Homenaje a los españoles internados en los campos nazis
Quizás por ser
sobrino de exiliados, la dramática epopeya de los miles de republicanos
españoles, hombres y mujeres que perdieron una tierra y lucharon toda su vida
para recuperarla me emocionó e interesó desde la más tierna adolescencia. El
posterior encuentro con Antonio Resines permitió que le metiéramos mano a la ya
mencionada en este blog “Cantata del exilio”, que se
subtitulaba “¿Cuándo volveremos a Sevilla?” rememorando a Ana Ruiz, que creyendo que volvía a la
ciudad de su infancia, cuando en realidad iba camino de Colliure para morir, le
hacía esa misma pregunta a su hijo, Antonio
Machado.
Dentro de esa
aventura, quizás la parte más dura fue la sufrida, y “morida” en tantos casos, por los españoles, otra vez hombres y
mujeres, internados en las campos de concentración nazis. Quedaron casi trece
minutos de cantata que he aislado y he convertido en una sola pieza a partir de
añadirle fotitos, dibujitos, cuadritos y toda clase de “itos” que se puedan
encontrar en internet o escanear de los libros.
El abuso de la
amistad que desde siempre nos ha caracterizado a Resines y a mí, quienes nos
conocen lo saben, nos permitió contar con un plantel de colaboradores que
pusieron todo su entusiasmo en aquel homenaje en forma de disco.
En este
fragmento concreto de los campos, participan Antonio Resines y Luis
Pastor cantando, Carlos Tena y
yo mismo leemos sendos textos entre la crónica y la poesía (o esa era la
pretensión, igual excesiva), y los arreglos y los instrumentos corren a cargo
de Malasaña: Luis Mendo (guitarra), Manuel
Aguilar (bajo), Miguel “Judas” Sanz
(piano y teclados), Cutu (batería) y
José Vellisco (saxo). El testimonio
es de Mariano Constante y se han
utilizado como hilo conductor algunas imágenes de las que El Cubri (Pedro Arjona y
Felipe Hernández Cava) dibujo para
la portada original. El tema que recita Carlos
Tena se ha ilustrado con fotos de Francesc
Boix, interno en Mathausen. También se ha saqueado de Goya a Picaso pasando
por Catalá Roca.
Quizás la mejor
manera de explicar el objetivo de la cantata, y por consiguiente del vídeo, sea
reproducir el texto que incluimos en el desplegable interior del disco
original:
También cantaban
en “Cantata del Exilio / Cuándo llegaremos a Sevilla” Pablo Guerrero, Teresa Cano
y Luis Pastor. Testimonios: Eduardo Pons Prades, Teresa Pàmies y Villar Gómez. Otros músicos: Luis
"Guti" Salamanca (dulzaina), Nacho
Sáenz de Tejada (guitarra), Miguel
Ángel Chastang (contrabajo), Dario Riani
(acordeón), Julián Llinás (flauta), Diego Doncel Galán (fiscornio), Alfredo Mahiques (Trombón), Miguel Borja (oboe), Alberto Mateo (Trompeta). Productor: Julio Palacios.
Otras canciones
de la cantata:
Para contextualizar la cantata y el
vídeo, tal no venga mal echarle un vistazo a este artículo que publiqué en 1979
en LA PROVINCIA, de Las Palmas de Gran Canarias, aprovechando la ocasión que me
blindaba el estreno, y el éxito, en Televisión Española de la serie “Holocausto”
La Provincia. 30
junio 1979
«Holocausto», con la fuerza que aportan
las multinacionales americanas y el poder irresistible de la televisión, ha
traído hasta los tranquilos hogares españoles el testimonio de un horror que todavía
muchos se negaban a creer. El violento revulsivo de «Holocausto» puede servir para realizar en cada uno de nosotros una
profunda labor de limpieza mental, para arrancar las últimas telarañas de unas
mentes demasiado poco acostumbradas a pensar y a enfrentarse con la realidad.
A pesar de esto,
quien vea «Holocausto» como lo que
es, una gran superproducción televisiva, y se quede en ello, sin profundizar
más en el tema, corre el peligro de enterarse sólo de una verdad a medias, de
una batalla entre alemanes y judíos, entre malos y buenos, que, si bien es
cierto en su totalidad, no es toda la verdad, sino sólo una parte, importante,
eso sí.
