lunes, 24 de junio de 2013

Adolfo Celdrán. Papeles encontrados en una carpeta (1977)




Desde hace tiempo quería recuperar aquí alguna cosa sobre Adolfo Celdrán, al que tanto me unió durante aquellos primeros años de canción de autor en Madrid desde que me tocó presentar el primer recital del grupo Canción del Pueblo, del que ya he hablado aquí. No lo he encontrado, así que recurro al texto que le dediqué a él en aquel libro de 1977 que quedó inédito e inconcluso y del que se puede leer aquí la parte correspondiente a José Antonio Labordeta.

Como el texto es largo procuraré ser breve aquí. Al escribirlo no podía pensar que de alguna manera se trataba de una despedida; física, en cuanto mi traslado a Canarias y su residencia en Alicante nos iba a tener alejados durante un porrón de años, pero sobre todo musical, por cuanto el final de la dictadura no sólo no iba a permitir el florecimiento de las 100 canciones anunciado por el camarada Mao (¿o eran cien flores?) sino que iba a suponer una condena por lucha democrática prematura, que no acabó con los cantautores porque quien lleva la rebeldía en la sangre es duro de roer, pero que para Adolfo supuso un paulatino retiro de la canción hasta que reapareció en 2001 con un esplendido CD. “Jazmizaer, jazmizaer”, como si de un decíamos ayer se tratase, da contestación, 22 años después, a la pregunta sobre el futuro de su música que yo planteaba al final de estas notas que reproduzco.

Ni que decir tiene que Adolfo Celdrán no permaneció inactivo durante todos esos años ni fueron olvidadas sus canciones, que surtieron todos los recopilatorios de canción de autor editados durante ese tiempo, como se puede comprobar en su página web. Sin embargo, su actividad principal derivó de nuevo hacia la poesía (“Entrevidas”), el teatro (“Como un leve dolor en las sienes”), o el cine, dirigiendo varios cortos y mediometrajes (“Al fondo a la derecha”, “Azahara”, “Aventura en Tabarca.

Sin embargo, su principal ocupación fuera la dirección del Taller de Imagen de la Universidad de Alicante desde que lo creó en 1987. En él produjo numerosos documentales cinematográficos y televisivos, especialmente de naturaleza submarina, tema en el que se especializó el Taller, que se emitieron en cadenas de todo el mundo, incluyendo TVE, y recibieron numerosos premios internacionales.

Pero no quiero extenderme, que lo que sigue tiene lectura para un buen rato. En otra ocasión colgaré la canción que hicimos juntos, “Doña Rosita”, que se incluyó en el álbum “4.444 veces por ejemplo” y procuraré darle al recuerdo en lugar de a la teoría o el análisis que intenté en este texto.   











El cantante popular es el representante, el oficiante de una fiesta que se transmite de pueblo en pueblo; nos encontramos aquí, somos todos nosotros, por fin nos hemos podido reunir y estamos a gusto; podemos decir las cosas que queremos, y podemos cantarlas, o escuchar a alguien que las cante. El cantante es, pienso, portavoz; y en algunas ocasiones él se convierte en el espectáculo, pero otras, el espectáculo y el protagonista es el pueblo, la gente conquista y vive su libertad. Y si el cantante es a veces un motivo para que la gente realice eso, pues mejor. Pero el cantante no es sólo portavoz y vocero, también debe ser un artista preocupado por su quehacer y por mejorar. Cuanto más trabaja uno en ese sentido, más podrá comunicar, mejor se podrá expresar, más libre seré en definitiva

Adolfo Celdrán: Ha llegado el momento de cantar fuerte
Entrevista con Álvaro Feito
Triunfo. 20.11.76

"Lo fundamental para mí, tanto en canción como en poesía, es comunicar sensaciones. Y para ello es necesario, evidentemente, la letra, pero también la música. Porque, en definitiva, es la música la que matiza, la que da fuerza, emotividad, ternura o rabia. Naturalmente es importante también la interpretación en el sentido vivo, porque las canciones las siento delante de la gente. Y cuando no siento lo que canto no puedo interpretar. En definitiva, lo importante es comunicar al público aquello que yo mismo siento al cantar, tanto en mis propias composiciones como en las ajenas, porque cuando leo un poema de otro escritor siento ganas de explicar a la gente las sensaciones que me ha aportado ese poema. De ese modo transmito, a través de otros autores, mis propios sentimientos y emociones. En realidad, todo va unido -música, letra, interpretación- para hacer sentir y comunicar cosas a la gente. Y eso es lo importante. Ahora bien: ¿Que se le comunica a la gente? Evidentemente lo que a mí me afecta, lo que yo vivo y lo que yo creo que puede afectar y afecta a otras personas, a la gran mayoría".

