jueves, 2 de mayo de 2013


Canciones de la guerra civil española. Canción, historia y memoria.





A mi vuelva a Madrid en 1983 me reencontré con Emilio Cañil, que aparte de portarse conmigo con una generosidad inusual, al permitirme utilizar en el programa de Radio El País que había comenzado los discos de Discoplay hasta que llegaran los míos de Canarias, se había metido en la arriesgada aventura de editar en España los discos del sello estadounidense Folkways Records, cuyo catálogo recoge lo más importante del folk de Estados Unidos y de buena parte del resto del mundo. Así llegaron hasta nosotros trabajos excelentes, en cuidadas ediciones, que respetaban al máximo las portadas y los folletos interiores originales, traduciendo estos últimos, como debe ser. Creo que por ahí andaban, de asesores o algo similares, Manuel Domínguez y Chema Mantínez, con experiencia en el tema y expertos conocedores de lo que se publicaba.

Así los españoles pudimos recuperar dos discos históricos sobre las canciones de la guerra civil española, que yo comenté en NUESTRA BANDERA (La revista teórica mensual del PCE que no sé si sigue existiendo). Como internet es un pozo sin fondo, al buscar ilustraciones musicales he encontrado algunos vídeos realizados sobre canciones de esas grabaciones, así que son excelentes, testimonios históricos únicos.


Escuchándolas, me doy cuenta del enorme poder evocador de las canciones y de la manera profunda en que algunas se instalan en la memoria. Las escucho y las recuerdo todas, porque constituyen parte de la banda sonora de mi infancia más íntima, aquella que relaciona a un hijo con su padre, que me las cantaba no sólo para dormirme desde que tengo recuerdos. Eran sus canciones y pasaron a ser las mías, que luego yo cantaría en tantas excursiones juveniles de la post adolescencia con los camaradas de la UJC y que posteriormente formarían parte, seguramente vía abuelo y no paterna, de la identidad de mi hija.

Eso me trae a la cabeza una reflexión sobre estas canciones, al menos algunas, que quizás constituyan las últimas canciones “folklóricas” españolas en el más exacto sentido del término, se considere tanto desde el punto de vista más tradicional como desde el más gramsciano.

-Tienen su origen en melodías que se pierden en el tiempo, de las que son variantes.

-Son anónimas y en muchos casos de creador colectivo.

-Se transmitieron en buena medida por vía oral, boca-oído (la edición en disco no se conocía en España y cuando se conocieron fue muy tarde).

-Tuvieron un evidente valor de uso.

-Mostraban una visión del mundo y de la vida claramente diferente a la de las clases en el poder.






Nuestra Bandera. ENERO 1984


Los libros de Historia han venido mostrando tradicionalmente una visión oficialista, magnificadora, de los acontecimientos históricos, por ellos nos hemos enterado de las grandes batallas y de sus no menos grandes protagonistas. Fechas, datos, nombres, que han ignorado de manera general la visión popular de quienes la han sufrido. La canción popular, como justo equilibrio, constituye una crónica cotidiana, directa, apasionada, en la que el hombre de a pie ha podido dejar constancia de sus opiniones, no siempre coincidentes con las de los historiadores oficiales. Ajena a la tanta veces falsa imparcialidad de los profesionales de la Historia, en la canción se ha venido ofreciendo a través de los años ese soplo humano, que toma partido, que se construye al mismo tiempo que se suceden los hechos y que establece, por comparación, la otra cara de la moneda, muchas veces sombría, aunque también heroica. La canción popular es vivencia, pero también interpretación de la Historia, en numerosas ocasiones más ajustada y exacta que la de los historiadores. Una buena muestra de ello nos la ofrecen los dos discos que, bajo el título de "Canciones de la guerra civil española", acaba de editar el sello Folkways/ Discoplay en España.

Mientras que la guerra civil del 36 al 39 cuenta con una abundante bibliografía de todos los colores y enfoques, otros campos de la cultura la han tratado con mayor parquedad, y la canción de una manera especialmente sucinta y superficial. Pocos discos, y la mayoría malos, se han editado en nuestro país donde se recojan con un mínimo de rigor las muchas canciones que se interpretaron durante la contienda, en los frentes y en la retaguardia, allí donde un hombre luchara. Por eso son más de destacar esta edición, que ofrece no ya versiones originales, puesto que no se puede hablar de "versiones originales" al referirnos a la canción popular, pero sí unas interpretaciones que son un fundamental aporte testimonial al conocimiento de la guerra y también una obra artística en sí mismas, en la que se funden el calor popular de quienes interpretaron estas canciones en la batalla y la sensibilidad de quienes las reinterpretaron, en muchos casos al borde mismo de la trinchera y en otros a muy poca distancia temporal del final del conflicto bélico.




