domingo, 31 de marzo de 2013


FRANK SINATRA


La realidad es tan tozuda que a veces hay que dar la pata a torcer. ¿Pero puede un crítico criticarse, comentarse un comentarista, un articulista articularse? Yo lo intente en esta nota de El País de 1985.Sin duda éramos puros, pero también dogmáticos y sectarios.



La memoria feliz de Frank Sinatra
Los 'viejos ojos azules' cumplen setenta años
EL PAÍS. DICIEMBRE 1985

Con los años, los más acendrados odios se atemperan y los desprecios mejor conservados se truecan en vergonzantes admiraciones. Frank Sinatra cumple 70 años, y con la perspectiva del tiempo, el suyo y el nuestro, uno llega a olvidar, o al menos a pasar al archivo histórico, el que haya podido ser un contumaz reaccionario, un disfrazado fílomafioso y nunca haya cantado rock o folk, los géneros que nos parecieron renovadores o revolucionarios en exclusividad, para apreciar cómo se merece el reconocimiento de la obra bien hecha, de la profesionalidad entendida como realización de un trabajo duradero y continuo y la calidad de una personalidad que ha marcado a sangre y a fuego la música popular contemporánea.
Era bajito y esmirriado, y su imagen cinematográfica, agarrado a la jeringuilla de El hombre del brazo de oro o guarecido bajo el gorrito de marinero en Un día en Nueva York, nos hundía en la contradicción de no encontrar asidero para la descalificación. Igual sucedía con sus discos, con Louis Amstrong o sus colaboraciones con Count Basie, pero nosotros seguíamos agarrados al dogma, negándonos el disfrute de su voz cálida y sus maneras de crooner enamorador de vírgenes quinceañeras y otoñales matronas.
Nació en Hoboken, Estado de Nueva Jersey, el 12 de diciembre de 1915, y aunque su propio pueblo natal le declarara persona indeseable por su inveterada afición a las peleas y los puñetazos en lugares públicos, nos hemos quedado sin coartadas justificatorias. Setenta años de vida y más de 40 de éxitos en cascada son demasiados para seguir manteniendo, sin que asome el pudor por la ventana de la conciencia, la desvergüenza de la inquina. Lo malo de los genios es que suelen acabar teniendo razón, y el reconocimiento de nuestras propias limitaciones e insuficiencias finalizaron por llevarnos al huerto de la admiración.
Quienes ahora en España estamos entre los 35 y los 45 años somos una generación escindida y limitada, y Frank Sinatra es una de las más descaradas muestras de nuestras miserias críticas. Le denostamos por comercial y falto de compromiso; su música nos parecía blanda y fácil, y su voz, estandarizada y convencional. No supimos apreciar su capacidad de fascinación, su fuerza comunicativa y la perfección de un trabajo que hoy, por encima de los prejuicios quizá justificados, aparece comedido y exacto, capaz de derivar insumergible por los más tormentosos canales del arte y reaparecer siempre, como en su último disco, L.A. Is my lady, luminoso y eterno.
En todos estos años de esplendores y opacidades, entre doctorados honorarios de sesudas universidades y fiestas de cumpleaños de Ronald Reagan, Frank Sinatra se ha enfrentado igual a la más convencional de las canciones comerciales y a las más sofisticadas composiciones, misérrimas cabañas y lujosos palacios artísticos, en todos los cuales ha dejado, como un tenorio triunfador, memoria feliz de él.

A su lado, Antonio Carlos Jobim




1 comentario:

  1. Por aquel entonces no debías saber de que le deseo una pronta muerte a Franco por telegrama, jejeje.

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