miércoles, 31 de julio de 2013

Arquitectura y cine. Casa Vandamn: la casa que pudo construir Frank Lloyd Wright
Estudio arquitectónico y cinematográfico de una secuencia de “Con la muerte y los talones”

CLAUDIA GAVIÑO 






En esta vida hay muchas cosas que me dan envidia: algunas cabelleras tupidas, ciertas canciones, determinados tamaños, el ángel de la guarda o tener una casa en lo alto del monte Rushmore. Pero si hay algo que de verdad me deslumbra y a un tiempo me enrabieta es el talento. Me enrabieta que no sea el mío y me deslumbra descubrirlo, sobre todo en la gente que nos va a seguir en este palo de gallinero que es la vida; en los jóvenes.

En un principio me impuse como norma que en este blog iba a colgar sólo textos y cosas propias, pero no tiene sentido ser el dictador absoluto de un reino imaginario como es un blog y no tener la capacidad de cambiar tus propias reglas. Menuda mierda de dictador sería si tuviera que atenerme siempre a lo que reglé en el pasado; así que hoy cambio la legislatura interna y cuelgo aquí (no por el cuello precisamente) un texto ajeno que me sedujo cuando lo leí.

Pertenece a Claudia Gaviño, que dentro de un par de meses será arquitecta, y fue realizado para conseguir esas cosas que se llaman “créditos” y que no los dan los bancos, gracias a dios, sino los catedráticos. No voy a dar aquí cuentas al pregonero sobre las virtudes intelectuales de Claudia, que seguramente leerá esta introducción y tampoco se trata de ir dando coba a diestro y siniestro a estas jovencitas de hoy en día, que luego te miran con suficiencia recordándote que los potitos bledine y las gambas a la plancha crían personas más inteligentes que el queso de bola americano y la leche en polvo. Eso sí, me gustaría contar de qué va la cosa, porque el documento no lo he podido copiar aquí y va en pdf.

El tema para el famoso crédito era el cine y la arquitectura, y después de darle vueltas, Claudia decidió centrarse en una película que seguro que os apasiona tanto como a mí, “Con la muerte en los talones”, y más en concreto en una de sus secuencias más famosas y espectaculares, la de la impresionante casa sobre el monte de las caras presidenciales en la que vive Vandamn, el malo de la peli que interpreta, con su maestría habitual, James Mason. Ese mítico chalet colgado en las rocas --del que hasta hace poco tiempo había pensado, como tantos otros, que había sido construido por Frank Lloyd Wright-- que escala un galanísimo y ya maduro Cary Grant para salvar a la chica, la habitualmente desvaída Eva Marie Saint.

Cuando se lo pedí para leerlo pensé encontrar un análisis comparativo entre la casa de la película y la arquitectura de Lloyd Wright, lo que hubiera sido ya interesante y esclarecedor, pero leyéndolo --y viéndolo, pues cuenta con numerosas imágenes ilustrativas y planos-- descubrí muchas más cosas para calmar mi mono cinéfilo.

En el trabajo está, naturalmente, esa comparación arquitectónica, pero también, y sobre todo, un análisis estructural y cinematográfico de la secuencia, que incide especialmente en el papel estrictamente dramático que juegan la casa, las variaciones sobre el estilo de maestro, los materiales y los distintos elementos, trucajes y decorados utilizados por Hitchcock en el rodaje. Todo ello permite vislumbrar con claridad los mecanismos del cerebro del genio en pleno funcionamiento y la meticulosidad y estricta preparación de su trabajo. He encontrado en Internet algunos escritos sobre la casa Vandamn, que sin duda han sido utilizados por la autora en el trabajo, pero ninguno en el que se haga un análisis que convierta los datos en material inteligente, como es el caso.

Vayan aquí, para despertar el apetito lector, tres fotografías que se incluyen en el pdf y que pueden dar una idea de por dónde van las cosas.



Y ahora, como corresponde, la secuencia completa seguida por el enlace del pdf, que al abrirse en ventana distinta y permite ir comparando película y análisis.



Y como hoy me siento generoso, aquí va la secuencia inicial con los fabulosos títulos de crédito de Saul Bass que en sí mismos son un ejemplo de elegancia racionalista, como la casa, como la película y como el análisis.









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