Retrato de
Vallecas en 1984 a propósito de su batalla naval
La batalla naval de Vallecas, que es algo más que
una juerga pasada por agua, se viene celebrando oficialmente desde 1982 y
mañana volverá a repetirse. En 1984, cuando aún no hacía un año que había
regresado a Madrid desde Las Palmas estaba en ese momento de fuerza pujante que
supone siempre el nacimiento de las tradiciones, aproveché para realizar una
especie de retrato del barrio que se publicó en la sección de Madrid de EL
PAÍS. Hoy, 29 años después igual sería ocasión de volver y comprobar qué queda
de aquel ayer.
Al
norte limita con la carretera de Valencia; al sur, con el parque de Entrevías;
al este el cerro de la Vaca, y la M-30 al oeste. Tiene un Gayo y un Rayo, una
calle Principal y una plaza Vieja, una historia que lleva hasta el Cuaternario
y cientos de miles de emigrantes que en sucesivas oleadas se han ido
incorporando a una comunidad ciudadana compleja, contradictoria, difícil y al
mismo tiempo extravertida, amable y acogedora. Hay problemas de
infraestructura, cultura, sanidad, enseñanza y tantos otros. Edificios modernos
que se agrupan en colonias nuevas y reminiscentes chabolas, restos de un pasado
sudado día a día.
"¿Soy mano? Envido. ¿Quieres? No. Veo.
También. Tres a los pares. No, tampoco. Al punto, tres". Son las
primeras horas de la tarde. En la plaza Vieja, el centro del casco antiguo,
Pilar y Paloma juegan una partida de mus contra Miguel y Josema. Las conversaciones
del Bahón --una de las tabernas vallecanas con solera, que aún conserva su
viejo mostrador de estaño fundido de 1919-- toman ese tono entre apasionado y
apático del café de sobremesa: "No
ha variado mucho la gente que pasa por aquí", dice don Rafael, el
dueño, mientras sirve un carajillo. "Vienen
chavales nuevos y gente que lleva 40 años apareciendo por el local. Antes había
otro ambiente más tranquilo, aunque ahora tampoco hay mucho jaleo".
En
general, jóvenes y mayores reconocen que la delincuencia o el consumo de drogas
son un problema, pero están en desacuerdo con ese extraño mito que hace de
Vallecas casi una ciudad sin ley. Fernando tiene 24 años. Nacido en Chamberí,
se trasladó a Vallecas cuando tenía 17, y sabe que el enfrentamiento generacional
es importante, aunque no tanto como se dice: "Los viejos y los jóvenes, en Vallecas como en cualquier otro sitio, son
dos cosas muy distintas. Entre los que le dieron al barrio fama de rojo y los
jóvenes de hoy, que en muchos casos son sus hijos, hay una distancia enorme.
Ahora se vive una realidad distinta y se reacciona de otra forma. Hay muchos
chavales de 15 o 16 años que están en la calle, que se drogan y viven de eso,
cuyos padres lucharon en fas asociaciones de vecinos".
Un
barrio con un fracaso escolar --que realmente no puede llamarse así cuando se
alcanzan esas cifras-- del 40% en EGB, del 60% en BUP y del 85% en formación
profesional, tiene que tener jóvenes conflictivos y no precisamente por la
lucha generacional. La falta de cultura, la insuficiencia de una
infraestructura escolar que hace aguas por todas partes, el paro y la lucha por
la supervivencia han conducido a los jóvenes a pasar de todo y a enfrentarse a
un futuro incierto y poco seguro.
Fernando,
que además de ser objetor de conciencia se dedica a trabajar con niños en el
Centro Cívico Escultor Alberto, dependiente del ayuntamiento, advierte el
nacimiento de actitudes que casan poco con la realidad del barrio: "Está aumentando el número de fachas, y no
tanto porque se organicen, sino por la actitud que toman. Un poco por llevar la
contraria y un poco porque les da vergüenza su origen, declararse de Vallecas".
Paloma,
vallecana de pro, rondando la treintena, reconoce también que las cosas han
cambiado desde que participaba en clubes juveniles donde se hacía labor so cial
o política de oposición: "Ahora los
chavales jóvenes se dedican a la calle. Hay una edad en que hay que ser héroes,
y de la misma manera que nosotros cumplíamos poniendo pancartas o participando
en manifestaciones, ahora ese heroísmo se vive de otra manera. Es más fácil ir
en pandilla, estar en el bar o la bodega, hacerse la calle, aunque sea
peligrosamente pasando costo o dando un tirón. El asociacionismo juvenil ha
bajado mucho en Vallecas, pero lo mismo sucede en todas partes".
