Una historia de mi yo canario al hilo de Los
Sabandeños
Algún día tendré que explicar cómo y por qué me
nacionalicé canario, pero fueron aquellos unos años tan intensos en mi vida
personal, política y profesional que la historia concita fantasmas emocionales
con los que debo lidiar poco a poco, que uno ya está jubilado y no es cosa de
abusar de las pilas del marcapasos.
Pero esa historia os la debo y esa historia os la
voy a contar… poco a poco. No avasallemos. De momento empecemos por los
preliminares, los “antes de”, que en su inicio, o poco menos, tuvieron a Los Sabandeños.
Antes de seguir, no obstante, permitidme que nos lo tomemos con calma y dejadme
que os proponga escuchar y ver el vídeo siguiente, que he encontrado, como
todos los demás, en este mar proceloso lleno de internet, lleno de botellas con
mensajes que buscan destinatario. Es una grabación aficionada de una reunión
privada y se corresponde a una cena en 1984 con motivo de la celebración del
festival que el grupo organizaba anualmente en La Laguna. No me he encontrado
entre los presentes, pero podía haberlo estado, porque ese año, aunque ya había
vuelto a Madrid el anterior, asistí al festival, y de hecho publiqué en EL DÍA
de Tenerife, del que Elfidio Alonso era subdirector o algo así y Enrique Martín
(¡Ay!) fotógrafo, el artículo que cierra estas notas. No es eso, sin embargo,
lo que quería destacar del video, sino el hecho de que en una reunión como esa
pude haber estado perfectamente, y de hecho lo estuve, cuando llegué a Canarias
a finales del verano de 1977.
Como no he conseguido subir el vídeo,
lo enlazo y mejor será que pinchéis aquí para verlo.
A partir de mi boda en 1973 con una canaria, Carmen
Rosa Saavedra, que a la sazón trabajaba en Radio Popular de Las Palmas, mi
relación con las islas se incrementó. A Manolo Millares le siguieron Chirino,
César Manrique o Tony Gallardo; a su hermano Agustín, Pedro García Cabrera,
Pedro Lezcano y los poetas de “Paloma Atlantida Poesía”, la colección que
Manuel Padorno y Josefina Betancor publicaban en su editorial Taller de
Ediciones JB, en la que también accedí, aparte de a los trabajo de lingüística
de Todovov, a “Crónica de la nada hecha pedazos”, la primera novela de Juan
Cruz, cuyo anunció fue el primero que llegó a Radio Popular FM y debíamos
leerlo en directo.
Por lo que aquí corresponde, de Los Sabandeños pasé a los cantautores que de ellos salieron tras las primeras escisiones, como Julio Fajardo o Manuel Luis Medina, el memorable “Minuto”, Gofiones, Chincanayros y, sobre todo, a Totoyo Millares, el maestro del timple. También Caco Senante, que pronto se trasladó a Madrid, Suso Junco, el grupo Palo, con los estupendos Javi Moreno y Manolo Grimaldi dentro, luego desgraciadamente malogrados para la canción, José Manuel Abreu y el resto de los nuevos cantautores de los que hablaba el periodista Diego Talavera Alemán en el primer libro sobre el tema, editado precisamente por Taller de Ediciones, y con quien luego me correría alguna buena.
Por lo que aquí corresponde, de Los Sabandeños pasé a los cantautores que de ellos salieron tras las primeras escisiones, como Julio Fajardo o Manuel Luis Medina, el memorable “Minuto”, Gofiones, Chincanayros y, sobre todo, a Totoyo Millares, el maestro del timple. También Caco Senante, que pronto se trasladó a Madrid, Suso Junco, el grupo Palo, con los estupendos Javi Moreno y Manolo Grimaldi dentro, luego desgraciadamente malogrados para la canción, José Manuel Abreu y el resto de los nuevos cantautores de los que hablaba el periodista Diego Talavera Alemán en el primer libro sobre el tema, editado precisamente por Taller de Ediciones, y con quien luego me correría alguna buena.
