Labordeta en 1977. Inédito
Si la primera vez que la escuché lloré, no quiero ni
pensar lo que sentirían Joaquín y Eduardo cada vez que le acompañaran en este
estremecedor testamento. De lo que pensaba él ya no lo sabremos nunca, aunque
en “Regular, gracias a Dios" ya nos dejó alguna pista de la dignidad con que se
enfrentó a un final anunciado.
Estoy leyendo la magnífica biografía que Joaquín Carbonell
ha dedicado a José Antonio Labordeta, un trabajo hecho desde el conocimiento
íntimo, el cariño, el respeto y la buena documentación que me está emocionando
por momentos.
Me viene al pelo la emoción para recuperar un viejo texto
sobre el maestro. En 1976 ya se había muerto el generalísimo (Francisco Paulino
Hermenegildo Teódulo Franco y Bahamonde Salgado Pardo de Andrade, os lo juro
por mi madre que tan poco aprecio le tenía), y los cantautores parecía que
comenzaban a ocupar un cómodo lugar al sol, que bastante sombra habían sufrido,
en lo que añorábamos que fuera un nuevo Estado Español. Aprovechando el tirón,
un editor me ofreció publicar un libro en el que se historiara y analizara la
canción de autor en España. El trabajo constaría de varios volúmenes, de
acuerdo a los distintos movimientos de canción, nacionales y para-nacionales.
Me puse a la faena.
Al año siguiente, justo tras las primeras elecciones
generales me trasladé a vivir a Canarias junto a Carmen Rosa Saavedra, con la
que me había casado cuatro años antes,
que era isleña y que tanto me acompaño en este tiempo, y con Marina, mi hija.
Desde entonces asumí con orgullo mi condición de godo-canarión de primera
generación. Lo cuento no porque tenga la menor importancia en sí, que maldita
sea la sonrisa de la Gioconda si la tiene, sino porque Canarias volverá a
aparecer por aquí y porque, en este momento concreto, aquel traslado, unido a
mi tendencia irresistible a la inconclusión de tantas cosas, especialmente las
serias, y la quiebra de la editorial motivaron que los libros se fueron al
garete.
Quedaron 400 folios mecanografiados, que me cuesta un ovario
escanear para reproducirlos, y las maquetas de los volúmenes dedicados a
Aragón y Andalucía, que durante todo este tiempo han permanecido escondidos en
un cajón, del que sólo han asomado la cabeza cuando a algún amigo más constante
que andaba en la escritura de algún libro sobre el tema le podía venir bien
como documentación.
De aquellas maquetas salen las páginas siguientes que dediqué a
Labordeta. He mantenido rigurosamente el texto original, como haré siempre, aún
temiendo la chufla y el recochineo de los posibles lectores por la bisoñez que
demuestra el escribano. Únicamente he cambiado algún adjetivo, claramente
inadecuado, he suprimido repeticiones de palabras innecesarias y le he añadido comas (aunque quizás hubiera debido hacer como en los Episodios
Nacionales le ordenaba El Empecinado a Gabriel tras haberle dictado una carta:
“ahora pon unas cuantas comas seguidas y que cada cual las coloque en su
sitio”. Aquí os las dejo por si acaso: ,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,, vaya, y unos
puntos y comas y algún punto solitario, que nunca estarán de más: ;;;;;;;;; ……….
Eso sí, he reducido algunos textos de canciones, que
entonces consideré oportuno reproducir enteras y que ahora me parece
innecesario. Caigo en la cuenta en que el análisis toma más en consideración la
parte temática y literaria que la musical, un defecto común a la mayor parte de
lo que se ha escrito sobre la canción popular, tanto por mí mismo como por
otros compañeros y amigos. Creo que es una consecuencia lógica en quienes, como
yo, apenas teníamos y tenemos otra formación musical que la que se consigue
llenándose los oídos con todas las notas que salen del gramófono. En un momento
me pregunté ¿puede llamarse crítico musical a quien cree que un pentagrama es un
tenedor con gusanitos pinchados? No fue sólo por eso, pero lo dejé. Prefiero
considerar comentarios a mis paridas.Por cierto, fijaros el puntazo que le dan a las páginas originales el sistema de maquetación, a base, como ahora, de corta y pega, pero con papel, tijeras y cinta de pegar.
En fin, hay tanto Abuelo en mi memoria que tendré que seguir
en el tema.
José Antonio
Labordeta
Esta Tierra es
Aragón
Fragmento del libro inacabado “Canción de autor en
España”. 1967.
