STRIP-TEASE. Página sabatina para corazones
solitarios. 1983
En 1983, poco antes de dejar Canarias y
volver a Madrid, la verdad es que no paraba. En el Diario de Las Palmas escribía cada semana dos páginas dedicadas
a una entrevista-reportaje con personas comunes y corrientes de las que pensaba
que tenían historias apasionantes que contar (Como la de Greta, un transexual cuya vida me apasionó, y que ya he colgado aquí), otras dos sobre música y
finalmente, los sábados, una nueva doble página titulada “STRIP-TESE. Página
sabatina para corazones solitarios, en la que recopilaba algunas de las cosas
que a lo largo de la semana había venido contando en el programa radiofónico
que hacía cada día.
Dado que hoy es sábado, aunque no sea
veraniego, pero eso está al caer, he pensado que un poco de humor vendría bien,
así que aquí van algunas ocurrencias de esos stipteases, que al menos para mí resultaron
muy divertidos de escribir, pues me permitieron, aparte de algunas burradas --que
quiero pensar ahora que resultaban un pelín políticamente incorrectas para la
época-- jugar con la creación de personajes disparatados, colaboradores de
programa y página. Era eso de escribir a la manera del personaje que te has
inventado, que no es un heterónimo ni un seudónimo sino una simple impostura.
Como en la entrevista inicial (que ahora veo que va sin firma y debió ser una desvergonzada autoentrevista, inventando un personaje más: el plumilla anónimo. se cuenta
de qué iba me ahorro explicaciones ahora, que ya estoy mayor y cada vez el
reuma hace más difícil acertar a las teclas. Las ilustraciones son las que se publicaron, para las que no dude en practicar el más puro saqueo a la estantería de los tebeos. Cómo poner toda una sección
quedaba largo, dejo aquí unas muestras y mañana seguimos.
La Provincia.
Las Palmas de Gran Canaria. 4 de agosto de 1983.
Todos los días,
de lunes a viernes y entre las ocho y las diez de la noche, desde las antenas
de Radio Canarias FM 103 se emite un programa que bajo el título de
“Striptease, programa de anochecida para corazones solitarios” presenta Antonio
Gómez, con el que hablamos, para que nos explique en qué consiste.
--En primer lugar me gustaría dejar claro que
aunque figuro en la programación como presentador del programa, este es un
trabajo en equipo, en el que yo me limito a coordinar las creaciones de tos
distintos colaboradores y a presentarlas en antena. En este sentido es un
programa complejo, porque la lejanía de algunos colaboradores hace que haya que
estar siempre pendientes de si su participación va a estar a tiempo a la hora
de empezar.
--¿Quiénes son esos colaboradores y de qué secciones se ocupan?
--Bueno, hay varias partes en el programa,
algunas tienen colaborador fijo y otras no. Por ejemplo, hay un consultorio
sexo-sentimental, en el que el Doctor
Landrú, un especialista en el corazón humano de origen francés, un hombre
que aunque no es psicólogo, ni sexólogo, ni sociólogo, tiene una gran
experiencia de la vida y es capaz de dar consejos de gran valor s sus
consultantes. También hay una sección de buenos modales y urbanidad, algo que
parece que se ha olvidado en los tiempos que corren, esta sección está a cargo
de Frauleim Verboten, una dama de
origen alemán, residente desde 1945 en Barcelona, donde tiene una academia de
buenas formas de comportamiento. También es importante la participación de Miss Young, una joven sexóloga
americana, graduada en gastronomía por la Universidad de La Sorbona, que ofrece
cada día una receta de cocina afrodisíaca. Cosas muy dispares como verás.
--Pero, en
definitiva, ¿qué es lo que trata el programa?
--Se parte de la base de que hay muchos
corazones solitarios en el mundo, gente que vive sola, que tiene que ser
autosuficiente por las causas que sean, y que tiene que enfrentarse con la vida
sin más ayuda que su imaginación. Para ellos está dedicado el programa y,
naturalmente, de lo que se trata es de ayudar a tantos corazones solitarios en
el principal problema de nuestra vida: dejar de ser corazones solitarios. Los
corazones solitarios sólo pensamos en ligar, y en el programa se intenta dar
fórmulas, trucos, medios, que permitan alcanzar la compañía de alguien
agradable con quien olvidar los calcetines sucios que quedaron debajo de la
cama, los huevos que hay que comprar para la cena o el calentador del gas que
no funciona. En verano la cantidad de corazones solitarios aumenta, porque a
los profesionales de todo el año (solterones y solteronas, viudas, viudos y
separados de ambos sexos, marginados, homosexuales sin pareja, prostitutas,
enfermos, adolescentes de dieciséis años que creen que la vida ya se les acaba,
desengañados de la política, oficinistas siniestros y alegres cabareteras,
etc…) se les añaden los Rodríguez, que son la más variopinta clase de corazones
solitarios que se conocen: todo el día buscando donde arrimarse y no ligan ni
con cola de pegar.
