viernes, 10 de mayo de 2013


Alfredo Landa. Media entrevista. 1993.









Un ya no tan joven amigo, autor, director y actor teatral, despidió ayer a Alfredo Landa valorando con justeza su trabajo. Escribió: "Para interpretar a Paco el Bajo en Los santos inocentes, una de sus cumbres como actor, Landa no entrevistó a campesinos extremeños ni se pasó una semana rastreando perdices. Habló mucho con Mario Camus, el director; se pusieron de acuerdo en las líneas maestras del personaje, y el día en que iban a rodar la impresionante escena del olfateo a ras de suelo, Camus le dijo: “Tenemos treinta metros de travelling y quiero rodarlo en una sola toma. Eso es lo único que necesitas saber. En cuanto al resto, haz lo que te salga de los cojones”. Y lo que salió fue tan portentoso que cuando la película fue a Cannes, un jefazo del Actor’s Studio estaba convencido de que Landa no era un actor sino un peón que debutaba ante la cámara”.

Es un buen ejemplo de cómo un actor puede crear su personaje; pero en la misma película, Paco Rabal, que compartió con su compañero de reparto el premio al mejor actor en aquel mismo Cannes, se recorrió media Extremadura hablando con los más simples de cada localidad, y cuando llegó al rodaje ya llevaba a su Azarías bajo la boina que le había regalado uno de ellos. Si su cara no hubiera sido conocida ya en todo el mundo sin duda el jefazo de la cuna del método hubiera pensado que era el auténtico tonto de cualquier pueblo español. Vamos, que referido a Landa, Rabal o cualquier otro, importan poco los sistemas que utiliza el artista siempre que el resultado sea arte. Y el trabajo de Alfredo Landa lo es. Desde “Atraco a las tres” hasta su última película pasando por la etapa landista, que él reivindicaba con contundencia.

En 1993, con motivo de la grabación de la serie televisiva “Lleno, por favor”, acudí con el fotógrafo Pepe Abascal al pueblo de Meco, en el que se rodaba la serie y en el que, por cierto, vivía Quintín Cabrera por aquel entonces, a entrevistar a Alfredo Landa. Iba un poco acojonado, porque tenía fama de desabrido con la gente de la pluma y no sabía lo que me iba a encontrar. Nos sentamos en el despacho de su personaje, rodeados, como se ve en la foto, por un atrezo poco estimulante, y aunque la entrevista comenzó fría, al poco tiempo era ya una conversación fluida y amistosa que sólo a medias pudo quedar reflejada en las páginas del PERIÓDICO DE CATALUNYA, en el que acababa de empezar a trabajar.

He titulado esta entrada con un “media entrevista” que en realidad debería haber sido un “cuarto de entrevista”, porque a la limitación obligada por el espacio disponible se une que sólo he encontrado dos de las páginas de aquel artículo de tres. La cuelgo, no obstante, porque pienso que pese a todo aún hay en lo que ha quedado algunos pensamientos y opiniones de Alfredo Landa sobre su profesión que quizás merezcan recordarse hoy.





EL PERIÓDICO DE CATALUNYA. 16 AGOSTO 1993

Actor fundamental del cine español de las tres últimas décadas con más de cien filmes en su haber, Alfredo Landa rueda para televisión -medio en el que se ha prodigado poco- la serie Lleno, por favor, que dirige Vicente Escrivá. Si en los años 70 su nombre sirvió para definir un estilo: el landismo, en los 80 se hizo imprescindible en toda buena película que se rodara en España. Transformado en gasolinero para la mencionada serie, recapacita sobre su trabajo.

-El personaje que interpreta en TV, ¿es un nostálgico?

-Está un poco desquiciado, pero es entrañable y bueno.

-¿Quizá porque la bondad tiene poco que ver con la ideología?

-Por supuesto. Siempre lo he dicho, yo sólo creo en las personas buenas, honestas, leales. La ideología, el color, es totalmente accesorio. Yo tengo amigos que tienen puntos de vista ideológicos muy diversos.

-¿A usted, que ha hecho poca televisión, cómo le convencieron para hacer esta serie?

-Me convenció la gran calidad de guiones y que el director fuera Vicente Escrivá, con el que he hecho grandes filmes. Creo que todo lo que me proponga es bueno.

-Para hacerlo ha tenido que rechazar la propuesta de Berlanga para su Todos a la cárcel.

-Tengo que agradecerle a Luis que se acordara de mí para hacer el protagonista de esa película, pero yo ya había dado mi palabra, aunque no había firmado, a Vicente para rodar la serie y estoy encantadísimo. Me hubiera gustado hacer las dos cosas, pero no era posible. También tuve que rechazar Historias de la puta mili, de Manel Esteban.

-Precisa mente Berlanga acaba de declarar que la crisis del cine español no es tan notable como se dice.

-Luis es muy especial, un hombre admirable que dice cosas muy «MMMM                  especiales, pero no se puede ignorar que la crisis existe. Por una razón: hace seis años se hacían 120 películas y hoy se hacen 30. Ya me contarás si hay crisis.

-¿La televisión es una solución?

-Sin ninguna duda. Si Televisión Española fuera consciente de su papel tendría que apoyar y coproducir películas conjuntamente con la industria cinematográfica. La realidad es que las cadenas privadas están produciendo mucho más, como es el caso de esta serie, mientras TVE no lo hace, cuando tendría que ser al revés.

-Usted ha sido sucesivamente uno de los actores más denostados y más alabados por la crítica, ¿ni tanto ni tan calvo?

-Exactamente. Cuando yo hacía aquellas películas que para algunos eran la hez, creo qué no me merecía las barbaridades que decían de mí, y ahora, que hago estas otras, quizá tampoco me merezca tanta alabanza.

-Esta semana se ha emitido en televisión Atraco a las 3, su primera película, ¿cómo valora aquella época?

-En el contexto de aquellas películas tan denostadas, lo que sí era cierto es que yo podía estar menos maduro que ahora, pero hay que reconocer que siempre he querido  impregnar mi trabajo con la ilusión por hacerlo  bien.  Se conseguía o no, pero la ilusión estaba en los filmes que rodé en los años 60 y 70 y en los de los 80 y 90, y eso es algo que hay que valorar porque creo que en esta profesión la ilusión es muy importante.

-¿Es cierto que hay actores de método y de tripas?

-Yo soy de tripa, vamos, de auténtica tripa, pero aprendiendo de los que había antes que yo, gentes como Antonio Riquelme o José Isbert, que eran grandísimos actores.

-¿Se ha perdido aquella escuela?

-Sí.

-¿Porqué?

-Quizá porque era la escuela del trabajo, de meterse en una compañía y hacerse el repertorio. Los tiempos han cambiado, no digo que sean mejores ni peores, pero se ha perdido el gusto por hacer las cosas bien. Hablando en general, los actores de hoy lo primero que pretenden es el dinero, conocer el tiempo que les va a durar el trabajo, el lugar en el que figurará su nombre en el cartel, y ésa es otra historia.

-¿Todavía es la de actor una profesión controvertida?

-Muchísimo menos que cuando yo empecé, que la familia hizo una reunión para discutir mi afición e intentar disuadir a mi madre.de que me dejara dedicar me a ella. Entonces sí había pro juicios, ahora ya no, o al menos ya no tantos. La profesión se ha reivindicado de una forma importante. Ahora se nos trata con respeto y en algunos casos incluso con admiración, ya no se nos acusa de robar las gallinas cuando pasamos por los pueblos, como se hacía en otro tiempo.


Viajando en moto hacia el mar incógnito














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