Dos canciones de amor con Antonio Resines
La verdad es que
me resulta difícil hablar de Antonio Resines, son ya casi cuarenta años de
amistad y de colaboración en diversos terrenos, cuarenta años continuados interrumpidos
a veces por la distancia geográfica pero en los que cada reencuentros ha sido
un decíamos ayer. Y eso implica demasiadas cosas como para despacharlas de un
plumazo anecdótico o como para profundizar en ellas cayendo en el
exhibicionismo de los sentimientos, el peor de todos los exhibicionismos,
porque no te quedas en bragas, sino en esqueleto.
Eso no quiere
decir, no obstante, que no pueda hablar del trabajo que hemos hecho en común,
componiendo canciones o realizando programas de televisión que figuran entre lo
que más aprecio de mi trabajo en todos los terrenos y con lo que más me identifico.
Nos conocimos en
1974 (y diría que lo recuerdo perfectamente si no fuera porque la memoria es un
nido de olvidos y de reinvenciones) en un bar de la calle Reina Victoria de
Madrid. Yo venía de dar un disco-forum en el colegio mayor San Juan Evangelista
y nos presentó Ludolfo Paramio, excompañero
mío de colegio y camarada suyo en alguno de aquellos grupos clandestinos del
momento, quien ya me había avisado que nos íbamos a entender bien y que había
un proyecto en el que me gustaría participar.
Naturalmente ya
sabía de Antonio y de su estupendo trabajo en Almas Humildes, aunque
nunca habíamos coincidido en el mismo metro cuadrado. Antonio había abandonado prácticamente
la música para sumergirse en la militancia política y recientemente había
regresado de un viaje con Ludolfo a Londres para ver de encontrar herramientas
que pudieras acelerar la caída del franquismo. En los tiempos muertos le había
dado por leer la edición británica de “Poemas
de cárcel de Ho Chi Minh” y ni corto ni perezoso había convertido algunos
de ellos en una hermosa colección de canciones.
Se podía pensar que el
dirigente comunista vietnamita hubiera pergeñado una serie de consignas
políticas rimadas, loor y gloria a la revolución y la lucha popular de
liberación, pero nada de eso aparecía en los poemas sino en el fondo de la
personalidad resistente e irreductible que revelaban en su autor. Eran, por el
contrario, pequeños apuntes casi plásticos de momentos aparentemente
intrascendentes que habían sucedido precisamente en los momentos en que el Tío
Ho estaba apartado de la lucha, encerrado en prisión. Rememoranzas,
meditaciones e instantáneas que me fascinaron como poemas y me enamoraron como
canciones. A pesar de que el que sabía inglés era Resines, que por algo había
estudiado en el Instituto Británico y que pronto encontraría en la traducción
la forma de supervivencia principal, se pensó que quien podía ponerlo todo en versículo
castellano era yo, que lo más inglés que conocía eran las películas dobladas de
Alec Guinness. Como se solvento la cosa lo contaré cuando encuentre las
imágenes para ilustrar alguna de aquellas canciones, que creo que fueron una
obra original y atrevida que se publicó en Gong en 1975.
Dos años después
grabamos “Cantata del Exilio / Cuándo
llegaremos a Sevilla”, de la que creo que los dos quedamos satisfechos y de
la que ya he colgado por aquí algunos fragmentos, y yo me marché a Canarias.
De izquierda a derecha, durante la grabación del disco: Hilario Camacho, Luis Pastor, Pablo Guerrero, Antonio Resines y Antonio Lomas (técnico de sonido) |
A mi regreso a
Madrid seis años más tarde me estaban esperando en el aeropuerto Antonio y
Herminia, me fui a su casa, en la que me aguantaron un año antes de
emanciparme, y retomamos la colaboración. Frustrado el intento de grabar un
disco en el que se incluían algunas composiciones suyas en música y letra y
otras que habíamos escrito a medias durante mis años canarios, decidimos
ponernos a trabajar en nuevos temas, que compusimos con rapidez (los
reencuentros son siempre un tanto febriles) y que se aparecieron en disco en
1974 con el título de “Cuentos, cosas y
menos”.
A diferencia de
los dos trabajos anteriores no había en él un tema común ni un hilo conductor.
Eran canciones sueltas muy diferentes entre ellas, historias de la calle, recuerdos
de amistad, homenajes literarios o cinematográficos y algún “menos” amoroso,
pequeñas congelaciones de momentos de desamor.
He cogido dos y
les he puesto imágenes. Aunque ambas traten de amor lo miran de manera muy
diferente. En la primera tan desde dentro que produce dolor, la otra tan desde
fuera que produce daño. Al menos para mí, que sé lo que quise decir.
“La
Geometría de tu cuerpo” formaba parte del libro de poemas del mismo
título que había publicado en 1983, y para ilustrarla he escogido las fotos que
figuraban en la edición y el dibujo de Aute que le sirvió de portada.
“Historia
de amor de nuestro tiempo” es un largo relato con su planteamiento,
nudo y desenlace incluidos. Hay en ella historia y personajes, pero el tema que
trata, la imposibilidad del amor, no está demasiado lejos de “La geometría de tu cuerpo”. Ha sido difícil
encontrar imágenes con que ilustrar o completar la narración, así que me he
decidido por las metáforas visuales y las relaciones texto-imagen que a lo peor
sólo yo soy capaz de entender. Una pista: Chica-playa, chico-puerto.
No tuvo el disco
lo que se podría llamar una difusión extraordinaria, y la prensa fue parca en
críticas y comentarios. Sin embargo los que salieron fueron positivos y alguno
de ellos, como este que reproduzco, gratificante. Más que nada porque el
firmante era un perfecto desconocedor hasta ese momento de Antonio y su
trabajo.
MEDITERRÁNEO. 8 DICIEMBRE 1984
Quizás por
razones de cercanía sólo en una ocasión escribí sobre el trabajo musical de
Antonio Resines, y eso ya cuando se decidió por la música instrumental y formó
von Judas Sanz y Maribel Lombardo el trío La Mecedora de Cristal. Y fue apenas
una cosita:
EL PAÍS. 29 ABRIL 1986
Otras canciones con Antonio Resines de “Cantata del
exilio/Cuándo llegaremos a Sevilla”:
De “España en solfa”:
No hay comentarios:
Publicar un comentario