Las
asociaciones juveniles han cubierto una parte importante de la historia
reciente de Vallecas. En ellas se fueron reuniendo los hijos de los emigrantes
que había ido llegando a lo largo de los años cincuenta y sesenta, cuando el
construir una chabola en una noche era no sólo un desafío al tiempo, sino la
única posibilidad de tener un techo para dormir. Nacieron de las parroquias
regidas por curas jóvenes de barrios como Sandi, Palomeras, el Pozo --donde el
padre Llanos había comenzado su labor años antes--, Entrevías o Portazgo. Allí,
muchas veces en un piso abierto a todo el mundo, en un barracón o en una casa
baja, se juntaban los jóvenes para discutir los problemas laborales que vivían
como aprendices de cualquier oficio. "Me acuerdo", cuenta Luis, que
llegó a Vallecas a los 10 años procedente de Extremadura y hoy es el cantante
más representativo del barrio, "del
papel que jugó Julio Pinillos, junto a otros curas, en las misas que
organizaban los domingos a la una de la tarde en la colonia Sandi. Allí se
leían las noticias laborales de la Prensa, se enfocaba la realidad desde un
punto de vista distinto, se discutía bajo un prisma sociocultural lo que pasaba".
En
los clubes de jóvenes y en las asociaciones de vecinos trabajaron los partidos
políticos y las organizaciones sindicales, que en Vallecas tenían completo el
catálogo de siglas. Desde las Juventudes Obreras Católicas (JOC) hasta el PCE,
desde la Unión Sindical Obrera (USO) a Comisiones Obreras, desde el Partido de
los Trabajadores (PTE) a la OPI (oposición interna al PCE). Militantes de
izquierda cristiana, de izquierda marxista, de extrema izquierda, que lucharon
contra el plan parcial o se solidarizaron con huelgas y despedidos. También en
los clubes se despertaron las inquietudes culturales de tantos jóvenes, se
organizaron charlas, recitales, representaciones teatrales y proyecciones
cinematográficas. Se intentó suplir las deficiencias de una población que
crecía a pasos agigantados en las peores condiciones. Crecimiento que ha
convertido a Vallecas en una inmensa amalgama de orígenes y destinos, que ha
transformado en un conglomerado de colonias y barrios el viejo núcleo del
Vallecas tradicional, que algunos siguen reivindicando como el único y
verdadero.
"Vallecas siempre será el Puente, desde el
metro hasta un poco antes del campo del Rayo", dice don José Luis,
que, rondando los 60 años, sigue llevando una de las dos freidurías de
gallinejas que quedan en Vallecas, otro negocio a punto de extinguirse. "Y no porque no gusten", aclara doña
María, su mujer, "sino porque ya son
muy caras". Las gallinejas, que han sido siempre la comida del pobre,
se han puesto tan caras como las chuletas. Hace 20 años se comía una gallineja
por 30 céntimos, y ahora cuesta 75 pesetas. Su marido confirma que todo está
más caro, desde las contribuciones al carbón, y ve en ello un síntoma de la
transformación del barrio: "El
Vallecas de antes se murió, ha desaparecido totalmente". Pero también
se ha creado un nuevo Vallecas, en el que conviven generaciones distintas,
profesiones dispares e intereses contrapuestos.
Colmenas
dormitorio y restos de barrios de chabolas o casas bajas, comercios familiares
y almacenes modernos, tascas entrañables donde se sirve el vermú con grifo
antiguo y cafeterías de café y tostada. Viejos que todavía guardan en la cara
el recuerdo de los surcos de Extremadura, Andalucía o Castilla y jóvenes que
salen en tromba del autobús para entrar en el metro y dirigirse, los domingos a
las cinco de la tarde, a bailar a las discotecas de la calle de Orense, bien
lejos de los límites fronterizos del barrio. Apasionados del Rayo Vallecano y
rockeros de cuero y cadenas. Parados, drogotas, jubilados, tenderos, empleados
de banca o mecánicos. Los Chunguitos, que hacen en sus rumbas modernas un
retrato vivido, aunque quizá inconsciente, de las chabolas gitanas que, como
aviso para navegantes, miran, desde la cercanía del puente de los Tres Ojos, el
embudo de la M-30.
Es
Vallecas, una ciudad dentro de otra, 400.000 personas formando parte de cuatro
millones. Un barrio que, pese a todos los cambios, sigue diciendo en la
manifestación anti-OTAN que "si
España entra en la OTAN, Vallecas se va de España".
Como
todo pueblo que se precie, el vallecano se remonta en la historia a la noche de
los tiempos. Restos de vida humana del Cuaternario se han encontrado en el
cerro Almodóvar, junto a lo que ahora es el pueblo de Vallecas, frente a la
colonia de Santa Eugenia, y por allí dejaron también su huella celtíberos, visigodos
y árabes, uno de los cuales, un noble apellidado Kas, dio su primer y remoto
nombre al barrio cuando comenzó a llamársele Valle del Kas.
