lunes, 22 de julio de 2013

Luis Eduardo Aute en Canarias (1983)








Once años tardó Luis Eduardo Aute en subirse a un escenario desde que en 1967 publicó su primer single con aquel “Aleluya” que, según parece, fue contestado por McCartney en “Let it be” hasta que realizó su primera actuación pública en 1978 acompañado, por cierto, por Joss Martin. Podría ser timidez, repulsa por la vanidad del éxito o miedo a enfrentarse con el publico anónimo cara a cara, pero el hecho es que hasta finales de los setenta no había forma de que cantara en directo ni habiendo aceptado previamente que le anunciaran. Así sucedió, por ejemplo, en el recital de presentación del grupo “Canción del Pueblo” en 1967, cuando Aute era a el nombre más conocido de los que aparecían en el cartel.

Sea como sea, no asistí a aquellas primeras actuaciones de Aute, celebradas básicamente en actos solidarios y pequeños locales, pues me encontraba fuera de Madrid. Le vi ya en Canarias, acompañado por Luis Mendo, viejo compañero de estudios, fotógrafo en las primeras entrevistas que realicé y cómplice en unas cuantas aventuras musicales. Fue con motivo de un recital contra la OTAN que tuvo lugar en Las Palmas, a donde volvió un año después para ofrecer una actuación completa, apoyado ya por el grupo Suburbano. Estaba en el momento de su despegue popular, recién publicado su doble álbum “Entre amigos”, con el que se había instalado en las listas de éxito. Más o menos lo dejé reflejado en el artículo que se publico en EL DIARIO DE LAS PALMAS.






DIARIO DE LAS PALMAS. 5 JULIO 1983

El inevitable coste de la insularidad, del que tantas veces se habla, conlleva inevitablemente el alejamiento físico de los circuitos peninsulares de distribución de la canción, por lo que cantantes, grupos y corrientes musicales que actúan con absoluta normalidad y regularidad en el resto de España, adquieren aquí un carácter novedoso y extraordinario, que, si bien nos permite una permanente expectativa que hace gozar al máximo de cada recital que se ofrece, impide vivir con normalidad la obra y la evolución de cada artista, especialmente de aquellos que se mantienen alejados de los canales comerciales y de los espectaculares lanzamientos publicitarios. No obstante, hay casos en que la barrera de la popularidad rompe los impedimentos que pone una escasa difusión de los medios, y cantantes que se mantienen dentro de los más estrictos criterios de calidad y creatividad adquieren un nivel de popularidad similar al de las grandes figuras comerciales. Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Víctor Manuel, Joan Manuel Serrat o Luis Eduardo Aute son, en mayor o menor medida, algunos de ellos.

En cuanto se refiere a Luis Eduardo Aute, hemos podido comprobarlo en sus recientes recitales en el Teatro Pérez Caldos y también en Telde, Vecindario y Tenerife. Sin otra publicidad que carteles en las paredes y una escasa información de los medios de comunicación, las dos sesiones se llenaron totalmente, dejando cientos de personas en la calle sin poder entrar por falta de butacas. Era la primera vez que Luis Eduardo actuaba en Las Palmas en un recital completo; las anteriores veces había sido formando parte de un concierto solidario contra la OTAN y en el programa «Punto de Encuentro» de TVE-C, junto a Juan Carlos Senante, que dirigía el programa, y Pepa Flores. Había pues una justificada expectativa por escuchar en directo a uno de los cantautores más importantes del país, que venía acompañado, además, por el grupo «Suburbano», una de las formaciones más atractivas, valiosas y originales de la actual música popular española actual. La expectativa se cumplió.

Aunque hubo algunos problemas de puntualidad, ocasionados por retrasos en la toma de los aviones, y de sonido, los recitales dieron de sí lo que era de esperar. A lo largo de dos horas de actuación, Luis Eduardo Aute fue dando suelta a sus fantasmas particulares, que tanto coinciden a veces con los nuestros, a sus ensoñaciones y a sus preocupaciones. Nos contó historias, nos desveló misterios y nos sumergió en otros distintos, nos abrió esperanzas y nos dejó ser testigos de su mundo personal y creativo.

En los recitales se reprodujo básicamente el recital contenido en su último disco, «Entre Amigos» (Movieplay, 1983), aunque sin los invitados que participan en éste (Tedy Bautista, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez y Serrat) y con algunos cambios que mejoran aquel repertorio. Se ha eliminado uno de los temas antiguos, que se incluían en el disco, «Rojo sobre negro», y se incluye acertadamente esa hermosa llamada a la huida hacia los mares del sur que es «Vailima». En cualquier caso, el recital resultó sugerente y expresivo de una obra artística de clara belleza y contundente coherencia.