Al borde del principio con Adolfo Celdrán
Entrevista con Fernando Sánchez
La Jaula. 18.2.77

Quizás sea Adolfo Celdrán uno de los cantantes del Estado Español que mayor atención haya prestado a la autoreflexión sobre su trabajo, y esto no solamente  porque en sus entrevistas haya una muy interesante valoración teórica del hecho en sí del canto y del cantante (y de ahí las citas que encabezan este apartado), sino porque esa misma reflexión llega hasta sus propias canciones y hasta la planificación global de su trabajo musical y discográfico. La forma de hacer de Adolfo Celdrán no se caracteriza por el espontaneísmo o a la improvisación, sino por la reflexión y la sensibilidad elaborada, lo que confiere a sus canciones como principal virtud la coherencia, lo que no sería demasiado en una obra artística si no se completara con un alto grado de inspiración.

Esa coherencia, además, es fruto de una gran variedad y amplitud de criterios y formas que rompen en la figura de Adolfo Celdrán la imagen clásica y tópica del "cantautor". Adolfo música y canta sus propios textos, pero también interpreta textos propios y ajenos musicalizados por su hermano Fernando o por otros amigos (Hilario Camacho, Carmina Álvarez, etc.); ha puesto en canción poemas de otros autores (Nicolás Guillen, Jesús López Pacheco, Miguel Hernández, León Felipe, Bertold Brecht, Machado...), y ha adaptado canciones de otros idiomas y autores (Luis Cilia, Pete Seeger, Malvina Reynolds, populares norteamericanas, italianas y griegas, etc.), así como ha interpretado y grabado canciones compuestas en letra y música por otras personas (Jesús López Pacheco, Fernando Brassó, Luis Eduardo Aute). Con estos variopintos materiales ha sabido crear una obra madura, inspirada y, como he dicho más arriba, coherente, en la que destaca por encima de cualquier otra consideración, la personalidad rigurosa del cantautor.

Adolfo Celdrán Mallol nació en 1.943 en Alicante. Su formación y su influencia musicales, no obstante, son meramente castellanas, más concretamente de Madrid, ciudad a la que se trasladó muy joven para estudiar Ciencias Físicas, carrera que terminó a los 23 años, y donde dio sus primeros pasos como cantante, influenciado en primera instancia por las canciones italianas, entonces de  moda, y posteriormente, cuando ya estaba metido en la problemática universitaria de aquellos años, por Raimon , del que en aquella primera época tradujo alguna canción al castellano (Como también hizo Luis Leal, igualmente miembro fundador del grupo Canción del Pueblo).

En aquellos años (1.966/67) comenzó a componer sus propias canciones y a escribir sus primeros poemas, dentro de una estricta línea amatoria al principio, aunque pronto evolucionó hacia una temática de tipo humano-existencial que daría inmediatamente paso a un compromiso más concreto con la realidad, primero ideológico y después político, que caracteriza su obra desde entonces. A esta época correspondan canciones como "Hoy", "Un hombre" o “Canción a las seis de la mañana” que ilustran perfectamente aquel momento:


En estas canciones (las dos primeras han permanecido inéditas y la tercera fue grabada en su primar L.P.) se pueden observar las preocupaciones primeras de Adolfo Celdrán que han quedado señaladas más arriba: el interés por el hombre, la conciencia del momento histórico, la confianza en el cambio social, y una clara influencia de las canciones de la primera época de Raimon; a nivel temático en primer lugar, pero también en algunos aspectos formales, visibles tanto en la estructura musical, simple y marcada, de las composiciones, como en la utilización estética del grito, formula típicamente "raimoniana", como elemento de comunicación directa y de catarsis emocional. Incluso es perceptible en Adolfo Celdran una simbología tan habitual en la obra de Raimon como es la de la noche, en su dobla sentido: noche física y temporal concreta y noche como alegoría política de los años oscuros del franquismo. Noche como el momento en que se hace el amor o efectuaba sus detenciones la policía, pero también como metáfora de un país sumergido en las tinieblas del franquismo.




