Leonard Cohen. Dos visitas. 1974/1985
Entre 1974 y 1975, coincidiendo con la
muerte anunciada de Franco, que ya era un clamor que se aproximaba, comenzaron
a llegar a España los artistas, cantantes y grupos británicos y
estadounidenses, pero también sudamericanos, que estaban revolucionando la música
popular de todo el mundo. De la noche a la mañana nos encontramos escuchando en
directo, sobre un escenario, de Mercedes Sosa a Eduardo Falú o de Canen Heat a
Soft Machine.
Leonard Cohen actuó por primera vez en
España los días 12 y 14 de Octubre de 1974 en Barcelona y en Madrid. Aunque
podía haberlo hecho cualquier otro de los colaboradores de DISCO EXPRES me toco
a mí escribir la reseña previa a los recitales.
En febrero de 1985 el cantautor
canadiense volvió a España (no sé si por segunda vez o había habito otra visita
intremedia, para cantar en Bilbao y Madrid, y otra vez me tocó darle la
bienvenida, esta vez en EL PAÍS, con sendos artículos, el previo y la reseña
del recital. Los reproduzco aquí, con un recuerdo final al actual acompañante
de lujo de Cohen, el guitarrista y laudista aragones Javier Más, del que tuve
la ocasión de escribir brevemente cuando empezaba con su primer grupo en
Zaragoza.
Ahora que
Leonard Cohen viene a España para cantarnos sus composiciones tiene ya cuarenta
años, lo cual de alguna manera desmiente la teoría, bastante extendida entre
los medios «carcas», de que la música pop es cosa de jovencitos barbilampiños y
melenudos. Efectivamente Leonard Cohen, nació en 1934 en Westmount, una ciudad
canadiense cercana a Montreal, lo que le sitúa como uno más de los cantantes
canadienses que la música pop ha dado al mundo, a través de Estados Unidos,
naturalmente. Si antes había sido Buffy Saint Mary, después serían The Band,
Joni Mitchell, Cohen, Neil Young, o Gordon Ligtfoot, entre tantos. Todos ellos
han nacido en Canadá y se han hecho famosos en todo el mundo, y todos ellos han
sido lanzados a la fama desde USA y por la industria discográfica
estadounidense.
Leonard Cohen
también sigue este camino y pronto deja Montreal para residir en Nueva York,
donde entra en contacto con los círculos de jóvenes poetas y escritores. Cohen
publica su primer libro a los 22 años, en 1956, que se titula «Let us compare mythologias», y su primera
novela («The favorite game»), una obra
autobiográfica en la que cuenta sus primeros contactos con la música folk, a través
de las visitas que hacían a Montreal los folksingers americanos: Leadbelly,
Pete Seeger y los Weawers. Sin embargo su producción musical no llega sino
después de largo tiempo, y de ser ya sobradamente conocido a través de sus
libros de poemas.
Cohen canta por
primera vez en un escenario en el verano del sesenta y siete, en un concierto
en el Central Park de Nueva York junto a Judy Collins, y su carrera es ya
meteórica, ese mismo año actúa en el festival de Newport, y en enero del año siguiente
sale a la venta su primer disco: “Songs
of Leonard Cohen”.
Su llegada a la
escena musical coincide con un momento muy difícil para la canción folklórica
norteamericana, un momento de crisis después del cambio de Bob Dylan, y el instante
crucial en que otros músicos como Paxton o Phil Ochs, se debaten intentando
encontrar el camino a seguir. No es pues extraño que la crítica especializada
se lance pronto a fáciles comparaciones con el siempre controvertido Dylan.
Algunos creen haber encontrado un sustituto al genio, y para ello se basan en
dos premisas fundamentales: por una parte el evidente carisma personal del canadiense,
su misterio y su figura ayudan a los encumbramientos, y por otra parte, se
juega la baza siempre eficaz de la poesía, «Leonard
Cohen --se dice-- es un poeta», y
no hay más que hablar, la leyenda está echada a rodar, y como una bola de nieve
se va haciendo cada vez más grande.
Y, sin embargo,
en pocas ocasiones se ha utilizado con mayor propiedad la palabra «poeta» para definir a un cantante. Hemos
de reconocer que esta es una palabreja muy socorrida, una fórmula que se aplica
en la mayoría de los casos a señores que apenas dicen sino vulgaridades en sus
canciones, pero que, eso sí, las dicen perfectamente recubiertas de fuegos de artificio.