En
1370, durante el reinado de Enrique II, el límite de Madrid se estableció en el
arroyo del Abroñigal, hoy Puente de Vallecas, y desde entonces todo ha sido
crecer. Dedicada a tahona de la capital, tal condición quedó fijada por Lope de
Vega en su Villana de Vallecas, a
cuya protagonista otorgó tan noble oficio, aunque panaderos y panaderas fueran
descendiendo, paulatinamente, entre su población.
En
los últimos años del siglo XIX comenzó a ser Vallecas el lugar de asentamiento
de oleadas de emigrantes que acudían a trabajar en industrias y servicios de
Madrid, y aunque en 1900 no pasara de ser un pueblo unido a la ciudad por la
carretera de Valencia, con una población de 10.141 habitantes, el crecimiento
habría de ser vertiginoso hasta alcanzar los casi 400.000 de hoy.
Con
la inauguración de la primera línea del metro, que hizo Alfonso XIII en 1919
para unir el Puente con el centro, las distancias se acortaron y el crecimiento
se incrementó. El final de la guerra convirtió Madrid en una ciudad necesitada
de nuevas zonas de expansión, y Vallecas apareció como el sitio ideal. Los
emigrantes se amontonaron en chabolas, construidas a toda velocidad en noches
de desasosiego a la espera del guardia municipal, que no debía presentarse
antes de haber puesto el techo. En 1950 tenía 56.532 habitantes, y en 1970
alcanzo ya los 222.602, convirtiéndose en la zona de mayor recepción de
emigrantes de Madrid: el 25% del total.
Conflictivos
planes parciales y de ordenación urbana movieron la oposición de los
vallecanos, que luchan contra ellos en los setenta, convirtiéndose en un barrio
puntero en las luchas sociales y el asociacionismo ciudadano. Hoy todavía no ha
desaparecido totalmente el chabolismo, y los problemas urbanos son acuciantes. Los
ayuntamientos democráticos han ido solucionando algunas cosas, aunque el ritmo
siga siendo demasiado lento, en opinión de los vecinos.
Aunque
el lunes, día 16, todavía haya misa, procesión, baile y fuegos artificiales,
las jornadas festivas del Carmen en Vallecas alcanzan su día grande y despedida
hoy, domingo. A las nueve de la noche, cuando el calor del sol haya dejado de
ser bochornoso, en la plaza Vieja, la Orquesta Versalles hará las delicias de
jóvenes y veteranos calentando el cuerpo para la actuación marchosa de la noche,
que tendrá lugar en la calle del Payaso Fofo, junto al estadio del Rayo
Vallecano. Allí, la Orquesta Mondragón, con Javier Gurruchaga al frente, dará
un concierto rockero que se anuncia multitudinario, dado el carácter gratuito
del acontecimiento y la afluencia de público que han tenido los actos del resto
de la semana.
Antes,
a las 18.30 horas, la plaza Vieja, el bulevar y la avenida de la Albufera serán
escenario del más insólito de los actos festivos: la batalla naval, que se
proclama como "defensa en barco y
lancha de la marítima reivindicación del puerto de mar para Vallecas".
El año pasado se inauguró el puerto, y éste año, ante los ataques
indiscriminados de calores, invasores y burócratas, Vallecas se defenderá
enérgicamente a manguera partida.
Programa de actividades
domingo 14 de julio 2013 14h. Paella en la Plaza Vieja (Pz. de Puerto Rubio).
Imprescindible adquirir previamente bono paella de 6€ (incluye paella, pan y bebida).
domingo 14 de julio 2013 14h. Paella en la Plaza Vieja (Pz. de Puerto Rubio).
Imprescindible adquirir previamente bono paella de 6€ (incluye paella, pan y bebida).
16h30. Batalla Naval. Lectura del pregón a cargo del presidente de honor en el Bulevar (c/Peña Gorbea) y a continuación salida de charangas, carrozas, mariner@s, cofrades y vecin@s hacia la "Zona Húmeda". El recorrido será: c/ Puerto Alto, c/ Martínez de la Riva, c/Monte Perdido, c/ Arroyo del Olivar y final en c/ Payaso Fofó.
19h-21h Conciertos y Raves (calle Payaso Fofó) Para dar continuidad a la Batalla Naval una vez que el agua de los camiones cistrna haya desaparecido contamos con dos eventos musicales en el mismo escenario de la batalla.
● Una Rave organizada por el colectivo EL HANGAR y otra por el Club Los Amigos (CLA).
● Tres conciertos organizados por los locales de ensayo JACKS ON THE ROCKS. Actuarán ESTURIÓN, EL SOMBRERO DEL ABUELO Y PAÑA RADISTATION.
● Tres conciertos organizados por los locales de ensayo JACKS ON THE ROCKS. Actuarán ESTURIÓN, EL SOMBRERO DEL ABUELO Y PAÑA RADISTATION.
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