Según las
enciclopedias y los libros de geografía que estudiábamos en él bachillerato,
Aragón es una región compuesta por las provincias de Zaragoza, Huesca y Teruel;
y según el folklore turístico-religioso de la postguerra que nos toco vivir,
los maños llevan faja en el cinto, pañuelo al cuello, cachirulo y beben vino en
bota; su dedicación principal es ver pasar el agua del Ebro hacia el mar, y su devoción
se centra en la Virgen milagrosa del Pilar. Poco más nos ha sido dado a conocer
a los no aragoneses de esa tierra y de su gente.
Lo terrible
llegó cuando comprobamos que casi la totalidad de lo que nos habían enseñado
sobre Aragón era mentira, que debíamos empezar de nuevo el duro ejercicio de
aprender a conocer los paisajes, a distinguir a la gente. Que debajo de esa
enunciación de las tres provincias se encierra una realidad dura, una tierra
difícil y seca, un pueblo abocado al esfuerzo agotador o al exilio en busca de
un trabajo mejor remunerado, una burguesía cerril volcada hacia Madrid y
centrada en Zaragoza, una asfixiante y mediocre vida cultural, y una lucha
política que no es nueva sino sempiterna. Como primer libro de texto de este
aprendizaje hemos contado con la Nueva Canción Aragonesa.
Aunque no fuera
nueva, pues ya en 1923 el pueblo aragonés había pedido un estatuto de autonomía
que estuvo a punto de conseguir en 1936, la reivindicación autonómica ha sido
el detonante de una lucha política que, aunque no se acaba en ella, sí que ha
encontrado en la conciencia regionalista un puntal fundamental para su
desarrollo. Conciencia regionalista y lucha política que ha venido creciendo de
manera paralela a un importante movimiento cultural, del que la Nueva Canción
es tan sólo una faceta, y que durante años se ha reunido alrededor de la
apasionante aventura de la revista ANDALAN, nacida en 1972, y de la que ha
surgido una generación de nuevos aragoneses, políticos, sociólogos y artistas,
centrados en su tierra como preocupación fundamental. Es la generación de,
entre otros, Vicente Cazcarra, Eloy Fernández
Clemente,
Mariano Anos, Emilio y Enrique Gastón, Mario Gaviria, Anchel Conté, Guillermo
Fatás, Mariano y Juan Antonio Hormigón, Luis La Sala y José Antonio Labordeta.
«José A. Labordeta es muy importante en el renacer
de Aragón porque su arte llega a los demás. La historia nos da numerosos
ejemplos del gran papel jugado por poetas y trovadores, que fueron los
mensajeros de la auténtica comunicación del pueblo. De ninguna otra forma se
llega más a los sentimientos y al alma de una persona que a través de la
palabra y la música, a través del mensaje de la palabra. El cantante popular me
produce una gran admiración y respeto, y hay que alentar a que salgan más cantantes
que hablan de los problemas del pueblo y de la realidad en cada día».
PABLO SERRANO
(«Andalán»)
«Labordeta pertenece a un distinto género de
cantantes de nuestro país. No es ni una estrella, ni un divo ni nada que se le
parezca. Es un hombre, un poeta, un escritor, un profesor de Segunda Enseñanza,
un compositor que viene de abajo, y que abajo quiere permanecer, dando todo lo
que puede a sus compañeros, a sus coetáneos».
ALVARO FEITO
(«Triunfo»)
En absoluto son
gratuitas estas dos citas sobre José Antonio Labordeta, porque ambas están
totalmente acertadas en la valoración del canto y del cantante. La importancia
de Labordeta como dinamizador, no sólo de la nueva canción aragonesa sino
también del renacer de la conciencia regional de Aragón en general, es
fundamental e indiscutible.
Profesor de
Instituto, novelista, poeta, publicista, cantante. Su nombre ha estado presente
en cuanta aventura poética, musical o política ha tenido lugar en Aragón en los
últimos veinte años. Su primer libro, editado en 1959, era ya una muestra de
las posibilidades de un joven poeta que comenzaba a despuntar en una Zaragoza
áspera, inhóspita, integrista, encerrada en sí misma y entregada a la práctica
del más cerril de los «folklorismos», de la que ni siquiera la rebeldía genial,
creativa, de un Miguel Labordeta, una de las más hermosas voces de la lírica de
postguerra, y hermano de este José Antonio que ahora nos ocupa, podía
constituir un revulsivo.