Hay en la forma de hacer de Aute unas constantes que explican ese «Entre amigos» que titula su último disco. Tanto escuchándole en la soledad de un cuarto silencioso como en medio del clamor de miles de espectadores, Aute parece cantar siempre en un «tú a tú» de intimidad. Y es algo más que ese aspecto de timidez que rodea al cantante, tanto en el escenario como fuera de él (por mucho que a veces se trate de una «provocadora» timidez), es la propia utilización de un lenguaje cotidiano y claro en una dimensión de inmediatez que se utiliza en las conversaciones amistosas. Incluso cuando Aute nos da sus canciones más acidas, más complejas, --las incluidas en el álbum «Sarcófago» (Ariola, 1976) y algunos temas de «Albanta» (Ariola, 1978) o «De par en par» (Ariola, 1979), su distanciamiento no es un «despegue» de la realidad, sino una «prolongación» de la realidad. Y cuando nos invita, más literario que nunca, a esa aventura de los sueños perdidos que es «Vailima», nos plantea una huida literaria, que se instala en nuestro recuerdo y nos hacy viajar por las claves culturales que nos ofrece, resultando así, también, una escapada de lo real, de lo cotidiano.

A la derecha, Bernardo Fuster (percusión)
Naturalmente que la obra de Luis Eduardo Aute no es monocorde y única, por el contrario, sus once discos nos ofrecen una variedad de temáticas, de formas musicales y de estilo que configuran toda una trayectoria de lógica evolución, pero por encima de ello se mantienen unas constantes permanentes, entre las que destaca el contraste entre ese tratamiento de lo cotidiano (en su más compleja y variada acepción) y el lenguaje poético utilizado.

El lenguaje literario de Luis Eduardo Aute es aparentemente sencillo, con un exacto sentido narrativo y sin ignorar una eficaz utilización de la imagen. Es difícil decir si ese complemento entre narración e imagen, que constituye la base de unas canciones en las que destaca su plasticidad evocativa, viene de su complementaria dedicación a la poesía, el cine y a la pintura, pero apunta una línea de visión del complejo mundo expresivo del autor. Musicalmente, las canciones de Aute discurren por caminos más sencillos que su obra pictórica, por ejemplo, aunque no menos interesantes. Son composiciones de estructura limpia y nítida que, simplificando al máximo, se mueven en un terreno que tendría, entre otros ocupantes, a Jacques Brel, Bob Dylan o Leonard Cohen.

Luis Mendo
Es clara la interdependencia que se da entre Aute y los arreglistas con los que ha trabajado en las diversas etapas de su carrera. Primero con el argentino Carlos Montero, con el que colaboró entre 1969 y 1975 (colaboración que dio como fruto esa obra maestra que es “24 canciones breves”), luego con el canario Teddy Bautista y ahora con Luis Mendo y el grupo Suburbano. Parecería que las composiciones de Aute van acercándose al calor de la versión final que les dará el arreglista hasta crear una perfecta unión entre texto, música y arreglo. Con Luis Mendo las cosas empezaron sobre el escenario, pues durante mucho tiempo fue el guitarrista que acompañaba a Aute en los recitales desde que decidió actuar en directo, una continuidad de trabajo que sin duda ha marcado los magníficos arreglos que hemos escuchado en la reciente gira del cantante por Canarias.

Andreas Prittwitz
Luis Mendo es un músico inspirado y creativo que ha sabido conseguir una sólida técnica y que posee, esencialmente, una exquisita sensibilidad para captar ambientes, sean los de los múltiples cantantes a los que ha acompañado o los de su propio trabajo con el grupo Suburbano. En este caso se trata de asimilarse a las canciones de Luis Eduardo Aute, y lo hace con justeza y exactitud. Son los suyos arreglos medidos y sencillos, en los que los diversos instrumentos van creando el ambiente que las canciones precisan: intimista, fuerte o extrovertido. El grupo Suburbano hace gala de sus magníficas posibilidades, sin que en ningún momento parezca que quieren ocupar el lugar del cantante, pero sin hacer olvidar que sobre el escenario hay unos músicos creativos y personales. Todo ello da como resultado que el espectáculo que tuvimos en el Pérez Caldos y en otros lugares de las islas nos haya ofrecido la presencia de un Luis Eduardo Aute que se encuentra, quizás, en el mejor momento de su carrera, en plena madurez.






No hay comentarios:

Publicar un comentario