miércoles, 5 de junio de 2013

Leonard Cohen. Dos visitas. 1974/1985








Entre 1974 y 1975, coincidiendo con la muerte anunciada de Franco, que ya era un clamor que se aproximaba, comenzaron a llegar a España los artistas, cantantes y grupos británicos y estadounidenses, pero también sudamericanos, que estaban revolucionando la música popular de todo el mundo. De la noche a la mañana nos encontramos escuchando en directo, sobre un escenario, de Mercedes Sosa a Eduardo Falú o de Canen Heat a Soft Machine.
Leonard Cohen actuó por primera vez en España los días 12 y 14 de Octubre de 1974 en Barcelona y en Madrid. Aunque podía haberlo hecho cualquier otro de los colaboradores de DISCO EXPRES me toco a mí escribir la reseña previa a los recitales.
En febrero de 1985 el cantautor canadiense volvió a España (no sé si por segunda vez o había habito otra visita intremedia, para cantar en Bilbao y Madrid, y otra vez me tocó darle la bienvenida, esta vez en EL PAÍS, con sendos artículos, el previo y la reseña del recital. Los reproduzco aquí, con un recuerdo final al actual acompañante de lujo de Cohen, el guitarrista y laudista aragones Javier Más, del que tuve la ocasión de escribir brevemente cuando empezaba con su primer grupo en Zaragoza.



Ahora que Leonard Cohen viene a España para cantarnos sus composiciones tiene ya cuarenta años, lo cual de alguna manera desmiente la teoría, bastante extendida entre los medios «carcas», de que la música pop es cosa de jovencitos barbilampiños y melenudos. Efectivamente Leonard Cohen, nació en 1934 en Westmount, una ciudad canadiense cercana a Montreal, lo que le sitúa como uno más de los cantantes canadienses que la música pop ha dado al mundo, a través de Estados Unidos, naturalmente. Si antes había sido Buffy Saint Mary, después serían The Band, Joni Mitchell, Cohen, Neil Young, o Gordon Ligtfoot, entre tantos. Todos ellos han nacido en Canadá y se han hecho famosos en todo el mundo, y todos ellos han sido lanzados a la fama desde USA y por la industria discográfica estadounidense.

Leonard Cohen también sigue este camino y pronto deja Montreal para residir en Nueva York, donde entra en contacto con los círculos de jóvenes poetas y escritores. Cohen publica su primer libro a los 22 años, en 1956, que se titula «Let us compare mythologias», y su primera novela («The favorite game»), una obra autobiográfica en la que cuenta sus primeros contactos con la música folk, a través de las visitas que hacían a Montreal los folksingers americanos: Leadbelly, Pete Seeger y los Weawers. Sin embargo su producción musical no llega sino después de largo tiempo, y de ser ya sobradamente conocido a través de sus libros de poemas.

Cohen canta por primera vez en un escenario en el verano del sesenta y siete, en un concierto en el Central Park de Nueva York junto a Judy Collins, y su carrera es ya meteórica, ese mismo año actúa en el festival de Newport, y en enero del año siguiente sale a la venta su primer disco: “Songs of Leonard Cohen”.

Su llegada a la escena musical coincide con un momento muy difícil para la canción folklórica norteamericana, un momento de crisis después del cambio de Bob Dylan, y el instante crucial en que otros músicos como Paxton o Phil Ochs, se debaten intentando encontrar el camino a seguir. No es pues extraño que la crítica especializada se lance pronto a fáciles comparaciones con el siempre controvertido Dylan. Algunos creen haber encontrado un sustituto al genio, y para ello se basan en dos premisas fundamentales: por una parte el evidente carisma personal del canadiense, su misterio y su figura ayudan a los encumbramientos, y por otra parte, se juega la baza siempre eficaz de la poesía, «Leonard Cohen --se dice-- es un poeta», y no hay más que hablar, la leyenda está echada a rodar, y como una bola de nieve se va haciendo cada vez más grande.