No obstante con Los Sabandeños era distinto. Ellos
fueron los primeros en romper la barrera del mar y la distancia y hacer llegar
a Madrid las isas, folias y malagueñas junto a sus versiones de canciones
sudamericanas. Cada vez que viajaban nos veíamos, aprendía de folklore con
Elfidio, y alguna noche acompañamos servidor y señora a Enrique y otros
compañeros a algún bar de la Gran Vía cercano al hostal del callejón entre
Hortaleza y Fuencarral en el que solían quedarse, que acababan cerrando a toque
de timple. Fuimos con ellos varias veces a Segovia, donde establecieron su
íntima relación con El Nuevo Mester de Juglaría. No nos lo pasamos mal, la
verdad.
En aquellos años trabajaba en “Para vosotros
jóvenes”, el programa de Radio Nacional que dirigía Carlos Tena y en el que
estaban también Gonzalo García Pelayo, Adrián Vogel, Julio Palacios, Jorge de
Antón y otros descerebrados que proveníamos de la radio en frecuencia modulada,
más alternativa. Como locutora de la casa estaba Aurora de Andrés, que tan
descerebrada como nosotros entró inmediatamente en el juego. Quizás la
influencia de Carmen Rosa y la mía hizo que el programa tuviera desde el
principio una buena relación con Canarias. En él emitieron su primera
entrevista radiofónica, su primer trabajo periodístico, Martín y Carmelo
Rivero, luego premios Canarias de Comunicación, que entonces formaban equipo
con Zenaido Hernandez, excelente periodista. ¿El Tema? Los Sabandeños, claro,
faltaría más. Fue aquel el programa que comenzó a decir eso de “en Canarias una hora menos” al dar las señales horarias y que
patrocinó el primer disco de Taburiente presentándolo a una cosa que se llamaba
“European Pop Jury”, que parece ser que garantizaba la difusión en todo el
continente.
En 1976 Carlos decidió que había que emitir el
programa desde Santa Cruz de Tenerife durante los carnavales y allá nos fuimos
unos cuantos. El carnaval chicharrero. Un deslumbramiento. Un estallido de
libertad, aunque todavía siguiera vigilando el ojo del policía pese a que el
generalísimo chusquero ya hubiera doblado el gorro. Estaba previsto emitir toda
la semana y ofrecer los fines de semana dos conciertos desde el Teatro Guimerá
de Santa Cruz, con la actuación, además de cantautores y grupos canarios, de
Aguaviva el primer día y Lluis Llach el segundo. Algún policía con buena vista
pensó que aquello podía acabar mal y se prohibió el último recital, en el que
también tenían que actuar Los Sabadeños.
En ese viaje tuve también mi primer contacto
político canario. Una tarde, Carlos Tena (que en esos día me pidió una noche a
la puerta del hotel ingresar en el PCE) y yo nos reunimos con unos compañeros
de la Junta Democrática de Tenerife en los cuales estaba, ¿cómo no en esta
historia?, Elfidio Alonso, que en aquella época militaba en el PASC (Partido
Autonomista Socialista Canario), lo que sería el equivalente insular del PSP de
Enrique Tierno Galván.
Con este prólogo y la presencia a mi lado de Carmen
Rosa (y de mi hija, que ya había nacido) emigré a Las Palmas, en donde inmediatamente
conocí a compañeros como Pepe Orive, Diego Talavera, Adrián Déniz, Maribel
Lacave, Tony Gallardo y Mela Campos, Antonio Cabral y Aída Salvadores, José
María Betacort, Manolito Suárez, Pepe del Toro, Enrique Caro, Pepe Alemán, o
aquellos dos memorables vetranos, Agustín Millares y Germán Pirez, aparte de la
familia, que me hicieron la vida más leve.
En aquel momento el nacionalismo de izquierdas
estaba en auge a partir de la unión de varios grupos en lo que se llamó Pueblo
Canario Unido, que en las elecciones había conseguido situar a Fernando
Sagaseta en el Congreso madrileño, motivo por el que quizás algún amigo se
alarmó cuando al poco de llegar Diego Talavera me propuso presentar un festival
de música canaria que había organizado en Telde. Pensaba, y no sin razón, que
mi evidente acento godo, que ni siquiera era el godo-canarión que se me
quedaría después, podía motivar algún rechazo de parte del público. Con cierta
prevención subí aquella noche al escenario. No debí haberla tenido, porque la
gente reaccionó estupendamente y no hubo ningún problema. Desde ese momento me
sentí como en casa.