Sin embargo, la
poesía no era un vehículo suficiente para cumplir la función de comunicación
inmediata con un público mayoritario, y el poeta se transforma en cantante
durante su estancia como profesor en Teruel en 1965, aunque no fuera hasta 1968
cuando grabó su primer disco, un sencillo de cuatro canciones, en la grabadora
madrileña EDUMSA, y aunque tuvieran que
transcurrir ocho años de silencio discográfico hasta que en 1964 editara su
primer LP. Durante todo este tiempo y hasta hoy, Labordeta ha simultaneado las
dos actividades, publicando libros de posmas y escribiendo canciones que ha ido
cantando por todo Aragón y grabando en sus discos, sin caer en la equivocación
de mezclarlas y confundirlas, sino estableciendo claramente diferencias funcionales
y formales: «Poesía y canción tienen unas reglas propias, diferentes. La poesía
se presta más a la creación y a la investigación de estilo y lenguaje. Una
lectura o un recital de poemas son más propensos a la reflexión. La canción, en
cambio ha de ser fácilmente comunicable y comprensible con el acompañamiento de
una música adecuada» (entrevista con Mel Lloverás en ORIFLAMA,
junio 1973). Estas diferencias están claramente presentes en la obra de J.
A. Labordeta y ello redunda en diferencias formales fácilmente rastreables a lo
largo de su obra: mientras que en los libros utiliza preferentemente el verso
libre, con una acentuada carga conceptual y simbólica, en la canción prefiere
el verso perfectamente estructurado, y rimado, como no podía ser de otra
manera, con el que cuenta historias definidas y concretas, sin más referencias
y objetivos que las que se explicitan en el propio texto, potenciados por las
músicas correspondientes. Sin embargo, bajo esta simplicidad hay un amplio
conocimiento del oficio poético y un trabajo meditado, que da como resultado
textos en los que no sobra ni falta una palabra.
Quizás la mejor
manera de comprobar esto sea comparar un par de ejemplo que a partir de una
misma idea dan como resultado un poema o una canción:
Utilicemos
primero dos textos dedicados a sus hijas en los que también reflexiona sobre su
condición, su trabajo y sus esperanzas:
ÉRASE UNA VEZ (Para Paula).
Del libro “Tribulatorio”. Colección
Fuendetodos. Editorial Javalambre.
Zaragoza, 1973.
Te escribo Paula
aún ahora aún a tiempo
de no saber del llanto del día
presuroso,
de las manos marcadas,
de los gritos con flores
para sacar al hombre de su ahogo
Paula,
Pequeña y diminuta,
el otoño se vence por
su margen izquierda
y mañana te acaricia.
Los amantes
se besan en las calles
y de retorno a casa
me entero que le han dado a Neruda
el Premio Nobel.
Hoy soy feliz por ti
Por tantas cosas…
CANCION DE CUNA SOBRE LA TIERRA ESTÉRIL (Canción)
Quisiera cobijarte
en una cuna
cubierta de abalorios
lluvias y luna.
Tan solo tengo mis manos
ajadas manos,
trabajadas por soles
vientos y barros.
Quisiera, darte aliento
con voz y canto,
pero la voz se pierde
bajo el espanto
de las noches de frío,
de ausencia grande,
mientras el canto acude
junto a tu padre.
A tu padre que escribe
duros renglones
desde lugares hoscos
donde los hombres
trabajan duramente
porque perdida
y estéril es la tierra
de nuestra vida.
(…)
O
estas otras dos, que pertenecen a lo que podríamos llamar «poesía de la
memoria», en las que rememora su infancia, su juventud, los años sombríos de postguerra,
recurso que Labordeta apenes ha usado en la canción, pero al que acude
frecuentemente en la poesía.
¿…? (Poema)
El mapa impenitente de Europa
colgado --vivo o muerto-- goteando
lejano en la ventana
al compás --día y noche-- de los gritos y
risas
y pájaros caídos en una playa humilde
al sur de Normandía
ROSA, ROSAE (Canción)
Rosa, Rosae
y también el valor de pi
y el recuerdo final
por los muertos
de la última guerra civil
así, así, así crecí.
……………………
(en el original falta una página, así que
resulta complicado entender el párrafo siguiente)
En
ambos textos parte de una misma imagen escolar (el mapa o la declinación), para
ir luego a imágenes de las influencias más íntimas y personales en el poema,
más generales y colectivas en la canción, dando una distinta valoración del
padre, liberal y dubitativo --el suyo propio-- en el poema, simplemente miedoso
--más cercano al término medio español-- en la canción.
