Rubén Blades. Entrevista. 1984
El verano de 1984 fue especialmente
salsero en España. Un mes antes de la gira de la que hablé ayer vino a
Madrid Rubén Blades para presentar su último disco “Buscando América”, en el
que iniciaba una nueva etapa estrenando sello discográfico y grupo de
acompañamiento, Seis del Solar, con los que actuó un mes después. Con ese
motivo le hice la entrevista que reproduzco aquí, a la que se añadió el
comentario sobre su último trabajo.
Como ilustraciones musicales he escogido
los dos temas de su autoría que por aquel entonces eran los más conocidos en
España a través de las versiones que de ellos había hecho la Orquesta Platería
(“Pedro Navaja” y Ligia Helena”), y dos de los temas de aquel disco que venía a
presentar (“Desapariciones” y “El padre Antonio y el monaguillo Andrés”), que
viene a demostrar que Rubén Blades es, sin duda, uno de los mejores contadores
de historias de la canción en español, o, para no ser cicateros en el aplauso, en
cualquier idioma. Un lugar en la cumbre en el que está bien acompañado por
aquel argentino-catalán que fue Gato Pérez, tal y como ya se ha escrito aquí.
Rubén Blades
tiene aspecto de jugador de béisbol o de vendedor de periódicos más que de
abogado panameño que desde hace 10 años vive en Nueva York haciendo una salsa
que ha superado el restringido concepto de música de baile, que se iniciara en
los años cuarenta con los primeros músicos latinos que actuaron en el jazz o el
espectáculo estadounidense, confiriéndole un carácter de música popular
latinoamericana a través de la cual expresar la situación real en la que viven
los hispanos en EE UU, sus problemas, su cotidianidad, su realidad.
"Lo que pasa", comienza diciendo
Rubén Blades, "es que se añade una
nueva dimensión a la salsa que se hacía anteriormente. Los grupos y las
compañías sólo querían hacer plata, una música exclusivamente orientada hacia
el baile, siguiendo los modelos de los cuarenta, y eso era muy limitado, como
expresión y en relación al público al que llegaban. Cuando nosotros comenzamos
a hacer una crónica de la ciudad, se incorporó mucho público que se sentía
identificado, porque las canciones hablaban de las cosas reales que les
rodeaban. Profesionales, amas de casa, trabajadores, estudiantes. Un público
más amplio que permitió pasar de vender 10.000 discos en Venezuela, por
ejemplo, a vender 300.000".
"Ahora bien, no es sólo un tema de
conciencia. Yo trato de huir de las canciones exclusivamente políticas. Dentro
de la descripción que se hace de la vida de la ciudad se pueden hacer
comentarios políticos, pero a partir de situaciones humanas que a veces se ven
condicionadas por realidades políticas que antes no habían tenido un camino de
comunicación".
"Todos vuelven a la tierra"
Sí sigue el
actual nivel de crecimiento demográfico, la población hispana en Estados Unidos
será, dentro tan sólo de seis años, la principal minoría norteamericana, con
una población que en 1970 era de nueve millones, de 15 en 1980 y que ahora debe
andar por los 17 millones, dos de ellos en la ciudad de Nueva York. El 60% son
de origen mexicano, filtrados a través de esos 3.000 kilómetros de frontera,
como de Madrid a Estocolmo, que discurren entre México y Estados Unidos.
Un 15% son
originarios de Puerto Rico, y aproximadamente un 6%, de otras nacionalidades,
una buena parte de ellos centroamericanos. Motivos económicos en su mayor
parte, pero también políticos o culturales, son los que llevan a estas gentes
al país que dirige los destinos del mundo. No es nada extraño que una comunidad
tan amplia tenga unos rasgos de identidad comunes, que se mantienen pese a
todos los problemas de integración e influencias”. "Yo
creo", dice Rubén Blades, "que
existe una idiosincrasia propia que se transmite, aunque se haya nacido en
Estados Unidos y seas de segunda o tercera generación. Hay un continente emocional,
y no sólo físico, que es latinoamericano. Está formado por esa gama de
actitudes y reacciones que se transmiten de padres a hijos. Y creo que para ser
latinoamericano hay que salir de tu país de origen, para no sentirte panameño,
o colombiano, o venezolano, sino formando parte de un grupo de gente, de una
masa, que, como tú, viene de otros países, pero que de repente descubre que
tiene unas raíces comunes".
Mentalidad de transeúnte
Es una comunidad
que mantiene sus formas de cultura propias, sus señas de identidad permanentes.
"El latino es el más difícil de
integrarse. No abandona sus costumbres, ni su idioma, ni su idiosincrasia. Se
resiste a integrarse en la forma de vida nueva, porque ve las cosas con
mentalidad de transeúnte. Piensa que sólo es cosa de unos años, que va volver a
su país cuando tenga dinero para comprar una casa a la madre, para poder vivir
con dignidad. Cuando caiga Pinochet, por ejemplo. Esa hace muy difícil la
integración del latino".
