María del Mar Bonet. El aroma de un mar interior
(1974-1985)
Poco puedo decir ahora que no quedará ya
escrito, con desigual pericia, todo sea dicho, en los textos que a lo largo de
los años he venido escribiendo sobre María del Mar Bonet, probablemente la más
intensa intérprete femenina de todo el Estado español y buena parte del
extranjero. Unas evidentes cualidades vocales, nunca exhibidas, siempre discretas,
a las que se unen su extremada sensibilidad a la hora de escribir o seleccionar
canciones y un gusto por la búsqueda y el riesgo estético que son de agradecer.
Cierro con una curiosidad encontrada en
las carpetas: un folio mecanografiado con una parte de una entrevista que no
recuerdo que se publicara nunca (no os alarméis algunos, aún existió un tiempo más antiguo en que hubiera sido manuscrito). Debe ser de 1974 o por ahí.
EL PAÍS. 2 MARZO 1985
Dieciocho años
de cantar han llevado a María del Mar Bonet a la publicación de 18 espléndidos
discos, con los que nos sumerge en la magia musical de las más diversas
sonoridades. Desde el ancestral canto de su pueblo mallorquín hasta las
influencias del rock o el jazz, desde las resonancias mediterráneas de Grecia y
el norte de África hasta el blues de Billie Holliday, desde los poetas
provenzales del medievo hasta los textos de la poesía catalana contemporánea.
Su último trabajo, Anells d'aigua,
acaba de editarse.
María del Mar
Bonet tiene 39 años de belleza cálida e irresistible, que comparte con una imagen
pública de un cierto distanciamiento, proveniente tal vez de su celo por
guardar para sí misma y los amigos la intimidad de una mujer que se presiente
tímida. "Soy muy pudorosa hablando
con la gente que se mete en mis cosas personales, pero en mis canciones soy
absolutamente impúdica", contesta cuando se le comenta que en este
último disco aparecen, veladas por la protección de la poesía, temas y
preocupaciones que no pueden nacer sino de la propia experiencia.
Reminiscencias árabes
En su larga
trayectoria artística, María del Mar Bonet ha colaborado en numerosas ocasiones
con otros músicos y cantantes, fomentando una práctica que, si bien es común en
otros países, no suele ser demasiado frecuente en España: Pi de la Serra y los
valencianos del grupo Al Tall, con los que grabó sendos álbumes; Toti Soler,
Alan Stivell, Jordi Sabatés o Paco Cepero han pasado por sus discos. En esta
última grabación cumple un sueño que venía acariciando desde hace tiempo:
introducirse en los laberintos de la música árabe y grabar con la Orquesta de
Juventudes Musicales de Túnez, dirigida por Fethi Zhgonda. "Nunca me había atrevido a cantar música
árabe, aunque en algunas de mis canciones se noten reminiscencias arabizantes,
que yo diría que vienen de mi interés por la música andaluza. En este disco he
dado el salto. A la Orquesta de Juventudes Musicales de Túnez la conocí hace
seis años, en un encuentro de música del Mediterráneo que se celebró en
Marsella. Desde entonces teníamos la idea de grabar algo juntos, pero hasta ahora
no habíamos podido hacerlo realidad".
"Lo catalán no me reduce. Al contrario, me
expande", dice al referirse a una de sus fidelidades más
irrenunciables, la de cantar siempre en su idioma natal. Lamenta la desaparición
de los sellos discográficos catalanes que sirvieron para el lanzamiento público
de toda una generación de cantantes, que configuraron también una forma de
entender la música no sólo como un servicio al idioma y al pueblo de Cataluña,
sino también como una forma artística adulta, y aunque reconoce que el repliege
de la militancia catalanista de la nova canço, el cantar en catalán para “fer
país”, ha servido para madurar formas y contenidos de la canción catalana,
insiste en que los problemas siguen existiendo. "Hay una reacción muy contraria de la Generalitat y los partidos
políticos hacia la canción. No se la sostiene como a otras formas artísticas,
no hay auditorios ni circuitos, no se programa en la radio. Son muchas cosas
que no se han solucionado. El dar dinero a este o al otro cantante para grabar
un disco en lugar de crear infraestructura no me parece correcto"
ANELLS D'AIGUA
María del Mar Bonel.