Entrando de
lleno en la problemática que plantean sus canciones, caben unas palabras más
sobre el aragonesismo de José Antonio Labordeta, sobre su amor en la tierra, el
paisaje y a la gente, que queda patente en la insistencia temática en los
campos de Aragón, dando lugar a la creación de un mundo propio, personal y
colectivo al mismo tiempo, en el que se mezclan la aridez de la tierra, la dureza
de la emigración y la lenta extinción de los pueblos en la inútil espera de
unas soluciones que nunca llegan. Ese mismo amor está también presente en la constante
referencia musical a los ritmos folklóricos de su tierra. Cuando tan cansados estábamos de esa imagen de
tarjeta postal del maño con su pañuelico
y su botica, cuando la jota no era sino un reducto de lo mas zafio y falsamente
folklórico, tan ajeno, las canciones de Labordeta, con su acercamiento a la
jota, con su voz ronca, con su utilización de estrofas populares, nos resultan
totalmente cercanas y sentidas.
Álvaro Feito en
la revista OZONO (Julio/Agosto 1976) hacía una división temática de las
canciones de José Antonio Labordeta en cuatro apartados: El paisaje, el hombre,
la solidaridad, la participación. Aunque estos cuatro apartados sean los
fundamentales y en ellos pudiera resumirse toda su producción musical, por motivos
de ciertas matización, y partiendo siempre de lo difícil que resulta la
clasificación de la obra artística, he aglutinado y ampliado estos apartados de
base en otros cinco que quizás puedan permitirnos una mayor flexibilidad a la
hora de comprender las preocupaciones y los móviles que arrastran a J. A.
Labordeta a componer canciones:
EL PAISAJE, EL HOMBRE. Relación entre el hombre y el paisaje: el
trabajo. Este es, sin duda, el apartado que incluye mayor número de
composiciones y la temática sobre la que más se ha centrado. Principalmente el
trabajo de Labordeta durante sus ya largos años de compositor y cantante. Ya
hemos hecho referencia más arriba a la relación que mantiene el cantante con su
tierra; si aquí hemos resumido en uno dos apartados, y le hemos añadido un
subtítulo es porque resulta imposible separar un tema y otro, que en la obra de
Labordeta tienen unas connotaciones innegables y que están unidos por una trama
de relaciones y de dependencia irrompibles. Hablar del paisaje en Labordeta es
hablar del hombre, y hablar de uno y otro trae como connotación más inmediata
el trabajo, las relaciones de producción que mutuamente los justifican. En la
más conocida de sus canciones Labordeta define con la economía de medios que le
caracteriza, lo que le confiero una eficacia aplastante, el marco en el que va
a desarrollar su obra, que es en el que está desarrollando su vida. Para evitar
digresiones inútiles, la obra se titula simplemente «Aragón»:
Polvo, niebla, viento y sol,
y donde hay agua uña huerta.
Al norte los Pirineos,
esta tierra es Aragón.
(…)
Esta imagen casi
fotográfica de la tierra que ofrece, esta definición, implica, en su
objetividad, la raíz de una toma de postura que ira desgranando en sus
siguientes canciones. Pero Labordeta sabe que el problema no es de la tierra
sino de la utilización de la tierra, y en una composición posterior centra el
problema en sus justos términos como un paso más de su discurso narrativo: La
canción es «Cantes de la tierra adentro», y en ella es de destacar la
perfección, podríamos decir «casi científica» del texto. Aunque Labordeta no se
lo haya propuesto conscientemente (de habérselo propuesto hubiera escrito un
artículo o un libro de ensayo), en esta canción está presente una claridad
ideológica y un rigor de análisis que es, quizás, una de las características
más difíciles de encontrar en este tipo de temas. Veamos: si la historia avanza
en forma de espiral (de hélice, dirían 1os más perfeccionistas) esta
composición es una explicación músico-literaria
de ese axioma. Y vamos a pasar a ello, aunque debamos trocear el texto:
Parte la canción
de la tierra, del paisaje:
“Somos de la tierra adentro
somos de la piedra y cal.
Somos de la ontina rota,
del viento y la soledad.”
El
paisaje, la tierra, crea la idiosincrasia y el carácter del hombre:
“Somos gente que no pide
y que tampoco le dan”
Pero
además la tierra produce beneficios, riqueza:
“Tenemos abetos altos
agua y electricidad”
Qua al no ser aprovechada por quien la crea,
produce la explotación, la plusvalía:
“Como somos tan gentiles
a otros les van a parar.