Otra vez a finales de agosto, seis años después
volví a emigrar, esta vez en sentido inverso. Un par de meses antes, en el
transcurso de un recital de Los Sabandeños en el Teatro Pérez Galdos de Las
Palmas, Elfidio me colgó en la solapa la insignia de Sabandeño de honor,
condición que también le otorgaron ese mismo día a Agustín Millares. Dos
honores: la confianza y la compañía.
Y vamos ya con los textos, que esto va pareciendo el cuento de nunca acabar. Incluyo tres. El primero, publicado en la revista madrileña Posible, es anterior al traslado. Para el segundo, del diario de Las Palmas El Eco de Canarias, ya estaba allí. El tercero se publicó en la isla de enfrente, en EL DÍA, en el viaje que hice a Tenerife en 1984, viviendo ya en Madrid, con motivo del Festival de Los Sabandeños de ese año.
He buscado ilustraciones musicales adecuadas y me
llama la atención que lo que hay colgado de Los Sabandeños corresponde sobre
todo a grabaciones y recitales posteriores a aquella fecha y a su faceta de
intérpretes de éxitos internacionales, en detrimento de su obra anterior a los
años noventa y especialmente a su trabajo originario sobre el folklore de las
islas, la parte que a mí personalmente más me interesa de su obra y la que me
parece más inaugural y creadora. Por fortuna he tropezado con algunas
grabaciones del programa de televisión “Tenderete” de aquellas fechas, en las
que están Los Sabandeños en su esplendor. Las utilizo con gusto, porque,
además, me permiten recordar con cariño y respeto a su director y presentador,
Nanino Díaz Cutillas, una figura fundamental en la recuperación del sentimiento
canario en las islas.
POSIBLE. 19 JUNIO 1976
Los Sabandeños devuelven al canto popular su amplío sentido colectivo. Con ellos, más que con otros grupos de folklore, se puede sentir al escucharles y al verles encima de un escenario que el canto del pueblo nos concierne a todos, y que es una forma integral, completa, de expresar el conjunto de las vivencias populares.
Ahora, que en
España proliferan los grupos que de una forma u otra se dedican al
"folklore" (así, entre comillas), la antigua presencia en las Islas
Canarias (hace más de ocho años que llevan cantando) de Los Sabandeños supone
un poner los pies en la tierra y un saber cuáles son los límites y cuáles las
limitaciones del canto popular.
Porque Los
Sabandeños son difícilmente catalogables, no se encierran en definiciones
fáciles, y en su doble faceta de intérpretes de música canaria y sudamericana,
saben perfectamente encontrar las canciones que mejor sirven a su concepción
integral de la música del pueblo: canciones de diversión, de borrachera, de
paisaje, cantos de amor y canciones comprometidas, denunciantes, todo ello se
encuentra en su repertorio que, al igual que su forma de interpretar, se sale
de lo común en este tipo de grupos.
Hay una gran
cantidad de rasgos en la obra de este grupo que demuestran mi afirmación
primera de "devolver al canto popular su amplio sentido colectivo".
En primer lugar, su abultado número de miembros, siempre rondando los
veinticinco, lo que les confiere, además de su contundencia sonora, ese sentido
anónimo, artesanal, tan ligado al canto popular, y que hace que el solista,
incluso los directores del grupo, se integren perfectamente en la propia
colectividad. También el carácter amateur, no profesional, de sus integrantes
del conjunto. Como auténticos bardos populares, Los Sabandeños no viven de su
canto, no han profesionalizado su palabra, todos ellos trabajan en mil oficios
ajenos a la canción, y cuando cantan, devuelven al canto popular su carácter de
fiesta colectiva, de celebración pública. (Con esto no quiero en absoluto
despreciar a los cantantes "profesionalizados" que viven de la
canción, muy por el contrario, pretendo únicamente mostrar que en unas
condiciones particulares --las que presentan las Islas Canarias-- es posible la
supervivencia de la canción como una celebración popular.
Basta acudir a
Canarias y hablar con cualquier persona, para comprender inmediatamente la repercusión
pública de la labor de Los Sabandeños. Desde que ellos aparecieron en escena,
la canción popular de las Islas (sus Isas, Folias. Malagueñas. Polkas, etc.),
han alcanzado su auténtica dimensión, porque han dejado de ser alimento de
turistas o entretenimiento de señoritas sin ocupación, para convenirse en
patrimonio cultural del pueblo.