Ya en su primer disco single (Movieplay, 1969) aparecen, todavía en estado primario, algunas de esas características señaladas. En él se incluían tres canciones ya históricas: la versión castellana de la italiana “Bella Ciao”, una versión inmejorada en español por otros cantantes, la adaptación de “Little Boxes”, de la norteamericana Malvina Reynolds (que Adolfo titulo “Cajitas” y que Víctor Jara cuando también lo hiciera la llamaría “Casitas del barrio alto”) y la adaptación de dos poemas de Bertold Brecht uniéndolos en una sola canción: “General”. A pesar de la precariedad de grabación de este primer disco se encuentran en él, aparte de canción y versión memorables, algunos rasgos que se van a concretar totalmente en su siguiente grabación, el álbum "Silencio" (Movieplay, 1970.) que es probablemente uno de los mejores discos que se editaron en aquellos años, y con el que inicia una trilogía que habría de completarse, con cinco años de distancia, con sus dos discos siguientes: "4.444 veces por ejemplo" y "Al borde del principio".

De las once canciones que componen el álbum, cuatro llevan texto de Jesús López Pacheco: "Canción de la novia del pescador", "La mala pesca", "Canción bailable" y "Una canción", las dos primeras con música de Adolfo y de Hilario Camacho respectivamente, y las últimas concebidas ya directamente como canciones por el propio poeta que, incluso, les puso la música que ahora canta Adolfo. Dos poemas con texto de Berltod Brecht y música del cantante: "El sastre de Ulm" y "La cruzada da los niños" (una magistral narración épica en forma de canción que siempre emociona); un poema de León Felipe con música de su compañera de “Canción del Pueblo” Carmina Álvarez: "Que pena"; y sendos poemas de Nicolás Guillen y Carlos Álvarez musicalizados por Adolfo: "Doña María" y "Canción del pescador". En el álbum se incluyen también dos canciones con letra y música propias: "Canción a la seis de la mañana", de la ya hemos reproducido un fragmento, y "A la voz de un pueblo":


Esta canción, que abre el disco, constituye una  declaración expresa de admiración de Adolfo Celdrán hacia Raimon, al que estaba dedicada inicialmente, aunque a la hora de llevarla al disco decidiera incluir en la dedicatoria, además, a una nutrida representación de intelectuales antifascistas cuyas voces habían contribuido a romper, de una u otra forma, el criminal silencio: "Raimon, Bardém, Luis Martín Santos, Pi de la Serra, Berlanqa Paco Ibañez, Gabriel Celaya, Ángel González, Blas de Otero, Ovidi Montllor, Alfonso Sastre,  Saura...", todos ellos de inequívoca orientación cultural y política.

La importancia de este primer álbum de Adolfo Celdrán es significativa. Por una parte se trata, y este es un dato del que no se debe prescindir, del primer disco L.P. grabado por un cantante castellano dentro del Estado Español , pues los trabajos de Paco Ibáñez se publicaron originalmente en Francia. La acogida de público y critica a este primer disco fue contradictoria: mientras que un pequeño número de críticos (Moncho Alpuente, Tina Blanco, Álvaro Feito, Mercedes Arencibía, Jordi García Soler, Gabriel Jaraba, José Ramón Pardo, Carlos Tena y el que suscribe) se refirieron a él como un hito importante en la canción castellana, el grueso de los comentaristas musicales que dominaban los mas importantes medios de comunicación se limitaron simple y llanamente a ignorarlo, de acuerdo a los criterios meramente industriales que todavía prevalecen en la difusión de la música popular. Como consecuencia de ello,  la férrea censura y autocensura, y el momento político que se vivía aquel año, ciertamente complicado,el disco apenas accedió al gran público, teniendo que esperar varios años para ser realmente conocido. Y reconocido.