--Pero, bueno, este
programa va en broma ¿no?
--En
absoluto, una cosa es que hagamos un chiste de vez en cuando y otra que
sea un cachondeo. Lo que pasa es que los corazones solitarios no estamos todo
el día llorando, sino intentando salir de esa soledad por medio de la
diversión, precisamente. El programa es totalmente en serio, desde su
estructura a su planteamiento, quizás haya que leer algo entre líneas, pero es
tan serio como la soledad. Hay dos puntales básicos en el programa: la parodia
y la ambigüedad, y a partir de ello todo puede ser posible.
LA COCINA AFRODISIACA de la Dra. Young
Desde Japón,
donde se encuentra nuestra encantadora colaboradora Miss Young, país al que ha
llegado a través de un apasionado romance con un vicepresidente de la Ford, en
busca de nuevas recetas afrodisíacas y renovadas posturas amatorias, nos envía
su última receta de cocina:
«PICNIC» DE LA CONCUBINA: Ensalada Loto
Dorado
Andaba yo por la
pubertad cuando empecé a leer las novelas de Pearl S. Buck sobre China. Pronto
aprendí lo que era una «concubina», mientras mis amigas y yo explorábamos el
diccionario en busca de emocionantes descubrimientos culturales. La concubina
más famosa de China y de todo Oriente, que llenó las crónicas del siglo XVI, se
llamaba Loto Dorado. Era una joven muy erótica que practicaba todos los
sistemas de excitación sexual imaginables. Si usáis estas recetas, luego
podréis jugar a ser Loto Dorado y uno de sus favoritos (aunque esto aún no lo
había aprendido yo en la época de la pubertad).
INGREDIENTES: Salmón ahumado
(cortado en lonchas finas) Tiras de pimiento verde Tomates cortados en cuartos
Caviar
Envolved cada
cuarto de tomate con una tira de pimiento verde y una loncha de salmón, todo lo
cual fijaremos atravesándolo con un palillo. Estos pinchos se cubrirán de
caviar en el momento de ir a consumirlos.
Es una receta
sencilla, alimenticia y con un potencial «calorífico» que encenderá vuestras
armas del amor en un minuto y no os dejará rendiros en la subsiguiente batalla
de plumas en toda la noche, aunque mil escaramuzas haya.
ESTO de escribir sobre las miserias propias es una cosa muy íntima, y no me atrevería si no me hubiera comprometido a ello
con el director de este periódico, que es un señor muy serio y se puede enfadar
si no cumplo. En fin, una obligación es una obligación, y aquí intentaré ser lo
más sincero posible, para que no me puedan echar nada en cara.
El caso es que
este fin de semana pasado ha sido, como verán, sonado. La eterna lucha del
corazón solitario, que nunca se rinde, para salir de la soledad y alcanzar la
compañía y el placer casi ha tenido compensación. Casi. A veces la utopía se
cumple. Pocas ves, pero pasa de vez en cuando. Para conseguirlo es necesaria
insistir y no dejarse vencer por el desaliento. O que las tormentas no cumplan
ningún papel en las batallas navales. Esa es la primera lección del corazón
solitario: como indomable Babieca, un corazón solitario que se precie sigue
cabalgando a la búsqueda del ligue aunque lleve un muerto a sus lomos. Algo
falló el pasado fin de semana, pero casi…
SÁBADO TARDE
Había quedado
con Lolo, así que, como acababa de cobrar, decidí comprar algo de «tate», por
si la noche se presentaba animada, tener algo que ofrecer a la compañía. Me
acerqué en un taxi a uno de esos barrios en los que se pueden encontrar
traficantes de sueños de humo. Era a mediodía, y las calles estaban desiertas.
Aquí y allá un chiquillo jugando y algún que otro perro dormitando la siesta de
este caluroso día de agosto.
Se acercaron a
mí un par de hombres, que me ofrecieron material. Lo olí, me pareció bueno.
Decidí comprar cinco talegos. Saqué el sobre en el que llevaba el dinero de la
paga, elegí los cinco billetes y se los di.
--¿Quieres que
nos hagamos uno y lo probamos? --me dijo uno de ellos. Asentí, que hacía mucho
que no veía una buena voluntad semejante, y nos metimos por unas callejuelas
aún más desiertas. Al e contrarnos con otros dos jóvenes se paró el vendedor y
me habló alto y claro.
--Lo sentimos
--dijo el que había propuesto hacer un canuto de prueba, mientras me rodeaba
con los otros que se habían acercado--, nosotros no tenemos pasta, y tú tienes
que darnos la que llevas.
Al principio me
lo tomé a coña. ¿Pretendían robarme? Venga, hombre, que al fin y al cabo, todos
somos currantes --les decía yo--. ¿Cómo te vas a quedar con mi dinero? Es lo
que acabo de cobrar para todo el mes.
No había forma
de hacerles entrar en razón, ellos eran tres y yo sólo uno, así que no quedaba
más remedio que sacar el sobre del bolsillo y entregárselo.
—Te has portado
legal --vinieron a decir en una rápida conversación--, así que vamos a hacer
partes iguales con el dinero y a ti te tocará una.
Intenté que me
dieran un poco más, que, al fin y al cabo, el dinero era mío, que si la pasta
es mía, que si me vais a joder para todo el mes… que todo eso..., pero no pude
convencerles. Sacaron el dinero del sobre, hicieron cinco partes, y después de
disculparse por lo mal que andaban los tiempos
dejarme el chocolate que había comprado, se fueron y. me dejaron
cabizbajo y sin paga. Menos mal que me habían dejado una parte, algo es algo.
“Gracias, colegas, habéis sido muy generosos”, estuve a punto de decirles, que
a esas alturas ya andaba rondando el síndrome de Estocolmo Al fin y al cabo hay
ladrones honrados. Por lo menos esa noche tendría con qué invitar a los
posibles ligues y un par de copas me podría tocar todavía.
SÁBADO
NOCHE
Llegué a las
once a la discoteca. Me había vestido con un cuidadoso descuido, dando la
impresión de que pasaba de todo, pero no pasando de nada en realidad, y menos
de las mujeres que había allí, a las que inmediatamente eché una ojeada. Suele
ser muy conveniente para un corazón solitario ese aire como de estar de vuelta.
Inmediatamente
comencé a poner en marcha mi plan. Me senté en la mesa de Lolo, en la que había
un par de pibitas impresionantes, especialmente una de ellas, rubia, de
apariencia sencilla pero con un cuerpo sugerente, que se apreciaba libre dentro
de una ropa muy holgada, y con una boca sensual y alegre que le quitaba años y
le daba aspecto de niña inocente. Mi táctica siempre es la de permanecer frío
al principio, hablar de todos los temas como si la cosa no fuese conmigo, y
beber y fumar bien, para que se note que no se le teme a nada.
Al rato estaba
más animado. El vodka con naranja que estaba tornando era el enésimo y
comenzaba a notar sus efectos. Recuerdo que estaba intentando comprobar la tersura
del pecho izquierdo de la rubia, mientras ella creo que le contaba a su amiga
no sé qué cosa de un pesado que conoció no sé dónde y que no la dejaba en paz
no sé cuándo.
Ya la tenía en
el bote, casi había conseguido desabrocharle la camisilla que llevaba puesta,
cuando la rubia decidió ir un momento al baño. Se fue, y yo me quedé allí,
encargando otro vodka con naranja.
DOMINGO
No sé como
amanecí a las dos de la tarde, pero allí estaba, con el sol entrando por la
ventana y yo encima de la cama, con un zapato puesto, pero sin calcetín, una
resaca de tirar cañonazos por la boca y un dolor de cabeza que el ruido de la
calle parecía la batalla de Stalingrado.
Fue una tarde
deliciosa: vi Lou Grant y un trozo de película de la segunda cadena, que
simultaneé con el australiano de los gestos. Me comí una bolsa de manises,
medio melón, un cartón con media docena de petit-suises, leí los periódicos del
día anterior, un Tótem atrasado que ya había leído, me fumé no sé cuántos
canutos y bebí un litro de leche. Cuando salió en la tele el himno nacional con
los retratos de los Reyes casi no llego al botón del apagado.
Me arrastré
hacia la cama llevando en las manos cuatro magdalenas, un trozo de queque, otro
vaso de leche, un «Macho» del que todavía me quedaban un par de artículos por
leer, entre ellos uno de Dick Pikering que prometía “sexo por el ojo de la
cerradura», una novela de Simenón»» y un cenicero. Me dormí unas horas después.
Ya no me quedaba nada por leer, ni por ver ni por comer en la casa. Fue una tarde
inolvidable. Un domingo como hacía mucho que no disfrutaba.
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