Pocas veces Los
Sabandeños vienen a la Península a cantar, la última vez ha sido este pasado
mes de mayo, para actuar en Madrid y Segovia. En sus recitales ante los más diversos
públicos (han actuado en el Teatro Español de Madrid, en la Feria del Campo, en
un colegio mayor y en una discoteca de Segovia) nos han demostrado la
rotundidez de su canto y la espléndida realidad que significan dentro de la
canción popular de nuestro país.
No faltan,
naturalmente, aquellos folklorófogos, antropólogos, etnólogos, antropófagos
(como diría Horacio Guarany) que tachen a Los Sabandeños de poco puros, de
salirse de la normativa del más ortodoxo folklore para hacer otras cosas. Lo
que seguramente no piensan los folkloetcétera
es que quizá los márgenes de esa ortodoxia ya no sean validos ni siquiera para
guardarlos en tos museos, y que el canto popular ha de mantenerse vivo aún a
costa de romper diez o doce tradiciones, o más si es necesario, para acudir
puntualmente a su cita con la realidad del pueblo. Estoy convencido de que Los
Sabandeños sí que piensan que deben romperse estas encorsetadas tradiciones y,
también por eso, entre otras muchas cosas, me gustan.
También autores
Sí bien los Sabandeños comenzaron cantando casi
exclusivamente temas folkóricos anónimos, su obra se decanta cada vez más
visiblemente hacia la composición propia, siguiendo siempre la pauta del ritmo
y la forma popular, pero tratando también cada vez más temas específicamente
canarios y actuales, y por ello mismo con una gran carga de universalidad.
En esta línea
evolutiva de su canto, se integra su último disco, "Cantata del Mencey
Loco", una obra integral de veinte minutos aproximadamente, en la que a
través del recurso de la historia del último rey guanche, muerto en la lucha
por conservar la libertad de su pueblo, se hace una eficaz y hermosa
reivindicación de la cultura, la lengua y la historia del pueblo originario de
la isla: los guanches. Esta cantata, que coincide con un renacer del sentido
regionalista y nacionalista no sólo de Canarias, sino de muchos otros sitios
del territorio español, es, además, una magnífica pieza musical, en la que la
construcción formal, su complejidad, su belleza y su inteligencia, supera con
mucho cualquier otro intento que se haya hecho en el país por actualizar el folklore
y el canto popular.
Dacio Ferrera está en la mayor parte de los vídeos que he seleccionado,
pero quiero destacarle con este,
porque aunque aquí ya había dejado Los Sabandeños y ya estaba enfermo de la garganta,
porque aunque aquí ya había dejado Los Sabandeños y ya estaba enfermo de la garganta,
canta en él unas folias y unas isas tan hondo
como el más viejo de los flamencos, con tanto feeling como el bluesmen más negro.
QUINCE ANOS DE HISTORIA DE LA MÚSICA CANARIA
En el panorama
de esterilidad artística que suponía el «bom»
turístico, con la música folklórica convertida en reliquia de museo, o
manipulada y tergiversada hasta perder su razón de ser por mor de alegrar el
ocio del turista, la aparición pública de «Los Sabandeños» supuso un hito
fundamental para la recuperación de la canción popular canaria.
Formados en
1.967, en la finca «La Sabanda», de Punía Hidalgo, por un grupo de jóvenes
estudiantes y profesionales, entre los que se encontraba Julio Fajardo, los
hermanos Bacallado, Domingo Martín, Rafael Perera, Gonzalo Abreu, González
Abreu, González Alonso Cambreleng, Ramón Torres, Manuel Luis Medina, Quique
Martín y, naturalmente. Elfidio Alonso. «Los Sabandeños» devolvían al canto
popular su más amplio sentido colectivo, pudiendo sentirse, al escucharlos, que
ese canto de todos nos concierne a todos, y que es una forma integral,
completa, de expresar el conjunto de las vivencias populares.
