Bill Haley, con
él nació el rock and roll
Ni su físico de vendedor de seguros
juerguista y jaranero, ni su caracolillo capilar que ya hubiera querido
Estrellita Castro ni sus chaquetas de mercadillo chino parecían apropiadas para
que Bill Haley se convirtiera en una estrella del rock adolescente; ni siquiera
su condición de depredador musical, aunque eso ayudara. Sin embargo, ahí está en la historia del
rock and Roll.
DIARIO DE LAS PALMAS. 1 FEBRERO 1983
No fue el más
famoso, papel que le correspondió a Elvis
Presley, ni el más alborotador, que podrían ser Little Richard o Jerry Lee
Lewis, ni siquiera fue el mejor compositor del rock, lugar que ocupa por derecho
propio Chuck Berry, pero sin duda
fue el primero, y eso se recordará siempre. Además era divertido. ¿Qué más se
puede pedir?
Bill Haley, de verdadero nombre William John Clifton Haley, nació en
marzo de 1927, en los suburbios de Detroit, y desde muy joven estuvo tocando la
guitarra y cantando por poco dinero en cafetuchos de mala muerte. En 1942 formó
su primer conjunto de Country and Western, con el que estuvo actuando sin
descanso en todo el medio Oeste americano, hasta que decidió que resultaba más
comercial adaptar títulos de Rithm and blues copiando su ritmo, aligerando sus
textos de toda provocación sexual y mezclando todo ello con una buena porción
de country.
Se juntó con un
grupo al que llamó The Comets, y en
1951 obtuvo un pequeño éxito comercial con «Rock
the Joint», un antecedente inmediato del rock and roll. Al año siguiente
grabó «Crazy man crazy». En 1954 obtuvo
por fin el éxito con «Shake, Rattle and
roll», una versión dulcificada de la canción negra de Joe Hunter, y ese mismo año se lanzó definitivamente con un cover
de un tema de Rithm and blues compuesto por Amos Millboum, que se titulaba originalmente «Let's Rock Awhile» y al que rebautizó como «Rock around the clock».
Bill Haley no daba en absoluto la imagen de
teeneager, para los cuales cantaba y a los cuales pretendía representar. En
primer lugar tenía demasiada edad --había cumplido ya los 27 años cuando
consiguió su primer éxito--, vestía horrorosas chaquetas a cuadros que le
hacían parecer más un probo oficinista que un joven descarriado, y lo único que
le acercaba a la juventud era el engominado tupé que lucía. Sin embargo él fue
el encargado de abrir el camino a otros rockers más auténticos.
En 1955
participó en la película de Richard
Brooks «Blackboard jungle» (“semilla de maldad”), que incidía, como
otros productos cinematográficos de la época («Salvaje», con Marlon Brando,
o «Rebelde sin causa», con James Dean, por ejemplo) en la temática
de la adolescencia desclasada, rayando la delincuencia. En la primera secuencia
se veía a unos jóvenes de aspecto ambiguo bailando en el patio de un colegio
canciones de Bill Haley. Esta
película tuvo una enorme repercusión, lo que le ayudó a mantenerse en el candelero
con canciones de éxito, como «See you
later alligator» («Hasta luego,
cocodrilo»), e interpretando otras películas, como «Don't Knock the rock»
(1956), o el mismo «Rock around the clock»,
que Fred Sears llevó al cine en el
cincuenta y nueve.
Pero a partir de
la llegada de Elvis Presley estaba
todo perdido para Haley. Las nuevas
generaciones ofrecían algo que él no tenía: juventud y descaro. Y su estrella
comenzó a apagarse. En 1957 hizo una gira por Inglaterra en olor de multitudes,
pero a la vuelta a los Estados Unidos las cosas ya no volvieron a ser lo que
eran. Las fans ya no le recibían gritando y desgarrándose las ropas, sus discos
ya no eran los más escuchados ni los que más copias vendían y a sus shows ya no
acudía tanto público como antes. En el escenario se movían nuevos nombres que
tenían algo más que ofrecer que simples imitaciones, aunque estuvieran hechas
con tanta gracia como las de Bill Haley.
Porque el éxito
verdadero de Haley estuvo basado en
las imitaciones y en las copias. El fue, en realidad, un saqueador del
patrimonio musical de los negros, a los que esquilmó descaradamente, como, por
otra parte, hicieron la gran mayoría de los rockers blancos. Si algo puede
ilustrar la figura de Bill Haley es
la manera en que la industria discográfica de los blancos se enfrentó con las
creaciones de los negros, que permanecían semiocultas en sus propias casas
discográficas «race», para extraerles todo lo que fuera vendible a cambio de
dólares. En ese proceso de comercialización se fueron perdieno algunas de las
mejores virtudes que ilustran la música popular americana: su garra, su fuerza
y ese ambiente realista, crudo y sensual que embarga tantas y tantas composiciones.
Tal vez esa
expoliación fuera necesaria para satisfacer las exigencias del nuevo público
que estaba conformando la juventud blanca sin romper demasiado con el mundo y
los conceptos de sus mayores. De esta forma se consiguió mantener en unos márgenes
de libertad controlada la rebeldía juvenil de los años cincuenta.
Bill Haley fue un agente, junto a otros muchos, de
esta expoliación. Su fruto fue el rock and roll, pero en el camino, Bill fue
destruido por esa maquinaria. A partir de los últimos anos cincuenta dejó prácticamente
de actuar, aunque se siguió manteniendo en segundo lugar, participando en giras
secundarias, viajando de vez en cuando a Inglaterra, engordando, envejeciendo y
grabando unos discos que eran la sombra de los anteriores. De todas maneras,
cuando quería poner en pie al público cantaba alguno de sus viejos éxitos y, a
veces, lo conseguía, aunque sus actuaciones no fueron sino la repetición
mecánica de los viejos clichés.
El 6 de agosto
de 1972 Bill Haley volvió a actuar
en Londres en un gran espectáculo junto a otros ídolos del rock. Tenía ya
cuarenta y .cinco años, y una buena parte de los cincuenta y seis mil
espectadores que se dieron cita en el estadio deportivo de Wembley no le habían
visto actuar jamás. Un testigo de aquel suceso musical, el español Celestino Coronado, narró asi la
actuación de Haley en la revista «Triunfo»: «Para muchos fue una sorpresa el que Bill Haley and his Comets, más veterano que nadie, tocaran y
sonaran muy bien. Su actuación fue simple, sin complicaciones o intentos de
renovación, consiguiendo, no obstante, una inmediata réplica de sus miles de
fans, y dando a todo el mundo una versión blanda quizás, pero no menos feliz y
representativa, del género».
Bill Haley había vuelto con éxito, pero fue
efímero. Hizo algunas actuaciones, grabó y reeditó viejas canciones que fueron
apreciadas por el público y la crítica en justa medida, pero ya no habría forma
de que volviera a retomar la antorcha del triunfo. Este viejo rocker estaba ya
demasiado cansado para iniciar un nuevo camino. De todas formas sirvió para
recordarnos que una vez hubo un ídolo que se llamó Bill Haley, que inventó el rock and roll y que murió un 9 de
febrero de 1981.
Búsquense, sin malevolencia,
las siete diferencias
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