miércoles, 8 de mayo de 2013


Homenaje a los españoles internados en los campos nazis







Quizás por ser sobrino de exiliados, la dramática epopeya de los miles de republicanos españoles, hombres y mujeres que perdieron una tierra y lucharon toda su vida para recuperarla me emocionó e interesó desde la más tierna adolescencia. El posterior encuentro con Antonio Resines permitió que le metiéramos mano a la ya mencionada en este blog “Cantata del exilio”, que se subtitulaba “¿Cuándo volveremos a Sevilla?” rememorando a Ana Ruiz, que creyendo que volvía a la ciudad de su infancia, cuando en realidad iba camino de Colliure para morir, le hacía esa misma pregunta a su hijo, Antonio Machado.

Dentro de esa aventura, quizás la parte más dura fue la sufrida, y “morida” en tantos casos, por los españoles, otra vez hombres y mujeres, internados en las campos de concentración nazis. Quedaron casi trece minutos de cantata que he aislado y he convertido en una sola pieza a partir de añadirle fotitos, dibujitos, cuadritos y toda clase de “itos” que se puedan encontrar en internet o escanear de los libros.

El abuso de la amistad que desde siempre nos ha caracterizado a Resines y a mí, quienes nos conocen lo saben, nos permitió contar con un plantel de colaboradores que pusieron todo su entusiasmo en aquel homenaje en forma de disco.

En este fragmento concreto de los campos, participan Antonio Resines y Luis Pastor cantando, Carlos Tena y yo mismo leemos sendos textos entre la crónica y la poesía (o esa era la pretensión, igual excesiva), y los arreglos y los instrumentos corren a cargo de Malasaña: Luis Mendo (guitarra), Manuel Aguilar (bajo), Miguel “Judas” Sanz (piano y teclados), Cutu (batería) y José Vellisco (saxo). El testimonio es de Mariano Constante y se han utilizado como hilo conductor algunas imágenes de las que El Cubri (Pedro Arjona y Felipe Hernández Cava) dibujo para la portada original. El tema que recita Carlos Tena se ha ilustrado con fotos de Francesc Boix, interno en Mathausen. También se ha saqueado de Goya a Picaso pasando por Catalá Roca.

Quizás la mejor manera de explicar el objetivo de la cantata, y por consiguiente del vídeo, sea reproducir el texto que incluimos en el desplegable interior del disco original:







También cantaban en “Cantata del Exilio / Cuándo llegaremos a Sevilla” Pablo Guerrero, Teresa Cano y Luis Pastor. Testimonios: Eduardo Pons Prades, Teresa Pàmies y Villar Gómez. Otros músicos: Luis "Guti" Salamanca (dulzaina), Nacho Sáenz de Tejada (guitarra), Miguel Ángel Chastang (contrabajo), Dario Riani (acordeón), Julián Llinás (flauta), Diego Doncel Galán (fiscornio), Alfredo Mahiques (Trombón), Miguel Borja (oboe), Alberto Mateo (Trompeta). Productor: Julio Palacios.

Otras canciones de la cantata:




Para contextualizar la cantata y el vídeo, tal no venga mal echarle un vistazo a este artículo que publiqué en 1979 en LA PROVINCIA, de Las Palmas de Gran Canarias, aprovechando la ocasión que me blindaba el estreno, y el éxito, en Televisión Española de la serie “Holocausto”


La Provincia. 30 junio 1979


«Holocausto», con la fuerza que aportan las multinacionales americanas y el poder irresistible de la televisión, ha traído hasta los tranquilos hogares españoles el testimonio de un horror que todavía muchos se negaban a creer. El violento revulsivo de «Holocausto» puede servir para realizar en cada uno de nosotros una profunda labor de limpieza mental, para arrancar las últimas telarañas de unas mentes demasiado poco acostumbradas a pensar y a enfrentarse con la realidad.

A pesar de esto, quien vea «Holocausto» como lo que es, una gran superproducción televisiva, y se quede en ello, sin profundizar más en el tema, corre el peligro de enterarse sólo de una verdad a medias, de una batalla entre alemanes y judíos, entre malos y buenos, que, si bien es cierto en su totalidad, no es toda la verdad, sino sólo una parte, importante, eso sí.