Ariola T-206.626.
EL PAÍS. 2 JUNIO 1985
El nuevo álbum
de María del Mar Bonet es, una vez más, un disco inclasificable. Una obra en la
que reaparecen constantemente referencias de trabajos anteriores, colaboradores
con los que viene manteniendo una fiel relación desde hace años, sonidos y
preocupaciones patentes en otras grabaciones suyas, pero que es,
sustancialmente, una colección de canciones diferente a lo que había venido
haciendo hasta ahora.
De la diversidad
de influencias, de la disparidad de sonoridades que invaden el disco, de la
variedad de autores utilizados (aunque en este disco la presencia de la propia
cantante como letrista es mayoritaria), de la diferente procedencia musical de
los instrumentistas, nace una unidad formal que sólo puede dar una personalidad
artística en la plenitud de su madurez.
En este Anelis d'aigua está la Orquesta de
Juventudes Musicales de Túnez, que aporta un intento de fusión cultural
plenamente conseguido; pero están también el polifacético Gregorio Paniagua,
que arregla una melodía de procedencia israelí, y el siempre exquisito Rafael
Subirachs, con el que canta un antiguo romance catalán. Y hay una canción
portuguesa de Amalia Rodrigues, una melodía armenia, toques jazzísticos del
saxo de Dave Pybus, composiciones de sus acompañantes habituales Lautaro Rosas
y Javier Mas y, sobre todo la voz luminosa, cristalina y expresiva de María del
Mar Bonet.
Releyendo las
líneas que anteceden da la impresión de que el disco me gusta. Es verdad, casi
tanto como la valiente actitud, que se desprende de los textos, de enfrentar la
vida sin miedo a las rupturas íntimas que desgarran sin ira. La música de
Bonet, como la vida, se abre siempre hacía un futuro que no se busca, se
encuentra.
DISCO EXPRES. 21 JUNIO 1974
Cada vez que
asisto a un recital de María del Mar Bonet o escucho uno de sus discos siempre
me asalta, no sé por qué, la misma pregunta: ¿cómo es que hay tan pocas
cantantes femeninas en el país? Naturalmente que me refiero a cantantes buenas,
porque de las otras ya hay algunas, ya. Y la contestación me sume en un mar de
dudas. Porque la cuestión puede parecer a simple viste bastante sencilla, pero
no lo es tanto. Mientras que en el campo masculino se pueden encontrar una
buena cantidad de nombres que intentan hacer una canción de calidad, entre las
mujeres apenas hay duda: las pocas que canten lo hacen de la misma manera que
podrían dedicarse a sus labores, ser secretarias de un alto ejecutivo o
presentarse a concursos de belleza: como un adorno más de su femineidad. Y eso
no es por casualidad: a industria discográfica exige a las cantantes femeninas
una serie de requisitos que no suele ponerle a los hombres, entre los que destaca
el de la belleza física. Si un hombre puede ser más bien feo y triunfar en la
canción, entre las mujeres esto es más bien imposible.
Hay gente muy
dada a las comparaciones que siempre especula sobre a quién se pueden equiparar
nuestros artistas en el mercado extranjero. Con María del Mar Bonet tienen el
campo abonado, porque su figura y su calidad es perfectamente comparable a
cualquiera de las cantantes que suenan en todo el mundo sin ninguna pega,
llámense Judy Collins, Joan Baez, Mercedes Sosa, Joni Mitchell, Bárbara o Sandy
Denny. Tanto por su voz y por su calidad musical como por su presencia en
escena la cantante mallorquina no desmerece de ninguno de los nombres a que nos
estamos refiriendo. Y esto es mucho para tenerlo en casa y no darnos cuento de
ello.
