Cuando el siglo pasado compré mi primer
teléfono móvil, convencido de que las decenas, cientos, miles de ofertas de
trabajo, proposiciones deshonestas y llamadas equivocadas ya no cabían en el
contestador automático del fijo, me di cuenta de que todo se había acabado,
sensación que acabó por ser inaguantable cuando me conecté por primera vez a
internet. Me había rendido definitivamente a los poderes del ciber espacio, un
mundo que abarca todos los mundos pero en el que es imposible disfrutar del
olor, el tacto o el gusto. Lo peor, no obstante, es que la adicción se apoderó
de mí y ya no hay mañana en la que pueda prescindir, nada más despertar y con
el café enfriándose en el vaso, de consultar facebook, ver si han llegado
correos nuevos y dar un rápido paseo por mis páginas porno preferidas.
¿Los periódicos? Ah, sí, los periódicos.
Resumiendo: qué aquí estoy estrenando
blog sin otro complejo que tener que pedir ayuda conyugal para ponerlo en
marcha.
Me hubiera gustado encontrar otro título
distinto al que finalmente ha terminado encabezando estás disquisiciones. No
sé, algo más poético, más lírico, más emotivo. Pero no lo encontré. Cuando
indagué en el Archivo Internacional de Nombres de Blogs de la Universidad
Tecnológica de Masachusets todos los de ese cariz ya estaban ocupados, así que
me quedé con lo primero que me ofrecieron, el mismo que me avergüenza repetir
ahora.
Sin embargo, a veces la casualidad es la
fuente de la fortuna y ni rezando al altísimo en busca de inspiración hubiera
encontrado otro más adecuado a mis intenciones.
La referencia a la música es acertada,
pues mucho se podrá leer aquí sobre canciones y cantantes, aunque sea de forma
dispersa, desordenada y al hilo del recuerdo, que ya hay otros blogs ejemplares
en cuanto a historiar y documentar la música popular se refiere. Seguro que no
os hace falta que os los recomiende, pero por si acaso, lo hago. Leed los
trabajos de Fernando González Lucini o de Gustavo Sierra, entrad en
“Cancioneros.com”, y tendréis tanta información que no os cabrá en el disco
duro. Incluso en el cerebro.
Lo festivo vendrá marcado por los otros
temas que personalmente me divierten y a los que daré cabida por aquí cuando me
pete. Que si una cosa tiene esto de los blogs es que uno se convierte en algo
así como en el dictador de una dictadura de un solo habitante. Vamos, en un
pajillero intelectual. Así que os amenazo desde ya con efluvios imparables de
poemas, relatos, sesudos análisis sobre el supuesto declive del papel escrito,
el insulto de los eufemismos, la novela histórica de Gore Vidal, los “otros”
Aub de Max Aub y otros solipsismos casi comprensibles.
Tocapelotas. Un concepto clave que no
necesita explicación, pues es bien sabido que el que tuvo retuvo y que el
escorpión no puede renunciar a su condición. Es por ello que ya anuncio
frecuentes exabruptos de actualidad, que manda ovarios la que está cayendo y
nosotros sin paraguas. O, el día que estoy optimista, con un paraguas sin tela,
sólo con las varillas, para protegernos. Un paraguas que aún está por construir.
Ahora que suenen los clarines, que
hondeen los estandartes y que El Cid de Charlton Heston entre ya muerto en
Valencia a lomos de Babieca aclamado por la multitud. Que el día de hoy lo
declaren festivo los calendarios porque la palabra que faltaba en el crucigrama
es jubilado. Ahí está el quid de la cuestión, la madre del cordero de esta
historia, pues es la tranquilidad que me ha dado mi nueva condición de
subvencionado por el Estado --hasta que los recortes lo impidan-- lo que me ha
dado ánimos para lanzarme a esta locura. Al menos hasta que mi inconstancia me
corte las alas.
Y como el jubilado se caracteriza por el
derecho a vivir de las rentas acumuladas en largos años de trabajo, eso es lo
que yo me he planteado hacer aquí: reproducir, sobre todo, viejos artículos y escritos,
unos ya publicados y otros inéditos, que mi reconocida incapacidad para las
relaciones públicas y el trato con editores, directores de cultura y otros
estamentos me han dejado llenos los cajones de papeles emborronados. Algunos de
ellos verán la luz aquí. También habrá cosas nuevas, espero, pero que nadie se
llame a engaño…
Y hasta aquí he llegado. Me gustaría
contaros ahora la historia de mi tía Abundia, que nos criaba el cerdo que cada
año mi madre traía despedazado a Madrid en el tren para alimento familiar, pero
la artritis empieza a atenazarme los dedos y se me hace duro darle a las
teclas.
Pues me parece muy bien su iniciativa, y tu presentación me ha divertido mucho, así que desde ahora te sigo...y que conste, yo no sigo a cualquiera...jajajaaj
ResponderEliminarMe he enterado por Vogel de tu decisión de jubileta. Desde la dilatada experiencia de esta malablanca y con todos los deseos por conocer las andanzas de tu tía Abundia, un abrazo de aliento,
ResponderEliminarQue gusto haber descubierto tu blog Antonio.
ResponderEliminarUn abrazo desde Buenos Aires
Me alegro, Romano. Yo ya había localizado tu templo de las borracheras. Estaremos en contacto mutuo. Salud.
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