Es cierto que sobre los judíos se volcó la más sistemática de las represiones, que su propia indefensión los convirtió en blanco fácil de un antisemitismo programado para la extinción total de una raza, pero también conviene dejar bien claro que no fueron únicamente judíos quienes murieron en los campos nazis, sino que, muy por el contrario, fueron asesinadas gentes de las más diferentes razas y religiones: gitanos, árabes, caucásicos, arios, católicos, protestantes, agnósticos y ateos, y las más variadas ideologías: comunistas, socialistas, republicanos, liberales, etc., conocieron los horrores del universo concentracionario nazi, y perecieron víctimas del mismo holocausto judio. Millones de hombres y mujeres de diferentes nacionalidades, cultura, ideología o religión, cuyo delito fundamental fue no pertenecer a la raza privilegiada o no compartir sus criterios ideológicos y políticos.

Entre todos estos hombres y mujeres se encuentra una cantidad aproximada de unos quince mil españoles que estuvieron internados en diversos campos nazis, de los que apenas dos mil consiguieron sobrevivir. Una cifra excepcional, si tenemos en cuenta que España era un país que no participaba en la guerra, unido, además, por estrechos lazos de amistad y colaboración a la Alemania hitleriana. O precisamente quizás por eso.

Como homenaje a ellos, en la entrada del campo de Mauthausen --de cuyas instalaciones cuida en la actualidad un español, ex deportado-- se levanta un grupo escultórico, en el que, escrito en castellano, francés, alemán y ruso, puede leerse: «Homenaje a los 7.000 republicanos españoles muertos por la libertad». Cifra de siete mil que corresponde sólo a los muertos en dicho campo y sus comandos adyacentes.

EL EXILIO ESPAÑOL EN FRANCIA

La práctica totalidad de estos quince mil españoles, hombres y mujeres, fueron exiliados republicanos españoles que abandonaron su patria al finalizar la guerra civil.

Entre febrero y mayo de 1939 se calcula que entraron en Francia algo más de medio millón de españoles. Excepto los que poseían pasaporte diplomático, la mayoría fue a parar a los campos de concentración creados por el Gobierno francés para recibirles: Agde, Saint Cyprien, Barcares, Mazeres, Septfonds, el fuerte de Colliure, Argeles sur Mer y varios otros. Allí vivieron los primeros meses de un exilio que habría de ser aún más duro.

Estos hombres y mujeres, que acaban de sufrir la derrota en una guerra fratricida, al ver a Francia invadida por el ejército nazi volvieron a entrar en batalla, calculándose en unos 60.000 españoles los que se batieron con las armas en la mano por la liberación de Francia del fascismo, y miles participaron también en las cadenas de evasión, haciendo trabajos de guías, de enlaces, conduciendo a los fugitivos hasta la frontera española, ocultando propaganda, etc. Aproximadamente veinticinco mil de estos españoles murieron en la guerra contra los nazis. Otra buena parte de ellos fue a parar a los campos nazis.

ESPAÑOLES EN LOS CAMPOS NAZIS

Los españoles fue el grupo nacional, junto con el alemán y el austríaco, y, naturalmente, el judío, que tuvo un más largo cautiverio: desde agosto de 1940 hasta la liberación en 1945; y fueron, en proporción, los que mayor número de bajas sufrieron después de los soviéticos, los polacos y los judíos. Hubo deportados españoles en la mayoría de los campos nazis de toda Europa: en Alemania, en los campos de Buchenwald, Bergen Belsen, Flossenburg, Dachau, Ravensbrück, Sanchsenhausen-Oranienburg y otros; en Austria, en el campo de Mauthausen; en Polonia, donde estaban situados los campos de Auschwitz y Treblinca, en Checoslovaquia y en Francia.