Con este primer disco se muestra ya Adolfo Celdrán como un cantautor en plena madurez, con un magnifico dominio de las técnicas interpretativas y, sobre todo, con un alto grado de creatividad musical, una gran facilidad en la composición de líneas melódicas sencillas y pegadizas en las que aparecen plenamente asumidas y personalizadas las influencias de que hablábamos antes. Los arreglos, debidos a la mano de Carlos Montero, son de gran belleza y claridad, alejados de los grandes arreglos orquestales al uso, basados fundamentalmente en la guitarra, que toca el propio arreglista, y el chelo. Pese a esa simplicidad, la textura sonora es de una gran riqueza armónica, como corresponde al buen hacer musical de Carlos Montero, que ya había realizado la misma función en los discos de Luis Eduardo Aute y posteriormente en muchos otros, que supo encontrar la envoltura musical y el ambiente sonoro que exigían las canciones de Adolfo.

Como si el disco hubiera sido premonitorio, a partir de "Silencio" hubo una larga etapa en la que Adolfo Celdrán se enfrentó necesariamente con la perspectiva da abandonar la canción, aunque esta es, como ya hemos visto en el capítulo dedicado a este periodo, 1.970/75, una elección a la que hubieron de enfrentarse buena parte de los cantautores de ese momento. Las causas de este alejamiento fueron fundamentalmente políticas, y el propio Adolfo lo explicó así, relacionándolo directamente con el disco que acababa de editar; "...Luego vino el silencio, no el disco, sino el de verdad. Yo esperaba, cuando salió el Long-Play, un frenazo, un corte. De alguna manera lo titulamos así por dos cosas: porque antes había habido silencio y seguía habiéndolo; y también porque, haciendo un poco de humor negro, yo temía que después continuase, como así ocurrió... Por esa época hubo un gran retroceso. Algunos compañeros se fueron a Francia, otros se fueron a su casa; otros seguían cantando cuando podían y como podían, lo mismo que yo, viviendo naturalmente de otra cosa, condición indispensable para seguir haciendo la canción que nos apetecía. Así pasaron muchos años. Yo me había ido a Alicante en septiembre del setenta y uno..." (entrevista con Álvaro Feito. Triunfo. 20.11.76)




Durante estos largos cinco años en que Adolfo se apartó de la canción por razones de fuerza mayor --pues los esporádicos recitales que en este tiempo consiguió dar deben ser considerados hechos margínales-- no dejó, no obstante, de componer canciones, y también se dedicó a otras actividades creativas, escribiendo dos novelas, con una de las cuales quedó finalista en el premio "Café Marfil" de 1.975; dos obras de teatro, quedando finalista del VIII Premio Nacional de Teatro de Sitges en 1.974 con “La Virgen roja", y publicó un libro de poemas "Todas las caras de su ausencia" en la colección Saco Roto de editorial Helios.

Todas estas actividades no le apartan, no obstante de su interés por la canción, grabando en 1.975,a petición de su casa discográfica que habla visto aumentar las ventas de su anterior LP, su segundo álbum "4.444 veces por ejemplo" (Movieplay,1.975).

Este disco, junto al siguiente, completa una trilogía que inconscientemente había iniciado en "Silencio”. El propio Adolfo ha dado algunas constantes que marcan los tres trabajos: “… varios motivos, el primero, claro, su unidad; desde las carpetas, de tres pintores (Genovés, Candela Vicedo y Arcadio Blasco), pasando por los arreglos (Carlos Montero),  terminando en el proceso del que hablaba; pero el motivo más importante es que ese proceso termina en "Al borde...", puesto que en ese disco llego a la meta que yo mismo buscaba. Asi pues, el próximo ha de ser diferente si no quiero repetirme, no sé cómo, pero diferente..." (Entrevista con Luis Suárez Rufo. Ozono. Diciembre 1976)