Es cierto que
sobre los judíos se volcó la más sistemática de las represiones, que su propia
indefensión los convirtió en blanco fácil de un antisemitismo programado para
la extinción total de una raza, pero también conviene dejar bien claro que no
fueron únicamente judíos quienes murieron en los campos nazis, sino que, muy
por el contrario, fueron asesinadas gentes de las más diferentes razas y
religiones: gitanos, árabes, caucásicos, arios, católicos, protestantes,
agnósticos y ateos, y las más variadas ideologías: comunistas, socialistas,
republicanos, liberales, etc., conocieron los horrores del universo
concentracionario nazi, y perecieron víctimas del mismo holocausto judio.
Millones de hombres y mujeres de diferentes nacionalidades, cultura, ideología
o religión, cuyo delito fundamental fue no pertenecer a la raza privilegiada o
no compartir sus criterios ideológicos y políticos.
Entre todos
estos hombres y mujeres se encuentra una cantidad aproximada de unos quince mil
españoles que estuvieron internados en diversos campos nazis, de los que apenas
dos mil consiguieron sobrevivir. Una cifra excepcional, si tenemos en cuenta
que España era un país que no participaba en la guerra, unido, además, por
estrechos lazos de amistad y colaboración a la Alemania hitleriana. O precisamente
quizás por eso.
Como homenaje a
ellos, en la entrada del campo de Mauthausen --de cuyas instalaciones cuida en
la actualidad un español, ex deportado-- se levanta un grupo escultórico, en el
que, escrito en castellano, francés, alemán y ruso, puede leerse: «Homenaje a los 7.000 republicanos españoles
muertos por la libertad». Cifra de siete mil que corresponde sólo a los
muertos en dicho campo y sus comandos adyacentes.
EL EXILIO ESPAÑOL EN FRANCIA
La práctica
totalidad de estos quince mil españoles, hombres y mujeres, fueron exiliados
republicanos españoles que abandonaron su patria al finalizar la guerra civil.
Entre febrero y
mayo de 1939 se calcula que entraron en Francia algo más de medio millón de
españoles. Excepto los que poseían pasaporte diplomático, la mayoría fue a
parar a los campos de concentración creados por el Gobierno francés para
recibirles: Agde, Saint Cyprien, Barcares, Mazeres, Septfonds,
el fuerte de Colliure, Argeles sur Mer y varios otros. Allí vivieron los
primeros meses de un exilio que habría de ser aún más duro.
Estos hombres y
mujeres, que acaban de sufrir la derrota en una guerra fratricida, al ver a
Francia invadida por el ejército nazi volvieron a entrar en batalla,
calculándose en unos 60.000 españoles los que se batieron con las armas en la
mano por la liberación de Francia del fascismo, y miles participaron también en
las cadenas de evasión, haciendo trabajos de guías, de enlaces, conduciendo a
los fugitivos hasta la frontera española, ocultando propaganda, etc.
Aproximadamente veinticinco mil de estos españoles murieron en la guerra contra
los nazis. Otra buena parte de ellos fue a parar a los campos nazis.
ESPAÑOLES EN LOS CAMPOS NAZIS
Los españoles
fue el grupo nacional, junto con el alemán y el austríaco, y, naturalmente, el
judío, que tuvo un más largo cautiverio: desde agosto de 1940 hasta la
liberación en 1945; y fueron, en proporción, los que mayor número de bajas
sufrieron después de los soviéticos, los polacos y los judíos. Hubo deportados
españoles en la mayoría de los campos nazis de toda Europa: en Alemania, en los
campos de Buchenwald, Bergen Belsen, Flossenburg, Dachau, Ravensbrück,
Sanchsenhausen-Oranienburg y otros; en Austria, en el campo de Mauthausen; en
Polonia, donde estaban situados los campos de Auschwitz y Treblinca, en
Checoslovaquia y en Francia.