Cuando en Madrid
o Barcelona proliferan los autollamados
«conjuntos folklóricos», para los que la música popular no era sino una forma
de seguir la moda o de ganar dinero, el nacimiento de «Los Sabandeños» supuso
una renovación importante. Desde su primer disco, un EP de cuatro canciones grabado
para el sello Tan-Tan de Tenerife, que fue presentado con gran éxito en el
Ateneo de La Laguna por Alfonso García Ramos, hasta hoy, han sido editados
diecisiete álbumes con su nombre en la portada. Observando esta extensa discografía,
y muy especialmente sus discos canarios, se puede seguir fácilmente la
evolución del grupo, porque no son «Los Sabandeños» un conjuntoque haya
permanecido estancado, siempre igual a sí mismo; antes bien, entre los primeros
y los últimos discos hay diferencias remarcables, tanto en la manera de cantar
como en el contenido y la forma de las canciones que interpretan.
Después de una
primera etapa, que podríamos definir como «canarista», y en la que incluiríamos
la Misa Sabandeña y los dos primeros volúmenes de su antología del folklore
canario, en la que centraron su trabajo en recuperar ritmos, formas y
sentimientos del acervo popular, intentando un acercamiento al folklore desde
una perspectiva de dignidad y de dar cumplida cuenta de la música de las
diferentes islas; y una segunda, centrada fundamentalmente en el tercer volumen
de la antología del folklore canario, caracterizada por el acercamiento a la
realidad social de las islas --con temas como las «Malagueñas del Luciano», la
«Polka frutera» o la «Isa de la borrachera», entre otras--, acercamiento que
coincide con una mayor libertad a la hora de tratar los ritmos folklóricos,
fruto, tal vez, de la necesidad por completar sus presupuestos musicales y por
definir su estilo interpretativo, llegaron, con «La cantata del Mencey loco», a
la plena madurez creativa, abriendo un camino en el que todavía se encuentran.
UNA OBRA MAESTRA
QUE ABRIÓ CAMINO
La
«Cantata del Mencey Loco», que cierra esta etapa y abre la siguiente, es, a mi
entender, la obra maestra en el trabajo de «Los Sabandeños» y una de las más
bellas creaciones que se han dado en la música popular del Estado Español. En
ella, a través de unos versos del poeta tinerfeño de comienzos de siglo Ramón
Gil Roldan, se narra la historia de la resistencia, lucha y derrota del Mencey
guanche Beneharo, utilizándola como una reivindicación de la cultura, la
historia, la lengua y el ansia de libertad del pueblo guanche, y, por
extrapolación, del canario actual.
Aunque guardando
una estructura formal muy similar a la utilizada por Luis Advis en su famosa
«Cantata Santa María de Iquique», a base de temas instrumentales, narrador,
solista y coro, en el trabajo de «Los Sabandeños» hay suficientes elementos
valiosos propios, como la mezcla de ritmos folklóricos canarios y peninsulares
(la petenera que se utiliza en la narración dramática de los coros), que crea
una tensión dialéctica entre la cultura colonizada y la colonizadora, que recorre
corno una espiral dorsal el trabajo, confiriéndole a la obra una complejidad y
una grandiosidad que son su principal hallazgo. En este sentido es de destacar
el carácter épico que alcanzan los ritmos folklóricos, malagueñas, isas, folias
y tajarastes y, muy especialmente, los fragmentos de los cantos canarios de
Teobaldo Power, que ya habían sido utilizados anteriormente por «Los
Sabandeños» al menos en una ocasión: la «Estampa tinerfeña», de Elfidio Alonso
y Julio Fajardo, incluida en el tercer volumen de su antología del folklore
canario, y que habría de constituir posteriormente su disco monográfico «Cantos
Canarios», editado el año pasado.
Encontrar el
camino a seguir después de una obra como esta «Cantata del Mencey loco» era un
camino difícil, sí no imposible. Y aunque el siguiente disco («Seguidillas del
Salinero» 1.977) constituyó un trabajo de excelente factura, se tenía que notar
una cierta crisis de creatividad que alcanzó su punto más conflictivo en el
álbum «Guanche» (1.978), un disco de búsqueda a mi entender no plenamente
logrado. Crisis que coincidió también con el camino democrático en España y con
la situación crítica que este tipo de canción sufrió en el conjunto del Estado.
«Los Sabandeños» han encontrado una vía de salida en la profundidad de los
caminos que se apuntaban en la cantata: la búsqueda de las señas de identidad
más profundas del pueblo canario, la elaboración culta e intelectual de los
ritmos folklóricos, la creación de sus propias canciones. Así se suceden tres
álbumes que van perfeccionando estas constantes: «Canarios en la independencia
de América» (1.979), «Cantos canarios» (1.980) y estos «Romances canarios» que
acaban de editarse y que dan pie a este comentario.
