euros, lo que supone un incremento con respecto al 2004 del 101,7%. Los ingresos netos de la cadena fueron de 864.000 millones de euros, superando en un 24% a lo que habían obtenido en los 12 meses anteriores.

Los buenos resultados de las privadas en 2005 no sólo fueron económicos, sino también de audiencia, aunque, como todos sabemos, la acumulación de espectadores sirve principalmente para el incremento de los ingresos.

Si bien ya en el 2004 TVE-1 había perdido el liderazgo de audiencia, que quedó en manos de Tele 5, que en el acumulado del año le sacó siete décimas de cuota de pantalla, el 2005 fue también Antena 3 TV quien adelantó a la primera cadena estatal, que alcanzó su mínimo histórico y bajó por primera vez del 20%. Esta situación se produjo seguramente tanto por aciertos de las privadas en conectar con su público, cultivado durante años, como del desacierto de la nueva dirección de RTVE encabezada por Carmen Caffarel en encontrar programas capaces de unir la calidad (o al menos la falta de indignidad) con el interés para los espectadores. La cadena estatal ha tenido aciertos cuando se ha propuesto eliminar la manipulación informativa, aunque todavía haya que garantizarlo mediante los organismos y textos correspondientes, o en la creación de programas, especialmente en La 2, de carácter cultural, documental o creativos, pero su política de ficha-jes para TVE-1 se quedó en el 2005, limitado por un presupuesto asfixiante, en un quiero y no puedo que no obtuvo los resultados apetecibles.

Sea como sea, esos posicionamientos de audiencia no dejan de ser el resultado lógico de la evolución de la televisión en España en los últimos 15 anos, desde la aparición de las privadas. El descenso de audiencia de TVE-1 ha sido permanente desde 1991, pasando del 43% de cuota de pantalla al 19,6% de 2005, mientras que el conjunto de las privadas, incluida Canal+ subió, lenta pero inexorablemente, del 26,9 al 45,5%. Las autonómicas pasaron del 15,5 al 17,6. Era de suponer que, dada esta evolución, llegaría un momento que las audiencias de los distintos canales confluyeran en un apretado segmento de "share" en el que unas pocos puntos separarían la primera de la última, Eso llegó por fin en el 2005, en el que tan sólo 4'7 puntos distanciaron a Tele 5 de la FORTA.



El 3 de marzo del 2005, apúntenlo en el calendario de su memoria, la cadena británica Channel 4 eligió Los Simpson como la mejor serie de dibujos animados de la historia. Por si fuera poco, el impresentable padre de familia de la serie fue votado el 22 de octubre por los lectores de la revista Men's Health, como uno de los 10 hombres más importantes y atractivos de la década. Ya quisiera yo disponer por un rato de su gancho sexual.

En 2005, Antena 3 TV había emitido ya 11 veces cada una de las 15 temporadas de la acida e incorrecta telecomedia, y la audiencia no había variado prácticamente de la primera a la última. Todo un récord. ¿Cuál es la razón de esta pervivencia? Desde luego unos guiones de una precisión casi milimétrica, de un ingenio destacable y de una mala leche digna de aplauso. Pero siendo esto importante, la lección más inmediata del éxito de la producción estadounidense, que igual disfrutan, aunque por distintas causas, niños que adultos, es que otra televisión es posible. Una televisión que, efectivamente, llegue a toda la familia, pero no por el sistema tan utilizado por telecomedias y programas de rebajar sus inquietudes morales, culturales, estéticas e intelectuales al nivel más bajo posible, sino por el más inteligente de ofrecer lecturas distintas según el publicó diferente que la ve. El niño se identificará por las barbaridades de Bart o el contra-padre que es Homer, pero el adulto descubrirá detrás de las carcajadas de las impecables réplicas el retrato crítico y descarado de una sociedad inútil, alienada, egoísta y embrutecida.