Todo tipo de
españoles estuvieron internados en los campos, de todas las nacionalidades y
regiones del Estado Español, de todas las ideologías y religiones, de todas las
capas sociales y culturales, desde simples obreros hasta Francisco Largo Caballero, el que fuera presidente del Consejo de
Ministros de la República, que estuvo internado en Sachsenhausen-Oranienbrurg,
y que murió en París, a los pocos meses de su liberación y a consecuencia de
las enfermedades adquiridas en el campo.
Los españoles,
en su mayor parte militantes de partidos políticos, que arrastraban una
voluntad de supervivencia y una experiencia de combate adquirida primero en la
guerra civil, y madurada en los campos franceses y en las guerrillas antinazis,
desempeñaron un importante papel en la organización de la resistencia interna
que se desarrolló en los mismos campos de exterminio. De hecho, en Mauthausen,
donde fue internado el mayor contingente de españoles, fueron ellos los
primeros en organizar un grupo de solidaridad y de resistencia que, con el
tiempo, se convertiría en un grupo internacional, lo que les permitió
participar en su propia liberación con las armas que habían ido robando a sus
propios guardianes.
Esa misma
voluntad de supervivencia llevó a los españoles internados en campos nazis a
desarrollar actividades impensables en esas circunstancias, como el equipo de
fútbol que organizaron a los pocos días de su llegada a Mauthausen, o la
rondalla que crearon en el mismo campo, y para la que ellos mismos construían
los instrumentos.
El papel jugado
por los españoles en los campos de exterminio nazis fue muy superior a su
importancia numérica, y así ha sido reconocido por todos los historiadores que
han escrito sobre el tema. Los ejemplos de ello abundan, pero como muestras
bástenos resaltar un nombre que ejemplariza la actuación española en tan duras
circunstancias, el de Paco Boix, un
catalán que consiguió situarse como fotógrafo de los SS y que durante los cinco
años que estuvo internado fue retratando las palizas, las ejecuciones, las
torturas, así como los rostros de los verdugos, escondiendo, con ayuda de la
resistencia internacional, los clichés de estas fotos, que luego fueron una pieza
de cargo fundamental para la acusación de los criminales nazis en los juicios de
Nuremberg.
UNA HISTORIA POCO CONOCIDA
Es ésta una
parte de la reciente historia de España poco conocida, tanto a nivel nacional
como internacional. Varias causas han contribuido a ello. A nivel internacional
porque los historiadores, aun reconociendo la importancia de la aportación
cualitativa de los deportados españoles, han dedicado su atención a historiar
sus propias comunidades nacionales; a nivel nacional, porque la férrea censura
existente durante el franquismo impidió que este tema se divulgara, pero
también porque los deportados españoles se han mostrado reacios a escribir
sobre su aventura hasta fecha muy próxima; hay que recordar que el primer libro
que trataba el tema fue publicado en 1969, en Francia.
En los últimos
años ha crecido de manera importante el interés por el tema, se han publicado
novelas («El largo viaje», de Jorge Semprún, que fue deportado en su
juventud), discos («Cantata del exilio») y, sobre todo libros de recuerdos y
ensayos, destacando en este último apartado las publicaciones de Mariano Constante, un aragonés
deportado en Mauthausen, miembro de la dirección clandestina de la resistencia
en el campo (o del catalán…).
De entre todas
las publicaciones que han visto la luz últimamente, conviene resaltar al menos
dos, tanto por ser novedades bibliográficas como por tratarse de libros
insustituibles, en los que se da una amplia visión del tema. Se trata de «Los cerdos del comandante (españoles en los
campos de exterminio nazis)», de Eduardo
Pons Prades y Mariano Constante,
y de «Noche y niebla, los catalanes en
los campos nazis», de Monserrat Roig.
Ambos aportan abundancia de material, datos y cifras, pero, sobre todo, son un
estremecedor testimonio que ayuda a conocer y a comprender la odisea de estos
miles de compatriotas, una mayoría asesinados en los mismos campos, el resto
viviendo, aun hoy en día, en el recuerdo indeleble de aquel infierno que fueron
los campos de exterminio nazis.
Bibliografia de 1976 incluida en el folleto de la Cantata |
Te doy otro vídeo más, aunque sin montaje:
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=MecuPSvDWUE&list=UUggtpYuMiTu_MAkFD8focnA