“SAN BORONDÓN, ROMANCES CANARIOS”, ÚLTIMO TRABAJO
El romancero es
una forma literaria idónea para la expresión popular, y no es casualidad que en
España y América haya sido una de las más utilizadas. Sería un apasionante
trabajo de erudición folklórica rastrear las idas y venidas del romancero a
través del océano de América a España y comprobar cómo, en unas y otras, ha ido
dejando su huella en Canarias.-De eso trata el último trabajo de «Los
Sabandeños». Pero, claro está, el grupo no es un conjunto de eruditos, sino un
grupo artístico, y aunque la erudición está presente, como en todos sus
trabajos en la selección de temas, en las notas que acompañan el disco y, sobre
todo, en el excelente trabajo de base que justifica cada una de sus aventuras
musicales, la principal virtud del disco consiste en su actualidad, a pesar de
los años que muchos de los romances tienen, y en su manera de hacernos sentir
vivo lo que es historia.
El disco se
compone de siete romances populares, musicales por José María Gil, Carlos García
y Elfidio Alonso, y dos más escritos por este último, en los que. lógicamente,
las cotas de actualidad son más claras, aunque aderezadas en la envoltura
popular que Elfidio otorga a sus textos. Leyendas, descripciones geográficas y
paisajísticas, costumbrismo, temas picarescos (como expresión de esa «moral
diferente a la oficial» de que hablaba Gramsci coMo definitorio del canto
popular), componen este ramillete de canciones, sin faltar las alusiones a una
tierra castigada por mentiras .(«San Borondón»), miserias («Ensalada») y falta
de libertad («La canción del perenquén»).
Un trabajo, en
definitiva, en el que se muestra la continuidad de un conjunto fundamental para
nuestra música canaria. Que ha pasado malos momentos, indudablemente, pero que
ha sabido superarlos con imaginación. Que ha sufrido infinidad de cambios en su
fromación, pero que ha sabido mantenerse durante casi diecisiete años en
candelero, mientras que los que salieron de él han sido incapaces de crear algo
duradero. Que a veces puede parecer que se repite y que sin embargo, ha sabido
crear una escuela de la que han salido tantos conjuntos, algunos valiosísimos,
como hoy pululan por las islas, que han sabido llevar su influencia más allá de
los límites geográficos insulares.
EL DÍA. 11
SEPTIEMBRE 1984
LA primera vez que vine a Canarias hace ya diez años, lo que primero y más profundamente me impresionó fue la profunda vinculación de la gente que iba encontrando con un grupo musical y sus canciones, Los Sabandeños. De ellos me hablaba de ellos cada vez que yo, con esa deformación profesional que acaba por dominarle a uno, me interesaba por la música de las islas. Pero también cantaban sus canciones cuando no preguntaba, cuando querían mostrarme lo que de más rico, representativo y popular había en esta tierra, cuando querían hacerme participes de su hospitalidad, de su amistad, de su cariño, siempre salía a relucir una isa o una folia que cantaban Los Sabandeños en sus primeros discos de la Antología del Folklore Canario.
LA primera vez que vine a Canarias hace ya diez años, lo que primero y más profundamente me impresionó fue la profunda vinculación de la gente que iba encontrando con un grupo musical y sus canciones, Los Sabandeños. De ellos me hablaba de ellos cada vez que yo, con esa deformación profesional que acaba por dominarle a uno, me interesaba por la música de las islas. Pero también cantaban sus canciones cuando no preguntaba, cuando querían mostrarme lo que de más rico, representativo y popular había en esta tierra, cuando querían hacerme participes de su hospitalidad, de su amistad, de su cariño, siempre salía a relucir una isa o una folia que cantaban Los Sabandeños en sus primeros discos de la Antología del Folklore Canario.