Sin embargo el caso de Cohen es muy distinto. No se trata sólo de su pasado
poético con una obra cuajada mucho antes de que se le ocurriera ponerse a
cantar, se trata de que sus canciones llegan a adquirir en muchos casos el
carácter de recitativos con acompañamiento musical. Para muchos esta puede ser
una faceta negativa, pues no cabe duda de que las formas musicales utilizadas por
Cohen no son a veces sino simples soportes a sus textos difíciles, abigarrados
y hermosos; soportes, no obstante, que adquieres una rara facultad hipnótica
para el oyente, completando así el sentido de las canciones.
Hemos de
reconocer en el cantante canadiense una personalidad fuera de lo común, un
estilo musical riguroso, escueto y falto por completo de efectismos, unas músicas
que son el vehículo ideal para sus largos textos, llenos de referencias
bíblicas y cargados de un simbolismo muy pocas veces desentrañable, pero que encierra
un mundo de características propias y de una gran carga poética. Tanto en sus
canciones como en sus poemas (y hay que recordar que en España la editorial
Plaza Janes tiene publicada una cuidada selección de su obra poética), se
desprende un sentido de la vida esencialmente meditativo e íntimo, que de
alguna forma podría explicar sus constantes escapadas del «mundanal ruido», lo
que ha ayudado, y no poco, a crear su imagen de hombre retraído en que se basa
su leyenda.
Alguna de sus
canciones contó «Suzanne» o «Pájaro en el alambre» o «Juana de Arco» son ya clásicos de la
canción popular de todo el mundo, las versiones se cuentan por decenas en todos
los idiomas, y si Leonard Cohen no hubiera vuelto a grabar un solo tema más, habría
pasado a la historia de la canción por derecho propio. Pero, mira por dónde,
acaba de publicar un nuevo disco todavía mejor que los anteriores. Se titula «New skin for the old ceremony» y en él
se une a su tradicional estilo un más profundo sentido de la melancolía, si
esto es posible, y una forma musical directamente ligada con una visión
decadente de la vida. Esa decadencia que puede estar presente en algunas
canciones lentas de Lou Reed está también en este último disco de Cohen,
especialmente en la utilización de los coros y de un saxo que viene
vagabundeando a lo largo de todo el disco como si tuviera vida propia.
Coincidiendo con
la publicación de este LP entre nosotros Cohen nos va a visitar. Está bien que
cuando los mitos reviven se acuerden de nosotros, a cambio lo menos que podemos
hacer es portarnos bien, y estar dispuestos a escuchar todo lo que nos quiera
contar sobre la Biblia, sobre el amor, sobre los mitos o sobre la esencia del
judaísmo y su apocalíptica visión del mundo.
EL PAÍS. 9 FEBRERO 1985
Novelista, poeta
y cantante, Leonard Cohen es un hombre que se prodiga poco, tanto en sus libros
como en discos y actuaciones en directo. Ajeno al tinglado del negocio musical,
sólo parece recurrir a él cuando anda escaso de dinero o simplemente cuando le
apetece. Tras cinco años apartado de los estudios de grabación, acaba de lanzar
al mercado su último disco, Various
positions. Para promocionarlo está realizando una extensa gira por el
mundo, que comprende los recitales en España: el próximo viernes en Bilbao y el
sábado en Madrid.
Nacido en
Montreal (Canadá) el 21 de septiembre de 1934, ha pasado sus 50 años de vida
dedicado a la literatura, la música y los viajes, como un hijo canadiense de la
generación beat americana. Escritor antes que cantante, ya había publicado una
novela, The favorite game (1963), y
cuatro libros de poesía antes de presentarse en el festival folk de Newport de
1967 y de grabar, ese mismo año, su primer disco, The songs of Leonard Cohen. Su obra posterior incluye otra novela, Beautiful losers, más de media docena de
libros de poesía y ocho discos, además de un último libro de prosa, Book of Mency.
Influido en su
obra literaria por el poeta canadiense Abraham Klein y por los miembros de la
generación beat, especialmente Ginsberg, Corso y Ferlinghetti, y en el terreno
musical por el country (en su juventud formó parte de un grupo que practicaba este
género) y el jazz, su obra es fundamentalmente una constante reflexión sobre la
memoria, histórica y personal. Sus obras constituyen un friso de personajes e
historias que recorren la vida mezclando vivencias y referencias de su
condición de minoritario y marginal en un país que, como él mismo ha dicho, es
resultado de la convivencia de diversas minorías marginales que coinciden con la suya propia: la marginalidad de
judío en un Canadá constantemente enfrentado entre dos culturas aisladas, la
anglófona, minoritaria en Quebec, y la francófona, minoritaria en el conjunto
de Canadá.