Y los lignitos de Andorra
Los explotan y se van”.
Una
situación que genera su propia contradicción, arrastra a la lucha y la
solidaridad facilitando la toma de conciencia:
“Une tus manos conmigo,
une tu mano y verás
cómo los que nunca oyeron
empezarán a escuchar.”
Lo
que hace posible volver a la tierra, a la situación del principio pero en una
órbita superior, haciendo que los saltos cuantitativos se acumulen y den lugar
al salto cualitativo.
“el agua será del yermo,
la tierra de cada cual.”
José Antonio
Labordeta es profesor de historia, eso está claro, pero es también evidente que
es un magnífico poeta.
Dentro, de la
relación señalada entre hombre-paisaje-trabajo hay una constante que se repite
con cierta periodicidad en estas canciones: es la imagen machadiana del camino.
El camino como espacio físico para ir de un sitio a otro:
“Por el camino del polvo
va en dirección a la era,
lleva los granos de trigo
que ha salvado de la tronera”.
(«Por
el camino del polvo»)
Que
también a veces es accidente del paisaje:
“Por las secas barranqueras
bajan la piedra y el barro
hasta ese cauce pequeño
por el que camina un carro.
Cauce donde veinte ovejas
observan en el estío,
y cuando la nieve crece
cauce que se hace hasta el río”.
(«Por el camino
del polvo»)
Pero que es
también sendero por el caminan los hombres hacia destinos precisos: el trabajo:
“Camino de la ciudad
van los leñeros.
Bajan leña, bajan fuego,
bajan hambre y soledad”.
(«Los
leñeros»)
“Dónde se van,
cuando la noche llega
invadiendo el olivar.
Dónde se van,
con su frío y su cansancio
y su lento caminar.
Dónde se van.
contra el cierzo
y contra el hambre,
contra el duro trabajar.”
(«Dónde
se van»)
Caminos que
conducen a la emigración:
“Sí en algún camino encuentras
gente con la casa a cuestas
no les hables de su tierra
que te mirarán con rabia.
Con rabia en la voz y el viento,
con rabia en sus palabras,
con la rabia que produce
abandonar lo que se ama....
Se irán por viejos caminos
igual que se marcha el viento
irán sin norte ni rumbo,
como galeones muertos”.
(«Ya
llegó la Sanjuanada»)
E
incluso el oscuro camino de la muerte:
“De un lado a otro del pueblo
a
pesar de todo andas
para ver dónde te tumbas
y nunca más te levantas”.
(«Por
el camino del polvo»)
El
amor a la tierra, al paisaje y, naturalmente a los hombres que viven en ella,
lleva a J .A. Labordeta a establecer en «Me dicen que no quieres» una relación
entre poeta y tierra casi amatoria, en la que ésta es un ser vivo, capaz ele
sentir y desear:
“Me dicen que no quieres
que te cortejen,
pienso que lo que quieres
que te festejen.
Que te festejen tierra
de los Monegros,
pues al paso que vamos
todos pa yermos”
(«Me dicen que no quieres») Musicada y cantada
por La Bullonera.
También hay otro
paisaje en las canciones de Labordeta, el urbano, pero que como en este caso de
“Cuando cierra el domingo, es en buena medida una añoranza y un dolor por el
paisaje perdido del pueblo abandonado al emigrar a la ciudad:
“Cuando cierra el domingo
la jornada final,
a pedazos de rabia
vuelve al hogar. A esperar a mañana
para trabajar.
…
En la solana tibia
del mediodía,
recordando las gentes
de aquellos días
cuando en el pueblo había
flor y semilla”.
(«Cuando
cierra el domingo»)
Pero
en otras ocasiones, como en algunas de sus canciones satíricas que veremos más
adelante, la ciudad aparece más asumida, llegando incluso a variar la forma
musical de la canción alejándose de las formas populares, como en «Paisajes
urbanos, días escolares», en la que a partir ya del significativo título narra
la detención policial de uno de los alumnos:
“Hoy no ha venido a clase
Ramón Cabeza
y al preguntar por él
sus compañeros
me han mirado con rabia,
con tristeza.
Me dicen que su madre
también pregunta
y que su padre apenas
la pena oculta,
luego me dicen que
ayer lo vieron
con frases en la mano
de puerta en puerta».
LIBERTAD, SOLIDARIDAD, PARTICIPACIÓN. Es el segundo
gran bloque temático que se puede en el conjunto de canciones de José Antonio
Labordeta. Textos volcados a la expresión colectiva del canto, en el que los
problemas, aún partiendo en su origen de las gentes y las tierras de Aragón, se
generalizan, se convierten en universales y dan paso al canto colectivo, a la
marcha, al himno.