Todo tipo de españoles estuvieron internados en los campos, de todas las nacionalidades y regiones del Estado Español, de todas las ideologías y religiones, de todas las capas sociales y culturales, desde simples obreros hasta Francisco Largo Caballero, el que fuera presidente del Consejo de Ministros de la República, que estuvo internado en Sachsenhausen-Oranienbrurg, y que murió en París, a los pocos meses de su liberación y a consecuencia de las enfermedades adquiridas en el campo.

Los españoles, en su mayor parte militantes de partidos políticos, que arrastraban una voluntad de supervivencia y una experiencia de combate adquirida primero en la guerra civil, y madurada en los campos franceses y en las guerrillas antinazis, desempeñaron un importante papel en la organización de la resistencia interna que se desarrolló en los mismos campos de exterminio. De hecho, en Mauthausen, donde fue internado el mayor contingente de españoles, fueron ellos los primeros en organizar un grupo de solidaridad y de resistencia que, con el tiempo, se convertiría en un grupo internacional, lo que les permitió participar en su propia liberación con las armas que habían ido robando a sus propios guardianes.

Esa misma voluntad de supervivencia llevó a los españoles internados en campos nazis a desarrollar actividades impensables en esas circunstancias, como el equipo de fútbol que organizaron a los pocos días de su llegada a Mauthausen, o la rondalla que crearon en el mismo campo, y para la que ellos mismos construían los instrumentos.

El papel jugado por los españoles en los campos de exterminio nazis fue muy superior a su importancia numérica, y así ha sido reconocido por todos los historiadores que han escrito sobre el tema. Los ejemplos de ello abundan, pero como muestras bástenos resaltar un nombre que ejemplariza la actuación española en tan duras circunstancias, el de Paco Boix, un catalán que consiguió situarse como fotógrafo de los SS y que durante los cinco años que estuvo internado fue retratando las palizas, las ejecuciones, las torturas, así como los rostros de los verdugos, escondiendo, con ayuda de la resistencia internacional, los clichés de estas fotos, que luego fueron una pieza de cargo fundamental para la acusación de los criminales nazis en los juicios de Nuremberg.

UNA HISTORIA POCO CONOCIDA


Es ésta una parte de la reciente historia de España poco conocida, tanto a nivel nacional como internacional. Varias causas han contribuido a ello. A nivel internacional porque los historiadores, aun reconociendo la importancia de la aportación cualitativa de los deportados españoles, han dedicado su atención a historiar sus propias comunidades nacionales; a nivel nacional, porque la férrea censura existente durante el franquismo impidió que este tema se divulgara, pero también porque los deportados españoles se han mostrado reacios a escribir sobre su aventura hasta fecha muy próxima; hay que recordar que el primer libro que trataba el tema fue publicado en 1969, en Francia.

En los últimos años ha crecido de manera importante el interés por el tema, se han publicado novelas («El largo viaje», de Jorge Semprún, que fue deportado en su juventud), discos («Cantata del exilio») y, sobre todo libros de recuerdos y ensayos, destacando en este último apartado las publicaciones de Mariano Constante, un aragonés deportado en Mauthausen, miembro de la dirección clandestina de la resistencia en el campo (o del catalán…).

De entre todas las publicaciones que han visto la luz últimamente, conviene resaltar al menos dos, tanto por ser novedades bibliográficas como por tratarse de libros insustituibles, en los que se da una amplia visión del tema. Se trata de «Los cerdos del comandante (españoles en los campos de exterminio nazis)», de Eduardo Pons Prades y Mariano Constante, y de «Noche y niebla, los catalanes en los campos nazis», de Monserrat Roig. Ambos aportan abundancia de material, datos y cifras, pero, sobre todo, son un estremecedor testimonio que ayuda a conocer y a comprender la odisea de estos miles de compatriotas, una mayoría asesinados en los mismos campos, el resto viviendo, aun hoy en día, en el recuerdo indeleble de aquel infierno que fueron los campos de exterminio nazis.

Bibliografia de 1976 incluida en el folleto de la Cantata







1 comentario:

  1. Te doy otro vídeo más, aunque sin montaje:
    https://www.youtube.com/watch?v=MecuPSvDWUE&list=UUggtpYuMiTu_MAkFD8focnA

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