Tanto en sus
discos como en los recitales a que hemos podido asistir últimamente (y a los
que me referiré más extensamente líneas abajo) han quedado bien claras varias
características de María del Mar Bonet que se venían apuntando desde que
comenzó a cantar hace ya cerca de diez años en Barcelona, primero en el “Grup
de Folk” y luego ya en “Els setze jutges”:
1º. La voz de
María del Mar Bonet ha llegado ya a un grado de madurez total, es una voz
sugerente, llena de calor y de potencia al mismo tiempo, y la cantante
demuestra un absoluto dominio técnico sobre ella. Domina un amplio registro,
que sirve para el grito y el susurro y que la hace tremendamente expresiva.
2º. La
sensibilidad de María del Mar como autora es exquisita. No se trata sólo de que
sepa componer una canción o escribir un poema, es que incluso en aquellos casos
en que utiliza textos de otros autores es capaz de elegir precisamente aquel
que se destaca por su sensibilidad (no sensiblería), y puede expresarlo todo en
un mínimo de palabras. Si a esto le añadimos una total coherencia en sus
canciones llegaremos a la conclusión de que estamos ante una obra ya cuajada,
hecha.
3º. Y la tercera
característica a destacar en la obra de María del Mar es sin duda el arraigo de
sus composiciones, de toda su figura, en unas formas musicales y literarias
absolutamente mallorquinas. Es una de las pocas cantantes del país, no solo las
femeninas, en la que se puede rastrear una tierra, un paisaje y unas
circunstancias. Su sonido es claro, nítido, como el de las canciones populares
que escoge para interpretar. Es ese sonido mediterráneo que ahora están
buscando todos nuestros cantantes, desde Raimon a Elisa Serna, desde Hilario
Camacho a Pi de la Serra, y que María del Mar parece que ya ha encontrado
'partiendo del folklore de su tierra. Un sonido que nos conecta con las costas
italianas y las magníficas canciones del «Nuovo canzionere italiano», con Grecia
y las composiciones de Theodorakis o Haddijakis y con todo el norte de África.
En estas
condiciones, el nuevo disco que acaba de publicar Ariola, sin ser mejor que los
anteriores, que también eran magníficos, es una prueba más de madurez. Tomando
como temática el mundo íntimo que se encuentra en los poemas de Bartomeu
Roselló Pòrcel o Joan Alcover que ha seleccionado, llega a ese toque de
atención que es «Vigila el mar» con
texto de la propia cantante. María del Mar es autora poco prolífica, y para
esta ocasión ha escogido la ayuda musical de Hilario Camacho, ayuda que se nota
sobre todo en la estructuración rítmica de algunas canciones, pero es
importante que los nuevos temas de este disco no desentonen ni se contradigan
con los de discos anteriores. Por encima y sobre todo es un disco suyo, propio,
con ese toque característico que ha logrado imponer a todo lo que hace.
Y para presentar
el disco a la prensa y al público la cantante ha dado recitales en Madrid y
Barcelona. En Barcelona varias sesiones en la sala Zeleste, y en Madrid una
única y clamorosa actuación en el Teatro Español. Como las diferencias en unos
y otro apenas han existido nos vamos a referir a los dos. La estructura de
ambos ha sido la misma, una primera parte con guitarra y contrabajo dedicada a
sus canciones más antiguas, a las que han formado su anterior etapa, luego, con
un grupo, se dedicó a presentar las que integran este último LP, junto a
algunos temas nuevos, como la adaptación de una magnífica canción de Caetano
Veloso que se titula «Drama». Mezcló,
como viene haciendo desde que empezó en el oficio, canciones propias y otras
populares de sus islas, y sobre esto hay que destacar que cuando tan aburridos estamos
ya de un folklore reiterativo y muerto, de un folklore de charanga y pandereta
absolutamente carcomido, las interpretaciones de María del Mar Bonet demuestran
que se puede encontrar una canción popular sin adulteraciones, que nos hable de
cosas que nos interesan y que nos cuente historias que nos sirven para algo. Las
canciones folklóricas mallorquinas y menorquinas que escuchamos en el Teatro
Español, eran un canto vivo del pueblo, un concepto del folklore riguroso al
que, la verdad, estamos poco acostumbrados.