Leonard Cohen es
un cantante por encima de modas y urgencias. La suya es una obra hecha sin
apresuramientos, escrita y cantada al ritmo lento de unas cadencias que invitan
a la contemplación y a la reflexión.
Leonard Cohen.
Pabellón de Deportes del Real Madrid. Madrid, 16 de febrero.
EL PAÍS. 18 FEB 1985
Salir a un
escenario prácticamente desnudo, con el único adorno de unas luces sobrias y
mínimas, cantar canciones largas, de ritmo reposado, que cuentan historias
apasionantes en un idioma que el público desconoce, sin hacer ni el menor gesto
espectacular, vestido con un sencillo traje oscuro, acompañado por cinco
músicos que en ningún momento juegan al virtuosismo y conseguir que cerca de
5.000 personas permanezcan durante más de dos horas y media pegadas a su
asiento, atentas hasta la inmovilidad, aplaudiendo las canciones desde el
momento que reconocen las primeras notas, requiere, cuando menos, poseer un
pequeño secreto. Un pequeño secreto que, no obstante su pequeñez, es sumamente
difícil de aprender. Aunque contando con el mito a favor, el secreto es difícil.
Es el mínimo secreto del arte y la comunicación. Algo que Leonard Cohen viene
demostrando que posee desde hace casi 20 años.
En esa sobriedad
del escenario, en unas canciones de hipnótico ritmo interior, de fascinantes
melodías que ejercen sobre el oyente el sutil efecto de un encantador de
serpientes, en el acompañamiento de un grupo de músicos de ajustada exactitud e
imaginativa creatividad, que no dan una sola nota de más que rompa el clima del
recital, está el secreto de convertir un pabellón de deportes incómodo e
inadecuado en una cálida e íntima habitación en la que las canciones suenan
individualmente para cada uno de los espectadores, arrastrándoles tras unas
ensoñaciones y vivencias difícilmente catalogables pero de impalpable profundidad.
Leonard Cohen lo canto casi todo, desde Who by
fire hasta Halleluyah,
desde Bird on the wire hasta If it be your will, desde Suzanne hasta Dance me to the end on love. Canciones viejas y nuevas con la
continuidad de un estilo perfectamente definido y un acompañamiento country and
western que cumple con creces el infantil sueño del canadiense de tocar como en
Nashville.
Ronald Getman
con su guitarra eléctrica y stil
guitar, J. Crowder al bajo, Richard Crooks sacándole a la batería insospechadas
matizaciones, Michel Alan Watkins también con guitarra eléctrica y J. Thomas
haciendo sonar teclados y piano y cantando con gusto, fuerza y sensibilidad
componían un grupo que muestra lo que puede hacer la profesionalidad y las
buenas vibraciones. Fueron el grupo ideal para un recital por encima de las
modas y del tiempo.
De todas formas,
la magia del ambiente se interrumpió durante unos breves segundos. Hubo un
momento de ligero mosqueo cuando Cohen interpretaba Sisters of merey y una buena parte del público inició una
inoportuna protesta dirigida a los que permanecían de pie sin dejar ver lo que
ocurría en el escenario. El cantante interpretó lo que sucedía delante de él
como disgusto ante uno de sus temas más hermosos. "¿Qué pasa...?" preguntó
Cohen interrumpiendo el tema que interpretaba. El recital volvió pronto a sus
cauces, aunque la canción quedó inconclusa.
Cuando Leonard
Cohen se retiró definitivamente a los camerinos estaba cansado y parecía
satisfecho. Había actuado durante dos horas largas y cada canción había sido
recibida y despedida con aplausos. El público -alrededor de 5.000 personas
llenaban el pabellón del Real Madrid- probablemente hubiera seguido un buen
rato pegado al asiento. Los humos, falta de ventilación y algunas otras
incomodidades se hubieran perdonado.
A las 20.30, una
hora antes del momento previsto para iniciarse el recital, subió a escena Nick Hamilton, un cantante inglés que
acaba de editar su primer disco en España (Suitcase
man, Picas 528501). Muchos nos quedamos sin verlo por no ser puntuales.