El proceso a que hace referencia Adolfo en esta entreviste es fruto de un trabajo riguroso y serio, realizado básicamente en soledad y sin confrontación directa con el público, pero en todo caso, ha contribuido a cimentar un estilo personal y fácilmente reconocible. La critica así lo reconoce: "...Este nuevo álbum de Adolfo Celdrán nos lo confirma como cantautor de raza, coma verdadero cantor popular. Todo el disco es una magnifica prueba de ello. No se trata ya de un trabajo da interés, sino de una obra cuajada de momentos de gran brillantez y con una fuerza comunicativa realmente extraordinaria. Quizás por aquello de que, en arte, la sinceridad constituye una base imprescindible para poder crear con verdadera libertad, y sincero es Adolfo como el que más, como es también hombre lucido e inteligente, artista sensible, músico experto y poeta nada fácil, aunque sí del pueblo. Todo ello se advierte  en "4.444 veces por ejemplo" que constituye una antología de canciones de gran interes..." (Jordi García Soler. “Vibraciones”)

El disco está compuesto por cuatro musicalizaciones de poemas de Miguel Hernández, León Felipe, Antonio Gómez y Nicolás Guillén, todos adaptados por Adolfo excepto el ultimo, que lleva música de su hermano Fernando, dos variaciones sobre temas populares, una canción compuesta en música y letra por Fernando Brasó, antigul compañero del grupo Canción del Pueblo y técnico de sonido en este disco, y temas con texto propio, una de ellas con música de su hermano. La temática y las formas musicales a las que recurre tienen su origen en "Silencio" y su culminación posterior en "Al borde del principio (Movieplay, 1.976), por ello es difícil disociar un disco de otro pues en realidad se trata de dos álbumes (de tres,  seguimos con la idea de la trilogía, aunque en el caso de "Silencio" el tiempo transcurrido hace que aparezca como un eslabón más remoto de esa cadena) perfectamente relacionados como peldaños de una misma escalera. 

Si "4.444 veces por ejemplo" es todavía un trabajo con una cierta dispersión en autores, temas y orígenes musicales, “Al borde del principio” se presenta, en cambio, como un trabajo cerrado, dedicado a un tema único: la reivindicación y el recuerdo de Miguel Hernández, pues aunque tan solo se incluyan en el álbum tres textos del poeta de Orihuela y un poema de Adolfo a él dedicado, todo el trabajo destila un ambiente "hernandiano" plenamente coherente y detectable. El disco es una obra cerrada sobre sí misma en un triple sentido: como obra con un tema único y una estructura musical circular que comienza y acaba en el mismo punto; como obra que cierra la trilogía de que venimos hablando, en el sentido de agotar unas formas y unas constantes temáticas, y como obra que testimonia el cierre de una etapa histórica, como queda claramente especificado en el tema principal del disco: un hermoso poema recitado de Adolfo, que cierra el álbum sobre la misma música de fondo que había servido para iniciarlo:

 
                                         .........
         
Tres son les características fundamentales que enmarcan el proceso interno de estos tres discos que han ido definiendo progresivamente su estilo:




1º.- El acercamiento a la canción popular. Acercamiento que se da a dos niveles. Por un lado en cuanto a variaciones sobre temas folklóricos o en cuanto utilización libre de estos temas; variaciones y utilización que Adolfo Celdrán asume de manera absolutamente libre y sin ningún tipo de juicio previo ni condicionantes, sino marcadas en todo momento por sus propias y personales necesidades expresivas, tanto cuando canta directa y fielmente una canción popular ("Bella Ciao" o "Canción de las recogedoras de lentisco") como cuando utiliza alguna frase para introducirla en su propia composición ("Canción pequeña”) o añade estrofas propias a otras populares:


 Pero hay otra forma de aproximación de Adolfo Celdrán a la canción popular más sutil todavía, como es la asunción de temas y estilos (mas que de formas concretas) que manteniendo su aire popular, no pueden ser identificadas con ninguna forma folklórica definida y llevan un marcado sello personal. Composiciones corno "Canción de la novia del pescador", "Doña María", "La mala pesca", "Canción bailable" o "Una canción" (del primer álbum), "El despintador", "Doña Rosita", "El pueblecito", "El acontecimiento" (del segundo), o "Resiste" (del tercero), qué duda cabe que toman algunos elementos de la música popular no folklórica (prescindiendo de quienes sean los autores de la letra o la música de alguna de estas canciones, que al ser interpretadas por Adolfo Celdrán de alguna manera las hace propias), pero también es indudable que todas ellas muestran una visión del mundo personal y meticulosamente elaborada.