Y, sin embargo, en pocas ocasiones se ha utilizado con mayor propiedad la palabra «poeta» para definir a un cantante. Hemos de reconocer que esta es una palabreja muy socorrida, una fórmula que se aplica en la mayoría de los casos a señores que apenas dicen sino vulgaridades en sus canciones, pero que, eso sí, las dicen perfectamente recubiertas de fuegos de artificio. Sin embargo el caso de Cohen es muy distinto. No se trata sólo de su pasado poético con una obra cuajada mucho antes de que se le ocurriera ponerse a cantar, se trata de que sus canciones llegan a adquirir en muchos casos el carácter de recitativos con acompañamiento musical. Para muchos esta puede ser una faceta negativa, pues no cabe duda de que las formas musicales utilizadas por Cohen no son a veces sino simples soportes a sus textos difíciles, abigarrados y hermosos; soportes, no obstante, que adquieres una rara facultad hipnótica para el oyente, completando así el sentido de las canciones.

Hemos de reconocer en el cantante canadiense una personalidad fuera de lo común, un estilo musical riguroso, escueto y falto por completo de efectismos, unas músicas que son el vehículo ideal para sus largos textos, llenos de referencias bíblicas y cargados de un simbolismo muy pocas veces desentrañable, pero que encierra un mundo de características propias y de una gran carga poética. Tanto en sus canciones como en sus poemas (y hay que recordar que en España la editorial Plaza Janes tiene publicada una cuidada selección de su obra poética), se desprende un sentido de la vida esencialmente meditativo e íntimo, que de alguna forma podría explicar sus constantes escapadas del «mundanal ruido», lo que ha ayudado, y no poco, a crear su imagen de hombre retraído en que se basa su leyenda.

Alguna de sus canciones contó «Suzanne» o «Pájaro en el alambre» o «Juana de Arco» son ya clásicos de la canción popular de todo el mundo, las versiones se cuentan por decenas en todos los idiomas, y si Leonard Cohen no hubiera vuelto a grabar un solo tema más, habría pasado a la historia de la canción por derecho propio. Pero, mira por dónde, acaba de publicar un nuevo disco todavía mejor que los anteriores. Se titula «New skin for the old ceremony» y en él se une a su tradicional estilo un más profundo sentido de la melancolía, si esto es posible, y una forma musical directamente ligada con una visión decadente de la vida. Esa decadencia que puede estar presente en algunas canciones lentas de Lou Reed está también en este último disco de Cohen, especialmente en la utilización de los coros y de un saxo que viene vagabundeando a lo largo de todo el disco como si tuviera vida propia.

Coincidiendo con la publicación de este LP entre nosotros Cohen nos va a visitar. Está bien que cuando los mitos reviven se acuerden de nosotros, a cambio lo menos que podemos hacer es portarnos bien, y estar dispuestos a escuchar todo lo que nos quiera contar sobre la Biblia, sobre el amor, sobre los mitos o sobre la esencia del judaísmo y su apocalíptica visión del mundo.






EL PAÍS. 9 FEBRERO 1985

Novelista, poeta y cantante, Leonard Cohen es un hombre que se prodiga poco, tanto en sus libros como en discos y actuaciones en directo. Ajeno al tinglado del negocio musical, sólo parece recurrir a él cuando anda escaso de dinero o simplemente cuando le apetece. Tras cinco años apartado de los estudios de grabación, acaba de lanzar al mercado su último disco, Various positions. Para promocionarlo está realizando una extensa gira por el mundo, que comprende los recitales en España: el próximo viernes en Bilbao y el sábado en Madrid.

Nacido en Montreal (Canadá) el 21 de septiembre de 1934, ha pasado sus 50 años de vida dedicado a la literatura, la música y los viajes, como un hijo canadiense de la generación beat americana. Escritor antes que cantante, ya había publicado una novela, The favorite game (1963), y cuatro libros de poesía antes de presentarse en el festival folk de Newport de 1967 y de grabar, ese mismo año, su primer disco, The songs of Leonard Cohen. Su obra posterior incluye otra novela, Beautiful losers, más de media docena de libros de poesía y ocho discos, además de un último libro de prosa, Book of Mency.

Influido en su obra literaria por el poeta canadiense Abraham Klein y por los miembros de la generación beat, especialmente Ginsberg, Corso y Ferlinghetti, y en el terreno musical por el country (en su juventud formó parte de un grupo que practicaba este género) y el jazz, su obra es fundamentalmente una constante reflexión sobre la memoria, histórica y personal. Sus obras constituyen un friso de personajes e historias que recorren la vida mezclando vivencias y referencias de su condición de minoritario y marginal en un país que, como él mismo ha dicho, es resultado de la convivencia de diversas minorías marginales que coinciden con la suya propia: la marginalidad de judío en un Canadá constantemente enfrentado entre dos culturas aisladas, la anglófona, minoritaria en Quebec, y la francófona, minoritaria en el conjunto de Canadá.