Aquí queda
patente la concreción de que la historia es de todos, un esfuerzo común en el
que es necesario participar de forma colectiva:
“No te quedes en la puerta
entra hacia adentro
que de la cocina al fuego
es tuyo, es nuestro”.
(“No
te quedes en la puerta”)
“No te quedes en el fuego,
que no,
que no es cosa de dormir,
átate las alpargatas,
que sí,
que si es cosa de seguir»
(«Coplas
de Huesca»)
“Canta compañero canta,
que aquí hay mucho que cantar,
este silencio de hierro
ya no se puede aguantar”.
(«Canta
compañero canta»)
Un
modelo que culmina en otra de las canciones más significativas del autor,
“Canto a la Libertad”, convertida ya en himno, en grito colectivo que escapa
del disco o del recital, que deja de pertenecer al cantante para convertirse en
patrimonio común.
“Habrá un día en que todos,
al levantar la vista
veremos una tierra
que ponga libertad…”
CANCIONES DEL RECUERDO, Testimonio Generacional. Ya nos hemos
encontrado más arriba con este tema, y hemos visto cómo se centra
fundamentalmente en su obra poética. Pero también se encuentran a veces en su
obra musical temas como «Canción de cuna sobre la tierra estéril» o «Rosa,
rosae» cuyas letras hemos reproducido más arriba. Son un intento de encontrar
las propias señas de identidad, las que distinguen al individuo, pero que son
también propias de toda una generación. Es en este punto donde inciden las
canciones de Labordeta, en lo que podríamos denominar «testimonio
generacional», que por otro lado nunca se presenta de manera directa sino bajo diferentes
prismas. En algunos casos como consideración ante el tiempo presente:
“Serenamente hablando digo hoy,
que el viento bonancible
no ha llegado todavía,
……………..
Serenamente hablando digo hoy,
hermoso es contemplar
quien sigue en la alegría...”
(«Serenamente
hablando»)
En
otras ocasiones toma la forma de canción de amor, un amor que no deja de ser
personal, pero que se llena de resonancias comunes con un tiempo y una historia
que forzosamente lo han condicionado:
“El amor es el silencio
la palabra guardada en el pecho
es el mar batiendo contra el mar
son las islas halladas entre la soledad.
Son palabras al viento
huracanes de luz
vendavales de llanto
ríos de juventud
o tan sólo unas manos
unidas a tu voz”
(«Canción
de amor»)
“Cubriré con mis manos
los campos que anduvimos
cuando como la tarde
fugaces recorrimos .
Cubriré con mi frente
los recuerdos más nimios
para que un día juntos
volvamos a encontrarles”.
(«Poema
de la ausencia nº I») No grabado en
disco.
Pero
donde está más claro y explícito este tema, donde más presente se encuentra la
voz de una generación rota, machacada por una guerra feroz en la infancia y una
existencia gris y represiva en la adolescencia y en la juventud, es en “Ya ves”,
canción de su segundo álbum, que no inútilmente llevaba en un principio el
título de “Melodía testimonial”:
“Ya ves
que vamos avanzando
cumpliendo este camino,
no lo sé,
ya ves
….
Ya ves
que hemos ido surgiendo
de inciertas duras voces
de desesperación.”
(«Ya ves»)
Son éstas las
canciones menos directas, las más elaboradas musicalmente, y las que más
trabajo le cuesta a Labordeta incluir en sus discos, pues parece que
sistemáticamente se resiste a ello, aunque lentamente van ocupando su puesto en
los nuevos LP’s: dos canciones aparecían en «Tiempo de espera» («Ya ves» y
«Canción de cuna sobre la tierra estéril») y cuatro encontramos en «Cantes de
la tierra adentro», su tercer disco grabado, («Canción de amor», «Serenamente
hablando», «Rosa, Rosae» y «Puesto que el joven azul», que aunque por ser letra
de su hermano Miguel hemos colocado en otro apartado, temáticamente podría ir
aquí). Sin ninguna duda en este apartado se encuentran algunas de las mejores
canciones de Labordeta, y éste puede ser un fructífero camino de evolución
formal y temática del cantante.
CANCIONES SATÍRICAS. Está suficientemente
probada la dificultad que entrañan las canciones satíricas para un compositor.