La frescura, la espontaneidad, el sentido del juego que caracterizan las canciones que hemos citado y que marca su acercamiento a la música popular se dan, fundamentalmente en los dos primeros discos, siendo prácticamente inexistentes en el tercero, que es un trabajo mucho más reflexivo, mas intelectual y conceptual si así quiere llamársele, volviendo a aparecer , como veremos después, de manera más definida en su último álbum.



2º.- La musicalización de poemas. Como hemos visto, Adolfo Celdrán es quizás el único caso de cantante castellano que siendo un magnifico constructor de textos presta especial atención a la obra poética de otros autores para adaptarla y cantarla. Dentro de los poetas escogidos para la incorporación a su repertorio, hay diferencias sustanciales entre la manera que tiene de musicalizar y cantar textos de autores con los que le une cierta relación personal (especialmente en el caso de Jesús López Pacheco, amigo del que interpretaba algunos poemas en su primer L.P.), y aquellos otros autores a los que ha llegado exclusivamente a través de su obra (Bertold Brecht, Nicolás Guillén, León Felipe, Machado, y muy especialmente, Miguel Hernández). En el primer caso, la relación que se da entre cantante y poeta es, básicamente, de colaboración, sin ninguna sacralización previa del texto, sin ninguna subordinación al poema. De ahí que la mayor parte de estas canciones estén incluidas en el apartado anterior como temas propios.

Sin embargo, en el segundo caso, el de los poetas ya fallecidos cuya obra está fijada en el tiempo, Adolfo Celdrán  muestra un gran respeto ante el texto original a la hora de ponerle música, siguiendo la pauta marcada por el autor. Este respeto no es ni mejor ni peor que otras formas más irreverentes de afrontar la conversión de una poema en canción, es tan solo una de las posibles, la que ha elegido Adolfo Celdrán y a partir de la cual ha ido creando su propio estilo, que culmina por ahora con las adaptaciones de Miguel Hernández de su tercer álbum. Un estilo propio evidente incluso en casos de músicas ajenas, como "La canción del esposo soldado", adaptada por Luis Cilia, o "Bocas de ira", cuya música esta sacada de una antigua canción de su compañera del grupo Canción del Pueblo Carmina Álvarez, a la que Adolfo ha sustituido la letra original por el poema actual. Porque no se trata tan solo de la melodía o el ritmo con que se canta el poema, sino, ante todo, de la postura del adaptador ante la obra poética, de la interpretación que realiza y del ambiente creado para acompañar el texto.

Esta actitud de respeto parte de una previa identificación con el poeta, no solo de un perfecto conocimiento de su vida y de su obra, sino también de hacer propias las motivaciones qua la han hecho posible, los sentimientos e ideas que destilan, y de una imbricación total con ellas. No se trata pues tan solo de la simple atracción por un texto más o menos brillante y que exprese mejor o peor lo que se quiere decir. No es: tengo cuatro ripios bonitos y tres acordes resultones, voy a ver si me sale algo chulo; sino de algo más profundo, que no excluye la investigación y el estudio, pero que pertenece al terreno de la identificación e interiorización creativa con lo ya existente para convrtirlo en algo nuevo y distinto. Adolfo no musicaliza un poema, lo asimila como propio en “su” composición. De alguna forma el poeta deja de ser el creador único para convertirse en una especie de colaborador necesario, aunque involuntario, del cantautor.

El mantenimiento literal del poema como base de la canción implica, necesariamente una actitud de cierta subordinación de la música hacia el texto (de ahí, por ejemplo, los pocos estribillos de las canciones de Adolfo Celdrán, ni siquiera en las propias), aunque en él esa servidumbre se convierta en una fuente de variedad, en tanto en cuanto al elegir poemas de diversos autores, de estructuras, temáticas y versificación diferentes, las canciones resultantes tiene características diversas. Por ejemplo, en “Doña María”, el poema de Nicolás Guillén, la música y la interpretación festivas, ligeras, vienen a acentuar la aparente alegría con que el texto habla de esa madre que sin saberlo tiene un hijo policía y represor, extremando así la contradicción básica del poema: que tu propio vástago traicione a los suyos pero siga siendo tu hijo. De otra forma, en “La cruzada de los niños”, una historia de Brecht en la que la emoción nace de la relación prolija y casi prosaica de un dramático éxodo infantil, a la manera de un romance épico, la melodía casi salmodiada que se le ha dado, y la interpretación lineal de Adolfo potencian la profundidad emotiva del poema. Eso es lo que convierte los poemas en canciones, confiriéndoles una dimensión más abierta, más amplia que la que tienen en las páginas del libro.




3º.- Las mil formas del compromiso con la realidad. Es evidente la postura de implicación con la problemática social y política adoptada desde el principio por Adolfo Celdrán. Pocos cantantes como él han estado siempre a pie de cañón, dispuesto a acudir al sitio necesario en el momento en que se le ha necesitado, o a dejar testimonio en sus canciones del momento histórico que nos ha tocado vivir. Ese compromiso ha tomado las más variadas formas, según las necesidades de cada momento.

Adolfo no ha dejado nunca de cantar canciones circunstanciales, pegadas al terreno, fruto del variable rumbo de la lucha política. Para ello, ha adaptado canciones extranjeras ("Bella Ciao", "Me gusta la casa de campo" o "¿que te enseñó el maestro", las dos últimas versiones de sendos temas interpretados por  Pete Seeger que nunca llego a grabar. Otras son de composición propia  ("El despintador", "Vota bien y mira a quien”, “Canción pequeña”), o están tomadas de otros autoras ("Pueblo de España ponte a cantar" de Jesús López Pacheco, o la versión del "No nos moverán" que hizo en los orígenes de Canción del Pueblo Ignacio Fernández Toca). Son canciones coyunturales, pero no aparecen en su obra como algo forzado, aunque sí más perecedero, sino integrado en el conjunto de su obra, caracterizada, incluso en estos temas de circunstancias, por una perfecta construcción literaria del texto.

Pese a ello, no es muy dado Adolfo Celdrán a las canciones simples y excesivamente coyunturales. Por e1 contrario, incluso en sus temas más abiertamente comprometidos, es posible encontrar lo que podríamos denominar "reflexión sobre la historia", por el sentido meditativo y profundo que llevan, expresado en versos bien construidos y --como decía Jordi García Soler más arriba-- nada fáciles, aunque populares.


Todas estas características configuran el estilo de Adolfo Celdrán en sus tres primeros discos; como se ve, un estilo nada simple ni univoco, sino complejo y variado, pero también profundamente coherente. Coherencia en cuya parte musical ha desempeñado un papel fundamental el trabajo del arreglista con el cual ha colaborado en estos tres álbumes, el argentino Carlos Montero, que ha sabido crear los arreglos orquestales que la complejidad de las canciones de Adolfo requerían, lo que ha contribuido a configurar la unidad de los tres trabajos como esa trilogía de la que  hemos hablado. 

A partir de la edición de "Al borde del principio", Adolfo Celdrán ha vuelto a tomar la canción como la principal de sus actividades y a ella dedica atención prioritaria, dando de nuevo recitales de forma continuada, que al coincidir con el momento político de comienzo de la liquidación del franquismo y primeros balbuceos democráticos, ha dado a esta actividad una significación y unas características especiales, con el resultado de un salto de los pequeños locales casi clandestinos a los actos masivos, los festivales multitudinarios y los mítines políticos, que han constituido los nuevos escenarios, incluidas algunas prohibiciones sonadas, como la de la Trovada dels Pobles, de Valencia, de la canción de autor española desde finales de 1976 hasta este verano de 1977.

En estas circunstancias y con estas obligaciones Adolfo se ha planteado y grabado su cuarto álbum: "Denegado” (Movieplay-Gong, 1.977), en el que ha dado un repaso a las canciones quo durante los diez años de su carrera musical hablan tenido problemas con la censura.