Leonard Cohen es un cantante por encima de modas y urgencias. La suya es una obra hecha sin apresuramientos, escrita y cantada al ritmo lento de unas cadencias que invitan a la contemplación y a la reflexión.





Leonard Cohen. Pabellón de Deportes del Real Madrid. Madrid, 16 de febrero.


EL PAÍS. 18 FEB 1985

Salir a un escenario prácticamente desnudo, con el único adorno de unas luces sobrias y mínimas, cantar canciones largas, de ritmo reposado, que cuentan historias apasionantes en un idioma que el público desconoce, sin hacer ni el menor gesto espectacular, vestido con un sencillo traje oscuro, acompañado por cinco músicos que en ningún momento juegan al virtuosismo y conseguir que cerca de 5.000 personas permanezcan durante más de dos horas y media pegadas a su asiento, atentas hasta la inmovilidad, aplaudiendo las canciones desde el momento que reconocen las primeras notas, requiere, cuando menos, poseer un pequeño secreto. Un pequeño secreto que, no obstante su pequeñez, es sumamente difícil de aprender. Aunque contando con el mito a favor, el secreto es difícil. Es el mínimo secreto del arte y la comunicación. Algo que Leonard Cohen viene demostrando que posee desde hace casi 20 años.

En esa sobriedad del escenario, en unas canciones de hipnótico ritmo interior, de fascinantes melodías que ejercen sobre el oyente el sutil efecto de un encantador de serpientes, en el acompañamiento de un grupo de músicos de ajustada exactitud e imaginativa creatividad, que no dan una sola nota de más que rompa el clima del recital, está el secreto de convertir un pabellón de deportes incómodo e inadecuado en una cálida e íntima habitación en la que las canciones suenan individualmente para cada uno de los espectadores, arrastrándoles tras unas ensoñaciones y vivencias difícilmente catalogables pero de impalpable profundidad.

Leonard Cohen lo canto casi todo, desde Who by  fire hasta Halleluyah, desde Bird on the wire hasta If it be your will, desde Suzanne hasta Dance me to the end on love. Canciones viejas y nuevas con la continuidad de un estilo perfectamente definido y un acompañamiento country and western que cumple con creces el infantil sueño del canadiense de tocar como en Nashville.

Ronald Getman con su guitarra eléctrica y stil guitar, J. Crowder al bajo, Richard Crooks sacándole a la batería insospechadas matizaciones, Michel Alan Watkins también con guitarra eléctrica y J. Thomas haciendo sonar teclados y piano y cantando con gusto, fuerza y sensibilidad componían un grupo que muestra lo que puede hacer la profesionalidad y las buenas vibraciones. Fueron el grupo ideal para un recital por encima de las modas y del tiempo.

De todas formas, la magia del ambiente se interrumpió durante unos breves segundos. Hubo un momento de ligero mosqueo cuando Cohen interpretaba Sisters of merey y una buena parte del público inició una inoportuna protesta dirigida a los que permanecían de pie sin dejar ver lo que ocurría en el escenario. El cantante interpretó lo que sucedía delante de él como disgusto ante uno de sus temas más hermosos. "¿Qué pasa...?" preguntó Cohen interrumpiendo el tema que interpretaba. El recital volvió pronto a sus cauces, aunque la canción quedó inconclusa.

Cuando Leonard Cohen se retiró definitivamente a los camerinos estaba cansado y parecía satisfecho. Había actuado durante dos horas largas y cada canción había sido recibida y despedida con aplausos. El público -alrededor de 5.000 personas llenaban el pabellón del Real Madrid- probablemente hubiera seguido un buen rato pegado al asiento. Los humos, falta de ventilación y algunas otras incomodidades se hubieran perdonado.

A las 20.30, una hora antes del momento previsto para iniciarse el recital, subió a escena Nick Hamilton, un cantante inglés que acaba de editar su primer disco en España (Suitcase man, Picas 528501). Muchos nos quedamos sin verlo por no ser puntuales.






En octubre de 1969, camino de Barcelona paré en Zaragoza, donde hice parada y fonda en casa de Placido Serrano, como siempre que pasaba por allí. Placido trabajaba en Radio Popular de Zaragoza, donde hacía un magnífico programa en el que daba cabida a todas las músicas que en aquel momento rompían la vulgaridad de la música española comercial, del rock a los cantautores. No sé si era los sábados o los domingos por la mañana emitía en directo desde un cine que había en los bajos de la emisora conciertos por los que pasaron lo mejor de la música española. Aquel día debutaba un dúo de la ciudad que interpretaban folk estadounidense. Se llamaban Free Feelds y uno de sus integrantes era Javier Más, que entonces tenía 17 años que ya tocaba de puta madre la guitarra. Plácido me lo presentó después de la actuación y con el tiempo le volví a encontrar como acompañante habitual de María del Mar Bonet durante largos años. También tocó con Raimundo Amador, o, ya fuera de España, con Albert Collins o Elvin Bishop, además de realizar sus propios proyectos musicales en un interesante trabajo de amalgama y creación alrededor de los sonidos mediterráneos. En 2008 Leonard Cohen debió quedar deslumbrado con su manera de tocar el laud, porque desde entonces le acompaña en los recitales prácticamente en plan de estrella invitada. Con Javier Mas la música de Cohen se ha enriquecido con la sabiduría de un magnífico músico, como se puede comprobar tras el articulillo. Ni soñar podía yo cuando lo escribí que hoy lo recordaría de esta manera y que aquel chaval sería al final este artista.








3 comentarios:

  1. ... de vez en cuando me gusta sumergirme en cosas de hace años. Y, por fortuna, me he encontrado con esta página...
    Antonio Gómez, te recuerdo de aquel día que estuviste en Zaragoza y nos presentó Plácido Serrano...
    En tu artículo, que yo califico de justo homenaje a Javier Mas Arrondo, te refieres a una fecha: “octubre 1969”. Sin embargo debes corregir. Era el 9 de noviembre de 1969, día en que se celebró este concierto en el Cine Pax de Zaragoza. Intervinieron-intervinimos: Els Sapastres; Falsterbo-3; Free Fields; y Flores de Otoño.
    Al finalizar, comimos todos juntos en "La Flor de la Sierra", un bar ubicado cerca de la Plaza de las Catedrales.
    La “voz femenina difícilmente igualable en nuestra celtibérica canción” que mencionas en tu reseña de "Discóbolo" (igual te pasaste...!!!) es la mía…
    Por cuestiones también musicales, Plácido Serrano y yo tuvimos un agradabilísimo encuentro hace aproximadamente un año... Cómo no, estuvimos recordando aquel 9 de noviembre de 1969...!!!
    Buenas noches!!!

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  2. Antonio Gómez, buenas noches!!!
    En el texto que acabo de leer, en justo homenaje a nuestro amigo Javier Mas Arrondo, te refieres a “octubre 1969”.
    Sin embargo debes corregir. Era la mañana del 9 de noviembre de 1969, día en que se celebró este concierto en el Cine Pax de Zaragoza.
    Intervinieron-intervinimos: Els Sapastres; Falsterbo-3; Free Fields; y Flores de Otoño...
    Nos presentó Plácido Serrano y finalizado el concierto, fuimos todos juntos --los cuatro grupos y periodistas-- a comer a "La Flor de la Sierra", bar ubicado muy cerca de la Plaza de la Seo...
    La “voz femenina difícilmente igualable en nuestra celtibérica canción” (te pasaste...!!! muchas gracias...) es la mía…
    Aproximadamente hace un año tuve unos encuentros por otras cuestiones, también musicales, con Plácido Serrano...
    Sinceramente, me ha hecho mucha ilusión encontrar esta reseña... Pocas referencias hay a todo lo que hicimos entre el 68 y 70 en Radio Popular y en los Colegios Mayores de la ciudad.
    Llegó Labordeta y acaparó todas las atenciones...
    Alicia-Flores de Otoño-Zaragoza

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  3. Recuerdo que yo era mas joven, 17 anos y 10 dias tenia en 1985, esa noche de febrero en Bilbao. Fue bonito, aunque en ese entonces me gustaba mas el Rock.... pero fue una anecdota que la he contado amenudo.
    Un gran cantante que se nos fue y que pronto volveremos a verle...eso seguro. MiguelA

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