Ese es un fenómeno
casi único en España. En la península había y hay muchos grupos de raíz
folklórica, algunos excelentes, otros simplemente buenos y muchos malos, como
en cualquier sitio. Pero no hay ninguno que tenga esa imbricación en su pueblo,
pese a que unos cuantos cuentan con importantes auditorios. Los Sabandeños son
un fenómeno musical, pero también son mucho más. Sin quitar prendas a otros
hechos culturales importantes, visto desde fuera, en visitas esporádicas, o
desde dentro, viviendo largos años en las islas, lo que se puede comprobar en
el grupo lagunero es que han sabido encontrar ese difícil punto de simbiosis que
debe unir a la canción popular y al pueblo. Además de cantar, bien, muy bien,
naturalmente, Los Sabandeños han contribuido de manera muy relevante a devolver
al pueblo canario y a algunos forasteros que en algún momento hemos decidido
hacer de esta también nuestra tierra, el orgullo y la responsabilidad de ser
canarios.
Ellos han sabido
alcanzar ese punto irrepetible, y eso es algo que no se consigue por casualidad
ni como resultado de la buena voluntad, sino que requiere el esfuerzo del
trabajo bien hecho, de saber lo que se quiere y buscar los medios artísticos y
humanos para encontrarlo. Los Sabandeños han sabido que el folklore no es una
realidad muerta para guardar en los museos en toda su pureza y añorar los
viejos tiempos pasados en noches de desesperación patriotera. Han sabido, lo
que es muy importante, que la canción sirve para unirse, para encontrarse en el
canto colectivo, para desentrañar los orígenes y las raíces, para vivir el
presente como un entramado de complicadas relaciones y apuntalar las
conciencias y las sensibilidades para enfrentarse al futuro. Por eso son
imprescindibles, además de grandes artistas.
Hay quien dice, a
mi parecer con buenas dosis de cerrazón, que ellos son un problema para la
música canaria; que todos los grupos que han venido después, que son muchos,
cada día más, los imitan o se basan en ellos, en su formación, en su visión del
folklore y en su formulación artística. Es verdad que en Canarias hay
probablemente más grupos de raíz folklórica que en ningún otro sitio de España,
y que esos grupos han mamado de Los Sabandeños muchas cosas aunque ninguno haya
superado todavía el modelo original. Pero todo ello no es culpa de Los
Sabandeños ni es su problema que así suceda, sino de quienes se encuentran en
esa encrucijada.
Porque ciertamente,
la música canaria de raíz folklórica tiene un problema: el de seguir adelante
después de lo que han hecho Los Sabandeños. Es un problema y un desafío, porque
una música que pretende ser expresión popular ha de estar en constante
evolución y transformación, creando nuevas alternativas artísticas, elaborando
propuestas creativas que lleven cada vez más adelante. Los Sabandeños han hecho
su revolución, y cada disco suyo es un paso adelante en su propio código
estético y comunicativo, incluso han creado discípulos fuera de las islas.
(Recientemente he podido asistir en Segovia y Burgos a las actuaciones de dos
grupos, La Ronda Segoviana y Los Trovadores de Castilla, que han tomado de
ellos el formato y el estilo vocal e instrumental). Sería injusto pedirles un cambio distinto al
que ellos se han propuesto hacer. Son los grupos nuevos, los artistas más
recientes, quienes tienen que esforzarse por encontrar esas señas de identidad
como grupos o como cantantes, que les de sello propio y contribuya a la
diversificación de la oferta musical que ofrecen las islas.
Algunos lo han
intentado y no lo han conseguido. Porque las circunstancias no eran buenas o
porque su propuesta no resultaba
totalmente válida, pero es un
hecho que ni cantautores, ni rock, ni las fórmulas mixtas de folklore y rock
han encontrado el eco qué buscaban. Naturalmente yo no sé la respuesta a este
problema, pero sí hay una cosa clara: Los Sabandeños son un ejemplo no paró
copiar, que ellos ya hacen su trabajo
suficientemente bien, sino para
estimular la imaginación de los nuevos grupos, que los hay, y buenos (citemos
tan sólo a tres que me parecen punteros: Añoranza, Verode y Mestisay), en la búsqueda
de nuevos caminos que el grupo de La Laguna lleva desbrozando sobradamente desde
hace ya tantos años.
Un bonito encuentro de chicharreros y canariones.
El señor de pelo blanco que toca el timple a la derecha
es Enrique Martín.
Greta, Sueño de mujer
Diálogo de las cárceles
Polémica sobre el top-less con Juan Rodríguez Doreste, Alcalde de Las Palmas
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