A un paso de la demagogia, el chiste y la salida coyuntural, la canción
satírica ha de ir acompañada de una cierta carga de humanidad, que rompa la
simplicidad y el tópico en que a menudo caen este tipo de canciones, incluso de
los mejores autores.
Aunque con
aciertos parciales y con evidente éxito ante el público, aquí se encuentran
algunas de las, a mi parecer, más fáciles (en el sentido peyorativa del
término) canciones de Labordeta. Su facilidad para versificar hace, al menos,
que sean canciones bien construidas, lo cual ya es un aliciente, pero no impide
una cierta superficialidad en el tratamiento de los temas y, sobre todo, una
gran simpleza musical. Esto queda totalmente patente en ciertos temas que ya
Labordeta ha dejado de cantar regularmente y que pertenecen a su primera época,
como «Réquiem por un burguesito», «Palabras» o «La fuerza de la razón». A otros
temas como «Meditaciones de Severino el sordo» o «Coplas de Santa Orosia», los
salva el carácter popular y festivo de la composición, y en «Parábola (al modo
brechtiano) del Milagro de Lamberto» está plenamente conseguido: la contundencia
del texto, el modo de «parábola» utilizado y la frescura del verso lo hacen
posible:
“El milagro de Lamberto
fue anti-imperio romano:
anduvo unas cuantas leguas
con la cabeza en la mano.
Lamberto por propia pie
se enterró con Santa Engracia,
los dos habían caído
por querer la democracia”.
HISTORIAS Y HOMENAJES. Breve, pero
enjundioso capítulo en esta clasificación de canciones de José A. Labordeta.
Breve porque en él se incluyen pocos temas, y enjundioso porque todos ellos,
sin excepción, son magníficos.
Algunas de las
canciones aquí señaladas podrían estar también dentro del apartado que hemos
titulado «Canciones del recuerdo» porque a veces tratan ese tema, pero aquí el
recuerdo aparece volcado sobre personas en concreto, y eso les confiere un
estatus especial.
Tres homenajes
ha dedicado José Antonio Labordeta a su hermano Miguel, uno poniendo música a
uno de sus poemas, el titulado «Puesto que el joven azul de la montaña ha
muerto», que incluye en su tercer disco, recitando otro de sus poemas en el
cuarto álbum en directo, y dedicándole la canción titulada «El poeta», de su
primer álbum:
“El quiso ser
palabra sobre el río al amanecer,
y caminó
por viejas esperanzas que nadie entendió.
Dejó después
la mano entre las manos y se nos marchó.
con un suave silencio
que el viento rompió.”
En
«Canción para una larga despedida» es el personaje colectivo el que se
reivindica, es a la masa anónima del exilio a la que se canta:
“...Nadie escribió
tu nombre en las paredes
ni nadie habló de ti
con voz de llanto.
Te fuiste al polvo,
humilde y campesino
como una acacia vieja
al borde del camino...”
Si en «Homenaje
a Víctor Jara hace una incursión internacionalista, en «Carta a Lucinio» y «La
vieja» da una muestra de las posibilidades dramáticas y narrativas de sus
canciones. En ambos casos el verso del poeta está impregnado de un profundo
amor y un hondo dramatismo que ralla con el fatalismo:
“Algunas veces pienso
ir al pantano
y cuando esté bien lleno
tirarme dentro
y hundirme a estar contigo
como hace tiempo”.
(«Carta
a Lucinio»)
Siendo
en «La vieja» donde probablemente se encuentran las imágenes más vigorosas de
toda la obra poética de Labordeta, mostrando ese apego a la tierra, ese amor a
la tradición verdadera, a las raíces de la:
“Siempre te recuerdo vieja,
sentada junto al hogar,
acariciando la lumbre
la cadiera y el pozal.
La tristeza de tus ojos
de tanto mirar,
hijos que van hacia Francia
y otros hacia la ciudad.
Miguel dice que va bueno
y parió la del Julián.
Tú te quedas con tus muertos
rezándoles sin parar,
pensando que en esta vida
sólo se puede llorar”.
Esta complejidad
temática y esta riqueza literaria que hemos visto, están expresadas a través de
una apoyatura musical extremadamente simple, aunque esto no haya de constituir
necesariamente una constatación negativa, ya que, a excepción de algunas de las
canciones satíricas, bajo esa simplicidad se encierra una gran belleza melódica,
y sobre todo un concepto compositivo particularmente cercano a la música
popular y folklórica, en donde la sencillez es el resultado de los objetivos a
obtener y no de la pobreza de inspiración.