Y si podemos hablar de buenos programas ¿por qué vamos a hablar de los malos? No hay mayor desprecio que no hacer aprecio, me enseñaba mi madre cuando yo era niño, y creo que era una táctica acertada, igual que la de que el silencio no promociona lo que no merece ser visto.

La 2 de TVE ha seguido en el 2005 dominando, más incluso que en años interiores, la televisión documental y cultural. Ahí están, para probarlo, la continuación de la emisión de La Noche Temática y Documentos TV, o, más recientemente, Crónicas o En Portada. Ahí está también ese magnífico informativo cultural que es Miradas 2, un prodigio de realización directa, de reportajes breves y enjundiosos, que cada día muestra una concepción amplia y sin exclusiones, sin esnobismos ni elitismos, del mundo cultural y artístico. O Estravagario, o los siempre interesantes reportajes de investigación de Línea 900 o la inacabable aventura Al filo de lo Imposible.

Se me dirá que tengo pasión por lo minoritario, y es verdad, a qué negarlo, pero es que en este mundo masificado y alienado en el que vivimos, especialmente en la televisión, menos de tres millones de personas parece una cifra despreciable de ciudadanos. Y eso es una barbaridad. Los 500.000 espectadores, o 700.000 o un millón y medio que pueden ver algunos de estos programas, o los algo menos que siguen las emisiones de las autonómicas, son de verdad mucha humanidad junta, que merece respeto y una televisión según sus gustos.

Pero no sólo de pocos públicos son los programas que en 2005 mostraron puntos de interés. Las vitriólicas aventuras de Siete vidas siguieron camino de su finalización y Camera Café, que Tele 5 estreno el 18 de noviembre, demostró que es posible mezclar el éxito y la inteligencia en pocos metros cuadrados de plato y un solo plano si se tiene la inteligencia de unos guiones que no repiten los chistes como si el espectador fuera tonto y hubiera que continuar las situaciones hasta que se dé cuenta de lo graciosas que son (momento en el que están agotados y gracia la de dormir) y la calidad de unos actores que no sobreactúan nunca. El buen hacer de Corbacho en el Homo Zapping de Antena 3 TV tuvo una efectividad parecida.

Dejando el humor aparte, Tele 5 emitió el 31 de mayo de 2005 un emocionado recuerdo de las víctimas del accidente del Yak 42 en Turquía que se reveló como uno de los mejores trabajos documentales para televisión elaborados en España en mucho tiempo. Tania Estevez, debutante en la dirección con 26 años y su guionista, el también jovencísimo Antonio Pinedo, dieron ese día una lección de cómo se puede hacer un trabajo sensible, riguroso y re ¡vindicativo al mismo tiempo, esclarecedor de la realidad, y no enmascarador de la vida, ni creador de una falsa realidad paralela en la que viven los ídolos televisivos y en la que parece que nos quieren hacer vivir a todos.

Llegado a este punto final, debería referirme a algún programa de las televisiones autonómicas, pero el antiguamente llamado centralismo, incluso en este estado de las autonomías, hace que lo que emiten estas cadenas no esté al alcance del espectador madrileño. Podría, qué duda cabe, apuntarme al satélite, donde se pueden ver las autonómicas junto a otros mil canales de las más variedades temáticas y especialidades, algunas de ellas interesantes, pero me temo que el día tiene 24 horas y entre trabajar y vivir no me queda tiempo libre para navegar por ese proceloso y adictivo mar de las mil y unas televisiones. Me excuso por ello, pero como de bien nacidos es ser agradecido, y siempre se debe mostrar respeto y admiración por los pioneros, quede aquí constancia de mi particular homenaje al 25 aniversario de la televisión local de Cardedeu, que el 8 de junio de 1980 rompió, antes que Euskal Telebísta o TV-3, el monopolio televisivo en el que TVE había vivido sus 24 primeros años de existencia, abriendo una era de multiplicación de la oferta que en 2005 llegó a un punto crucial.




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