EL ECO DE CANARIAS. 7 JUNIO 1981
Recientemente
declaraba María del Mar Bonet con respecto a la recuperación del folklore: «A mí me parece muy bien, siempre que no se
recupere de una forma reaccionaria que ate a la gente en lugar de liberarla».
(La Calle, 25.5.81). Y en esas palabras se encuentra a mi parecer el secreto
del trabajo musical de esta cantante balear, y una reflexión, de singular
agudeza en su brevedad, sobre un tema tan importante para la canción popular
como las relaciones que el artista debe mantener con el folklore tradicional.
Aunque no
quisiéramos extendernos aquí sobre el tema, se ha creado una dicotomía
insalvable entre los cantantes populares y los folkloristas tradicionales, una
dicotomía en la que la posición de María del Mar Bonet puede aparecer como
síntesis superadora: tomar del folklore las formas, los giros, la esencia
popular, y adaptarlo a una sensibilidad artística de hoy mismo, a una
problemática de actualidad (y no quiero decir «exclusivamente» de actualidad
política, ni mucho menos). Pero para ello es necesario partir de un par de
premisas fundamentales.
En primer lugar,
constatar que las vías de creación y transmisión del folklore tradicional están
ya totalmente obsoletas en las sociedades avanzadas contemporáneas. No se puede
seguir pensando, en pleno último cuarto del siglo XX, que las canciones
populares se van continuar transmitiendo directametne de persona a persona
dentro de pequeñas comunidades cerradas. Cuando existe la radio, el disco, la
televisión, la comunicación por satélite, la industria discográfica, etc…,
pensar así no deja de ser un contrasentido añorante y retrógrado.
En segundo
lugar, considerar que el folklore es, como todo arte popular, una forma viva de
comunicarse, un lengua musical que implica el cambio constante, la permanente
adaptación a los tiempos, y no una más o menos completa enumeración de formas
históricas ancladas en el tiempo y en el espacio.
A partir de estas
consideraciones es posible elaborar una música que encuentre en el folklore una
forma de liberar a la gente y no de atarla. Así es como ha elaborado María del
Mar Bonet su trabajo durante años, en una obra que, por encima de modas
pasajeras, se ha convertido en un compendio discográfico serio, profundo y
hermoso. A lo largo de todo este tiempo se ha venido sumando en sus canciones
no solo su propia experiencia como cantante, sino la que le han aportado los
temas tradicionales que tan a menudo ha interpretado, y que han dado a sus
propias composiciones ese regusto folklórico que, sin embargo, no las lastra,
sino que las potencia.
En este último
disco («Jardi Tancat», Ariola, 1981)
todo esto queda bien patente. Elaborado a partir de la obra de varios poetas
mallorquines, aparece como un disco cristalino, de una extraña placidez, en el
que las influencias y las colaboraciones, que abarcan desde elementos de la
música latinoamericana, visibles en algunos instrumentos y en cierta
rememoranza rítmica, hasta las complejidades armónicas de Jordi Sabatés, autor
de una de las músicas, o Alan Stivell, colaborador en otro tema, no desvirtúan
en ningún caso la tremenda personalidad de la cantante. Como ha hecho a lo
largo de toda su carrera, la cantante ha reunido todos esos elementos dispares
para crear su propio estilo personal e instransferible.
Aunque en los
discos de María del Mar Bonet no se puede hablar de canciones aisladas, sino
que suelen estructurarse en derredor de una idea central que los configura y
les da sentido, no podemos dejar de citar dos de los temas: “La Balanguera”, con texto de Joan
Alcover y música de Amadeu Vives, cargado de un sabor popular absolutamente
mediterráneo y luminoso, y «Canco de Na
Ruixa Mantells», compuesta por la propia cantante sobre un poema de Miquel
Costa i Llobera, impregnada de una magia difícilmente olvidable.
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