José Antonio
Labordeta no es un cantante de folklore, pues nunca canta temas populares, y
sólo en contadas ocasiones utiliza palabras, ritmos o melodías populares, insertas
dentro de sus propias composiciones o que sirven como punto de partida a su
inspiración (tal es el caso de la melodía con que comienza “Canta
compañero, canta”, las estrofas de jota incluidas
en «Dónde se van», y en «Todos repiten lo mismo» o los versos que abren
«Canción de amor». No obstante sí que podríamos afirmar de él que en muchas de
sus canciones es un auténtico creador de folklore, en el doble sentido de
identificación con un sentimiento popular colectivo y en el de utilizar unas
pautas, unas formas de composición, que entroncan directamente con la música
popular.
Esta relación
entre su música y el folklore, quien mejor puede explicarla es el propio
Labordeta y por eso vamos a utilizar sus propias palabras: “Las canciones que canto son mías, pero son también
tradicionales. Es decir, que algunas son elaboraciones propias a partir de
jotas populares. Hay una idea bastante superficial de la jota. En general, se
conocen únicamente las jotas alegres, las jotas de baile. Pero la jota es una
manifestación global de la gente de Aragón. La jota es alegre, triste, vital...
reflejo de todos los estados de ánimo. Hay unas jotas, de trabajo francamente
maravillosas. Unas, por ejemplo, que cantaba la gente en la recogida del
azafrán, que cantaban a la fuerza, ya que se lo mandaban los patrones para
evitar que se durmiesen, porque se comenzaba a trabajar todavía de noche. Hay
otras muy buenas que cantaban las mujeres de Teruel mientras transportaban
piedras en la construcción del ferrocarril. En las jotas el pueblo aragonés ha expresado
alegrías, tristezas, problemas, esperanzas, rabias, impotencia... «Ya llegó la
Sanjuanada», por ejemplo, expresa bajo una apariencia amorosa todo el drama de
la emigración. Dicen los primeros versos: «Ya llegó la sanjuanada/ ojalá no llegara/
se han marchado mis amores a segar a la ribera»” (Entrevista con Mal
Lloveras).
Este es el punto
fundamental, yo no iría sólo de las canciones de Labordeta, sino incluso de su
propia experiencia vital, su propia razón de existir y de volcarse en
canciones. No en vano su repetidamente remarcada admiración por Violeta Parra,
con la que le une más de un punto de contacto.
Claro está que
la riqueza musical de las canciones de Labordeta está (especialmente en los
discos) íntimamente ligada al trabajo de los arreglistas que con él colaboran
en las grabaciones. Dejando fuera por falta de significación su primer disco
sencillo, puede encontrarse en sus tres LP’s una afirmación creciente en este
sentido. Si en el primero («Cantar y callar». 1974) se podían apreciar ciertos
fallos en algunos acompañamientos, debidos fundamentalmente a faltas de
comprensión del fenómeno que suponía la aparición de un cantante como Labordeta,
en los tres siguientes («Tiempo de espera», 1975, «Cantes de tierra adentro»,
Í976, y «Labordeta en directo», 1977), estas limitaciones están ya subsanados y
los arreglos; debidos en todos los casos a Alberto Gambino, suponen una
profundización en el sentido popular de las canciones, un enriquecimiento
musical sin tergiversar la idea primaria de respeto a la economía expresiva y a
la eficacia directa de las composiciones. Eso, unido al incremente, de canciones
urbanas, más complejas, en su repertorio y a la utilización de un grupo de acompañamiento
(Javier Más, guitarra; Luis Fatás, viento, y Jorge Sarraute, contrabajo) en
algunos de sus últimos recitales en el otoño de 1976, hacen predecir una
interesante evolución en la línea musical de José Antonio Labordeta.
En mi vida me
han confundido con mucha gente. Es lo que se llama ser repetido de cara. Hace tiempo con Vázquez Montalbán. Con Gato Pérez cuando me calcé sombrero. Y durante
muchos años, muchas veces, cientos de veces me tomaron por Labordeta en media
España, Zaragoza incluida, y parte del extranjero. De todos los confundidos,
ninguno me hablo mal de José Antonio jamás, y cuando sabían que le conocía
siempre me daban recuerdos para él. Comprobé en primera persona el cariño y el respeto que por él sentían gentes de toda condición, clase, origen, sexo u edad. En la foto estábamos, entre el cachondeo de los compañeros, en la puerta de TVE, en la presentación de
algún “País en la mochila” y nos hicieron esta foto para desmentir el infundio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario