Empecemos
por el principio, que es por donde suelen comenzar las cosas
No
voy a contar ahora como el 22 de noviembre de 1967 me vi encima del escenario
del salón de actos del Instituto Ramiro de Maeztu de Madrid, con traje de
chaleco y corbata (ojo a la foto, que no tiene desperdicio), presentando a un
sorprendentemente numeroso público las actuaciones de la primera actuación
oficial del que aquella misma tarde sería bautizado Grupo de Canción del Pueblo
y en el que entonces estaban Luis Leal, Ignacio Fernández Toca, Hilario
Camacho, Adolfo Celdrán, Carmina Álvarez, José Manuel Bravo, Cachas, Anselmo
Cano y Elisa Serna. Sea como sea, el grupo se reunía en los locales de la
revista Hogar 2000, que pese a su nombre era una publicación progresista
dirigida por el jesuita José María de Javierre que apoyaba a los nuevos
cantautores.
En
ella publiqué mi primer artículo en enero, formando parte de las cinco páginas
que se le dedicaron al recital. Yo acababa de cumplir los 19 años y nunca me
había visto en otra. Sin embargo, leídas hoy, aquellas líneas me ruborizan y
sorprenden. Me ruborizan al descubrir la ingenuidad y rotundidad de algunas
afirmaciones y los errores y carencias del artículo. Me sorprende que, pese a
todo, hubiera sido capaz de acceder, en aquella España gris y amordazada, a lo
poco que entonces conocía del tema, ¡que tampoco era tan poco, leche! O por lo
menos de haber oído hablar de todo ello,
porque de muchos de los cantautores de los que hablaba apenas había escuchado
una o ninguna canción. Por fortuna, Ramón Padilla, un traductor rojo de la
Unesco que vivía en Nueva York, ya había publicado ese mismo año su fundamental
“Canciones de Protesta del Pueblo Estadounidense” y yo por mi cuenta me había comprado en la librería francesa de
Madrid Henry Abellan (creo que ese era su nombre”, el diccionario de la canción
francesa de Larrouse, que todavía conservo, y de ellos saqué nombres de los que
no tenía ningún disco.
Reproduzco
las cinco páginas de aquella publicación, porque en ellas podréis encontrar,
aparte de fotos prehistóricas de Hilario, Adolfo o Elisa, el primer artículo
que dio a la luz esta última (tan dada a la teoría como yo, lo que nos ha
valido más de una buena discusión dialéctica a calzón quitado) y las primeras
letras publicadas de alguna canción luego famosa, como el poema de Machado que
Hilario grabaría después en su segundo disco. Que os aproveche.
NOTICIA HISTÓRICA DEL FOLK-SONG
HOGAR
2000. Enero 1968
En
1915, el 19 de diciembre, muere en Chicago, asesinado por la Guardia Federal
(fusilado), el cantante obrero y luchador sindicalista Joe Hill. Le podemos considerar
como el primer eslabón en la cadena del Folk-Song, en denominación inglesa, o
canción del pueblo, en acepción castellana. Entendiendo, por ambas, una canción
comprometida en el moderno sentido de la palabra. Damos esta fecha como inicial
en el moderno movimiento de Folk-Song, por la simbología que lleva consigo y
porque a partir de ella surgen en Estados Unidos una serie de cantantes,
blancos y de color, preocupados por los problemas sociales e interesados en
cantarlos en baladas de corte popular y tradicional.
Los
años veinte y treinta serán los más fecundos. Leabelly, Bill Big Bronzy, y más
tarde, Woody Guthrie y Peter Seeger, estos últimos como cabeza del movimiento,
serán los encargados de elevar el Folk-Song a categoría artística y llevar el compromiso
a sus límites extremos.
Posteriormente,
durante las revueltas negras del año 62, y con la escalada de la guerra del
Vietnam, surge en U.S.A. un nuevo empuje. Son los años en que aparecen los
cantantes Phil Ochs, Tom Paxton, Peter Lafargue, Malvina Reynols y el caso
excepcional de Bob Dylan, extraordinario en sus comienzos e inexplicable en su
cambio el año 65 hacia formas menos comprometidas.
También
en Europa, concretamente en Francia, surgen movimientos similares, que expresan
los problemas populares con ritmos y formas tradicionales. El motivo en Francia
fue la segunda guerra mundial: el movimiento canta la situación del pueblo
francés oprimido y sus formas populares de lucha, la guerrilla campesina y
urbana. Son las canciones de resistencia, "le chant de liberation",
"le chant de départ", "le chant de la resistance", etc.,
con las que se dan a conocer algunos cantantes que durante años serán de
comentario obligatorio en las charlas y tertulias literarias más o menos
prohibidas. Es el gran momento de Yves Montand, cuyas canciones fueron símbolo
revolucionario en cualquier país; Brassens y Leo Ferré son los encargados de
llevar estas canciones políticas y sociales al camino de los ritmos
tradicionales. Jacques Brey, Jean Ferrat, Bárbara, son los últimos cantantes
incorporados a las filas de la canción compromiso, que últimamente tienen más
fuerza en todo el mundo.
En
España, por causas lamentables, la canción del pueblo que durante los años de
la Guerra Civil había tenido importancia inusitada, perdió circulación durante
cierto tiempo; y por los años 60 surge de nuevo en Barcelona. Un grupo de
intelectuales, que consideran la canción como el medio más directo de llegar a
un público determinado, se llaman "les setze llutges", y sus logros
han sido importantes, aunque no han llegado a cumplir sus propósitos, debido a
una excesiva carga intelectual, así como a la muy marcada influencia francesa
en sus letras y músicas; de todas formas, J. M. Espinas, Pi de la Serra,
Guillermina Motta, etc., son nombres importantes en un recuento de los intentos
serios por conseguir en España una renovación de la canción y de acercarla a
los sectores populares, cargada de problemática moderna. Será Raimon un poco
más tarde: sus composiciones, además de ser conocidas en el extranjero, lo son
también dentro de España, cantadas, reconocidas y aplaudidas por amplios
núcleos de estudiantes y obreros, incluso fuera de Cataluña y Valencia, por
toda España.
También
Castilla, que hasta ahora había permanecido marginada de estas corrientes
culturales, comienza a abrirse paso. Los esfuerzos individuales de cantantes
como Niño Sánchez y de españoles en Francia, como Paco Ibáñez o Pedro, no
habían sido suficientes; se habrían perdido, los unos en el marasmo comercial,
y los otros, imposibilitados por problemas de difusión de discos en nuestro
país (no obstante, el último disco de Niño Sánchez muy evolucionado
positivamente con respecto al anterior).
En
este momento surge la que se llama a sí misma "Canción del pueblo".
¿Qué
es “Canción del pueblo”? ¿Qué pretende?
Un
grupo de jóvenes estudiantes de ambos sexos que sienten los problemas de
España, y quieren ayudar a resolverlos con sus canciones. Para ello, escriben
letras, recuperan poemas, componen melodías e intentan aunarlo todo en una
difícil carrera por llegar a tiempo con su mensaje. Recorrer los pueblos de
Castilla, aprender sus coplas, sus ritmos, sus canciones; evolucionarlos dentro
de sí, para hacer con ellos un producto cultural con problemática moderna,
fácilmente asimilable a cualquier nivel intelectual.
En
estos momentos se intenta hacernos creer que existe "una nueva canción
castellana comprometida, realista", a base de cantantes como Manolo Díaz,
Massiel y otros. ¿Puede entenderse por canción nueva la de escaso valor, tanto
musical como literario, que intenta aprovecharse del triunfo de otras
corrientes culturales? Cuando en Francia hacía furor el existencialismo, aquí
tuvimos que contentarnos con obras literarias de problemática
místico-comprometida. Ahora que el Folk-Song comienza a ser considerado en el
mundo algo importante, siempre se encuentra algún empresario avispado que, a
bombo y platillo, lanza el slogan de canción protesta, canción con muchos
"bibis", "aleluyas", "rosas flotantes en un mar
abstractamente "libre", "postguerras"; todo ello muy
protesten y lloriqueante, envuelta en fragantes músicas, con los más
bullangueros conjuntos y orquestas del momento. Los "consulados",
"imperatores", "mononas clubs", etc., se llenan de
parejitas domingueras que pasan el rato viendo protestar entre “whiskises"
y "cubalibrises".
En
estos momentos surge un nuevo joven grupo de cantantes. Un soplo de aire
fresco. Solo podemos desearle que evolucione y llegue a convertirse en algo muy
serio.
¡Oye! ¡Qué guapa era (y debe seguir siendo) Carmina Álvarez!, ¿no?
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