En octubre de 1969, camino de Barcelona
paré en Zaragoza, donde hice parada y fonda en casa de Placido Serrano, como siempre que pasaba por allí. Placido
trabajaba en Radio Popular de Zaragoza, donde hacía un magnífico programa en el
que daba cabida a todas las músicas que en aquel momento rompían la vulgaridad
de la música española comercial, del rock a los cantautores. No sé si era los
sábados o los domingos por la mañana emitía en directo desde un cine que había
en los bajos de la emisora conciertos por los que pasaron lo mejor de la música
española. Aquel día debutaba un dúo de la ciudad que interpretaban folk
estadounidense. Se llamaban Free Feelds
y uno de sus integrantes era Javier Más,
que entonces tenía 17 años que ya tocaba de puta madre la guitarra. Plácido me
lo presentó después de la actuación y con el tiempo le volví a encontrar como
acompañante habitual de María del Mar Bonet
durante largos años. También tocó con Raimundo
Amador, o, ya fuera de España, con Albert
Collins o Elvin Bishop, además
de realizar sus propios proyectos musicales en un interesante trabajo de
amalgama y creación alrededor de los sonidos mediterráneos. En 2008 Leonard Cohen debió quedar deslumbrado con
su manera de tocar el laud, porque desde entonces le acompaña en los recitales prácticamente
en plan de estrella invitada. Con Javier Mas la música de Cohen se ha
enriquecido con la sabiduría de un magnífico músico, como se puede comprobar
tras el articulillo. Ni soñar podía yo cuando lo escribí que hoy lo recordaría
de esta manera y que aquel chaval sería al final este artista.
... de vez en cuando me gusta sumergirme en cosas de hace años. Y, por fortuna, me he encontrado con esta página...
ResponderEliminarAntonio Gómez, te recuerdo de aquel día que estuviste en Zaragoza y nos presentó Plácido Serrano...
En tu artículo, que yo califico de justo homenaje a Javier Mas Arrondo, te refieres a una fecha: “octubre 1969”. Sin embargo debes corregir. Era el 9 de noviembre de 1969, día en que se celebró este concierto en el Cine Pax de Zaragoza. Intervinieron-intervinimos: Els Sapastres; Falsterbo-3; Free Fields; y Flores de Otoño.
Al finalizar, comimos todos juntos en "La Flor de la Sierra", un bar ubicado cerca de la Plaza de las Catedrales.
La “voz femenina difícilmente igualable en nuestra celtibérica canción” que mencionas en tu reseña de "Discóbolo" (igual te pasaste...!!!) es la mía…
Por cuestiones también musicales, Plácido Serrano y yo tuvimos un agradabilísimo encuentro hace aproximadamente un año... Cómo no, estuvimos recordando aquel 9 de noviembre de 1969...!!!
Buenas noches!!!
Antonio Gómez, buenas noches!!!
ResponderEliminarEn el texto que acabo de leer, en justo homenaje a nuestro amigo Javier Mas Arrondo, te refieres a “octubre 1969”.
Sin embargo debes corregir. Era la mañana del 9 de noviembre de 1969, día en que se celebró este concierto en el Cine Pax de Zaragoza.
Intervinieron-intervinimos: Els Sapastres; Falsterbo-3; Free Fields; y Flores de Otoño...
Nos presentó Plácido Serrano y finalizado el concierto, fuimos todos juntos --los cuatro grupos y periodistas-- a comer a "La Flor de la Sierra", bar ubicado muy cerca de la Plaza de la Seo...
La “voz femenina difícilmente igualable en nuestra celtibérica canción” (te pasaste...!!! muchas gracias...) es la mía…
Aproximadamente hace un año tuve unos encuentros por otras cuestiones, también musicales, con Plácido Serrano...
Sinceramente, me ha hecho mucha ilusión encontrar esta reseña... Pocas referencias hay a todo lo que hicimos entre el 68 y 70 en Radio Popular y en los Colegios Mayores de la ciudad.
Llegó Labordeta y acaparó todas las atenciones...
Alicia-Flores de Otoño-Zaragoza
Recuerdo que yo era mas joven, 17 anos y 10 dias tenia en 1985, esa noche de febrero en Bilbao. Fue bonito, aunque en ese entonces me gustaba mas el Rock.... pero fue una anecdota que la he contado amenudo.
ResponderEliminarUn gran cantante que se nos fue y que pronto volveremos a verle...eso seguro. MiguelA