miércoles, 29 de mayo de 2013

María del Mar Bonet. El aroma de un mar interior (1974-1985)





Poco puedo decir ahora que no quedará ya escrito, con desigual pericia, todo sea dicho, en los textos que a lo largo de los años he venido escribiendo sobre María del Mar Bonet, probablemente la más intensa intérprete femenina de todo el Estado español y buena parte del extranjero. Unas evidentes cualidades vocales, nunca exhibidas, siempre discretas, a las que se unen su extremada sensibilidad a la hora de escribir o seleccionar canciones y un gusto por la búsqueda y el riesgo estético que son de agradecer.

Cierro con una curiosidad encontrada en las carpetas: un folio mecanografiado con una parte de una entrevista que no recuerdo que se publicara nunca (no os alarméis algunos, aún existió un tiempo más antiguo en que hubiera sido manuscrito). Debe ser de 1974 o por ahí.






EL PAÍS. 2 MARZO 1985

Dieciocho años de cantar han llevado a María del Mar Bonet a la publicación de 18 espléndidos discos, con los que nos sumerge en la magia musical de las más diversas sonoridades. Desde el ancestral canto de su pueblo mallorquín hasta las influencias del rock o el jazz, desde las resonancias mediterráneas de Grecia y el norte de África hasta el blues de Billie Holliday, desde los poetas provenzales del medievo hasta los textos de la poesía catalana contemporánea. Su último trabajo, Anells d'aigua, acaba de editarse.

María del Mar Bonet tiene 39 años de belleza cálida e irresistible, que comparte con una imagen pública de un cierto distanciamiento, proveniente tal vez de su celo por guardar para sí misma y los amigos la intimidad de una mujer que se presiente tímida. "Soy muy pudorosa hablando con la gente que se mete en mis cosas personales, pero en mis canciones soy absolutamente impúdica", contesta cuando se le comenta que en este último disco aparecen, veladas por la protección de la poesía, temas y preocupaciones que no pueden nacer sino de la propia experiencia.

Reminiscencias árabes

En su larga trayectoria artística, María del Mar Bonet ha colaborado en numerosas ocasiones con otros músicos y cantantes, fomentando una práctica que, si bien es común en otros países, no suele ser demasiado frecuente en España: Pi de la Serra y los valencianos del grupo Al Tall, con los que grabó sendos álbumes; Toti Soler, Alan Stivell, Jordi Sabatés o Paco Cepero han pasado por sus discos. En esta última grabación cumple un sueño que venía acariciando desde hace tiempo: introducirse en los laberintos de la música árabe y grabar con la Orquesta de Juventudes Musicales de Túnez, dirigida por Fethi Zhgonda. "Nunca me había atrevido a cantar música árabe, aunque en algunas de mis canciones se noten reminiscencias arabizantes, que yo diría que vienen de mi interés por la música andaluza. En este disco he dado el salto. A la Orquesta de Juventudes Musicales de Túnez la conocí hace seis años, en un encuentro de música del Mediterráneo que se celebró en Marsella. Desde entonces teníamos la idea de grabar algo juntos, pero hasta ahora no habíamos podido hacerlo realidad".

"Lo catalán no me reduce. Al contrario, me expande", dice al referirse a una de sus fidelidades más irrenunciables, la de cantar siempre en su idioma natal. Lamenta la desaparición de los sellos discográficos catalanes que sirvieron para el lanzamiento público de toda una generación de cantantes, que configuraron también una forma de entender la música no sólo como un servicio al idioma y al pueblo de Cataluña, sino también como una forma artística adulta, y aunque reconoce que el repliege de la militancia catalanista de la nova canço, el cantar en catalán para “fer país”, ha servido para madurar formas y contenidos de la canción catalana, insiste en que los problemas siguen existiendo. "Hay una reacción muy contraria de la Generalitat y los partidos políticos hacia la canción. No se la sostiene como a otras formas artísticas, no hay auditorios ni circuitos, no se programa en la radio. Son muchas cosas que no se han solucionado. El dar dinero a este o al otro cantante para grabar un disco en lugar de crear infraestructura no me parece correcto"






ANELLS D'AIGUA
María del Mar Bonel.
Ariola T-206.626.

EL PAÍS. 2 JUNIO 1985

El nuevo álbum de María del Mar Bonet es, una vez más, un disco inclasificable. Una obra en la que reaparecen constantemente referencias de trabajos anteriores, colaboradores con los que viene manteniendo una fiel relación desde hace años, sonidos y preocupaciones patentes en otras grabaciones suyas, pero que es, sustancialmente, una colección de canciones diferente a lo que había venido haciendo hasta ahora.

De la diversidad de influencias, de la disparidad de sonoridades que invaden el disco, de la variedad de autores utilizados (aunque en este disco la presencia de la propia cantante como letrista es mayoritaria), de la diferente procedencia musical de los instrumentistas, nace una unidad formal que sólo puede dar una personalidad artística en la plenitud de su madurez.

En este Anelis d'aigua está la Orquesta de Juventudes Musicales de Túnez, que aporta un intento de fusión cultural plenamente conseguido; pero están también el polifacético Gregorio Paniagua, que arregla una melodía de procedencia israelí, y el siempre exquisito Rafael Subirachs, con el que canta un antiguo romance catalán. Y hay una canción portuguesa de Amalia Rodrigues, una melodía armenia, toques jazzísticos del saxo de Dave Pybus, composiciones de sus acompañantes habituales Lautaro Rosas y Javier Mas y, sobre todo la voz luminosa, cristalina y expresiva de María del Mar Bonet.

Releyendo las líneas que anteceden da la impresión de que el disco me gusta. Es verdad, casi tanto como la valiente actitud, que se desprende de los textos, de enfrentar la vida sin miedo a las rupturas íntimas que desgarran sin ira. La música de Bonet, como la vida, se abre siempre hacía un futuro que no se busca, se encuentra.





DISCO EXPRES. 21 JUNIO 1974

Cada vez que asisto a un recital de María del Mar Bonet o escucho uno de sus discos siempre me asalta, no sé por qué, la misma pregunta: ¿cómo es que hay tan pocas cantantes femeninas en el país? Naturalmente que me refiero a cantantes buenas, porque de las otras ya hay algunas, ya. Y la contestación me sume en un mar de dudas. Porque la cuestión puede parecer a simple viste bastante sencilla, pero no lo es tanto. Mientras que en el campo masculino se pueden encontrar una buena cantidad de nombres que intentan hacer una canción de calidad, entre las mujeres apenas hay duda: las pocas que canten lo hacen de la misma manera que podrían dedicarse a sus labores, ser secretarias de un alto ejecutivo o presentarse a concursos de belleza: como un adorno más de su femineidad. Y eso no es por casualidad: a industria discográfica exige a las cantantes femeninas una serie de requisitos que no suele ponerle a los hombres, entre los que destaca el de la belleza física. Si un hombre puede ser más bien feo y triunfar en la canción, entre las mujeres esto es más bien imposible.

Hay gente muy dada a las comparaciones que siempre especula sobre a quién se pueden equiparar nuestros artistas en el mercado extranjero. Con María del Mar Bonet tienen el campo abonado, porque su figura y su calidad es perfectamente comparable a cualquiera de las cantantes que suenan en todo el mundo sin ninguna pega, llámense Judy Collins, Joan Baez, Mercedes Sosa, Joni Mitchell, Bárbara o Sandy Denny. Tanto por su voz y por su calidad musical como por su presencia en escena la cantante mallorquina no desmerece de ninguno de los nombres a que nos estamos refiriendo. Y esto es mucho para tenerlo en casa y no darnos cuento de ello.

Tanto en sus discos como en los recitales a que hemos podido asistir últimamente (y a los que me referiré más extensamente líneas abajo) han quedado bien claras varias características de María del Mar Bonet que se venían apuntando desde que comenzó a cantar hace ya cerca de diez años en Barcelona, primero en el “Grup de Folk” y luego ya en “Els setze jutges”:

1º. La voz de María del Mar Bonet ha llegado ya a un grado de madurez total, es una voz sugerente, llena de calor y de potencia al mismo tiempo, y la cantante demuestra un absoluto dominio técnico sobre ella. Domina un amplio registro, que sirve para el grito y el susurro y que la hace tremendamente expresiva.

2º. La sensibilidad de María del Mar como autora es exquisita. No se trata sólo de que sepa componer una canción o escribir un poema, es que incluso en aquellos casos en que utiliza textos de otros autores es capaz de elegir precisamente aquel que se destaca por su sensibilidad (no sensiblería), y puede expresarlo todo en un mínimo de palabras. Si a esto le añadimos una total coherencia en sus canciones llegaremos a la conclusión de que estamos ante una obra ya cuajada, hecha.

3º. Y la tercera característica a destacar en la obra de María del Mar es sin duda el arraigo de sus composiciones, de toda su figura, en unas formas musicales y literarias absolutamente mallorquinas. Es una de las pocas cantantes del país, no solo las femeninas, en la que se puede rastrear una tierra, un paisaje y unas circunstancias. Su sonido es claro, nítido, como el de las canciones populares que escoge para interpretar. Es ese sonido mediterráneo que ahora están buscando todos nuestros cantantes, desde Raimon a Elisa Serna, desde Hilario Camacho a Pi de la Serra, y que María del Mar parece que ya ha encontrado 'partiendo del folklore de su tierra. Un sonido que nos conecta con las costas italianas y las magníficas canciones del «Nuovo canzionere italiano», con Grecia y las composiciones de Theodorakis o Haddijakis y con todo el norte de África.

En estas condiciones, el nuevo disco que acaba de publicar Ariola, sin ser mejor que los anteriores, que también eran magníficos, es una prueba más de madurez. Tomando como temática el mundo íntimo que se encuentra en los poemas de Bartomeu Roselló Pòrcel o Joan Alcover que ha seleccionado, llega a ese toque de atención que es «Vigila el mar» con texto de la propia cantante. María del Mar es autora poco prolífica, y para esta ocasión ha escogido la ayuda musical de Hilario Camacho, ayuda que se nota sobre todo en la estructuración rítmica de algunas canciones, pero es importante que los nuevos temas de este disco no desentonen ni se contradigan con los de discos anteriores. Por encima y sobre todo es un disco suyo, propio, con ese toque característico que ha logrado imponer a todo lo que hace.

Y para presentar el disco a la prensa y al público la cantante ha dado recitales en Madrid y Barcelona. En Barcelona varias sesiones en la sala Zeleste, y en Madrid una única y clamorosa actuación en el Teatro Español. Como las diferencias en unos y otro apenas han existido nos vamos a referir a los dos. La estructura de ambos ha sido la misma, una primera parte con guitarra y contrabajo dedicada a sus canciones más antiguas, a las que han formado su anterior etapa, luego, con un grupo, se dedicó a presentar las que integran este último LP, junto a algunos temas nuevos, como la adaptación de una magnífica canción de Caetano Veloso que se titula «Drama». Mezcló, como viene haciendo desde que empezó en el oficio, canciones propias y otras populares de sus islas, y sobre esto hay que destacar que cuando tan aburridos estamos ya de un folklore reiterativo y muerto, de un folklore de charanga y pandereta absolutamente carcomido, las interpretaciones de María del Mar Bonet demuestran que se puede encontrar una canción popular sin adulteraciones, que nos hable de cosas que nos interesan y que nos cuente historias que nos sirven para algo. Las canciones folklóricas mallorquinas y menorquinas que escuchamos en el Teatro Español, eran un canto vivo del pueblo, un concepto del folklore riguroso al que, la verdad, estamos poco acostumbrados.





EL ECO DE CANARIAS. 7 JUNIO 1981

Recientemente declaraba María del Mar Bonet con respecto a la recuperación del folklore: «A mí me parece muy bien, siempre que no se recupere de una forma reaccionaria que ate a la gente en lugar de liberarla». (La Calle, 25.5.81). Y en esas palabras se encuentra a mi parecer el secreto del trabajo musical de esta cantante balear, y una reflexión, de singular agudeza en su brevedad, sobre un tema tan importante para la canción popular como las relaciones que el artista debe mantener con el folklore tradicional.

Aunque no quisiéramos extendernos aquí sobre el tema, se ha creado una dicotomía insalvable entre los cantantes populares y los folkloristas tradicionales, una dicotomía en la que la posición de María del Mar Bonet puede aparecer como síntesis superadora: tomar del folklore las formas, los giros, la esencia popular, y adaptarlo a una sensibilidad artística de hoy mismo, a una problemática de actualidad (y no quiero decir «exclusivamente» de actualidad política, ni mucho menos). Pero para ello es necesario partir de un par de premisas fundamentales.

En primer lugar, constatar que las vías de creación y transmisión del folklore tradicional están ya totalmente obsoletas en las sociedades avanzadas contemporáneas. No se puede seguir pensando, en pleno último cuarto del siglo XX, que las canciones populares se van continuar transmitiendo directametne de persona a persona dentro de pequeñas comunidades cerradas. Cuando existe la radio, el disco, la televisión, la comunicación por satélite, la industria discográfica, etc…, pensar así no deja de ser un contrasentido añorante y retrógrado.

En segundo lugar, considerar que el folklore es, como todo arte popular, una forma viva de comunicarse, un lengua musical que implica el cambio constante, la permanente adaptación a los tiempos, y no una más o menos completa enumeración de formas históricas ancladas en el tiempo y en el espacio.

A partir de estas consideraciones es posible elaborar una música que encuentre en el folklore una forma de liberar a la gente y no de atarla. Así es como ha elaborado María del Mar Bonet su trabajo durante años, en una obra que, por encima de modas pasajeras, se ha convertido en un compendio discográfico serio, profundo y hermoso. A lo largo de todo este tiempo se ha venido sumando en sus canciones no solo su propia experiencia como cantante, sino la que le han aportado los temas tradicionales que tan a menudo ha interpretado, y que han dado a sus propias composiciones ese regusto folklórico que, sin embargo, no las lastra, sino que las potencia.

En este último disco («Jardi Tancat», Ariola, 1981) todo esto queda bien patente. Elaborado a partir de la obra de varios poetas mallorquines, aparece como un disco cristalino, de una extraña placidez, en el que las influencias y las colaboraciones, que abarcan desde elementos de la música latinoamericana, visibles en algunos instrumentos y en cierta rememoranza rítmica, hasta las complejidades armónicas de Jordi Sabatés, autor de una de las músicas, o Alan Stivell, colaborador en otro tema, no desvirtúan en ningún caso la tremenda personalidad de la cantante. Como ha hecho a lo largo de toda su carrera, la cantante ha reunido todos esos elementos dispares para crear su propio estilo personal e instransferible.

Aunque en los discos de María del Mar Bonet no se puede hablar de canciones aisladas, sino que suelen estructurarse en derredor de una idea central que los configura y les da sentido, no podemos dejar de citar dos de los temas: “La Balanguera”, con texto de Joan Alcover y música de Amadeu Vives, cargado de un sabor popular absolutamente mediterráneo y luminoso, y «Canco de Na Ruixa Mantells», compuesta por la propia cantante sobre un poema de Miquel Costa i Llobera, impregnada de una magia difícilmente olvidable.






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