En el primero de los discos se reúnen dos colecciones distintas de canciones. La primera de ellas, bajo el título de "Canciones del Batallón Lincoln", recoge las interpretaciones realizadas por un Pete Seeger jovencísimo, que empezaba así la carrera que habría de convertirle en el más representativo de los cantantes folk estadounidenses vivos, que nunca ha dejado de incluir después de este repertorio en sus discos y recitales, de temas compuestos por miembros de la Brigadas Internacionales, en especial el batallón estadounidense, y algunos títulos sobadamente conocidos, como "Si me quieres escribir", "Viva la Quince Brigada" o "El Quinto Regimiento". Está acompañado en esta grabación, que fue realizada originalmente en 1942, por otros cantantes americanos protagonistas, Tom Glazer, Baldwin y Bess Hawes, que esos mismos años habrían de constituir Los Almanac Singer, un grupo de cantantes sindicalistas de feliz memoria. En la cara B se recogen otras seis canciones, entre la que destacan "Los cuatro generales" y las dedicadas a Hanse, brigadista antifascista alemán, y a la Columna Thaelmen, interpretadas por el gran cantante alemán Ernst Busch y grabadas en junio de 1938 en Barcelona, acompañado por un coro de voluntarios de las Brigadas Internacionales.

El segundo álbum se abre con una obra ciertamente histórica, el conocido "JaramaValley" cantado por Woody Guthrie, el indudable maestro del folk estadounidense, y se completa con otras cuatro canciones de Ernst Busch y dos colecciones más. La primera, titulada "Canciones de nuestros recuerdos", la constituyen tres interpretaciones anónimas del pueblo español, "La Santa espina", "Sevillanas" y "Camino de Avilés", grabadas en los mismos años de la guerra en las calles de Barcelona, Sevilla y Asturias, para cerrarse con otras cuatro canciones que se reúnen bajo el título de "Detrás de la alambrada", grabadas en 1938 a beneficio del Comité de Escritores Exiliados organizado por la Liga de Escritores Americanos.

Son en su mayor parte canciones de las Brigadas Internacionales, como no podía ser de otra forma al considerar su origen solidario, pero no se olvidan, antes al contrario, se resaltan, las condiciones que el propio pueblo español fue creando en su lucha. Su génesis es similar, tanto en un caso como en otro, y no se aparta un ápice del sistema de creación de las canciones populares: variaciones sobre músicas en la mayor parte conocidas, a las que se les cambia la letra para hacerlas más fácilmente reconocibles y reproducibles. Algunas, como "Jarama Valley", parten de melodías del folklore americano ("Red River Valley/ valle del río Rojo"), otras son transformaciones sobradamente conocidas de temas folklóricos españoles. "Los cuatro generales" es una variación, como se sabe, de "Los cuatro muleros", y "El Quinto Regimiento", una adaptación de dos composiciones muy conocidas: "El vito", en su inicio, y una transformación de la melodía de "El contrabandista", en su parte central.





Pero no faltan, tampoco, composiciones propias de importantes artistas, poetas, músicos y cantantes. Nombres como los de Bertolt Brecht o Louis Aragón firman algunos textos; Paul Dessau o Shostakovitch se responsabilizan de la composiciones de otras músicas, aparte de los ya citados Ernst Busch, Woody Guthrie o Pete Seeger, que contribuyen con sus interpretaciones a dar un ejemplo de responsabilidad artística, que se volcó en un determinado momento histórico en la solidaridad con el pueblo español en armas contra el fascismo.

La edición de los discos, tanto en la original recopilación americana, realizada en 1961 en solidaridad con los exiliados españoles, como en esta reciente española, son un ejemplo de consideración del disco como vehículo de cultura y no sólo de comercio, avalando una trayectoria, la del sello norteamericano Folkwavs que, dirigido por Mosh Asch, ha editado a lo largo de más de cuarenta años una colección discográfica que nunca se ha desviado de ese sentir cultural y político. Se completan los discos con sendos folletos en los que se incluyen, además de las traducciones al castellano de todas las canciones que no estaban originalmente en este idioma, prólogos y explicaciones que firman desde Franz Dahlem, antiguo comisario de las Brigadas Internacionales, hasta el cantante negro Paul Robeson, pasando por el discurso que Dolores Ibárruri pronunció en la despedida de dichas Brigadas. Un ejemplo del que deberían tomar buena nota otras casas de discos, más preocupadas por el comercio que por la cultura.

Para quienes han vivido la guerra, para quienes no la han vivido pero se han criado al arrullo clandestino de "La joven guardia" o "La guardia rosa", cantadas por el padre mientras se escuchaba en la más escondida habitación de la casa las retransmisiones de la Pirenaica, o incluso para quienes no las hayan escuchado nunca, estos discos son .algo más que un recurso de la nostalgia, es la recuperación de un sentimiento histórico de solidaridad en el que participan cantantes, músicos y poetas que supieron que no se puede hacer arte sin libertad, que no se puede cantar si no es a la vida.

La original, que está en youtube, no he conseguido subirla,
pero quería que esta canción estuviera y está versión
me parece emocionante aunque la música sea
ligeramente a como me la cantaba mi padre.

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