Luis Eduardo Aute en Canarias (1983)
Once años tardó Luis Eduardo Aute en
subirse a un escenario desde que en 1967 publicó su primer single con aquel “Aleluya”
que, según parece, fue contestado por McCartney en “Let it be” hasta que
realizó su primera actuación pública en 1978 acompañado, por cierto, por Joss
Martin. Podría ser timidez, repulsa por la vanidad del éxito o miedo a
enfrentarse con el publico anónimo cara a cara, pero el hecho es que hasta
finales de los setenta no había forma de que cantara en directo ni habiendo
aceptado previamente que le anunciaran. Así sucedió, por ejemplo, en el recital de presentación del grupo “Canción del Pueblo” en 1967, cuando Aute era a el nombre más conocido de los
que aparecían en el cartel.
Sea como sea, no asistí a aquellas
primeras actuaciones de Aute, celebradas básicamente en actos solidarios y
pequeños locales, pues me encontraba fuera de Madrid. Le vi ya en Canarias,
acompañado por Luis Mendo, viejo compañero de estudios, fotógrafo en las primeras
entrevistas que realicé y cómplice en unas cuantas aventuras musicales. Fue con
motivo de un recital contra la OTAN que tuvo lugar en Las Palmas, a donde
volvió un año después para ofrecer una actuación completa, apoyado ya por el
grupo Suburbano. Estaba en el momento de su despegue popular, recién publicado
su doble álbum “Entre amigos”, con el que se había instalado en las listas de
éxito. Más o menos lo dejé reflejado en el artículo que se publico en EL DIARIO
DE LAS PALMAS.
DIARIO DE LAS PALMAS. 5 JULIO 1983
El inevitable
coste de la insularidad, del que tantas veces se habla, conlleva
inevitablemente el alejamiento físico de los circuitos peninsulares de
distribución de la canción, por lo que cantantes, grupos y corrientes musicales
que actúan con absoluta normalidad y regularidad en el resto de España,
adquieren aquí un carácter novedoso y extraordinario, que, si bien nos permite
una permanente expectativa que hace gozar al máximo de cada recital que se
ofrece, impide vivir con normalidad la obra y la evolución de cada artista,
especialmente de aquellos que se mantienen alejados de los canales comerciales
y de los espectaculares lanzamientos publicitarios. No obstante, hay casos en
que la barrera de la popularidad rompe los impedimentos que pone una escasa
difusión de los medios, y cantantes que se mantienen dentro de los más
estrictos criterios de calidad y creatividad adquieren un nivel de popularidad
similar al de las grandes figuras comerciales. Pablo Milanés, Silvio Rodríguez,
Víctor Manuel, Joan Manuel Serrat o Luis Eduardo Aute son, en mayor o menor
medida, algunos de ellos.
En cuanto se
refiere a Luis Eduardo Aute, hemos podido comprobarlo en sus recientes
recitales en el Teatro Pérez Caldos y también en Telde, Vecindario y Tenerife.
Sin otra publicidad que carteles en las paredes y una escasa información de los
medios de comunicación, las dos sesiones se llenaron totalmente, dejando
cientos de personas en la calle sin poder entrar por falta de butacas. Era la
primera vez que Luis Eduardo actuaba en Las Palmas en un recital completo; las
anteriores veces había sido formando parte de un concierto solidario contra la
OTAN y en el programa «Punto de Encuentro»
de TVE-C, junto a Juan Carlos Senante, que dirigía el programa, y Pepa Flores.
Había pues una justificada expectativa por escuchar en directo a uno de los
cantautores más importantes del país, que venía acompañado, además, por el
grupo «Suburbano», una de las formaciones más atractivas, valiosas y originales
de la actual música popular española actual. La expectativa se cumplió.
Aunque hubo
algunos problemas de puntualidad, ocasionados por retrasos en la toma de los
aviones, y de sonido, los recitales dieron de sí lo que era de esperar. A lo
largo de dos horas de actuación, Luis Eduardo Aute fue dando suelta a sus
fantasmas particulares, que tanto coinciden a veces con los nuestros, a sus
ensoñaciones y a sus preocupaciones. Nos contó historias, nos desveló misterios
y nos sumergió en otros distintos, nos abrió esperanzas y nos dejó ser testigos
de su mundo personal y creativo.
En los recitales
se reprodujo básicamente el recital contenido en su último disco, «Entre
Amigos» (Movieplay, 1983), aunque sin los invitados que participan en éste
(Tedy Bautista, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez y Serrat) y con algunos cambios
que mejoran aquel repertorio. Se ha eliminado uno de los temas antiguos, que se
incluían en el disco, «Rojo sobre negro»,
y se incluye acertadamente esa hermosa llamada a la huida hacia los mares del
sur que es «Vailima». En cualquier caso,
el recital resultó sugerente y expresivo de una obra artística de clara belleza
y contundente coherencia.
Hay en la forma
de hacer de Aute unas constantes que explican ese «Entre amigos» que titula su último disco. Tanto escuchándole en la
soledad de un cuarto silencioso como en medio del clamor de miles de
espectadores, Aute parece cantar siempre en un «tú a tú» de intimidad. Y es
algo más que ese aspecto de timidez que rodea al cantante, tanto en el
escenario como fuera de él (por mucho que a veces se trate de una «provocadora»
timidez), es la propia utilización de un lenguaje cotidiano y claro en una
dimensión de inmediatez que se utiliza en las conversaciones amistosas. Incluso
cuando Aute nos da sus canciones más acidas, más complejas, --las incluidas en
el álbum «Sarcófago» (Ariola, 1976) y
algunos temas de «Albanta» (Ariola,
1978) o «De par en par» (Ariola,
1979), su distanciamiento no es un «despegue» de la realidad, sino una
«prolongación» de la realidad. Y cuando nos invita, más literario que nunca, a
esa aventura de los sueños perdidos que es «Vailima»,
nos plantea una huida literaria, que se instala en nuestro recuerdo y nos hacy
viajar por las claves culturales que nos ofrece, resultando así, también, una
escapada de lo real, de lo cotidiano.
A la derecha, Bernardo Fuster (percusión) |
El lenguaje
literario de Luis Eduardo Aute es aparentemente sencillo, con un exacto sentido
narrativo y sin ignorar una eficaz utilización de la imagen. Es difícil decir
si ese complemento entre narración e imagen, que constituye la base de unas
canciones en las que destaca su plasticidad evocativa, viene de su complementaria
dedicación a la poesía, el cine y a la pintura, pero apunta una línea de visión
del complejo mundo expresivo del autor. Musicalmente, las canciones de Aute
discurren por caminos más sencillos que su obra pictórica, por ejemplo, aunque
no menos interesantes. Son composiciones de estructura limpia y nítida que,
simplificando al máximo, se mueven en un terreno que tendría, entre otros
ocupantes, a Jacques Brel, Bob Dylan o Leonard Cohen.
Luis Mendo |
Andreas Prittwitz |
No hay comentarios:
Publicar un comentario