Desde los viejos
tiempos del folk y el estremecedor Deportee,
de Woody Guthrie, pasando por Pete Seeger, Bob Dylan o Joan Báez, hasta llegar
a algunos músicos de hoy mismo, son muchos los cantantes americanos que se han
acercado a los ritmos y la problemática hispana con sus canciones. Rubén Blades
es exigente en el actual momento sobre estos acercamientos.
"Lo que yo examino siempre es la seriedad en
el trabajo de estos músicos. Observar quiénes están interesados en el fenómeno
y en profundizarlo y quiénes buscan sólo la superficie de la moda. Me interesan
quienes, como Stephen Stills, que ha vivido mucho tiempo en Costa Rica, siguen
de cerca lo que pasa, huyendo del exotismo y la imagen estereotipada que dio el
cine de los años cuarenta. Cantantes como Joe Jackson, con quien voy a hacer en
fechas próximas una gira, que vive en un barrio con mayoría de hispanos y acude
a nuestros conciertos, a nuestros bailes, para seguir de cerca lo que hacemos y
lo que pasa. Hay muy poco norteamericano que esté utilizando la música latina
con conocimiento de causa".
Rubén Blades,
que contribuye con sus canciones a profundizar en la realidad de los países de
origen de los que trabajan en Estados Unidos, opina que "a pesar de la ignorada política en que viven
los latinoamericanos en Estados Unidos, muestran una gran preocupación por lo
que pasa en Centroamérica, por ejemplo. Y aun en contra de la campaña de
desinformación que dice que Reagan está salvando a El Salvador o a Nicaragua de
la amenaza del comunismo, se está pendiente de lo que sucede, y estoy seguro de
que en caso de intervención directa habría un grito general. Incluso entre
quienes piensan que, efectivamente, pueden ser comunistas, pero siempre serán
comunistas latinoamericanos".
Y de eso hablan
sus canciones Pedro Navaja, Pablo Pueblo, Ligia Elena, o su reciente El
padre Antonio y el monaguillo Andrés. Canciones que se han convertido ya en
el canto de un pueblo en el exilio que no se resiste a perder sus raíces con la
tierra que les vio nacer.
La edición
discográfica de salsa no ha sido especialmente pródiga en nuestro país, y,
dentro de ella, los discos de Rubén Blades han seguido la misma suerte. Su paso
de Fania, el sello latino en el que grababa hasta ahora, a Elektra posibilita
que su último trabajo vea la luz en España. Un disco importante por varios
conceptos. Porque nos pone en contacto con un álbum sugerente, inteligente, maduro
y bien hecho y porque nos permite degustar el trabajo del mejor compositor
latinoamericano de salsa del momento.
Las canciones de
Buscando América, como las de álbumes
anteriores, son complejas, de cambios rítmicos frecuentes, de estructuras
narrativas complicadas, que nos recuerdan en muchos casos la construcción
cinematográfica plano-secuencia con un lenguaje objetivado, no tan lejanas a
las experiencias literarias de algunos escritores, especialmente
norteamericanos, que, como John Dos Passos, se han acercado al lenguaje del
cine en sus escritos. A través de ellas, Rubén Blades cuenta historias que
narran la vida cotidiana de los latinoamericanos en Estados Unidos —y en Nueva
York más concretamente— con textos de extraordinaria fuerza y belleza. Temas
como Desapariciones, con una técnica
parecida a la de un fílme-encuesta; Decisiones,
con acciones paralelas, o GBDB, tan
parecida a un blues hablado, un pliego de cordel o a un docudrama.
Son canciones
que, al mismo tiempo que profundizan en los orígenes latinos de la salsa, se
abren también a las influencias y aportaciones del mundo urbano en el que nacen
y se desarrollan. Influencias de Nueva York, pero no sólo de allí.
Vida en Nueva York
Dos temas priman
en la obra del cantante panameño y se encuentran también en este trabajo: por
una parte, la vida en ese macrocosmos que es Nueva York, con sus secuelas de
marginación, sexismo, alienación, etcétera. Por otro, la situación de los
países latinoamericanos y las llamadas a la unidad de sus pueblos frente a los
problemas comunes.
Con títulos
dedicados a los desaparecidos, a los asesinatos políticos (El padre Antonio y el monaguillo Andrés) o a la pérdida de
identidad y el deseo de vuelta a los países de origen (Todos vuelven).
Destacar, por
último, los magníficos músicos que integran el grupo Seis del Solar, que acompañan al cantante, con un excelente
pianista y un sonido compacto, poderoso e imaginativo. También que en la
edición española se han incluido los textos en castellano, aunque --detalles de
la cocacolización que vivimos--
correctamente traducidos al inglés, quizá para que nos enteremos mejor de lo
que dicen.
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