Se recoger en el canciones que fueron totalmente prohibidas ("Te lo prometió Martí" (N. Guillén/Adolfo Celdrán), "Canción de visperas" (N.Guillén/  A.Celdrán), "La diana" (N. Guillen/Fernando Celdrán) o "Dia de Fiesta" (Luis Cilia/Adap. de A. Celdrán); otras que no pudieron grabarse completas, debiendo acudir en su momento a subterfugios para cantarlas: "No nos moverán”, "Canción del esposo soldado" y "Pueblo de España ponte a cantar (una canción)"; dos más que si bien en 1.969 fueron autorizadas y grabadas, con posterioridad sufrieron mil problemas de censura a la hora de  interpretadas en directo: "General" (prohibida la emisión en la radio desde su grabación en 1969)y "Bella Ciao", y por último, una canción propia que pese a ser reciente, había tenido repetidos problemas para ser interpretada en las fechas cercanas al referéndum de noviembre del 76: "Vota bien y mira a quien (canción lección para una elección)" (A. Celdrán). Como se puede ver un resumen representativo de una parte de su trabajo (y también del de los señores censores) en estos diez años anteriores en el que se puede encontrar de todo: adaptaciones de canciones ajenas, musicalizaciones de poemas y composiciones totalmente propias, en general marcadas, eso sí, por el signo del testimonio y la circunstancialidad.




Para acentuar esa característica, Adolfo ha reunido en el disco a varios compañeros con los que ha compartido algunos momentos de esos diez largos años, y en las canciones encontramos, especialmente en "No nos moverán", en la que cada uno canta una estrofa, los nombres de su hermano Fernando, Elisa Serna, Carmina Álvarez, Manuel Tonaría y Pablo Guerrero, que le hacen voces y que confirman el carácter de rememoración colectiva del disco. Es como el telón final de una obra de teatro que va a caer en cuanto los actores salgan del escenario.

Al tratarse mayoritariamente de canciones antiguas y, sobre todo, conocidas, es difícil apreciar con claridad la ruptura de estilo que este disco supone, aunque es evidente que se da. No tanto en el terreno compositivo, como, especialmente, en el ambiente, arreglos y concepción general del trabajo. Debemos destacar en primer lugar que el hecho de grabar canciones antiguas no reduce el disco a una dimensión exclusivamente histórica, sino que Adolfo intenta aportar, a partir de breves y sutiles variaciones, una interpretación actual de la historia que esas canciones representan. Así, por ejemplo, la manera desdramatizada y un tanto distanciada de interpretar los temas más combativos ("No nos moverán", "Pueblo de España ponte a cantar", "Bella Ciao"), les confiere un valor no sólo en función de su significación histórica, sino de su propia calidad como canciones en sí. No se trata de repetir por recordar, aunque también, ni de una revancha contra la censura, sino de la obra que no ha perdido valor con el paso del tiempo.

Por otro lado, y en este sentido podemos hablar de "ruptura estética" con respecto a los tres discos anteriores, No hay en este trabajo ese carácter de obra cerrada, rígidamente estructurada, que caracterizaba sobre todo, "Al borde del principio", por el contrario podemos encontrar en “Denegado” la espontaneidad, la frescura, el sentido de comunicación popular que ya estaba también en "Silencio", y que de alguna forma se había ido orillado en trabajos posteriores. Una concepción del canto abierto a la participación colectiva y a la improvisación, a la que no son ajenos los arreglos de las canciones, que en este caso no son de Carlos Montero, sino colectivos de los músicos que participan en el disco. Podríamos pues referirnos a este trabajo como el de la vuelta a las raíces, aunque también parezca tener un cierto carácter de transición, de una mirada atrás que permita plantearse, en estos momentos en que la situación política ha cambiado, cuál es el camino que hay que tomar.


Ayer, o anteayer, Fernando González Lucini publicó en su blog una entrada sobre "Cajitas", la canción de Malvina Reynolds que Adolfo Celdrán adaptó y grabó en 1969 y de la que se han hecho numerosas versiones, de las que habla Fernando. Aparte de recomendar su lectura, aquí os dejo para vuestro disfrute el tebeo que sobre la versión de Adolfo realizó Juan Carlos Eguillor y publicó aquel mismo año la revista MUNDO JÓVEN




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